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Encuentros fortuitos. por Seiken

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Esto es Slash, es de los Thundercats, quienes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto.

Encuentros fortuitos.

Capitulo 2.

Tygus había tomado una decisión en el momento en que Leo beso sus labios diciéndole que no se alejara de él, había sopesado las posibilidades reales de que una relación como esa pudiera funcionar y también los peligros de ser descubiertos.

El comandante le había dado la posibilidad de rechazar su oferta y cuando dio el primer paso fuera de la nube de polvo sabía que esa era la mejor opción, la única opción realmente.

Leo podía ser todo lo necio que decían pero ni el mismo podría hacerlo cambiar de opinión, ya había dado esa clase de oportunidad en el pasado y los resultados fueron los peores.

Dejarle claro que sus intenciones eran jamás mencionar lo ocurrido en los sótanos de la nave fue bastante fácil, la primera reunión se limito a hablar sobre su misión, darle los resultados específicos para que Leo se los entregara a Mum-Ra.

Respondiendo con frialdad cada intento del muchacho por hablarle, a veces hablándole con un tono de voz un poco más grave de lo que pensaba en un principio.

Creyendo que eso era suficiente respuesta a su esperanzado “No te alejes” y en cualquier otra persona lo hubiera sido, en el león sin embargo, parecía que su negativa a continuar con su encuentro fortuito solamente lo interesaba más.

Hasta que cayó en las redes del joven y manipulador león, esa segunda noche que permitió al comandante introducirse en su vida, disfrutaron una grata cena, sexo apasionado y amanecieron juntos.

Después de la cena que el comandante Leo se había molestado en organizar Tygus se sentía con la necesidad de pagarle la amabilidad que mostro ese día con un regalo, había escuchado que le gustaban las armas anticuadas, espadas, dagas y cuchillos, aquellas que tenían hojas afiladas.

Tygus al ser el capitán de las fuerzas especiales podía conseguir armas en el mercado negro, pero no le gustaba la idea de hablar con aquella clase de felino, mucho menos cuando se suponía que Mum-Ra había prohibido esa clase de transacción.

El tigre no entendía cual era la razón, era como si su señor no quisiera que nadie poseyera nada, debía querer recordarles que no eran más que una posesión aunque ellos pudieran caminar con relativa libertad.

Tygus se encontraba en una reunión en la sala de Lord Mum-Ra, él y otros dos felinos estaban discutiendo la mejor forma de atacar los puntos clave del planeta que invadirían, se suponía que en ese lugar podrían encontrar la tercera piedra de guerra.

Y uno de sus subordinados, un felino de pelaje blanco estaba explicando el plan que habían ideado, el cual estaba seguro el comandante Leo ya había revisado y estaba de acuerdo.

Leo no estaba presente, algo raro tomando en cuenta que se trataba del dirigente de todas las tropas, al pensar en el joven león Tygus suprimió una sonrisa, recordando el puchero que realizo cuando le dijo que debía retirarse después de que se diera cuenta que se había quedado a dormir en su cuarto.

Tygus al ver que Bengalí, un tigre blanco había terminado de presentar su estrategia e informe se dio cuenta que se había distraído al pensar en el comandante, esa actitud no era correcta y sabia que dentro de poco sería castigado por eso.

Mum-Ra le observaba sin decir nada, su mirada estaba en blanco al igual que su expresión.

Tygus tragando un poco de saliva pronuncio, con los brazos detrás de la espalda, esperando escuchar lo que Mum-Ra tenía que decirles, esperando que lo mandara a entregarle esa información al comandante, una excusa tan buena como cualquier otra para poder verle sin crear sospechas. — Tomando en cuenta la información de la que contamos, creemos que será necesario tener el apoyo de varios ejércitos para darnos tiempo de llegar a la piedra de guerra.

Mum-Ra se rasco la barbilla sin decir nada, para después levantarse de su trono y caminar en su dirección pronunciando. — Un plan brillante, como siempre Capitán Tygus.

Tygus se agacho diciéndole con respeto, esperando que Mum-Ra los dejara partir para poder comenzar esa misión, nunca le había gustado estar demasiado tiempo en presencia de su señor. — Gracias Lord Mum-Ra.

Mum-Ra deteniéndose junto a él observo el mapa del planeta que tenía la tercera piedra de guerra en su poder, no sería fácil ingresar en sus defensas, pero estos tres soldados eran los mejores que tenía a su disposición, por lo que con el apoyo necesario estaba seguro que lo lograrían, nunca le habían fallado.

Mum-Ra regreso a su trono indicándoles con una voz neutral. — Pueden retirarse.

Los tres se agacharon llevando su brazo al frente de su pecho y dieron la media vuelta, cuando estaban a punto de salir Mum-Ra pronuncio. — Tu quédate Tygus.

Tygus se detuvo inmediatamente intercambio una mirada preocupada con Bengalí, una de las pocas personas en quien podía confiar, quien era unos tres años menor, para después regresar al círculo de piedra para recibir sus órdenes.

Mum-Ra al ver que se agachaba enfrente de su trono pronuncio, recargándose en su brazo izquierdo. — El comandante Leo tiene una grata impresión de ti, Tygus.

Tygus se sorprendió al escuchar eso, sin embargo, sus instintos de autoconservación le indicaron que dijera con toda la molestia que podía imprimir en su voz. — ¿Ese muchacho?

Mum-Ra sonrió al escuchar esa respuesta y prosiguió diciéndole, su mirada fija en él, haciendo que su cuerpo se tensara listo para huir o defenderse. — Sé que no te agrada y que no estás contento porque le di ese puesto.

Tygus sabía que Mum-Ra le había dado el puesto de comandante porque Leo era un gran guerrero y porque deseaba despreciarlo, mostrarle que no podía dar por hecho nada en su nave, darle un escarmiento por siquiera atreverse a adivinar sus decisiones. — Yo no soy nadie para cuestionar sus decretos Lord Mum-Ra.

Mum-Ra parecía satisfecho con esa respuesta para después decirle con un ademan de su mano derecha. — Puedes retirarte, Tygus.

Tygus asintió y caminó tan rápido como pudo sin hacer notar su deseo por abandonar esa cámara, mucho menos a su señor, respirando hondo cuando por fin escucho que la puerta se cerraba detrás de él.

Bengalí lo esperaba, su máscara puesta, pero podría jurar que compartía su preocupación al ser retenido más de la cuenta, Tygus controlando su molestia e intranquilidad pronuncio. — Puedes retirarte, yo hablare con el comandante.

Tygus no espero que Bengalí pronunciara alguna clase de respuesta y marcho en busca del comandante Leo, encontrándolo en uno de los pasillos menos transitados de la nave, como era su costumbre tenía una terminal en sus manos, la cual revisaba con cierto recelo.

El capitán de las fuerzas especiales se detuvo a sus espaldas y pudo ver que había un mensaje que parecía encriptado en la pantalla de la terminal, el cual por un momento pensó grabar en la memoria del implante de su rostro.

Leo al sentir que le observaban lo borro llevando su mano en dirección del arma que llevaba en su cinto, Tygus retrocedió un paso al ver el extraño comportamiento del comandante, preguntándole. — ¿Ocurre algo Leo?

El comandante al verle sonrió preguntándole guardando la terminar debajo de su brazo, alejando su mano del arma de fuego de su cinto. — ¿Me estabas buscando Tygus?

Tygus recordando el motivo por el cual lo estaba buscando le respondió ignorando la expresión de increíble felicidad en el rostro del menor, quien parecía entusiasmado por lo que quisiera decirle. — Comandante Leo, tengo información que Lord Mum-Ra desea entregarle.

Leo frunció el seño inmediatamente preguntándole con suma molestia, recordándole a un cachorro al cual le han dicho que se cancelarían los descansos. — ¿Solo por eso me buscabas?

Tygus le respondió con frialdad, tratando de parecer distante, no deseaba que nadie los viera juntos ni que sospecharan que había alguna clase de relación entre ambos por temor a las represalias que habría en contra de ambos. — Sí, comandante.

Leo cruzándose de brazos le dijo sonriéndole. — Muy bien… ¿Qué quieres decirme?

Tygus le respondió inmediatamente. — Debo informarle los resultados de mi reunión con Lord Mum-Ra, partiremos en doce horas y esperamos que usted nos apoye con una movilización de los ejércitos.

Leo asintió, no era un gran problema movilizar los ejércitos, mucho menos cuando la información le había llegado algunos minutos antes y de pronto, empujando a Tygus contra la pared del pasillo le hizo notar lo inútil de su búsqueda. — Pero eso ya lo sabía, lo tengo en la terminal.

Tygus suspiro diciéndole al joven comandante sintiéndose un poco tonto, justo como lo era su excusa para ver al menor, quien parecía divertido por su esfuerzo de parecer neutral. — Quería saber porque no estabas presente.

Leo también querría saberlo, como comandante debía estar presente en esa clase de reuniones, no revisando un montón de informes aburridos que no creía que tuvieran mucha importancia, aunque esa tarea inútil le dio tiempo de comunicarse con Panthera, decirle que tal vez podrían contar con la ayuda del capitán. — Lord Mum-Ra me encomendó otras tareas, pero ya tengo la información así que podre organizar el asalto sin demora.

Tygus asintió, era obvio que Leo tenía otras tareas que realizar y despidiéndose como lo haría un soldado de rango inferior le dijo. — Con su permiso comandante, me retiro.

Leo se preguntaba que había ocurrido para que Mum-Ra no lo mandara llamar, se daba cuenta que estaba escondiendo información de él, su comandante, y parecía como si ese estuviera preparando de la misma forma que ellos.

Nombrando una nueva fuerza militar que le servía a Tygus, un soldado que aparentemente era leal a su persona o eso era lo que decía Panthera y él cual recibía órdenes únicamente de Mum-Ra.

Tygus al ver que Leo estaba perdido en sus pensamientos opto por retirarse, sintiéndose hasta cierto punto ignorado, el tigre de mayor edad esperaba poder estar a solas con el comandante, por lo menos un poco de tiempo, antes de partir a su misión.

Podrían no regresar con vida y quería, como todos sus soldados, pasar tiempo en compañía de su pareja, no era que Leo fuera eso, sin embargo, era lo que más se le parecía.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

El comandante no se percato en qué momento Tygus lo abandono, estaba demasiado preocupado por la reciente desconfianza que Lord Mum-Ra estaba mostrando en contra de su persona.

Cuando volviera a verlo le pediría perdón, antes tenía que reunirse con Panthera, solicitarle consejo y explicarle lo que esperaba lograr del capitán Tygus una vez que se abriera más con él.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tygus no tuvo otra oportunidad para ver a Leo sino hasta que regreso de la misión con una de las piedras de poder en sus manos, en un estuche especial que cargaba a su espalda.

Mum-Ra parecía complacido por su victoria y le dio permiso de ausentarse dos días de su puesto, para que descansara y lo atendieran en la enfermería.

Tygus no fue a la enfermería, no deseaba soportar a los médicos por unos simples rasguños después de un mes de campaña, en lo único que pensaba era en disfrutar un poco de la paz y de la tranquilidad de su habitación y en entregarle a Leo su obsequio, un simple agradecimiento por la cena que disfrutaron juntos tres días después del atentado contra la vida del comandante.

Esta vez Leo se encontraba fuera de la sala del trono de Mum-Ra y acercándose a él, pronuncio, con las manos detrás de la espalda. — Quisiera verte en privado comandante.

Leo no mostro ningún signo de sorpresa o interés, por lo que Tygus pronuncio, antes de alejarse con la misma indiferencia que mostraba el joven comandante. — En la plataforma en dos horas.

Poco después se marcho sin mirar atrás o esperar alguna clase de respuesta del más joven, sí él quería verlo estaría presente, sino le interesaba no asistiría y Tygus podría regresar a su monótona existencia.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tygus llego a la plataforma con un paquete en su mano derecha, en su campaña había encontrado el arma perfecta, una daga hecha de un material que nunca había visto, que brillaba de forma iridiscente cuando los rayos de luz la iluminaba.

El guerrero que las portaba lo hacía con orgullo y tenía dos de ellas, dos armas gemelas que lograron cortar su uniforme sin ninguna dificultad, aun tenía las cicatrices para recordar el filo de las armas.

Había pensado en quedarse una de ellas y la otra dársela al comandante, si es que él deseaba verlo en la plataforma que habían encontrado después del atentado, un punto que carecía de cámaras y que nadie recordaba.

Tygus espero impaciente por una hora al comandante, cuando pensó que no llegaría guardo el regalo que había traído consigo y comenzó a marcharse, creyendo que un mes era demasiado tiempo para que siguiera interesado en verlo.

Cuando estaba a punto de bajar por las escaleras de marinero vio una mata de cabello rojo subiendo por ellas, a la cual le hizo un lugar para que pudiera subir a la plataforma.

Leo se recargo en sus rodillas tratando de recuperar el aire, diciéndole al capitán, quien le miraba con una ceja levantada y una ligera sonrisa en los labios. — ¿Por qué esta plataforma?

Tygus le respondió recargándose en el barandal, riéndose al ver que Leo estaba tratando de recuperar el aire que había perdido, que estaba sudando y que tal vez había corrido todo el camino para llegar a ese lugar. — Porque aquí no hay cámaras y por lo tanto no habrá ningún entrometido que nos escuche hablando, comandante.

Leo asintió, aun respiraba con dificultad, pero ya se había recuperado de la larga carrera para llegar a tiempo a la plataforma, dándose cuenta que Tygus lo veía con diversión. — ¿Te han dicho que eres demasiado desconfiado?

Tygus se encogió de hombros, no era que fuera desconfiado sino que jamás había encontrado a alguien digno de confianza en esa nave, cada uno de los felinos quería algo que no estaba dispuesto a darle. — No lo suficiente.

Leo le pregunto en ese momento, recargándose en el mismo barandal en el cual estaba recargado Tygus, observando la descomunal altura que acababa de subir para verle. — ¿Qué querías decirme?

Tygus al escuchar su pregunta se sonrojo ligeramente y le entrego una caja de unos veinte centímetros de largo no muy profunda, la cual estaba cerrada con algo que parecía un listón.

Leo la recibió sorprendido y de un momento a otro abrió la caja, en donde había una daga envuelta en seda de color rojo, la daga era magnifica y podía ver por su filo que había sido utilizada en más de una ocasión.

En realidad podía ver que se trataba de un arma que fue utilizada en el campo de batalla, que seguramente se trataba de un trofeo de guerra, el cual Tygus le estaba entregando por alguna razón que no se atrevía a comprender.

No creía que Tygus fuera un felino que hiciera esa clase de regalos, mucho menos perdiera el habla como momentáneamente lo hizo, así que tal vez le estaba regalando esa daga como agradecimiento de la cena o porque comenzaba a significar algo para el capitán.

Tygus al ver que Leo observaba la daga con demasiada cautela le dijo, tratando de forzar su voz para que no mostrara ninguna clase de sentimiento, dándose cuenta que sus mejillas debían estar un poco sonrojadas. — ¿Te gusta?

Leo le pregunto sujetando el mango de la daga, blandiéndola en el aire como si estuviera probando el filo contra algún enemigo invisible. — ¿Cómo lo supiste?

Tygus se pasó una mano en el cabello respondiéndole, encogiéndose de hombros, era bien sabido que al comandante le gustaban las armas no convencionales y que las coleccionaba con la misma precisión que él cuidaba sus armas de fuego. — Todos saben que coleccionas armas de esta clase, supuse que era un buen pago por la cena.

Leo no necesitaba que le recompensaran por la cena que tuvieron, y no quería que Tygus creyera que tenía que hacer algo para compensarlo, por lo que pronuncio, colocando un beso en su mejilla. — No sabía que tuvieras un lado tan tierno capitán.

Tygus se quejo al escuchar esa respuesta diciéndole con rudeza, no le gustaba que creyeran que era débil. — Eso no lo pensó el soldado al que le arrebate esa daga.

Leo al escucharle le respondió riéndose por la brusquedad mostrada por el capitán, seguramente no podría decirle que era una de las acciones más amables que jamás había visto.

Tygus sonrió complacido al ver que Leo estaba encantado con la daga, su sonrisa, sus ojos iluminados por la emoción que sentía eran todo lo que necesitaba ver, ahora lo único que tenía que hacer era volver a su habitación para poder descansar dos días seguidos.

Leo al ver que comenzaba a retirarse guardo la daga en la caja que Tygus le regalo y rodeando su torso con sus brazos le dijo. — No te vayas.

Tygus casi inmediatamente se encogió, quejándose débilmente al sentir que Leo apretaba sin querer una de las profundas heridas que tenía como resultado de su largo combate con el antiguo dueño de esa daga.

Leo al escuchar el dolor en su voz y sentirlo en la forma en la cual se encogía le pregunto, notando que su uniforme no era el común, el cual mostraba su rango, sino uno mucho más sencillo, sin la coraza que lo cubría pero si con el cuello de piel para las bajas temperaturas. — ¿Estás bien?

Tygus asintió al principio, sin embargo, el largo viaje a esa plataforma y el abrazo de Leo lograron que algunas de las puntadas se abrieran provocando que algo de sangre comenzara a manchar la tela al nivel del costado.

Leo al verle toco la manchita de sangre diciéndole notando el filo de la daga, lo que Tygus había dicho acerca de haberse enfrentado al dueño de esas armas y el impresionante filo que tenían. — Tienes que ir a la enfermería.

Tygus pronuncio casi inmediatamente notando que algunas de las puntadas se habían abierto, sin prestarles importancia, esperando que el comandante no lo obligara a ir a la enfermería y perder así sus dos días libres. — Preferiría curarme en mi habitación, no son tan profundas, comandante.

Leo no estaba tan seguro, aun así, comprendía el deseo del capitán de alejarse de la enfermería, sabía que le dieron dos días de descanso, los cuales podrían perderse en una cama de hospital en la presencia de varios médicos.

El comandante no podía dejar de sonreír en la presencia de Tygus, quien al mismo tiempo parecía ser una persona completamente diferente en su presencia, mucho más abierta.

Leo llego a una conclusión un tanto descabellada, no le ordenaría ir a la enfermería pero eso no quería decir que las heridas de su capitán debían dejarse desatendidas por lo que le dijo. — Quiero verlas.

Tygus arqueo una ceja al mismo tiempo que sus labios se curvaban ligeramente. — ¿Qué se supone que lograra con esto comandante?

Leo no respondió su pregunta en vez de eso comenzó a desabrochar su uniforme quejándose al ver que Tygus volvía a utilizar su rango, uno que sabía se interpondría entre ellos. — ¿Otras vez me dices comandante?

Tygus permitió que Leo desabrochara su uniforme, estaba seguro que de otra forma el comandante no dejaría de insistir en revisar sus heridas o podría simplemente ordenarle como su superior visitar el ala medica, perdiendo el tiempo que tanto le costó ganar. — Ya te dije que mi nombre es Leo.

Leo se sonrojo casi inmediatamente al ver el pecho desnudo del capitán, pero recordándose que se suponía que quería revisar la herida que ya estaba sangrando en su costado se concentro en su tarea.

Ignorando todos los músculos bien marcados del pecho del tigre, no con mucho éxito, que le observaba con la misma mueca ligeramente burlona, casi como si lo estuviera retando a realizar otra acción más allá de verificar la gravedad de sus heridas.

Las rayas del cuerpo de Tygus eran delgadas y de color negro, su manto como todos los de su raza eran de color naranja y en su pecho se volvía de color blanco, su pelaje era suave contra sus dedos así como las pocas cicatrices que lo marcaban.

Leo busco la cicatriz de su costado, la que parecía ser profunda y tenía varios puntos que debían haber sido hechos en campaña, por un médico de guerra, cuyo trabajo parecía ser reciente.

La herida comenzaba en el estomago de Tygus y finalizaba en el costado, por debajo del brazo, dos puntos se habían abierto a la altura de las costillas, de los cuales manaba un poco de sangre que comenzaba a mojar el pelaje del tigre.

Tygus al ver que dos puntos se abrieron le indico sin preocuparse demasiado, no era la primera vez que sufría una herida como esa, tampoco sería la única, mucho menos teniendo en cuenta que su línea de trabajo lo mantenía fuera de la nave la mayor parte del tiempo y que probablemente moriría en las manos de un mejor guerrero. — Te lo dije, no es nada.

Leo también lo sabía, la poca sangre en el costado del tigre no era de preocupación, ambos habían tenido heridas peores y habían sobrevivido, por lo que le respondió con una idea descabellada formándose en su mente. — Sí, veo que no mientes.

Tygus al notar que Leo seguía recorriendo su costado con ambos manos, esta vez delineando cada uno de los músculos marcados de su cuerpo, las rayas y las cicatrices le dijo. — Aunque veo que todo eso fue una simple excusa para quitarme el uniforme, Leo.

El joven león le sonrió al escuchar ese comentario y lamio la sangre caliente que recorría lentamente el costado de Tygus, el tigre cerró los ojos sonriendo, quitándose las mangas de su uniforme.

Leo abandono el costado del capitán y lo beso con hambre, había pasado un largo mes desde la última vez que se vieron, cuando no le prestó atención al capitán que se despedía.

Por un momento al escuchar que Tygus había recibido daño creyó que no volvería a verlo y ahora que tenía a su duró tigre solo para él no desperdiciaría el poco tiempo que habían logrado comprar.

Su beso pronto se volvió en una lucha de lenguas, una pérdida de aliento y manos recorriendo el cuerpo del otro, buscando una forma de desprenderse de las molestas capas de tela que los cubrían.

Leo separándose un poco del tigre le susurro al oído, para esto tuvo que pararse de puntitas, lamiendo el lóbulo de la oreja de Tygus. — Ya sé como agradecerte mi regalo.

Tygus le respondió desabrochando el uniforme de Leo, no se pondría quisquilloso ni le haría notar que aquella solo era una excusa, tan buena como la suya, para poder pasar tiempo juntos. — Me gusta tu forma de pensar Leo.

Leo asintió riéndose entre dientes, nunca había conocido a nadie que no le gustara su forma de pensar hasta que se daban cuenta que no era una delicada criatura que permitiría que tuvieran toda la diversión.

En ese momento la mayor parte de sus amantes parecían desilusionados, porque esperaban que simplemente abriera las piernas y los dejara poseerlo, comportándose como una muñeca.

Tygus desabrocho los seguros de la ropa de Leo con rapidez y logro quitársela hasta que estuvo a la altura de sus caderas, en ese momento el león que había estado luchando con el por dominancia lo empujo contra el barandal diciéndole. — Es mi turno.

El tigre no se sorprendió al escucharle decir aquellas palabras y le respondió, empujándolo con la misma fuerza, sujetando las muñecas del león con ambas manos, teniendo un poco de trabajo para mantenerlo quieto. — No recuerdo haber llegado a ese acuerdo.

Leo no se molesto al escuchar esa respuesta, sabía que Tygus le dejaría tenerlo, sólo estaba haciéndolo difícil para como lo había dicho antes, fuera mucho más divertido, pero aun así intento liberar sus muñecas de las manos del tigre, que continuaba caminando en dirección del centro de la plataforma.

El comandante por fin logro soltar sus muñecas indicándole a su capitán, que le miraba con una sonrisa divertida en el rostro, como si hubiera planeado todo ese encuentro. — Una vez tú, otra vez yo, es lo justo.

Tygus lo empujo entonces provocando que cayera en una superficie que no estaba dura, en realidad, era suave y no tenía polvo, la cual había traído para que pudieran verse sin llamar la atención de los demás, no era común que el visitara cualquier clase de cuarto.  

Leo al ver en donde había caído se dio cuenta que era una colchoneta, uno de los objetos que una de las naves de caza tiene para el beneficio de los pilotos, por un momento no supo que hacia allí, pero al ver como Tygus se quitaba los pantalones y las botas con mucha prisa lo comprendió. — Eres un tigre tramposo.

Tygus gateo en su dirección sentándose en sus caderas, respondiéndole sujetándolo del cabello rojizo con fuerza, llevando su rostro a su cuello para después lamerlo, depositando una serie de besos en dirección de sus labios para después decirle en vez de besarlo como Leo esperaba. — Estoy seguro que la mayor parte de tus amantes esperan que te recuestes, habrás las piernas y no pelees.

Leo trago saliva y le respondió al tigre besando sus labios aun siendo fuertemente sujetado por la mano de Tygus, no sabía que un soldado tan estricto pudiera hablar de una manera tan sucia cuando se lo proponía.  — Pero tú no eres la mayor parte, yo lo sé.

Tygus respondiendo al beso del comandante libero un poco de la fuerza del cabello que sostenía, permitiendo que el hombre de menor edad cambiara sus posiciones, recostándolo de espaldas.

El capitán se relamió los labios cuando Leo abandono su boca para comenzar a desabrochar sus propios pantalones, estaba deseoso de liberarse de su uniforme, el cual repentinamente se había vuelto sumamente incomodo. — ¿Cómo sabes que te dejare hacerlo otra vez?

Su pregunta era solo para hacer rabiar al comandante, el color rojo de sus mejillas sonrojadas competía perfectamente con el de su cabello y resaltaba con el de sus ojos azules, tan hermosos como el espacio que rodeaba la nave. — Porque de lo contrario no me hubieras permitido hacerlo la primera vez que estuvimos juntos, además, confías en mí lo suficiente para bajar tus defensas Capitán Tygus.

El joven león tenia la razón, confiaba en él y le gustaba demasiado para que solo una ocasión hubiera sido suficiente, aquel día no supo que paso por su mente para dejar que Leo hiciera lo que deseaba con su cuerpo, la segunda vez pudo tener el cuerpo del joven león, en esta ocasión volvería a permitirle tener algo que jamás había entregado.

Ahora se daba cuenta que su decisión de alejarlo de su vida estaba perdida, en el momento en el que Leo quisiera verlo eso haría y ese descubrimiento provoco que se riera, llamando la atención de su amante que no creía que lamer su pecho fuera gracioso. — Estoy perdido.

Leo no supo porque había pronunciado aquellas palabras o tal vez sí por la sonrisa que se dibujo en sus labios, que alcanzo a esos expresivos ojos azules, que continuaron con su tarea.

Tygus cerró los ojos y llevo una mano a su rostro, preguntándose en donde se suponía que un joven como ese aprendía a realizar eso con su lengua, jadeando de vez en cuando, en el momento en que dicho león encajaba sus dientes en su piel dejando una ligera marca.

Leo no le daría tiempo para pensar su decisión de permitirle entrar un poco más en su vida, seguro que si lo hacia Tygus volvería a ignorarlo como lo hizo los días antes de la cena y creyó volvería a hacerlo después de esta.

Un largo mes sin ver al capitán había sido difícil de soportar, verlo sin que le dirigiera la palabra o que simplemente supiera que su tigre, porque tendría las marcas que lo probarían, lo rechazaba sería una pesadilla.

Nunca había sentido una química como esa con otra persona, era como si Tygus supiera exactamente que estaba pensando, que compartiera su deseo y sus necesidades, al principio pensó que podría ignorarle como el capitán lo ignoraba a él, poco después cuando seguía mostrando una abierta antipatía por su persona quiso saber porque, el atentado que sufrió era justo lo que necesitaba y se dio cuenta que Tygus no lo rechazaba a él en particular, era como la mayor parte de los tigres, un solitario empedernido.

Tygus lo trataba como a un guerrero, como a un igual y en público respetaba su rango hasta hacerle creer que se olvidaba que habían compartido el lecho dos veces, con esta tres, esperaba que en privado siguiera comportándose como lo hizo esa tarde, mostrándole una parte de su personalidad que estaba prohibida para los demás, que si podía decir algo jamás conocerían.

Ya tenía suficiente con los cadetes que le miraban como borreguitos impresionados por su fuerza y liderazgo, como para que además supieran que era mucho menos hosco de lo que pensaban, la única razón para que el capitán no tuviera docenas de personas lanzándose a sus brazos.

Leo sabía lo molesto que era esa situación y muchos de ellos se controlaban por el simple hecho de ser su comandante, de lo contrario, al ser un simple cadete no creía que tuviera ni un momento de paz en sus ratos libres.  

Tygus al ver que su león estaba distraído le pregunto lamiendo el cuello del menor tratando de llamar su atención, intentando cambiar posiciones otra vez sin mucho éxito. — ¿En quién piensas?

Leo le respondió al sentir sus muñecas a la altura de la cabeza, siendo sostenidas por las manos de Tygus, el que parecía repentinamente muy serio. — En ti capitán, estaba pensando en los muchos admiradores que tendrías si supieran que eres la mitad de insociable de lo que te ves.

Insociable, esa era nueva pensó el capitán de la guardia de Mum-Ra, era fácil que dijeran eso después de las muchas narices que había roto en su juventud, de otras tantas que había quebrado después de su accidente, pero como no hacerlo cuando la mayor parte de ellos le eran indiferentes o desagradables.

Tygus intento derribarlo nuevamente siendo detenido por el león, quien sujeto sus muñecas por encima de su cabeza diciéndole con una sonrisa abierta, sus ojos brillando con un millón de promesas silenciosas provocando que un agradable escalofrío recorriera la espalda del mayor. — Ya te dije que esta vez me toca a mí.

Leo no espero la respuesta de Tygus e inmediatamente comenzó a lamer el pecho del capitán, concentrándose en su pezón, el cual lamio y mordisqueo juguetonamente con las puntas de sus dientes, pellizcando el otro, recibiendo un gemido de placer como respuesta del mayor.

Tygus al ser liberado de las fuertes manos del comandante comenzó a recorrer los hombros del menor con sus manos, sintiendo como el joven león recorría su pecho en línea recta, deteniéndose en su ombligo en donde introdujo su lengua varias veces, imitando la danza más vieja del mundo de una manera completamente obscena.

El tigre cerró los ojos arqueando su espalda al sentir que Leo comenzaba a besar su vientre acariciando sus muslos, esquivando justo la parte de su anatomía que necesitaba más atención.

Tygus se recargo en sus codos para ver que Leo se sentaba junto a sus piernas diciéndole antes de lamer la planta de su pie. — No soy tan flojo, capitán.

El tigre no volvió a recostarse, en vez de eso observo como Leo lamia la planta de su pie a todo lo largo, introduciendo el dedo gordo de su pie en su boca, chupándolo como si se tratase de un caramelo especialmente sabroso, para después lamer el dedo que se encontraba a su lado recibiendo como respuesta un gemido del capitán que estiro su cuello cuando introdujo más de dos dedos en su boca, jugando con su lengua, danzando entre ellos.

Leo al ver que la respuesta de Tygus era la que deseaba abandono los dedos de su pie para continuar su camino en su tobillo, dirigiéndose a sus rodillas, deteniéndose en el interior de su muslo preguntándole. — ¿Te gusta?

Tygus no respondió a su pregunta, en vez de eso mordió las puntas de sus nudillos con fuerza cuando Leo repitió la misma clase de caricias con su otra pierna, deteniéndose justo antes de llegar a su erección, que clamaba por ser atendida.

Las manos de Leo lo habían desarmado cualquier clase de muralla que había creado a su alrededor, convirtiéndolo en un instrumento musical que podía tocar a su antojo, sus gemidos escapaban de sus labios sin pudor alguno, no deseaba silenciarse aunque hubiera podido.

Leo al ver que Tygus había dejado de silenciar sus placenteros gemidos por fin se acerco a su erección, la cual lamio tres veces antes de introducirla en su boca, escuchando que su tigre gemía con mayor fuerza.

Había pasado un mes, se recordó y separándose de la hombría del capitán le ofreció dos dedos, los cuales Tygus comenzó a lamer con dedicación, humedeciéndolos con su saliva, recorriéndolos con su lengua, chupándolos con fuerza.

Leo alejo su mano nuevamente e introdujo dos dedos en el cuerpo del capitán, justo en el pequeño agujero entre sus piernas para prepararlo para su hombría.

Tygus al sentir dos dedos del comandante dentro de su cuerpo pronuncio. — No soy tan delicado.

Leo le respondió introduciendo otro dedo, preguntándose como esperaba Tygus que olvidara que no era nada delicado, que se trataba de un guerrero, pero aun así que no deseaba tratarlo con rudeza. — Lo sé.

Tygus abrió un poco las piernas permitiendo que los dedos de Leo llegaran mucho más profundo dentro de su cuerpo, gimiendo un poco más fuerte cuando introdujo un cuarto dedo y después un quinto.

Leo introdujo un quinto dedo buscando la próstata del capitán, encontrándola cuando escucho que sus gemidos momentáneamente se habían convertido en pequeños gritos de placer.

Tygus al sentir que Leo casi estaba introduciendo toda su mano apretó la colchoneta debajo de su cuerpo, encajando sus uñas en la tela, destrozándola con la fuerza de sus manos.

Leo al mismo tiempo que preparaba el cuerpo de Tygus para recibirlo comenzó a chupar su sexo, provocando que sus gemidos fueran mayores, todo ese tiempo observando la expresión de profundo placer en el rostro del mayor.

Quien se quejo casi inmediatamente cuando se separo de su sexo así como de sus nalgas, diciendo relamiéndose los labios. — Si pudieras verte ahora mismo.

Tygus abrió los ojos ligeramente sonrojado respondiéndole jalándolo en su dirección, besando sus labios. — ¿Me gustaría lo que vería comandante?

Leo separándose del tigre respondió colocando sus piernas alrededor de su cadera. — Mucho.

Tygus estaba a punto de contestar esa aseveración cuando repentinamente arqueo su espalda, cerrando los ojos con fuerza, sintiendo la dulce intrusión del sexo de Leo de un solo movimiento en su cuerpo, olvidándose de la delicadeza que había mostrado hasta entonces.

El comandante ya no pudo mantener la tranquilidad por más tiempo y se introdujo de un solo movimiento en el cuerpo del tigre, escuchando como este gemía con mayor fuerza abandonando la colchoneta para encajar sus uñas en su espalda.

Leo comenzó a moverse con fuerza y rapidez, tratando de llegar cada vez más profundo, sintiendo las garras del capitán cortar su espalda, así como escuchando sus gemidos placenteros en su oído.

Como le gustaría ver la expresión en su rostro pensó por un momento y alejándose un poco se sentó en el suelo, cargando a Tygus por las rodillas, sentándolo en sus piernas haciendo que se miraran frente a frente.

El cambio de postura sorprendió a Tygus que le observo fijamente, su pupila dilata, sus mejillas pintadas de rojo, su oreja ligeramente baja, así como su espalda completamente arqueada, su pecho subiendo y bajando a la velocidad de sus embestidas.

Leo volvió a lamer su hombro, justo donde había estado hace un mes su mordida y sonriendo pícaramente volvió a morderlo con fuerza, escuchando como Tygus se quejaba al sentir sus dientes cortar su carne.

Tygus pensó por un momento que Leo quería dejarle una marca de por vida, pero al sentir que por fin encontraba el ángulo adecuado para rozar su próstata cerró los ojos, entregándose al placer que le hacía sentir el menor.

Leo al ver que por fin había encontrado la próstata de su capitán acelero sus movimientos, sosteniendo a Tygus de sus caderas, subiéndolo y bajándolo para que su cuerpo chocara contra su sexo.

Tygus se había convertido en una hermosa sinfonía de gemidos placenteros, su ojo estaba cerrado, su frente recargada en su hombro, su cuerpo cubierto de pequeñas gotas de sudor que resbalaban juguetonas por su piel, empapando su pelaje.

Dentro de poco alcanzarían su orgasmo, sus cuerpos se lo gritaban emocionados y ellos, obedeciéndoles derramaron su hombría al mismo tiempo, Tygus cubriendo el vientre y pecho del comandante con su semen, el comandante llenándolo con este, era una sensación extraña y caliente, como sus cuerpos que comenzaban a temblar por culpa del orgasmo.

Leo lo recostó en el suelo lamiendo la herida de su hombro, preguntándole a Tygus, quien se recostó boca abajo, con los brazos cruzados por debajo de su cabeza. — ¿Cuándo volveremos a vernos?

Tygus no se molesto en abrir los ojos, sabía que Leo estaba junto a él, su lengua era suficiente indicación de eso, al igual que sus manos que seguían acariciando su espalda, recorriendo las rayas delgadas que adornaban su cuerpo casi en su totalidad blanco. — No lo sé.

Leo beso la espalda del mayor y le dijo, seguro que encontraría una forma de volver a estar juntos, porque sabía que diariamente tendrían que verse, dándole más oportunidades para planear la siguiente reunión. — Veras que pronto… yo me asegurare de ello.

Tygus ya estaba mucho mas dormido que despierto cuando escucho que Leo le decía, acomodándose a su lado, recargándose en su espalda. — No nos separaran.

Preguntándose a que se refería con eso, sin embargo, creyendo que tal vez era un producto de su imaginación se limito a dormir a lado de Leo, quien poco después lo siguió en la tierra de los sueños.


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