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Geist por Shun4Ever

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El sol se levantó sin ganas de brillar, ocultándose tras unas pequeñas nubes negras. Los jóvenes príncipes esperaban en el carro mientras sus padres entraban y salían de la casona con cosas para el viaje. El mayor de ellos se había ofrecido a ayudar en la tarea pero Mu le había dejado a cargo de su hermano pequeño.

- ¿Está muy lejos? – Preguntó el pequeño príncipe una vez sus padres se montaron en el carro.

-  A unos días de camino. Tendremos que descansar al anochecer y con suerte mañana llegaremos antes del anochecer.

Shun se asomó a la parte delantera del carro y acarició el lomo de la pequeña Andrómeda.

- Tranquila pequeña – Le decía con una pequeña sonrisa. – Cuando lleguemos te recompensaré. Sé que puedes hacerlo.

Mu miró a Saori y ambos sonrieron por el cariño que el pequeño siempre mostraba por su yegua. Ikki no apartaba la vista de su hermano, pues temía que por ese intento, cayera del carro. Se aseguró de que volviera a su lugar, tirando de la camisola que llevaba puesta y una vez se acomodaron, comenzaron con el largo trayecto que aún les quedaba por delante.

Al alba de ese mismo día, en Hara, la otra pareja de príncipes se habían acomodado en un humilde carruaje, junto a dos pequeños equipajes y los que consideraban sus padres. Camus y June. El conductor de aquella carroza se aseguró que el equipaje estuviera bien asegurado y dio paso a sus cuatro ocupantes. Se subió a la parte delantera del mismo y tiró de la rienda de los caballos para comenzar el viaje.

El pequeño Hyoga miraba por la pequeña ventana de aquella cabina, sin siquiera mirar a sus acompañantes. Se sentía indignado pues nadie había tomado en serio su negativa a marchar hacia aquel lugar. La pequeña Esmeralda miraba ilusionada el paisaje junto a Hyoga y volteaba la mirada a ratos para poder contemplar mejor a su hermano. No le gustaba verlo enfadado y menos por algo que había sido decidido por complacerla. Se acercó un poco más a su hermano y se apoyó en su brazo, haciendo que este se girara. La pequeña princesa le regalo una de sus mejores sonrisas y se aferró más fuerte a su brazo. Hyoga se quedó mirándola unos segundos y tras un leve suspiró, rodeo a su pequeña hermana con el brazo y le regaló un beso en la dorada cabellera. Nunca había podido estar mucho tiempo enfadado con ella. Suspiró resignado y apoyó su barbilla sobre la cabeza de su hermana y la atrajo hacia su pecho para ofrecerle un poco de comodidad.

- Será mejor que descanses – Le aconsejo en voz baja – El viaje es largo.

Volvió a besar la cabellera de su hermana y regresó su vista al paisaje mientras su mente pensaba en como sería aquel lugar al que se dirigían.

Unas semanas antes, Esmeralda le había hecho una petición al que se decía su padre bilógico. Quería ver las tierras en donde nacieron y comprobar con sus propios ojos como era el castillo de Virgia. La respuesta a esa petición, los llegó unos días antes mediante un mensajero real camuflado. Desde que recibieron la contestación, la pequeña Esmeralda parecía brillar, esperando que llegara el carruaje para comenzar el viaje. Tanta Camus como June estuvieron de acuerdo en realizar aquel viaje pues implicaba que los pequeños estuvieran un tiempo junto a su padre. Tenían la esperanza de que al ver todo aquello, el pequeño Hyoga decidiera quedarse más tiempo y comenzar con la educación para ser un digno rey.

Mientras, en el palacio de dicho reino, las doncellas se apresuraban a acabar con los últimos arreglos en las habitaciones de los niños. Sonreían sin poder evitar la alegría que sentían pues el hecho de tener a los pequeños príncipes de vuelta era algo que se debía celebrar. El rey Shaka les había pedido discreción a sus empleados pues no quería arriesgarse a que el rey vecino se enterara de que sus pequeños estarían en palacio una temporada.

Paseaba por los jardines de palacio, pensando mentalmente como hacer para convencer a su hijo que debería comenzar con sus entrenamientos pero a la vez, no podía dejar de sonreír, sabiendo lo feliz que sería su pequeña flor en aquel lugar. Apresuró el paso pues ya se acercaba la hora de recibir a sus pequeños.

Por otra parte y tras un cansado viaje, la pequeña familia proveniente de Hara, se hospedaba en un pequeño hostal en el mismo reino de Virgia. La noche estaba por caer y los pequeños Shun e Ikki se encontraban dando una vuelta por la cuidad mientras Mu y Saori se encargaban de negociar la estancia y conseguir una cuadra en donde dejar el carro y a la pequeña yegua. Shun estaba emocionado pues nunca había estado en un lugar tan habitado y lleno de vida. Paseaba de una parte a otra de la calle principal, perdiéndose entre los múltiples escaparates de las tiendas aún abiertas. En uno de esos cruces estaba, cuando un carromato bastante lujoso paso por aquella calle, haciéndole caer al suelo por tratar de apartarse.

El carromato se detuvo en ese instante y la puerta se abrió para dejar salir a un chico bien vestido, un poco menor que Ikki en apariencia.

- ¿Estás bien? – Decía el muchacho mientras extendía la mano derecha para ayudarle a levantarse del suelo.

- ¿Acaso tu cochero no tiene ojos?– Ikki, obviamente nervioso, levantó la voz ante aquel muchacho - ¡Casi mata a mi hermano!

- Perdón – Fue lo más que pudo decir aquel rubio, que se mostraba apenado.

Shun, un tanto adolorido y con un pie torcido, se levantó del suelo siendo ayudado por su hermano. No pudo evitar en fijarse en aquel chico que había bajado expresamente del carruaje para ver su estado.

- Lo siento. – Se disculpó sin apenas levantar la cara. – Fue culpa mía. No debí cruzarme.

El pequeño ángel se encontraba apenado con su persona pues de seguro un chico acomodado como aquel no debía estar pendiente de él, pues a su conocimiento era tan solo, un pobre campesino. Levantó la cabeza tan apenas pero quedó parado ante aquella visión que se presentaba ante él. Esos ojos azules, intensos cual cielo no dejaban de observarle. Hyoga, que no sabía el porqué de aquella extraña sensación en su pecho, no podía quitar la vista de aquellas esmeraldas que se presentaron ante él. Se avergonzó por el daño que le había causado, pues se podía ver que el pie lo tenía seriamente lastimado.

- ¿Puedo acercaros a vuestro hogar? – Si era posible, eso sería lo mínimo que debía hacer.

Dentro del carruaje, la pequeña Esmeralda había clavado su vista en el chico moreno que sostenía a aquel que había caído mientras Camus y June dejaban a Hyoga actuar, creyendo que así, podría interactuar con su pueblo, como tantas veces lo había recalcado su querido rey.

- No – Contestó rotundamente Ikki

- No seas así – Le recriminó el pequeño a su hermano mayor. – Perdone su actitud, es solo que está un poco alterado – Se apoyó un poco mejor en el hombro de su hermano y señalo a una posada cercana – Nosotros nos hospedamos ahí. Le agradezco su preocupación pero estoy bien.

Y dicho esto, volteó en un pequeño movimiento, provocando que un grito de dolor se escapara de su garganta.

- No te fuerces Shun – Se adelantó a su hermano y le hizo subirse a su espalda – Vámonos ya. Deben estar esperándonos.

El muchacho sonrió ya subido a la espalda de Ikki y volteó para despedirse del chico rubio con un pequeño movimiento de mano y una sonrisa que hizo brincar el corazón de Hyoga. Se quedó ahí, estático en esa misma posición, observando a los dos muchachos marcharse, hasta que Camus asomó la cabeza por la puerta  del carruaje.

- Hyoga, tu padre nos debe estar esperando.

Subió sin más, pensando en que quizá, no sería tan malo el hospedarse en aquel lugar, si tan solo, pudiera volverse a encontrar con aquel chiquillo de ojos color esperanza. Suspiró una vez se sentó en el carruaje y sacó la cabeza por la pequeña ventana mientras este avanzaba por la concurrida calle.

Al entrar en la pequeña posada, Ikki bajó a su hermano de la espalda y le ayudo a acceder hasta el comedor en donde Mu y Saori se apresuraron a llegar hasta ellos, al ver al pequeño ángel cojeando.

- ¿Qué ha ocurrido?

- Un ricachón desgraciado casi le atropella con su carro y se lastimó el tobillo al caer.

- ¡Ikki! No le llames así. Se nota que era adinerado y le debemos respeto – Dijo un tanto apenado para después señalar a su hermano con el dedo índice de la mano – Además, se bajo del carruaje preocupado por mi estado. ¡Eso le honra!

Mu suspiró y aupó al pequeño príncipe hasta hacerlo sentarse en una de las mesas libres y posó ambas manos en el tobillo derecho del chico para revisarlo.

- Vamos a ver – Movió el pie del pequeño mientras observaba sus reacciones, tratando de averiguar cuan maltrecho había quedado el príncipe. Suspiró un tanto apenado y volteó a ver a Saori, que se encontraba sentada junto al pequeño, acariciando su espalda y sujetando su mano derecha. – Tienes una pequeña torcedura. Deberíamos buscar un médico.

Hyoga se sentía mal por lo que había ocurrido. Si era cierto que no manejaba él las riendas, sí sentía que podía, al menos, haber comprobado el correcto estado de salud del muchacho. Ensimismado en sus pensamientos, no se dio cuenta de que habían llegado al palacio del reino. Las enormes puertas de madera maciza se bajaban de nuevo tras el paso del carro y un montón de personas se agrupaban en la entrada principal, en fila y esperando la llegada de los príncipes.

Shaka se encontraba en la puerta, junto a sus sirvientes, esperando sin saber cómo o donde ubicarse, jugando con la capa entre sus manos, paseando, inquieto por ver a sus pequeños de nuevo en casa. Cuando divisó el carruaje, quedó estático casi sin pestañear pero con el corazón a mil por hora. Abrazo fuertemente al que fuera su amigo y caballero y repitió la acción con la joven muchacha encargada del cuidado de sus hijos. Esmeralda bajó de un salto y corrió hasta los brazos de su padre, que la levantó del suelo y la abrazó con fuerza. Los sirvientes presentes no pudieron ocultar la alegría de ver a aquella pequeña princesa y menos cuando descubrieron el enorme parecido con su amada reina. Lentamente y casi sin ganas, el joven príncipe bajó del carruaje y quedó a escasos metros del mismo, casi estático en el mismo lugar. Shaka bajó a la princesa y tras darle un beso en la frente, se acercó hasta donde su hijo se encontraba.

- Bienvenido a casa Hyoga

El rey le tendió la mano en ese momento más Hyoga aún se sentía reticente a aceptarlo. Aun así, suspiró levemente y accedió a aquel contacto, aunque para su sorpresa, Shaka tiró de él hasta llevarlo a su pecho. Shaka estaba realmente emocionado por aquel contacto y aunque no lo hacía fuertemente si abrazaba a su hijo con el suficiente agarre como para que este no se escapara.

Hyoga se quedó quieto, tan solo dejando a aquel que decía ser su padre actuar a sus anchas, más por un momento le vino un leve olor que le era familiar y se dejó llevar por aquella sensación. Pudo comprobar con sus sentidos el leve olor a sándalo proveniente del largo cabello rubio de aquel hombre. Cerró los ojos y, sin poder evitarlo, sonrió al sentirse como en casa. Ahora ya no lo podía negar pues ese olor le hacía sentirse sereno, tranquilo, amado y protegido, más incluso de lo que se sintió alguna vez con el que consideraba su padre.  Una vez se separaron de aquel abrazo, se encargó de acompañar a sus huéspedes en todo momento.

Un médico había acudido, tras un rato, a comprobar el estado del tobillo de Shun. Lamentablemente estaba lesionado y debería guardar reposo al menos un par de semanas. Aunque no estaba en sus planes, mandaron un mensaje al primo de su reina indicándole que se demorarían en llegar unas semanas, aunque no le habían explicado el motivo pues no creyeron conveniente el preocuparlo por un pequeño esguince. Puesto que dicho imprevisto había sucedido, se vieron obligados a compartir la habitación con los niños pues sus ahorros no les llegaban para tantos días en camas separadas.  La noche cayó sobre ellos haciéndoles caer rendidos sobre la cama.

Mientras todos dormían, el pequeño Shun se alejó como pudo de la cama, tratando de no hacer el menor ruido y se sentó en el marco del ventanal que daba a la, aún, concurrida calle. Se entristeció al recordar a su amigo, más no por mucho pues un extraño personaje captó su atención.

Un hombre con capa oscura, cargando un arco en la espalda, se encontraba recostado en la pared frente a la posada. Llevaba lo que parecía una pequeña botella de algún licor y bebía mientras desviaba su mirada por las ventanas de las habitaciones contiguas. Los ojos de aquel hombre le intimidaban y más aún cuando su vista se clavo en la ventana en la que Shun estaba sentado. Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo en ese momento y tuvo un mal presentimiento, pues aquel hombre parecía estar viéndole a través de aquel oscuro cristal. Quedó inmóvil esperando que apartara su vista, tratando de no ser percibido, más un ruido en la habitación le hizo voltear, observó con el corazón acelerado, buscando la procedencia de aquel ruido más al sentir que eran unos pequeños ronquidos del que era su padre, volvió a observar la calle a través de la ventana. Se sorprendió al no ver a aquel hombre y tras unos segundos buscando con la vista, decidió regresar a la comodidad de aquella cama, asegurándose de aferrarse bien a su hermano, que tanta tranquilidad le proporcionaba.

En el palacio de aquel mismo lugar, el pequeño Hyoga se encontraba pensando en el agotador día que había llevado. Sin quererlo, su mente recordó a aquel muchacho que había sido lastimado por su cochero. Recordó aquellos ojos de color verde intenso y de nuevo, su corazón se aceleró de una manera que era incapaz de entender.  Se levantó de aquel lujoso y enorme catre y se dirigió hasta el enorme ventanal que le proporcionaba unas hermosas vistas del pueblo bajo sus muros. Suspiró y se prometió a si mismo, que al día siguiente se escaparía de aquel encierro. Necesitaba buscar a aquel chico y asegurarse que el golpe no hubiera pasado a mayores. Cruzó sus brazos tras la espalda y suspiró nuevamente, al tiempo que recordaba el nombre de aquel muchacho y se le escapaba por la boca.

- Shun. 

Notas finales:

Espero que os haya gustado tanto como a mí. No me pude quitar la sonrisa de la cara mientras escribía... ^.^

Cuídense mucho y de nuevo, gracias eternas por su apoyo y espera. 


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