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Fishy & EvilMaknae. por YareKyuHaelove

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Con el entrecejo arrugado, miraba expectante la tremenda gracia que la pequeña bola de pelos había hecho por toda su habitación. Frustrado comenzó a jalarse el cabello al mismo tiempo que le gruñía ferozmente al causante del desastre. Se mantuvo retándolo por un rato, bien decían que si uno miraba fijamente a esas cosas esponjosas llenas de pelo tarde o temprano bajarían la cabeza en señal de saber que, quien manda allí, es el humano y no el perro. Pero nada de eso sucedió. Cinco minutos y todo seguía igual, aquel animalito no agachaba la mirada y se mantenía firme en su posición, hasta que arto KyuHyun fue hasta él; elevándolo en el aire y zarandeándolo a medida que iba maldiciéndolo.  —¡Estúpido perro! —Al principio el perro comenzó a gruñirle, pero sin atacarlo — ¡Eres una asquerosa bola de pelos! ¡Enfadoso y desentendido! ¡Te odio!  —sin embargo, pareciera que los insultos de su amo le lastimaban tanto que inmediatamente sus gruñidos fueron reemplazados por un par de gemidos que KyuHyun olímpicamente ignoró.

 

—¿Ahora sí, verdad? Después de todo el desastre que hiciste, ahora si lloras ¿acaso no esperabas un castigo?  —tan insensible como siempre, KyuHyun depositó al perro en el suelo colocándole rápidamente una caja con rejillas encima. Se paró y se fue a sentar en la orilla de la cama, contento porque su mascota lo miraba con los ojos acuosos, gimiendo y ladrando. ¡Ah, cómo disfrutaba aquello!  —No. Eso no hará que te levante el castigo. ¡Esos libros eran mi vida!

 

Y así continuó maldiciendo y reprochando el Cho, como si de verdad aquel animal indefenso le fuera a entender. KyuHyun pocas veces mostraba tal comportamiento y la verdad es que el destrozo de los libros no había sido tan grave, al contrario, si su computador o Psp hubieran sido los dañados, entonces el perro tenía que haberse dado por muerto. El menor lo odiaba, odiaba todo de él. Su pelo negro con blanco sedoso y fácil de ensuciar; sus pequeñas patas esponjosas y toscas; esa lengua tan escurridiza y molesta. ¡Lo odiaba tanto!

Sin embargo, todas sus maldiciones y regaños tuvieron que parar cuando alguien entró sin tocar a su cuarto.

Se trataba de su adorada y en ocasiones “molesta” hermana.

 

—¡Pero qué le haces a este pobre princeso, maldito mocoso insensible! —asustado por el grito de su hermana, el menor dio un pequeño salto en su lugar temiendo seriamente por su vida. Cho Sun Kyu, era cosa seria.

—Solo hago lo que se merece. ¡Mira el desastre que ha hecho! —fingiendo estar furioso, señaló los pedazos de papel esparcidos por toda la habitación mientras que sus ojos seguían fijos en la criatura que se trataba de esconder en el cabello de su Noona.

—Pero eso no significa que lo debas castigar de esta manera, mucho menos siendo un cachorro ¡Es como si se tratara de un niño! Además, esos libros juro que en tu vida los abriste.

 

Internamente, el menor maldecía a su única hermana. Él había estado tan bien, lejos de sus padres, hermana y amigos. Viviendo solo. No necesitaba compañía. Para nada. El que ella le hubiera traído esa bola de pelos hace unos días atrás solo había ocasionado el descontrol de su vida de soltero perfecto. ¡Ahora tenía que cuidar de la bola de pelos y no quería! ¿Acaso no sabía ella que odiaba los perros?

 

—¿Por qué me traes un regalo si aún no es mi cumpleaños?

—Dicen que cualquier ocasión es buena para hacer regalos, KyuHyunnie. Además, en cuanto lo vi quise comprarlo y no faltan muchos días para tu cumpleaños, ¡estoy segura que te encantará!

 

 

Tomó la caja entre sus manos sin demostrar cualquier gesto que delatara lo emocionado que estaba. Quiso zarandear la caja, sin embargo, Sunny lo detuvo, alegando que la sorpresa se arruinaría. Cho como respuesta arqueó una ceja.

Y… tal fue su sorpresa al quitar la tapa de la caja que no pudo si quiera hablar cuando un ladrido lo llamó gustoso.

Ahora tenía una mascota enfadosa y rebelde qué soportar y eso jamás se lo perdonaría a Cho Sun Kyu. Jamás.

 

 

—¡Lo que sea, eso es algo que ni a él, ni a ti les interesa!

—¡Lo que sea, lo que sea! —repitió aquellas palabras con enfado y el mismo tono molesto que utilizaba su hermano. Era de las peores cosas que él podía decirle a ella. —¡Siempre dices esa maldita frase cuando ya no sabes qué más decir!

 

Sus manos estuvieron a punto de arrojar al cachorro e irse a incrustarse en el cuello de su menor, de no haber sido por su esposo estaba segura que lo habría logrado.

 

—Amor, cálmate. Tus gritos se escuchan hasta afuera del departamento.

—Pero… es que. Es que. ¡Es que este maldito mocoso no agradece los buenos actos que hago para él!

 

Quiso contestar y hacer un comentario sensato, pero la negación inmediata de KyuHyun le dijo que ni se atreviera o la cosa se pondría peor. Así que después de calmar a su esposa, convenció a los dos de que fueran a comer lo que Sunny había traído para ellos y KyuHyun. El pequeño perro ya más calmado también los siguió.

Sunny sacó platos, vasos y un par de cubiertos y manteles lo más rápido que pudo, mientras el par de hombres tomaban asiento y comenzaban a charlar sobre cosas de trabajo. Hasta eso, SungMin y él se llevaban a la perfección. Cada uno se sirvió a su gusto y en seguida fueron probando bocado. La discusión infantil y dramática había quedado de lado… hasta que la bola de perros brincó sin avisar a las piernas de KyuHyun. Inmediatamente lo miró furioso y si no fuera porque Sunny lo estaba mirando lo habría aventado sin tener remordimientos por lo que a regañadientes tuvo que aceptar que el culpable de sus corajes descansara cómodamente entre sus piernas mientras él seguía comiendo.

 

—Ahora lo odias, pero algo me dice que pronto terminaras amándolo. —dijo el mayor de toda la habitación por primera vez entrometiéndose en el tema.

KyuHyun nuevamente arqueó la ceja.

 

¡Jamás!

 

~

 

Después de unos meses las palabras de SungMin se habían tornado un poco ciertas. Pero solo un poco. Aún seguía maldiciéndolo, pateándolo en ocasiones y corriéndolo de su lado. Sin embargo, la bola de pelos, como él seguía llamándola —porque sí, aun no le ponía un nombre— cada día solía ser más insistente y exigiendo amor y atención. Todos los días lo esperaba en la puerta y lo recibían saltando cuando del trabajo llegaba. Se le subía en las piernas cuando se sentaba a disfrutar de su comida en el comedor; le lamia el rostro muy temprano en la mañana para despertarlo y que no se quedara dormido. Y bueno, por sobre todas las cosas, seguía restregándosele y ladrándole para que jugara con él, cuando KyuHyun se pasaban más de tres horas frente a la televisión, computadora o sumergido en sus videojuegos.

Al menos ya estaba acostumbrándose. ¿Era un buen avance, no es cierto? En fin.

Pero finalmente tuvo que aceptar que ya sentía por él amor, cuando la bestia se enfermó por primera vez. Le había pagado el veterinario más caro, comprado todos los medicamentos y cuidándolo día y noche.

Obvio, jamás aceptaría que lo hizo fue porque en verdad estaba encariñándose con su adelantado regalo de cumpleaños.

 

~

 

Hubo un día en especial en el que sin poder evitarlo se le quedó viendo al ya no tan cachorro. Sus patas habían crecido más al igual que su cuerpo entero, peor en especial sus patas que eran las que se le encajaban en las piernas, cada día con más fuerza. Y se preguntaba cuánto faltaría para que el cachorro pasara por su primera brama. ¿Tendría qué conseguirle alguna perrita? O… ¿lo mejor sería ir a una veterinaria y castrarlo?

No. Definitivamente no haría eso. No quería ser el culpable de privar a un perro de ser padre. Si él no quería tener hijos ese era otro asunto.

 

—Ven aquí —con la palma de su mano golpeó el sillón un par de veces, misteriosamente el perro no paraba de ver la televisión. KyuHyun ya se había percatado de ese detalle, pero no decía nada, después de todo tal vez fuera cierto el dicho de: Los perros siempre se parecen a sus dueños. Ya una vez que corrió hacia él, el menor lo posó entre sus piernas y comenzó a observarlo de cerca. Aquel animal lo miraba de una manera tan penetrante que por un instante KyuHyun pensó que lo miraba un humano. Y, ahora que lo estudiaba más afondo… ese perro era muy extraño.

—No sé porqué pero siento que ocultas algo…

 

Y tengo que averiguarlo.

 

~

 

Justo unos días después de que comenzó a prestarle más atención a su mascota, se percató de más cambios. Y no le agradaba mucho que el perro le paseara muy coquetamente la cola por su entrepierna. Aunque le parecía inusual, pensó que no era anormal después de todo. Quizá él solo imaginaba o malinterpretaba las cosas. Así que lo llevó al veterinario y allí le confirmaron que en efecto, su perro estaba en brama y que quería hembra… y eso significaba que alguna canina en el edificio llamaba intensamente a su mascota.

¡Oh, diablos!

Tentado en ayudar al intruso de nueve meses, lo llevó al parque, pero nada. Las perras se le acercaban y él les gruñía. Enfadado por no lograr nada y hacer que su perro descargara las ganas que traía, se fue a casa. Y nuevamente se encontró con esas señas descaradas que con la cola le hacía.

¡Maldita sea, él no era un perro! ¡Tampoco una hembra!

No comentó los extraños sucesos con alguien, al igual que no siguió prestando más atención al perro que lo miraba con deseo… pues si lo hacía, estaba seguro que terminaría volviéndose loco.

 

Hasta que un día estuvo a punto de convertirse en un enfermo mental.

Ese día en el que por accidente —o eso quería creer— la bola de pelos le estampó el hocico húmedo en su boca. Y, a los segundos, una luz blanca y segadora comenzó a inundar el cuarto, apareciendo en cuestión de segundos el cuerpo de un humano completamente desnudo y sobre su cuerpo tembloroso.

 

—¿Qué demonios…?

—Hola… — saludó el desconocido con una inocente sonrisa.

 

No dio respuesta alguna. No lograba asimilar que su mascota fuera ahora una persona humana y que para su mala fortuna, esta fuera tan… ¿hermosa? Descarado y todo, paseó sus ojos por aquel cuerpo que reflejaba misma edad que la de él o un poco más joven. Intentó gritar y jalarse el cabello en busca de que todo fuera un sueño, pero ahora que el par de labios humanos volvían a posarse sobre los suyos sin brusquedad y tanta humedad no podía confirmar que se tratara de un sueño. Todo se sentía tan real.

 

Sin duda, era real.

 

No quiso apartarlo y disfrutó del beso como si su vida dependiera de ello —ahora si temiendo de que se tratara de un sueño— KyuHyun, aunque era gay, nunca había sido besado por otro hombre, si por varias mujeres pero eso era cuando aún estaba descubriendo y confirmando su orientación sexual. Tampoco se había enamorado y encontrado la persona indicada que creyera que se amoldara perfectamente a su cuerpo, por lo que sí, el menor era virgen.

Ya cuando el organismo de ambos les exigió separarse y tomar aire, KyuHyun comenzó a temblar.

 

— ¿Quién eres tú? —preguntó al instante que le pasaba una sábana por el cuerpo ajeno, sonrojado y con las manos aun temblándole.

—Me llamo: Lee DongHae —el hombre volvió a sonreírle de la misma manera que hace un rato. —Espero que ahora que sabes mi nombre, puedas llamarme por él, sobre todo porque ya no soy una bola de pelos. —dijo, arrugando el entrecejo y KyuHyun jamás se sintió tan vulnerable ante un gesto tan común y poco adorable.

 

Lee DongHae era un hombre con una cabellera un poco larga de color azabache y piel bronceada. Su cuerpo un poco musculoso y proporcionado, poseedor de unos bellos ojos color avellana y finas facciones. Y aparentaba una edad muy diferente a la que en realidad demostraba siendo un perro. ¿Por qué? El menor no lo entendía.

 

Quiso hacer preguntas, de verdad que quiso hacerlas, pero su mirada comenzaba a nublarse al tener el cuerpo de DongHae nuevamente sobre él y con el rostro muy cerca del suyo. Parecía que el hombre anhelaba algo y KyuHyun encontró esa mirada lasciva de nuevo. Ahora, ya no le desagradaba tanto verla y tampoco que la cola peluda fuera ahora un miembro duro restregándose con el suyo.

—¿Qué haces?

—¿No es obvio? Querías ayudarme, así que ahora puedes hacerlo libremente.

 

Esa noche ninguno de los dos durmió. Y el departamento entero olía a sexo.

Y KyuHyun comenzó a maldecirse al darse cuenta que la única perra en brama de su edificio… era él.

 

~

 

Al día siguiente, el menor se despertó muy temprano y por un momento pensó que todo había sido un sueño. Sin embargo ese pensamiento fue desechado al sentir los cabellos sedosos de una persona haciéndole cosquillas cerca de su mejilla y fue entonces cuando notó que un brazo lo sujetaba de la cintura posesivamente.

Intentó retomar su vida normal los próximos días, ya que DongHae se estaba negando a hablar. ¿Acaso tenía miedo de algo?

Finalmente, después de que el menor hiciera una promesa, el ex- canino, comenzó a hablar.

 

—No es una historia tan fantástica. Tampoco fácil de entender y explicar. Hace un par de siglos fui castigado por una bruja, yo en ese entonces era un príncipe; joven y demasiado amoroso… y sin saber lo que ella era… me burlé de sus sentimientos y la llevé a mi cama, igual como lo hacía con muchas otras mujeres. Entonces, un día en el que fui de casería junto a mi hermano menor, ella aprovechó para perderme en el bosque y ahí maldecirme por la eternidad… o al menos hasta que alguien pudiera deshacer el hechizo.

—¿Sabes? No sé si creerte, pero prosigue. Después de todo halle algo sensato de todo esto.

 

DongHae demasiado comprensible asintió.

 

—Fui condenado a vivir en la forma de un perro, y no sería liberado de aquella maldición al menos de que un humano virgen y puro me besara. ¿Astuto, no crees? Sobre todo si no se trataba de un humano cualquiera, tenía que tratarse de un hombre.

— Pero si fuiste condenado como un perro, ¿Cómo es que puedes manejar tu cuerpo y hacerlo crecer, si ya mencionaste que fuiste convertido a una edad determinada?

—Porque ese fue el único privilegio que me concedió otra bruja al intentar pedirle ayuda, sin embargo, aunque trató no pudo deshacer el hechizo y solo me dio el poder de modificar mi cuerpo para poder encontrar mi salvación. KyuHyun, he vivido en cientos y cientos de hogares, la mayoría lleno de puras mujeres y en ningún lugar fui tratado como contigo. Y siéndote sincero, jamás imaginé que tú serias quien terminara con todo esto.

—¿Gracias…? No es como si tampoco hubiera sabido desde siempre que eras algo más que un simple perro.

—No te preocupes, ahora me alegro de que acabara todo esto y que pueda terminar mi ciclo de vida como cualquier otra persona normal. Al lado, de la persona que me ha liberado.

 

El menor quiso protestar a lo último, pero como ya era costumbre DongHae se le fue encima como perra en celo dispuesto a devorarlo.

 

Ahora, finalmente comprendía por qué su perro tenía tendencias extrañas, por qué le llamaba tanta atención la televisión, porque no comía cualquier cosa y… por qué le restregaba la cola en su entrepierna. ¡Ya todo tenía coherencia y él podría declararse abiertamente como un loco desquiciado que sufre de alucinaciones y vive una historia que se asemeja a: Alicia en el país de las maravillas!

Pero ya nada podía hacer.

Ahora solo debía encontrar la manera de inventar y explicar coherentemente la manera en la que la bola de pelos misteriosamente había desaparecido y en su lugar… un nuevo amante aparecido.

 

 

¿Fin?


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