Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Encuentros fortuitos. por Seiken

[Reviews - 15]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Encuentros fortuitos

Capitulo 11.

— Tengo que irme Akbar, duerme hoy en esta celda, mañana pasare a recogerte.

Dijo, conociendo de antemano que Akbar no le prestaría atención alguna cuando estaba meditando o como decían muchos, viendo el futuro, un futuro que nunca le había parecido brillante.

Tygus tecleo una clave especial que encerraría a Akbar en su celda protegiéndolo de los demás guardias, estuvo a punto de salir, sin embargo, decidió darle una oportunidad al chacal de sobrevivir aquella noche y regreso para encerrarlo en la celda como lo hizo con el anciano elefante, notando por primera vez que el chacal estaba despierto, revisando los paquetes que le había dejado con asombro.

Sus ojos se posaron en los del otro por unos instantes, pero no hubo ninguna clase de intercambio de palabras, solo un silencio profundo que fue interrumpido por un parpadeo en el comunicador de Tygus.

Parecía que sus vacaciones habían terminado.

Al menos tuvo algunas horas sólo para él pensó Tygus alejándose de las celdas que contenían al anciano elefante Akbar y al chacal que parecía ser uno de los alfas de los caninos, cuyo nombre era Shen.

Tygus olvido a Leo por unos instantes y se concentro en ocultar cualquier indicio de duda o desobediencia de su amo, quien le llamaba sin darle una indicación de que esperaban de su persona.

Como si alguna vez hubiera podido adivinar que era lo que pensaba esa criatura, se regaño en silencio, lo único que no cambiaba en sus planes o deseos era que nunca terminaban bien para él o cualquier otro.

Su mirada estaba fija en el suelo, sus brazos detrás de su espalda, su paso era rápido cuando avanzaba ignorando a los otros, ya fueran felinos o cualquier clase de animal, lo último que quería era que Lord Mum-Ra sospechara de sus constantes demoras.

Algo que ya hacia si recordaba con exactitud las palabras que le habían sido pronunciadas en los oscuros corredores de esa nave, lo único que esperaba era que Leo estuviera fuera de la cámara de su amo.

No quería tener que responder las preguntas que Leo realizaría porque sabía que las respuestas que le diera no serían suficientes, la naturaleza de su comandante le obligaría a indagar, a buscar con las cámaras de seguridad lo que podría llamarse la verdad.

Tygus no estaba seguro de cuantos pasillos o cual era la totalidad del alcance de aquellas cámaras por lo que tal vez si no tenía suerte, y debía admitirlo, el jamás tenía suerte, Leo podría ver hasta donde llegaban sus tareas.

Cuando ese momento llegara, porque lo haría tarde o temprano, volvería a estar solo, muerto o sirviéndole a esa criatura, perdiendo la libertad de la cual gozaba en esos mismos instantes, tal vez terminaría como Tigris, desesperado por buscar una forma de huir, asesinado poco después por alguien más joven, más hermoso y tal vez mucho mas avaricioso.

Tygus temía más que a cualquier cosa el rechazo de Leo, algo que ocurriría si sabía que se trataba de las sobras de su amo, porque tendría que verlo constantemente en la sala de mando y los ojos que antes le admiraban ahora lo despreciarían, no quería ver aquellos hermosos ojos azules manchados por aquella oscuridad, mucho menos si esos sentimientos eran enfocados en su persona.

La primera vez creyó que todo se había acabado, que los rumores los separarían, en esta ocasión, sí Mum-Ra mostraba su preferencia hacia él estaba seguro que jamás volvería a verle a solas, aquello ocurrió entre Tigris y Tykus, no creía que fuera diferente con ellos.

Leo a pesar de todas sus promesas, de todos sus alagas y palabras de amor, lo abandonaría de saber la verdad, Tigris se lo había dicho muchas veces, lo había grabado en su memoria por decirlo de alguna manera.

Aun recordaba aquella ocasión como si hubiera sido ayer, cuando le conto el porqué del desprecio de Tykus hacia su puesto, hacia el mismo, lo recordaba cada vez que estaba a punto de hablarle con la verdad a su amado león, era eso lo que le paralizaba la lengua y le obligaba a guardar silencio, tratar de ignorar el insoportable deseo de marcharse con él, tomar alguna de las naves e ir a un planeta oculto en el espacio.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tigris se encontraba sentado enfrente de la mesita de sus cuartos privados, una recamara grande con varios lujos imposibles de conseguir en esa nave marchita, tenía una regadera, una enorme cama cubierta con las pieles de una docena de animales imposibles de imaginar, los que fueron capturados por el Capitán de la guardia especial y el director Tykus antes de que fueran ascendidos y una serie de comodidades diseñadas para el confort.

La que en un pasado no tan remoto era utilizada por el comandante del ejército de Lord Mum-Ra junto con su familia, dos leonas y tres cachorros, quienes murieron junto con la mayoría de los leones en una infructuosa rebelión que costó casi la decima parte de las vidas de aquella nave.

Aunque eso no era del todo cierto, sobrevivió el cachorro más joven, un pequeño león que hasta donde Tigris sabía estaba condenado a perecer por su pequeña estatura o sí tenía suerte convertirse en uno de los guardias de los corrales, nada más que eso.

Sí es que Lord Mum-Ra no cambiaba de opinión y lo mandaba asesinar en medio de la noche por alguno de sus instructores, una imagen que a Tygus le pareció terrible y por lo cual intento mantener a salvo al pequeño Leo cuando de alguna forma logro inmiscuirse en una rebelión aislada.

Los tigres fueron los únicos que no participaron, ni uno solo de ellos, siguiendo los consejos de Tigris, quien dijo que una rebelión era una estupidez ya que los otros animales una vez que hubieran derrotado a su amo se volcarían en su contra.

Los ancianos aceptaron sus consejos y los tigres no participaron en la rebelión, aquel día se convirtieron en la raza felina favorita de su amo, quien hasta ese entonces favorecía a los leones.

Convirtiendo a Tigris en su capitán de las fuerzas especiales cuando aún era un tigre muy joven, pero tan astuto y ambicioso para lograr colocarse entre uno de los mejores estrategas de su raza y conquistar varios planetas que contenían información de las piedras de guerra que tanto buscaba su señor.

Sin embargo, por alguna razón que Tygus no alcanzaba a comprender su maestro a veces parecía odiar su puesto, añorar una época mucho más tranquila, en la cual solo era un soldado común.

Tygus estaba a punto de cumplir los diecisiete años, era mucho más alto y con el tiempo sería mucho más musculoso que Tigris, se destacaba en combate, estrategia y en algo que los tigres llamaban como “el don” pero que su maestro llamaba telepatía.

Un don que se manifestaba como alucinaciones en las mentes de sus enemigos, que en los elefantes era clarividencia, aunque para el joven tigre aquello no era nada especial, ni siquiera digno de nombrar a Tigris le había encantado y parecía que a su amo también, porque lo había alagado cuando lo presencio.

Por eso Tygus se preguntaba que ocurría en la mente de su maestro, porque parecía que sus logros no eran más que una forma de condenarlo, repentinamente recordó las veces que tuvieron la oportunidad de hablar con Tykus, un tigre que le causaba temor, aquel odio en sus ojos era suficiente para retirarse de su presencia, para que Tigris se recluyera en sus habitaciones.

— Capitán Tigris…

Trato de comenzar, sin embargo, Tigris le observo de reojo con lo que parecía ser una mueca de disgusto que le hizo guardar silencio.

— ¿Qué quieres Tygus?

Tygus trago un poco de saliva notando por primera vez que había una botella de licor a la mitad enfrente de su maestro, de la cual se estaba sirviendo varios vasos.

— ¿Por qué Tykus le odia?

Tigris sonrió observando el licor, moviendo el vaso de forma circular provocando pequeñas olas en su interior, para después beberlo de un solo trago e inmediatamente servirse otro.

— Porque piensa que lo he traicionado, que prefiero todo esto a seguir siendo un asqueroso Infante y tiene razón, no me gustaba ser un Infante.

Tigris guardo silencio por algunos instantes y le indico a Tygus que se sentara a su lado, sirviéndole un vaso de licor que el joven tigre no estaba tan dispuesto a tomarse.

— ¡Todo es culpa de los rumores, esos malditos rumores lo tornaron en mi contra!

Tygus deposito el vaso que le ofrecían y trato de ignorar de qué rumores hablaban, aquellos que decían que Lord Mum-Ra era el amo de los días y de las noches de su preciado capitán, que ese puesto no era más que un sinónimo de amante.

— Sí alguna vez ame a alguien, debió haber sido él…

Tigris se cubrió los ojos con la mano derecha momento en el cual Tygus quiso escapar de aquella penosa situación, no deseaba ser parte del sufrimiento de Tigris, no se lo merecía.

— Pero rompió su promesa y todo cambio…

Tigris lo sujeto repentinamente de la muñeca tras decir aquellas palabras, evitando que se marchara.

— ¿Cómo lo dijo?

Le pregunto con la mirada pérdida en la pared de su habitación, provocando un estremecimiento en el cuerpo del más joven, quien hasta ese momento llego a creer que su maestro no tenía sentimientos.

— Que no aceptaría las sobras de Lord Mum-Ra, que nadie lo haría y ya vez, el tiene razón.

Tras decir aquellas palabras se levanto de su asiento, para ese entonces Tigris ya era un poco más bajo que su alumno, aun así seguía teniendo el control de su destino y mucha mayor autoridad, como una fuerza superior.

— Te dirán que te aman, juraran todo lo que deseas escuchar, amor, seguridad, paz...

La mirada de Tigris de pronto se poso en la suya y acaricio su mejilla con su mano derecha, casi con lastima.

— Sólo serán mentiras.

Sin más se retiro, abrió la puerta de su habitación y se marcho, dejando a un solitario Tygus perplejo, pensando en lo que había escuchado, el dolor en esas facciones demacradas, el odio en los ojos de Tykus, de pronto supo que no deseaba ser como él, que no querría tomar su lugar.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

— Me han dicho que tienes a Akbar en aislamiento.

Pronunciaron a un lado suyo, despertándolo de aquella ensoñación, ese doloroso recuerdo que no lo había dejado tranquilo desde durmió con Leo la primera vez, las palabras de Tigris no lo abandonaban nunca.

“Solo son mentiras”

— ¿Qué?

Pregunto sintiendo que toda su tranquilidad se desmoronaba.

— ¿Qué has hecho con Akbar?

Pregunto justo la persona que no deseaba ver en ese momento, Tygus se detuvo en seco y tras verificar que nadie lo había seguido observo fijamente a Leo, algo había cambiado en él, no podía describirlo pero sus instintos se lo gritaban.

— Esta en aislamiento por expandir rumores indeseables, mañana saldrá, comandante.

Respondió notando la molestia de Leo, el joven comandante traía la odiosa computadora portátil, señal inequívoca que había regresado a trabajar en cualquier cosa que su amo les había ordenado.

— ¿Por qué no me preguntaste primero?

Aquello sorprendió demasiado a Tygus, Leo ignoraba que había tratado de comunicarse con él durante varias horas sin ningún resultado o tal vez creía que interrogaría al anciano hasta la muerte.

— Ya no le sirvo a usted comandante, no tengo porque darle explicaciones de nada.

Tras decir aquellas palabras Tygus volvió a revisar sus alrededores para acercarse un poco más a Leo, lo que diría no podía ser escuchado por nadie, mucho menos su amo.

— Te busque casi todo el día Leo.

Leo entrecerró los ojos sujetándolo del brazo, acercándolo a su cuerpo, aun estaba confundido al escuchar aquella conversación y temía por la seguridad del anciano elefante, sus fuentes decían que estaba en aislamiento, que Tygus lo interrogaría para buscar información.

— ¿Dónde estabas?

Le pregunto Tygus liberándose de la mano de Leo, arqueando una ceja al mismo tiempo que posaba sus ojos en la puerta, más que viendo, sintiendo que eran observados.

—No tengo porque darle explicaciones, comandante, yo solo le sirvo a Lord Mum-Ra.

Aquello lo dijo con seguridad, tratando de sonar indiferente a la expresión dolida de su amante y cruel ante los ojos de todos los demás.

—Con su permiso.

Sentía los ojos de Leo posados en su espalda, por un momento pensó en retroceder y explicarle que no podían ser vistos en los pasillos a menos que quisiera despertar la furia de su amo, que no lo deseaba muerto, pero aquello solo le daría la oportunidad a Lord Mum-Ra de confirmar sus sospechas.

— Tygus.

Escucharon ambos felinos, quienes voltearon en dirección de la puerta en donde primero pudieron apreciar los ojos rojos de su amo y después su enorme estatura, ambos tragaron saliva permaneciendo quietos justo donde estaban.

— Lord Mum-Ra.

Respondieron al mismo tiempo ambos felinos, golpeando su pecho con brazo derecho al mismo tiempo que se inclinaban, inclinándose un poco frente a su amo, la criatura milenaria de ojos rojos sonrió rosando la mejilla de Tygus con sus nudillos, recargándose en su hombro.

— Según recuerdo te encomendé una tarea comandante.

Leo apretó los dientes controlando su enojo, nuevamente esa criatura tocaba el cuerpo de Tygus como si le perteneciera, el tigre apenas se atrevió a mirarle tragando un poco de saliva, cerrando los ojos para ocultar su miedo.

Mum-Ra se dio cuenta del intercambio y sonrió para sus adentros, alejando su mano del cuerpo de Tygus, recargándose en el comandante con un movimiento que solo podría ser una amenaza.

— Tygus es mi mejor soldado comandante, demasiado valioso para permitirme perderlo, casi tan valioso como tu…

Pronuncio la criatura, Leo no supo qué hacer en ese momento, solo observo a Tygus detrás de Mum-Ra, quien los veía como apartado, desviando la vista, mirando en dirección del infinito con un rostro indescifrable, aunque podía reconocer el miedo en sus ojos.

— Pero sí me traes la última piedra, el ojo del augurio, podría recompensarte con lo que tú quieras, cualquier cosa…

Los ojos de Leo por algún instante se posaron en Tygus, quien observaba a Mum-Ra entre preocupado y esperanzado.

— Un planeta para ti, para cumplir tus más alocados sueños de grandeza, Leo, podrías tener a la población de rodillas, esclavos de tus deseos, dispuestos a tu comando.

Mum-Ra sonrió al ver la expresión del comandante, esa avaricia era reconfortante, aunque estaba seguro que sus ojos de momento se posaron en el cuerpo de su tigre, quien parecía estupefacto con toda esa conversación.

— Eso sería un honor, Lord Mum-Ra.

Se obligo a pronunciar Leo tratando de comprender las palabras del que se decía su amo, acaso le estaba ofreciendo a Tygus a cambio de la piedra de guerra, la forma en que pronuncio aquellas palabras lo hacía pensar en eso.

De ser otra clase de felino se sentiría tentado a traicionar a todos los suyos, a recibir complacido el regalo del tigre encadenado a su cama cuando le llevara a esa cosa la piedra de guerra, pero aquella imagen solo le enfureció más, Tygus no le pertenecía, no era suyo para entregarlo como un mero objeto de entretenimiento, como un esclavo, el tigre ya se había entregado a él de cuerpo y alma, era su compañero.

Aun así se obligo a verse complacido con la perspectiva que le era planteada, la cual se trataba de regir un planeta con puño de hierra para complacer a su amo y si había entendido bien a su preciado capitán.

— Hare lo mejor, Lord Mum-Ra, dentro de poco el ojo del augurio será suyo.

Tygus comprendió el mensaje y aunque estaba esperanzado en cambiar de amos, estaba seguro que aquello era solo una trampa, deseaba engatusar a Leo, hacer que se equivocara y dijera algunas palabras que le dieran una excusa a su amo para castigarle.

— Recuerda a quién sirves y serás recompensado, comandante.

Pronuncio la criatura antes de retirarse, caminando en dirección de la sala del trono, Tygus por un momento se quedo inmóvil, observando fijamente a Leo, quien parecía ignorarlo, sus ojos fijos en algún punto del suelo.

— Ven Tygus, tengo trabajo para ti.

Tygus sacudió la cabeza y siguió a la criatura con paso lento, parecía no poder creer lo que se había dicho en ese pasillo, ni que Leo hubiera sido tentado por la perspectiva de gobernar un planeta.

Por un momento Leo imagino el cuerpo de Tygus encadenado a esa cosa, caminando sin otra alternativa a su cámara de horrores, una imagen que tuvo que sacudirse de inmediato para poder permanecer fuera del cuarto del trono.

Leo deseaba entrar en esa sala y llevarse a su tigre de aquella oscuridad, pero no podía, la rebelión era aun más importante que la seguridad de su amado, aunque en el fondo comenzaba a odiarse por dejarlo ir hacia Mum-Ra e ignorarle todo ese tiempo.

— Tygus.

Pronuncio casi en un susurro, el capitán le sonrió pronunciando algunas palabras en silencio que parecían ser un “Todo saldrá bien, te amo” antes de ingresar en la sala del trono, escuchando como las puertas se cerraban detrás de él, sellándose por dentro.

Separándolo de su león, el que seguramente se preguntaría que había sido todo eso, llegando a la conclusión que indicaban los rumores, todos aquellos ciertos en Tigris y ahora en él.

—Ese león desea tu cuerpo, Tygus.

Pronuncio Mum-Ra desde su trono, mirándolo de pies a cabeza como si pudiera leer sus pensamientos.

—El me desprecia, no creo que sienta deseo por mí, es imposible que lo haga, no puede entregarme a él.

Pronuncio Tygus con lo que esperaba fuera un tono suplicante, aunque le dijera a su amo que hacer, contradiciendo todas sus enseñanzas, sin embargo, debía asegurarse que su amor por Leo no fuera descubierto.

— Leo piensa que puede tenerte, que lo haga y cumpla con su trabajo, pero no temas cachorro, no te entregare a él por siempre.

Fue la respuesta de su amo, quien parecía observarlo con detenimiento, como si creyera que él mentía y en realidad deseaba ser libre, algo completamente absurdo para la mente retorcida de su amo, un destino que hasta ese momento Tygus creyó que podría ser posible.

— ¿Yo tendré una recompensa mi señor?

Pregunto Tygus repentinamente, olvidando su entrenamiento y pronunciando en voz alta las palabras que rondaban su cabeza desde mucho tiempo atrás, antes de conocer a Leo y probar un poco de libertad, de pronto maldijo en silencio mordiéndose los labios al darse cuenta de lo que había dicho, esperando la furia de su amo.

— ¿Una recompensa?

Tygus retrocedió al escuchar la pregunta de su amo, se había traicionado el mismo al realizar aquella pregunta y pronto recibiría un castigo por su osadía.

—Un premio dijiste, acaso no te parece suficiente los regalos que te doy ni los favores que te he concedido.

Lord Mum-Ra caminaba en su dirección furioso, el castigo seria ejemplar y con un poco de suerte podría pasar algunos días en la enfermería o en todo caso morir por su atrevimiento, lo único que deseaba era poder escapar, ser libre de cualquier forma.

— No es eso mi señor.

Trato de pronunciar Tygus, dudando si lo mejor era decir la verdad o sí debía fingir que su enojo estaba enfocado en ese león que parecía robarse todo su crédito ante los ojos de los demás, menos los suyos que conocían el suave y dulce espíritu escondido en ese cuerpo compacto.

— Me decepcionas Tygus.

Pronuncio la criatura de piel azul junto a él, tomándolo del mentón, observándolo fijamente con una mueca de disgusto, apretando los dientes, entrecerrando los ojos, tratando de averiguar si su osadía era el principio de una rebelión o acaso la prueba irrefutable de que tenía un amante y había logrado esconderlo.

— Todo este tiempo has sido un soldado perfecto, pero desde ese incidente en la sala de maquinas te has vuelto demasiado rebelde, demasiado escurridizo.

El incidente no podría ser otro más que la explosión que lo encerró en compañía del comandante, donde por fin encontró algo que no sabía estaba buscado, un incidente que colocaba a Leo en la mira de Lord Mum-Ra.

— Casi como si tuvieras un amante oculto en las sombras.

Tygus jadeo al escuchar esa acusación, sus ojos estaban muy abiertos, sus orejas se bajaron un poco y retrocedió un solo paso presa de miedo.

— ¡Mi señor, yo no me atrevería!

Fue lo único que logro pronunciar justo antes de que Mum-Ra lo tomara del cuello y lo levantara en el aire, asfixiándolo con su poderosa mano, cargando energía en la otra para después atacarlo con ella.

— ¿Quién es tu amante?

Le preguntaron al mismo tiempo que era castigado con un rayo de energía que lo lanzo en dirección de las escaleras, donde cayó con poca ceremonia, sintiendo como su muñeca izquierda recibía la mayor parte del impacto.

— Nadie Lord Mum-Ra, yo… yo no lo traicionaría.

Se apresuro a decir Tygus, escuchando los pasos de la criatura a sus espaldas, intentando alejarse del castigo que vendría el tigre se arrastro en dirección contraria a su amo, deteniéndose enfrente del espejo de agua que adornaba su trono, mirándose en él con sorpresa.

— ¡Dime su nombre!

Pronuncio la criatura atacándolo con aquellos rayos que eran producidos por sus manos, recibiendo un grito de dolor que le hizo sonreír, Tygus producía los más deliciosos sonidos.

— Y tal vez lo perdone por esto.

Tygus apretó los dientes resignándose al castigo, no importaba lo que ocurriera, no diría el nombre de Leo.

— ¿Lo amas tanto como para protegerlo?

Mum-Ra detuvo su castigo y arranco parte de su uniforme dispuesto a ver la marca de la traición en el cuello de su hermoso tigre, una marca que no estaba donde suponía que debía estar, donde sus dedos fueron manchados de sangre.

— ¿Lord Mum-Ra?

Pregunto Tygus respirando de manera entrecortada, casi silenciosa, comprendiendo que buscaba la mordida que Leo había dejado en su cuello, la cual decidió atender antes de encontrarse con su amo, haciendo que borraran cualquier inicio de que siquiera existió junto con varias otras cicatrices, viejas y nuevas, tratando de proteger a su león.

— ¿Dónde está?

Mum-Ra estaba seguro que aquella sangre provenía de una mordida, los felinos realizaban ese acto salvaje cuando encontraban una pareja que les pareciera agradable, y esta se encontraba en su cuello, siempre era en el cuello.

— ¿Qué?... ¿Qué cosa mi señor?

Tygus trato de parecer inocente, aunque tartamudeo al pronunciar su pregunta, tal vez podría convencer a su amo de que estaba equivocado, que él no se atrevería a traicionarle.

— ¿Qué he hecho mal?

Mum-Ra se acerco un poco más al cuello de Tygus, la mordida no estaba, lo que significaba que su tigre era inocente o que se preocupaba tanto por su amante que borro cualquier huella de su existencia.

— Tu cuello sangraba Tygus y se la razón de eso.

Tygus cerró los ojos respirando hondo, tratando de tranquilizarse antes de explicar esa sangre que ignoro con demasiada premura, sin creer que su señor lo interceptaría en los pasillos y que exigiría respuestas sobre eso.

— Me dispararon, pensé que sanaría sola pero volvió a abrirse, por eso fui al médico, para que no quedara ninguna marca en mi piel, sé... sé que eso no le gusta.

Esa era una mentira que sabía Lord Mum-Ra no le creería, pero era lo único en lo que pudo pensar, la única excusa que le pareció coherente, aunque arriesgada, la única que parecía funcionar porque su amo aflojo un poco su mano alrededor de su cuello.

— Alguien quiso marcarte, averiguare quien es cachorro y lo pagara con su sangre.

Le susurro Mum-Ra en su oído apretando con mucha más fuerza su cuello, asfixiándolo, provocando un estremecimiento en el cuerpo de Tygus que comenzó a tratar de liberarse, quien creyó por un momento que su amo lo mataría o que terminaría como Tigris, con una maquina en su cuello para poder respirar, una marca de pertenencia que todos podrían ver.

— Al menos comienzas a mostrar un fuego que no había visto en ti cachorro, pero ten cuidado, no quiero que termines calcinado.

Pronuncio amenazando su vida o la de su amante, cualquiera de las dos podrían ser arrebatadas con demasiada facilidad, sin que fuera una pérdida real para esa criatura que poseía millones de almas en esa nave tumba.

— ¿Qué hare contigo?

Tras decir aquellas palabras lo dejo caer al suelo, provocando que Tygus se mordiera el labio al mismo tiempo que su mano izquierda se quejaba por ese brusco movimiento, parecía que su muñeca estaba rota.

— ¿Cuál será tu castigo?

Pregunto al mismo tiempo que Tygus comenzaba a respirar, sus pulmones reclamando el oxigeno que les habían negado, deseando que algo o alguien lo sacara de aquel lugar, por primera vez en toda su vida estaba asustado.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Con este primer capítulo del año quiero desearles un feliz año nuevo a todos mis lectores.

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).