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Lo que nunca te conté por nitta umiko

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Notas del capitulo:

Hola de nuevo a tod@s!!!!!!!!!! 

Si, por fin volví.... (no me maten por la tardanza, de veras que hice lo que pude para regrasar lo antes posible....)

Buenos, pues aquí está el siguiente capi, esperando como siempre que lo disfrutéis. 

Gracias a: 

Kunchan

Anónimo

Kyo 

hiroki

Por vuestros reviews y vuestras palabras de ánimos. 

Y gracias a todos por leer y por vuestra infinita paciencia conmigo. 

Los ojos del peliplata se quedaron fijos en la pequeña personita que dormitaba en el cuco de color crema que el Uzumaki había dejado en sus manos. Un impulso le animó a comenzar a caminar empujando lentamente el cochecito. No tenía ganas de llevar al pequeño al lugar que el rubio le había indicado. No quería tener a la razón de la falta de Iruka bajo el mismo techo que había compartido con su chunnin. Kakashi apenas prestaba atención a sus pasos, recorriendo el camino que conocía de memoria. Sólo se limitaba a mirar el suelo, pendiente de que las ruedas de goma no chocaran contra algún objeto que pudiera encontrarse en el suelo. Poco a poco sus pasos se fueron acelerando caminando con normalidad divisando la entrada a la casa del chunnin iluminada por la luz de las farolas. Se quedó parado en la puerta esperando a Naruto. Apoyó la espalda contra la madera metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón.
—¿Y esto?— Preguntó para sí mismo extrañado sacando la mano derecha del bolso de tela. Las llaves que guardaba siempre con tanto celo en casa brillaban ahora en su mano, incapaz de recordar el momento en que las cogió para meterlas en su ropa. El pequeño llavero con forma de delfín aún seguía en la argolla, como el primer día que las tomó por primera vez.
Aún podía recordarlo. Recordar la cara de su chunnin el día que se las entregó. Recordar aquella maravillosa sonrisa llena de ilusión mientras celebraban su primer aniversario en la intimidad de la casa del castaño.


—— Cuatro años atrás. ——
—¿Te ha gustado la cena?— Preguntó el castaño con una amplia sonrisa en sus labios. Kakashi apuró el último trago de sake de su vaso antes de mirar los ojos café del menor, el cual esperaba impaciente la respuesta.
—En la vida he cenado mejor.— Contestó Kakashi dedicándole una sonrisa antes de acercarse al castaño. —Pero creo que falta el postre.— Añadió con un deje sensual y lujurioso en la voz antes de besar tiernamente los labios del castaño. Iruka se sonrojó oponiendo poca resistencia, permitiendo que el beso del mayor embriagara su pecho; dejando que su lengua explorara cada rincón de su boca, de su cuello, de su pecho. De todo aquello que el mayor deseara probar de su cuerpo canela, el cual temblaba al contacto con la piel del peliplata sintiendo un placer tan cautivador y tan puro que no era capaz de controlarlo; deseando sentirlo hasta lo más profundo de su ser.
Iruka suspiró, dejando escapar el aire de su cuerpo lentamente mientras las manos del mayor acariciaban por completo su cuerpo.
La ropa se esparció por el suelo despacio mientras el peliplata atendía su cuerpo canela con esmero y dedicación. Adoraba sentir los perfectos labios de Kakashi recorriendo su cuerpo lentamente.
Las manos de Kakashi tardaron poco en aferrarse a sus caderas, mientras Iruka se movía despacio sobre él. Sus ojos oscuros conectados en todo momento con los del mayor, gritándose en silencio todo lo que sus jadeos y gemidos no les permitían decirse.
Iruka sonrió cerrando los ojos, descansado su cabeza sobre el perfecto pecho marfil del peliplata, sintiendo su corazón desbocado latiendo con fuerza. Se abrazó al desnudo cuerpo del jounin de cabello de plata dejándose arrastrar por las caricias que le regalaba el mayor.
—Te amo.— Susurró Kakashi haciendo que los ojos oscuros del joven se alzaran hasta dar con su mirada.
—Ahora vuelvo.— Respondió el castaño antes de separarse del cuerpo marfil del mayor, levantándose del futón y cogiendo un pantalón del suelo.
—¡Pero no te vistas, Iruka!.— Pidió el peliplata con una sonrisa en sus labios viendo como el joven salía del cuarto para volver a entrar con una pequeña cajita en sus manos. Iruka se arrodilló al tiempo que el mayor que el mayor se incorporaba. —Es para ti.— Afirmó Iruka con una radiante sonrisa que iluminaba el corazón del peliplata. Kakashi tomó con cuidado el pequeño paquete de color verde mar retirando con delicadeza la tapa adornada por un lazo rojo, encontrando en el interior un llaverito con forma de delfín pintado en tonos azules y dos llaves prendidas del mismo.
—Así podrás entrar cada vez que quieras.— Terció el castaño atento a los desiguales ojos del peliplata, los cuales se iluminaron antes de abrazar con fuerza el cuerpo del chunnin, obligándole a tumbarse de nuevo en el futón mientras devoraba su boca con ansia y pasión.

****************

 

Kakashi suspiró sintiendo un enorme peso en su pecho que apenas le permitía respirar. Tomó las llaves encajando una de ellas en la cerradura, girándola tan despacio que pareció convertirse en un siglo para el peliplata. La puerta de madera cedió, abriendo con un leve chirrido casi imperceptible. Kakashi se extrañó. Era la primera vez que se percataba de aquel ruido que hacía la puerta al abrirse. Tal vez porque lo único de lo que estaba pendiente siempre que atravesaba aquel umbral eran las palabras de Iruka dándole la bienvenida antes incluso de que pudiera entrar. Abrió la puerta hasta el tope antes de retroceder un par de pasos, tomando el manillar del carrito y empujándolo hasta el interior. Cerró la puerta quedándose parado unos instantes en espera de la frase que sabía no iba a escuchar.
El tiempo se detuvo para el peliplata, volviendo a transportarle la aquella época en la pensaba cada noche en el campo de batalla en ese lugar. Volviendo al calor de aquel hogar. El olor de la casa seguía siendo el mismo que el día que se marchó. Aún podía percibir el olor de su Iruka procedente de sus prendas, del sofá, de las sábanas del futón. Abrió los ojos recorriendo la estancia con más detenimiento a la luz de la luna. Parecía que nada había cambiado; como si los meses pasados fuera de aquel santuario no hubiesen transcurrido nunca. Caminó despacio entrando en la habitación del castaño. El futón seguía en el suelo, con la fina manta que habría cobijado el cuerpo de su chunnin por última vez aún revuelta sobre él. Kakashi suspiró acercándose y arrodillándose, tomando la manta y acercándola a su rostro, respirando profundamente aquel aroma mientras dos lágrimas recorrían silenciosamente sus mejillas hasta perderse en la tela. El silencio reinante taladraba su mente aturdiendo sus sentidos. Se tumbó sobre el futón de forma inconsciente, dejándose llevar por su aroma, por el recuerdo de su calor. Un ruido le hizo abrir los ojos, salir de aquel estado de perfecta paz que sentía por primera vez desde que volviera a Konoha, tan perdido en un recuerdo que sólo quería morir en él. Se levantó lentamente enjugando las lágrimas que bañaban sus mejillas, caminando lentamente hasta el umbral de la puerta. Se giró suspirando, viendo al castaño sentado en el futón, sonriéndole tiernamente. No quería salir de esa habitación. Sólo quería quedarse allí, encerrado eternamente en esas paredes de dulce aroma a amor y sentimiento. Un nuevo ruido más fuerte le hizo voltear el rostro rápidamente hacia el exterior.
—¿Naruto?— Preguntó aturdido mirando hacia las escaleras. Al no obtener respuesta se encaminó hacia el primer escalón, deteniéndose sorprendido al pasar por la puerta que había a su izquierda. Unas letras de madera de color azul adornaban la puerta. Encendió la luz rápidamente, sorprendiéndose al ver el nombre de Kichiro escrito en relieve sobre la puerta marrón clara. Un deje de rabia atravesó su pecho, apretando con fuerza las mandíbulas en un intento por no llorar. Su respiración se profundizó inverso en aquellas letras que le dañaban los ojos. Acercó la mano hasta el pomo cromado que brillaba bajo la luz de la bombilla. Su tacto era demasiado cálido para una superficie de metal. La mano de Kakashi apretó el pomo con fuerza, parado frente a la puerta sin poder moverlo. Sus ojos se nublaron, sintiendo cómo su cuerpo perdía fuerza. No podía más con tanta rabia. El dolor comenzaba a ser demasiado fuerte y real que comenzó a convertirse en irreal en su mente. Todo a su alrededor daba vueltas mientras aquel nombre se erguía en el centro de la espiral, manteniéndose antes sus desiguales ojos; potente y desafiante en la negrura que comenzaba a invadirlo todo.

 

 

" Lo sé, amor mío. Sé que duele, que quema, que mata por dentro. Si supieras como lo siento yo desde aquí, Kakashi. Si supieras que cada lágrima tuya me hace volver a morir. Adelante, mi amor; entra en la habitación de nuestro hijo. Sé que en el fondo quieres hacerlo aunque solo sea para poder acrecentar el odio que sientes. Pero te juro que si entras me harás el ser más feliz de este otro mundo en que estoy. Vamos Kakashi, yo estoy a tu lado; tu puedes hacerlo. Por favor, amor, por favor entra. Sé que eres valiente, Kakashi. Sé que entrarás ahí dentro, te lo ruego; por favor, entra. Te prometo que durante todo este tiempo la he preparado esperando que te gustara. Por favor, entra y dime que te parece la habitación de nuestro bebé, dime si te gusta el color de las paredes, la cuna que elegí para él. Dime si te parece bien la distribución de los muebles. Si te gustan los peluches que adornan su cuna. Si te parecen apropiadas esas sábanas, si la altura del colchón es la correcta. Lo sé, soy yo quien debería estar ahí y abrirte esa puerta. Enseñártelo todo, cada detalle. Sé que de haber estado ahí estarías sonriéndome, escuchando mis palabras sin interrumpirme hasta que dejara de hablar. Perdóname por no poder hacerlo, pero por lo que más quieras, Kakashi; abre esa puerta. ¡Entra!"

 

 

La mano del peliplata se movió lentamente, haciendo fuerza hacia abajo. La manecilla comenzó a ceder lentamente. Cerró los ojos con fuerza, bajando la mano hasta que el pomo llegó a su tope, abriendo la puerta de par en par de un solo empujón mientras su respiración se paraba. Los desiguales ojos del jounin se quedaron clavados en la ventana que tenía en la pared de en frente. La luna asomaba cortada por el marco blanco. Arrastró la mano por la pared hasta dar con la llave de la luz, encendiendo la estancia. Una tenue luz iluminó la habitación al tiempo que el peliplata dio su primer paso hacia en interior. El centro de la habitación era presidida por una cuna de barrotes sencilla en un tono malva claro, con un móvil de cuna colgado con pequeños perritos de colores moviéndose ligeramente. En la pared de la derecha había una cómoda en madera clara con tres de sus cuatro cajones en el mismo tono malva que la cuna. Se acercó viendo la parte superior de aquella cómoda, recubierta por una superficie de espuma forrada con dos salientes elevados a cada lado. Pasó lo mano por el cambiador, notando la superficie suave al tacto. Su vista se posó en la pared de la izquierda. Un extraño armario escalonado se erguía pegado a la pared. El escalón más pequeño lo conformaba un pequeño cuadrado con una puerta malva sobre una estructura de madera, el segundo escalón constaba de la misma puerta en lo alto, con dos cajones claros en la parte inferior. El tercer escalón lo conformaba una puerta grande malva que se abría hacia afuera. Sobre los distintos niveles del armario se podían ver varios muñecos suaves, al igual que peluches echos de tela con los detalles bordados. Los pasos de Kakashi le llevaron hasta la ventana, topándose con un mullido sofá beige bajo ésta, junto a una pequeña lámpara sujeta a la pared con forma de estrella. Kakashi suspiró apartando la manta perfectamente doblada que había en el asiento y dejándose caer sobre él. Miró las paredes envuelto en un extraño halo de calma, viendo el color claro que ahora tenían, admirando los dibujos de perros de la cenefa en lo alto de las paredes. Por un momento respiró tranquilamente, sintiéndose fuera de sí. Echó la cabeza hacia atrás sin darse cuenta, cerrando los ojos cansados y doloridos. No podía soportarlo más. No podía soportar aquella tortuosa calma que le invadía.
El cristal de la ventana comenzó a emitir un leve sonido que rápidamente se convirtió en un fuerte repiqueteo provocado por las miles de gotas de agua que chocaban contra él. Kakashi se dejó llevar por aquel musical y relajante sonido bajo la débil luz de la habitación. Una ligera sonrisa se apoderó de sus labios. Podía sentirle, sentir la esencia de su chunnin en cada una de las cosas que ahora llenaban esa habitación antes vacía. Podía sentir su calma y su paciencia en aquellos colores, en aquellas elecciones. Podía notar cómo le echaba de menos en la distancia en aquellos detalles. Lo había preparado todo pensando no sólo en el niño, también en él. La tela suave de ese sofá era una de las favoritas del peliplata; al igual que los colores elegidos eran de los que más le agradaban.
—Te echo de menos. — Suspiró al fin aún sin abrir los ojos, sumido en un estado irrisorio del que no quería salir. Una ráfaga atravesó su piel, quemando su pecho. —¿Por qué me has abandonado, Iruka?— Mustió entre dientes notando cómo sus lágrimas amenazaban con volver a tomar el control.
Las hojas de las ventanas se abrieron de golpe, dejando entrar una ráfaga de aire frío que levantó las cortinas claras, mojando el suelo. Kakashi se levantó rápidamente, cerrando la ventana antes de precipitarse escaleras abajo. Se acercó hasta la cocina para tomar un paño seco de uno de los cajones del mueble que había junto al fregadero. Salió de la cocina echando un rápido vistazo al cochecito que había en el centro del salón, comprobando que el pequeño seguía dormido antes de subir de nuevo a la habitación. Se arrodilló junto a la pared, secando el suelo. Sus manos se movía juntas sobre el paño blanco de rayas rojas hasta chocar con una pequeña cesta de mimbre que había en la esquina. Kakashi la miró, extrañándose de no haberla vista antes. En el interior de la cesta había una caja de cartón blanca cerrada con precinto oscuro. En el borde superior se podía leer claramente su nombre. El peliplata la tomó examinando esas letras más de cerca. No cabía duda alguna de que aquella era la letra de su Iruka. Se levantó del suelo con la caja entre las manos, volviendo a tomar asiento en el cómodo sofá, retirando con cuidado el precinto. Un sobre blanco de gran tamaño ocultaba lo que había en el interior. El peliplata lo retiró lentamente, viendo bajo éste cientos de pequeñas bolitas de un material suave y flexible. Kakashi tomo aire lentamente abriendo el sobre y sacando de su interior una hoja de papel. Un haz de ilusión iluminó su rostro al ver la letra del castaño llenando aquella hoja.
Suspiró fuertemente posando la vista sobre la fecha que rezaba en la parte superior de la hoja. Era del mismo día en que él había partido al campo de batalla.

 

Mi adorado Kakashi:
Al partir de mi lado siento un gran vacío que soy incapaz de soportar. Sé que te has ido por poco tiempo, y tengo fé absoluta en que volverás a mi lado. Lo sé no sólo porque seas fuerte, si no porque sé que no hay nada que pueda separarnos; y menos ahora. Desde el mismo momento en que has salido por la puerta me he arrepentido de no contarte la verdad; pero espero que cuando vuelvas entiendas que no te lo oculté por miedo, si no porque no quiero que nada de lo que yo pueda decirte te impida volver por estar más preocupado de que pasa en Konoha que en el lugar en que vas a estar este año.
Ayer me dieron la noticia más feliz de mi toda mi vida, Kakashi. Estoy embarazado de ti. En nueve meses tendremos un hijo. Un pequeño regalo del cielo que no todos los hombres podemos disfrutar y doy gracias por ello. Cuando vuelvas seremos dos los que estaremos esperando tu regreso. Seremos dos los que te daremos la bienvenida.
Cuando te he pedido que no te pusieras en contacto conmigo no lo he hecho por otra cosa que no sea el saber que habría sido incapaz de ocultártelo por mucho tiempo, pues es tal la felicidad que siento que me costaría demasiado no hacerte partícipe de ella. Sé que hemos hablado miles de veces de tener hijos y creo que no podré hacerte mejor regalo a tu vuelta que el hecho de presentarte a nuestro pequeño milagro.
Pero que no te lo vaya a contar hasta que vuelvas no significa que no te vaya a mantener informado de todo. Te escribiré una carta cada mes hasta que llegue el momento de tener a nuestro hijo. Así podré compartir contigo este año cuando vuelvas.
Te amo con toda mi alma.
Siempre tuyo:
Iruka Umino.

 

Kakashi mordió su labio inferior, releyendo la carta lentamente. Metió el papel en el sobre aún desconcertado, desviando la vista hasta la caja abierta que había en su regazo. La puerta de la calle se cerró con un golpe seco.
—Kakashi-sensei, ¿estás ahí?— La voz de Naruto llevó hasta el piso superior con fuerza. El peliplata guardó rápidamente el sobre en la caja, cerrando las solapas y poniéndose en pie.
—Aquí arriba. — Dijo acercándose al umbral de la habitación. Los pasos de Naruto a través de las escaleras de madera eran rápidos y precisos.
—No esta nada mal ¿eh? — Terció sonriente mirando al interior de la habitación del bebé. —Iruka lo preparó todo a la perfección, dattebayo. —Añadió alegremente. Kakashi se encogió de hombros, indiferente ante el entusiasmo que el rubio ponía en cada una de sus palabras.
—Tengo que irme ya. — Musitó abriéndose paso al lado del Uzumaki.
—¿Sólo vas a llevarte eso?— Preguntó el rubio volteando el rostro, fijándose en la caja de cartón blanca que portaba el jounin.
—Ahmmm... Sí... bueno, no lo sé. No he podido mirar mucho. — Contestó titubeando examinando la casa vagamente con la mirada. —Si encuentras algo mio sólo tienes que tirarlo y ya está. — Terció endureciendo el tono de su voz al tiempo que comenzaba a bajar las escaleras.
Naruto le siguió en silencio algo entristecido.
—No te olvides de arreglar la ventana de la habitación del niño. — Dijo sin mirarle acercándose a la puerta.
—No sabía que estaba rota. — Repuso el rubio haciendo que el mayor se detuviera un segundo. —Bueno, mañana le echaré un vistazo; hasta entonces dormirá conmigo en la habitación principal. — Un dolor inusitadamente real se instaló en el corazón de Kakashi; sintiendo cómo esas palabras se lo arrancaba del pecho lentamente, desgarrando cada una de sus células.
—Como mejor te parezca. — Contestó con frialdad antes de abandonar lentamente la casa.

 

 

"No sabes como duele ver cómo te alejas de la casa. Sé que no has podido darte cuenta, pero yo si he podido sentir todo tu ser en el mismo momento en que has traspasado esa puerta. Lo sé porque aunque sabía que no conseguiría impedírtelo, estaba parado en el umbral en un vano intento por no dejarte marchar. Y aún sigo aquí Kakashi. Aún te estoy mirando, esperando a que te des la vuelta y vuelvas a este hogar donde tu y yo hemos sido tan felices. Donde ahora quiero que Kichiro y tu seáis felices. Por más que te grite que vuelvas tu no eres capaz de oírte. No sabes lo frustrante que es eso, amor mío. Apenas puedo hacerte ver una mínima parte de todas esas cosas que quiero que veas.
No te he abandonado, Kakashi; al menos no del todo. Todo mi amor está puesto en nuestro hijo. ¿Por qué no eres capaz de verlo, amor? ¿Por qué no eres capaz de sentirlo?
Te veo aferrar esa caja con tal fuerza que parece que tu propia vida depende de ello. Necesito que vuelvas Kakashi. Aquí soy más fuerte, aquí puedo velar por ti. Aquí puedo cuidaros a los dos el tiempo que me sea posible. Porque aquí esta nuestro amor, nuestra verdad. Nosotros.
Por favor, amor mío, vuelve."

 

 

El llanto del pequeño comenzó a resonar en el salón. Un llanto sin consuelo que el rubio no comprendía. Se acercó hasta el cochecito tomándolo en brazos. Le meció lentamente sobre su hombro comprobando que el pañal no estaba sucio. Miró el reloj de su muñeca, cosntatando que aún quedaban tres horas para el siguiente biberón. Se acercó de nuevo al carrito, abriendo la bolsa de tela que colgaba del manillar, sacando un pequeño biberón transparente con algo de agua en su interior. Retiró a duras penas la tapa azul acercando la tetina a los labios del pequeño peliplata. La rabieta del pequeño iba en aumento mientras movía la cabecita apartando el biberón de sus labios. Naruto llevó la mano hasta el cuco, palpando en el interior hasta encontrar el chupete que colocó en los labios del pequeño, sosteniéndolo mientras caminaba de un lado a otro de la casa. El llanto acabó cesando rápidamente.
—Confía en mí, Kichiro. Es un poco testarudo, pero acabará cediendo. — Le dijo con una sonrisa al niño que sostenía entre sus manos, el cual le miraba fijamente con aquellos preciosos y grandes ojos brillantes, enmarcados por largas y espesas pestañas negras. Poco a pocos los ojos oscuros del bebé comenzaron a cerrarse mientras el rubio se mecía de alante atrás, incapaz de detenerse. En el mismo momento en que el pequeño se durmió subió lentamente al piso superior, entrando en la habitación del bebé. Abrió la colcha azul cielo depositando al pequeño en su interior antes de dirigirse a la habitación de su sensei. Una enorme sensación de tristeza se apoderó al tiempo que se arrodillaba a un lado del desordenado futón. No podía hacerlo. No era él quien tendría que deshacerse de todo eso. Suspiró mientras dos lágrimas caían por sus marcadas mejillas, extendiendo las sábanas y colocando la fina colcha con cuidado sobre ellas. Se levantó secándose la cara mientras volvía a encaminarse a la habitación del pequeño. Caminó lentamente acercándose hasta el sofá que poco antes había ocupado el peliplata. Se sentó mirando a la pared de en frente mientras escuchaba como el pequeño succionaba el chupete con fuerza. Junto a la puerta había una pequeña estantería de dos baldas ancladas a la pared. En ellas pudo ver varios marcos colocados con un mimo extremo. Se acercó con cuidado de no hacer ruido, tomando uno de los marcos de color plata. Un sonriente y sonrojado Iruka sonreía mirando al frente mientras el peliplata besaba su mejilla, mirando de reojo a la cámara. Naruto sonrió dejando el marco en sus sitio, posando su vista en el que había a su lado. Era la primera vez que Naruto veía el rostro de Kakashi, sonriendo mientras Iruka se abrazaba a su cuello. Sin pensarlo alzó la vista mirando un pequeño marco de color azul cían con un pequeño osito en la esquina inferior izquierda. En su interior había una ecografía donde apenas se podía apreciar un pequeño puntito.
Un atisbo de dolor cruzó su mente, incapaz de hacer sombra a aquella sensación de amor y felicidad que aquellos retratos desprendían. Apenas era capaz de entender esa mezcla de felicidad y dolor que le impedía pensar con claridad. Sonrió acariciando el cristal del marco. Era igual que él. Exactamente igual que el hombre que había sido como un padre para él. No podía estar triste teniendo a ese niño al lado.


Una extraña sensación de vacío se apoderó del peliplata en el mismo instante en que entró en su casa. Sin entender por qué la encontró mucho más desoladora, más triste; inexplicablemente más fría. Dejó caer la llaves sin fijarse donde se produjo aquel choque de tintineo metálica. Se encaminó a su cuarto sin soltar la caja en ningún momento. Se sentó sobre el futón volviendo a abrir las solapas rápidamente. Su curiosidad era demasiado fuerte, olvidándose por un segundo de todo lo que había a su alrededor. Olvidando lo ocurrido por fracciones de segundo. Apartó el sobre blanco que había arrugado sin querer al volver a meterlo en la caja cuando Naruto entró. Suspiró apartando aquellas bolitas que protegían el interior, viendo una carpeta marrón y varios sobres que sacó rápidamente. Los pasó uno a uno viendo cómo estaban numerados del uno al nueve. Los dejó a su lado sacando la carpeta marrón, abriéndola rápidamente. La primera hoja era una ecografía con el nombre de Iruka en el borde superior. Fue pasando las hojas lentamente, viendo como lo que en la primera página no era más que un punto blanco en mitad de la nada negra iba dando paso a un pequeño bebé. Al pasar la última ecografía, pudo ver cada uno de los informes que le habían ido entregando a los largo de sus meses de embarazo. Cerró la carpeta con cuidado, evitando estropear los papeles que albergaba en su interior, colocándola al lado de los sobres. Su vista volvió a posarse en el interior de la caja. Un abultado sobre llamó su atención, tomándolo rápidamente, dejando a la vista un pequeño cuadernito de color oscuro con letras doradas y el símbolo de la hoja bajo estas. Kakashi lo cogió olvidando el abultado sobre al ver que en ese cuadernito rezaban las palabras "libro de familia". Abrió la primera hoja dejando caer un papelito sobre sus piernas. Kakashi lo tomó desdoblándolo.


Perdona por elegir yo solo el nombre, pero hay que registrar al niño antes de mes de nacimiento. Espero que te guste el que he elegido.


Kakashi volvió a doblar el papelito por la mitad antes de fijar su vista en la primera cara. En ella estaban escritos el nombre completo de Iruka y el suyo. Pasó la página despacio viendo el apartado marcado cómo "hijos" Bajo este sólo había tres letras escritas: Kichiro Hatake Umiko.

Notas finales:

Pues hasta aquí por el momento. Espero que os haya gustado. 

Para cualquier cosa que queráis decir, opinar o sugerir ya sabéis que hacer. 

Prometo volver pronto. 

Besitos 

Nitta Umiko. 


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