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Encuentros fortuitos. por Seiken

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Encuentros fortuitos

Capitulo 3.

 Tygus había llegado por fin después de una larga misión que no tuvo demasiados frutos, le había ordenado a Bengalí y a Ocelote, sus dos compañeros de armas, que se retiraran ya que el entregaría el informe a Lord Mum-Ra cuando terminara de reparar su nave de caza.

Un trabajo que muchos consideraban inútil, pero que él encontraba placentero y relajante, ese hangar estaba desocupado actualmente y creía que todavía tenía varias horas libres antes de tener que presentarse ante Lord Mum-Ra.

Lo peor de tener que servirle directamente a la criatura ancestral era entregarle la información en persona, así como recibirla, últimamente el interés que mostraba en sus logros le hacía sentir nervioso.

Debían ser sus ojos rojos, como de pesadilla, o tal vez la forma en la cual pronunciaba su nombre.

Tygus sacudió la cabeza, estaba cansado, arto de seguir sirviéndole a esa criatura, lo único que deseaba era poder retirarse, ya no servir en ese ejército, tal vez encontrar un lugar seguro en donde poder criar una familia.

Pero esas eran las ideas de un demente, la única forma de liberarse de la servidumbre bajo el régimen de Lord Mum-Ra era perder la vida y Tygus aunque deseaba ser libre no creía que morir era una mejor opción.

A veces Leo le recordaba demasiado a su primer instructor, tenía la misma sonrisa, el mismo fuego interior, casi como si hubiera sido forjado en las llamas o en el reactor que sostenía de energía esa ancestral nave, aunque comenzaba a sentirla como si fuera una tumba.

¿Leo? Ya lo extrañaba y no habían pasado ni siquiera seis meses desde la última vez que se encontraron, aquella vez no hablaron mucho, en realidad nunca hablaban, era como si durmiera con un extraño.

Un extraño que lo hacía sentir vivo, al que le había permitido tenerlo de maneras en las cuales nunca lo había hecho en el pasado, era como si estuvieran destinados a estar juntos, toda una locura tomando en cuenta que no creía en el destino.

Tygus estaba demasiado distraído, demasiado ocupado en reparar su nave, seguro de que nadie estaba en ese hangar como para notar una silueta escurriéndose entre las sombras, moviéndose con gracia y sigilo.

Sus ojos brillaban de color azul en la oscuridad y la sonrisa que se dibujaba en sus labios era la de una persona que piensa que su meta esta próxima.

Tygus escucho el sonido proveniente a sus espaldas y volteo sin encontrar nada, por un momento pensó en utilizar la maquina en su ojo, la visión infrarroja, pero no lo hizo y prosiguió con las reparaciones de su nave de caza.

El intruso no suspiro, ni siquiera se atrevió a pronunciar ese sonido, ya que si quería sorprender al capitán tenía que actuar como si esa emboscada fuera seria, de lo contrario su amante lo habría localizado en el primer momento en el que puso un solo pie en ese hangar.

Tygus cerró el motor de la nave de caza, aun tenía esa extraña sensación de que lo estaban observando y con mucho cuidado, sin que fuera visto comenzó a llevar su mano en dirección de su cinturón en donde tenía su arma enfundada.

Leo noto el movimiento de Tygus y se escondió detrás de varias cajas, observando fijamente al tigre que comenzaba a buscar al intruso en ese hangar.

Si Tygus decidía utilizar la visión nocturna estaba acabado, lo encontraría y su sorpresa se estropearía por lo que intento acercarse al capitán caminando en su dirección lentamente tratando de moverse con tanto sigilo como pudiera.

Tygus al no encontrar a nadie prendió el dispositivo de visión nocturna en un último intento por encontrar al intruso, comenzando a relajarse al creer que estaba solo.

Leo se dio cuenta que era en ese momento o nunca y saltando en dirección de su amante trato de rodear su cintura con sus brazos, siendo recibido por un codo en su rostro así como el frío cañón de un arma en su sien.  

El joven león cayó al suelo de rodillas aturdido, sosteniendo su nariz al mismo tiempo que escuchaba como Tygus le decía sorprendido apartando el arma de su cabeza. — ¿Leo?

Leo se rió limpiando un poco de sangre que comenzaba a brotar de su nariz respondiéndole. — Quería sorprenderte, pero veo que tú eres el que me sorprendió a mí.

Tygus se agacho para ayudarle a levantarse, ofreciéndole su mano al mismo tiempo que le decía, reprendiendo su osadía, podría haberle disparado de no reconocerle a tiempo. — ¿Estás loco?  

El comandante no recibió mucho daño e ignorando la molestia de Tygus le pregunto observando la nave de caza del tigre, la que parecía ser un poco diferente a las demás. — ¿Desde cuándo reparas tu mismo tu nave de caza?

Tygus le respondió cruzando sus brazos delante de su pecho, comprendiendo que Leo estaba tratando de ignorar su pregunta y su molestia, aunque era divertida la idea que tuvo el comandante al querer sorprenderlo en su propio territorio. — Cuando los daños son menores puedo repararla yo mismo, además, no me gusta que los demás toquen mi medio de transporte.

Ese hangar estaba solo, había desconectado las cámaras de seguridad de manera manual, lo que significaba que un grupo de técnicos tendrían que bajar y reparar el cableado y eso no ocurriría en las próximas dos horas.

El tigre volvió a recordarle su desquiciado plan para sorprenderlo, pronunciando cerca de su oído. — Pude haberte matado… Leo.

Leo asintió diciéndole con una sonrisa en sus labios, su brillante plan para sorprender a Tygus cuando regresara de su misión no había resultado como esperaba, sin embargo, aun podían continuar con él. — No te he visto en seis meses… ¿Qué puedo decir? Te extrañaba.

El tigre creía entender la clase de idea que se formaba en la mente de Leo y ayudándole a terminar de realizarla beso sus labios empujándolo contra su nave diciéndole, cuando se separaron para respirar. — Tienes una mente muy perversa comandante.

Leo se relamió los labios y no quiso fingir inocencia, deseaba a este hombre tanto como el primer día que volvió a encontrarlo, rodeando el cuello del capitán con sus brazos le respondió. — Me atrevería a decir que los dos somos iguales.

Tygus volvió a besar a su comandante, comenzaba a volverse adicto a esos labios y a esa mirada de penetrante azul, nunca había conocido a nadie como él, nadie jamás lo hizo sentir tan vivo. — Ya sabes lo que dicen sobre los iguales.

Leo asintió, respondiendo al beso de Tygus con la misma pasión con la cual el tigre lo besaba, lo necesitaba, lo extrañaba demasiado y lo único que habían hecho era dormir juntos. — Quien haya dicho eso es sumamente sabio.

Tygus lamio su cuello, lo poco que dejaba descubierto su uniforme preguntando con diversión. — ¿Tu lo crees así?

Leo volvió a asentir buscando los seguros de la armadura blindada de su capitán, quien le informo entonces, logrando que su cielo privado se desvaneciera momentáneamente. — Pero me temo que hay demasiadas cámaras y nos pueden ver.

Tygus escucho que su armadura caía al suelo, Leo no había escuchado su advertencia por lo que podía notar, por lo que le repitió alejándose apenas unos pasos. — No quiero que nos vean, Leo… tú lo sabes.

Leo suspiro, no le importaba que los vieran, en si esperaba que los descubrieran para que todos supieran que Tygus era su amante, no obstante, debía respetar los deseos de su tigre por lo que le informo. — Las cámaras de seguridad están descompuestas, uno de mis atributos especiales y los técnicos no vendrán sino hasta dentro de dos horas.

Así que lo tenía todo planeado se dijo en silencio el capitán, notando no por primera vez la hermosamente maquinadora mente de su amante, a quien le dijo apretando algunos botones de la máquina de su rostro para poder apagarla, dejándola en estado de reposo como cuando dormía. — Siendo así no creo que debamos perder tiempo, Leo.

Leo asintió, no quería perder más tiempo, no cuando Tygus estaba dispuesto a arriesgarse a ser descubiertos en ese hangar, no creía que en algún otro momento bajaría sus defensas de aquella forma.

Tygus se preguntaba a si mismo que estaba haciendo, porque se permitía bajar la guardia junto a este león y como desde la primera vez que estuvieron juntos no le preocupaba ser traicionado, porque creía que Leo jamás sería capaz de hacer algo como eso, no a él.

Tal vez eran esos ojos de color azul, el amor reflejado en sus facciones delicadas, sus pensamientos que eran reflejados cada uno en su rostro, casi como si portara su corazón a simple vista.

Una imagen muy diferente a la que creyó ver ese primer día que Lord Mum-Ra decidió darle el puesto que por derecho, o eso pensaba en ese momento, debió ser suyo.

Ese día enfrente de su amo Leo parecía distante, su rostro era firme y no permitía que ningún sentimiento fuera reflejado en sus hermosas facciones, su cabello rojo enmarcando su rostro de ojos azules e impenetrables hacían que se viera como una persona completamente diferente al cachorro que rescato del motín.

Leo se preguntaba porque Tygus parecía repentinamente muy distante, en que pensaba cuando su atención tenía que estar enfocada en su persona, de pronto el tigre le dijo acariciando su mejilla. — Eres diferente.

Aquello debía ser bueno porque inmediatamente Tygus beso los labios de Leo rodeando su cintura con ambos brazos, tratando de sentir el calor de su cuerpo, recargando su frente en su hombro. — Te extrañe mucho.

Leo sonrió al escucharle decir aquellas palabras, para Tygus eran casi el equivalente a una declaración de amor y besando los labios blancos de su tigre comenzó a bajar el cierre de su uniforme.

Tygus escucho que Leo comenzaba a desabrochar su uniforme y alejándose un poco intento quitárselo con mayor rapidez, siendo rodeado por los brazos de Leo, quien le dijo besando su cuello por la espalda. — Permíteme.

Leo prosiguió sus caricias lamiendo la piel que había cicatrizado en su hombro, en donde seis meses antes lo mordió con tanta fuerza que le dejo una marca que era bastante visible y que no podía confundirse con las heridas comunes que un soldado recibía en el campo de batalla.  

El león instintivamente volvió a morder la marca que le había dejado a Tygus en su piel, hincando sus dientes con fuerza para volver a abrir la herida que ya había curado, provocando que su tigre se agachara un poco recargándose en una de las paredes del hangar pronunciando un gemido apagado.

Repentinamente escucho el sonido de su comunicador cuando se prendía, agradeciendo que le estaba dando la espalda a Leo respondió con lo que pensó era su voz neutra, la que parecía un tanto más grave de lo normal. — Aquí Tygus.

Leo lamio la espalda de Tygus provocando que su tigre se mordiera el labio para silenciar cualquier clase de sonido proveniente de sus labios, recibiendo las ordenes de buscar a un grupo de lagartos que se había rebelado y tomado a la Jefe de seguridad Panthera como rehén.

Al finalizar la comunicación le informo a Leo alejándose del comandante, subiendo el cierre de su overol para después colocarse su armadura blindada, por mucho que le gustaría pasar tiempo en compañía del león tenía órdenes que debía cumplir. — Hubo otro motín, esta vez en el área de los lagartos, tomaron al jefe de seguridad como rehén y se escondieron en los túneles del interior de la nave.

Leo maldijo en voz alta, sorprendiendo a Tygus, quien le miro de reojo recargando su arma y revisando los mapas de los túneles que tendría transitar para llegar al área en donde se habían atrincherado los lagartos.

Bengalí le había dicho que estaba organizando un grupo de rescate, que lo tendría en unos sesenta minutos, los que eran demasiados tomando en cuenta la cantidad de felinos que habían sido apresados por los quince lagartos fugitivos.

Si no llegaban pronto los cinco soldados y el jefe de seguridad perecerían, ya fuera por un movimiento en falso de los felinos o por el nerviosismo de los lagartos, que sabían que su fallido intento de rebelión estaba muerto.

Leo al ver que Tygus se preparaba para marchar le ordeno. — Iré contigo.

Tygus le respondió sin darse cuenta que en ese momento estaba actuando como su comandante y que por lo tanto debía obedecer sus órdenes. — Yo puedo ir solo, puedo adelantarme e intentar abrir los seguros de las puertas que se quedaron atascadas para que las fuerzas de choque contra motines entren en el área, de lo contrario se tardaran al menos una hora en abrir las puertas y los felinos morirán.

Leo le respondió caminando en su dirección, consiente que necesitaba un arma y que Tygus estaba ignorando que se trataba de su superior. — ¿Estas desobedeciendo una orden directa?

Tygus le observo momentáneamente y al darse cuenta que hablaba en serio le dijo. — Con todo respeto, no tiene armas y yo tengo más experiencia en este campo Comandante.

Leo al escucharlo le dijo sopesando las posibilidades que un solo felino tenía para llegar a abrir las dos puertas que separaban los lagartos de los rehenes, y las mismas posibilidades que él tenía para convencerlos de entregarse antes de que llegaran las fuerzas de choque. — Tu solo no podrás lograrlo Tygus, lo sabes bien.

Tygus negó aquello con un movimiento de la cabeza, sabía que podía lograrlo, tenía fe en sus habilidades y le respondió al testarudo león que parecía querer realizar trabajo de campo en vez de regresar a la seguridad del cuarto de control desde donde podría liderar el rescate o en todo caso mantenerse informado. — He realizado golpes con menores posibilidades de triunfo, no sabes que es lo que he visto y que es lo que he logrado Leo, sé que quieres protegerme, pero no voy a dejar que arriesgues tu vida de una forma tan tonta como esa.

Leo asintió, no dejaría que Tygus fuera solo a esa misión suicida que el mismo se había impuesto, estaba seguro que un grupo de choque estaba siendo organizado, que dentro de poco llegarían a las puertas, que se tardarían aproximadamente treinta minutos en derribarlas y que las ordenes del tigre no eran adelantarse.

El único que podía darle ordenes era Lord Mum-Ra y la criatura ancestral jamás se había molestado en rescatar a los rebeldes, sólo en eliminar la disidencia, aun cortando el suministro de aire en esa zona. — No puedo dejarte ir solo, no solamente porque seas mi amante sino porque eres mi capitán más valioso, mi más preciado compañero de armas y si dejo que hagas esta locura no solamente tú puedes morir, también Panthera y los rehenes que tan desesperadamente intentas salvar.

El tigre guardo silencio momentáneamente esperando escuchar que más tenía Leo que decirle, cuando su comandante se dio cuenta que le permitiría continuar le pidió. — Dame unos diez minutos, eso es lo único que te pido Tygus, si no llego aquí en ese lapso de tiempo puedes ir tu solo.

Tygus estaba a punto de reprocharle el tiempo que desperdiciaría, pero aun así podrían restarle por lo menos treinta minutos a la espera de esos felinos, podrían abrir las puertas.

Tal vez ni siquiera se necesitaría que las fuerzas de choque ingresaran con los rehenes y sus captores, podrían salvar la vida de los felinos así como la de algunos reptiles. — Esta bien Leo, espero que no te tardes.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Leo cumplió su palabra, tardo menos tiempo del solicitado pero no traía el arma que esperaba ver sino una espada de color azul, la cual al verla pronuncio demasiado sorprendido. — ¿Qué es eso?

El comandante le sonrió respondiéndole blandiendo la espada en el aire, cortando una de las cajas de metal con el asombroso filo y dureza de esa hermosa hoja de color azul. — Una espada, la encontré en uno de los planetas que invadimos hace cinco años.

Tygus estaba sorprendido, demasiado en realidad, no conocía nada de la carrera de su amante, solo que fue condecorado con ese honor y que cada uno de los aspirantes creía que era demasiado joven. — No solamente tú, Tygus, has salido de esta tumba.

Tygus debía admitir que nunca pensó que Leo había salido de esa vieja nave, ahora se daba cuenta que tal vez tenían mucho de qué hablar, si querían tener un futuro debían poder compartir un pasado, tener un pasado que conocieran ambos. — Estas lleno de sorpresas Leo.

Leo podría decir lo mismo de Tygus, no habían tenido tiempo para hablar, compartir sus planes para el futuro, no cuando lo que hacían al verse era entregarse al deseo mutuo que sentían quemarlos por dentro, el fuego de la lujuria y la pasión. — Tú también estas lleno de sorpresas, así que la próxima vez te invitare a desayunar o por lo menos habrá que compartir la cama después del orgasmo, he escuchado que es sumamente agradable dormitar con la persona que amas en tu cama.

Tygus se limito a sonreírle pronunciando. — Tú no pierdes el tiempo.

Leo le insistió recargando la espalda de su espada en su hombro. — No, contigo jamás.

Tygus en vez de responderle a Leo lo que pensaba de sus extraños cumplidos prefirió seguir adelante, debían apresurarse si querían evitar una masacre, los demás animales no le importaban, pero los guardias eran todos inexpertos y si no hacían algo pronto morirían.

Para ser su raza favorita Lord Mum-Ra disponía de sus vidas con tanta facilidad como con los demás animales, o tal vez con más facilidad, ellos eran desechables, simples marionetas de las que podía disponer a su antojo.

Lord Mum-Ra no apreciaba sus vidas, los demás animales les odiaban por ser los carceleros de esa nave, estaban en una condición precaria, esa fue una de las últimas lecciones que tuvo bajo el padre de Leo, no confiar en esa criatura que se decía su amo.
Flash Back.

Claudius era un león de melena rojiza, su rostro varonil estaba cubierto con el pelirrojo cabello, sus ojos eran azules y tenía varias marcas en sus brazos y en su rostro, su uniforme era de color azul marino con el escudo de la armada de Lord Mum-Ra en el pecho y en el costado.

Sus ojos estaban posados en el cuarto de entrenamiento, Tygus estaba a su lado, observando a los demás cachorros intentar realizar movimientos que el mismo ya sabía.

Tygus comprendía que sus habilidades eran extraordinarias, el mismo Lord Mum-Ra se lo había dicho, aunque parecía que eso no le gusto a su maestro, quien desde ese momento parecía molesto, demasiado distante.

El tigre de poco menos de doce años de edad tenía miedo de preguntarle cual era la razón de su molestia, tal vez había hecho algo que se ganara su enojo.

Claudius le pregunto al ver que los guardias y otros instructores estaban ocupados, demasiado distraídos para prestarle atención. — ¿Qué crees que significan estos cachorros para Lord Mum-Ra Tygus?

Tygus trato de encontrar una respuesta, cientos de niños practicaban siendo vigilados por instructores sin rostro, no se mentiría diciéndose que significaban algo para su amo, como podrían hacerlo si eran demasiados para poder distinguirlos. — No lo sé.

Su alumno todavía no lo sabía, pero dentro de poco Claudius ya no lo entrenaría más, su educación pasaría a las manos del comandante de las fuerzas especiales, un hombre duro y malvado, un tigre marcado por las heridas de guerra, cuya mueca de disgusto hacia que siempre pareciera molesto. — ¿No lo sabes Tygus? ¿Estás hablando en serio?

Tygus se mordió el labio y le respondió a su maestro, casi en un susurro. — Nada.

Claudius al escuchar esa palabra pronuncio con los brazos detrás de la espalda, mirándolo fijamente con una expresión neutra. — ¿Qué dijiste?

Tygus respondió tratando de parecer firme, serio y distante, fallando rotundamente, aun era un niño, estaba asustado de tener la razón. — No significamos nada.

Claudius asintió y poco después colocando sus manos en sus hombros le dijo. — Lord Mum-Ra ha construido su imperio con la sangre de sus soldados, nuestra sangre es aquello que le da vida y la sostiene en pie, pero algún día estaremos cansados de servirle, de dar nuestra vida en su nombre, ese día se acerca y en ese momento cada uno de sus habitantes tendrá que elegir el lugar en donde querrá estar.

Tygus escucho cada una de esas palabras con cuidado, nunca antes había visto semejante valor ni coraje en una voz, esa mirada parecía estar enfocada en algo que Tygus no podía ver, era algo intangible, tal vez lo que muchos llamarían el futuro. — Sí querrá ser un esclavo por siempre o querrá levantarse siendo el dueño de su propio destino, convirtiéndose en un felino libre.

Flash Back.

Esa fue la última vez que vio a Claudius, apartaron al león para colocar un segundo instructor, este era un tigre de bengala cuyo nombre era Tigris, era el capitán de las fuerzas especiales, quien ostentaba hasta antes de su muerte en combate el puesto que había obtenido.

Tygus no se molestaba en fantasear con un futuro, no hasta que Leo decidió inmiscuirse en su vida, porque sabía que su destino ya estaba escrito, moriría en acción, dando su vida por una criatura inmortal que los veía como simples marionetas.

Objetos sin vida ni futuro, desechables, aun sus maquinas valían más que su raza favorita.

El túnel era oscuro, estaba oxidado y cubierto de polvo, lo único que podían escuchar era el sonido del aire de las rendijas de ventilación, el que solamente recorría las tuberías de la nave porque Lord Mum-Ra aun no sabía que los rebeldes habían llegado demasiado lejos.

Aun tenían tiempo, se dijo en voz baja, escuchando como Leo caminaba a sus espaldas, los dos enfocando sus ojos con pupilas alargadas en las sombras, agradeciendo como nunca antes su habilidad innata para ver en la oscuridad.

Tygus se detuvo enfrente de una de las ventilas y le dijo a Leo, buscando la forma en la cual podría abrir la ventila para entrar en los ductos de ventilación, en el cual a juzgar por el tamaño de estos podían avanzar a gatas. — Cuando lleguemos a la intersección necesitare que te quedes atrás por un momento y después cuando te dé la orden salgas.

Leo le pregunto siguiéndolo en el interior del túnel de ventilación que era mucho más oscuro todavía, el que solamente tenía una entrada a dos cientos metros del punto donde se suponía se habían atrincherado los rebeldes. — ¿Por qué crees que voy a quedarme atrás para que tu tengas toda la diversión?

Tygus no se detuvo para responder a la pregunta de Leo, observando en todo ese momento el mapa de los ductos de ventilación, revisando al mismo tiempo el avance de Bengalí, que parecía demasiado lento. — Porque yo tengo camuflaje y tu no, primero veré en donde están las consolas y cuantos lagartos las están cuidando, una vez obtenga esa información los dos entraremos.

Leo no estaba tan seguro de eso, sin embargo, acepto el plan de Tygus, preguntándole poco después cuando un pequeño engrane en su cabeza se movió ligeramente haciéndolo imaginar  un mal uso para esa técnica que parecía solo los tigres tenían. — ¿Puedes volverte invisible en cualquier parte?

Tygus le respondió casi inmediatamente deteniéndose, observando lo que parecía ser unas escaleras tipo marinero. — Parece que ahora tenemos que subir.

Leo comenzó a recordar los mapas que había observado con Panthera, los seis soldados que habían sido capturados debían ser los felinos que le dijo que estaban de su lado, en realidad lo que estaba ocurriendo era una asamblea, la cual sería interrumpida por su amante.

El único que corría peligro realmente, y siguiendo a Tygus le pregunto. — ¿Estás seguro de adónde vamos Tygus?

Tygus se detuvo en lo que parecía ser una compuerta bastante grande, quien fuera que diseño esa nave era un demente que busco crear una mescla entre un laberinto y una tumba, o tal vez, era una tumba que podía moverse. — Según creo ellos están detrás de esta compuerta.

No lo sabía, pero estaba seguro que de poder diseñar unas instalaciones militares no le pondría tantos ductos inservibles, ni vueltas y recovecos inalcanzables. — Eso dice el mapa.

Leo sabia que se encontrarían detrás de esa compuerta, pero que como estaba sellada al abrirla inmediatamente recibirían una respuesta hostil, a menos que pudiera comunicarse con Panthera, ella podría convencer a los lagartos de no disparar.

Tygus le dio la señal a Leo para que se quedara atrás e inmediatamente utilizo el camuflaje, presiono los botones que sabía abrían las puertas de todas las celdas y compuertas de la nave, así como era una clave que le daba acceso a la computadora central.

Información que obtuvo el día que dejo de obedecer las órdenes de Leo para servirle directamente a Lord Mum-Ra, según sus palabras necesitaba de alguien en quien poder confiar, quien pudiera detener una rebelión llegado el momento y para eso necesitaba conocer la clave maestra de esa nave.

La compuerta se abrió y Tygus pudo ver un cuarto oscuro en donde pudo percibir dos puertas que parecían cerradas, enfrente de las puertas había dos lagartos dormidos, sosteniendo lo que parecía ser las armas de los gatos que detuvieron.

Tygus ingreso con lentitud y golpeo la nuca del primer lagarto y después la del segundo, dejándolos inconscientes, los paneles de control brillaban, del otro lado podía ver a los gatos en el centro de la habitación, Panthera hablaba con un lagarto de tamaño descomunal.

Sí sabía algo de los lagartos, estos solamente se movían si un líder los guiaba, la mayor parte de ellos eran cobardes y demasiado lentos en el interior de la nave, casi como si estuvieran encadenados al calor.

Su lentitud característica se debía a la sangre fría que recorría sus venas, haciéndolos débiles y lentos, mucho más lentos que cualquier otra criatura que Tygus jamás había visto.

Aun más en el interior de la nave, en donde no había ninguna clase de calefacción y podían ver el vaho saliendo de sus bocas cada vez que respiraban.

Tygus se acerco a los cristales tratando de leer los labios del lagarto descomunal, no estaba furioso ni siquiera molesto, Panthera al igual que esa lagartija parecía estar a salvo, como si se tratasen de camaradas en vez de secuestrados y secuestradores.

De pronto la puerta de su derecha se abrió, acababa de entrar uno de los lagartos que custodiaban ese cuarto y al ver a dos de los suyos inconscientes grito llamando a los demás.

Alertando a cada uno de los presentes en ese cuarto.


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