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Un peculiar experimento por Neko uke chan

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Notas del capitulo:

Este capítulo contiene lemon

 Llegaron a casa de la familia ‘Kikumaru’ totalmente empapados, entraron, dejaron los zapatos en el recibidor y las chaquetas mojadas en el perchero. La neesan de Eiji había dejado sobre la mesa del recibidor de la entrada una toalla para que su descuidado hermano, que se había dejado el paraguas en plena época de lluvia, se secara al llegar.

 

 Sin contar con visitas, sólo había una toalla así que Eiji se secó lo mejor y más rápido que pudo y se la cedió a Oishi quien se secó aun más rápido que él.

 

 –Estoy en casa– anunció apresuradamente, mientras su amigo se adelantaba y subía a la segunda planta. –Bienvenido– saludaba su hermana desde la cocina.

 

 –Eiji, voy a salir en un rato, te dejo la cena en la nevera– llamó su hermana aún desde la cocina, el aludido anunció desde la punta de las escaleras en respuesta  –Vine con un amigo, bajaremos a cenar después– subió al fin, corriendo directamente a su cuarto.

 

 Oishi ya estaba en la habitación, sentado en la silla del escritorio frente a la puerta para ver entrar a Eiji. –Oye Oishi, es descortés que no hayas saludado a mi neesan, siempre que vienes lo haces– le recriminó inocentemente, acercándose por el borde de la cama hacia la silla. –de hecho has estado raro desde hace rato ¿te pasa algo? – se levantó de la cama y se acercó directamente al otro, cara a cara, con la preocupación en el rostro.

 

 Syuichiro no pudo evitar apenarse, desviando la mirada. –Estoy bien Eiji, en serio. No me pasa nada, es solo que…– de nuevo apareció la incómoda sensación que llevaba todo el día acosándole, sonrojándole hasta la médula.

 

 –¿Es solo que? – preguntó aun más preocupado el dueño de la pieza –N-nada, en serio– se levantó de la silla y se asomó por la ventana, abriéndola, estuvo un rato perdido en sus pensamientos tratando de comprender por qué diablos y tan de repente, veía a su pareja de dobles de una manera tan distinta.

 

 Al fin se dio vuelta y vio que Kikumaru estaba en proceso de cambiarse de ropa, de espaldas a Oishi con el pijama en manos y los calcetines puestos, el uniforme estaba en el suelo cerca de la cama. El rostro de Eiji se llenó de un rubor intenso, al igual que las mejillas del otro.

 

 –Lo-lo siento no debí voltear– dijo, regresando la vista hacia la ventana –Es mi culpa por no avisarte– respondió el acróbata, apenado.

 

 Un silencio perturbante llenó la habitación, nadie hacía el menor indicio de moverse hasta que Eiji rompió quedamente la calma.

 

 –Sa-sabes Oishi, hoy estas muy raro y siento que…yo también– comentó en voz baja, el aludido no respondió –Digo, no es la primera vez que nos cambiamos en la misma habitación, siempre lo hacemos en los vestidores del club y ya has venido otras veces a mi casa– dio un paso hacia adelante, inseguro de lo que iba a decir o hacer. El fuku-buchou comenzaba a sentirse nervioso.

 

 –P-pero no sé porque me da…vergüenza– esto último lo dijo en susurro, bajando la cabeza hasta cubrir sus ojos azules con un flequillo. Oishi sintió una punzada y volteó, las lágrimas caían del rostro de Eiji hacia el piso, un instinto sobrecogedor hizo que corriera a abrazarlo como nunca antes lo había hecho. No estaba seguro de porqué, pero se sentía más sensible de lo normal.

 

 –¿Por qué lloras, Eiji?–  preguntó conciliadoramente, el aludido levantó la cabeza para mirarle a los ojos y mostrar con ello una imagen de ternura que Oishi nunca había visto en sus orbes cielo.

 

 –No sé– respondió sin aliento, casi sin pronunciar las palabras y una lágrima involuntaria corrió por su mejilla. Inmediatamente y sin pensarlo el otro la recogió con el dorso de su dedo índice y con esa sensación extraña a flor de piel, acercó su rostro vacilante a los labios de Eiji, besándolo tímidamente, como si se tratase de algo frágil y quebradizo.

 

 Los ojos de Eiji se abrieron cuan grandes eran y sus mejillas se tiñeron del más delicado carmesí. El beso de Oishi se intensificó pausadamente, sosteniendo al pelirrojo por la cintura y acercándolo más a él, siguiendo sus instintos hasta que un pequeño quejido de Kikumaru los hizo separarse. –Yo...yo, no sé por qué hago esto Eiji, lo siento– se disculpó casi sin aliento, alejándose del otro con un fuerte rubor en el rostro.

 

 –Yo tampoco sé pero…no te detengas por favor– hablaba entrecortadamente, sintiendo un placer que le quemaba el rostro. Se acercó más a Oishi y éste le volvió a abrazar, tirándose a la cama con Eiji, besándolo con torpemente, acariciando el torso desnudo de su amigo mientras éste rodeaba el cuello de Oishi con sus fuertes brazos.             Sus lenguas se debatían con fuerza e inexperiencia, provocando gemidos por parte de ambos, la mano de Oishi jugaba con los pezones endurecidos del otro mientras con su otro brazo se apoyaba de la cama para no lastimarle.

 

 Pronto se empezaba a sentir el bulto en la única prenda que cubría a Eiji y esto no  pasó desapercibido por el otro quien no dudó en mover su mano hacia allí. Realmente no pensaban lo que estaban haciendo ni lo que estaban por hacer. Al rozar la entreperna de Eiji éste gimió acentuando aún más su sonrojo.

 

 –O-oishi mi hermana po-podría escucharnos– logró articular entre gemidos por las caricias que le proporcionaba el otro en su parte sensible. –Creo que ya se ha ido– respondió apenas consciente de lo que decía, solo deseaba una cosa y era saciar esa inquietud hormonal con Eiji como centro de deseo, lo demás carecía de importancia.

 

 El menor jadeaba incontrolablemente a los contactos tan excitantes que Oishi procuraba con sus masajes, laborando bajo la ropa interior, explorando cada parte de su longitud, subiendo y bajando a lo largo del glande y apretando juguetonamente los testículos. Sus ojos se mantenían fuertemente cerrados, con el placer extendido por el rostro, creando así una imagen irresistible para el azabache. Cuando éste consideró suficiente, retiró rápidamente lo que quedaba de la ropa, totalmente ceñida al miembro de Eiji, dejándole completamente desnudo frente a él.

 

 Con su creciente erección como apremio,  el mayor procedió rápidamente a desabotonar la chaqueta de su uniforme y su camisa, y abrir el sierre de su pantalón, descubriendo un bulto casi tan prominente como el de Kikumaru.

 

 –¿Es-estás seguro de lo que haces? – Preguntó inseguro, mirando con un ojo entrecerrado a su compañero –Ni idea ¿y tú? – respondió con una sonrisa algo inquietante, sosteniendo con una mano su creciente erección y dirigiendo un par de dedos de la otra mano a su boca. Eiji al ver esto sonrió aún confundido –Yo tampoco – rápidamente su expresión divertida cambió a una de dolor cuando un dedo penetró lentamente su entrada –AH– se arqueó involuntariamente hacia atrás, recostado en la cama y estirando los brazos buscando apoyo en las desordenadas sábanas.

 

 –Lo siento, no quise lastimarte– respondió Oishi bastante sentido, sufriendo la controversia entre la desesperación por desahogarse y el no querer lastimarle. El chiquillo pelirrojo sólo hizo un ademán que supo interpretar como tranquilizador.

 

 Ya más calmado el chico acróbata, Syuchiro procedió con pequeños movimientos con el dedo, lubricando la entrada del otro, introduciendo el segundo lentamente sintiendo cada vez más la necesidad de penetrarlo completamente; Kikumaru arrugaba la tez con una expresión de dolor concentrado, tratando de acostumbrarse a la intromisión.

 

 Cuando el chico hubo relajado la expresión y movía lentamente las caderas para acentuar la intromisión de los tres dedos, Oishi los retiró con cuidado levantándole  como pudo y colocándolo frente a él.

 

 –¿Estás listo?- preguntó procurando ocultar la impaciencia en su voz, el otro solo asintió con los párpados apretados contra sus mejillas coloradas. Dicho esto Oishi dio rienda suelta a la lujuria contenida, penetrando profunda pero lentamente de una sola vez, Eiji gemía rápida y cortadamente mientras el glande se abría paso dentro de él.

 

 Su compañero lo sostenía por las caderas, en un lento vaivén que pronto empezaron  a coordinar. Como parejas de dobles que eran, pronto sostuvieron un ritmo ordenado, con penetraciones rápidas y profundas, sabiendo que no había nadie en casa, gemían a sus anchas.

 

 –A-acuéstate–pidió quedamente Oishi. El otro accedió recostándose de espaldas en la almohada, sosteniéndose de la cabecera de la cama, Syuichiro se acomodaba de rodillas sobre el colchón mientras penetraba a Eiji, quedando las piernas del menor sobre sus hombros y  dejándole totalmente abierto.

 

 Penetraba rítmicamente, sosteniendo una de las piernas del otro con un brazo y con la otra mano masturbaba el miembro erecto de Kikumaru.

 

 –Arh…– Los gemidos rápidos llenaban la habitación desbordando placer, el reflejo de la luz de la lámpara bañaba sus perlados cuerpos sudorosos. Eiji bajó las piernas de los hombros de Oishi y este le ayudó a voltearse, Kikumaru se sostenía de la cabecera, arrodillado hacía ella de espaldas a Oishi.

 

 –Ya n-no puedo– anunciaba Eiji al borde de la locura, con lágrimas corriendo en su rostro sudado. –Yo tam-poco– respondió entre gemidos aumentando el ritmo desesperado que pedía su cuerpo, sosteniendo el miembro de Eiji apresándole más hacía sí. –¡AH!- entre gemidos desesperados y dolor, una fuerte corriente eléctrica hizo que el pelirrojo se doblara violentamente hacia atrás, derramándose en la mano de Oishi y éste a su vez se vaciaba dentro de él.

 

 Estuvieron en esa postura un rato, mientras sus cuerpos se relajaban y sus respiraciones extraviadas volvían paulatinamente. Al estar ya mas descansados, Oishi retiró su flácido pene de la entrada sonrosada del otro.

 

 Se apartaron uno del otro y se acostaron de largo en la cama, cada quien al borde de una esquina dándose la espalda mientras la consciencia y la vergüenza hacían de las suyas con malicia. Estuvieron un rato recapacitando lo que acababan de hacer, pensando, analizando, escrutando cada emoción escondida que afloró en ese preciso momento.

 

 Llegaron a una conclusión usinita: no estaba bien.

 

 –Ne, Oishi– llamó aún volteado, cubriendo su rostro con la almohada, abrazándose a ella.

 

 –¿Sí? – no respondió de inmediato, pero volteó a verlo descubriendo que su compañero mantenía  la vista en  la luz de la lámpara de techo.

 

 Único testigo de su desliz.

 

 –Esto quedará entre nosotros ¿verdad? – una sonrisa tímida se asomaba por su rostro, sintiéndose ruborizar.

 

 –…Por supuesto– afirmó con ese tono de voz tan seguro que a Kikumaru le era suficiente para ganar un partido de dobles, por más difícil que fuera, siempre y cuando Oishi le diera su confianza. –Es mejor olvidarlo– declaró el aludido dándose vuelta, recostando la cabeza sobre su brazo y cerrando los ojos.

 

 Permanecieron un rato en silencio, un silencio profundo y anhelante, pero no incómodo como el anterior.


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