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Akai Ai por manimoe

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Notas del capitulo:

wiiii~~ *baila sobre la cama* ¡aqui de nuevo! neee~~ me disculpo por la tardanza... hubo varias complicaciones con esto, y con la universidad... en fin, el caso es que pasé todo y mi padres me regalaron mi bebé portatil, entonces... ¡podre escribir mas!

 

ok ok... Este capi es enteramente autoria de mi Co-autor, entonces los creditos van para el... por eso se ve algo diferente. 

 

¡espero disfruten!

 

y de nuevo Gracias Pony... lamento ponerte tanto trabajo ^w^

Si te cuentan que mudé

por lágrimas mi sonrisa,

es porque al fin recordé

que el que esconde en una risa

un sentimiento malherido,

no es por timidez o por prisa:

es porque el miedo le ha vencido.

 

LUNES, 09:58 am.

Un paso liviano se escuchó entrar en la habitación. La última puerta, la que lo separaba de su destino, había sido vencida. El baterista de Nightmare hacía lucir su brillante presencia con un gesto de desdén que escondía sus pensares; había logrado huir de la mayoría de las evocaciones de su pelinegro. A su vez, había podido mantenerse aislado del tema de la tarde anterior, a pesar del buen golpe de Chiba y de las curiosas preguntas de Kana. Un saludo agradable de parte de sus compañeros de banda (quienes sólo sabían de la pelea con Nao, sin detalle de nada más. Aclarando que el enano vocalista no se hallaba entre ellos aún), y una mirada apetitosa que jugaba al deseo, provenía del fondo, además de un tórrido saludo.

—Hoy estás provocativo a los mordiscos, y lo sabes bien mi querido Ruka –la sensual modelo, quien vestía de una forma casual e irreverente haciendo gala de sus atributos, cuál fantasía de humanos y dioses; no perdía oportunidad de jugar con él.

—Y tu tan atrevida y golosa como siempre, mi querida amiga. Cuando me levanté ya te habías ido, ¿dónde andabas? –preguntó curioso mientras ella con un mohín insolente le contestó:

—Como dicen, “Un secreto hace a una mujer, mujer”. Aún no estoy muy convencida de tu aparente deseo de compartir buenos momentos juntos como en los viejos tiempos. Aunque gracias, hacía mucho no me reía tanto como ayer, fue divertido salir por la ciudad contigo —terminó entrecerrando los ojos, con un gesto más amistoso que insinuante esta vez.

Con paso firme entró el alocado de la banda, más serio que nunca (aún continuaba su juego); habló con la banda y preparó todo para comenzar el ensayo. Nunca había sido tan frío como esa vez. Las tensiones eran del grosor de un buen río. NADIE era incapaz de no darse cuenta de quienes eran los implicados. Kana se alejó y tomó asiento, Ruka hizo un gesto irrespetuoso y se dirigió a su puesto. Sus ojos se desorbitaron un instante al ver su lugar en la batería mas vacío de lo usual: no había una carta estúpida, no había sobre, no había broma. Por un segundo, su mentón tembló de impotencia e inseguridad; pero de nuevo, se dejó llevar del impulso del recuerdo de la decepción de los actos groseros de Nao aquella noche. Con furor agarró las baquetas dispuesto a olvidarse de detalles y rostros.

El golpe fuerte de una de las dos baquetas marcaba el tiempo del ritmo, un poco más pesado de lo usual; el ambiente sonaba tenso a pesar de su soltura, las silenciosas miradas murmuraban la callada duda de la petición de Yomi; el enano pervertido hoy no andaba de gracias, su voz seca y tosca solo pidió, sin más preámbulos, iniciar el ensayo con uno de sus temas “preferidos”.

“Kawari hateteita anata no soba de

 Nayami kurushinde nagashita namida”

El alto pelinegro tocaba con gran concentración, deseaba con furia retirar de su mente cualquier pensamiento sobre lo sucedido; llevaba desde el día anterior huyéndole con habilidad a las palabras del enojado enano y a los integrantes de Alice. Trababa de mantenerse indiferente, su orgullo penetraba lo más hondo de su confuso pecho; sabía muy bien a que “jugaba” el rubio y no pretendía ceder ante lo que no consideró su error.

La firme y dulce voz inundó el ambiente con el mayor sentimiento posible, realmente quería sentar el pensamiento de su insensato amigo sobre lo sucedido y sus consecuencias. La batería parecía querer ocultar el aroma de tristeza que se aproximaba. El entorno condensaba lamentos. Hitsugi, Sakito y Ni~ya, presuponían una pelea entre los dos y fantaseaban con preocupación la situación; por respeto o indiferencia nadie articuló gesto o palabra alguna. Sin embargo, otro, o más bien, otra espectadora,  sin dudarlo se decidía a conocer lo que aquella melodía enmascaraba. Sonriente, como una gata curiosa, esperaba su momento, mientras pasaba por su audaz mentecilla los recuerdos de la última noche y los de aquella mañana.

 

DOMINGO 8:10 am (La mañana anterior).

Llegaba apresurado y alegre el intrépido rubio de Alice Nine, entre preocupaciones y dudas de aquella noche, estaba dispuesto a alegrarle el día a su compañero de ser necesario. Se detuvo súbitamente frente aquella casa, testigo de pesares y ahogados gritos; el aire seco lastimaba su garganta y un sonoro golpeteo de agua susurraba continuo en el fondo. Con voz tierna, en tono de juego, comenzó su plan.

—¡Nao, adivina que vamos a hacer hoy! —sonreía entrecerrando sus ojos y preparado a aumentar su voz, mientras, pasaba de mano en mano la caja bien decorada que llevaba—, vi una nueva tienda que tiene algo que te va a encantar, y traigo algo de tu sabor preferido. ¡Adivina! —. Nadie atendió a su llamado. —¿Nao?, ¿estás en casa, verdad? ¡Ah! Tú y tus silencios —dijo en tono burlesco, pero al no escuchar murmuro alguno guardó sus palabras. Su rostro sufrió un cambio gestual. Sus pupilas sufrieron una leve dilatación con el aumento de sus latidos. Sentía claramente que algo no andaba bien; con gran habilidad esculcó entre las cosas de su bolso y encontrando la copia de la llave (la cual alguna vez les dio el pequeño pelinegro de Alice para que lo levantasen en caso de quedarse dormido aquellos días importantes), y entró sigiloso al apartamento.

La sala no se encontraba en su mejor orden, no mucho estaba fuera de lugar, de no ser por el sillón individual volcado, la mesilla central corrida y unas cuantas cosas desubicadas. Sólo se impactó al ver unas gotas de sangre en medio de la sala. Como era usual, su nerviosismo lo comenzó a invadir. Se armó con el primer objeto que halló a un lado. Bueno ¿un libro?, fue lo primero en recoger, eso sí, regordete, pero no tardó en caer en cuenta de lo inútil que sería en ese caso. Tomó el jarrón de un taburete del fondo (de aspecto elegante, novedoso, y de agradable diseño), y prosiguió decidido a la habitación de dormir (de donde provenía la susurrante agua que golpeaba el suelo con cierta tristeza).

Se topó de inmediato con una imagen, cuyo caótico lucir, le ahuecó sin piedad el pecho. Sus palabras no tuvieron paso por culpa del nudo en su garganta, el desconcierto jugó a asfixiar su espíritu. Todo estaba descolocado, roto, rasgado o arrugado. Las sabanas tumbadas; el colchón a medias caído del lecho; frascos y empaques destapados y regados por doquier; el espejo confidente de juegos y fantasías (¡y qué juegos!), ubicado en frente de la amplia cama, se hallaba hecho trizas. La habitación sólo era iluminada por uno que otro rayo que se colaba como niño curioso por los lados de las cortinas un poco corridas. Su nariz era lastimada por un sutil aroma de hierro oxidado que adornaba el cuarto. Manchas de color ámbar, rojo oscuro y vino tinto se podían observar asomadas en los giros de algunas de las sábanas, e incluso marcando pautas de camino en el piso. No eran muchas, pero más que suficientes para pasmarlo.  Sus manos perdieron sentido al pillar una sombra abultada del otro lado.

El jarrón hizo parte inevitable del árido paisaje mientras saltaba, colocando una mano sobre el colchón, al otro lado de la cama. Con delicadeza tomo aquella sombra…

—¡Rayos! que maldito susto me he dado —giró suave la cabeza, mirando de lado con gesto de desconcierto al lugar donde se hallaba el baño. El golpeteo del agua mantenía su inquietante sonido. Se levantó con el credo en la boca y abrió de un golpe la puerta. Absorto, no comprendió todo aquello que sucedía; lo que contempló, heló sus sentidos.

 

DOMINGO 3:00 pm

—¡Oh! Has llegado más pronto de lo que esperaba —decía el alto baterista de Nightmare con una sarcástica sonrisa, previendo la pregunta de su compañero, mientras se acercaba a terminar de recoger unas pocas cosas que acostumbraba a guardar en casa del extrovertido enano, siempre estaba preparado para cuestiones de quedarse a dormir fuera.

—Aún no me pretendes contar nada —saludaba con un tono que intentaba ser calmado, mientras descargaba unas bolsas que había acabado de comprar, en la cocina. Miró para atrás con su mejor semblante, pero al ver a su acompañante sentarse en el sofá de la sala para acomodar sus prendas mientras susurraba una canción de Luna sea, como si nada hubiese pasado y sabiendo perfectamente que era del gusto de él, se llenó de coraje y olvidó su intento de calma. —Maldita sea, hoy si que no puedo ser yo, tu actitud intocable me desespera, déjate de tonterías, no intentes cambiar de tema, deberías decirme de una vez qué es lo que pasó. Me acabo de encontrar con Tora y los demás, y su actitud de despreció me dejó sin aliento —contaba ofuscado, Yomi.

—No deberías prestar atención a los juegos infantiles de los Alice —sonrió el pelinegro baterista—, ya luego entenderán que ustedes no tienen que ver en las tontas pelas de Murai conmigo —dijo en tono indiferente y orgulloso.

—¿Tontas peleas? ¡¿Murai?! ¿Desde cuándo le dices así a tu mimado Nao? —otra vez se acercó acechante y enfurecido, lo tomó con una mano por su mentón y lo levantó del sillón donde se hallaba acomodando todo. Ubicó su rostro frente al de él. —¿Recuerdas acaso, cómo te miraba ayer mientras almorzábamos y cómo te miró la última vez que lo viste? —empujándose hacia atrás se soltó del vocalista naitomea y con tono orgulloso, pero herido, le contestó:

–Yomi, guárdate tus palabras para una charla de autoayuda, en serio estoy cansado de tu trato hoy, no pienso seguir esta discusión. Debo llevar esto a casa de alguien que no me vendrá con reclamos ni peleas —en ese momento se observaba perdida la mirada del delgado baterista, en su mente libraban batallas de sus pensamientos y sus recuerdos.

 —¿Desde cuándo has dejado de quererlo?, él no olvida escribir aunque sea una frase para ti en un papel y dejártela sin aviso al lugar donde llegues, por ocupado que anduviese. ¿Qué ha pasado estos últimos meses? —lo atacaba Yomi, más calmado y sutil, con un gesto altivo y portentoso, con cejas levantadas y mirada intrigante como retándolo a encontrar la razón de sus actos. 

—¿Estás jugando a darme mi propia cucharada?, lo siento no tengo tiempo para esto. –Recogió su maleta, unos lentes y su chaqueta, vistiendo de forma muy incitadora; abrió la puerta se marchó cerrándola rápidamente tras su espalda y bajó con gran clama y normalidad. Tomó su vehículo y se marchó a la casa de su preciada amiga. Sin poder evadir los recuerdos, lo visitó imponente la silueta de un pensamiento que lo desconcertó y lo golpeó muy adentro: Recordó el rostro de su querido pelinegro cuando lo saludaba en las mañanas, y sintió el contraste con aquella carita ultrajada por donde cruzaban ríos salinos de impotencia, llena de una mirada que le aborrecía, con su tierna boca tan lastimada que apenas si brotaba sangre.

En el apartamento, Yomi, se reía a sus adentros de haber intentado imitar la actitud de fortaleza seca de Ruka, se sentía gracioso de haber actuado así, aunque realmente estaba enfadado, no le gustaba sentirse de una manera tan simple y desabrida. Por lo cual, se preparaba a olvidarse del pesado día, luego pensaría en algo, por ahora a disfrutar de sus amadas cintas de video, ya casi todo estaba listo para la noche. Los últimos implementos yacían en aquella bolsa, no podía soportar la sonrisa de malicia, Ruka estaba fuera, no había impedimento. No tardo mucho cuando escuchó el llamado del dueño de aquellos divinos hoyuelos en las mejillas. Pegó un brinquillo de aquel cómodo y amplió sofá y, de salto en salto, como quien cuenta los pasos de un plan se acercó a la puerta.

Él rubio abrió al sentirlo del otro lado, un abrazo cálido le estremeció el cuerpo. Allí lo tenía a él, de nuevo a su lado como la primera vez. El rostro de Yomi presentó una sombra de placer al sentir aquellos tersos labios que abrazaban con firmeza la base de su cuello, su lengua se asomaba a intervalos dibujando exquisitos círculos de camino a su boca, sus manos cruzadas a su espalda sujetaban fuerte y suave de forma intermitente. Cerca ya de su boca, el juego se ponía intenso, el rubio vocalista caminaba de espaldas y su amable compañero de sonrisa pícara lo empujaba mientras mantenía su camino son sus labios. De paso, sus dientes se asomaban de vez en vez y mordían pequeñas partes del cuello y, antes de murmurar quejido alguno, el sexy baterista ya estaba haciendo curación con la dócil lengua bailarina.

Casi de frente, sus labios de lado, con apenas un roce de media luna, el latir se hacía intenso. Sus carnes se sobrepusieron y afables sus labios saludaron el día, las manos inquietas de Yomi leían el torso marcado de su Kai. Su lengua penetró la boca de él y extasió sus sentidos con sus cambios abruptos de rápido a lento, de intenso a cariñoso. Sus pulgares sujetaban las costillas de Yomi y jugueteaban con sus costados, Yomi curioso y extasiado apretaba la cadera a modo de suplica. Ya al lado del sillón, se —prácticamente— arrancó la camisa mostrando sus afrodisiacos abdominales a su pareja, y marcando sus hoyuelos sonrió con malicia empujando al vocalista de Nightmare sobre el sillón piernas arriba, luego se llevó el dedo a la boca y lo resbaló por su pecho hasta dejarlo morir en su cintura.

—¿Sabes, de qué tengo ganas en este instante? —, le preguntó el de The GazettE. Yomi, con cara de provocado a más no poder, no logró articular gesto ante su alta pareja quien prosiguió. —De un café, querido —.Entrecerró los ojos mientras lo dijo, el mohín inconforme del Nightmare no tuvo precio. Kai sólo se rió tenuemente mientras se retiraba. —Me prepararé uno. Por ahora, no sé, ingéniate algo, ya regreso.

—¿Estabas fumando otra vez, verdad? —bufó Yomi, al verlo alejarse.

—Dime si eso te importaba —replico riendo Kai.

 

LUNES 11:23 am

Las tensiones parecieron tomar descanso algunos minutos, a pesar de la tanda variada durante el ensayo. El descanso sonaba apremiante, Ruka aprovechaba cada oportunidad para seguir con la normalidad de sus días, algunos juegos con los demás de la banda y con la hermosa señorita Tsugihara. Evitaba mirar a su empedernido amigo y cuando lo hacía, las miradas chocaban con aires competitivos y desafiantes. Yomi inició una amena charla con el grupo, el alto pelinegro, en tono indiferente, se hizo a un lado para conversar con su amiga, mientras evadía la pregunta de los Nightmare que cogieron desahogo con Chiba.

Kana continuaba su audaz entrevista a Ruka y sus sospechas empezaban a fraguar el camino de la iluminación. Rió tenue y coquetamente—: Así que te gusta entonces ser el rudo del grupo, eso no es nuevo, aunque no pensé que fueras tan sínico a veces—lo miraba como quien espera un contraataque.

—¿A qué te refieres con sínico? —Rió—, yo no he estado haciendo nada malo—concluía con cejas altas, ojos entrecerrados y alzando sus hombros.

—Muy bien, entonces siempre andas de peleas y niñerías con tu grupo, ahora no eres el rudo si no el infantil —carcajeó ante el comentario.

—¡AH! Estás de graciosa. Mi pelea no es con él, yo no le he dicho nada que no sea la verdad.

—¿Con quién es? ¡Ya sé!, con ese niño sexy, tu amiguito de la fiesta. Lástima que sea tan grosero el chico ese, que ni tomar sabe —terminó su afirmación empleando un toco bastante molesto, engreído y severo, ocultando sus verdaderos propósitos.

 Ruka no soportó aquella afirmación, tendía a ser muy protector con quienes apreciaba y consideraba suyos, un egoísmo que hacía parte de su fuerte personalidad y le caracterizaba por actuar a veces de forma muy tosca.  Se levantó y clavo en ella sus ojos ofuscados.

—No debes referirte así de él, es una de las personas más nobles e inocentes que conozco. Es muy hábil además, tal vez se pasó de copas, pero ¿a quién no le ha pasado algo similar? —al terminar su reacción se percató de su tono elevado. Sus compañeros se habían girado a observar, Yomi sonreía victorioso, como un niño caprichoso que luego de esforzarse mucho, logra conseguir ese juguete nuevo tan preciado. Se sintió libre y para disimular empezó a juguetear molestándole las costillas al bajista y riéndose de ello. Sí claro: “de ello”.

Una herida asomó en el temple del alto baterista y su mirada se elevó al pensar en su adorado pelinegro y en su más que burdo actuar. La sutil investigadora buscaba descifrar si aquel gesto en su rostro encubría un querer más allá de un compañerismo o una amistad habitual. Ella le tomó de la mano y lo sentó lentamente intentando dar un abrazo al descolocado joven.

—Sabes que somos amigos desde que ni siquiera sabías comer —musitó sonriendo, crees ¿qué te podría juzgar entonces por algo después de todo lo que hemos compartido, de tu respeto y de tu apoyo? Por favor, ¡en qué concepto me tienes querido! —le susurró al oído. Él se levanto del sillón buscando esconder la grieta de debilidad que se asomaba dichosa para contemplar algo de aire fresco.

—No se trata de eso, lo sabes y no te rías, es algo complicado, o simple, no lo sé ni yo. Así que, ¿cómo puedo pretender que tú lo entiendas? —ella cambió a un semblante de amistad, como si fuese la mejor actriz al cambiar de papel, sólo que el de la modelo era real.

—Podrías empezar diciéndome lo que no me has dicho, y podríamos intentar entenderlo juntos. Siempre he pensado que dos cabezas piensan mejor que una —Ruka la miró con una gran indecisión; se sintió fuera de sí, y decidió salir un momento.

Durante el colapso emocional del fuerte Ruka, antes de que alcanzase la puerta para salir de la sala, mientras agitaba una mano levantada por sobre su hombro, dirigida al grupo a su espalda, se disculpaba para retirarse un instante, entró fiero un sujeto, un pequeño rubio que rara vez se salía de sus cabales pero que esa mañana no logró emanar una sonrisa más. Con su brazo izquierdo azotó la puerta abriéndola de impacto, gritando al verlo

—¡RUKA! ¡Maldito bastardo! —y tomando por sorpresa a su alto contrincante le impactó un derechazo directamente por debajo del mentón; abalanzándose sobre él, ahí mismo, con la postura de su brazo derecho después del golpe (en forma de escuadra), dio un empujón que dejó un desconcierto revoloteando en los ojos presentes. Ruka no logró mantener el equilibrio y cayó, pero duró más su caída que el pararse por inercia de aquel duro piso. Esquivando la secuencia de dos golpes cruzados y uno directo (el último de los cuales atajó con su antebrazo izquierdo); se acercó al enojado Alice y haciendo gala de su altura lo tomó con su brazo derecho, levantándolo y chocándolo contra la cercana pared. Los compañeros de Ruka intentaron entrar en la disputa para separarlos.

—¡Déjenlos!, ese problema es de ellos, nosotros no debemos inmiscuirnos —hablaba sereno y firme el vocalista. Nadie contrarió su petición. En ese instante, Hiroto empleando una patada, se había logrado sacar de encima al baterista que lo sujetaba por el cuello mirándolo con desconcierto. Continuaba con todo el ánimo de pelea. 

—¿Te sentiste muy hombre?, ¡Bastardo! ¡Su carita! ¡Sus ojos! —entre su rabia y el llanto que se asomaba se perdía nitidez en su voz,  su mentón temblaba. Armado la pelea lanzó un golpe que fue de inmediato bloqueado, pero giró rápido y violento al tiempo que extendió una certera patada al pecho de su oponente, sin que este alcanzase a reaccionar al ver una lágrima escabullirse por su mejilla. Retrocedieron dos pasos por el impacto y vio como el vengativo amigo de su querido pelinegro lo atacaba con sus reclamos. Su sangre nuevamente dilato sus venas y la irá empezó a cegarle. Ira consigo mismo, con Nao, con todo.

—¿No te remuerde como lo dejaste?, maldito, su cuerpo, tus marcas. Has mancillado su alma y su amor —continuaba atacando Hiroto, mientras lanzaba golpes y evitaba ser sujetado o golpeado por Ruka. Un certero golpe derecho hirió el rostro del pelinegro y reventó su labio inferior. En un instante, en el parpadeo del guitarrista de Alice Nine, un golpe directo le agredió el torso y lo abalanzo al piso.

—¿¡Qué carajos te pasa!? ¿Me vienes a agredir por las quejas de otro? Que te cuente tu amigo las razones de la pelea, nada llegó por que sí. Sus benditos reclamos, sus celos, su forma siempre tan… Tan… ¡rayos porque discuto con un idiota como tú!

Se rió adolorido—: Has perdido a quien te amó. No sabes ni siquiera qué ha pasado con Nao ¿o me equivoco? —replicaba sarcástico el herido rubio, mientras intentaba levantarse del suelo. Kana intervino colocándose frente al enfurecido y confuso Ruka.

—Ya no puedes ocultarme nada —le dijo con frialdad, pero sin tono acusador, esto lo calmo un poco. Hitsugi, Sakito y Ni~ya, levantaban al “invitado”, y Yomi intentaba dialogar.

—¿A qué te refieres con eso Hiroto? Me has dejado preocupado, nosotros no sabemos nada, nadie nos ha querido contar que pasó realmente. ¡Espera! —Hiroto ya de pie, se sacudió de los Nightmare con un fastidio y salió murmurando insultos y presagios. Entre los cuatro integrantes sometieron a alto baterista para que no huyese indiferente.

 

DOMINGO 8:40 am

Se acercó y cerró con delicadeza la llave de la ducha. Inclinándose colocó su brazo sobre su hombro; unas heladas lágrimas comenzaban su vigilia por aquellas mejillas algo pronunciadas.

—Mira, ¿qué te ha pasado? —habló el menor, a la vez que tragaba la irá que nació de aquella imagen. Las marcas en el cuerpo de su amigo, quien yacía arrinconado en la esquina de la ducha con la mirada perdida en el techo, mostraban su lucha. Su silueta desnuda reflejaba necesidad de cariño, las marcas oscuras de manos y dedos en sus brazos y piernas cantaban la tristeza de su noche. Esas gotas salinas de dudas y lamentos no brotaban más de sus hinchados ojitos y sus brazos envolvían su cuerpo que emanaba aroma de rosas y dulce durazno. Y qué decir de su cabello, su negro cabello húmedo colgaba sin brillo y por dios, su carita, su inocente carita lastimada y ultrajada contaba las veces que clamó detener aquel abuso de su dignidad—. Ven acá, déjame curar tus heridas, todo saldrá bien —pronunciaba despacio el amable chico, como si de una nana se tratase, mientras ayudaba a levantar del suelo a su querido Nao.

—Tranquilo, estoy bien, ya pasó todo y sé que es lo que debe venir. Me equivoqué, lo sé. No lo quiero volver a hacer —respondía con fortaleza en su voz el mayor; a la vez, miró profundo a su amigo como cuando se hace una promesa. —Has de cuenta que no hay desorden. Me da vergüenza que hayas visto esta actitud mía tan infantil —exclamaba mientras se vestía con su amigo al lado.

—Sé donde podemos hablar con tranquilidad, lejos de este deprimente ambiente— le decía el rubio mientras le brindaba una sonrisa—, ¡te tengo preparada una tarde excelente! —. No sabía si sus intentos de alegrarle el rato tuviesen efecto o sirviesen en ese instante, pero quería sentirse útil y lograr robarle al menos una sonrisa.

—¡Vale!, vamos, deja me maquillo un poco, ¡hoy estoy terrible!, luego arreglaremos este desorden —contestó en un tono muy sereno, demasiado para el gusto de Hiroto.

—Tranquilo, nada de esto es tu culpa, ya miraremos luego —articulaba con gran deseo de exigir saber lo que pasó, pero logró contenerse y dejarlo para cuando Nao tuviese más fuerza. Con deseo de evitar discusiones Nao mantuvo su prudencia y no refuto el anterior comentario.

Durante la mañana Nao se la pasó comiendo, con cara de niño mimado, los chocolates que Hiroto le había llevado, todos y cada uno. Sólo le dio uno o dos a Hiroto por educación, el resto eran sólo de él. Hiroto le presentó la nueva tienda de cosplays, mangas y de una gran variedad de artículos otakus, de los cuales adquirieron varios. Tuvieron una pequeña discusión en juego por cuál manga era el más sentimental, el más divertido y demás.

El inocente baterista hacía todo lo posible por ocultar su tristeza y mantenía en alto ese orgullo de ser fuerte. Aún retumbaban en su mente las palabras de su querido Ruka, su acusación de cobardía, sus inexplicables acciones y su mirada sombría y sádica. De seguro le mostraría que no era nada de eso, pensaba en hacer valer su persona, en limpiarse de lo que le ensuciaba el alma y demostrar lo que realmente valía. Hiroto se percató de varios instantes autistas de su protegido, y aprovechaba para hacerle una broma, no mostrarle que le afectaba o siquiera que se daba de cuenta, la idea era no hacerle sentir más mal, darle fuerza y ánimos, bueno y por qué no, ganarle unas sonrisas para él.

 

Notas finales:

el tercer capi ya casi esta listo... pero no prometo nada =w=

 

dejen RR's! 

 

por cierto, mi twitter @uraid

mi facebook http://www.facebook.com/maka.murai

 

y no me pregunten mucho, que suelo soltar la lengua facil ;)

 

bye bye~


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