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Medieval por Yuzuru7

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Notas del capitulo:

Lamento mi ausencia, pero me temo que no soy dueña de mi teimpo...

 

Sin mas retrasos les traigo este nuevo capitulo.

 

 

 

ROCHU-ROCHU-RUCHI-RUSIACHINA-IVANYAO-IVAYA

El paisaje era solitario, frio y un tanto desolador… lejos habían quedado los campos de flores y los inmensos sembradíos de Arroz, Trigo y Sorgo. Ahora solo veía tierras semi-congeladas pero sin rastros de nieve, un suelo árido, tal vez por el frio y sobre todo… un pueblo de costumbres tan diferentes que las consideraba salvajes.

Dentro de aquel extraño lecho, que bien podía calificar de prisión, sus manos enardecían hasta ser presas de un horrible dolor, seguro estaba que sus pálidos dedos estaban congelados. Y aun a pesar de todo aquello su mente vagaba en el recuerdo de aquel, que con un simple llamado le había enviado allí.

Revivía en su mente como un recuerdo lejano que le permitía seguir entre la cordura y la conciencia aquel momento donde su vida fue dictada a una divinidad que ya no oía y a la que ya no les prestaba interés.

Revivía en su mente aquellas palabras que redujeron su escasa “libertad” a la nada.

Se encontraba sentado en aquel inmenso campo de flores, la suave brisa golpeaba su rostro removiendo sus largos cabellos color ébano entre el viento, el solo alzaba sus delicadas manos que desnudas trataban de tocar los pétalos que eran mecidos por el viento. Brindándole a sus ambarinos ojos un espectáculo casi mágico. El sonido de un grupo de pasos acelerados le hizo presentir que pronto tendría algo de lo que arrepentirse… No se equivoco, el viejo emperador de Catey, reino del cual proviene solicitaba su presencia con una urgencia casi lacerante.

Fue bañado, perfumado y vestido con sus mejores galas para ser conducido a la sala del trono. Su andar por aquel imponente palacio fue lento, hacía tantos años que no salía de la ciudad prohibida, que anhelaba hacerse de todos los detalles posibles de su momentánea salida, y así mismo retrasaba aquel encuentro con el hombre que hace mucho tiempo había dejado de llamar “Padre”.

Cuando por fin llego a la imponente sala del trono, vio como el emperador conversaba con aquellos viejos rapaces a los que el pueblo y su padre llamaban consejeros.

–        ¿Me ha llamado su majestad?– inquirió deseando acabar pronto con aquel falso melodrama que la presencia del viejo emperador siempre le imponía.

–        Mi querido Hijo– dijo con un jovial y hasta rebosante tono aquel hombre de rasgos  rasgados y viejos, su larga barba blanca y sus blanquecinos cabellos, ya sin rastro del negro que antes les poblaba. El joven se estremeció ante aquellas palabras pero no alzo el rostro del rictus formal al que se había postrado, seguía con su frente tan cerca del suelo que creyó no podría alzarse de nuevo sin caer ante aquella sorpresa… Todo provocado por el prefijo usado en su persona y que hacia tanto no escuchaba, desde que había sido dejado en la ciudad prohibida al cuidado de cientos de monjes y miles de guardias… pero lejos de causarle dicha, verse llamado de nuevo hijo del emperador le causo un terrible terror.

–        Es un honor para mí informarte que el señor de Butu, te ha escogido entre miles de posibles soberanos para ser su… “Zhertvovat”– el joven sintió un raro estremecimiento recorrerle, aquella palabra cuyo significado no conocía y cuyo idioma desconocía, aquel simple susurro en otro idioma le dio una terrible sensación de olvido, abandono y pena, algo que hacía mucho había dejado de sentir

–        Siéntete orgulloso hijo mío… Eres la razón de nuestra salvación– no dijo mas, no fue necesario. El emperador y sus ministros se retiraron y el fue rodeado de las gentiles concubinas del emperador que con algo parecido al cariño y a la lastima le bañaron y perfumaron para prepararle para su majestuoso viaje, del que una parte de él sabia y deseaba no volver.

Aquello fue hace meses, llego a aquel lugar montado en un hermoso altar de sultán, cual hija de emperador a punto de ser desposada, tuvo la ligera esperanza de que aquella extraña palabras que ya ni siquiera podía recordar significara justamente eso… Cuan Falsas son en ocasiones son las esperanzas. Apenas se quedo solo, sin guardias, ni escoltas, ni monjes, ni damas. El Rey de aquel lugar hablando en un idioma extraño que le helo la sangre más que el frio aire, lo confronto. Apenas quiso alzar su mirada una tela gruesa se hizo con su vista y el solo sintió el lacerante dolor de algo que impregnado de fría y helada agua se ensanchaba en su piel, partiéndole con cada impacto, arrancándole bramidos dignos de una bestia… aquello siguió hasta que ya no fue consciente de nada…

Y ese era su vida, su libertad arrebatada para ser expuesto como una especie de animal, mientras la gente festeja y su piel era destrozada por el ferviente látigo que consuma su alma. Antes anhelaba libertad, hoy no importa, Hoy no existe el instante en el que no Anhele su muerte.

Escucho el ruido de artefactos extraños, gritos y alaridos que ya no le importaban ni le sorprendían. No hizo el amago siquiera de levantarse, no podía, su espalda torturada le imposibilitaba siquiera levantarse de aquel frio y duro suelo. Sus largos cabellos negros se pegaban a su rostro victimas del sudor provocado por las precarias fiebres que aun le atormentaban recordándole con miseria que seguía vivo.

Sus antes vivaces ojos ámbar eran ahora el vestigio del dolor que ya estaba en ellos tatuados, eran perlas opacas que miraban sin reconocer nada. Tampoco había mucho que ver, su estancia en aquel extraño lecho que parecía ser una vil Garra sostenida sobre él, no le permitía ver nada que no fuesen sombras. Ya no reconocía el día o la noche, ya no podía ver nada que no fuesen oscuras sombras, sus ojos si no estaban bajo el influjo de esa fiera tela que los oprimía y lastimaba, estaban como en este momento fijos en un celeste de trapos viejos en los cuales no se distinguía ni color ni gracia. El suelo de tan oscuro lugar no era más que tierra y roca. En ocasiones dejaba que sus temblantes dedos recorrieran la firme tierra anhelando el tacto que ahora dolido ya no le parecía hermoso. Pensaba en ocasiones que aquello no era más que el castigo divino del que alguna vez le hablo su padre. Ese castigo adquirido por ser  la causa de la muerte de la hermosa princesa que era su madre.

Los alaridos se intensificaron con un tinte de pánico y otros ruidos cuyo odio era palpable inundaron sus casi muertos sentidos. Gritos, reclamos y el olor que hace meses no abandonaba su mente, su cuerpo, su alma… el olor a sangre… el olor a muerte.

No supo que o porque, pero un algo entro con rapidez a donde él estaba, intento mover su cuerpo y solo logro divisar una figura alterada que sostenía una especie de arma. Su respiración acelerada y errática, trajo a su mente la segunda noche de su horrible instancia, cuando un grupo de esos bestiales seres se adentraron en su lecho y gravaron con sus armas la dañada espalda de su cuerpo. Heridas que igual que aquel día, seguían abiertas y dolidas, tal vez la piel de estas ya estaba muerta pues algo en el era lo que emanaba aquel olor y eso más que aterrarlo, lo entendía… ver a aquel ser solo le hizo surgir una nueva, ilusa y tonta esperanza… la de por fin Morir… ¿Cual cruel puede ser el destino con los pecadores? En instantes las viejas garras que le mantenían en las sombras fueron desgarradas y le envolvieron en su estado inerte en el piso. Cayeron pesadas sobre él y los sonidos se intensificaron. Todo siguió su curso, entre alaridos, gritos, el lacerante calor de lo que parecía ser fuego… y que traía a su cuerpo una sensación de tibieza que mas que agradecer odiaba, pues no tenía ni las fuerzas, ni el ánimo de regocijarse en él y eliminar el terrible entumecimiento de sus manos. Y después de un desconocido tiempo, todo paro…

¿Por fin había muerto? De ser así, porque aun sentía los ya comunes dolores. Tal vez ya no los sentía, solo no reconocía su existencia sin ellos, su extraña línea de pensamiento se vio interrumpida por algo que alzo la tela que le cubría. La luz de la noche le lastimo y obligo a cerrar sus vacios ojos.

–        Ty zhiv ?– reconoció un deje de aquel extraño lenguaje pero algo lo diferenciaba, un tono que parecía bailar entre la piedad y la tristeza. Sintió algo bajo su herida espalda, pero su tacto ya no reconocía nada… solo supo que lo que fuera intensifico de nuevo el dolor de su espalda, arrancándole un bestial sonido, y arrastrándole por fin a la nada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No podía creer que lo que estaba frente a él era real… pero algo dentro de él, le hacía sentir que lo que hizo en aquel lugar no se comparaba siquiera con lo que aquellos seres merecían. Y es que frente a él… con sus negro ébanos ya limpios de sudor y sangre, con sus resplandecientes, largos y sedosos cabellos de ébano negro, con sus labios que aunque agrietados seguían siendo delicados y delgados, con esas negras pestañas que cerradas permanecían ocultando unas gemas que ya anhelaba conocer.  Se encontraba el delicado ángel, el ser más hermoso que pudiera siquiera capaz de creer u imaginar.

Cuando unos de sus tenientes le hizo saber de un casi insonoro quejido en una pequeña parte de todo aquel destrozo, sintió por un instante el deseo de decir que lo dejaran, fuese lo que fuese, no viviría más allá de esa noche. Pero algo lo impulso, algo lo guio a esa zona cerca del altar de aquella horrible deidad, y lo escucho, un lamento casi silencioso. Camino hacia el sonido y que surgía de  bajo unas sucias garras que antes sostenían una improvisada y mal cuidada choza, le sorprendió ver en aquella tela restos de sangre… no que hubiera poca en toda aquella horrible escena, solo que esta, se hallaba seca, y había sido colocada ahí de forma exacta. La palabra  “Zhertvovat” que aun con las diferencias de lenguas significa SACRIFICIO le heló la piel, con sumo cuidado arrebato aquella firme garra y unos orbes que se cerraron de inmediato le sorprendieron. A sus pies, sucio cubierto de sangre y lodo había una frágil creatura, un pequeño ser de delicada forma, cuyas ropas que tal vez hace mucho hubieran sido dignas de un Emperador de Catey pero que ahora se hallaban rotas, desgarradas, y sobre todo sucias. Se inclino para tomarlo. Sea lo que fuese, aquel pequeño ser (al menos en comparación a su tamaño) no merecía morir ahí. Apenas lo alzo un Grito hilarante salió de la garganta de aquel ser que se desvaneció al instante. Delicadamente lo acomodo contra su cuerpo y noto de entre sus desgarradas ropas, los escasos trapos que cubrían su espalda sangrante, inflamada, amoratada y destrozada y por un instante juro, que esas marcas eran el designio de las alas que le había cercenado a ese pobre ángel.

Y ahora después de 3 días, de descansó y de las mejores atenciones que le podían brindar, seguía a la espera de que aquellos ojos se abrieran por fin.

–        ¿Aún no?– pregunto con un tono solemne y aun así ligeramente berrinchudo.

–        Ahh, lo siento mi señor, ya hicimos todo pero el joven aún no ha despertado, pero está bien, bueno… se recupera, y ya no debería estar tan débil– el viejo doctor del palacio hablaba rápido y sin pausas, ni el mismo entendía por qué su paciente se negaba a despertar, aunque tal vez la pobre mente de aquel muchacho era lo que estaba demasiado herida como para despertar.

Y así pasaban un par de días, y el pequeño ángel invitado se negaba a despertar. Se le notaba pálido y muy delgado y el pobre “Zar” ya no sabía que debía hacer para que su ángel de ébanos cabellos despertara.

–        ¿Y si no despierta?– decía un triste Zar mirando la puerta que le separaba de su bello invitado.

–        ¡Oh! No, no diga eso su señoría, ya vera que despierta pronto, usted no se preocupe. – respondía el nervioso doctor.

–        Ahh– y tras el suspiro el Zar volvió a sus importantes asuntos.

–        Mmm– unos fríos ojos azul violeta miraron la marcha del joven Zar y después la elegante puerta. Así que aproximándose hasta la puerta se filtró abriéndola y entrando silenciosamente en la calmada y tenuemente iluminada habitación. Se aproximó a la cama y parándose de puntillas miro el apacible rostro de aquel a su parecer extraño joven que dormía plácidamente en la cama.

–        Porque mi hermano está cuidándote… ¿es verdad que eres un Ángel? ¿Dónde están tus alas?– se alejó con el ceño fruncido

–        Si eres un ángel, ¿vas a regresarme a mis padres?– Sus largos cabellos cenizos caen laciamente sobre su hermoso vestido azul, la pequeña miraba con el ceño fruncido a aquel ser que su hermano había proclamado como un ángel, en esos cuentos que su hermana le contaba los ángeles eran seres hermosos que protegían a los inocentes y que tenían hermosas alas… Pero este no parecía tener alas.

–        Aunque si eres algo bonito…– unos ojos color ámbar le miraban fijamente haciéndola palidecer y sonrojarse por igual. Se sintió asustada y un poco descubierta así que dio un paso hacia atrás, los ojos la siguieron fijamente mirándola como si pudiera ver a través de ella.

–        ¿QUE ME MIRAS?– no sabía por qué le gritaba pero se sentía aterrada por esos ojos que parecían verla fijamente, viendo sus temores y sus sueños y eso la aterro más, que si se burlaba de ellos, del deseo de recuperar a sus padres y que sus hermanos ya no tuvieran que sufrir. Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos azul violeta, y entonces paso…

–        Nǐ wèishéme kū de xiǎo tiānshǐ? (¿Por qué lloras angelito?)– No supo que le dijo pero ese tenue tono ese murmullo casi silencioso la hizo sentir pequeña y muy frágil. Ligeros espasmos recorrieron su cuerpo y las lágrimas que nunca se había atrevido a soltar cayeron de sus ojos sin control.

–        MAMÁ– se sintió de pronto envuelta en un calor desconocido y un fuerte aroma a flores le rodeaba sus ojos seguían llorando pero ella ya no sentía perdida. Sus ojos se abrieron grandes al notar que esa calidez que la rodeaba venia de unos delicados brazos y que ese aroma provenía de aquel ángel que la sostenía firmemente, ¿en qué momento llego hasta sus brazos? Ahora se sentía en la mullida cama y un dulce susurro le invitaba a dormir, era la voz de ese ángel… un ángel que le cantaba justo como lo hacía su mama.

Sintió miedo cuando le dijeron que su hermana estaba desaparecida, así que temiendo lo peor fue a sus aposentos por su espada, al pasar frente a la puerta de aquel ángel que se negaba a despertar lo escucho… Un suave murmullo que invitaba a quedarse en éxtasis a escucharlo hasta el final así que lentamente y sin hacer ruido abrió las puertas, lo recibió una hermosa y enternecedora imagen, en aquella mullida cama se hallaba el ángel de negros cabellos cantando dulcemente a la pequeña rubia que dormía en sus brazos, una extraña brisa inundo de pronto la habitación los inmensos ventanales se abrieron pero por ellos no entro una ventisca congelante si no cientos de petalos de flores en todas sus tonalidades cientos de flores que danzaron alrededor de aquel ángel, flores que se movieron como fuertes alas de halcón ante el viento. El susurro se acallo y unos orbes miel le observaron detenidamente y las flores comenzaron a desaparecer como si de un espejismo se tratara.

–        Méiyǒu gèng duō de kū (No llores mas) – No supo que le había dicho, ni porque aquellas palabras lograron acelerar su corazón, pero… solo supo que desde la muerte de sus padres no había tenido ningún motivo para sonreír como en ese momento lo estaba haciendo, una sonrisa respondida por su contraparte angelical.

 

Notas finales:

¿Y que les parecio?

Espero les haya gustado un poco, y de nuevo lamento mi atraso.


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