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Encuentros fortuitos. por Seiken

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Encuentros fortuitos

Capitulo 17.

— No me interesa lo que hagas con la información, sólo necesito la llave maestra, sí la entrego en menos de trece horas podre aplacar su ira.

Repentinamente Panthera se pregunto porque Lord Mum-Ra le daría tiempo de recuperar la llave maestra a su amante, porque no simplemente buscar al portador para matarlo.

— ¿Por qué te ha dado ese tiempo?

Sabía que no tenia porque preguntar las razones detrás del comportamiento de esa criatura, sin embargo, era inconcebible que perdonara la vida de un traidor con tanta facilidad.

— Porque está seguro que yo se la di a mi amante y sabrá que es Leo, va a matarlo, solo que su pecado no es dormir conmigo sino planear una rebelión, lo torturaran, llegaran a ustedes y la rebelión morirá con él.

Tygus tenía razón, debían encontrar esa llave y entregársela a Lord Mum-Ra, sin embargo, antes guardaría la información para que pudieran utilizarla en caso de ser necesaria.

— Cuando la encuentre, donde podre entregártela.

Su pregunta era válida, ellos no tenían razón alguna para verse.

— Estoy seguro que encontraras una manera de hacerlo.

Panthera permaneció algunos minutos pensando en la forma en que podría recuperar la llave maestra de la que le hablo Tygus, aunque el capitán no le dijo la forma que tendría ni como podría entregársela si es que la conseguía.

¿Si es que la conseguía? No, fallar no era una opción, todo su trabajo estaba en peligro, su libertad y la vida de sus aliados, ya no solo era por Leo como lo menciono ese tigre, todos ellos dependían de su éxito.

Tygus debía estar un poco trastornado, tal vez algo obsesionado con Leo ya que su única preocupación era mantenerlo con vida, francamente no lo entendía, su comportamiento era extraño, frío, distante y al mismo tiempo rallaba en el colapso emocional, por algunos instantes creyó que se derrumbaría.

Panthera acomodo su cabellera negra detrás de una de sus orejas, su cola se movía de un lado a otro, estaba preocupada y comenzaba a sentirse culpable por no darse cuenta de eso antes, lo único que hizo fue confiar ciegamente en Tykus, ignorar su odio enfermizo hacia el capitán, haciendo que se preguntara si ese dispositivo de memoria era tan importante que ganaba dándoselo a Leo.

Esa llave pudo ponerle fin a la rebelión si la criatura no estuviera jugando con la mente del capitán, dándole escasas 24 horas que estaba segura estarían pobladas de tareas que le evitarían lograr su objetivo.

Tykus los había traicionado por un estúpido y egoísta acto de venganza, pronto le exigiría respuestas, pero en ese momento debía regresar a la sala del trono, en algunos minutos billones de vidas inocentes serian destruidas para crear un arma que solo le traería caos a la galaxia.

Al llegar a la sala del trono Leo estaba realizando los cálculos, Mum-Ra a su lado esperando el momento del genocidio de una galaxia, por algunos instantes comenzó a dudar sobre su meta, acaso era justo que destruyeran a todas esas almas por su libertad, no eran tan malvados como su autoproclamado señor al sacrificarlos por lo que pensaban era un bien mayor.

No supo bien cuáles fueron sus palabras pero sí que se gano un castigo, del cual pudo escapar disculpándose por no medir sus palabras, un acto que la criatura dijo que su especie realizaba demasiado, una de las características indeseables de su raza.

No sabía lo que pasaba por la mente de Leo, pero el comandante realizo su tarea con una fachada indiferente, aunque también trato de convencer a su amo para que destruyeran otra estrella, sin embargo, nada pudo hacerse.

Los espíritus habían hablado y su amo acataría sus órdenes, la estrella de Plundarr debía ser destruida en un hermoso estallido que los cegó momentáneamente, ella no sabía cuántos pudieron darse cuenta del cambio cósmico ocurrido pero estaba segura que la muerte de una galaxia no podía pasar desapercibida.

Cuando pudieron salir de la sala del trono Panthera trato de hablar con Leo, lo que estaban haciendo no era correcto, debían rebelarse sin demora alguna y aunque ambos estaban seguros de cuales serian sus acciones, ella sintió la necesidad de confirmar que Leo no había cambiado de opinión.

Que la criatura no le ofreció aquello que deseaba, seduciendo a Leo con su tan ansiado premio, por alguna razón ella creía que su amigo había actuado sin medir las consecuencias, tal vez recordándole que le había prometido gobernar un planeta y que deseaba al capitán a su lado como su esclavo, la criatura parecía comenzar a dudar de su lealtad.

— Cuando tengamos la piedra de guerra en nuestras manos será el momento de atacar.

Respondió Leo, mirándola fijamente, su mirada era diferente, no brillaba como en los meses pasados, era como si hubiera perdido alguno de sus motivos para rebelarse, tal vez ese cambia había sido provocado por su corazón roto.

— ¿Qué ocurrirá con aquellos que no quieran unírsenos?

Pregunto Panthera, esperando que Leo tuviera algún plan para tratar con los felinos que no quisieran adherirse a su movimiento, en su mayoría los orgullosos tigres, cuyo principal líder había roto el corazón de su amigo.

— Esa decisión la tomaremos en ese momento, espero que no haya demasiados soldados leales.

Fue la respuesta de Leo, quien seguía dolido por las últimas palabras que Tygus había dicho, el cuerpo de su amante no podía ser el templo de esa criatura, eso era enfermizo, lo amaba demasiado para poder aceptarlo y creía que en el fondo el capitán disfruto de sus momentos juntos.

— ¿Qué harás con él?

Ella tenía un mal presentimiento, la forma en la cual Leo evitaba mencionar el nombre de Tygus le hacía pensar que su corazón roto lo llevaría a realizar alguna locura de la cual se arrepentiría, un acto que lo rebajaría al nivel de aquella criatura.

— Tygus es leal a Mum-Ra.

Podría decirle que Tygus no era lo que pensaban, que podría ayudarles y lo haría con gusto, pero sabía que Leo no podría fingir indiferencia y que si pensaba que la vida de su amante estaba en peligro actuaria sin pensarlo, el capitán había hecho todo lo posible por alejar a Leo de su persona, el tigre debía tener sus razones por descabelladas que fueran y sí todo salía bien podría limpiar su reputación al decirle a su comandante la verdad sobre el capitán, pero si no lo lograban la lealtad de Tygus podría salvar sus vidas, dándoles otra oportunidad para derrotar a esa criatura de color azul.

— Eso no responde mi pregunta.

Leo le observo fijamente por algunos segundos y después volteando en otra dirección, medito su respuesta, lo que le diría seria mentira, ella podía adivinarlo con solo mirar su enojo, la expresión de furia contenida que se apoderaba de su amigo.

— Cuidare de él.

Fueron sus palabras, provocando que Panthera dudara si la palabra cuidar podía imprimir un sentimiento tan oscuro y sí Leo realmente sería capaz de obligar al tigre a permanecer a su lado si el capitán no estuviera tan enamorado de Leo como estaba.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Al mismo tiempo en la sala del trono Tygus veía como la galaxia había desaparecido, Lord Mum-Ra estaba demasiado complacido por eso, tanto que lo mando llamar casi inmediatamente.

No se encontró con el comandante ni con Panthera, solo estaban ellos dos, solos en la negrura del espacio, los ojos dorados del capitán no se atrevían a observar a las cuatro figuras de los espíritus ni a la criatura de color azul.

Estaban fijos en la nada, con sus manos detrás de su espalda, en una postura militar, dentro de poco tiempo se cumplirían las veinticuatro horas y lo mandarían por la llave junto con un escuadrón de elite, sólo esperaba que Panthera lograra su objetivo.

— Dentro de poco saldrás por la última piedra de guerra.

Tygus asintió tragando un poco de saliva, sintiendo que Lord Mum-Ra se acercaba a él por la espalda, colocando sus manos en sus hombros.

— Eso parece, Lord Mum-Ra.

Fue su respuesta, sintiendo que la criatura respiraba junto a su oído, aparentemente disfrutando de su aroma natural, ya que podía sentir como su rostro se sumía en su cabello, acariciando su melena.

— Quiero que te preparen para mi cachorro, una última vez antes de que te vayas.

Tygus sabía exactamente qué significaba eso, aunque esperaba tener un poco de paz antes de poder marcharse, al menos eso era lo que sus soldados recibirían para que pudieran descansar y estuvieran listos para lo que sin duda sería una campaña muy larga.

— Sí, Lord Mum-Ra.

Respondió Tygus con la voz que utilizaba en sus misiones, desviando la mirada de los ojos llameantes por miedo a revelar lo que realmente pensaba, no quería que Lord Mum-Ra utilizara su enojo en su contra, ni que se diera cuenta que aun quedaba algo que destruir.

De pronto la criatura lo sujeto por el mentón para obligarlo a verle, sus ojos se encontraron y una sonrisa se formo en los labios de la bestia, parecía complacida con aquello que veía.

Tygus trago un poco de saliva cuando escucho que tres personas ingresaban en la sala del trono, la criatura lo dejo ir, enfocando su atención en Leo, Panthera y uno de los herreros, el que crearía la espada que portaría las piedras de guerra.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Leo se petrifico por unos instantes al ver a la criatura sosteniendo el mentón de Tygus, sus asquerosas manos tocando el cuerpo de su amante, quien parecía asustado, tratando de fingir indiferencia.

— Retírate cachorro.

Leo sintió que su furia por un momento se apoderaba de sus sentidos, podía sentir el miedo de Tygus, ver como se avergonzaba, sus ojos dorados no se posaron en él ni siquiera por un instante pero observaron a Panthera de reojo con una expresión curiosa, ella le retuvo la mirada e inmediatamente después su amante se marcho sin mirar atrás.

— Sí, Lord Mum-Ra.

Alcanzo a responder, alejándose tan rápido como podía, ignorando cualquier clase de protocolo existente, su pobre tigre necesitaba que lo salvaran y él lo haría, Leo arrebataría a Tygus de las sucias manos de esa bestia, jamás volvería a tocarlo.

Lord Mum-Ra les observaba fijamente, tal vez recordando aquello que le solicito apenas unas horas atrás, notando como Tygus le ignoro por completo, un comportamiento diferente al de todas las otras ocasiones en las cuales se detenía para saludarle con fingida condescendencia.

— Pareces distante Leo, demasiado distraído.

Leo se trago las ganas incontenibles de atacar a la criatura antes de tiempo, de mirar atrás para ver el pasillo en donde su tigre había desaparecido, en vez de eso, se concentro en sus tareas y se obligo a disculparse por su distracción.

— Lo siento, Lord Mum-Ra, yo solo me preguntaba que estaba haciendo el capitán en su sala del trono cuando debería prepararse para salir en busca de la última piedra de guerra, parece que le gusta perder el tiempo, aprovecharse de su buena fe.

Cada una de las palabras que pronunciaba destruía un poco de Leo, quien se prometía que jamás volverían a tocar a su dulce tigre, esa bestia no podía seguir haciéndole daño, sin embargo, para protegerlo debían hacerse con la victoria.

Lord Mum-Ra guardo silencio, la criatura tendía a creer aquello que pronunciaba con facilidad, parecía que Panthera comenzaba a dudar de sus motivos y tal vez, su pobre amante creía que no podía protegerlo, pero se lo demostraría, ya no era ese cachorro indefenso.

Leo se concentro en sus tareas, en verificar que la espada de Plundarr fuera forjada y poco después recuperar los restos de las piedras para que pudieran forjar su propia espada, serian aquellos los meses más largos y sentía que ya no le quedaban fuerzas para seguir, aunque sabía que debía hacerlo, para vengar a su padre, liberar a su pueblo y rescatar a Tygus.

La criatura sabia que algo estaba pasando, dudaba de su lealtad y esperaba el momento en el cual pudiera comprobar que solo era un traidor, que debía remplazarlo por alguien más calificado y mucho más leal, como lo era el antiguo comandante.

Tygus estaba asustado, podía verlo en sus ojos y aunque sabía que tenía que alejarse de él, dejarlo solo hasta que pudiera rescatarlo de la bestia, quería comprobar que se encontraba a salvo.

Leo no se dio cuenta que Panthera le observaba cuando comenzó a teclear una secuencia e ingreso la llave maestra en una de las terminales de la nave, tratando de encontrar a Tygus, necesitaba verlo, solo una vez más.

Lo busco en varias zonas de la nave sin ningún resultado, de pronto lo encontró en un cuarto que no conocía, cinco aves de coloridas plumas lo estaban arreglando, su cuerpo estaba desnudo con excepción de un velo que cubría su cuerpo a la altura de su cadera, dejando sus piernas y torso descubierto, su brazo izquierdo tenía un brazalete con la forma de una serpiente, su cuello una serie de collares que hacían que se viera mucho más largo, su frente tenía una joya de apariencia piramidal y portaba unos aretes con piedras preciosas, todo hecho con resplandeciente oro.

Su pelaje estaba cubierto por una fina capa del mismo metal, sus brazos estaban pintados de color azul obscuro, sus ojos maquillados de los colores del escudo de Lord Mum-Ra, lo más extraño era su cabello, el cual tenía un tocado que parecía estar formado por las plumas de algunas aves como aquellas que lo estaban disfrazando.

La expresión de Tygus era indescifrable, parecía acostumbrado a ello pero de vez en cuando respondía con un asentimiento algunas de las palabras pronunciadas por sus maquillistas, los pájaros de brillante plumaje se movían de un lado a otro arreglando pequeños detalles que para ellos estaban fuera de lugar.

Para Leo esa escena era casi surrealista, aunque su amante lucia simplemente hermoso con aquellos arreglos la forma en que estaba siendo preparado le parecía grotesca, lo único reconocible eran sus ojos dorados que combinaban ahora con el color de su piel, todo por un capricho de esa criatura.

Sí eso significaba la palabra Tyaty para Lord Mum-Ra entonces para Leo era un sinónimo de prisionero, el comandante se prometió en ese instante que su amante ya no sería más un esclavo.

De pronto, cuando por fin lograron su objetivo lo cubrieron con una pieza de tela vaporosa que cubría todo su cuerpo, apenas dejando sus ojos descubiertos y lo condujeron a un pasaje que seguramente lo llevaría a la sala del trono.


Leo no quiso ver más y se alejo de la computadora para encontrarse con la mirada sorprendida de Panthera, quien había visto toda esa escena en silencio.

— ¿Por qué hace esto?

No lo entendía, tampoco quería saberlo, sólo necesitaba algo que decir y eso fue lo único que sus traidores labios pudieron pronunciar, era como una pesadilla, Tygus lo había dejado por eso, para ser solo un juguete en las manos de un amo descuidado.

— Que te hace pensar que tiene alguna opción.

Fueron las palabras de Panthera, quien al ver que Leo abandonaba la llave maestra en la terminal solo la tomó sin que Leo se diera cuenta de ello, su amigo únicamente trataba de comprender como en todos esos años no pudo darse cuenta por lo que pasaba el capitán, como fue tan ciego.

— Pero él es tan orgulloso…

Susurro Leo, recargándose en la pared cercana, cerrando los ojos para que Panthera no pudiera ver su dolor ni pudiera adivinar sus pensamientos.

— Tal vez su orgullo solo es un escudo.

Leo asintió, su orgullo era sin duda un escudo, porque no fue él quien le dijo que su belleza había sido la única razón por la cual Lord Mum-Ra lo nombro comandante, para que lo entretuviera de la forma en que Tygus de hecho lo hacía.

—Podría encontrar alguna forma de negarse a él.

Podía recordar la expresión de Tygus cuando le dijo que después del accidente ya no era tan hermoso como en el pasado y su mirada cuando creía que estaba solo, antes de que pudiera ingresar en su vida, su plegaria por guardar silencio.

— ¿Cómo?

No había forma de hacerlo, pero Leo no quería creerlo, pero el comandante no quería creerlo porque de ser cierto Akbar tuvo razón todo ese tiempo.

— Debe de haber alguna forma.

Finalizo Leo, antes de marcharse, tratando de controlar su molestia y una voz en su cabeza que le decía que estaba traicionando a Tygus al no creer en su inocencia, pero concentrándose en la última fase de la rebelión prefirió ignorarla.

— Leo…

Susurro antes de dar la media vuelta y caminar en dirección del pasillo, esperando encontrar a Tygus cuando regresara a su habitación, escuchando un sonido torpe junto a una maldición.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

— ¡Maldición!

El director se encontraba cerca, parecía que había bebido demasiado, una actitud que conforme pasaba el tiempo seguía empeorando, Panthera al verle lo sostuvo con algo de cuidado para llevarlo de regreso a sus habitaciones.

— ¡Si no puedes dejar de beber haznos el favor de mantenerte lejos!

Tykus la observo fijamente por algunos instantes cuando ella pronuncio aquellas palabras y tratando de mantenerse de pie por sí mismo, se dio cuenta de que ella tenía en sus manos el dispositivo de memoria.

— Tienes que deshacerte de esa cosa.

Le advirtió, provocando que Panthera apretara la llave que tenía en su mano, protegiéndola del tigre y comprobando que Tykus sabía exactamente qué pasaría cuando la usaran.

— ¿Por qué se la diste a Leo?

Pregunto Panthera, notando que Tykus se recargaba en la pared del corredor, no parecía arrepentido por nada, ella esperaba que no comprendiera la magnitud de sus acciones, sin embargo, era imposible que no lo hiciera.

— Tenía que saberlo.

Fue la respuesta de Tykus, quien parecía molesto pero solo por que Lord Mum-Ra no castigo al capitán.

— ¿Qué cosa? ¿Que tenía que saber que fuera tan importante para esto?

Panthera pregunto a su antiguo maestro, un hombre que hasta ese momento había admirado.

— Tygus lo traicionaría, Akbar se lo advirtió.

Al ver que Panthera parecía sorprendida y decepcionada Tykus quiso explicarse un poco mejor, esa chica era la única razón por la cual se mantuvo en pie.

— Crees que no he visto sus conversaciones, que no me sé ya de memoria la clave que Tigris me dejo como epitafio.

Panthera no quiso mirarlo al principio provocando que Tykus la sujetara de los brazos, ella debía entender sus motivos, sólo la ira podría darle fuerza a Leo, su debilidad era el peor de sus defectos.

—He seguido sus pasos Panthera, todo este tiempo pensando que Leo nos delataría por ese muchacho traicionero, así que tenía que mostrarle sus verdaderos colores, a quien le pertenece de verdad, sólo así podría resistir la tentación.

Panthera se soltó de las manos de Tykus, alejándose un solo paso, sus excusas no eran suficientes para arriesgar su rebelión por un absurdo acto de venganza.

— Pudieron encontrar a Leo y él pudo llevarlos a nosotros, Tykus, espero que comprendas que casi nos matas a todos.

Tykus asintió, ella tenía razón, había sobreestimado el control que Tygus tenía en esa nave, pero la próxima vez, cuando se hicieran con la victoria no lo haría, presionaría hasta que sus actos fueran castigados.

— ¿Por qué lo odias?

Tykus al escuchar esa pregunta sonrió, nunca le había dicho porque conocía tan bien al capitán y a Tigris, pero algún día les demostraría como el capitán estaba entrenado para obedecer las órdenes de Lord Mum-Ra.

— Algún día lo comprenderás Panthera.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

— Necesito más tiempo.

Pronuncio Tygus aun con los restos del oro y las joyas en el interior de la cámara mortuoria de esa nave, el lugar donde Lord Mum-Ra se recuperaba cuando tenía que utilizar sus poderes antes de que las piedras de guerra fueran encontradas.

— ¿Mas tiempo?

La criatura seguía recorriendo las marcas de su espalda, manchándose con el oro y la pintura que habían adornado su cuerpo con patrones delicados, los cuales después de entretener a su amo se habían perdido casi del todo.

— Necesito más tiempo Lord Mum-Ra, mis deberes me han retrasado con mi última tarea.

Tygus se estremeció cuando la criatura recorrió su espalda con la punta de su lengua, esperando que al menos le diera doce horas más, que su muestra de afecto no fuera sólo una tarea que sabía no le dejaría completar.

— Lo que tú deseas es salvar la vida de tu amante, mi dulce cachorro.

Así que seguía con esa idea pensó Tygus sintiendo que las manos de la criatura acariciaban su espalda con delicadeza.

— Mi señor, yo no me atrevería a mentirle.

Su amo estaba comportándose demasiado considerado, provocando que Tygus comenzara a preocuparse por ese perturbador cambio, casi como si controlara la vida de todos sus habitantes y su temor a ser derrotado hubiera desaparecido.

— Puedes regalarle esa trivial llave a tu amante si eso quieres, ya no me interesa, después de todo cuando tenga el ojo del augurio seré inservible.

Tygus al escuchar esas palabras quiso comprobar que la criatura no estuviera mintiendo y se levanto ligeramente, su amo se alejo con lentitud para tomar su espada de color morado, colocándosela en su mano derecha.

— Sus acciones los delatan cachorro, al principio creí que solo era ese león quien te deseaba, pero hoy me dejaste ver que tan equivocado estaba.

Tygus se levanto de la cama esperando recibir la furia de su amo por segunda ocasión, esta vez lo matarían y a Leo junto con él, todo había sido en vano.

— ¿Cómo?

Pregunto sintiendo que la criatura guiaba su rostro con un cuidado que le aterrorizaba, estaba acostumbrado a la furia de esta criatura, no a la delicadeza, eso no era justo, había hecho todo para cuidar sus espaldas y fue él mismo quien se delato.

— Me temo que Leo ha preguntado demasiado por tu bienestar y tú simplemente finges que ese muchacho ya no existe.

Tygus permaneció inmóvil, temiendo que de un momento a otro trajeran a Leo para que su amo cumpliera su promesa, preguntándose cómo fue a perder el control de sus sentimientos y porque no pudo fingir que seguía detestando al comandante.

— La forma en que lo miras será la que algún día utilizaras conmigo.

Le advirtió la criatura provocando que Tygus le observara fijamente, sus ojos dorados posados en el espejo que parecía parpadear como si se tratase de un ojo, en el podía verse una imagen de su amo en un planeta, había fuego detrás de él y a su lado estaban dos criaturas, una de ellas era una puma, una mujer que jamás había visto, al otro lado se encontraba él, ambos con ropa que no conocía.

— ¿Qué pasara con Leo?

Pregunto al ver que su expresión era idéntica a la que usaba Tigris y que en la mano de su amo estaban las cuatro piedras en el guantelete morado.

— Sigues preocupándote por él.

Susurraron a su oído, Tygus ignoro aquella imagen que solo estaba jugando con su mente y volteo, esta vez sin fingir condescendía, mostrando justo lo que pensaba de la criatura que le había arrebatado todo.

— ¿Qué pasara con Leo?

Volvió a preguntar esperando que la criatura respondiera de una vez.

— Como puedes ver no hay otro destino para ti más que servirme Tygus.

Tygus podía aceptar ese destino siempre y cuando su amante estuviera a salvo, él era la única prueba de que alguna vez fue libre, que no siempre fue una cascara sin voluntad como la que vio en ese espejo.

— ¿Qué pasara con Leo?

La criatura debía saberlo porque de lo contrario su amante ya estaría muerto y él no sería más que una sombra sin mente, como había escuchado que ocurría con los Tyaty, a los que después de un hechizo volvía inmortales a medias, jamás envejecían pero podían ser destruidos, por eso necesitaba que alguien lo recordara como fue antes de ser recompensado con la vida eterna y la pérdida de su alma.

— Todo ha ocurrido según lo planee, tú me traerás el ojo del augurio y cuando mi arma este completa cachorro terminaremos lo que Tigris comenzó, tu adiestramiento por fin te dará el poder para ser mi Tyaty y juntos le traeremos orden a la galaxia.

Antes de que pudiera formular de nuevo la misma pregunta Mum-Ra le mostro una imagen del universo que construirían.

— Tu patético amante sobrevivirá para ver mi triunfo sobre ti, aunque no te preocupes, Leo no te ama cachorro así que no sufrirá por tu pérdida, él está enamorado de su hermosa pantera con quien gobernara el planeta arca en donde encontraron la última pieza de este rompecabezas.

Al recordar aquel planeta hostil Tygus se dio cuenta que Lord Mum-Ra no lo mataría sino que lo dejaría en un lugar donde no tendría una sola oportunidad para sobrevivir.

— Ellos morirán en ese lugar.

Susurro para sí mismo, entreteniendo a la criatura que le miraba con detenimiento, quien recordaba como para ese momento Tigris ya estaba suplicado por la vida de Tykus, que con mucho menos de lo que había soportado este felino logro romper su espíritu como para que sacrificara a su propia sangre.

—Eso no me importa cachorro, pero te daré un último regalo solo porque me has parecido sumamente entretenido.

Tygus no se atrevió a preguntar que era aquello que le ofrecía porque si le beneficiaba de alguna manera solo sería una mentira.

—Sí no dejas que nada se interponga en tu camino y obtienes para mí el ojo del augurio te recompensare.

Tygus no creería en sus promesas, no esta vez.

— Te permitiré elegir el planeta desde donde gobernare el universo contigo a mi lado.

Su amo le dejaría elegir su nueva jaula, esta vez no sería un cuarto sino un planeta.

— ¿Acaso no soy generoso?

Tygus no respondió al principio, sin embargo, sabía que debía hacerlo, conseguir la piedra y después cuando los rebeldes estuvieran a salvo terminar con toda esa pesadilla, al menos así perecería en sus términos.

— Sí, Lord Mum-Ra.

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