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La historia no contada por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no me pertenecen, sino a su autora J. K. Rowling, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Parejas: SiriusxOC, Harryx¿? (por el momento)

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, semi AU, Lemon, fantasía, gore, tortura y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

 

La historia no contada

 

 

 

Capítulo 06.-Nueva amiga

 

 

 

Mientras las lechuzas volaban por el Gran Comedor, como de costumbre, la atención de todos se fijó de inmediato en dos paquetes largos y delgados, que llevaban cuatro águilas. Harry estaba tan interesado como los demás en ver qué contenía, y se sorprendió mucho cuando dos de las aves bajaron y dejaron uno de los paquetes frente a él, las otras hicieron lo mismo, pero con Iktan; los envoltorios tenían una carta sujeta con listón rojo.

 

Harry abrió el sobre para leer primero la carta y fue una suerte, porque decía:

 

Felicidades por entrar al equipo, estoy orgulloso de los dos.

Les envió una nueva Nimbus 2.000, se lo han ganado.

 

P.D. Vuelvan a romper las reglas y los enviare Mictlantecuhtli, mas rápido de lo que pueden decir Ocelotl.

 

Tonalli, Tlatoani de Tollan.

 

Harry miró a su hermano, quien estaba junto a Ron, que parecía estar enfrascado en un monólogo. Frunció el ceño, detestaba que ese pelirrojo estuviera tan cerca de Iktan y que éste pareciera no molestarle su presencia.

 

—¡Una Nimbus 2.000! —dijo Pansy Parkinson; era una chica de cabello negro y ojos verdes con la que Harry había entablado una especie de amistad. La joven le había quitado la carta de las manos para leerla —¿Qué es Mictlatectli?

— Mictlantecuhtli. Es el Dios de la Muerte, Su Nombre en Náhuatl Significa, "Señor del Inframundo" —respondió guardando la carta en el bolsillo de su pantalón.

—Vaya, tu padre es algo… excesivo —dijo sonriendo nerviosa.

—Es un rey, después de todo —dijo Blaise Zabini quien, junto con Pansy, era el único a quien Harry le hablaba. —Supongo que tú hermano también recibió una.

—Eso supongo.

 

Iktan y Ron, salieron rápidamente del comedor para abrir el paquete en privado, antes de la primera clase, pero a mitad de camino se encontraron con Crabbe y Goyle, que les cerraban el camino. Malfoy le quitó el paquete a Ron y lo examinó.

 

—Es una escoba —dijo, devolviéndoselo bruscamente, con una mezcla de celos y rencor en su cara—. Esta vez lo has hecho, Quetzalcóatl. Los de primer año no tienen permiso para tener una.

 

Ron no pudo resistirse.

 

—No es ninguna escoba vieja —dijo—. Es una Nimbus 2.000. ¿Cuál dijiste que tenías en casa, Malfoy, una Comet 260? —Ron rió con aire burlón—. Las Comet parecen veloces, pero no tienen nada que hacer con las Nimbus.

—¿Qué sabes tú, Weasley, si no puedes comprar ni la mitad del palo? —replicó Malfoy—. Supongo que tú y tus hermanos tenéis que ir reuniendo la escoba ramita a ramita.

—¿Tan temprano molestas a mi hermano… Malfoy? —dijo Harry frunciendo el ceño, con él se encontraba Pansy y Blaise.

—Yoltic, puedo defenderme solo —dijo Iktan cruzándose de brazos y en tono serio. —Te sugeriría que no te rebajaras al nivel de éste individuo —Draco frunció el ceño y la risa mal contenida de Ron sólo serbia para hacerlo enojar; estaba a punto de contestar pero el profesor Flitwick apareció detrás de él

 

—No se estarán peleando, ¿verdad, chicos? —preguntó con voz chillona.

—A Potter y a Quetzalcóatl  les han enviado una escoba, profesor —dijo rápidamente Malfoy.

—Sí, sí, está muy bien —respondió el profesor Flitwick, mirando radiante a Harry y a Iktan —. La profesora McGonagall me habló de las circunstancias especiales, de ambos. ¿Y qué modelos son?

—Nimbus 2.000, señor —dijo Harry, tratando de no reír ante la cara de horror de Draco.

—Y realmente es gracias a Malfoy que las tenemos —agregó Iktan con burla.

 

Harry se despidió de su hermano; ninguno de los dos quería llegar tarde a clases o estaban seguros que su padre cumpliría la promesa que les hizo.

 

—Bueno, es verdad —continuó Iktan cuando llegaron al final de la escalera de mármol—. Si él no hubiera robado la Recordadora de Neville, ni Yoltic ni yo estaríamos en el equipo...

—¿Así que crees que es un premio por quebrantar las reglas? —Se oyó una voz irritada a sus espaldas. Hermione subía la escalera, mirando con aire de desaprobación el paquete de Iktan.

—Pensaba que no nos hablabas —dijo Iktan.

—Sí, continúa así —dijo Ron—. Es mucho mejor para nosotros.

 

Hermione se alejó con la nariz hacia arriba.

 

En realidad, a ninguno de los dos hermanos le interesaban sus escobas, pero sus amigos no dejaron de molestarlos hasta que fue hora de subir a sus respectivas salas comunes.

 

—Es preciosa —dijo Blaise, cuando la escoba rodó sobre la colcha de la cama de Harry. Hasta el joven príncipe de Tollan, que no sabía nada sobre las diferencias en las escobas, pensó que parecía maravillosa. Pulida y brillante, con el mango de caoba, tenía una larga cola de ramitas rectas y, escrito en letras doradas: «Nimbus 2.000».

 

 

Las siguientes semanas, ambos hermanos se la pasaron entrenando con sus respectivos equipos. Tal vez fue porque estaba ocupado tres noches a la semana con las prácticas de quidditch, además de todo el trabajo del colegio, la razón por la que Iktan y Harry se sorprendieron al comprobar que ya llevaban dos meses en Hogwarts. Y comprobaron que su padre tenía razón cuando les decía que en Hogwarts, el tiempo pasa volando.

 

Sus clases, también, eran cada vez más interesantes, una vez aprendidos los principios básicos.

 

En la mañana de Halloween se despertaron con el delicioso aroma de calabaza asada flotando por todos los pasillos. Ambos hermanos estaban un poco tristes, pues en algunos días sería el día de muertos y no podrían celebrarlo. Pero la decepción se les paso rápido cuando el profesor Flitwick anunció en su clase de Encantamientos que pensaba que ya estaban listos para empezar a hacer volar objetos, algo que todos se morían por hacer; desde que vieron cómo hacía volar el sapo de Neville. El profesor Flitwick puso a la clase por parejas para que practicaran. La pareja de Iktan era Seamus Finnigan (lo que fue un alivio, porque Neville había tratado de llamar su atención). Ron, sin embargo, tuvo que trabajar con Hermione Granger. Era difícil decir quién estaba más enfadado de los dos. La muchacha no les hablaba desde el día en que los príncipes de Tollan recibieron sus escobas.

 

—Y ahora no se olviden de ese bonito movimiento de muñeca que hemos estado practicando —dijo con voz aguda el profesor; subido a sus libros, como de costumbre—. Agitar y golpear; recordad, agitar y golpear. Y pronunciar las palabras mágicas correctamente es muy importante también, no se olviden nunca del mago Baruffio, que dijo “ese” en lugar de “efe” y se encontró tirado en el suelo con un búfalo en el pecho.

 

Era muy difícil. Iktan y Seamus agitaron y golpearon, pero la pluma que debía volar hasta el techo no se movía del pupitre. Seamus se puso tan impaciente que la pinchó con su varita y le prendió fuego, e Iktan tuvo que apagarlo con su sombrero. Ron, en la mesa próxima, no estaba teniendo mucha más suerte.

 

¡Wingardium leviosa! —gritó, agitando sus largos brazos como un molino.

—Lo estás diciendo mal. —Iktan oyó que Hermione lo reñía—. Es Win-gar-dium levi-o-sa, pronuncia gar más claro y más largo.

—Dilo, tú, entonces, si eres tan inteligente —dijo Ron con rabia.

 

Hermione se arremangó las mangas de su túnica, agitó la varita y dijo las palabras mágicas. La pluma se elevó del pupitre y llegó hasta más de un metro por encima de sus cabezas.

 

—¡Oh, bien hecho! —gritó el profesor Flitwick, aplaudiendo—. ¡Miren, Hermione Granger lo ha conseguido!

 

Al finalizar la clase, Ron estaba de muy mal humor.

 

—No es raro que nadie la aguante —dijo Ron, cuando se abrían paso en el pasillo—. Es una pesadilla, te lo digo en serio.

 

Alguien chocó contra Iktan. Era Hermione; pudo ver su cara y le sorprendió ver que estaba llorando.

 

—Creo que te ha oído.

—¿Y qué? —dijo Ron, aunque parecía un poco incómodo—. Ya debe de haberse dado cuenta de que no tiene amigos.

—Aún así. No es correcto de un guerrero u hombre de honor se expresarse mal de una dama —Ron dejó escapar un ligero suspiro.

 

Hermione no apareció en la clase siguiente y no la vieron en toda la tarde. De camino a la fiesta de Halloween, Iktan y Ron oyeron a dos chicas decir que Hermione estaba llorando en el cuarto de baño de las niñas y que deseaba que la dejaran sola. Ron pareció más molesto aún, pero un momento más tarde habían entrado en el Gran Comedor; donde las decoraciones les hicieron olvidar a Hermione.

 

Mil murciélagos aleteaban desde las paredes y el techo, mientras que otro millar más pasaba entre las mesas, como nubes negras, haciendo temblar las velas de las calabazas. El festín apareció de pronto en los platos dorados, como había ocurrido en el banquete de principio de año.

 

Harry se estaba sirviendo una pierna de pollo, cuando el profesor Quirrell llegó rápidamente al comedor; con el turbante torcido y cara de terror. Todos lo contemplaron mientras se acercaba al profesor Dumbledore, se apoyaba sobre la mesa y jadeaba:

 

—Un trol... en las mazmorras... Pensé que debía saberlo.

 

Y se desplomó en el suelo.

 

Se produjo un tumulto. Para que se hiciera el silencio, el profesor Dumbledore tuvo que hacer salir varios fuegos artificiales de su varita.

 

—Prefectos —exclamó—, conduzcan a sus grupos a los dormitorios, de inmediato.

 

 

Los responsables de cada casa, comenzaron a dar órdenes para llevar a sus salas comunes.

 

—¿Cómo ha podido entrar aquí un trol? —preguntó Harry, acercándose a Iktan.

—No tengo ni idea, parece ser que son realmente estúpidos —dijo Ron—. Tal vez Peeves lo dejó entrar; como broma de Halloween.

 

Pasaron entre varios grupos de alumnos que corrían en distintas direcciones.

Mientras se abrían camino entre un tumulto de confundidos Hufflepuffs, Harry súbitamente se aferró al brazo de Iktan.

—¡Acabo de acordarme... Hermione! —exclamó Iktan.

—¿Qué pasa con ella? —le preguntó Harry

—No sabe nada del trol.

 

Ron se mordió el labio.

 

—Oh, bueno —dijo Ron enfadado—. Pero que Percy no nos vea.

—Si quieres, puedes irte a tu sala común —le dijo Iktan a Harry, quien negó con la cabeza. No pensaba dejar a su hermano; si en realdad había un trol, lo más seguro era que podría haber un enfrentamiento y no podía permitir que su hermano peleara solo.

 

Se agacharon y se mezclaron con los Hufflepuffs que iban hacia el otro lado, se deslizaron por un pasillo desierto y corrieron hacia el cuarto de baño de las niñas.

 

Acababan de doblar una esquina cuando oyeron pasos rápidos a sus espaldas.

 

—¡Percy! —susurró Ron, empujando a Harry y a Iktan detrás de un gran buitre de piedra.

Sin embargo, al mirar; no vieron a Percy, sino a Snape. Cruzó el pasillo y desapareció de la vista.

 

—¿Qué es lo que está haciendo? —murmuró Harry—. ¿Por qué no está en las mazmorras, con el resto de los profesores?

—No tengo la menor idea.

 

Lo más silenciosamente posible, se arrastraron por el otro pasillo, detrás de los pasos apagados del profesor.

 

—Se dirige al tercer piso —dijo Harry, pero Ron levantó la mano.

—¿No sienten un olor raro?

 

Los dos hermanos olfatearon y un aroma especial llegó a su nariz, una mezcla de calcetines sucios y baño público que nadie limpia. Y lo oyeron, un gruñido y las pisadas inseguras de unos pies gigantescos. Ron señaló al fondo del pasillo, a la izquierda. Algo enorme se movía hacia ellos. Se ocultaron en las sombras y lo vieron surgir a la luz de la luna.

Era una visión horrible. Más de tres metros y medio de alto y tenía la piel de color gris piedra, un descomunal cuerpo deforme y una pequeña cabeza pelada. Tenía piernas cortas, gruesas como troncos de árbol, y pies achatados y deformes. El olor que despedía era increíble. Llevaba un gran bastón de madera que arrastraba por el suelo, porque sus brazos eran muy largos.

El monstruo se detuvo en una puerta y miró hacia el interior. Agitó sus largas orejas, tomando decisiones con su minúsculo cerebro, y luego entró lentamente en la habitación.

 

—La llave está en la cerradura —susurró Harry—. Podemos encerrarlo allí.

—Buena idea —respondió Iktan sonriendo de lado; la verdad es que aquella criatura le recordaba a las creaciones que su maestro usaba para entrenarlos.

 

Se acercaron hacia la puerta abierta con la boca seca, rezando para que el trol no decidiera salir. De un gran salto, Harry pudo empujar la puerta y echarle la llave.

 

—¡Sí!

 

Animados con la victoria, comenzaron a correr por el pasillo para volver, pero al llegar a la esquina oyeron algo que hizo que sus corazones se detuvieran: un grito agudo y aterrorizado, que procedía del lugar que acababan de cerrar con llave.

 

—Oh, no —dijo Ron, tan pálido como el Barón Sanguinario.

—¡Es el cuarto de baño de las chicas! —bufó Harry.

—¡Hermione! —dijeron Iktan y Ron al unísono.

 

Ambos hermanos volvieron a toda velocidad hasta la puerta y dieron la vuelta a la llave, resoplando de miedo. Harry empujó la puerta y entraron corriendo.

 

Hermione Granger estaba agazapada contra la pared opuesta, con aspecto de estar a punto de desmayarse. El personaje deforme avanzaba hacia ella, chocando contra los lavamanos.

 

—¡Yoltic! —Harry asintió. Tirando de un grifo, lo arrojó con toda su fuerza contra la pared.

 

El trol se detuvo a pocos pasos de Hermione. Se balanceó, parpadeando con aire estúpido, para ver quién había hecho aquel ruido. Sus ojitos malignos detectaron a Harry. Vaciló y luego se abalanzó sobre él, levantando su bastón.

 

—¡Eh, cerebro de guisante! —gritó Ron desde el otro extremo, tirándole una cañería de metal. El ser deforme no pareció notar que la cañería lo golpeaba en la espalda, pero sí oyó el aullido y se detuvo otra vez, volviendo su horrible hocico hacia Ron y dando tiempo a Iktan para correr.

—¡Vamos, corre, corre! —Iktan tomó la mano de Hermione, tratando de empujarla hacia la puerta, pero la niña no se podía mover. Seguía agazapada contra la pared, con la boca abierta de miedo.

 

Los gritos y los golpes parecían haber enloquecido al trol. Se volvió y se enfrentó con Ron, que estaba más cerca y no tenía manera de escapar.

 

—Maldita sea —Entonces Iktan corrió, dando un gran salto y se colgó, por detrás, del cuello de aquel monstruo. La atroz criatura no se daba cuenta de que el chico colgaba de su espalda, pero hasta un ser así podía sentirlo si uno le clavaba un palito de madera en la nariz, Harry le siguió poco después,  introducido en el otro orificio nasal del trol.

 

Chillando de dolor; el trol se agitó y sacudió su bastón, con Harry e Iktan colgado de su cuello y luchando por sus vidas. En cualquier momento el monstruo los destrozaría, o les daría un golpe terrible con el bastón.

 

Hermione estaba tirada en el suelo, aterrorizada. Ron empuñó su propia varita, sin saber qué iba a hacer; y se oyó gritar el primer hechizo que se le ocurrió:

 

—¡Wingardium leviosa!

El bastón salió volando de las manos del trol, se elevó, muy arriba, y luego dio la vuelta y se dejó caer con fuerza sobre la cabeza de su dueño. El trol se balanceó y cayó boca abajo con un ruido que hizo temblar la habitación.

 

Los dos hermanos saltaron a tiempo para evitar ser aplastados por la enorme mole. Ron estaba allí, con la varita todavía levantada, contemplando su obra.

 

Hermione fue la que habló primero.

 

—¿Está... muerto?

—No lo creo —dijo Harry—. Supongo que está desmayado.

—Fue divertido —dijo Iktan sonriendo de lado —, hay que hacerlo otra vez.

 

Hermione y Ron lo miraron como si de pronto le hubiera crecido una nueva cabeza; por otro lado, Harry dejó escapar una pequeña risita. Se inclinó y retiró las varitas de la nariz del trol. Estaba cubierta por una gelatina gris.

 

—Puaj... qué asco.

 

Las limpió en la piel del trol.

 

Un súbito portazo y fuertes pisadas hicieron que los tres se sobresaltaran. No se habían dado cuenta de todo el ruido que habían hecho, pero, por supuesto, abajo debían haber oído los golpes y los gruñidos del trol. Un momento después, la profesora McGonagall entraba apresuradamente en la habitación, seguida por Snape y Quirrell, que cerraban la marcha. Quirrell dirigió una mirada al monstruo, se le escapó un gemido y se dejó caer en un inodoro, apretándose el pecho.

 

Snape se inclinó sobre el trol. La profesora McGonagall miraba a Ron, Harry e Iktan. Nunca la habían visto tan enfadada. Tenía los labios blancos. Las esperanzas de ganar cincuenta puntos para Gryffindor y Slytherin se desvanecieron rápidamente de la mente de los tres.

 

—¿En qué estaban pensando, por todos los cielos? —dijo la profesora McGonagall, con una furia helada. Harry miró a Iktan, ambos estaban seguros que su padre se enteraría de esto, y ahora sí cumpliría su promesa sobre de enviarlos a visitar al Señor de los Muertos—. Tienen suerte de que no los haya matado. ¿Por qué no estaban en los dormitorios?

 

Snape dirigió a Harry una mirada aguda e inquisidora. Harry la sostuvo, seguramente los iban a expulsar, pero el poco tiempo que le quedara en Hogwarts, demostraría su orgullo de príncipe.

 

Entonces, una vocecita surgió de las sombras.

 

—Por favor; profesora McGonagall... Me estaban buscando a mí.

—¡Hermione Granger!

Hermione finalmente se había puesto de pie.

—Yo vine a buscar al trol porque yo... yo pensé que podía vencerlo, porque, ya sabe, había leído mucho sobre el tema.

Ron dejó caer su varita. ¿Hermione Granger diciendo una mentira a su profesora?

 

—Si ellos no me hubieran encontrado, yo ahora estaría muerta. Harry e Iktan le clavaron sus varitas en la nariz y Ron lo hizo golpearse con su propio bastón. No tuvieron tiempo de ir a buscar ayuda. Estaba a punto de matarme cuando ellos llegaron.

Iktan y Ron trataron de no poner cara de asombro.

 

—Bueno... en ese caso —dijo la profesora McGonagall, contemplando a los cuatro niños—... Hermione Granger; eres una tonta. ¿Cómo creías que ibas a derrotar a un trol gigante tú sola?

 

Hermione bajó la cabeza. Iktan estaba mudo. Hermione era la última persona que haría algo contra las reglas, y allí estaba, fingiendo una infracción para librarlos a ellos del problema. Era como si Snape empezara a repartir golosinas o Draco se pusiera a besar a todos los hijos de muggles que encontrara en su camino.

 

—Hermione Granger, por esto Gryffindor perderá cinco puntos —dijo la profesora McGonagall—. Estoy muy desilusionada por tu conducta. Si no te ha hecho daño, mejor que vuelvas a la torre Gryffindor. Los alumnos están terminando la fiesta en sus casas.

 

Hermione se marchó.

 

—Potter, ven conmigo —Harry rodo los ojos. Se despidió de su hermano con un asentimiento de cabeza y se fue con Snape.

 

La profesora McGonagall se volvió hacia Iktan y Ron.

 

—Bueno, sigo pensando que tuvieron suerte, pero no muchos de primer año podrían derrumbar a esta montaña. Han ganado cinco puntos cada uno para Gryffindor. El profesor Dumbledore será informado de esto. Pueden irse.

 

Salieron rápidamente y no hablaron hasta subir dos pisos. Era un alivio estar fuera del alcance del olor del trol, además del resto.

 

—Tendríamos que haber obtenido más de diez puntos —se quejó Ron.

—Cinco, querrás decir; una vez que se descuenten los de Hermione.

—Se portó muy bien al sacarnos de este lío —admitió Ron—. Claro que nosotros la salvamos.

—No habría necesitado que la salváramos si no hubiéramos encerrado esa cosa con ella —le recordó Iktan encogiéndose de hombros.

Habían llegado al retrato de la Dama Gorda.

—Hocico de cerdo —dijeron, y entraron.

 

La sala común estaba llena de gente y ruidos. Todos comían lo que les habían subido. Hermione, sin embargo, estaba sola, cerca de la puerta, esperándolos. Se produjo una pausa muy incómoda. Luego, sin mirarse, todos dieron: “Gracias” y corrieron a buscar platos para comer.

 

Pero desde aquel momento Hermione Granger se convirtió en su amiga. Hay algunas cosas que no se pueden compartir sin terminar unidos, y derrumbar un trol de tres metros y medio es una de esas cosas.

 

 

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Tonalli caminaba entre dos Aurores. Se encontraban en la prisión más importante en la Inglaterra mágica: Azkaban. El soberano de Tollan estaba nervioso, pero como digno guerrero, no lo demostraba.

 

—Es aquí —habló uno de los hombres en tono parco. El otro lo despojó de su varita, capa y cualquier otra cosa que considerara peligroso. —Tendrá sólo minutos.

—Lo sé —respondió Tonalli altivo. Estaba molesto y asqueado; odiaba que las personas lo tocaran, él era un Tlatoani, la voz de los dioses y ningún ser inferior debía siquiera estar a un metro de él sin su consentimiento.

 

Ingresó a la celda, sin dejar en ningún momento el porte real. Unos ojos de miraba vacía se posó sobre él; era un hombre de rostro demacrado, los pómulos hundidos, la piel cerosa, dientes amarillos y el pelo largo y enmarañado, al igual que su barba, Tonalli pensó que parecía un cadáver.

 

—Namiktli —dijo Tonalli en su lengua materna. Por fin lo había encontrado, y por los dioses que haría hasta lo imposible para sacarlo de ahí. —En los líos que te metes, Tekpinyo.

 

El hombre, a penas y esbozó una débil sonrisa. Cerró los ojos, por primera vez, sintiéndose en paz.

 

Contunuará…

 


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