A veces siento que jamás debería haber aceptado éste trabajo.-
Este pensamiento se me cruza por la cabeza cuando veo sus hermosos ojos grises enmarcados en la suavidad y armonía de sus castañas y largas pestañas arqueadas, mientras su largo cabello dorado y ondulado me hace pensar en un mar de oro... un mar en donde me apetecería navegar.-
Su piel lechosa y aporcelanada me hace pensar que no corre sangre por sus venas... que es como una deliciosa muñeca de porcelana vacía de cualquier sentimiento... peligrosamente puro.-
Me equivoco; por sus venas corre odio y lo sé muy bien... he tratado muchas veces de convencerme que no es él el causante de los alborotos que han sacudido esta institución los últimos años; pero sé que es él... que detrás de su inmaculada y frágil figura angelical se esconde un perverso diablo de apenas dieciocho años.-
Sus miradas son frías y sus gestos generalmente son hechos con desdén; sus deliciosos labios siempre están ligeramente abiertos, como si todo lo que estuviese a su alrededor le provocase asco.-
Sé que es un ser despreciable, como escucho que dicen la mayoría de sus compañeros y algunos profesores, pero no puedo evitar sentirme atraído a su inusual belleza salvaje... siento que su innecesario odio es producto de la falta de amor a la que debe haber sido sometido.-
Su único nombre es Cruz... un nombre muy apropiado para él; un objeto que se usaba para torturar actualmente venerado por millones de personas... un artefacto doloroso adorado por incontables hombres.-
Cruz Selig es éso... un niñito que a pesar de impartir dolor y sufrimiento es imposible culparlo... porque es sencillamente hermoso; cualquiera de sus falsas miradas tristes derretiría hasta al más descorazonado... cualquiera de sus sinceras sonrisas (que son muy pocas) haría que el mundo estuviese a sus pies.-
Éso es lo que hace conmigo; él sabe muy bien cómo manejarme... sabe que si me lo pide suavemente, casi en un ronroneo, logrará lo que se proponga conmigo.-
Yo, su profesor de historia, soy vulnerable a su dulce voz... a sus gestos afeminados y sus miradas desinteresadas... Tiemblo cuando se pone de pie y se acerca a mi escritorio, tomando asiento a mi lado demasiado cerca de mi cuerpo, mientras me pide, con un cálido susurro cerca de mi oreja, que le explique nuevamente.-
No puedo ni quiero decirle que no.-
Si no fuese mayor que él... si no fuese su profesor... si no tuviese moral... entonces jamás dudaría en tomarlo en mis brazos y apretarlo contra la pared, para devorar su frágil boca y hundir mi rostro en su perfumado y suave cabello.-
Si simplemente fuera mi compañero de banco me evitaría este ardiente dolor en el pecho... porque sé que lo amo.-
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