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Preguntas al aire… por minima

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Notas del capitulo:

Hace poco fue mi cumple yea... realmente no hago nada grandioso en mi cumple, y me hace sentir vieja, oh bueno...

 

a continuacion...

Ideas vagas de posibles historias que posiblemente haga con los personajes de Como entrenar a tú dragón… pero para eso tengo que terminar algunas de las anteriores historias que ya tengo, y comer chocolate, mucho...
La escuela puede ser un campo de batalla, los adultos pueden decir que solo son cosas de niños, pero sobrevivir en este lugar podía ser una verdadera guerra, tal vez es que con la adultez viene el olvido, o la diferencia de los años de escuela y la edad en que los hijos van a ella es muy grande.

Lo cierto es que quizás en la escuela se viven los mejores años de la vida, así como también quizás también se viven los peores.

Entre la docena, o centenares de historias que se viven en los dichosos centros educacionales, hay algunas muy populares, típicas y que nunca pueden faltar, las de amor, pero no cualquier amor, amor adolecente, dichoso amor podría decirse que es uno de los mas intensos, por ser el primero o por que se vive en la edad de la punzada, lo cierto es, que las hormonas, los sentimientos, y las primeras experiencias se viven con una intensidad irrepetible, alcanzando clímax inimaginables y que aun son recordador en la adultez con cierta nostalgia y añoracion.

Algunas experiencias vacías, otras muy significativas, en fin, de todo puedes encontrar en la escuela, ya que prácticamente ahí vives casi dos terceras partes de tu juventud y quizás vida.

Esta es solo una de las tantas historias que se pueden vivir.

Y todo comienza, con el comienzo, en este caso, en el primer día de escuela.

Primer día de escuela, si, el tan ansiado, temido, aborrecido, odiado, y hasta maldecido primer día de escuela, porque siendo sinceros, a casi ningún adolecente le gusta este día, si, significa que estas a un grado más para acabar tus estudios, si, significa que podrás ver de nuevo a tus amigos, si, también podrás hacer nuevas amistades y hacer muchas nuevas cosas, pero eso también equivale a tediosas y complicadas clases, muchas de ellas nuevas e insufribles, y a veces, maestros que parecen que la única cosa que los motiva a su profesión es torturar la mente de los jóvenes estudiantes a niveles insospechados e incrementar su odio al personal docente.
Esas y otras cosas más puedes encontrar en las escuelas, en este caso, en la preparatoria, más específicos, la preparatoria de Berk, no muy original el nombre si tomamos en cuenta que toma el nombre de la pequeña ciudad en que radica, casi un pueblo.

Siendo el primer dia de clases, alumnos de todos los grados ya se encontraban amontonados en la entrada y los alrededores, como en las áreas verdes que rodeaban el instituto, las canchas o incluso el estacionamiento donde maestros y algunos alumnos colocaban sus vehículos.

Algunos veian caras conocidas, otros se concentraban en las nuevas, un chico no hacia ni lo uno ni lo otro, pasando de largo a los alimnos y entrando de una buena vez al instituto aunque aun faltaban unos quince minutos....






-Le dicen Thoothless-

-¿Por qué?-

-Por que desde que entro a esta escuela, o incluso antes, quien lo enfrenta, siempre termina minimo con un diente roto o perdiendo uno o varios con sus propios puños-

-Gulp- nueva nota mental, nunca hacer enojar a ese tipo -¿acaso te sabes todos los sobrenombres de los brabucones?-

-No, en realidad se me sus nombres, sobrenombres y horarios, es bueno saberlo para saber como evitarlos-

-Creo que en eso tienes razón, aunque me sorprende que sepas todo eso desde el primer dia de clase-

-Muchos de ellos fueron a nuestra secundaria por lo que solo fue cuestión de preguntar, aunque otros fue un poco más dificil, ¡incluso hay quienes ya tienen historial criminal!, si crees que hacer enojar a uno de esos es peligroso, imagínate toparte con él peor-

-¿Hay peores?-

-Si… uno le gana a todos esos, incluso sé que le tienen cierto respeto… por no decir miedo, incluso se rumora que tiene comprados a algunos maestros, o que algunos le temen, jamas quisiera torparme en su camino-

-¿Es tan malo como se escucha?-

-Peor, .....


+++++

ALFA/BETA/OMEGA universe

Cuando Stoick supo que su Valhallarama estaba embarazada no tenía la menor duda que su primogénito sería un alfa como él y su padre antes que él, y así hasta remontarse hasta el primero de su clan, el legendario Hiccup Horrendous Haddock, extraordinario guerrero y líder de su aldea en su tiempo, así como un magnifico cazador de dragones cuyas hazañas aún se recordaban en las canciones cantadas de generación en generación en su aldea.

Ya se podía imaginar a un niño saludable y fuerte, un niño que en algún futuro se convertiría en todo un ejemplar de alfa que pondría en alto su nombre como todos sus antepasados antes que este.

Por lo que su reacción cuando nació su primogénito cuando la curandera le entrego envuelto entre telas a su muy pequeño hijo que cabía perfectamente entre sus manos fue una combinación de alegría y confusión, no sabía de alfas nacidos tan pequeños, el bebé entre sus manos no mostraba ninguna característica de un potencial alfa y futuro líder de su aldea, aunque apenas era un bebé por lo que debía recordarse, oh, pero su confusión cambio a absoluta sorpresa cuando muy alegre y campante la anciana curandera que había asistido en el parto lo felicito por tener un hermoso y saludable bebé OMEGA.

No, definitivamente esa anciana ya estaba senil, ya nadie de la aldea estaba de por si seguro cuantos años tenía esa mujer, algunos aseguraban que ya tenía más de 120 años aunque bien podrían ser puras exageraciones, ya que esa mujer para la mayoría de ellos siempre había sido una anciana, así que esa mujer definitivamente se estaba equivocando, su hijo no era ningún omega, es más, en su familia siempre había habido alfas, o betas, pero nunca omegas, y su amada Valhallarama venia de un clan de valientes, fuertes y saludables betas, casi ningún omega, por lo que era imposible.

La pequeña bola rosada con pelusita castaño claro en su coronilla se empezó a remover con inquietud cuando percibió la molestia de su padre y empezó a gimotear y llorar cuando se sintió incomodo sacando de sus cavilaciones a Stoick quien no se creía las palabras de la anciana curandera.

Pues sí, era pequeño, delicado y frágil, y con su aroma de bebé recién nacido irradiaba cierto toque dulce inconfundible, y ya no lo podía negar, ya que el mismo como líder de la aldea había asistido a la presentación de docenas de bebés a la aldea, y entre estos había estado de cerca de varios pequeños omegas, y ese aroma delicado e inconfundible era clara característica de estos.

Por medio segundo sus fuerzas flaquearon y casi se deja caerse y a la vez deja caer al pequeño Hiccup, como había decidió nombrar a su primogénito en honor a su antepasado, por no ser por los sorprendentes reflejos de la anciana, muy rápidos a pesar de su edad, quien le había quitado al pequeño antes de que cualquier tragedia hubiera ocurrido.

Así que su hijo era un omega.

Después de tener que hacerse a la idea y enfrentarse a los iracundos regaños de su mujer por su descuido con su hijo al casi dejarlo caer, su Val a pesar de ser una beta su fuerza y carácter podrían amedrentar a más de un alfa, él incluido, tuvo que aprender a criar a un pequeño omega.

No odiaba a los omegas ni tenía nada en contra de estos, todo el mundo sabía que si querían hijos saludables y fuertes no había mejor opción que ellos, eran hombres y mujeres todos con singular belleza y encanto, el regalo de su fertilidad era un obsequio de los mismos dioses, según contaban las leyendas de su tierra los Vanir dieron origen a estos seres al mezclarse con los seres mortales de la Tierra, mientras que las características de alfas y betas habían sido heredadas cuando la estirpe de los Asier se mezclaron también con los seres mortales.

Pero tener un hijo omega no era algo que hubiera esperado o tan siquiera imaginado, como ya había dicho antes las posibilidades eran tan pequeñas, minúsculas, y ahora tenía que aprender a criar a su pequeño omega, y hacerse a la idea que hijo no pudiera hacer cualquiera de las proezas que se hubiera imaginado que haría al ser un alfa o al menos un beta.

Se sentía tan fuera de su elemento cuando trataba con su pequeño, era tan pequeño y frágil, y casi siempre al estar cerca de este lloraba al percibir su nerviosismo e incomodidad, se sentía tan torpe, y usar la excusa de ser padre primerizo no parecía ser válida, ya que su Val parecía como pez en el agua a la hora de atender las necesidades de su bebé.

A Valhallarama poco le importaba o preocupaba que su amado bebé no hubiera sido un alfa como su padre o un beta como ella, ella lo amaba con todo su ser y le parecía la cosa más hermosa en el mundo, su preciado tesoro.

No había mucha diferencia de criar un bebé en su opinión con respecto a su género, además su pequeño Hiccup era un bebé muy tranquilo y adorable, a no ser cuando su torpe padre no pudiera controlar su nerviosismo al cargarlo o atenderlo, ver a su esposo con su hijo le daba entre gracia y ternura, así como también una pizca de desesperación, entendía a su marido al estar sorprendido y hasta algo decepcionado que su primogénito no hubiera sido un alfa, pero eso no quitaba el hecho que su hijo sería un grandioso muchacho no importa si era alfa, beta u omega.

Era sabido que los omegas no eran conocidos por ser innatos guerreros como los alfas, o ser tan fuertes como un beta o alfa, no eran famosos por su carácter agresivo sino más bien todo lo contrario, un carácter predominante entre ellos gentil y servicial, característica que no debía ser tomada como debilidad como muchos machistas tenían prejuiciosamente en su mentalidad, sino una de sus tantas cualidades en su opinión, su abuelo, de lo poco que recordaba de él, había sido un omega, y a pesar por su avanzada edad, era reconocido en su familia como el que por años quien mantuvo unida a la familia, por lo que por ser omega no lo dejaba exento de hacer cosas grandiosas.

*+*+*+*…

Los años habían pasado y Valhallarama tenía razón, su pequeño Hiccup había crecido para convertirse en un joven grandioso, lástima que no había vivido para verlo en estos días debido a una herida mortal hecha por un asalto de vándalos liderados por un antiguo enemigo de su aldea y traidor, Albín el traidor, en un intento que fracaso de hacerse de la isla de Berck, cierto, había sido un intento que fracaso, pero que había llevado vidas en ello.

Hiccup era un joven omega, inteligente, bello y algo sarcástico, que después de la muerte de su madre había tenido una infancia algo difícil y solitaria, ya que su padre los primeros años de su perdida había ampliado la ya existente brecha entre la relación de padre e hijo que tenían debido que al ver a su hijo no podía recordar a su amor perdido, sino fuera por su mejor amigo Gobber, un beta ejemplar, su interacción con su hijo se hubiera perdido por completo.

Cuando llego el tiempo en que las “platicas” comenzaron, ambos hombres sabedores que no tenían los suficientes conocimientos como para aclarar las dudas de Hiccup, cof cof además de ser unos torpes cof cof, cof cobardes cof, Stoick y Gob buscaron respectivamente ayuda en la cuñada de Stoick y en la curandera anciana sabia de la aldea, ellas le aclararon las ideas y dudas que cualquier niño que comienza a ser adolecente se presentan, como los “calores”, sus rasgos finos que lo diferenciaban de alfas y betas machos, el aroma, además del típico que “te saldrá pelo en algunos lugares que no tenías antes” o el no tan típico “llegara la edad en que tendrás sueños húmedos y tu cuerpo reaccionara de manera diferente en ciertas épocas del año… como que sentirás mucho calor y soltaras ciertos fluidos por la retaguardia”.

Hiccup era un buen muchacho, de cabellos castaños rojizos, mirada verde enmarcada por largas pestañas, labios finos y rozados, y una tez salpicada sutilmente de pecas, era amable y servicial, sabia atender tan bien el hogar como poder manejar la forja para ayudar perfectamente a su tío en ella, tal vez jamás llegaría a ser el extraordinario guerrero el cual había imaginado que sería Stoick, pero amaba a su hijo ya tal cual como era.

La rutina casi nunca era imperturbable en la vida de Berck, había ocasiones asaltos de dragones, o negociaciones con otras aldeas, aunque había un par de cosas que perturbaban la vida de la familia del líder de la aldea, no es que Hiccup las causara directamente pero era la común razón de ellas, entre por ser desde pequeño un niño curioso y a veces torpe, a la vez de ser claramente un buen ejemplar de omega.

Las cosas que perturbaban sus vidas iban desde el hecho de que Hiccup había logrado entablar amistad con pequeñas pestes, dragones pequeños que era común ver por la aldea y que muchas veces causaban desastre cuando se lo proponían, pero Hiccup llego de alguna forma hacer que se comportaran como mansos gatitos a su alrededor, la primera vez que Stoick vio a varios de estos reunidos alrededor de su hijo se propuso agarrar su hacha para machacarlos si se atrevían a tan siquiera pensar en hacerles algún daño, pero al ver que simplemente ronroneaban a su toque y se quedaban bien mansitos pensó que muy probablemente se había vuelto loco, con el tiempo se hizo a la idea de que su hijo tenía mascotas/amigos muy peculiares… las cuales después de un tiempo realmente prefería a enfrentarse a esa idea cuando un par de años más tarde empezaron a llegar “pretendientes”.

Su hijo era muy atractivo y no solo lo decía por ser su padre, porque cuando apenas llego a los trece años se tuvo que enfrentar a la horripilante idea de los “pretendientes”, ya que no tardo en llamar la atención de varios machos a su alrededor y eso que no había llegado a edad casadera.

Entre los más inofensivos iban algunos betas de su edad o que rondaban su edad, ingenuos muchachos que se comportaban desde manera torpe a su alrededor, o enfadarlo para llamar su atención, cosas inofensivas, como padre podía lidiar con eso, la cosa empeoro cuando empezaron a llegar los más persistentes, para su sorpresa uno de estos llego a ser el hijo de su hermano, un beta de la misma edad que Hiccup que un día trato de colarse en su casa y en el cuarto de su hijo cuando se encontraba en uno de sus primeros calores, haberlo sacado a patadas le pareció poco por su descarado atrevimiento, era típico de los muchachos guiarse por sus hormonas en esa edad, pero la idiotez debería ser algo que debieron sacar de la ecuación hace tiempo, para su suerte la insistencia de su sobrino duro poco cuando se empezó a fijar en cierta joven alfa prometedora llamada Astrid.

Oh, otro dolor de cabeza fue el hijo de cierto aliado de la aldea, un tal Dagur fanático de las antiguas costumbres berserkes, un alfa que se atrevió a molestar y acosar a Hiccup, al punto en que Hiccup llego a esconderse en los bosques, acantilados y demás lugares creativos por el resto de la vista, si hubo alguna insinuación de compromisos o planes de estos entre su hijo y Dagur por parte de su amigo y aliado, decidió ignorarlo cortésmente antes de que sus ganas asesinas con tales sugerencias.

Descubrió que podía ser muy sobreprotector en algunos casos, y pensar en dejar que alguien pensara que sería tan fácil conseguir a su hijo como pareja le despertaba todos sus instintos protectores, no dejaría que cualquier idiota se aprovechara de su hijo.


****
La GUERRRa

El aire era pesado esa noche, los arboles desnudos parecían siluetas distorsionadas de un ejército de sombras en medio de la noche, irónicamente un verdadero ejercito descansaba en lo más profundo de este en un campamento desde hacía varias semanas.

Derribaron árboles, crearon un pequeño claro y levantaron sus improvisadas tiendas de acampar los que podían, otros solo descansaban en el suelo o en un lecho que ni podía decirse lecho por lo pobre que era, ni una piel o tela que los pudiera separar dignamente del frio suelo que no guardaba nada de calor de los días, o cubrirse para evitar las repentinas heladas de la noche y la madrugada.

Pero eran guerreros, estaban acostumbrados a enfrentarse a las inclemencias del tiempo, a soportar situaciones donde cualquier comodidad era un lujo casi inalcanzable a menos que fueras de un rango superior que simplemente un soldado raso, a aguardar pacientemente hasta haber finalizado su misión, por más exigente que fuera.

Llevaban semanas en ese lugar en medio de ese bosque con árboles de aspecto funesto y con pocas presas que cazar por semanas como se había dicho antes, era territorio desconocido por la mayoría de ellos, por no decir casi todos, si no fuera por algunos mapas se hubieran perdido y si no fuera por las provisiones deshidratadas ya se hubieran visto debilitados por las pocas provisiones que les brindaba su entorno.

Pero toda esa espera, toda esa inversión de tiempo y hombres por fin serian recompensadas esa noche si al final aquel pequeño grupo que enviaron a la dirección donde se pone el sol, por fin trajera aquel paquete que les habían enviado a buscar.

Y en la hora más oscura, antes del amanecer, cuando las estrellas dejaban de brillar y la luna ya se yacía escondida en un horizonte que no se dejaba ver por las copas de los árboles que les rodeaban, aquellos a los que estaban esperando llegaron.

Un puñado de hombres pequeño en comparación al que les aguardaba, cubiertos con armaduras viejas y degastadas que vieron mejores días y que no concordaban con las de sus compañeros, eficaz camuflaje para infiltrarse a al campamento enemigo, solo eficaz si eran rápidos y certeros con el mandato, lo cual lo fueron, no por nada eran considerados un grupo elite en lo que se refiere a infiltración y sustracción.

-¡Señor ya ha regresado el grupo!- un soldado se presura y llego a una de las pocas carpas de ese campamento donde se encontraba su superior y líder en esa tropa.

Un hombre ya entrado en años, con vetas de plata surcando un cabello que en años de juventud alguna vez fue negro en su totalidad, y sin esa calva en la coronilla de la cabeza, voltea a ver a su subalterno con ojos fríos que cuentan que ha visto muchas cosas en este mundo y quizás también en el otro, no sonríe por la buena nueva, cosa que quizás hubiera parecido una mueca desagradable haciendo juego con dientes chuecos y las cicatrices que surcan su rostro, en esos tiempos las sonrisas sinceras son escasas, las más comunes son las que muestran las personas por el deleite de placeres vanos y que muchas veces causan sufrimiento a otros, pero hay un brillo en sus ojos ya conocido por todos los soldados de ese pequeño ejército que significa satisfacción para él, no exactamente lo mismo para terceros.

El hombre sale de su carpa, es tan alto e imponente que es claro identificarlo como líder de ese grupo de soldados.

A la orilla del campamento aguardan los recién llegados, una carrera de días de regreso, otra de ida, en realidad ausentes poco después de asentado el campamento necesitaban recuperar el aliento.

Algunos empezaron a quitarse las pieles y ropas que traían puestas, ya estando por fin en el campamento por lo que no era necesario traer por más tiempo aquellos disfraces, las prendas fueron amontonadas en un rincón junto a un saco degastado que anteriormente habían traído cargando sobre sus hombros uno de ellos, era grande, más bien alargado.

Cuando la presencia de su líder está enfrente de ellos se cuadran y se forman, rígidos como una tabla con el temor en su interior de un exabrupto de su general, un ser despiadado como muchos en esta época, que cuando ve algo que le desagrada o descontenta fácilmente les daría una paliza porque simplemente puede.

-Así que por fin han regresado-

-¡Si señor!-

-¿Cuáles fueron las razones de su retraso?, debieron de venir hace dos días cuando mucho- entre cierra los ojos, su rostro es severo, y con estos simples gestos a pesar de que son fieros guerreros frente a él son simples hombres.

-Lo sentimos señor, pero se nos presentaron algunos inconvenientes-

-¿Y el paquete?-

-Aquí señor-

Uno de los sujetos se dirigió al montón de ropas dejadas hace unos momentos y tomo el saco con brusquedad, este, o más bien, lo que había en el interior de este, se empezó a mover y quejarse.

-Sáquenlo-

La cuerda es desatada y con un movimiento rápido y brusco se deja caer la carga que han traído a cuesta por varios días.

-Uhg…-

Es un cuerpo pequeño, no es un hombre claramente, no con esas extremidades delgadas, no con ese torso flacucho, no con esa faz sin mínima sombra de bello fácil sino solamente piel tostada por el sol y salpicada por pecas, ¡ES UN NI—O!

-¿Es acaso una broma?- ladra a sus soldados, no hay paciencia ni perdón por este error, toma el mango de su espada listo para propinar el castigo que se merecen pero uno reúne valor suficiente como para responderle a su líder.

-No señor, es él, es a quien buscábamos, lo comprobamos, es el herrero-

-¿Este niño? ¿Este alfeñique?-

Lo mira con más atención, tiene ropas de tela gruesa, típicas de los pueblos del norte, bota y chaleco de piel, resalta un extraño artefacto que bajo el brillo de las antorchas deja entre ver ciertos destellos de partes de metal, este se encuentra en el lugar donde debería estar su otro pie, es como una prótesis, no es la típica pata de palo de quien usa el que ha perdido una de las extremidades inferiores, en realidad es la primera vez que ve algo por el estilo.

-Su aspecto será de un alfeñique mi señor, pero por sus manos han pasado docenas de armas, saben el arte de maniobrar el metal tan bien como cualquier de los mejores herreros de nuestras tropas y comprobamos que es aquel que origino varios de los artefactos que encontramos en las pasadas batallas-

De nuevo se le quedo mirando, no creía que este fuera el que estaban buscando.

Aquellos herreros que había conocido eran expertos en su arte debido a los años de práctica, en su mayoría su complexión era robusta y tosca, con manos ásperas, callosas y grandes, este muchachito que tenía enfrente distaba mucho de lo que hubiera imaginado como el famoso herrero al que buscaban.

En ese cuerpo flacucho no parecía haber muestra de músculos desarrollados, o que alguna vez hubiera estado sometido a la clase de trabajo pesado que era estar en la forja, más bien podría decir que paso por la típica desnutrición que muchos jóvenes experimentan en la actualidad, una de sus piernas supera fácilmente en musculo y en carne a todo el cuerpo de ese remedo de niño.

Desenfunda la espada y coloca la punta en el mentón del muchacho obligándolo a que alce la mirada, ahí encuentra dos esmeraldas limpias y pulidas que parecen centellar con la iluminación de las antorchas.

Hay fiereza en esos ojos, hay vida en ellos y para qué negarlo, cierta belleza atrayente, casi provoca hipnotizarte con estas.

Bien no es el herrero a quien buscaban pero le podría encontrar cierta utilidad antes de deshacerse de este, como entretenerlo en su lecho.

Hace tiempo que no tiene un desahogo de placeres físicos y a pesar de que parece que no aguantaría más que una ronda bien podría entretenerse con su cuerpo maltrecho.

Sus facciones toscas hacen una mueca, que con las sombras que proyectan las antorchas la vuelve más grotesca de lo que es en realidad.

Las esmeraldas reflejan miedo, pero centellean con fiereza y no tiembla, hay que darle al menos el mérito al niño de no colapsar del miedo ante tan y temible figura que es la suya junto a la presencia de todo el ejercito que le rodea.

Es un prisionero, y su única escapatoria es la muerte, la más misericordiosa sería la de la rápida estocada por el filo de su espada, pero él no conoce de misericordia.

Hasta podría sentir lastima por lo que le espera al infeliz, pero es otra cosa de la que carece.

-Y bien niño, ¿lo que dicen mis hombres es verdad?- la punta de la espada avanza hasta presionar precariamente el cuello.

Un movimiento en falso y la piel seria cortada con el filoso artefacto con una facilidad aterradora.

Siente cierto nudo en su garganta que no es capaz de pasar por temor a que el movimiento sea capaz de hacer que el arma perfore su piel, mas es el coraje y la rebeldía lo que lo logra mantener firme ante esta situación.

-No creí que mi reputación de herrero tuviera tanta fama- responde lo más fluidamente posible para alguien en una situación de vida o muerte –y por cierto, no soy un niño-

Si será atrevido este infeliz, aunque más que molestia le causa cierta gracia su impertinencia.

Retuerce más esa mueca que bien podría ser una sonrisa o un rostro listo para rugir, se inclina hacia la figura pequeña, parece una fiera lista para echarse sobre su pequeña presa, y bien en cierta forma lo es.

El contacto visual no se rompe en ningún momento, la punta de la espada sigue precariamente en su cuello, sedienta de sangre, los hombres miran expectantes esperando el capricho de su líder, acabar con esa vida sería tan fácil en esos momentos como extinguir la llama de una vela.

De cerca nota que ese verde es mucho más profundo, ninguna gema que haya tenido en sus manos ha tenido este aspecto como el de esos ojos, un mar profundo se esconde en aquellos ojos de verde esmeralda, y escondido en este mar un brillo propio como es de las estrellas.

¿Se opacarían al instante cuando la vida se le escapara del cuerpo con los chorros de sangre provocados por su espada sedienta de sangre? O ¿conservarían su extrañeza aun después de la muerte?

-Bien, NI—O… probemos tu suerte entonces, ya que vinimos a buscar a un herrero en especial, veamos qué tan especial eres, ya si no eres, no te preocupes… encontraremos un uso satisfactorio de ti de una u otra manera-

Una serie de carcajadas empieza a correr por el ejército ante el ultimo comentario de su líder, estas más que gracia son a razón de un fin más oscuro, el muchacho lo nota, no es estúpido, para nada tonto para no distinguir lo que es ese desagradable brillo en los ojos de su captor, brillo que parece contagiarse entre los suyos.

Es la pequeña liebre en un campo lleno de depredadores.

Bajo esta perspectiva hasta resulta tentador la idea de él mismo inclinarse e incrustarse el arma en su endeble cuello solo por la satisfacción de ver truncados sus planes.

¿Cómo sobrevive la liebre en un campo tan hostil?

-Un herrero especial que no solo sabe las artes del metal, sino también un singular inventor, y en lo personal, ni me pareces uno ni lo otro-

El reto estaba ahí, como una burla, el general realmente creía que no era a quien estaban buscando, en otros momentos eso le hubiera parecido de lo mejor, pero ya capturado y a merced de esos asesinos desalmados, sino hacia algo para cambiar esa idea de que era solo un niño flacucho, un juguete para pasar el rato como un hueso para perros hambrientos, estaría por completo perdido.

Bien si se le antojara a este general no haría prueba alguna, reprimiría a sus hombres por el error, los mataría, azotaría o colgaría, dependía de que tan enojado y cruel fuera, mientras que él sería víctima de lo que se le ocurriera o se le antojara a este hombre.

Mas esta prueba bien era una burla, un preludio cruel, quería darle falsas esperanzas y divertirse él y a sus hombres con su desesperación al no ser a quien estaban buscando.

Pero él se llevaría la sorpresa de que en efecto, por muy malestar suyo, no se habían equivocado sus hombres.

A una orden soldados trajeron lo que parecían ser partes de algún artefacto, madera y metal, en esencia basura a simple vista.

-Anda niño, pruébame que eres tan buen herrero-

De nuevo una risa recorrió todo el campamento, poniéndole los pelos de punta, realmente era una de las situaciones más desagradables y desfavorecedoras de toda su vida, pero tenía que salir de esta.

Hiso una mueca, consciente de que era el centro de atención de prácticamente todos los de ese campamento, le dio cosas que parecían basura, para cualquiera lo parecería a simple vista, pero él había reconocido esas partes al instante.

Bajo la luz de las llamas empezó a tomar las partes tiradas delante de el con sus manos, examinándolas, recordando el orden de ensamblado y la función de cada una de ellas, para su suerte, la parte buena y muy pequeña, no iba a necesitar herramientas o instrumentos más allá de sus manos y un poco de fuerza para lograr armar el artefacto destinado a ser de esas piezas, para el caso que ni siquiera se molestaron a darle herramientas y dudaba mucho que si se atrevía a pedirlas y se las dieran, seguramente soltarían otra risotada espantosa y ni le darían oportunidad de armarlo.

El grupo de expedición miraban sin mucho nerviosismo al muchacho ya sabiendo lo que pasaría, sabían desde que los pusieron bajo el mando de su temido líder, no, desde que tuvieron edad los empezaron a entrenar para ser los soldados que son, que en este punto no se aceptaban errores.

Ellos también estaban sorprendidos de quien resulto ser objetivo de su misión, un niño hecho puro hueso y apenas piel, o eso les parecía a ellos.

La misión era infiltrarse, buscar, identificar y capturar al que había creado todas esas armas y artefactos que tan interesados tenían a sus superiores y a sus propios herreros e inventores.

Llegar a la supuesta localización, una aldea de los pueblos del norte, fue un poco difícil pero no imposible, era territorio enemigo y hostil, por lo que tuvieron que ir camufleajados de refugiados buscando tierras alejadas de las ya conquistadas por el temible soberano que azotaba a esa era.

La ubicación dada por espíes y traidores de estas mismas tierras era una isla no muy grande, rodeada de riscos y una aldea abarcando ni un tercio de toda la extensión de tierra, ahí estaba el herrero que fabrica aquellas armas que tanta dificultad habían dado ventaja a los ejércitos rebeldes.

Pasar desapercibidos no era tan difícil, había docenas de refugiados que bien solidificaban su cuartada y no los hacían resaltar del montón, ahora solo era cuestión de encontrar al que los herreros de su propio ejército habían apodado como “el creativo”, por la sorprendente inventiva que hallaban después de una batalla y que provocaba cada vez más difícil los enfrentamientos con los rebeldes.

Hallar la herrería no fue tarea difícil una vez instalados, era la única del pueblo, una choza vieja, con una chimenea para la forja, rodeada de armas de diversos tamaños y formas, desde espadas cortas a catapultas, de escudos a arcos, y también rodeada de gente, hiendo y viniendo para dejar un arma para su mantenimiento o recogiendo ya varias terminadas para repartir en el pueblo o cargarlas en barcos y seguramente enviarían a sus aliados.

Pero no vieron al herrero al primer día, ni al segundo, ni en la noche o el amaneces parecía abandonar su arduo trabajo, al cual parecía estar tan dedicado, salía y entraba gente, pero la forja siempre estaba trabajando, el más común en estar en los alrededores era un rubio manco con pata de palo, tal vez era el ayudante, pero no el herrero, como ya se dijo antes, la forja seguía trabajando por lo que el que se quedaba trabajando era a quien buscaban, hasta que en el tercer día, un peligroso corpulento, identificado como el líder de esa aldea entro y el humo que salía de la chimenea dejo de funcionar.

Cuando salió esperaron que al fin verían en persona al hombre que buscaban, en su lugar vieron al pelirrojo llevando a cuestas un cuerpo pequeño en su hombro que no paraba de quejarse, un niño.

No captaron todos los fragmentos de la conversación, el líder le decía que debía de descansar después de todos esos días, y el niño seguía insistiendo en trabajar a pesar que los bostezos que daba en cada queja no ayudaban a su convencimiento.

¿Ese niño era quien estaban buscando? Debía de ser un error, pensaron en un hombre maduro, quizás un anciano con años de experiencia o un hombre fuerte, no esto.

Quizás el rubio que creyeron que era el ayudante había sido el herrero después de todo, y se quedaron un par de días más para cerciorarse, y a pesar de que también era herrero, no era el de las habilidades que estaban buscando, hacia hachas, espadas, escudos y mazos, pero no esas extrañas armas en la cual sus superiores estaban tan interesados.

Así que un niño, increíble pero cierto, bueno, sería mucho más fácil de llevar que a un hombre corpulento como al rubio o incluso el pelirrojo líder de la aldea.

Así que en la quinta noche de su estadía en la isla en que se habían infiltrado habían secuestrado al muchacho y regresar a toda prisa a su pelotón.

Y ahora estaban ahí, observando a su prisionero terminar con una rapidez y agilices que rápidamente borro la sonrisa de muchos de los presentes.

-Listo-

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