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Geist por Shun4Ever

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Nuevamente se encontraba contemplando aquella pequeña ventana. Suspiraba recordando otros tiempos, que parecían tan lejanos, que a penas si los creía un sueño. Todo había decaído desde aquel día. Su reino ahora, era un lugar lleno de miseria y corrupción, algo inimaginable en el que fuera el reino de su amado esposo. Suspiró pesadamente al recordar a aquel hombre y apretó más aquella carta sobre sus manos. Un sirviente, de los pocos que habían quedado, desde que ella fuera una reina dichosa, le había traído buenas noticias, al menos, de sus preciados hijos. Sonrió al recordar lo leído sobre sus pequeños y oculta tras un pequeño diván, alzó aquel pergamino para leerlo nuevamente.

A nuestra amada reina Pandora,

Recibimos sus noticias y hemos hecho nuestro su pesar. Estamos tremendamente apenados por lo que ha sucedido en el reino. Hemos guardado el dinero que nos entregó para cuando nos sea estrictamente necesario. Sus pequeños están creciendo muy rápido.

El pequeño inmortal ya es todo un hombre con sus casi 12 años de edad. La semana pasada consiguió cazar su primer cervatillo y ayuda siempre que puede en las tareas más pesadas. Su alma es noble y de seguro llega a ser un gran gobernante para la región.

Por otro lado, el pequeño ángel es todo un curioso. Tiene un gran corazón y sabe comportarse según la situación lo requiere. También hace sus pinitos como cazador, aunque se rige más por sus propias normas.

Tendremos en cuenta su consejo y partiremos el mes viniente hacía  el pueblo de Lora, pues los pequeños necesitan un buen entrenamiento para ser buenos guerreros. Hemos contactado con su primo Aiacos y está encantado de poder cuidar de sus pequeños sobrinos.

Debido a lo peligroso que puede resultar contactad con usted, no hemos podido hacerlo hasta ahora y no sabemos si tendremos la ocasión, en un futuro cercano, de poder hacerlo.

Nuestros deseos están con usted y esperamos, de todo corazón, que las cosas puedan regresar a lo que eran hace tan solo unos años. A nuestro señor encomendamos su suerte.

Su mayor sirviente.

El caballero de los muros.

Un sonido se hoyó cercano a la puerta de aquella vieja habitación. Asustada cerró el pergamino y lo depositó bajo el mueble que empleaba como tocador. A penas se había incorporado, la puerta se abrió para dar paso al actual rey del lugar.

- Veo que aún sigues despierta. – Cerró la puerta tras él mostrando su extravagante sonrisa.

Se acercó hasta la reina y la agarró fuertemente del brazo, haciendo que se levantara del diván, en donde estaba sentada.

- Se te ha acabado el tiempo

Atrajo a la reina hacia su cuerpo y trató de besarla. Pandora, con afán de defenderse, le asestó un golpe en la entrepierna consiguiendo así soltarse de ese agarre. Con todas sus fuerzas, corrió hasta la puerta de aquella prisión improvisada pero antes de que pudiera salir, Radamantis se le echo encima y la apreso nuevamente entre sus brazos.

- De esta noche no escapas, mi reina. Me darás un heredero te guste o no.

Más allá del reino de Herno, en las lejanas costas del reino de Virgia, en una enorme masona cercana al pequeño pueblo de Lora, el noble gobernante de aquellas tierras, esperaba la futura llegada de los hijos de su querida prima Pandora. No había tenido noticias de ella, desde el nacimiento del pequeño Shun. En aquella ocasión pudo disfrutar una semana de estancia en aquel palacio y confirmó el amor que se procesaban aquellos, ahora, reyes. Sin saber lo sucedido en aquel reino, dio por supuesto que solo enviaban a los pequeños príncipes, pues ellos debían estar ocupados manteniendo el reino. Los sirvientes trabajaban a marchas forzadas para recibir a aquellos nuevos huéspedes y bien se aseguraría que fueran dignos herederos de su querida prima.

- ¿Ya estás preparándolo todo? – Preguntó un hombre de pelo largo en un tono plateado.

- Sí. No quiero que se me pase nada por alto. Quiero que se sientan como en palacio.

- Aiacos, conociendo a tu prima, por muy reina que sea, los niños estarán bien.

Aiacos volteo para enfrentar la mirada del que era más que un amigo y sonrió al notar en él una nota de preocupación.

- Pero si tú también estás nervioso, Minos.

- Pero yo tengo motivos – Dijo el hombre, que ahora tenía los brazos cruzados a la altura del pecho – Yo no conozco a los pequeños.

- Pues les vas a encantar – Aiacos se acercó hasta donde estaba aquel hombre y lo atrajo hasta su pecho para después fundirse ambos en un apasionado y dulce beso. - ¿Quién mejor para enseñar el arte de la guerra que mi más fiel escudero?

- ¿Ahora soy tu escudero? – Minos rodeo la cintura de Aiacos con sus brazos al tiempo que apoyaba su cabeza sobre aquel acogedor y fuerte pecho. – No decías eso esta mañana.

Aiacos rio ante el comentario, más hizo su propia aportación.

- Ni lo diré esta noche, si me das la ocasión. – Minos le mostró una sonrisa pícara y se fundieron nuevamente en un beso.

Lejos de allí, en una pequeña choza, en el mismo pueblo de Hara, el hombre sin pasado daba vueltas en su lecho. Se encontraba dormido más no parecía tener descanso. Empapado de sudor, sofocado y claras lágrimas en sus ojos, parecía vivir una pesadilla de la que no podía despertar.

Una mujer de pelo largo morena aparecía en su sueño. Se encontraba, al parecer, en un lecho grande y blanco, llevando solo un pequeño camisón de lino en color negro. Esos ojos oscuros le estaban perforando el alma con esa tierna mirada. De pronto la muchacha apartó su vista y la llevó a su regazo, que desvelaba en ese momento dos pequeños bultos, los cuales no pudo reconocer el rostro. Uno era un muchachito de pelo negro como aquella mujer y un bultito pequeño asomaba entre sus brazos. Aquella imagen de esos tres seres, le traía paz a su alma, pero al tiempo se sentía aterrado por no poder ver aquellos rostros tan amados. La mujer sonrió y comenzó a hablar

- En esta siempre presente oscuridad, solo ellos guían nuestro camino. Solo ellos iluminan nuestro sendero, como dos soles en el firmamento. Nuestro pequeño inmortal y nuestro pequeño ángel.

Sabía quien era cada uno de ellos, pues pudo reconocer a aquel pequeño bultito como su ángel y al mayor de los pequeños como su querido y fuerte inmortal. Su semblante esbozó una enorme sonrisa, producto de aquella esporádica dicha. Esporádica, pues de pronto, los pequeños desaparecieron y la muchacha comenzó a sollozar, aferrándose a su pecho, como si algo malo hubiera sucedido. El correspondió aquel abrazo sintiendo el calor de aquella muchacha embriagándole. El olor de aquel cabello le inundó al mismo tiempo que besaba aquel oscuro y lacio cabello.

- No nos dejes. No podríamos vivir sin ti.

De nuevo aquella mujer le hablaba, pero esta vez se notaba angustiada y alterada, pues temblaba en aquel abrazo que compartían. No pudo hacer más que hablar para tratar de calmarla.

- Yo nunca os dejaría Pandora. Os amo más que a mi vida.

Y lo reconocía. Aquel sentimiento que le recorría el cuerpo, aquella emoción al ver su cara, aquellas ganas de abrazarla y besarla y sobretodo, aquel sentimiento de completa paz cuando veía aquellos pequeños sin rostro. La muchacha se soltó bruscamente de aquel agarre y comenzó a correr. Él, que no quería dejarla marchar, la siguió por unos pasillos cuyas paredes estaban formadas con enormes rocas cual mármol. Siguió y siguió corriendo tras la mujer, llamándola a cada rato, tratando que girara para ver su cara nuevamente. Se detuvo de golpe, al ver como la joven mujer entraba con calma en una recamara. Respiró entrecortado y entró tras ella. Algo ocurría allí, pues se notó agitado y alterado. Además, la muchacha quedó parada mirando un lugar concreto de aquella habitación. Apartó la mirada y calló al suelo, presa de un llanto horrible. Con la curiosidad en un nivel alto, centró su propia vista en aquel punto que contemplaba la muchacha y quedó sin habla.

Un hombre rubio, de expresión malvada, vestido con unas oscuras y extrañas armaduras, le asestaba una rastrera estocada a un hombre moreno, que trataba de defender a su amada esposa. Aquel hombre rubio le era, extremadamente familiar, pero no conseguía ver su rostro completo. Escuchó su voz, que se hizo notar fuerte en aquel pequeño lugar.

- Llévenselo muchachos. Ya saben que hacer con él.

Unos hombres, que también estaban allí, como meros espectadores, se acercaron a aquel malherido moreno y se lo llevaron de aquella sala. En un breve instante pudo apreciar la cara de aquel que acababa de ser herido. Quedó pálido, pues era él mismo el que se llevaban a rastras de aquel salón. Incapaz de hacer nada, siguió contemplando aquella escena, que a poco iba desvaneciendo ante sus ojos. No sin antes, escuchar nuevamente aquella prepotente voz.

- Ahora serás mía, como debiste serlo hace mucho.

Despertó de golpe en aquella pequeña cama. Respiraba con dificultad y su pulso estaba más que acelerado. Se llevó la mano izquierda  a la cabeza y comprobó que estaba empapado en sudor frío. Una sensación extraña le embriago y le provocó un nudo a la altura del pecho, dificultándole así, la tarea de respirar. Se levantó y pegó un golpe a una de las paredes cercanas al catre y se dejó caer al suelo, de rodillas, al tiempo que lágrimas amargas recorrían sus mejillas.

- No pude defenderles.

Se culpaba por aquel recuerdo que le había acompañado esa noche. Levantó la cabeza y pudo apreciar la belleza única de la luna esa noche. Se llevó, nuevamente las manos a la cabeza y se encogió entre sus piernas, creyéndose culpable del mal de su familia.

Cuando consiguió calmarse, se aseo y cambió sus ropajes. Necesitaba y le urgía saber algo de sus pequeños y de su esposa. Con paso acelerado y más que preocupado, se dirigió hasta la casa del médico, en busca del que era su amigo. De nuevo, necesitaba de su consejo y de su ayuda, por lo que, en breve, ya se encontraba a su lado.

Sin miramiento ninguno, se levantó de aquel pequeño catre y se vistió con prisas.

- Más te vale no hacer nada por perderlo. Tú vida depende de ello.

Pandora, que no podía hacer más que llorar ante lo que acababa de ocurrir, se hizo un ovillo bajo aquellas sábanas y continuó con aquel llanto incontrolable. Escuchó la puerta cerrarse, tras salir aquel que ahora era el rey de Herno, pero ni siquiera tenía fuerzas para moverse. Había sido ultrajada, despojada de sus ropas y violada brutalmente por aquel hombre, que bien se había encargado de dejar su semilla dentro de ella, con el fin de fecundarla. Se abrazó más fuerte las piernas y lloró, lloró hasta que no le quedaron lágrimas y cayó rendida en un sueño sin descanso.

Ajenos a todo aquello, dos niños se encontraban sentados sobre una cómoda cama, hablando por lo bajo para no llamar la atención de sus padres. El menor de los niños, estaba siendo abrazado por el mayor, mientras amargas lágrimas caían por sus inmensos y claros ojos.

- Tranquilo Shun. No es para tanto.

- No quiero Ikki. – La vocecilla de aquel niño sonaba entrecortada y angustiada por la noticia recién escuchada. – No quiero marcharme de aquí. – No le iba a decir a su hermano mayor que lo que le ocurría era que no quería separarse de su amigo Geist.

- Vamos Shun. Nos vendrá bien el cambio. – Separó a su hermano y le sujetó por los hombros delicadamente, instándole a mirarle a los ojos – Vamos a vivir en una mansión. Eso no lo consiguen todos.

La sonrisa que le había mostrado al decirle aquello, se borró al ver los tristes ojos de su hermano. Sin duda se notaba que no quería apartarse de aquel lugar. Observó como con un nuevo puchero involuntario, volvían a brotar las lágrimas de aquellos verdes ojos. Suspiró y atrapó la carita de su hermano entre sus manos, limpiándole nuevamente aquellas lágrimas.

- Me quedaré a dormir esta noche si dejas de llorar.

Shun le miró a los ojos con cierta incredulidad.

- ¿En serio?

- ¿Alguna vez te he mentido?

El pequeño ángel, tras mirar un segundo los ojos oscuros de su hermano, negó con la cabeza y se limpió los ojos con la enorme manga del pijama que llevaba, al tiempo que sorbía tratando de acallar el llanto. Ikki besó su frente y le susurro bajito.

- Voy a por mi pijama y vuelvo.

Shun asintió y observó en silencio como su hermano salía de su habitación, tratando de no hacer ruido, al tiempo que le dedicaba una de sus sinceras sonrisas. Un sonido llamó su atención, procedente de fuera de la ventana. Salió de la cama y se apoyó en aquel estrecho marco, mirando entre la espesura de la noche. De pronto notó la presencia de aquel, que era más que su amigo.

- Pequeño, no debes temer.

- No quiero irme – Hablaba en susurros casi imperceptibles al oído humano. – No quiero perderte.

- No me vas a perder. ¿Acaso se te olvida que tengo alas?

Shun quedó callado un instante mirando hacia el lugar de donde provenía aquella voz. Iba a contestarle, pero Ikki entró nuevamente en la habitación.

- ¿Qué haces ahí? Vamos a la cama o te resfriarás.

- Mmm.  Asintió el muchacho – Solo miraba lo brillante de la luna esta noche.

 - La verdad es que hacía mucho tiempo que no lucía tan brillante.

Ikki se metió en aquel estrecho lecho y apartó las sabanas para que su hermano se ubicara a su costado. Al ver que no reaccionaba, palmeo aquella superficie.

- Vamos, ven.

Shun, entonces, obedeció a su hermano y se metió bajo el abrigo cálido de aquellas sabanas y se acomodó en el fuerte pecho de su hermano. Ikki, sonrío al ver a su pequeño hermano acomodarse cerquita de él y besó su frente, una vez más.

- Buenas noches, pequeño ángel.

- Buenas noches, inmortal.

No sabían de donde habían sacado esos motes, pero como si fuera un juego, se llamaban así cuando estaban solos. Temían que sus padres les regañaran por aquel tonto juego, pero aun así, les aportaba un calor inexplicable, el ser nombrados de aquella manera. Shun bostezó y se acomodó mejor en el pecho de su hermano.

- Nunca he visto una mansión.

- Ni yo Shun. Mentiría si te digo que no tengo ganas de verla y de comenzar con las clases. Quiero aprender todo sobre el arte de la guerra.

El pequeño quedó callado escuchando como su hermano hablaba con el mayor entusiasmo del mundo.

- A mi me asusta. No quiero hacer daño a nadie.

- Y no lo harás. – Ikki se encogió de hombros – No tendremos que herir a nadie, pero sí que está bien, al menos, saber defenderte.

Un último bostezo y ambos cayeron rendidos, dejando aquella pequeña habitación, en completo silencio. Geist, más tranquilo por su portador, se alejó despacio y sigiloso de aquel lugar, sin ser consciente, que desde la otra punta del bosque, otro dragón observaba atentamente a aquel pequeño, que estaba destinado a ser su portado.

Notas finales:

Bueno, de verdad espero que podáis perdonarme por la tardanza... Cosas de mi musa.. 

Espero que os haya gustado. Es un capitulo con varias tramas, que se irán desarrollando más adelante, pero que contiene un elemento principal: Saber que ocurría con Pandora. 

¿Qué va a pasar ahora? ¿Quién es el dragón que observa a Shun? ¿Porque motivo lo hace? ¿Estará Pandora en cinta? ¿Llegará "Kisho" a recordar a aquel hombre rubio y el motivo de aquella pelea? 

Como siempre, todo esto y mucho más.... en el próximo capitulo, en este mismo canal.

Cuídense y espero opiniones ^.^


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