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Cabalgando entre el Heno por PrincessIce

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Notas del capitulo:

Estamos a un capítulo ya de terminar esta historia...

 

 

De inmediato toma su teléfono móvil para tratar de llamar a Milo que se encontraba en la hacienda, sin embargo, la señal tenía una equis roja marcada, se levanta del rincón caminando hacia donde la señal parecía marcarle apenas una línea de las barras, no pierde tiempo y busca en su agenda el número telefónico, para su mala suerte este sonaba y sonaba sin el éxito que esperaba.

–Lo voy hacer yo mismo… quítate Ángelo – grita Camus helándole la sangre  a su consanguíneo sabiéndolo muy capaz, recordando su experiencia cuando perdió el ojo.

– Maldición Milo responde… – una vez más intenta comunicarse, así que decide enviar un mensaje de texto – ¡Encontré a Afrodita, toma el camino viejo de las villas abandonadas, apúrate o lo van a matar! – el mismo susurraba el mensaje que tecleaba rápidamente en el teléfono, para su fortuna el texto se envía con satisfacción, por lo que regresa a su escondite.

El teléfono de Milo no dejaba de sonar recargado de un banquito donde momentos antes se encontraba sentado, sin percatarse que había caído de su bolsillo, pero el pequeño pelirrojo, es decir, Kiki se acerca al ver la luz verde parpadeando insistentemente, cuando ve que se trata del teléfono de Milo sale en su búsqueda para entregárselo.

–Niño ¿Qué traes ahí? – es sorprendido por Mu quitándole el teléfono que escondía en su espalda.

–Es de Milo lo dejo olvidado en las caballerizas, no te enojes solo quería devolvérselo – el mayor se cruza de brazos mirándole inquisitorio hasta que deja dibujar una sonrisa en su rostro.

–Muy bien, entonces vayamos a buscarlo – el rostro de Kiki refleja el alivio al saber que no será castigado, ya bien sabían lo travieso que era peor daba gracias a los dioses que esta vez el mayor le cree su versión de los hechos.

Ambos caminan hasta el ruedo que había en la ala este de la hacienda donde Milo se encontraba montando aquel corcel indomable que tanto se había doblegado a los encantos de Afrodita.

–Amigo mío, kiki encontró tu teléfono  en las caballerizas – Mu le hace señas al peli azul para que se acerque con ellos y poder entregarle el aparato.

–¡ HOOO! – detiene el bello caballo frente a ellos  – Ya no sé dónde tengo la cabeza, les agradezco mucho chicos –  en cuanto toma el teléfono entre sus manos mira extrañado  varias llamadas perdidas de Isaac, más su rostro se descompone al leer el texto recibido – ¡Esto es una broma! – su entrecejo marcado por una división que mostraba su furia – Encontré a Afrodita, toma el camino viejo de las villas abandonadas, apúrate o lo van a matar – lee en voz alta el texto, Mu lo miraba asustado cambiando su color de piel prácticamente al de una hoja de papel.

–¡Por dios! ¡Por dios! ¡Hay que llamar a la policía! – le sugiere angustiado al ver que solo se quedaba quieto sin actuar.

 

 

 

–Mu, ¿y si se trata de una patraña? ¡Él se fue con el tal Ángelo! – Continuaba envuelto en la patraña inventada por Camus, pero las palabras de Mu y su propio corazón le decían que hiciera algo.

– Isaac no es capaz de inventar ese tipo de cosas, Milo… ¡Haz algo! ¿Vas a dejar que le pase algo? – Se lleva las manos al flequillo mostrando su nerviosismo  –Si no haces nada después te vas a lamentar – advierte el peli lila tratando de hacerlo reaccionar.

–Llama a la policía, diles donde dice Isaac que está, ya mismo iré…  Dita…  – toma las riendas del caballo y pide a Mu que realice el aviso policial, pica espuelas al equino para ir lo más rápido que puede repitiéndose una y otra vez en su cabeza el nombre del muchacho que le robó el corazón.

 

Al llegar al entronque donde tomaría la desviación que le ha indicado Isaac, decide llamar al muchacho para que le dé mayor detalle de la ubicación del ojiceleste , en cuanto la llamada pudo concretarse no duda en interrogarle – ¿Dónde está? , Isaac no quiero que este sea un engaño porque… – apenas pudo decir aquello cuando el chico le daba santo y seña del lugar hasta que se queda callado.

 

Atiende el teléfono muy rápido al darse cuenta que no había puesto en silencio, miro nervioso a todos lados asegurándose que nadie lo hubiese escuchado, terminaba de decirle que camino exacto tomar cuando siente  el frío de la punta de la pistola en su sien y le retira el teléfono de su oreja, por el frente Ángelo colgaba la llamada.

–Esto ya se te fue de las manos, es mejor que nos vayamos… – sugería  el abogado insistente, pero Camus parecía un desquiciado en su mirar, enrolla su brazo en el cuello de Isaac para inmovilizarle.

 

–No primero elimino a mi pobre hermanito tuerto – canturrea de manera sarcástica  –¡Y tu ni se te ocurra llevarme la contraria o yo mismo hago que te comas el único ojo que le queda al estúpido de mi medio hermano! – su gesto burlón cambia drásticamente a uno rostro lleno de furia y locura total.

Isaac sabía que en cualquier momento llegaría Milo, así que un movimiento estúpido y Camus terminaría con su vida y con la de Afrodita antes de lo previsto, decide entonces mantener la calma o bien decir, servir de distractor para que no cometan la fechoría.

 

–¡No compliques más esto!, si la policía te atrapa, más bien nos atrapa no la vamos a librar – se acercaba Ángelo hacia Camus para que de alguna manera liberara al peli verde, pero a cada paso que daba el abogado, Camus se ponía más agresivo.

 

–¡Ni un paso más o te dejo sin pelotas! – Camus le dedica una mirada helada y desafiante, pasa a Isaac a su brazo izquierdo, mientras que con la diestra apuntaba hacia la entrepierna de su amigo Ángelo.

Al darse cuenta de los conflictos que se estaban generando entre estos dos delincuentes, Isaac aprovecha para dar un codazo en el estómago a su hermano así liberándose de su agarre.

El caballo sacaba casi espuma de la boca al correr con desespero, la velocidad es disminuida cuando ve la cabaña de la villa que le había dicho Isaac, corroborando con sus propios ojos aquel forcejeo a un costado de esta.

El caballo se encabrita relinchando al escuchar el disparo del arma, el grito de dolor impera en el lugar acompañado de la sangre que comienza a regar el campo de ese lugar abandonado.

 


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