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Geist por Shun4Ever

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La jornada había sido una de las más ajetreadas que recordara desde que comenzó en la profesión. Casi al atardecer se acercó a la ventana para contemplar su obra. Soltó el aire, ahora ya tranquilo. Había salido a la perfección. Se acercó a su compañero que se encontraba en la cocina limpiando las tazas en donde habían consumido un té y le mostró el objeto. Éste se ajusto los anteojos y lo reviso con cautela.

- Cómo siempre, un trabajo inmejorable.

- Espero que ese pobre muchacho se salve con esto. Tendremos serios problemas si no lo hace.

- Partiré ahora mismo. Intentaré que me lleve hasta el muchacho. – Soltó el aire apretando los dientes – Si en verdad es uno de ellos… - Negó con la cabeza – Deberemos movilizar a los pocos que nos quedan.

- Te estaré esperando.

Dicho esto partió a palacio con la intención de encontrar a ese muchacho y entregar el medallón al rey.

- Mi señor – Reverencio al monarca que se acomodaba en el trono ajeno y se acercó al ver su señal, entregándole el objeto – Es un objeto falso, mi señor.

- Parece que ese muchacho no tuvo suerte cuando lo robó. – Rio divertido mientras jugaba con el metal en sus manos. – Es todo lo que necesitaba de ti.

Espero a que el hombre rubio saliera de la estancia para hablar a la nada.

- ¿Y bien? – Un hombre de aspecto amorfo se dejo ver por la izquierda del trono.

- Cómo sospecho su majestad, estuvo toda la noche en casa del joyero. Salió esta mañana al alba y vino directo hasta aquí.

Se levanto en ese mismo instante apretando el medallón con su mano derecha y se marchó de la estancia en dirección a las mazmorras.

No sabía cuanto tiempo llevaba ya en esa misma posición. Había azotado las cadenas, gritado, llorado, zarandeado su cuerpo entero y apenas lo único conseguido había sido lastimarse. Falto de agua, alimento y más que cansado bajó la mirada para tratar de entretenerse con las ratas del lugar. Quedó inmóvil cuando escucho pasos apurados en su dirección y alzó la cabeza al escuchar la puerta azotarse con fuerza. Intentó acostumbrarse a la luz que se había colado en la estancia y enfocó la vista en el hombre que acababa de entrar cerrando con firmeza tras de sí.

- Bien muchacho. – Decía mientras se remangaba al tiempo que se acercaba despacio a su presa – Ahora sí me voy a divertir, pequeño ángel.

Conocían a la perfección su misión. Avanzaban a galope por entre las rocas y la maleza. Apresuraron el paso pues debían llegar antes del atardecer.  En cuanto divisaron las murallas del castillo, el cabecilla volteó para hablar con sus camaradas.

- Ya saben cual es el plan. No deben dejar que lleguen al rey. – Decía señalando a uno  de los hombres de cabello negro.

Éste asintió y se acomodó la capucha al tiempo que se ubicaba en medio de sus camaradas. De nuevo, la tropa de los cincuenta caballeros retomó el galope para llegar a la parte norte de la muralla. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, cinco de ellos sacaron las ballestas para disparar las cuerdas que les servirían para trepar por la muralla.

Aprovechó su estatus y la ausencia de su padre para acceder a la sala de armas. Ikki le acompañaba pues él mismo había insistido en que así fuera. No le hacía mucha gracia tener que dejar a su hermana sola en el palacio pero él no se podía quedar con brazos cruzados sabiendo a Shun desprovisto con  ese hombre desgraciado. Había escuchado tantas historias sobre él, que ya le guardaba un rencor infinito. Sabía le mal que había causado a la familia de su Shun y eso no se lo iba a perdonar. La noche la había pasado en el establo practicando con las armas como su tío Kisho tan bien le había enseñado. ¿Su tío Kisho? Detuvo su andar de pronto al recordarlo. ¿Qué derecho tenía él a haber pasado más tiempo con ese hombre que sus propios hijos? Rebuscando entre las espadas, miró a Ikki de reojo.

- He crecido con las enseñanzas de vuestro padre… - Ikki le miro en ese momento – Él… me enseño a pelear. – Tomó una espada y la sopeso al tiempo que contemplaba su filo inmaculado – Lamento que no pudiera estar con vosotros pero sé cuanto os ama al igual que sé que no dejará que nada le pase a Shun pero... – Apretó la empuñadura al tiempo que bajaba el arma -  No pienso quedarme de brazos cruzados.

Ikki miró por un momento al joven frente a él y volteó para tomar una de las espadas aún colocadas en la pared. Miró la hoja desde esa posición y bajó el arma para acomodarla en su cinto.

- Espero sepas lo que haces Hyoga porque no permitiré que nada le pase a mi hermano… – Sonrió de lado al ver la leve perdida de color del chico y se acercó para hablar de forma más firme – Nunca.

Con una sonrisa más que amplia volteó para dirigirse a la puerta. La abrió y espero a que el rubio saliera primero. Al llegar a la puerta Hyoga se detuvo un instante y miró a los ojos azules oscuros de su compañero de armas.

- Procura que no le suceda nada a Esmeralda y estaremos en paz.

Ikki inclinó la cabeza ladeándola un poco y ambos salieron en dirección al jardín. Allí, tres más que preparados dragones esperaban a esos muchachos. En cuanto se acercaron, Esmeralda se les lanzo encima a ambos, atrapándolos juntos alrededor de sus brazos.

- Tened mucho cuidado por favor y traed a Shun con bien.

En el sur, concretamente en el palacio, alrededor de unos sesenta hombres se amontonaban acorralados en un círculo de hombres armados, que apuñaban sus espadas cerca de sus cuerpos. 

- ¿Os habéis vuelto locos? ¡El rey Albafica murió! ¿Cómo podéis pensar que sigue vivo? ¿A quién habéis jurado libertad? – Preguntó uno de los caballeros acorralados más decidido.

- El único rey tras la muerte de Albafica ha regresado – Habló calmado un caballero de buen porte y moreno.

- ¿Acaso la vejez le hizo ver fantasmas, caballero El Cid?

- Al menos podría mostrar un poco de respeto a los superiores, Manigordo. – Una voz clara se escuchó en la estancia provocando que los arrestados miraran en dirección a una de las entradas laterales. – O al menos, que muestra la fidelidad que un día le mostro a mi padre. – Camino hasta ellos haciendo que bajaran las armas - No espero menos de ustedes.

- ¿Afrodita de Piscis? – Preguntó intrigado – Mi señor, usted… Mi hijo…

- Huimos juntos, padre. Lo lamento pero no pude decirle nada. Era por la seguridad de Di… - Se corrigió - Del príncipe.

Un abrazo emotivo y una reverencia conjunta fue el preludió de la batalla. Una vez explicados los planes, los caballeros presentes marcharon a retomar las armas para recuperar el orgullo de su reino. En la mano derecha del príncipe, la rosa blanca emblemática lucía brillante en su dedo.

Unas horas después todos los caballeros y el trio de reyes partían en dirección a Herno, a excepción de un tercio de los guardias que cuidaban el castillo y el poblado.

De regreso a Herno, en la torre más alta del castillo, la reina trataba de abrir la gruesa puerta. Algo le decía que tenía que buscar al muchacho, que de seguro algo estaba por pasar. Seguía forcejeando con el cierre cuando unos pasos acelerados se escucharon subiendo las escaleras. Regresó a su lugar cercano al lecho, temiendo fuera el muy asqueroso del suplantador. El cerrojo cedió y la puerta se abrió. Estaba por lanzarse con el candelabro en la mano cuando vio los mechones rubios y cesó el ataque.

- Mi señora.

- ¡Shion! – Se lanzó al cuello del único hombre que le había aportado algo de seguridad en todos esos años pero éste la detuvo con un semblante preocupado - ¿Qué ocurre?

- Me temo que uno de sus hijos está en manos de Radamantis. Dokho está movilizando a todos los que aún les somos fieles pero no es tarea fácil.

- ¿Uno de mis hijos? ¿En palacio? – Abrió los ojos desmesuradamente y sujetó sus hombros con preocupación - ¿Cómo ha llegado? ¿Dónde está? ¿Cómo le ha atrapado? ¿Y su hermano? ¿Acaso le ha hecho algo a mi otro hijo? ¿Quién está en palacio? – Las preguntas salían inconexas de su boca. Pero Shion supo anotarlas todas mentalmente.

- Desconozco cual de los dos es. Ayer se presentó con esto a mi tienda. – Saco el amuleto verdadero de uno de sus bolsillos interiores y se lo entregó a la mujer – Me pidió que identificara si era real. Sólo pude sonsacarle que lo llevaba un muchacho, un… pequeño ladronzuelo fueron sus palabras. El cómo llegó hasta aquí o el motivo de la llegada del muchacho o si vino solo lo desconozco.

La mujer tomó el objeto entre sus manos y lo llevó al pecho al tiempo que cerraba las manos sobre este pensando en su marido y en sus hijos. ¿Cómo  serian tras casi 8 años sin ellos? Abrió los ojos de pronto al recordar al muchacho que estuvo con ella. Su corazón parecía seguro a la pregunta que su cabeza repetía ¿Y si era él? ¿Mi ángel?

- Tienes que encontrar su paradero y sacarlo de aquí a como de lugar. Si Radamantis se entera que es mi hijo, lo matará sin contemplaciones. Y capaz de obligarme a presenciarlo. – Tomo de nuevo al hombre por los brazos - ¡Por favor Shion! ¡No permitáis que le ocurra nada! ¡No a mis pequeños!

- Así será, mi señora.

En la parte más baja del castillo, de vuelta a la mazmorra, Shun se removió con todas sus fuerzas al escuchar ese apelativo. Le había asustado la mirada de ese hombre. Sus ojos desgarraban cada uno de sus músculos tan intensamente que un escalofrío recorrió su cuerpo, temiendo por su propia existencia. Pensó en Geist pidiendo o clamando por ayuda mientras el hombre continuaba avanzando a grandes zancadas hasta llegar a donde él estaba. Sin esperárselo o darle tiempo a reaccionar, una fuerte bofetada proporcionada con el dorso de la mano, le hizo voltear la cara y notando el intenso sabor de la sangre en la boca. Del golpe propiciado, el labio se le había partido.

- ¿Y tus compañeros? ¿Dónde están? – Le zarandeó del cuello del blusón verde al tiempo que con la otra mano le sujetaba fuertemente de la mandíbula para que le mirara. - ¡Habla! ¿Acaso creíais que unos mocosos como vosotros me ibais a derrotar? – Tragó la saliva mezclada con la sangre que tenía en la garganta.

- No sé de que me habla. Sólo queríamos liberar a nuestra amiga. – Hablaba con dificultad debido al fuerte agarre – Nada más.

- ¡A mi no me engañas! ¿Crees que me chupo el dedo? – Bajó el agarre de la mandíbula hasta el cuello y apretó con fuerza sobre el pequeño cuello del muchacho - ¿Cuál era el plan?

Shun se asustó al ver la ira en sus ojos pero más cuando notó como el apretaba el cuello imposibilitándole respirar. Zarandeo su cuerpo intentando librarse de ese agarre. Sino lo conseguía moriría en manos de ese lunático depravado. Estaba por dejarse arrastrar al olvido cuando un fuerte estruendo provocó que el hombre le soltara y pudiera respirar de nuevo. Tomaba grandes caladas de aire al tiempo que trataba de enfocar la vista sobre la pared izquierda, ahora derruida. No le hizo falta enfocar mucho para saber quien estaba ahí con y para él  Un rugido que daño sus oídos se escuchó en ese diminuta estancia al tiempo que su dragón se lanzaba sobre el hombre clavándole las zarpas con fiereza.

Inesperadamente el hombre sacó una daga con la mano libre y la clavó en el lateral del cuello del animal provocando que le soltara al tiempo que un alarido de dolor se escuchaba entre las paredes.

- ¡Noooooooooooooo! – Gritó Shun con todas sus fuerzas al tiempo que sus ojos se cubrían de lágrimas.

El hombre aprovechó que el animal intentaba deshacerse de la molesta daga pues le impedía la correcta respiración. Se levantó del suelo con prisas, ignorando sus heridas y se lanzó sobre el muchacho para desatarlo y sacarlo de allí a tirones. Si había una posibilidad de salir con vida, era negociar por el muchacho.

Cuando el animal consiguió quitarse el arma y recobrar el aliento perdido, buscó con la mirada por el sótano pero ya no había ni rastro de su portador.

- ¡Shun!

Cuando salió con el muchacho hasta las caballerizas, se sorprendió al ver cómo sus hombres se arremolinaban en la zona norte. Recordó entonces que Hades había planeado atacarle y apretó más la sujeción sobre el muchacho. Shun luchaba con todas sus fuerzas por regresar, por soltarse de ese loco que había lastimado y de malas maneras a su compañero. Lágrimas caían por sus mejillas al tiempo que se removía entre los brazos de ese lunático. Pensaba en Geist y quería regresar con él, tanto que cuando ese hombre le obligó a montar a caballo, le lanzó una patada y mordió de nuevo su mano para soltarse. De nuevo grabe error pues Radamantis tiró de su cabello haciéndole caer al suelo, posicionándose él encima.

- ¿Acaso te gusta de forma ruda, pequeño? – Tomó las cuerdas del corcel y ató sus manos con fuerza tras su espalda al tiempo que lamía su cuello. – Me encanta tu voz cuando gritas.

De nuevo se levantó y lo cargó sobre el caballo, asegurándose esta vez que no se bajara de él. Se colocó tras el muchacho, lo atrapó con fuerza, tomó las riendas e instó al caballo a salir a galope de carrera. Esquivó a unos pocos de sus hombres, que yacían en el suelo inertes y salió del palacio por la puerta trasera. Si pretendían cazarlo, no lo harían en el palacio.

Tras Radamantis, una pequeña sombra seguía sus movimientos. Necesitaba sanar la herida o no podría utilizar su elemento. Aun así, aún tenía muchas formas de dañar a ese humano que había osado dañar a su portador.

En el palacio de Herno, los espectros clamaban por la victoria pues creían haber capturado al rey y a sus hombres. Los habían acorralado y obligado a tirar las armas al suelo cuando las puertas de entrada saltaron por los aires. Tras los escombros, más de un centenar de hombres, al parecer aliados entraban para, según estos, asistir a sus compañeros. Quedaron tranquilos al verlos más la calma pasó a miedo, al ver cómo a escasos metros blandían sus espadas en posición de combate. Aprovechando el lío, Hades, Shaka, Didrik y su inseparable caballero se dirigieron dentro del castillo para buscar algún indicio del impostor. Estaban buscando en la que parecía el despacho cuando un hombre rubio se detuvo ante ellos.

- ¿Señor Hades? Entonces es cierto. – Detuvo el avance del rey tomándole del brazo – Mi señor,  su hijo está en palacio. Creo que está en las mazmorras.

- El muy desgraciado se lo llevo. Ahora íbamos tras él.- Los cuatro hombres voltearon al escuchar esa voz. – Padre, yo le protegeré como usted hizo con madre.

Notas finales:

Bueno... Y he aquí el peultimo capitulo. Ya sólo me queda el decisivo. 

Espero que sea de vuestro agrado. 

Cuídense mucho y nos leemos pronto. ^^


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