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Encuentros fortuitos. por Seiken

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Encuentros fortuitos

Capitulo 14.

— He decidido unirme a tu rebelión, espero que valga la pena.

Leo asintió complacido, por fin Shen había recapacitado, necesitaban a los chacales para poder liberarse de esa criatura, Panthera tenía razón, ese no era el momento para suspirar por su amante ni para tratar de hacerlo recapacitar, cuando fueran libres tendría todo el tiempo del mundo.

— Lo hará, todos seremos libres.

Por un momento recordó la expresión de Tygus, aun seguía pensando en lo que le había dicho, parecía que no tenía un solo motivo para que se marchara pero aun así no quiso pelear con él, no quiso alterarlo, ya tenía suficiente con el castigo impartido por esa bestia.

— Te lo prometo.

Shen asintió y fingió ser escoltado por Leo a sus celdas, sin embargo, antes de que pudieran dar unos cuantos pasos, Akbar recargo su mano en Leo con tristeza.

— Recuerda lo que te dije Leo…

Leo asintió, aun recordaba las palabras de Akbar, las que con cada momento tomaban más sentido, seria traicionado, pero hasta ese momento no creía que Tygus fuera leal a esa cosa, no podía ser posible, pero que otra cosa podía ser.

¿Quién más podría ser el traidor?

Esa pregunta fue realizada por tres personas en aquella nave, Leo creyendo que su amante lo traicionaría tarde o temprano, Tygus preguntándose como su amo supo que tenía un amante y Mum-Ra preguntándose quién era el felino que osaba tocar a su querido cachorro.

Akbar noto el cambio en la expresión de Leo y creyó que había cometido un error, tal vez lo que había visto en su mente seria provocado por su propio intento por evitarlo, Tygus era una buena persona, era amable y era demasiado compasivo cuando lograban ganarse su confianza, pero si no lo hacían, el joven tigre se comportaba como un demonio sin sentimientos, la forma más fácil de alejar a los demás era esa.

Ser lo que Lord Mum-Ra deseaba en un soldado: fuerte, ambicioso, inmisericorde y hermoso, el epitome de lo que los tigres pensaban era uno de los suyos, un clan que se había cegado primero por la envidia y después por el orgullo.

Sentimientos oscuros que siempre derivaban en celos, la clase de sentimiento que podía ver inundando el alma de Leo en un futuro no muy cercano.

— La vida de tu compañero depende de eso, tienes que sopesar que es más importante, la victoria o tu orgullo.

Leo y Shen entrecerraron los ojos casi al mismo tiempo, el chacal tratando de memorizar las palabras del elefante, creyendo que este momento cambiaria su destino, el león creyendo que sabía la respuesta, necesitaba la victoria, ver a esa criatura destruida por todo lo que les había hecho pasar, la destrucción de su clan, la muerte de su padre, todo.

Cuando tuviera la victoria tendrían paz, podría reconstruir a su clan y crear un hogar para los felinos, aun para Tygus.

— Necesitamos ser libres de la tiranía de Lord Mum-Ra.

Fue su respuesta un tanto apresurada, los planes estaban hechos, los herreros habían sido convencidos, aun los reptiles participarían en la rebelión si creían que habría oportunidad de derrotar a Lord Mum-Ra, los únicos a los que no había tratado de convencer era a los tigres, ellos no querían ser libres, su orgullo y sus creencias les habían condenado.

La única forma de llegar a ellos era por Tygus y creía que su amante, su antiguo amante, no estaría dispuesto a abandonar todo lo que había ganado, sin importar lo mucho que tuviera que pagar por eso.

— ¿Qué hay de la tiranía de los vencedores?

Pregunto Akbar con tristeza, sus ojos volvían a perderse en el infinito.

— ¿Cuándo el amor sea traicionado por el deseo? ¿Cuándo los vencedores se vuelvan en tiranos? ¿En ese momento que harás Leo?

Leo guardo silencio pensando en las preguntas del elefante, dudando por primera vez de sus razones para querer rebelarse y de lo que haría una vez que tuvieran la victoria en sus manos, pero eso no importaba, no había tiempo para pensar en lo que ocurriría después cuando primero debían derrotar a Lord Mum-Ra.

Se había preparado para ese momento toda su vida, desde que su padre murió, no debía dejar que las distracciones lo alejaran de su meta, Tykus tenía razón, no debía arriesgar a todos por su egoísta deseo de tener a Tygus en sus brazos.

— Seremos libres, podremos elegir nuestro destino.

Fue su respuesta segura al mismo tiempo que comenzaba a alejarse, Shen pudo jurar que Akbar estaba decepcionado al escuchar esas respuestas a preguntas sin sentido.

— Temo que algunos no podrán hacerlo.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tygus permaneció en su habitación algunas horas observando el suelo tratando de acostumbrarse a su nueva vida, que era en realidad su vieja vida, pero habría una diferencia, tendría que ver a Leo durante el resto de su vida e ignorarle como ocurría antes de que toda esa locura comenzara.

En el pasado era fácil ignorar al joven león pensando que lo despreciaba o que los rumores sobre su agresividad, su ambición y su lealtad lo mantenían alejado de su persona, pero ahora no sabía cómo contener a su antiguo amante.

Sí es que Leo seguía tratando de acercarse a él, pero su respuesta tranquila, tan silenciosa y resignada le hacía creer que no era así, que su dulce león trataría de olvidarle, tal vez en los brazos de Panthera.

Esa mujer era fuerte, orgullosa, hermosa, libre para darle lo que Leo podía desear, ellos no tendrían que esconderse y por la forma en la cual ella le miraba sabía que sentía algo por su comandante.

Al principio se dijo que solo eran celos, que no era importante, pero debía recordar que la mayor parte del tiempo Leo lo pasaba a su lado, era a ella a quien acudía con las tareas que le eran encomendadas y creía haber visto en más de una ocasión un mensaje encriptado con su terminal.

Lo sabía no porque hubiera espiado a esa mujer de pelaje azul, sino porque esa terminal era la misma que uso Tykus cuando aun ostentaba el puesto de director de seguridad, el mismo puesto que Panthera tenía en esos momentos, no podía equivocarse.

Acaso esperaba un millón de preguntas provenientes de su amante, tal vez aquellas a las que tanto temía, lo que no esperaba era ese silencio, esa actitud no le quedaba, Leo era un sobreviviente, no era como los demás.

No importaban las razones para ese silencio, tampoco que lo cambiara por Panthera, lo único que le interesaba era que seguía con vida y que él debía adaptarse de nuevo a la vida que tuvo antes de Leo.

Tygus movió su mano para ver como las drogas que le habían sido inyectadas regeneraron su muñeca, su espalda había dejado de arder muchas horas atrás, era como si nada hubiera ocurrido, estaba listo para seguir con sus tareas.

El capitán de las fuerzas especiales se levanto de su cama y se puso el uniforme mirándose fijamente en el único espejo que había en su habitación, su uniforme era el de cualquier soldado de su rango, dispuesto para que resistiera el embiste de los elementos, fuera cómodo de usar y protegiera las partes vitales de su cuerpo.

— No me parezco a él.

Pronuncio recargando su frente en el espejo, recordando la imagen cansada de Tigris, quien a pesar de todo lo que había pasado seguía siendo un tigre muy hermoso, sus movimientos eran sutiles, su expresión una mezcla de superioridad e inteligencia, su ojo siempre estaba maquillado al estilo de los ancestros, con los colores del escudo de su amo, sus rayas eran largas, delgadas, no como las suyas.

— No me parezco a él.

Aunque en el fondo sabía que él y Tigris eran demasiado parecidos, cualquiera diría que compartían invisibles lazos de sangre, como dos gotas de agua, eran diferentes en su estilo de vestir, en sus uniformes, aun en sus expresiones, pero al mismo tiempo no podrían distinguir el uno del otro si estaban lado a lado.

— Por supuesto que te pareces a él, cachorro, aunque tú eres por mucho más hermoso de lo que Tigris jamás fue.

Aquella voz le heló la sangre, jamás lo había visitado en sus habitaciones, siempre era llamado a su sala del trono, dándole tiempo para prepararse y fingir indiferencia en el peor de los casos, en el mejor agradecimiento.

— ¿Lord Mum-Ra?

Pregunto Tygus observando a la criatura en el interior de su habitación, las puertas por un instante permanecieron abiertas pero después su amo introdujo un código que las cerró inmediatamente.

— Veo que ya no te molestan tus heridas.

Heridas que su amo le había causado pensó Tygus con enojo, pero controlando su malestar decidió quedarse quieto, era más fácil observarle a través del espejo.

— Estaba a punto de salir, Lord Mum-Ra, ver en que tareas puedo servirle.

Pronuncio ignorando que su amo se detenía justo a sus espaldas, recargando sus enormes manos en sus hombros, haciéndolo sentir como un pequeño indefenso sin otra opción más que obedecer.

— Tengo varias tareas en mente cachorro.

Tygus dio un paso adelante tragando un poco de saliva, no estaba preparado para eso, no después de lo ocurrido con Leo, en quien no podía dejar de pensar, era como si lo estuviera traicionando de alguna manera.

— Aunque veo que no te agrado, aun no…

Mum-Ra sonrió al ver su acto de rebeldía y Tygus espero un ataque repentino, este no llego, en vez de eso la criatura comenzó a observar con detenimiento su habitación, cada una de sus armas, de pronto se detuvo delante de la daga dorada que estaba clavada en el escritorio, la cual tomó entre sus dedos mirándolo fijamente.

— Son trofeos, todos le pertenecieron a guerreros que yo mate, Lord Mum-Ra.

La criatura sonrió depositando la daga en la mesa, su espía le había dicho como encontró esa arma, una mujer decidió matarse antes de ser capturada por el ejército enemigo, ser convertida en un esclavo, tal vez su tigre había pensado en cometer alguna locura como quitarse la vida después de descubrir que tenía un amante o tal vez como Tigris creía que podía escapar de sus manos tan fácilmente.

— Para muchos esta clase de vida puede verse como un castigo, pero te aseguro que es mucho peor para las ratas o para los reptiles.

Tygus estaba a punto de asegurarle que tenía razón, que cada una de sus palabras era cierta, cuando vio que la daga dorada era depositada en el escritorio, justo donde había estado.

— Se que tu estarás de acuerdo.

Tygus asintió, observando de reojo a su amo, la criatura le observaba fijamente con una expresión meditabunda, por un momento creyó que no sabía que haría con él, ya lo había marcado, seguramente sabría que ya no tendría ningún amante y que no había nada más que robarle.

— Por supuesto que lo estas.

Sonrió, una expresión que más bien parecía una mueca, sus ojos rojos brillaron de pronto y comenzó a cambiar de forma, tomando las de varias especies de felinos, un puma, un tigre, una pantera, un lince, todas las razas iban mostrándose ante sus ojos, cada una de ellas con una apariencia parecida a la de su amo, pelaje de color azul, ojos rojos, cabello blanco, una masa muscular que le hacía sentirse un alfeñique, un rostro salvaje, con dientes sobresalientes y belfos.

— Como debes estar agradecido.

Tygus logro mantenerse indiferente al ver los cambios por los que pasaba su amo, sin embargo, cuando este se convirtió en un león, en una imagen grotesca de su amante no pudo contenerse y jadeo, retrocediendo un paso.

— ¿No te gusta mi apariencia?

Lord Mum-Ra comenzó a caminar en su dirección lentamente, su tamaño aun seguía sobrepasándolo fácilmente por dos cabezas, aunque ya no era un gigante, sí su señor trataba de lastimarlo seguramente no podría detenerlo, aunque lo intentara.

— ¿O es la especie?

Tygus retrocedió hasta que su amo lo acorralo contra la pared, sus manos se recargaron a ambos lados de su cabeza, atrapándolo en aquel pequeño lugar, podía sentir su aliento sobre su cuerpo y los ojos llameantes de la criatura recorrerlo, su lujuria era casi palpable.

— En ambos casos es irrelevante, cachorro.

El tigre trago saliva observando en otra dirección, todo menos los ojos llameantes de su amo, tratando de ignorar la forma en que respiraba así como un ligero temblor en todo su cuerpo, debía controlarse y no mostrar el temor ni la repulsión que sentía.

— Lo sabes.

Tygus no podía controlarse, no esta vez, no en ese lugar y mucho menos con la forma que tomo esa bestia, se estaba burlando de su cordura, jugando con su mente tal vez, o solo estaba siendo cruel como siempre.

— Hermoso…

Susurro antes de apoderarse de su cuello, sosteniéndolo con fuerza del cabello con su mano izquierda para obligarlo a darle un espacio, besando el lugar donde antes había estado la marca que le dejo Leo, su hermoso león de cabello rojizo.

— ¡No!

Grito Tygus empujando a la criatura que había logrado arrancarle una parte de su armadura justo en el momento en que su amo quiso morder su cuello, para él aquello era demasiado, no estaba dispuesto a eso, no con esa forma ni en esa habitación, no después de haberse alejado de Leo para que esta cosa pudiera destruirlo.

— ¡Basta!

Sabía que negarse le causaría daño, un nuevo castigo, pero ya no le importaba, después de tener un poco de libertad se daba cuenta que no podría regresar a lo que fue en el pasado, no estaba dispuesto a sacrificarse de nuevo por unas cuantas raciones extra y una lujosa jaula.

— Así no…

Lord Mum-Ra se detuvo repentinamente cuando Tygus lo empujo, parecia que su antes dócil cachorro dejaba de ser un soldado obediente, así que comenzó a reírse, este cambio lo excitaba, ese fuego debía apagarse antes de que lo consumiera por completo y disfrutaría cada segundo de aquello.

— ¿Me estas rechazando?

Le pregunto esperando escuchar la respuesta del tigre, quien parecía haber olvidado su poder y se convertía en un problema que debía solucionar, su capitán trago saliva retrocediendo varios pasos, parecía que no deseaba servirle como él esperaba.

— No… yo no…

Tygus trato de responder, pero no encontraba palabras ni excusas que fueran suficientes, sólo se quedo quieto comprendiendo lo que había hecho, ya eran dos veces las que le rechazaba, la primera cuando quiso saber quién era su amante, la segunda en esta ocasión que deseaba poseerlo con la forma de su amante.

— He sido demasiado generoso contigo, cachorro, tal vez demasiado.

Mum-Ra seguía con aquella apariencia dantesca, un león de color azul, mirándolo fijamente con una promesa oscura en su mirada, haciéndolo estremecerse.

— Décadas atrás Tigris me robo un llave maestra, un dispositivo pequeño que guarda todas las claves de la nave.

Tygus le veía de reojo pero al escuchar esa información volteo en dirección de la bestia, una llave maestra que Tykus le regalo a Leo, con la cual su amante logro ingresar a sus habitaciones sin tener la clave, obligándolo a verle para tratar de quitársela después de que le dijo que eso debía terminarse.

— Pensé que fue destruido, pero fue usado hace algunas horas en esta misma habitación.

Acaso nada podía escapársele se pregunto apretando los dientes, la pechera de su uniforme había sido arrancada de su cuerpo, dejándolo únicamente con el traje de cuerpo completo, las muñequeras y las botas, se sentía casi desnudo.

— Tienes veinticuatro horas para entregármela, cachorro.

Tygus asintió, al menos sabía quien la tenía en su posesión, no sería tan difícil quitársela pero tendría que volverlo a ver, la mera idea destruía su adiós y le orillaba a traicionarlo, porque no sabía en qué condiciones ese anciano le entrego la clave maestra, tal vez la rebelión era mucho más real de lo que se imaginaba.

— ¿Qué pasara después de veinticuatro horas?

Pregunto, debía saber si esa llave tenía un sistema de autodestrucción, si le causaría daño al portador o a él mismo si la encontraba después de ese tiempo, cualquier soldado preguntaría por eso, al menos cualquiera que comprendiera un poco a su señor.

— Esa llave tiene un sistema de localización que utilizaras en veinticuatro horas para rastrearlo y eliminar al portador.

Tygus no comprendió la razón por la cual su amo quería que él en persona buscara la llave, seguramente no se trataba de una prueba de lealtad o tal vez sólo le perdonaba su engaño por lo que dijeron los espíritus en su sala del trono, aun así era una locura, un pequeño grupo de guardias podrían ir en busca de la llave, quitársela a Leo de sus manos y regresársela a su amo, no lo necesitaba para eso.

— Sí te mato por este desafortunado desliz tendré que entrenar a otro gato para esta tarea, si mato a tu amante no dejaras de llorar y de quejarte por eso, de las dos formas me serás inútil… retrasando mis planes.

Así que eso era lo que deseaba Tykus, que su amo descubriera la llave maestra en las manos de Leo, comprobando que había buscado un amante a las espaldas de su amo, no solo eso, le había entregado todas las claves de la nave sin pensar en las consecuencias, un acto de alta traición que sería penado con sus vidas.

— Tómalo como una muestra de mi afecto.

Pronuncio Mum-Ra justo delante de él tomándolo con fuerza del cabello para acercarlo a su cuerpo, Tygus sujeto las muñecas de su amo e intento liberarse nuevamente, no estaba dispuesto a entregarse a él.

Mum-Ra al ver como su tigre se retorcía por liberarse se relamió los labios complacido, la fuerza de su querido cachorro era por mucho inferior a la suya, no podría detenerlo y sus constantes intentos por liberarse solo lo excitaban aun más.

Tygus trataba de liberarse utilizando cada una de las técnicas de combate que le habían enseñado, usando su estatura y su peso en contra de su oponente, todo sin resultado, de pronto sintió que su uniforme era desgarrado con la fuerza de su amo, quien estaba quitándole la ropa.

— No…

Mum-Ra al escuchar la suplica de su cachorro respondió lamiendo su cuello, arrancando la placa de metal que tenía en su espalda, la que se llevo una buena parte del uniforme de una sola pieza.

La piel del tigre era suave, su pelaje sedoso, cada una de las marcas que habían estropeado esa bella imagen había sido borrada en un inútil intento por proteger a su amante, le recordaba al muchacho que obedeció sin siquiera pensarlo.

Habían pasado varios años desde aquel día y aun seguía siendo hermoso, sin embargo, en esta ocasión luchaba con mucho más ímpetu que la primera vez que pudo poseerlo, tal vez en esta ocasión tenía algo por que luchar.

— Hermoso.

Tygus logro soltarse por algunos instantes e intento gatear en dirección de la daga dorada, sin embargo, con la misma rapidez con la cual pudo soltarse una enorme mano lo sujeto del tobillo y lo lanzo en contra de una de las paredes, la que estaba junto a su cama.

Perdió el aliento al estrellarse contra la pared con tanta fuerza que de momento vio borroso, Tygus como por reflejo se llevo una mano a la nuca temiendo ver sangre, pero no sangraba, el golpe solo era para aturdirlo un poco.

Estaba sobre su cama, apenas recuperando el aliento, cuando sintió que un peso la invadía, sus ojos dorados se posaron en los rojos y trato inútilmente de bajarse del colchón, recordando que tenía un arma de fuego escondida en los pies de su cama.

Tygus logro alejarse lo suficiente para abrir el cajón oculto en donde se encontraba un arma cargada lista para ser utilizada, sin embargo, su amo lo jalo en su dirección alejándolo de su única manera de huir.

— ¡No!

Esa mujer tenía razón, prefería estar muerto a seguir sirviéndole a esta criatura, no volvería a entregarse a él, no después de conocer las dulces caricias del ser amado ni los labios de Leo.

Mum-Ra solo se rió al ver su intento de alcanzar la pistola, no dejaría que su cachorro se apartara de su lado y recuperaría su lealtad, había muchas formas para hacerlo obedecer.

La criatura sujeto sus muñecas por encima de su cabeza sentándose sobre sus muslos, Tygus seguía retorciéndose, tratando de liberarse del pesado cuerpo de Mum-Ra, que aun utilizando una forma felina le era repulsivo.

— No… no más…

El león de pelaje azul se relamió los labios, estaba complacido ante la imagen que producía su tigre retorciéndose debajo de su cuerpo, e introdujo tres dedos en sus pantalones a la altura de su espalda y con su fuerza descomunal se los arrebato, destruyendo lo que le quedaba de ropa.

De pronto Tygus se detuvo al sentir como la única parte de su ropa le era arrebatada, debía recordar que era inútil luchar contra la bestia, quien se limitaba a observarle con esos ojos rojos, recorriendo con su mano libre su espalda, las marcas que ahora formaban parte de su piel.

— Hermoso, muy hermoso.

Tygus cerró los ojos con fuerza al sentir la mano de la bestia recorrer su cuerpo, deteniéndose sobre sus nalgas, las que masajeo con fuerza, logrando que un quejido de dolor escapara de sus labios.

Mum-Ra se relamió los labios al ver que Tygus había dejado de luchar y ahora se mantenía quieto, sus ojos cerrados, sus músculos tensos, pero había dejado de moverse debajo de su cuerpo, tal vez porque se daba cuenta que ese comportamiento solo le excitaba.

El tigre sintió que la fuerza descomunal que sujetaba sus muñecas cedía un poco e intento liberarse nuevamente, sin embargo se detuvo en el momento que sintió un dedo enorme dibujar la línea de sus nalgas.

Un estremecimiento se apodero de su cuerpo y de pronto pronuncio un grito de dolor cuando un dedo se introdujo en su cuerpo sin permiso, con fuerza, sin darle tiempo para recibirle ni para adaptarse a esa sensación desagradable.

— No…

Mum-Ra soltó sus muñecas y lo tomó de la cadera, manteniéndolo en aquella posición, con las piernas ligeramente abiertas, siendo penetrado por el asqueroso dedo de su amo.

Tygus encajo sus uñas en su colchón y trato de enfocarse en un pequeño punto en su cama, tratando de ignorar su cuerpo, que gritaba por liberarse de las manos de su amo, las que trataban de abrirse paso en su interior, aunque sabía que sólo se trataba de dos dedos.

La criatura empujo su pierna izquierda con su rodilla abriéndolo más, disfrutando de sus vanos intentos por guardar silencio, la forma en la cual se mordía el labio, encajaba sus uñas en sus sabanas y de las lagrimas que escapaban de sus ojos.

Tygus volvió a morderse el labio cuando un tercer dedo se hizo camino en su interior, ya no podía silenciarse más y una serie de quejidos apagados comenzaron a escucharse en su habitación, complaciendo a la criatura que comenzó a moverse con mucha más fuerza.

Pronto sus dedos fueron intercambiados por algo más grande, mucho más doloroso y sus quejidos apagados por gritos ahogados, su colchón había sido desgarrado por la fuerza con la cual se aferraba a él, como si tratara de conservar su cordura, sus ojos seguían cerrados con fuerza, gruesas gotas de sudor recorrían su cuerpo y lagrimas de dolor habían mojado sus mejillas.

No supo cuanto tiempo pasaron en aquella postura, pero esa criatura aun seguía sobre él, seguía lastimándolo y como si se tratase de un castigo del destino su cuerpo traidor había comenzado a responder a su amo, de pronto su señor finalizo en su interior, llenándolo con su semilla haciéndolo sentir sucio.

Todo ese tiempo pensando en las dulces caricias de su amante, las palabras de afecto y el deseo que lo inundaba cuando estaban juntos, comparando a esta criatura de pelaje azul con el otro león, a quien ya no podría seguir viendo por su propio bien.

Unos cuantos embistes más y su cuerpo termino por traicionarle, provocando una sonora risa de su amo, quien por fin se bajo de su cama, alejándose algunos pasos para deleitarse con el resultado de sus acciones.

— Puedes quejarte todo lo que quieras, cachorro.

Tygus escondió su rostro entre sus brazos, maldiciéndose mentalmente por su debilidad, preguntándose porque no terminaba con todo, porque seguía soportando todo eso, que había mal en él para aceptar a su señor en su cuerpo.

— Pero tú me amas.

Tygus nunca había llorado, nunca se había negado, siempre había actuado como lo haría un soldado leal, pensando que algún día podría ser libre de servir a Lord Mum-Ra, que si lograba llevarle las piedras podría pedirle su premio, su libertad.

Sin embargo, jamás lo seria, jamás podría ser libre, nunca lo dejaría irse y aquello provoco que comenzara a llorar una vez que su amo abandono sus habitaciones, dejándolo en su cama, avergonzado y humillado.

Ese día lo había perdido todo, la esperanza, la pequeña ilusión de libertad que se había creado y a su amante.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Mum-Ra el inmortal salió de la habitación de su hermoso capitán complacido, esperaba que con esa visita recordara a quien le pertenecía y que su deber era y siempre seria actuar según sus designios, Tygus recuperaría la llave que el traicionero Tigris le robo y comenzaría a creer que no le importaba a su amante, por el cual todo eso había ocurrido.

El fuego se había consumido, ahora solo faltaba consumir una galaxia para poder crear el arma que le ayudaría a blandir las cuatro piedras de guerra.

– Leo, presentante en la sala del trono.

El comandante seria premiado con su hembra y su planeta, uno lejano, asqueroso, donde pudiera perderse todo su clan de traidores, pero sobre todo, alejado de su tigre.

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