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Simples Apariencias por Altarf_27

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Notas del capitulo:

¡Hola, una vez más! 

Aquí me tienen de regreso con un nuevo capítulo que espero resulte de su agrado.

Muchas gracias a todas esas personas que se toman su tiempo para leer esta historia y especialmente a aquellas que se toman unos minutos extra para dejar un review. ¡De verdad muchísimas gracias por sus palabras de aliento! El Tiempo es un enemigo terrible, pero ustedes me dan ánimo para enfrentarlo y seguir con el fic n_n

En fin, de corazón espero que disfruten la lectura

11. Voces de Ayuda

 

                La tarde se iba volviendo fría en la ciudad de Atenas y ese frío parecía acentuarse aún más en la mansión del Barón Amatista, donde una tensión palpable podía sentirse en el ambiente.

 

                Unas horas atrás, Shura había regresado a la vivienda trayendo a Camus en un estado lamentable. Un médico de la confianza de Zinnecker había acudido a atenderlo y ahora el galo se encontraba descansando en su habitación bajo el efecto de varios analgésicos y sedantes, pero la opinión del galeno acerca del estado del francés no era precisamente buena… menos para los negocios del Barón Amatista.

 

                Shion, Sorrento y Mime escucharon las indicaciones del médico y tras despedirse de él, los 3 se sumieron en un incómodo silencio. Sabían que las noticias que debían darle al Barón no eran buenas, y les preocupaba el cómo las tomaría.

 

                El mayor de los jóvenes aún intentaba pensar cómo dirigirse con su jefe cuando unos pasos acercándose por el pasillo hizo que los 3 chicos se pusieran en alerta. Se encontraban en una espaciosa sala de la mansión y mientras que Shion se puso de pie para encarar a Zinnecker, Mime se hundió en un mullido sofá a la vez que Sorrento se sentó en el descansabrazos del mismo, sujetando la mano de su compañero para darse valor mutuamente.

 

                Alberich se encontraba en una reunión cuando recibió la noticia de lo ocurrido y no perdió tiempo en regresar para estimar la magnitud de los daños ante lo ocurrido con el francés. Él era un hombre frío, hermético y que rara vez dejaba entrever sus emociones o pensamientos, pero en esos momentos sus ojos delataban a todas luces la emoción que lo embargaba: ira.

 

                Los ojos color olivo del Barón estaban ligeramente enrojecidos y con las pupilas dilatadas. Su mirada era gélida y la expresión que adornaba su rostro seguramente nada tendría que envidiarle al mismísimo Lucifer.

 

-¿Dónde está?- preguntó fijando su mirada en los singulares ojos de Shion.

 

-Descansando en su alcoba- respondió el peliverde procurando mostrar su habitual calma ante la fiera expresión del mayor- El médico tuvo que administrarle varios analgésicos y un sedante, así que seguramente dormirá durante varias horas- se apresuró a agregar al ver que el Barón parecía querer dirigirse donde el galo.

 

-¿Por qué lo sedó?- La voz de Zinnecker parecía tranquila, pero bastaba ver su expresión para entender que estaba haciendo un verdadero esfuerzo para no estallar en cualquier segundo.

 

-Tiene… varios desgarros- Shion trataba que su voz no temblara ante la mirada endiablada que el mayor le dirigía- También… le rompieron una costilla y… su rostro…-

 

-¿Su rostro?-

 

-Lo golpearon con algo. Tiene un corte sobre su ceja izquierda, el Dr. Sorensen está seguro que no dejará cicatriz con los puntos que le dio pero por el momento tiene la mitad izquierda de su cara completamente hinchada-

 

                Zinnecker apretó la mandíbula y Shion tragó con algo de dificultad. Podía ver como los dedos del mayor se crispaban de forma amenazante, como si desearan apretar entre ellos el cuello de alguien.

 

-¿Cuánto tiempo… le tomará restablecerse?- preguntó el Barón tratando de contenerse ante la ira que sentía.

 

-En 5 o 7 días podrán quitarle los puntos de sutura, pero… por los desgarros y la fractura… el médico piensa que podría tomarle un par de semanas recuperarse por completo-

 

-Un par de semanas- una fría sonrisa se dibujó en los labios de Zinnecker- ¡Un par de semanas! ¡Jajajaja!- la tétrica carcajada del mayor hizo que los 3 chicos presentes sintieran que un escalofrío los recorría por completo- ¡¡Él no tiene un par de semanas!!- gritó furioso a la vez que tomaba un jarrón que tenía a la mano para arrojarlo contra una de las paredes de la habitación consiguiendo que Sorrento y Mime se estremecieran y que Shion cerrara sus ojos ante el estruendo del objeto al romperse, si bien no se movió ni un milímetro de donde estaba- ¡Su agenda de esta semana está casi llena! ¡Y no me importa si tiene que ir arrastrándose! ¡¡No pienso cancelar ni uno solo de sus compromisos!!-

 

-Señor Alberich, Camus no puede…-

 

-¡¡Me importa un bledo lo que ese mocoso pueda o no pueda hacer!! ¡¡Si fue tan estúpido como para meterse en ese lío que vea cómo lidiar con las consecuencias!!

 

-Con todo respeto, señor Alberich…- la voz firme y serena de Saga llegó desde la puerta de la habitación haciendo que los presentes voltearan a ver al gemelo mayor, que hasta hacía unos minutos se había quedado acompañando al galo, pero sin duda los gritos del nórdico lo habían hecho acudir allí- Camus no buscó que esto pasara; ese chico Thalassinos no respetó el trato que hizo con usted y él no tenía forma de saber eso-

 

-Thalassinos pagará por eso, te lo aseguro, tanto el hijo como el padre si es necesario, pero no pienso comprometer mis negocios por las tonterías de unos cuantos niñatos imbéciles, y eso incluye a Camus-

 

-¿No cree que si Camus llega así como está a sus citas la ilusión del bello niño estudiante se romperá un poco?- intervino Kanon, que también había acudido a la habitación atraído por la furiosa voz del nórdico.

 

-Se maquillará, aguantará lo que sus citas quieran hacer con él y se tragará sus llantos y gimoteos- más de uno de los presentes abrió la boca para protestar pero Zinnecker no les dio tiempo- ¡¡Hará eso aquí o puede ir a recuperarse al burdel más atestado de los barrios bajos de Atenas!! ¡¡Allí a nadie le importará si no tiene su rostro de muñequita intacto!! ¡¡Ni siquiera les molestará que llore todo lo que quiera!!-

 

                Shion tembló al escuchar semejante amenaza. Por su parte, ambos gemelos apretaron sus puños cada quien en el sitio en el que se encontraba. Sorrento desvió la mirada a la vez que apretaba los dientes para no contestarle al mayor y Mime se abrazó a sí mismo hundiéndose más en su asiento.

 

-No puede estar hablando en serio- susurró Saga intentando controlarse.

 

-Usted saldría perdiendo- agregó Kanon con tono desafiante- Camus es quien más ganancias le está reportando últimamente, incluso más que las sumas de algunas de las ganancias que nosotros le entregamos-

 

-Cierto, pero no puedo darme el lujo de cancelar su trabajo de “un par de semanas”. Las compensaciones de esas cancelaciones me harían perder bastante, así que explotarlo en otro burdel menos exigente quizás sea la opción más adecuada por el momento-

 

                Un tenso silencio se instauró en la habitación. Saga y Kanon veían con una furia mal contenida al mayor mientras que Shion parecía haberse quedado congelado, no se le ocurría qué más decir para quitarle de la cabeza semejante idea al Barón.

 

-Yo… yo puedo tomar su lugar-

 

                Todos voltearon sorprendidos hacia quien había hablado con aquella voz tan suave. Mime aún se abrazaba a sí mismo, pero al sentir sobre él las miradas de los demás, tomó todo el aire que pudo sostener en sus pulmones y se levantó para encarar a Zinnecker.

 

-Puedo ir a las citas en lugar de Camus con las cosas del colegio. No tendrá que hacer compensaciones y Camus tendrá un poco de tiempo para recuperarse, así tampoco tendría que perder las ganancias que él pueda aportarle en la mansión posteriormente- declaró con una seguridad que no creía tener.

 

                Los ojos de ambos gemelos se abrieron con evidente sorpresa ante semejante propuesta, mientras que Shion sintió que un nudo se le formaba en la garganta ante la intención del rubio. Por su parte, Alberich recorrió de arriba abajo con la mirada al menor con expresión un tanto escéptica.

 

-Ya sé que no soy Saphir- murmuró ante el intenso escrutinio que la mirada del Barón ejercía sobre su persona-Pero sé que puedo convencer a sus clientes de que puedo brindarles una compensación bastante justa- declaró esbozando una pícara sonrisa que hizo que Zinnecker arqueara una ceja al parecer considerando su propuesta.

 

-No creo que todos los clientes de Saphir estén contentos con ese cambio-

 

-En esos casos podría proponerles un encuentro con 2 de sus Joyas a cambio de la cita con Saphir, Herr Barón-intervino entonces Sorrento también poniéndose de pie- Yo puedo acompañar a Mime y usted incluso podría ajustar el pago por la cita en esta situación-

 

                Un nuevo silencio se instauró en la habitación. Era evidente que Zinnecker seguía molesto, pero al parecer ahora estaba más concentrado en las opciones que los chicos le proponían y en cómo podría salir ganando con todo eso.

 

-Supongo que quizás podría funcionar- reconoció al cabo de unos momentos, logrando que Shion respirara con algo más de alivio y que los gemelos se relajaran un poco- Pero sólo le daré a Camus una semana para que regrese a sus citas programadas, ni un día más, si después de ese tiempo recibo cualquier queja de su desempeño…-

 

-No las tendrá- aseguraron Shion y los gemelos al mismo tiempo.

 

-Más le vale que así sea-

 

                Zinnecker dio por terminada la conversación y salió de allí a grandes zancadas sin volver la vista atrás. Ni bien se perdió de vista, todos en la sala respiraron aliviados y Shion posó entonces la mirada de sus ojos en los menores viéndolos con ternura.

 

-Mime, Sorrento…-

 

-No te preocupes, sólo será una semana- lo cortó Mime entendiendo lo que quería decirles.

 

-Es verdad, y ya era justo que Camus se tomara un respiro de la agenda que el Barón le estaba imponiendo con toda esta farsa- agregó Sorrento con una sonrisa amable en el rostro-Es una lástima que haya tenido que pasar todo esto para que pudiera tener unos días de tranquilidad-

 

-Gracias…-

 

                Ambos chicos le sonrieron al peliverde y salieron de la habitación siendo seguidos por las miradas de los mayores. En cuanto se quedaron solos, Shion fijó sus ojos en Saga viéndolo con rostro preocupado.

 

-¿Cómo está?-

 

-Afortunadamente no despertó con todo el alboroto que el Barón hizo- respondió el gemelo mayor para después suspirar con pesadez- No le va a ser fácil recuperarse de esto… Dudo que una semana sea tiempo suficiente para que se restablezca… -

 

                Shion asintió con expresión apesadumbrada, mientras que Kanon bufó molesto y sin decir nada abandonó la estancia dirigiéndose a los jardines.

 

                Saga vio alejarse a su hermano, pero no hizo nada por detenerlo. Unas horas atrás, los 5 jóvenes habían estado reunidos cuando Shura entró con Camus en brazos. Shion había corrido por el médico mientras que todos hicieron lo posible por brindarle ayuda al francés, pero no era mucho lo que podían hacer por él en esos momentos y el gemelo mayor sabía que eso había frustrado a su par. Estaba casi seguro que Kanon había estado intentando canalizar la ira y frustración que sentía golpeando algo en el jardín cuando la voz de Zinnecker lo hizo regresar y no podía culparlo.

 

                Ambos jóvenes decidieron darle su espacio al gemelo menor y se dirigieron donde el pequeño galo, quien dormía profundamente bajo los efectos de los medicamentos que le habían administrado, descansando sobre su costado derecho y con la mitad izquierda del rostro aún bastante inflamada.

 

                Shion se sentó a su lado en la cama y le acarició los cabellos con cuidado. Saga por su parte se sentó a los pies del francés y se limitó a  ver la escena con rostro preocupado.

 

                Ninguno dijo nada más por un buen rato. Simplemente se quedaron allí velando el sueño del menor. Ninguno supo muy bien qué tiempo había pasado cuando los párpados del francés se abrieron lentamente dejando a la vista la mirada adormilada de sus ojos de zafiro.

 

-Hola, pequeño- lo saludó Shion viéndolo con dulzura y acariciando con cuidado su lastimado rostro- No te muevas, debes descansar- agregó al ver que el galo hacía el intento de levantarse.

 

-El… señor Alberich… ¿volvió?-

 

                El peliverde asintió a la pregunta y tomó aire pensando las palabras que debía decir ante la interrogante y preocupada mirada que el francés le dirigía.

 

-¿Está… muy… molesto?- preguntó con dificultad el galo al ver que Shion parecía no saber qué decir.

 

-No es algo de lo que debas preocuparte en estos momentos- intervino Saga acercándose al campo de visión del francés y viéndolo con una dulce sonrisa-Por ahora sólo debes preocuparte por recuperarte, ¿de acuerdo?-agregó estrechando su mano con cuidado.

 

                Camus fijó sus zafiros en las esmeraldas de Saga y su rostro se contrajo en un puchero sin que pudiera evitarlo.

 

-Lo siento- susurró sintiendo cómo sus ojos se llenaban de lágrimas.

 

-¡Ey! Camie, esto no es tu culpa- el gemelo mayor se acercó más al galo y el peliverde se levantó de donde estaba para darle espacio con lo que el griego pudo acomodarse al lado del menor abrazándolo contra su pecho procurando no lastimarlo-No llores, todo va a estar bien- le dijo con suavidad para luego depositar un beso en su cabeza sin dejar de abrazarlo.

 

                Shion observó la escena sintiendo una opresión en su pecho. Escuchaba los sollozos de Camus mientras Saga hacía lo posible por consolarlo y él no podía sentirse más inútil en aquellos momentos. ¿Cuánto más tendría que sufrir el francés mientras siguiera bajo el yugo del Barón Amatista? ¿Cuánto más tendrían que soportar todos ellos?

 

                Fue una noche larga en la mansión. Ni Shion ni Saga se separaron del galo en ningún momento y los demás también se mostraron bastante solidarios estando al pendiente de lo que el menor pudiera necesitar, pues aún a pesar de los analgésicos el dolor lo despertó un par de veces.

 

                Mime, Sorrento, incluso Lune que volvió más tarde de una cita, ofrecieron su apoyo para cuidar del galo, pero Shion les pidió que descansaran mientras él y el gemelo mayor le hacían compañía. Kanon regresó más tarde un poco más sereno y se quedó con ellos el resto de la noche.

 

                Para cuando los rayos de sol que anunciaba un nuevo día se colaron a la habitación del galo, Shion dormía recargado a su lado en la cama, mientras que Kanon se había dormido en un sillón de la estancia y Saga descansaba recargado en la mesa de trabajo del francés. El gemelo mayor fue el primero en despertar y tras despabilarse un poco se acercó a la cama para sentir con cuidado el rostro del menor. Había tenido un poco de fiebre por la noche, pero ahora se sentía más fresco y la inflamación comenzaba a disminuir.

 

                Saga acarició con cuidado los cabellos del francés y, procurando no hacer ruido para no despertar a los demás, salió de la habitación caminando sin rumbo fijo. Aún tenía demasiadas cosas en la cabeza. Le preocupaba el lapso que el pequeño galo tendría para recuperarse así como las secuelas que ese incidente podría dejar en el menor, tanto en su físico pero sobre todo en su estado de ánimo en los días siguientes.

 

                El peliazul se detuvo al llegar a los jardines de la mansión y suspiró con pesar. Tal y como se lo había dicho el día anterior a su hermano, ahora lo importante era ayudar a Camus a recuperarse, si bien cuando dijo aquellas palabras no podía prever la gravedad de lo que ocurriría.

 

                Aún se encontraba con aquellos pensamientos en mente, cuando divisó a lo lejos la silueta espigada de cierto español que caminaba hacia el garaje del Barón. Sólo de verlo, una profunda ira se instauró en el pecho del gemelo, quien sin pensarlo dos veces avanzó con paso decido hacia el pelinegro.

 

                Shura iba en camino de cumplir un nuevo encargo de Zinnecker cuando alguien lo empujó hacia el Mercedes plateado en el que solía llevar a Camus a sus citas. Instintivamente su mano derecha buscó liberar la empuñadora del arma que en esos momentos cargaba en su estuche, sin embargo, al notar que el gemelo mayor era quien lo sujetaba del cuello del saco desistió de su intento, permitiendo que el peliazul lo azotara de espaldas contra el vehículo que manejaba.

 

                Ambos chicos quedaron frente a frente por unos instantes. Saga viendo con furia al hispano, mientras que este lo veía sin expresión en el rostro.

 

                El griego había tenido toda la intención de golpear al español, pero al quedar de frente a él observó que el moreno tenía el labio hinchado. Parecía que alguien se lo había roto el día anterior y Saga estaba seguro de que así no se encontraba cuando volvió a la mansión con Camus. Recordó entonces a su gemelo saliendo buscando cómo desahogar su ira y supo con certeza lo que había pasado.

 

-Fue Kanon- declaró soltando al menor de su agarre, aunque aún viéndolo con ira.

 

-Tiene fuerza en los puños- se limitó a contestar Shura sin emoción en el rostro y Saga retrocedió un paso sin dejar de ver al español seriamente.

 

-Se suponía que debías protegerlo-

 

                Shura desvió la mirada de las esmeraldas del griego y apretó con fuerza el estuche del arma que cargaba.

 

-Lo sé…- susurró con voz ahogada.

 

-¡¡El Barón quiere enviarlo a “recuperarse” a un burdel en Atenas!! ¡¿Eso también lo sabías?!-

 

                Los ojos del español se abrieron completamente ante las palabras del peliazul                a la vez que volteaba a verlo con expresión asustada.

 

-No lo haría… Él saldría perdiendo-Saga bufó molesto y por su expresión, Shura supo que hablaba en serio- Thalassinos pagará el daño que hizo- declaró con firmeza- Me encargaré de convencerlo para que la compensación que le dé al Barón sea más que suficiente para que desista de cualquier otra idea-

 

                El griego posó sus esmeraldas en el menor y Shura le sostuvo la mirada con expresión seria, haciéndole una promesa aún sin necesidad de palabras.

 

-Espero tengas razón- susurró Saga dándose la vuelta y dejando al español solo.

 

                Shura lo siguió con la mirada hasta perderlo de vista y entonces continuó con lo que hacía antes de la llegada del peliazul. Tal y como se los había advertido el día anterior a los muchachos que se habían atrevido a lastimar a Camus, el Barón estaba furioso de que alguien hubiera osado dañar una de sus Joyas, y tal y como le aseguró al gemelo mayor, la familia Thalassinos estaba a punto de vivir una verdadera pesadilla si no compensaban a Zinnecker por lo que habían provocado.

 

                El español condujo hasta el mismo departamento al que hubiera llevado al galo el día anterior. Sabía que probablemente estaría vacío en esos momentos, pero era la primera parada de su encomienda.

 

                Igual que en ocasiones anteriores, el portero del edificio fingió demencia al verlo llegar y él entró sin problemas al lugar. La puerta del departamento del 4º piso aún estaba dañada por la patada con la que la había volado el día previo y no le costó mucho abrirla.

 

                Como lo había pensado, el lugar estaba vacío. Todo estaba casi en el mismo sitio en el que lo hubiera visto el día anterior, incluido el rastro de sangre que Argol había dejado en el pasillo cuando el español le rompió la nariz.

 

                Shura recorrió el lugar sigilosamente hasta corroborar que en efecto no había nadie y entonces se dirigió a la sala, donde aún se encontraban las cosas que el francés había llevado consigo a la cita. Su ropa seguía regada en el suelo y su mochila estaba tirada en un sillón, con los útiles del galo desperdigados a su alrededor.

 

                El pelinegro tomó la ropa y comenzó a guardar las cosas en la mochila hasta que de una de las libretas cayó una pequeña tarjeta al piso. Sus ojos se abrieron con sorpresa al ver lo que decía; él había tenido en sus manos una tarjeta igual que había desechado casi sin ponerle atención, en cambio, el pequeño galo la había conservado escondida entre sus pertenencias. ¿Acaso Camus tenía la esperanza de que esas personas pudieran ayudarlo?

 

                “Dohko Tsartsaris”. El nombre del fiscal era lo que resaltaba en la tarjeta, junto con la dirección de su oficina particular y sus números de contacto, mientras que en la parte posterior de la misma, alguien había escrito con una bonita caligrafía otro nombre y un número de celular.

 

-Aioros Tsartsaris-leyó el español sin despegar sus ojos de las letras, recordando fugazmente el encuentro que había tenido con el castaño.

 

                Parecía un tipo agradable, a pesar de ser un niño rico. Un idealista que pensaba que podía cambiar el mundo, pero Shura dudaba que el griego conociera en realidad lo cruel que ese mundo podía llegar a ser.

 

                ¿Por qué Camus había conservado esa tarjeta? El galo debía ser consciente de los problemas que podría generarle que el Barón la descubriera y sin embargo… ¿Aún esperaba que alguien lo rescatara?

 

                El hispano no pudo evitar recordar la primera vez que había tenido que conducir al francés a una cita 2 años atrás. A sus 14 años, Camus era igual de hermoso que ahora. De rostro agraciado y cuerpo esbelto. Frágil. Eso era lo que había pensado Shura al verlo, más aún cuando a pesar de su rostro inexpresivo, la forma en que sus manos estrujaban su ropa delataba lo nervioso que estaba. No habían hablado mientras se dirigían al punto de encuentro en un prestigioso hotel de la ciudad, y aún seguían en silencio un par de horas después mientras se dirigían de regreso a la mansión cuando, al fijar la vista en el retrovisor, notó que el menor lloraba en silencio.

 

                Sólo tenía 14 años, y el Barón Amatista ya tenía años explotándolo. El español tenía ira acumulada contra el nórdico, por la forma en que lo había obligado a trabajar para él, por todo lo que se veía obligado a hacer, pero al ver esas silenciosas lágrimas escapando de los zafiros del galo, sintió rabia consigo mismo por ser partícipe de esos abusos.

 

                Aparcó el coche sin decir nada y suspiró profundamente a la vez que apretaba el volante con fuerza. Para cuando volteó a mirar de nuevo al pequeño francés, este lo veía extrañado por su comportamiento.

 

- Vous allez bien?-

 

                Llevaba poco tiempo en Grecia y su griego era pésimo, pero habiendo crecido cerca de la frontera entre España y Francia, el pelinegro dominaba perfectamente esos dos idiomas.

 

                Recordaba que Camus lo había observado sorprendido, como si nadie nunca le hubiera hecho esa pregunta antes, y finalmente le había dirigido una triste sonrisa a la vez que se limitaba a encogerse de hombros. Shura suspiró de nuevo y le pasó un pañuelo que el galo aceptó con algo de duda. El español ya había puesto en marcha de nuevo el vehículo cuando escuchó por primera vez la suave voz del francés.

 

-Merci-

 

                Los siguientes 2 años le dejaron bien claro al hispano el poder que Zinnecker tenía en esa ciudad. Comprendió que aún muriendo no podría cambiar la suerte de los jóvenes de la mansión, y no era que su vida le preocupara demasiado, pero oponerse al Barón Amatista podría costarle demasiado caro a lo que quedaba de su familia. Así que tuvo que adaptarse, pero se juró a sí mismo que por lo menos en la medida que le era posible trataría de proteger al francés y a los otros chicos, aún cuando la mayoría de ellos lo veían como uno más de los sicarios del nórdico.

 

                Él nunca había sido de hablar mucho y cruzaba pocas palabras con los jóvenes a los que custodiaba, aún así, con Camus siempre había sido diferente. Después de ese primer acercamiento, el galo solía hacerle preguntas ocasionalmente cuando le tocaba llevarlo. El menor también era de pocas palabras así que sus pláticas no solían ser muy largas, pero fueron suficientes para que se fuera dando un acercamiento entre ellos. Así, el francés lo había ayudado a pulir su griego y el español por su parte aprendió a ser un consuelo para él aún sin palabras. Aunque de diferente manera, ambos cargaban una pesada carga sobre sus hombros que trataban de soportar en silencio, y quizás eso mismo había creado un entendimiento entre ellos, al punto de que cada uno sabía qué hacer o decir para hacer sonreír al otro, aún cuando ambos eran de naturaleza más bien seria.

 

                Shura suspiró aún con la tarjeta de presentación en las manos. No tenía hermanos, pero el afecto que le había tomado al francés hacía que lo viera casi como un hermanito. Él le había prometido que lo protegería… y había fallado por completo.

 

                Levantó la mirada y sus ojos oscuros recorrieron la habitación hasta topar con un teléfono inalámbrico a pocos pasos de él. Mientras avanzaba despacio hacia el aparato, rogaba en silencio porque Zinnecker nunca se enterara de lo que estaba a punto de hacer.

 

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                Las clases continuaron su curso en el Magno Colegio de San Cirilo y San Metodio. Argol Thalassinos había llegado con el tabique de la nariz fracturado y se lo había atribuido a una pelea en la que 4 sujetos lo habían emboscado. Fuera de eso, todo estaba en calma y sin novedades y nadie asoció la lesión del griego con la ausencia de cierto chico francés.

 

                Hasta donde los profesores sabían, Camus se encontraba enfermo y debía guardar reposo; nadie había visto nada extraño en eso, salvo cierto rubio que tras 3 días de ausencia del galo comenzaba a tener un mal presentimiento.

 

                Aquella mañana, Aioria, Shaka, Mu y Milo se encontraban reunidos como de costumbre en el sitio donde solían almorzar. Todos se encontraban en silencio, cada uno con diferentes ideas rondando por sus mentes.

 

-Iré a verlo saliendo del colegio- dijo de pronto el rubio rompiendo el mutismo en el que se encontraban y consiguiendo que todas las miradas quedaran fijas en él.

 

-¿De qué hablas, Shaka?- le preguntó Aioria viéndolo confundido.

 

-De Camus, iré a verlo. No puede ser normal que se ausente de pronto y que ni siquiera responda las llamadas y mensajes a su celular-

 

-Y lo dices tú que tardas mil años en responder cuando alguien te llama o te manda un mensaje- comentó el castaño ahogando una sonrisa burlona.

 

-¡¡Perdón si no respondo entre mis clases de piano, mis sesiones de Aikido y todas las clases extra en las que me anota mi padre!!- bufó el rubio molesto para después tomar aire serenándose- El punto es que Camus ni siquiera lucía resfriado y de pronto simplemente parece haber desaparecido- comentó con tono preocupado.

 

-Quizás sólo esté muy agotado y no tenga ganas ni de ver su celular- opinó Mu tímidamente.

 

-¡Exacto!- concordó Aioria- Cuando tienes fiebre y te sientes mal sólo quieres dormir y no te importan otras cosas. ¿Tú qué piensas, Milo?- le preguntó a su compatriota, quien no respondió consiguiendo que todos voltearan a verlo- ¡Eh, bicho!- lo llamó chasqueando los dedos frente al peliazul logrando que este levantara la mirada observándolo sin comprender- ¿En qué tanto piensas, Milo? Parece que estabas en la luna-

 

-¿También estás preocupado por Camus, Milo?- le preguntó Mu con gesto amable.

 

-¿A ti tampoco te ha respondido?- le preguntó a su vez Shaka consiguiendo que el griego arqueara una ceja con expresión confundida.

 

-¿Y qué tendría que haberme respondido?-

 

-¡Por favor! No esperes que te creamos que a estas alturas no has intentando hablarle o le has mandado por lo menos unos cuantos mensajes- exclamó Aioria viéndolo con una sonrisa pícara.

 

-Pues no, no lo he hecho, gato, y no veo por qué tendría que hacerlo- contestó el peliazul con rostro de pocos amigos para luego levantarse y dejarlos con la palabra en la boca.

 

-¡¿Pero qué demonios le pasa?!- bufó Aioria molesto viéndolo alejarse.

 

-Hace días que Milo anda huraño- comentó Shaka pensativo- Y empezó a estar así poco antes de que Camus dejara de venir, ¿te parece coincidencia?-

 

                El castaño observó a su vecino con rostro serio durante algunos momentos y finalmente suspiró.

 

-No puedes ir a la mansión de Alberich Zinnecker así como así- murmuró el griego desviando la mirada- Con todo lo que dicen de ese sujeto…-

 

-¡Pues con más razón entonces, Aioria! ¿Qué pasa si Camus está en peligro?- insistió el rubio.

 

-¡Por Dios! ¡Por Buda! ¡Por la deidad que prefieras! ¿Ya te escuchaste, Shaka? Estás teorizando puros disparates y sin ningún fundamento-

 

-Tu hermano no pensó que fueran disparates cuando le dio su tarjeta a Camus, ¿no crees?-

 

                Ambos chicos se sostuvieron la mirada durante algunos momentos con expresión firme hasta que el castaño fue quien volteó con rostro frustrado.

 

-¡¡Bien!! Te acompañaré a ver a Camus hoy a la salida del colegio- declaró con rostro enfurruñado logrando que el rubio sonriera triunfal.

 

-Perfecto- exclamó sin dejar de sonreír el anglo-hindú y luego volteó a ver al pelilila a su lado- ¿Vienes con nosotros, Mu?-

 

-Lo siento, debo cuidar a mi hermano saliendo del colegio, pero denle mis saludos a Camus- respondió el aludido con una dulce sonrisa.

 

                Y mientras ellos se ponían de acuerdo sobre la visita que le harían al francés, Milo por su parte había ido a tumbarse a la sombra de un árbol en otro rincón del colegio. Escuchó sonar la campana que anunciaba el final de la hora del descanso, pero no se movió de su sitio. No sería la primera, y seguramente tampoco la última, clase que se saltaba y tenía demasiadas cosas en qué pensar, así que permaneció allí, recostado contra el tronco de ese viejo árbol, observando los fragmentos de cielo que se alcanzaban a ver entre el follaje y oculto de miradas indiscretas por algunos arbustos.

 

                Los ruidos del entorno fueron apagándose conforme el resto de los jóvenes regresaban a sus clases, pero de pronto, una exaltada voz llegó a oídos del griego.

 

-¡¡Todo fue culpa de esa ramera!!- Gritó una voz varonil acercándose a donde el peliazul se encontraba- ¡¡No puedo creerlo!! ¡¿Lo estás defendiendo?! ¡¡¡Yo soy tu hijo, maldito viejo!!!-

 

                Quien hablaba se detuvo a pocos pasos del escondite de Milo y desde su puesto, el griego pudo distinguir a Argol Thalassinos discutiendo con alguien por teléfono.

 

-¡¿Que yo me lo busqué?! ¡¡Tú eres el maldito pedófilo que decidió buscarse una puta barata!! ¡Debí destrozarle la cara, a ver si así tenías ganas de volver a follártelo!-

 

                Un escalofrío recorrió a Milo por completo. Esa conversación le estaba dando muy mala espina, pero haciendo gala de autocontrol, se levantó estirándose de donde estaba, carraspeando ligeramente para hacerse notar.

 

                Argol palideció al descubrir que no estaba solo y cortó de inmediato su llamada a la vez que fulminaba a su compatriota con la mirada.

 

-¿Qué demonios haces aquí, Stathopoulos?-

 

-Tsk, ya no puede uno tomar una siesta sin que vengan a interrumpirlo- se limitó a responder el peliazul con desfachatez y sosteniéndole la mirada de forma retadora.

 

-¿Me escuchaste?-

 

-Era imposible no escuchar tus gritos histéricos. Arruinaste un  excelente sueño-

 

-¿Acaso soñabas con tu putita francesa?- se burló el castaño- Me imagino debes estarlo extrañando- agregó con voz cargada de odio- No entiendo qué le ven de interesante a una escoria como esa-

 

-Cuida tus palabras, Thalassinos, no sea que alguien te rompa la boca para que haga juego con tu nariz- le advirtió Milo frunciendo el ceño y dirigiéndole una fría mirada, pero lejos de intimidarse, el castaño adoptó una expresión burlona.

 

-Aún no te lo follas, ¿verdad? Si lo hubieras hecho ya habrías averiguado la clase de ramera que es ese estúpido francés-

 

                Milo apretó los puños al escucharlo, pero su falta de respuesta ante esos comentarios hizo que Argol se percatara de algo.

 

-Lo sabes- susurró viendo con algo de sorpresa al peliazul- Sabes lo que es, ¿no es así?-

 

-No sé de qué rayos estás hablando- se limitó a responder el joven Sthatopoulos desviando la mirada.

 

                El castaño lo analizó detenidamente durante algunos segundos y finalmente esbozó una sonrisa maliciosa y burlona.

 

-¿Él te lo confesó?- preguntó con una mezcla de burla y desprecio- Supongo que es lo bastante idiota para haberlo hecho- agregó ante la falta de respuesta del otro- Espero al menos le hayas hecho ver lo despreciable e inmundo que resulta para personas como nosotros, quizás así deje de soñar con algo que está tan lejos de su alcance-

 

-¿De qué hablas?-

 

                Por respuesta, Argol buscó algo en su mochila y le arrojó a Milo un viejo cuaderno de dibujo.

 

-Si aún no entiendes por qué te confesó lo que es, sólo ve el último dibujo. Aunque si lo pusiste en su lugar dudo que siga soñando despierto- le dijo para luego retirarse del lugar mientras el peliazul hojeaba el cuaderno.

 

                Milo lo vio marcharse de reojo pero no hizo ningún intento por detenerlo, su atención estaba más centrada en el objeto que tenía en sus manos. Los dibujos eran hermosos y siguió con su inspección hasta llegar a la última obra, momento en el que sus ojos se abrieron con sorpresa al reconocer su propio rostro trazado con especial cuidado.

 

                Recorrió las líneas del dibujo con la yema de sus dedos y suspiró con cierto pesar. ¿Por qué? Él detestaba tanto que le mintieran, estaba harto de que tantas personas a su alrededor lo hicieran y por un efímero momento había pensado que el francés era diferente… Pero había resultado el peor mentiroso de todos.

 

                Estaba molesto consigo mismo por haberle creído ese papel del “niño bueno”, estaba molesto con el destino por haberle jugado esa mala broma al poner al galo en su camino. También quería estar molesto con Julián por haberle abierto los ojos, pero en el fondo sabía que su primo sólo había querido ayudarlo.

 

                Recordó todo lo que habían hablado esa noche en la que el mayor le había revelado la identidad del francés. Julián le había hecho una propuesta y él la había desechado al momento por lo furioso que estaba. En ese momento había jurado que no quería volver a saber nada de Camus pero ahora… Quizás era momento de tomarle la palabra a su primo.

 

 

 

 

                En otra parte de Atenas, mientras tanto, un lujoso automóvil se detenía a las puertas de uno de los más prestigiosos clubes de la ciudad y un peliverde bajó de él para dirigirse a una reunión en su interior.

 

                Mientras avanzaba hacia la estancia en la que ya anteriormente se había reunido con el fiscal Tsartsaris, Shion iba sumido en sus pensamientos. Se sentía agotado, no había pasado una noche tranquila y aún se sentía abrumado por los planes que el Barón Amatista había sugerido para el pequeño galo.

 

                Hagen lo recibió como de costumbre y él respondió a su sonrisa con otra igual de falsa que la que su anfitrión le otorgaba, pero una vez en privado, su semblante se relajó un poco al notar al joven fiscal revisando algunos papeles en un oscuro rincón de la habitación, lejos de miradas indiscretas.

 

                Dohko, por su parte, le regaló una bella sonrisa al peliverde en cuanto notó su presencia y de inmediato se levantó de donde estaba para ir a su encuentro.

 

                Al igual que en su cita anterior, la conversación se centró en la información que Shion podía otorgarles sobre los negocios del Barón Amatista. Durante un buen rato, el menor se dedicó a responder las preguntas que los otros le hacían, siempre hablando con su voz suave y semblante tranquilo, nadie habría sospechado las preocupaciones que llevaba a cuestas… o al menos eso era lo que Shion pensaba, pero aproximadamente una hora después de su llegada al lugar, Dohko sugirió que hicieran una pausa para descansar un poco y mientras que Hagen pedía por teléfono algunos bocadillos y bebidas, sujetó con cuidado la mano del peliverde, quien se había quedado con la mirada perdida en algún punto de los jardines del club.

 

-¿Estás bien?- le preguntó obsequiándole una dulce sonrisa y sin dejar de estrechar la estilizad mano que se encontraba recargada sobre la mesa ante la que se encontraban.

 

-¿Por qué no habría de estarlo?- respondió el menor devolviéndole una sonrisa que nada tenía que ver con todas las emociones que lo embargaban en ese momento.

 

                Dohko estudió su rostro unos segundos y finalmente suspiró.

 

-Sé que es injusta la posición en que te estamos poniendo. Lo último que deseo es ponerte en peligro-

 

                Shion le sostuvo la mirada sintiendo que su corazón se aceleraba un poco ante las palabras del castaño. Con la vida que se veía obligado a llevar, nunca había pensado en pedir ayuda a alguien pues sabía de sobra de lo que era capaz el Barón Amatista, pero algo en ese fiscal le había inspirado confianza casi desde el principio. Quizás la firme y decidida mirada de sus ojos verdes, o tal vez lo cálida que le resultaba su mano cuando rozaba su piel.

 

                Sin desearlo realmente, el peliverde retiró su mano del mayor y estaba por decirle que todo estaba bien cuando recordó fugazmente a Camus, su llanto y las amenazas del Barón.

 

                Dohko pudo ver cómo el rostro del tibetano se ensombrecía y eso lo preocupó. No le gustaba verlo triste y se prometió a sí mismo que haría todo lo posible por hacerlo sonreír de ahí en adelante, pero antes de que pudiera expresar lo que pensaba, el menor se le adelantó.

 

-¿Podrían sacar a alguien de la mansión?- preguntó Shion con voz trémula y desviando la mirada.

 

                El castaño abrió los ojos sorprendido e intercambió miradas con Hagen, que justo se acercaba a ellos en esos momentos.

 

-¿”Sacar a alguien”?- repitió el rubio arqueando una ceja a la vez que se sentaba junto a los otros-¿De quién estamos hablando exactamente?-

 

                Shion se mordió los labios antes de responder mientras aclaraba sus ideas.

 

-Un chico… El Barón casi nunca permite que un menor de edad se quede en su mansión por las implicaciones legales que eso conlleva. Hemos sido pocas las excepciones y cuando eso pasa, sólo nos ha presentado con sus clientes más exclusivos y bajo condiciones muy estrictas… Actualmente, ese chico es el único menor de edad que se encuentra en la mansión-

 

                Nuevamente los mayores intercambiaron miradas entre ellos sin poder ocultar algo de asombro ante las palabras del peliverde.

 

-Sacarlo en estos momentos podría dejarnos en evidencia- comentó Hagen con voz suave, mostrando por primera vez algo de empatía por Shion, quien suspiró con pesar a la vez que bajaba la mirada.

 

                Justo en ese momento, alguien tocó a la puerta y el rubio se apresuró a levantarse para ir a atender el llamado. Dohko por su parte no había perdido de vista ni un segundo al chico frente a él.

 

-¿Ese niño es importante para ti?- le preguntó con voz suave y viéndolo con dulzura y Shion asintió con el rostro aún con la vista baja- Tal y como te lo prometí, haré lo posible por darte lo que deseas, pero en estos momentos… Sólo danos un poco más de tiempo y juro que cumpliré con mi palabra sin importar lo que me pidas-

 

-Es que quizás él no tenga mucho tiempo- gimió Shion luchando por vencer el nudo que se le había hecho en la garganta y bajando aún más la mirada con lo que su cabello cubrió sus peculiares ojos ocultándolos por completo.

 

                Dohko lo observó preocupado, pero una voz familiar consiguió que desviara la mirada del peliverde hacia la puerta, donde Aioros saludaba a Hagen ingresando a la estancia.

 

                El fiscal le sonrió a su sobrino y le indicó con señas que lo atendería en un minuto. Entonces centró nuevamente su atención en el peliverde, si bien se limitó a observarlo en silencio, dándole tiempo para reponerse.

 

-¿Qué edad tiene?- le preguntó con voz amable al notar que se incorporaba un poco en su asiento.

 

-16- respondió Shion llevando su mano derecha hacia sus ojos para tallarlos ligeramente, lucía tranquilo cuando pudo volver a sostenerle la mirada al castaño, si bien sus ojos estaban un poco enrojecidos.

 

                Fue en ese instante, al levantar la vista, que los singulares ojos de Shion se encontraron con la mirada del sobrino del fiscal. Ambos se observaron en silencio por unos momentos, Aioros sin poder evitar la fascinación que el peliverde provocaba en quienes lo veían, mientras que éste lo analizó unos segundos hasta que logró reconocerlo por lo que había oído del chico.

 

-Su sobrino lo conoce- le dijo a Dohko sin despegar su mirada de Aioros y regalándole una ligera sonrisa- Se llama Camus…-

 

 

 

 

                Desconocedor de la forma en que Shion ayudaba a conspirar contra él, Alberich Zinnecker se encontraba en ese momento en su estudio, reunido con uno de sus clientes. Se encontraban frente a frente, sólo separados por el amplio escritorio del nórdico, donde unos costosos bocadillos y unas finas bebidas se encontraban dispuestos para ellos.

 

-Espero que mi visita no sea inoportuna- se disculpó el invitado- Pero estaba de paso y en vista de los negocios que teníamos pendientes, pues…-

 

-Por supuesto que no- respondió el Barón restándole importancia al asunto, si bien su sonrisa era tan fría como siempre- De hecho, justo estaba por comunicarme con usted, desgraciadamente, Saphir sufrió un percance y me temo que no se encuentra en condiciones de una cita en breve-

 

-¿Fue algo grave?-

 

-Oh, no, claro que no- contestó Zinnecker, si bien por el frío brillo de su mirada era evidente que hablar del tema lo molestaba- Pero lamentablemente tendré que reajustar sus citas para que… descanse esta semana-

 

-Hump, vaya eso si que está mal, justamente venía a solicitarle que la cita fuera este fin de semana-

 

-¿Este fin de semana?-

 

-Sí, todo el fin de semana. Necesito su compañía por un par de días para arreglar ciertos asuntos-

 

-No suelo permitir que Saphir tenga citas tan prolongadas. Es una joya demasiado valiosa para tenerla lejos de mi vista por tanto tiempo-

 

-Estoy seguro que sí, desde luego estoy dispuesto a pagar lo necesario para compensar ese “Tiempo extra” y le puedo asegurar que se lo cuidaré muy bien, ¡y claro!, puede venir con la escolta que crea conveniente-

 

-Oh, vaya, eso suena realmente tentador-

 

-¡Ja! Quiere verme rogar, ¿no es así, Herr Barón? Muy a mi pesar tendré que seguir insistiendo, de verdad necesito de su Joya estos días-

 

-El costo será muy elevado- comentó Zinnecker como no queriendo la cosa y haciendo como que se observaba las uñas.

 

-Estoy seguro que no será nada que no pueda costearme- aseguró el visitante con una sonrisa autosuficiente en el rostro.

 

-Bien, está bien, pero sólo porque se trata de usted, mi estimado Poseidón- terminó cediendo el nórdico sonriendo con algo más de humor que en las últimas horas.

 

-No sabe cuánto se lo agradezco, Herr Barón- respondió Julián levantándose de su asiento para estrechar la mano del mayor y esbozando una sonrisa satisfecha, sólo esperaba que su primo no se arrepintiera de la decisión que había tomado y que la ira no cegara por completo sus acciones en los próximos días…

Notas finales:

¿Cómo ven? Creo que han quedado varios asuntos sin concluir, pero ya verán cómo se siguen desarrollando las cosas.

El próximo capítulo se titula "Revelaciones" y estas vendrán por más de un lado n_nU

En fin, espero que el capítulo haya resultado de su agrado y espero sus reviews para conocer sus opiniones.

Que estén muy bien. ¡Hasta la próxima!


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