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Cabalgando entre el Heno por PrincessIce

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Ángelo llamó muy temprano a Dita anunciándole que tenía todo listo como se lo había pedido, solo tenía que presentarse en la notaría ya mismo para plasmar su firma, aquella noticia lo tenía más que tranquilo, sin decir a nadie salió para encontrarse con el abogado en la dirección que le había dado.


Tan solo en una hora el peliceleste ya se encontraba llegando al inmueble donde el joven abogado ya lo esperaba en la puerta, recibiéndole así con una amplia sonrisa.


-Afrodita, entra ya el notario está esperando por tu firma – el de cabellos cortos lo comenzó a apurar no sin antes saludarle cariñosamente con un beso en la mejilla.


Al entrar al despacho el licenciado tenía ya todos los documentos listos donde le devolvían el rancho a Milo, medio hojeo los papeles pues tenía plena confianza en que Ángelo había dejado todo en completo orden, así que sin pensarlo garabateo su firma, el notario le hizo entrega  de una copia del título de propiedad con un gesto amable.


-Bueno que tal que te invito a tomar algo para festejar que todo salió como querías – propone el abogado ir a un bar por un par de copas.


-Creo que, no es mala idea – inocentemente Afrodita acepta la invitación creyendo en sus buenas intenciones, así ambos parten en el automóvil de Ángelo, manejaba con naturalidad haciendo un alto en uno de los semáforos de la ciudad cuando fueron interceptados por gente enmascarada, cuando Afrodita intentó pedir ayuda sobre su rostro fue colocado un pedazo de tela con una sustancia que lo hizo desmayarse.


………..


Camus cepillaba su sedoso cabello frente al espejo cuando recibió la llamada que tanto esperaba, la sonrisa se dibujaba en su rostro al oír las palabras de aquel hombre anunciándole que su plan marchaba a la perfección, al cortar la llamada este se levanta de la silla dejando a un lado su fino cepillo, da unos cuantos pasos llegando hacia la entrada del baño en donde se queda parado y mueve su cabeza con fuerza contra la pared –¡Rayos.. duele ! – se lleva la mano al pómulo donde se dio el golpe de manera alevosa.


Ahora tenía todo su teatro montado se echó algunas gotas para irritar sus ojos y se tiró a la cama para comenzar a actuar como una víctima de maltrato de su primo, su madre entro a la habitación donde lo encontró a su pobre hijo golpeado y llorando, Camus explicó que su primo le había pegado sin motivo alguno y se fue huyendo de la casa, indignada la mujer esperó a su marido para darle la queja, decidiendo que no lo dejarían poner un pie más en esa casa.


Ya entrada la noche dicidió salir de la casa para buscar a Milo, con su carita de inocencia tocó la puerta esperando este le abriera.


-Milo.. – con rostro visiblemente compungido se echó a los brazos del capataz llorando a mares intentando ocultar su rostro en ese musculoso cuerpo.


-¿Camus? … ¿Qué tienes? – pregunta Milo sin poder entender ahora porque de esa actitud, le levanta el rostro al chico notando semejante golpe en su bello rostro.


-Me golpeo… cuando lo descubrí hablando con su amante – desconsolado respondió Camus esperando se tragara el cuento.


-¿De qué hablas?, mira nada mas como estas – daba un vistazo a tremendo golpe en su rostro, aun sin entender nada de lo que trataba de decirle Camus.


-Mi primo, lo halle hablando con Ángelo de sus planes, son amantes – fingidas lagrimas salían de los ojos de Camus ante la mirada atónita de Milo.


-Eso no puede ser… basta con tus mentiras – lo retiró de su pecho indignado sin querer crear las tonterías que le decía.


-Pero Milo, es verdad, yo le confesé a Afrodita que te amo y que te diría toda la verdad – Camus no se daba por vencido, apretó sus manos contra las de Milo – Le dije que lo delataría y fue cuando me golpeo, si no me crees puedes ir a la casa, se ha ido… ¡Se fue con su amante! – gritó un tanto alterado dejándolo con las dudas sembradas en el joven capataz.


….


Aun mareado intenta abrir los ojos pero algo le impedía hacerlo, con las manos sin poder moverlas con libertad logra palpar una especie de venda en los ojos… murmullos resonaban en aquel lugar sin poder comprender nada de lo que ocurría, por momentos intento de convencerse que solo estaba dormido y teniendo pesadillas.


-Ya despertó esa ricura – una voz rasposa le decía a alguien más  - Déjame tomarlo – pedía ese hombre mientras su corazón latía de miedo al escucharlos.


- Estúpido no puedes, el señor se enojara si lo tocas, ahí viene ya – le respondió otro con voz ronca, solo pisadas y un portazo se escuchó, ahora que agudizaba un poco más el tacto, sintió que estaba acostado en un colchón o cama, se remueve como gusano intentando liberarse, pero unas manos se lo impidieron, al parecer le soltaban el amarre de las muñecas, o al menos eso pensó por unos instantes, lo que venía jamás se lo espero, sus manos eran estiradas hacia la altura de la cabeza siendo atadas de nueva cuenta como a una especie de barrotes, un cuerpo se posaba sobre el suyo comenzando a besar su cuello de manera desesperada.


Quería gritar pero la mordaza se lo impedía, necesitaba implorar piedad, que no le hicieran daño, en ese momento lo único que quería era que Milo llegara y lo rescatara pero eso solo pasaba en las películas, el tipo arrancó sus ropas tocándolo de manera lasciva en su entre pierna, luego esa humedad que le recorría el vientre hasta su miembro, el muy asqueroso succionaba su miembro con satisfacción provocándole asco, desesperación que era reflejada en lágrimas que se perdían en los vendajes de sus ojos.


Las lamidas en su miembro se detuvieron solo para después sentirlo como mordisqueaba sus pezones hasta comenzar a arderle, estaba todo perdido cuando sintió como el asqueroso hombre restregaba su hombría dura y húmeda sobre su cuerpo que buscaba acoplarse en su intimidad, sus piernas las sentía libres por lo que las aventó intentando patear al tipo, al parecer lo enfureció pues le da un par de cachetadas concentrándose ahora en apretar con sus manos sus muslos para separarlos y entrar en el de una sola estocada.


-Ahh~ ahh ~ - gemía el hombre al meter y sacar su hinchado miembro a placer en Afrodita, cada vez lo embestía con mayor frenesí haciéndolo sentir que lo partían por mitad por la brusquedad en que era tomado por la fuerza.


Dejó de agitarse para zafarse del agarre del hombre pues al parecer esos movimientos lo hacían excitarse más al tipo que ya comenzaba a recorrer el cosquilleo para descargarse en abundancia en el interior del peliceleste que totalmente vulnerable había sido ultrajado por ese desconocido.


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