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Encuentros fortuitos. por Seiken

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Encuentros fortuitos

Capitulo 10.

Leo se marcho de aquel lugar sin saber que pensar o como podría unir a esas dos criaturas en un mismo ser, su amable tigre que se había entregado por completo a él, que parecía temerle a esa criatura ancestral con esta otra imagen de la lealtad personificada hacia el mismo ser que los había esclavizado.

— ¡No es verdad!

Pronuncio golpeando la pared, Tygus no era un traidor y aquella condescendencia solo era una forma de sobrevivir, una gran mentira, una farsa, su amor no era leal a esa criatura.

Sin embargo, en una diminuta y recóndita parte de si Leo comenzaba a dudar cual imagen era la real, aquella que le mostraba cuando estaban a solas o la que mostraba en toda la nave, la que mostro en esa misión y la que vio en esos pasillos, cuando esa bestia estaba a solas con su amante.

— ¿Qué no es verdad?

Preguntaron detrás de su espalda, una voz preocupada por él, la que al no poder encontrarle después de varias horas comenzó a buscarlo con ayuda de las cámaras de seguridad, encontrándolo en el momento justo en que golpeaba la pared negando lo que sus ojos habían visto.

— ¿Qué ocurre Leo?

No ocurría nada importante que tuviera que saber Panthera, sólo aquello que le habían advertido que pasaría.

— Nada importante…

Guardo silencio algunos segundos tratando de controlar el torbellino de sus sentimientos, la oscuridad amenazaba con engullirlo y necesitaba distraerse con alguna tarea importante.

— Sólo dime que es lo que pasa, que has descubierto.

Panthera no estaba segura que su amigo estuviera bien, que nada importante hubiera ocurrido, sin embargo, no tenían tiempo que perder, Lord Mum-Ra había trazado la ruta para obtener el mineral necesario para construir su arma, ellos debían estar preparados para contraatacar de alguna forma.

— Lord Mum-Ra busca a lo que las criaturas de esa grabación llamaban el ojo, parece que es la piedra de guerra que rige a las demás, es lo que necesitamos para derrotarle.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tygus no soportaba estar sucio, después de misiones en planetas lejanos en tierras tan remotas como hostiles había aprendido a disfrutar de los pocos placeres que le otorgaba la vida, uno de ellos era el agua caliente y el otro la comida abundante, no todos la tenían, pero él y su grupo jamás pasaban hambre.

Después de bañarse con agua caliente y alimentarse con varias raciones de carne, granos y fruta se sentía satisfecho, listo para sus veinte horas libres, en el pasado, antes de conocer al comandante hubiera pasado esas horas en los cuartos de entrenamiento, disparándole a blancos móviles cuyo rostro se imaginaba poseía ojos rojos.

En esta ocasión esperaba poder pasar algún tiempo en compañía del comandante, si tan siquiera supiera en donde se encontraba, ya que no respondía a ninguno de sus mensajes.

Algo raro tomando en cuenta que Leo había sido siempre quien lo buscaba en esa nave y que habían pasado unas maravillosas horas los dos juntos hacia poco tiempo.

— Sólo lograras que lo maten.

Esa voz, de todas las criaturas que podía encontrar en aquella nave tenía que haber sido la más molesta, la que le odiaba más que nadie, Tykus, con su mirada despectiva, su aspecto intimidante, su mueca fruncida.

— Director Tykus… no, es verdad, usted ya no dirige nada.

Respondió sin dejarse intimidar, ignorando la molestia del tigre de mayor edad, quien era una reliquia en esa nave, casi tan antiguo como su amo para muchos de los cadetes más jóvenes y un milagro en una población que siempre moría en batalla.

— Dejémonos de tonterías cachorro, sabes a que he venido.

Fue la respuesta de Tykus, quien mantenía su distancia pero no demostraba ninguna clase de respeto por su persona, jamás lo había hecho, ni siquiera cuando Tigris estaba vivo y tal vez era por eso que se sentía amenazado por este anciano desagradable.

— No, me temo que no, no he solicitado su presencia y no estamos dentro del clan, director.

El capitán sonrió al ver como Tykus apretaba los dientes, en ocasiones su clan realizaba reuniones clandestinas en donde los miembros de mayor edad tenían prioridad en las decisiones que se tomaban sobre el futuro del clan de los tigres en el interior de aquella nave, pero a pesar de la edad de Tygus su opinión era vital y generalmente los tigres de mayor edad apoyaban sus decisiones.

— Tigris…

Ese nombre les causaba a ambos dolor, Tygus siempre se había preguntado si tenía que odiarlo o sentirse culpable, sin embargo, no permitiría que Tykus lo utilizara en su contra cuando por fin había encontrado algo de que aferrarse.

— Mum-Ra lo quería muerto.

Tygus estaba consciente de que no era una excusa suficiente para Tykus, no lo era ni siquiera para él mismo, aun así fue lo único que pudo pronunciar en su defensa.

— También quiere muerto al comandante…

La voz de Tykus era fuerte y clara, reverberaba en ese pasillo oscuro provocando que el tigre de menor edad perdiera el control de sus emociones.

— ¡Nadie lastimara a Leo!

Pronuncio sujetando a Tykus por el cuello, azotando su cuerpo correoso contra la pared del pasillo, apretando los dientes, sintiendo que el pelo de su cuello se erizaba, que rugía furioso.

— Me pregunto que harás cuando te ordenen jalar el gatillo.

Las imágenes de la primera orden que Lord Mum-Ra le dio pasaron frente a sus ojos, dándole la oportunidad a Tykus para liberarse, podría no ser un joven tigre como el capitán, pero aun así era un tigre muy grande, tan fuerte como el capitán y tenía mucha más experiencia.

— Tú eres como un animal rabioso, Leo piensa que puede domarte, pero lo único que se puede hacer contigo es ponerte a dormir.

No era la primera vez que Tykus lo insultaba, pero si era la primera vez que usaba algo que podía lastimarlo, no porque quisiera matarlo, sino porque Leo había roto su promesa.

— ¿Cómo lo sabes?

Pregunto sintiéndose traicionado, Tykus podía utilizar su relación en su contra, podría provocar que lo mataran a él o a Leo si su amo pensaba que habían traicionado su confianza.

— Que importa como lo sé, lo que importa es que han sido demasiado descuidados y sólo lograras que lo maten.

Tal vez Tykus tenía razón, lo único que lograría sería que mataran a Leo si su traición era descubierta, sin embargo, no deseaba tener que separarse de su amante tan pronto, no era justo.

— ¿Desde cuándo te importa tanto Leo?

Era una pregunta extraña, como el repentino interés de Tykus por el comandante, por su seguridad nada menos, un acto que por sí solo era sorprendente procediendo del antiguo director de seguridad quien era conocido por su falta de escrúpulos o sentimientos.

Tykus no respondió a su pregunta, solo se marcho sin decir nada, otro acto extraño en el viejo tigre, que se placía de sermonearlo y señalar las que consideraba como faltas en su persona, pecados mortales que alabo en Tigris cuando aún estaba vivo.

No había ninguna razón que motivara esa conducta en el tigre de mayor edad, su odio no le orillaría a separarlo de su amante provocando la furia de su amo, a quien deseaba muerto era a él no a Leo, aun así no sabía hasta donde llegaría para poder vengarse.

Pero sus actos recibirían un escarmiento cuando mucho, Lord Mum-Ra perdonaba sus errores con mayor facilidad que con los demás, aun el propio Tigris había dicho más de una ocasión que la ira de su amo era infalible y muy volátil, demasiado rápida de encender, sin embargo, él no era castigado tan a menudo.

Podría decir que fue la única forma en la cual pudo acercarse al comandante, y su amante era una pieza demasiado preciosa en los últimos pasos de la búsqueda de las piedras de guerra como para matarlo solo porque lo había tocado sin su permiso.

Debía tener otro motivo, uno mucho más fuerte que la venganza, uno que se le escapaba de las manos pero que averiguaría antes de que Tykus lo usara en su contra.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Panthera decidió después de algunas infructuosas preguntas que lo mejor era ignorar la molestia de su amigo, quien parecía ignorar los continuos mensajes que le eran enviados y concentrarse únicamente en la tarea que tenía frente a sí.

— Es ahora o nunca.

Leo no respondió al principio, sabía exactamente lo que se encontraba en juego, de lo que no estaba tan seguro por primera vez era si la lealtad de Tygus era real o no, sí aquella actuación tan convincente había sido una mentira que podría asegurarle que su amor por él no era una actuación, una forma de conseguir la información que la criatura necesitaba.

Aun estaba fresca la imagen de Tygus en ese planeta, su voz estaba impregnada de miedo, todo su lenguaje corporal indicaba su temor, pero al mismo tiempo, Leo se preguntaba si acaso no era más fácil obtener información siendo su amante que solo su amigo o su aliado.

Después de todo no creía que su deseo por el arisco capitán hubiera pasado desapercibida por él mismo, lo poco que conocía de su amante le hacía sospechar lo contrario.

Pero le había dicho que lo amaba, le había advertido que aunque todo llegara a cambiar el seguiría amándolo, aun así no comprendía esa actitud sumisa, leal y hasta segura delante de aquella cosa.

Lord Mum-Ra lo había sujetado por el cuello, había acariciado su mejilla sin que Tygus hiciera algo al respecto, como si estuviera acostumbrado a esas muestras de posesión, tal vez por eso le pidió que no se supiera nada, porque los rumores eran reales, todos ellos.

Con solo pensarlo Leo golpeo la mesa con el puño cerrado sintiéndose más confundido que nunca, para sus sentidos el afecto que mostraba era real, lo sentía real, pero ya no sabía si debía confiar en sus sentidos, estos podían engañarlo.

— ¡Leo!

Leo respiro hondo, se rasco la cabeza y observo a Panthera furioso, ella no se asusto por aquella mirada, dio un paso en su dirección con seguridad, aunque estaba visiblemente preocupada.

— ¿Qué es lo que te pasa?

Le pregunto arqueando una ceja, teniendo una sospecha de que era aquello que le perturbaba.

— Tygus.

Al escuchar esa respuesta Panthera suspiro cubriendo su boca con molestia, no era momento para eso, si todo saldría bien todos serían libres, pero si fallaban tendrían cosas más importantes en que preocuparse.

— No es momento para esto, lo sabes muy bien.

Leo asintió, lo sabía, lo comprendía y de estar en la posición de Panthera él mismo se lo reprocharía, aun así no podía quitarse aquella imagen de su mente, la mano de aquella cosa acariciando la piel de su amante.

— Lo sé, yo lo sé.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Sí tan siquiera Leo respondiera sus mensajes, él podría ayudarle a comprender lo que ocurría con la mente de ese anciano tigre, pero tal parecía que estaba demasiado ocupado para él.

Tygus escribió un último mensaje para Leo y siguió su camino alejándose de la sala del trono, del sector que ocupaba con su escuadrón e internarse en los pasillos que daban a los corrales, a veces les observaba tratando de convencerse que él tenía suerte, su vida era mucho mejor que la de los otros animales.

— ¡Muévete maldita bestia!

Escucho pronunciar a uno de los guardias al mismo tiempo que observaba como golpeaban a un elefante anciano, después de derribarlo con el golpe de una de las macanas.

Ese elefante se trataba de Akbar, uno de los más viejos, una criatura que vivió los tiempos oscuros de la última rebelión fallida, una criatura que seguramente no resistiría mucho el maltrato que estaba recibiendo.

— ¿Qué están haciendo?

Pregunto acercándose a ellos, deteniendo al felino que estaba utilizando su macana en contra del anciano.

— Capitán Tygus.

Pronunciaron al unisonó, deteniéndose al instante, el elefante le miro de reojo con lo que parecía ser agradecimiento.

— ¿Es una orden de Lord Mum-Ra?

Pregunto con frialdad, señalando el magullado cuerpo del anciano.

— No.

Fue su respuesta después de mirarse por un segundo, pensando que tal vez habían cometido un error, porque Tygus no les había felicitado por su labor.

— Recuerdan lo que paso la última vez que un anciano murió, todos los elefantes se rebelaron y ustedes deciden lastimar a otro elefante anciano delante de todos los demás.

Tygus no mostraba piedad pero tampoco gustaba de la tortura ni del castigo innecesario y Akbar generalmente nunca se lo merecía, siempre estaba demasiado perdido en sus visiones para ser una amenaza.

— Pero el habla de vivir libres del mandato de Lord Mum-Ra, capitán.

Pronuncio el primero.

— Eso es traición.

Finalizo el segundo guardia, tratando de justificar ese castigo.

— ¿Qué fue exactamente lo que dijo?

Quiso saber Tygus, aunque estaba seguro que no importaba la razón, muchos felinos se desquitaban con los otros animales solo porque podían hacerlo y tal vez su brutalidad les haría escalar puestos.

— Habla de un planeta soleado capitán, de una vida como agricultores fuera de esta nave.

Hablo quien seguramente era el instigador, el que golpeaba a Akbar con el garrote.

— Estoy perdiendo la paciencia soldado, dime la parte donde hablo de rebelión, porque estoy seguro que Lord Mum-Ra se establecerá en un planeta a su gusto cuando recuperemos la última piedra de guerra.

Los apresuro Tygus con un ademan de su mano derecha, su mirada fija en el instigador de ese castigo, dándole oportunidad al otro de justificar sus acciones, traicionar a su camarada por qué no podría aguantar la presión de haber fallado.

— Eso es todo… capitán.

Finalizo el instigador, un gato corpulento que llamo su atención casi desde el principio, el cual seguía firme aunque no muy seguro de su respuesta a su trabajo, uno que no estaba aprobado.

— Así que decidieron arriesgarse a comenzar una revuelta en los corrales de los elefantes porque este anciano decrepito menciono un planeta soleado, muy inteligente soldados.

El instigador estuvo a punto de responderle, pero se controlo, Tygus tomó nota de aquel soldado, debía saber quién era y que tan peligroso podría ser en los corrales, lo que menos deseaba era un matón cerca de Akbar.

— Ustedes dos, llévenlo a las celdas de interrogación, yo me encargare de este anciano.

Ordeno Tygus con una sonrisa que parecía ser mortal, parecía furioso y dio la impresión que Akbar lo pagaría muy caro.

— Tengo mucho tiempo libre y muy poco que hacer, puedo tardarme todo el día sacándole información a este… vidente.

Antes de que pudieran preguntarse porque lo haría, Tygus insinuó que el interrogatorio sería solo una excusa para poder castigar al elefante que se atrevía a cuestionar el dominio de su amo.

— No me mires así, la sala de tortura y tu debieron haberse hecho amigos cuando se rebelaron la primera vez.

Finalizo Tygus guiando a los dos soldados y al resignado elefante que caminaba detrás de ellos.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Mum-Ra se encontraba sentado en su trono, observando con detenimiento la sangre que había manchado sus dedos, el cuello de Tygus estaba sangrando y por primera vez desde que lo convirtió en su capitán había mostrado temor por él.

Su capitán le estaba escondiendo algo y por la sangre en su cuello tal vez se trataba de un amante.

La mera idea le pareció ridícula, nadie se atrevería a tocar algo que le pertenecía, ninguno de sus felinos se aventuraría a traicionarlo, no cuando su furia se volcaría en su contra.

Pero tal vez aquello significaba que por fin estaba mostrando, además de su inusual astucia y falta de escrúpulos, algo de fuego interno, un poco de rebelión en su soldado más leal podría ser muy divertido, en especial sí aquella rebelión lo llevaba a darse cuenta que no había forma alguna de esconderle nada ni de escapar de sus protectoras manos.

Debía encontrar donde se escondía con su amante, aquellos encuentros debían terminarse tan pronto como empezaron y con la misma violencia, no contra su tigre, sino contra el traidor que osaba tocarlo.

Aunque su tigre observaría todo lo que su amante sufriría bajo sus manos por tan solo atreverse a tocarle.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Akbar fue abandonado en la celda en la cual Tygus lo miraba sin mostrar ninguna clase de sentimiento, sólo parecía meditar en que haría con el traidor en sus manos.

— Tengo hambre, ordenen comida y mucha.

Pronuncio con prepotencia, despidiéndolos sin mucho interés, sentándose delante de Akbar quien se había sentado en la celda con los brazos cruzados y una expresión serena.

— ¡No sabes lo que te espera Akbar!

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Pronunciaron los guardia antes de que las puertas se cerraran, aquellas palabras llamaron la atención de otra criatura que había sido castigada por desobedecer y esperaban que los golpes recibidos la noche anterior cobraran más de dos costillas de su costado.

Shen estaba golpeado y hambriento, aun así no estaba dispuesto a bajar la guardia, por lo que en el momento en que escucho las puertas abrirse, se pego a la pared contraria a los felinos para ver quiénes eran.

Se trataba de dos guardias y del capitán Tygus en persona, el elefante no era otro más que Akbar, el demente que predecía un futuro libres de aquella criatura, nada menos que uno de los rebeldes que sobrevivieron la rebelión encabezada por Claudius y quien convenció a su pueblo de unirse a los felinos.

Al hijo de Claudius nada menos, un león que para él no inspiraba confianza, mucho menos respeto y que decían era tan cruel como su amo.

Decían que torturarían al anciano, sin embargo, su expresión era serena, como si el tigre no le causara ninguna clase de temor o preocupación.

— Tenemos que hablar.

Pronuncio el tigre, sorprendiendo al chacal que se acerco un poco más para ver la expresión compasiva del tigre, quien desactivo la barrera de energía para observar las heridas de Akbar, tanteándolas con sus dedos índice y corazón.

— ¿Qué te perturba?

Pregunto el anciano, abriendo los ojos mirándolo fijamente, aquello no le sorprendió tanto como los sentimientos que mostraba el tigre, una apariencia que le recordó al muchacho que se enfrento a él durante un motín.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

— Tienes que dejar de hablar sobre rebeliones, solo conseguirás que te maten.

Pronuncio Tygus revisando las heridas de Akbar, ignorando que era observado por Shen, quien era nada menos que uno de los líderes de los chacales.

— Todos tenemos que morir alguna vez cachorro, pero yo no moriré en esta nave.

Tygus sacudió la cabeza sentándose en la silla, cerró los ojos y espero a que les trajeran la comida, dos ratas depositaron una enorme bandeja en el suelo con alimento suficiente para un elefante.

— Come algo, he desconectado las cámaras de esta sección y no me buscara hasta mañana.

Le explico el tigre abriendo los ojos para revisar por primera vez si las celdas estaban vacías u ocupadas, encontrando a un chacal malherido en una de ellas, pero estaba inconsciente, golpeado y aparentemente dejado a su suerte.

— Vi tu futuro.

Pronuncio Akbar tomando una de las raciones de alimento, para su fortuna las ratas no eran muy inteligentes y siempre llevaban comida genérica, nada especial para alguna especie en concreto.

— No me interesa conocer mi futuro.

Le respondió Tygus, tratando de ignorarle, acercándose un poco al chacal para ver si respiraba, sintiendo lastima por él, al mismo tiempo que se preguntaba que haría con él, no podía llevarle un medico, tampoco abrir la celda sin que intentara escapar, por lo que tal vez debería dejarle algunas cosas por la compuerta de acceso de las celdas esperando que las aceptara.

— Tendrás dos hijos y un compañero… hay sol, agua fresca, mucho calor.

Siguió pronunciando Akbar distraído con sus visiones, observando a una hermosa criatura de cabello ondulado, una hermosa tigresa, rayas cubriendo su cuerpo y portando una espada que jamás había visto.

— ¡No tendré hijos!

Pronuncio Tygus dándole la espalda a Shen, el enorme chacal que fingía estar inconsciente.

— No… no tendrán mi destino, por eso no los tendré nunca.

Lord Mum-Ra le había sugerido varias hembras cuya belleza, fuerza e inteligencia eran sublimes para que fueran sus esposas, la criatura quería que su soldado preferido tuviera descendencia, serían soldados perfectos, leales, poderosos y muy hermosos.

También serían esclavos el día que él fuera asesinado, de tan solo pensarlo sentía nauseas y miedo, no por su persona, sino por el bienestar de sus herederos, a quienes jamás les condenaría a la clase de vida que él tenía.

No los encadenaría a su destino, por eso se había negado, aunque la bestia pensaba que su codicia era aquello que le impedía ceder sus favores a alguien más, a diferencia de Tigris, el no cedería el poder que tenía, por él estaba bien que pensara eso, que pensara que era cruel y ambicioso, sin cualquier clase de sentimientos.

Mostrarlos significaría que podía usarlos en su contra y vio por muchos años como esos sentimientos actuaron en contra de Tigris, casi hasta enloquecerlo.

Akbar guardo silencio y comenzó a meditar después de comer una gran parte del alimento que le proporcionaron, Tygus tomo el que sobro junto con un kit de primeros auxilios que estaba integrado en su uniforme.

Se detuvo delante de la celda con Shen en su interior y deposito las provisiones en la puertecita por donde se alimentaba a los prisioneros, esperando que sus regalos no fueran desperdiciados.

— Tengo que irme Akbar, duerme hoy en esta celda, mañana pasare a recogerte.

Dijo, conociendo de antemano que Akbar no le prestaría atención alguna cuando estaba meditando o como decían muchos, viendo el futuro, un futuro que nunca le había parecido brillante.

Tygus tecleo una clave especial que encerraría a Akbar en su celda protegiéndolo de los demás guardias, estuvo a punto de salir, sin embargo, decidió darle una oportunidad al chacal de sobrevivir aquella noche y regreso para encerrarlo en la celda como lo hizo con el anciano elefante, notando por primera vez que el chacal estaba despierto, revisando los paquetes que le había dejado con asombro.

Sus ojos se posaron en los del otro por unos instantes, pero no hubo ninguna clase de intercambio de palabras, solo un silencio profundo que fue interrumpido por un parpadeo en el comunicador de Tygus.

Parecía que sus vacaciones habían terminado.

Dedicado a Yuriko Hime, feliz navidad.

P.D. Aun falta el otro regalo.

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