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Geist por Shun4Ever

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Se encontraban de pie, apoyados en una enorme mesa, señalando lugares y hablando de la mejor estrategia a realizar cuando la puerta de la sala se abrió de golpe. Ambos hombres allí presentes voltearon a ver quién entraba sin aviso alguno. La pequeña princesita corrió hasta los brazos de su padre y este la alzó del suelo.

- ¿Qué ocurre pequeña? ¿De nuevo una pesadilla? – Decía apartando un pequeño mechón rubio de la cara de su hija. Esta no pudo más que empezar a llorar.

- No están. Me despiste y no están.

- ¿No están? ¿Quién no está, cariño? – Preguntó extrañado por las lágrimas de su hija. No solía hacerlo delante de las visitas pues era demasiado orgullosa.

- Mi señor – Llamaron desde la puerta unos hombres. Se arrodillaron sin apenas entrar en la habitación – Hemos puesto a todos los guardas a buscar a los pequeños. Varios de ellos están de camino al bosque y otros a la aldea. No dejaremos piedra sin levantar con tal de encontrarlos.

- ¡Para por un momento! – Ordenó el rey al tiempo que bajaba a la pequeña y se acercaba a esos hombres - ¿Buscar a quién? ¡Explícate!

- ¡Padre! – Dijo la pequeña tirando de su manga para llamar su atención – Hyoga… - Miró tímidamente al hombre junto a ellos – Y los demás – Esquivó la mirada del hombre moreno que en ese momento le pareció intimidatoria - ¡no están!

Hades se acercó con paso acelerado hasta ellos.

- ¿Cómo que no están? ¿Huyeron? ¿Sabes algo pequeña? – Habló con autoridad pero tranquilo para no asustarla.

Si ella sabía algo de sus hijos, necesitaba que se lo dijera. Se maldijo internamente por la situación. No podría soportarlo si los volviera a perder.  La pequeña se escondió levemente en su padre.

- ¡No lo sé! – Afirmó mientras lloraba – Fue a hablar con… - Calló enrojecida por su osadía de querer nombrar a Ikki. – Ellos pero no los encontré. Pensé que estarían con Hyoga, al menos Shun que siempre está con él pero tampoco estaban. La puerta de ambos balcones estaba abierta.

- Necesito un caballo – Hades miró a Shaka para contestar.

- Iremos juntos – Acarició los cabellos de su pequeña y besó su frente. – Ve a mi habitación y trata de dormir. Padre volverá pronto con ellos. ¿De acuerdo?

La pequeña asintió y salió de la sala seguida por su escolta personal que acataron la orden de su rey a rajatabla: “Qué nadie se acerque a la princesa” Ambos reyes salieron con prisas hasta llegar al establo, en donde tomaron a dos pura sangre y los montaron con brevedad para salir del castillo sin dirección establecida.

Medio día después ambos reyes se encontraban buscando en unos campos alejados del reino. Era la única zona que les quedaba por reconocer.

- Allí hay alguien – Dio la señal el rey Shaka

Enfilaron los caballos en esa dirección hasta que quedaron a la altura de ese hombre. Bajaron del caballo y se acercaron hasta la persona que se encargaba de vigilar el cultivo.

- Disculpe buen hombre.

Éste volteó al escuchar que le llamaban provocando que pararan ambos reyes en el avance.

- ¿Didrik? – Hades dejó las riendas del caballo y se acercó hasta el rubio frente a él. Éste retrocedió y volteó para que no le reconocieran.

- Debe haberse confundido buen señor. Mi nombre es Erik.

Hades quedó a escasos pasos mirando cada gesto del hombre frente a él.  Estaba por creer que su mente aún le jugaba alguna pasada cuando Shaka se acercó a ellos tras atar a los caballos a un árbol cerezo cercano.

- Te dimos por muerto. O al menos eso nos hiciste creer.

- De nuevo me confunden señores.

Esquivo a esos dos hombres y aceleró el paso para entrar en su casa. Los dos hombres se miraron entre si y siguieron al cultivador con la intención de averiguar la verdad y preguntar por sus hijos.

- Disculpe pero. ¿Ha visto usted a unos jóvenes muchachos?

- Me temo que por aquí no pasa nadie, señores. Han pasado meses desde que vi a alguien.

- Verá… Dos de ellos rondan la mayoría de edad. Uno es moreno de ojos azul oscuro y el otro es rubio con ojos color mar.

- El menor de los tres muchachos es castaño claro, de una estatura media para su edad. Rondará los ocho años y suele ser tímido.

- Lo lamento pero, de verdad, hace meses que no veo a nadie y menos a unos jóvenes con esas características. Por aquí solo pasan personas solitarias y rara vez cruzo más de tres palabras con ellos. – Habló sin voltearse, intentando ocultar su rostro – Disculpen pero debo regresar a mi hogar. Aún tengo mucho por hacer.

Caminó entre los trigales para regresar a la casona cuando la puerta de esta se abrió para su suplicio. De esta, un hombre salió llamando por su presencia.

- ¡Didrik! ¿Ya regresas?

Salió de la casa un hombre con el pelo grisáceo y una media sonrisa en la cara, que se borró al ver como su pareja cerraba los ojos y tras este, ambos reyes tan bien conocidos.

- Entra en casa. – Dijo casi en una orden y el rubio cumplió cerrando tras de si.

- ¿Qué quieren?

- Sólo veníamos buscando a nuestros hijos. No sabíamos que estabais vivos.

- ¡No me jodas Shaka! ¿Cómo os habéis enterado?

- Es verdad lo que dice. – Se adelantó Hades hasta quedan frente al plateado – Nuestros hijos han desaparecido.

- Pues me alegro porque aquí no ha pasado nadie desde hace meses. Ahora, por favor, marchaos y no regreséis. No queremos más problemas con ningún reino.

- No diremos nada pero por favor, si ves a nuestros pequeños, háznoslo saber.

Sobrevolaban con prisas la zona con la intención de regresar lo más pronto posible al castillo. Necesitaban avisar a sus padres de lo ocurrido con Shun, así tuvieran que hablar sus dragones por ellos.

- Vamos a hacer una parada. Os buscan.

Tras la nueva orden, se enfilaron con una pequeña casa en medio de un enorme campo de trigo. En cuanto hubieron tocado suelo, los mayores bajaron de sus dragones y corrieron hasta encontrarse con los adultos.

- ¡Ikki! ¡Hyoga! – Gritaron los dos reyes al tiempo que iban hasta sus hijos.

Hades rebuscó entre el pasto y regresó la mirada a su hijo mayor.

- ¿Dónde está ¿ ¿Y Shun?

- Lo atraparon esos guardias – Comenzó a decir Hyoga – Padre tenemos que regresar. Son muchos hombres.

- Tenemos que sacar a Shun de ese castillo.

- ¿Castillo? ¿Qué castillo? – Preguntó Hades un tanto alterado.

- ¿Dónde habéis estado Hyoga? ¡Responde! – Ordenó Shaka aún más alterado que Hades. Hyoga bajó la cabeza intentando que las lágrimas no salieran de sus ojos.

- En el castillo del Este.

- ¿En Herno? ¿Cómo has podido dejarlo en manos del desalmado de Radamantis? – Hades se acercó hasta su hijo mayor y levantó la mano para pegarle una bofetada con el dorso de la mano.

- ¡Hades! – Se adelantó y paró el avance de su mano para que no golpeara a su hijo - ¡Él no sabe nada! ¡Volvamos cuanto antes!

Hades soltó el aire apretando los dientes mientras recibía la mirada amenazante de Ikki. Por un instante padre e hijo se retaron pero fueron interrumpidos por el sonido de caballos acercándose.

- ¡Vámonos o será demasiado tarde para el pequeño ángel!

El hombre de cabello canoso interrumpió el momento al tiempo que llegaba junto al ganadero, que llevaba una hermosa yegua de color blanco. Aparecieron con los dos caballos de los reyes. Ahora fue el turno del chico rubio de hablar.

- Radamantis podría reconocerle y estaría en verdaderos problemas. No se esperará una rebelión por parte de los suyos. ¡Andando! ¡No tenemos tiempo que perder!

Se dirigieron a los caballos para montarlos. Una vez sobre estos Shaka dio órdenes a los menores.

- ¡Quedaros en el castillo! Cuidad de Esmeralda… Y de los dragones – Dijo señalando en la dirección de estos – Pues también están heridos.

Dicho esto, los cuatro mayores partieron en dirección al reino del Sur. Mientras, los dos humanos eran rodeados por los dragones.

- Debemos llegar al castillo. Ronda debe ver a Esmeralda sin falta.

Los jóvenes asintieron y subieron de nuevo a la grupa de sus aliados para llegar a palacio. Una vez allí, descendieron en los jardines privados. Nadie se daría cuenta pues no patrullaban a penas guardias por esa zona. Ayudaron a Ronda a bajar hasta el suelo y miraron sus heridas con tranquilidad. Muchas eran las marcas que tenía la dragona por todo el cuerpo. Moratones producidos por los golpes de alguna madera, cortes hechos con lanza, la marca sangrante de cada una de las cadenas pero la que peor tenía era la que tenía en medio del ala. La lanza atravesó la carne y el músculo de parte a parte pero para quitársela, tiraron de la lanza, produciendo un corte y desgarrando por completo el tejido.

- Necesitamos a Esmeralda. Rápido.

- Haced lo que os digo. – Insistió el mayor de los dragones.

- Por favor Hyoga. Busca a tu hermana.

Al escuchar la petición de Zarin, ambos partieron en busca de Esmeralda. Ésta que había sentido la llegada de Ronda, salió del palacio en dirección a los jardines. Aceleró el paso al ver que Ikki y Hyoga corrían en su dirección.  Se lanzó al cuello de su hermano.

- ¡Hyoga! ¡Pensé que te habría pasado algo!

- Mala hierba nunca muere, pequeña – Decía besando sus cabellos dorados.

Ikki observaba atentamente a la muchacha que iba vestida con vestido sencillo en tono amarillo claro. Cuando acabó con el abrazo de Hyoga se dirigió hasta el y repitió la acción pero con menos efusividad. Ikki abrazó a la muchacha con una leve sonrisa en el rostro.

- Síguenos Esmeralda

Interrumpió Hyoga tomando la mano de su hermana para sacarla de los brazos de Ikki. Este como respuesta carraspeó un poco y pasó una de sus manos por la nuca.

- Si. Vamos.

Regresaron a donde estaban los dragones pero sólo encontraron a la pequeña Ronda.

- “Ayúdame por favor Esmeralda”

La muchacha quedó paralizada al escuchar a la dragona. Era tal cual había escuchado y visto en su sueño. Sonrío y se acercó hasta ella para acariciar su hocico.

- ¿Qué tengo que hacer?

- “Acércate a la herida y piensa que se cura”

La comunicación entre ellas era única. Ninguno de los presentes podía o quería escuchar la primera conversación entre dragón y portador. Esmeralda hizo lo que el animal le pidió y cerró los ojos con la mano sobre la herida. Soltó el aire antes de pensar que la herida se cerraba y se curaba. A los pocos minutos, la herida estaba sanada por completo.

- Gracias – Susurro la dragona con un leve ronroneo al tiempo que buscaba en los ojos de su portadora.

Debía crear el vínculo o no podría madurar como dragón. El tiempo se estaba acabando. Se acercó despacio hasta ella  y contempló sus ojos. La muchacha estaba como hipnotizada. No podía apartar sus ojos de los claros del dragón. De pronto un escalofrío le recorrió el cuerpo entero haciéndole perder la consciencia. Ikki fue el primero en reaccionar y llegó hasta la muchacha para cargarla en sus brazos y llevársela a la habitación. Hyoga iba a protestar pero Zarin le paró el avance con una de sus garras.

- Hyoga, ayúdame a mí, por favor. Ella estará bien cuidada.

Suspiró pesadamente y dejó que Ikki marchara con su hermana. Regresó con Zarín para curarle la enorme herida que aún supuraba. La dragona cansada, se dejó caer en el pasto de costado.

- ¿Qué hago?

- Sólo… Piensa en que se cura… Y acércate.

Siguió las instrucciones viendo como de pronto la herida profunda comenzaba a curarse emitiendo un leve brillo rosado, cálido, amable, agradable. Sintió como ese calor envolvía su cuerpo entero llenándolo de tranquilidad. Suspiró relajado cuando la herida se cerró por completo al tiempo que sentía cómo Zarin le acariciaba con el hocico mientras ronroneaba.

Una vez en la habitación de la princesa, Ikki depositó con cuidado a la pequeña Esmeralda en el lecho. Acomodó sobre ella las cobijas y apartó los mechones rubios de su frente. Se quedó mirándola sin ser consciente del tiempo que pasaba. Sonrió de medio lado pensando en todas las cosas que le hacía sentir. A veces deseaba no haberla conocido, sobretodo cuando le mostraba su genio y sin embargo, por otro lado sentía unas ganas tremendas de protegerla y permanecer siempre a su lado. Siguió acariciando su frente y bajó por la nariz, delineando cada milímetro de su fina piel. Sus ojos se centraron entonces en esos labios carnosos y rosados que parecían estar clamando su nombre. Despacio, sin prisa, sin saberlo siquiera, se acercó hasta ellos para probar su sabor. Estaba a escasos milímetros de éstos, notando la respiración de Esmeralda, cuando esta se removió bajo las cobijas. Se incorporó de inmediato y carraspeó para disimular, apartando la vista hasta la ventana.

- ¡Hasta que despertaste!

La pequeña princesa sonrió al ver a Ikki, notando el leve y casi imperceptible sonrojo de sus mejillas. Bajó la mirada y se llevó los dedos de la mano derecha a la boca. Su corazón latía desbocado en el pecho. Sentía que necesitaba ese contacto, esa cercanía, esa protección que sólo él le brindaba, tan diferente a la de su hermano. Miró de nuevo a Ikki con un enorme sonrojo en sus mejillas y se incorporó en la cama despacio, quitándose en el proceso las cobijas. Se levantó del lecho y ando despacio hasta donde Ikki estaba tratando de ignorar su presencia inútilmente. A veces ese hombre era tan fácil de predecir. Sonrió para después morderse el labio inferior. Eliminó la poca distancia que quedaba entre ellos provocando que Ikki volteara a mirarla con mayor sonrojo en las mejillas.

- ¿Qué haces? – Preguntó él en un tono ingenuo que provocó risa en la joven.

- ¿No es obvio? – Interrogó Esmeralda con los brazos en la espalda y moviendo inocentemente los hombros de un lado a otro.

Sonrió de mejor manera y se mordió el labio inferior eliminando la poca distancia que quedaba. Ikki intentó dar un paso atrás pero estaba demasiado cerca de la pared, quedando entre Esmeralda y ésta. Su corazón latía demasiado fuerte en su pecho y se aceleró más cuando notó la respiración de la muchacha casi sobre la suya propia. Sin previo aviso la joven se lanzó a su cuello y besos sus labios. Ikki abrió enormemente los ojos, perdiéndose en los azulados de Esmeralda. Pestañeo un par de veces hasta que relajó el cuerpo y acabó cerrándolos por completo degustando el dulce sabor de sus labios. Estaba por rodear su cintura con los brazos cuando ésta separó todo contacto.

-¿Serías tu mi príncipe, Ikki? – Preguntó inocentemente o quizás no tanto la muchacha.

El nombrado quedó callado perdido en las expresiones del rostro de la muchacha. Alzó las manos y tomó sus mejillas para ser él quien se acercara a los labios de la chica para degustarlos en un suave y tierno roce.

- ¿Serías tu mi reina, Esmeralda?

Un nuevo beso entre ellos. Inexpertos, con ansias, con ganas, con ilusión, con picaría e inocencia. Sin siquiera ser conscientes del juego, sellaron de esa manera su destino… 

Notas finales:

Como siempre, no me canso de decirlo: Muchas gracias por leerme, por soportar mis rayadas mentales, por comentar, por estar ahí.

Esto ha comenzado a concluir. Wiiiiiii!!! y Oooooooo!!!

Cuídense mucho y espero les haya gustado. 


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