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Simples Apariencias por Altarf_27

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Notas del capitulo:

¡¡Hooola!!

Aquí me tienen de regreso con un capítulo más de esta historia n_n

Muchas gracias a todas esas personitas que sus reviews me siguen dando ánimos a pesar de todos mis retrasos n//n Y gracias también a todos aquellos que se dan un tiempo para leer la el fic

Espero de corazón que el nuevo capítulo resulte de su agrado n.n

12. Revelaciones

 

                El lujoso Bentley Mulsanne de color negro que el embajador Windfield había dispuesto para su hijo avanzaba por las calles de Atenas con rumbo a la mansión de Alberich Zinnecker. En su interior, los 4 pasajeros iban en un tenso silencio.

 

                Los 2 guardaespaldas de Shaka sabían que no conseguirían hacer cambiar al rubio de opinión, pero no les hacía gracia llevarlo al lugar al que se dirigían, pues como muchos en esa ciudad conocían bien los rumores que circulaban en torno al Barón Amatista. Por su parte, Aioria seguía molesto por la necedad de su vecino; entendía su preocupación por Camus, pero quería creer, que tal y como le habían dicho con Mu, seguramente el francés sólo estaba resfriado o algo por el estilo y que no había ningún otro problema de por medio.

 

                El silencio continuó reinando en el vehículo hasta que la mansión del nórdico estuvo a la vista. Tanto Shiva como Ágora, los guardaespaldas del anglo-hindú, se notaban bastante tensos mientras el automóvil disminuía la velocidad hasta estacionarse a poca distancia de la entrada principal.

 

-Yo les ordené que me trajeran aquí, así que mi padre no puede decirles nada por esto- les dijo el menor en tono conciliador, consiguiendo que los 2 hombres voltearan a verlo con rostro preocupado.

 

-¿Y se puede saber cómo piensas conseguir que te dejen entrar?- le preguntó Aioria en tono serio- No creo que el señor Zinnecker autorice el paso a cualquier visitante-

 

-Ya me las arreglaré- le aseguró Shaka con voz tranquila- Además, por lo menos debo intentarlo, ¿no crees?- agregó sonriendo con seguridad a la vez que se acomodaba sus cabellos.

 

                El rubio bajó del auto y Aioria prácticamente saltó de su asiento para imitarlo, así que ambos caminaron juntos hacia la reja de entrada, sin embargo, antes de que el menor intentara siquiera llamar por el interfono y que el griego dijera algo para detenerlo, la reja dorada que limitaba los terrenos del Barón Amatista se abrió de forma automática dando paso a un BMW serie 7 de color negro y con los vidrios polarizados, mismo que se detuvo justo ante ellos y ambos chicos contuvieron el aliento cuando uno de los cristales traseros bajó dejando ante su vista nada más y nada menos que a Zinnecker en persona.

 

-¿Puedo ayudarlos?- les preguntó el nórdico con voz fría y recorriéndolos con mirada penetrante de arriba para abajo.

 

                Airoia tragó grueso ante la intimidante mirada del mayor, pero Shaka en cambio le mostró su más encantadora sonrisa.

 

-Señor Zinnecker, soy Shaka Windfield- se presentó sin dejar de sonreírle a pesar de la expresión seria del nórdico- Soy compañero de clase de Camus y sólo quería saber si él estaba bien en vista de que no ha ido a la escuela en los últimos días-

 

                Alberich analizó al joven con la mirada unos segundos más antes de sonreírle, sin embargo, aun cuando sonreía sus ojos seguían mostrándose tan fríos como siempre.

 

-Así que tú eres el hijo del embajador Windfield- comentó recorriéndolo con la mirada- Algo comentó Camus de que eran compañeros, pero nunca me hablo de lo hermoso que eres- agregó dedicándole una sonrisa que consiguió inquietar ligeramente al rubio, si bien en ningún momento dejó de sonreírle al nórdico.

 

                Aioria también notó algo en la mirada de Zinnecker que no le agradó en nada por lo que casi sin proponérselo avanzó hacia el rubio entrando en el campo de visión del mayor, quien de inmediato desvió la mirada de sus ojos color olivo hacia el griego, arqueando una ceja con gesto interrogante.

 

-Señor Zinnecker, un placer conocerlo- saludó con voz firme y procurando mostrarse sereno a pesar de la inquietud que el nórdico le producía- Yo soy Aioria Tsartsaris-

 

                Alberich no dejó de esbozar la fría sonrisa con la que saludó al menor de sus visitantes, sin embargo, algo en su mirada le dejó en claro a Aioria que, a diferencia de Shaka, él estaba lejos de ser bien recibido en ese lugar.

 

-Tsartsaris- susurró el nórdico con voz fría- ¿También eres compañero de clase de Camus?- interrogó recorriéndolo con la mirada- No recuerdo que él te haya mencionado nunca-

 

                ¿Era molestia lo que denotaba la voz del mayor? Ambos chicos podían percibirlo y Shaka abrió la boca para responder algo, pero el castaño fue más rápido.

 

-No, señor. Camus y yo apenas y hemos cruzado un par de palabras en el colegio, pero soy vecino y amigo de Shaka y él me pidió que lo acompañara el día de hoy-

 

                Zinnecker le sostuvo la mirada a las orbes color jade de Aioria, como intentando corroborar si lo que decía era cierto y el menor intentó ni siquiera parpadear ante el escrutinio al que estaba siendo sometido.

 

-Ya veo- dijo finalmente el Barón y tras susurrarle algo a su chofer, bajó del vehículo para encarar directamente a los jóvenes- Agradezco mucho su preocupación por Camus. Él está bien, sólo es un proceso viral según lo que dijo el médico-

 

-¿Entonces podemos verlo?- interrogó Shaka moviéndose hacia el nórdico, puesto que Aioria se había colocado entre ambos de forma protectora.

 

-Me temo que no puedo permitirlo- respondió Zinnecker con una sonrisa de lado- No puedo exponer a 2 chicos tan distinguidos, el doctor dijo que la infección de Camus podía ser extremadamente contagiosa, y sería lamentable que un chico tan lindo tuviera que quedarse en cama en estos días tan soleados- agregó sujetando suavemente la mano de Shaka viéndolo con mirada intensa- Supongo que debe estar acostumbrado a que alaben su belleza, joven Windfield, espero no incomodarlo, pero soy un amante de la belleza y la de usted es única… como un topacio-

 

-¿Un topacio?- exclamó Shaka sin comprender y haciendo un verdadero esfuerzo por no retirar su mano del nórdico.

 

-Su cabello dorado y sus ojos azules me recuerdan las variedades de esa hermosa joya- se explicó Alberich soltando por fin al menor- Las joyasson otro tema que me apasiona, otros ejemplos de belleza que son difíciles de ignorar. Pero en fin, no quiero parecer descortés, pero como les expliqué, me temo que no puedo permitir que estén con Camus por el momento, pero no tienen de qué preocuparse, regresará al colegio en un par de días cuando mucho. Ahora sí me disculpan, voy tarde a un compromiso- agregó subiendo nuevamente a su auto para despedirse con un gesto de la mano antes de comenzar a alejarse por la calle dejando allí a los 2 muchachos.

 

-Ese tipo… da miedo- susurró Aioria en cuanto el vehículo del Barón se perdió de vista.

 

                Shaka no respondió, se limitó a abrazarse a sí mismo a la vez que dirigía su mirada hacia la mansión frente a la que se encontraban. La reja de la entrada se había vuelto a cerrar y los altos muros que la rodeaban la hacían parecer por completo inaccesible, una hermosa jaula de oro para impedirle el vuelo a cualquiera que estuviera dentro.

 

-¿Sigues creyendo que Camus está bien?- le preguntó el rubio al griego sin despegar sus ojos de cielo de la morada de Zinnecker.

 

                Aioria fijó su mirada en la mansión entendiendo los pensamientos del menor y un suspiró terminó por escaparse de sus labios.

 

-Eso espero…-

 

                El viaje de regreso fue tan silencioso como el de ida, si bien la tensión reinante en el vehículo del joven Windfield había disminuido, ahora Shaka y Aioria iban sumidos cada uno en sus propios pensamientos y los guardaespaldas del rubio se limitaban a observarlos en silencio por el espejo retrovisor sin atreverse a interrumpir el curso de sus ideas.

 

                El Bentley Mulsanne se detuvo frente a una hermosa casa en un lujoso barrio de Atenas y Aioria bajó para ver cómo el vehículo seguía su trayecto hacia la amplia y lujosa vivienda de al lado. En cuanto el coche del rubio se perdió de vista, Aioria avanzó a paso lento por el bien cuidado jardín que rodeaba su hogar sintiéndose sin muchos ánimos.

 

                El encuentro con el nórdico le había dejado una sensación desagradable. Camus parecía un chico dulce y pensar que vivía con un sujeto tan frío y espeluznante como le había parecido el Barón, hacía que no pudiera dejar de preocuparse por el pequeño galo, además de que el interés que el mayor había mostrado en Shaka también le daba mala espina.

 

                Todos esos pensamientos rondaban la mente del griego cuando atravesó el umbral de su casa, por lo que no estaba preparado para el recibimiento que le dio su hermano ni bien puso un pie en su hogar.

 

-¡¿Qué se supone que pensabas yendo tú sólo a la mansión de Zinnecker?!-le espetó Aioros en cuanto el menor entró, sujetándolo por los hombros y viéndolo con expresión entre molesta y preocupada.

 

-¿Qué?-

 

-¡Te dije que ese sujeto es peligroso y tú vas a su casa como si nada!-

 

-Aioros, yo no… ¡Ey! ¿Cómo sabes que fui a la mansión de Alberich Zinnecker?-

 

                El mayor de los helenos suspiró soltando a su hermanito y ambos se sostuvieron la mirada por unos instantes hasta que unas pisadas acercándose hasta ellos hicieron que ambos voltearan para toparse con las figuras de Dohko y Hagen, que se habían detenido a unos cuantos pasos de ellos.

 

                Era la segunda vez que Aioria veía al rubio compañero de su tío, pero por lo que había escuchado de su hermano, éste lo ayudaba con una investigación de suma importancia para la Fiscalía. Por otro lado, al observar con más detenimiento al moreno, se percató de que este lucía una expresión seria como pocas veces le había visto antes, de hecho, ambos hombres lucían serios, tanto o más que Aioros.

 

                Y entonces lo comprendió, por qué estaban allí todos ellos y por qué parecían tan preocupados por una visita de la que no debían estar enterados.

 

-Están vigilando a Zinnecker-

 

                No era una pregunta, pero el tono que el menor empleó así como su mirada les dejó en claro a los otros que esperaba muchas respuestas.

 

-Aioria… - comenzó Dohko avanzando hacia el chico sin que la seriedad de su expresión se hubiera modificado- ¿Qué fuiste a hacer a la mansión de Zinnecker?-

 

-Shaka quería cerciorarse de que Camus estaba bien. No ha ido a la escuela en los últimos días- explicó el chico consiguiendo que los otros intercambiaran miradas entre ellos, miradas que no pasaron desapercibidas para el menor de los castaños- ¿Qué ocurre?-

 

-¿Te presentaste con Zinnecker? ¿Le dijiste que Camus y tú son amigos prácticamente desde que él ingresó al Colegio?-

 

                Aioria no acababa de entender la preocupación que parecía estar consumiendo a los mayores, pero tratando de serenarse para comprender lo que ocurría tomó aire antes de responder.

 

-No, le dije que cuando mucho he intercambiado un par de palabras con Camus, pero que Shaka es mi amigo y vecino y él me pidió que lo acompañara a verlo- explicó con calma notando con cierta confusión cómo su tío y su hermano parecían ligeramente más tranquilos ante sus palabras.

 

-¿Puedo preguntar por qué mentiste?- intervino Hagen acercándose también al joven Tsartsaris.

 

-Yo… El señor Zinnecker pareció molestarse cuando escuchó mi nombre y algo dijo de que Camus nunca le había hablado de mí… Sé que la Fiscalía lo ha investigado un par de veces y supuse que por mi apellido me había asociado con mi tío y de ahí su irritación… Supuse que Camus había llegado a la misma deducción y… no quise que se metiera en problemas por mi culpa-

 

                Nuevamente los mayores intercambiaron entre ellos unas miradas que estaban comenzando a exasperar a Aioria, si bien ahora podía notarlos más serenos que cuando lo recibieron, o al menos eso estaba considerando hasta que Hagen fijó sus pálidos ojos azules en él encarándolo con una mirada que parecía podría atravesarlo.

 

-¿Te creyó?-

 

-Eso creo-

 

                Los 3 mayores suspiraron ante la respuesta del menor. Aioria por su parte no acababa de comprender lo que ocurría y no pensaba quedarse con todas esas dudas que lo estaban consumiendo.

 

-¿Qué demonios están ocultando todos ustedes?-

 

                Aioros y Dohko intercambiaron miradas nuevamente, casi parecía que se estaban comunicando sin necesidad de palabras, y finalmente el joven fiscal suspiró y le hizo una seña a los demás para que lo siguieran.

 

                El pequeño grupo avanzó sin prisa hacia un estudio de la vivienda. Los padres de los chicos no se encontraban en esos momentos allí y Dohko sabía que podía hablar con tranquilidad con sus sobrinos. Ni bien estuvieron todos acomodados en los confortables sillones de cuero negro que había en la estancia, el moreno fijó sus ojos en Aioria con la misma seriedad con la que lo había recibido, dándole a entender que lo que tenía que decirle no era cualquier cosa.

 

-¿Qué tanto sabes de Camus Blanc?-

 

                Los ojos de Aioria se abrieron con sorpresa ante la alusión del francés, mientras que Aioros suspiró con cierto pesar recordando el encuentro que había tenido días atrás con Shion y la confesión que el peliverde les había hecho.

 

-¿Qué tiene que ver Camus en todo esto?-

 

                De nuevo los mayores intercambiaron una rápida mirada entre ellos y Dohko se levantó de donde estaba para detenerse justo ante el menor de sus sobrinos, agachándose un poco hacia él para quedar a su altura.

 

-Lo que te vamos a decir, no puede salir de aquí- le advirtió con seriedad y Aioria asintió con el rostro a la vez que pasaba saliva con algo de dificultad, más aún cuando las manos de su tío se posaron en sus hombros, apretándolos ligeramente- Zinnecker es un proxeneta, entre otras cosas, eso es lo que estamos intentando demostrar en juicio, si bien es un secreto a voces en esta ciudad-

 

-Sigo sin entender qué papel tiene Camus en todo esto-

 

-Él no llegó recientemente a Grecia- intervino Aioros- Hace años que vive en la mansión de ese hombre… Casi el mismo tiempo que lo ha obligado a prostituirse…-

 

                Prostituirse… El menor de los griegos tardó unos minutos en comprender lo que los otros intentaban decirle. No pudo evitar recordar la delicada figura del francés, sus leves sonrisas, toda la inocencia que lo envolvía.

 

-Eso es imposible… Camus no… Él no…-

 

-No es algo que él haya buscado, por supuesto- la leve presión sobre sus hombros hizo que el castaño levantara la mirada para posarse en el rostro sereno de su tío que lo observaba con atención- Zinnecker lleva años explotándolo, a él y a muchos otros, de muy distintas maneras-

 

-¡Eso es absurdo!-exclamó Aioria soltándose del agarre del mayor y levantándose de forma intempestiva- Si eso fuera verdad, Camus no estaría en el Colegio y él…-

 

-¿Se los habría contado?- lo interrumpió Hagen siguiendo el curso de sus ideas y con cierto toque de burla en su voz- ¿Te das cuenta del tipo de colegio al que asistes, niño? La mitad de los “clientes” de ese pobre chico deben haber salido de escuelas como esa, ¿en serio crees que él se sentiría con la confianza de decirles la verdad? ¿Cómo crees que reaccionaría cualquiera de tus compañeros si supieran lo que él es en realidad?-

 

                Aioria apretó sus labios ante las palabras del rubio. Sabía que tenía razón, si cualquiera de sus compañeros se enterara de un secreto como ese…

 

                Milo

 

                Recordó el extraño cambio de actitud de su amigo en los últimos días. El peliazul se había mostrado fascinado con el francés desde que se toparon por primera vez, pero si él se había enterado de lo que era, si había llegado a descubrir que le había mentido… Pero eso era imposible, Milo no podía saber todo eso… ¿o sí?

 

 

 

 

                En otra parte de Atenas, mientras tanto, en el dormitorio de una de las mejores suites de un exclusivo hotel, una sinfonía de eróticos gemidos llenaba por completo el ambiente.

 

                Radamanthys se encontraba acostado bocarriba en la cama y sobre él, Kanon se encontraba empalándose a sí mismo en la virilidad del rubio mientras éste le acariciaba las piernas y el trasero, ambos sumidos por completo en el más sublime éxtasis.

 

                El ritmo con el que el griego cabalgaba al mayor se hacía cada vez más rápido. El gemelo podía sentir cómo ese enorme trozo de carne se hundía profundamente en él con cada estocada, abriéndose paso en sus entrañas, haciéndolo sentir de una forma que nunca había experimentado con otro de sus clientes. Sin disminuir el ritmo, llevo una de sus manos a su propia hombría, pues la erección de esta comenzaba a resultarle molesta y necesitaba atenderla.

 

                No pasó mucho para que se sintiera llegar al clímax, por lo que incrementó el ritmo de esa deliciosa cadencia hasta finalmente correrse en su mano y sobre el abdomen del mayor, quien a su vez lo atrajo hacia su cuerpo, profundizando aún más la penetración, lo cual, aunado a las contracciones en el esfínter del menor cuando éste se corrió consiguió que Radamanthys también llegara al tope, eyaculando dentro del peliazul.

 

                Ambos se quedaron allí tendidos por unos momentos más intentando regularizar sus respiraciones. Kanon fue el primero en moverse, levantándose del cuerpo del rubio para simplemente dejarse caer a su lado en la cama. Cerró sus ojos, sintiendo como el semen del mayor resbalaba entre sus glúteos y corría hacia sus muslos. Siempre les exigía a sus clientes usar preservativo, pero en definitiva, ese hombre lo estaba haciendo romper todas las reglas que él mismo se había impuesto en su trabajo.

 

                Una irónica sonrisa se dibujó en su rostro al percatarse de ello a la vez que alzaba su brazo dejándolo reposar sobre su rostro, cubriendo sus ojos aún cerrados con su antebrazo, gestos que no pasaron desapercibidos para el mayor.

 

-¿Qué tanto piensas?- le preguntó girando un poco para quedar sobre su costado y de frente al griego.

 

-Nada importante- suspiró por respuesta para después mover un poco su brazo dejando al descubierto la mirada de sus ojos esmeralda- Sólo que no hay que permitir que pases tanto tiempo sin sexo de nuevo, me empieza a costar llevarte el ritmo-

 

                Radamanthys rió divertido por su respuesta y volvió a recostarse bocarriba con la mirada fija en el techo. Kanon lo observó unos segundos en silencio sin cambiar de posición. ¿Qué tenía ese sujeto que le resultaba tan atrayente? No sólo le interesaba por la orden que le había dado Zinnecker, el rubio le resultaba misterioso y de verdad quería saber más de él.

 

                El gemelo mordió ligeramente su labio inferior sin dejar de ver al otro y por fin decidió moverse para ir a acurrucarse sobre el pecho del mayor, quien lo observó de reojo con algo de sorpresa, pero lejos de alejarlo de su lado, se limitó a rodear la cintura griega con su brazo, atrayéndolo aún más hacia su cuerpo.

 

-¿Has estado con muchos hombres antes?-

 

                La voz del peliazul sonó suave y por algún motivo le causó cierta ternura al rubio, haciéndolo esbozar una ligera sonrisa.

 

-No realmente- le respondió con su voz varonil al mismo tiempo que acariciaba con cuidado la blanca dermis helena.

 

-¿Y mujeres?-

 

-… Puedo contarlas con los dedos de una sola mano… y me sobran dedos- contestó por fin tras un corto suspiro.

 

-Entonces… ella era alguien muy especial, ¿cierto?-

 

                Las caricias del mayor se detuvieron y Kanon apretó sus párpados, abrazándose un poco más a él, esperando que en breve terminara por alejarlo. Sin embargo, pasaron unos segundos y el rubio no se movía ni decía nada.

 

-Lo siento- susurró por fin el griego- Soy curioso y a veces hablo sin pensar-

 

-Lo he notado… Creo que en realidad nunca me detuve mucho a pensar todo lo que Pandora significaba para mí-

 

                Kanon esbozó una ligera sonrisa ante las palabras del mayor para después besar la piel del pecho de éste, luego de lo cual se soltó de su agarre sentándose en la cama de frente a él, viéndolo con mirada comprensiva.

 

-Supongo que por eso dicen que “Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde”- de nuevo el gemelo mordió ligeramente sus labios pensando si era mejor quedarse callado, pero las palabras terminaron por escapársele- ¿Era griega?-

 

-¿Lo dices por su nombre?- preguntó el mayor sin moverse de donde estaba y el menor asintió con el rostro- No, de Alemania, pero su padre era escritor y filósofo y tenía una singular atracción por la cultura griega. De hecho, ella tenía un hermano… llamado Hades… Hades y Pandora Heinstein. Quizás por aquí nunca hayas escuchado sus nombres, pero al menos el de él es muy conocido en todo el norte de Europa y también en Asia-

 

-Hades…- susurró Kanon captando algo- Y tú eres uno de los Jueces del Inframundo. ¿Trabajabas para él?-

 

-Algo así… Él ya tenía toda una mafia en torno suyo cuando lo conocí. Yo estaba estudiando la universidad en Inglaterra cuando él ya tenía poder en Alemania, Austria, los Países Bajos y Reino Unido- Radamanthys tomó aire a la vez que se sentaba recargado en la cabecera de la cama, con el gemelo siguiendo atentamente sus palabras- Su padre tenía una serie de… negocios con los bajos mundos de Alemania y Hades creció en ese ambiente, creando y deshaciendo nexos a su conveniencia. Él decía… que quería extender el Inframundo en la Tierra… Ha dedicado su vida a ese propósito…-

 

-Y ustedes lo ayudaron a lograrlo- completó el griego siguiendo la idea de lo que el rubio decía.

 

-Fue tan… casual, que es como si el Destino hubiera querido que nos encontráramos- suspiró Radamanthys esbozando una sonrisa de lado- Un fin de semana, 2 amigos y yo fuimos de paseo a Edimburgo…-

 

-¿Minos y Aiacos?-

 

-Sí, nos conocimos en la universidad y casi desde el principio congeniamos. No era la primera vez que salíamos sólo con el afán de divertirnos y todo iba bien, hasta que la segunda noche, Minos se metió en problemas con unos sujetos en un bar. Era muy hábil haciendo trampa cuando jugaba cartas, pero esa noche lo descubrieron… y no les hizo ninguna gracia. Antes de que Aiacos y yo pudiéramos hacer algo, esos sujetos ya le habían roto la boca y a poco estuvieron de romperle también un par de costillas o romperle alguna víscera por los golpes que le dieron-

 

-¿Qué estaban haciendo ustedes?-

 

-Yo bebía algo en la barra y Aiacos coqueteaba con algunas chicas del lugar cuando el alboroto que se había creado llamó nuestra atención. Eran 3 contra uno, así que sólo quisimos equilibrar un poco las cosas…- explicó el rubio ampliando su sonrisa con un singular brillo en la mirada.

 

                Habían pasado muchos años, pero al evocar ese recuerdo era casi como haberlo vivido el día anterior…

 

                El bar de aspecto antiguo estaba lleno cuando un alboroto en un rincón hizo que las miradas de todos los presentes se centraran en ese punto, donde un joven de largos cabellos platinados era golpeado sin piedad por 3 hombres enormes y mal encarados.

 

                La mayoría de los visitantes optaron por fingir demencia ante lo que ocurría y más de uno se apresuró a pagar su consumo para retirarse lo más pronto posible, sólo 2 chicos se apresuraron a llegar al sitio mientras los demás se alejaban.

 

-¡¡Suéltenlo!!- exclamó un pelinegro dándole un derechazo en el rostro a uno de los gorilas que sujetaba a su amigo consiguiendo que lo liberaran.

 

-¡¿Y ahora qué demonios hiciste?!- le gritó otro chico rubio al peliplateado ayudándolo a sostenerse en cuanto se vio libre del agarre de sus captores.

 

                Por respuesta, el agredido tosió escupiendo algo de sangre, para después reírse ligeramente, apoyándose en el cuerpo de su amigo.

 

-No me jodas- dijo con dificultad y ahogando un gemido de dolor- ¿Esos mastodontes me quieren matar y tú vienes reclamándome qué hice yo?-

 

-Chicos… No es el momento de discutir entre nosotros- intervino el pelinegro poniéndose en posición defensiva frente a sus amigos, viendo con preocupación cómo los otros 3 los rodeaban observándolos con miradas asesinas.

 

                El rubio ayudó al de cabellos platinados a apoyarse en una mesa cercana y se situó junto al pelinegro dispuesto a enfrentar a sus atacantes. Fue cosa de unos minutos. Los jóvenes sabían defenderse bastante bien; no en balde uno descendía de una familia que tenía estrechas relaciones con la mafia rusa, mientras el otro provenía de una familia involucrada en el tráfico de armas en la frontera entre India y Nepal.

 

                Los 3 sujetos que habían agredido a su amigo no tardaron en estar en el suelo, pero antes de que los chicos pudieran siquiera respirar aliviados, otro grupo de hombres ya los tenían rodeados apuntándolos con diferentes tipos de revólveres y pistolas.

 

                Tanto el rubio como el pelinegro levantaron las manos en señal de derrota a la vez que retrocedían ante la visión de las armas de fuego.

 

-Su problema fue conmigo, ellos no tienen nada que ver- dijo de pronto el de cabellos plateados adelantándose hacia los hombres armados y haciendo un evidente esfuerzo para sostenerse y no hacer demasiados gestos de dolor.

 

-Ellos mismos decidieron involucrarse al atacar a nuestros compañeros- le respondió un sujeto alto y de cabellos largos y negros sin que nadie más se moviera de su sitio.

 

-No les conviene disparar- declaró el peliplateado cruzándose de brazos en actitud retadora- No tienen idea de con quiénes están tratando…- agregó esbozando una fría sonrisa y ladeando un poco su cabeza para dejar entrever unos singulares ojos ambarinos por debajo del flequillo…

 

                Kanon observaba atentamente a Radamanthys mientras este al parecer recordaba un suceso que le causaba gracia, pues la sonrisa de su rostro no había disminuido ni un poco.

 

-Minos siempre fue bueno con las palabras- dijo finalmente el rubio, fijando sus ojos dorado en las esmeraldas del menor- Nos tenían rodeados, apuntándonos con armas de fuego en un área que les daba una certeza casi total de acertar al disparar… y aun así los hizo dudar de atacarnos-

 

-¿Y qué pasó entonces?-

 

-Hades estaba allí; eran sus hombres, pero al parecer se había divertido bastante con toda la escena que armamos… Se acercó hasta nosotros y nos exigió un motivo para no matarnos… “Te servimos más estando vivos”, fue lo que le dijo el imbécil de Minos con total desfachatez, pero eso sólo lo divirtió aún más… Y decidió probar si era cierto-

 

-¿Así que empezaron a “trabajar” para él?-

 

-Sí, pequeños encargos al principio, pero fue aumentando su exigencia hacia nosotros con misiones cada vez más complicadas hasta que decidió que le convenía tenernos cerca. Así fue que decidió nombrarnos como sus Jueces-

 

                Radamanthys se levantó de la cama y sin preocuparse por su desnudez avanzó hacia el tocador de la habitación para sacar de un cajón una cajetilla y un encendedor; prendió un cigarrillo y tras inhalar un poco de él se acercó nuevamente a la cama sentándose frente a Kanon, que había seguido sus movimientos en silencio con la mirada.

 

-¿Hades fue quién nombró a cada uno de ustedes?-

 

-El riguroso Aiacos, con su estricto sentido de la piedad y la justicia…- se limitó a decir el rubio exhalando una bocanada de humo- El déspota y persuasivo Minos, con su poder de voto decisivo sobre el destino de las almas juzgadas…-

 

-Y el inflexible Radamanthys, dueño de una integridad inquebrantable- terminó Kanon regalándole una leve sonrisa al mayor quien se limitó a sonreír de lado ante sus palabras.

 

-Puedo ser inflexible, lo reconozco, pero creo que mi integridad de juicio puede ponerse bastante en duda- comentó a la vez que se levantaba de nuevo para ir a apagar lo que quedaba del cigarrillo en un cenicero-Fuera de eso, creo que Aiacos y Minos encajaban bastante bien con las personalidades de los jueces originales y ellos también estuvieron de acuerdo con eso. Hades ya había comentado que andaba en busca de sus Jueces y a ninguno nos sorprendió cuando nos asignó nuestros… nuevos nombres. Como te dije, era como haber estado predestinados, primero nosotros 3 y luego con Hades… Había una especie de conexión y era fácil trabajar juntos-

 

-Y así fue como la conociste…- susurró Kanon desviando la mirada y Radamanthys tardó unos minutos antes de contestar algo, al parecer recordando de nuevo cosas de su pasado.

 

-Aiacos puede ser terriblemente cruel cuando se lo propone y es sarcástico un 90% del tiempo, así que exasperaba con facilidad a Pandora. Minos en cambio… es un titiritero, manipula todo a su antojo y ella nunca le tuvo confianza. Así que sólo quedaba yo cuando había que escoltarla a algún sitio. Al principio sólo fue eso, pero poco a poco descubrimos que teníamos muchas cosas en común y… las cosas simplemente se dieron-

 

                El peliazul suspiró ante las palabras del rubio para después levantarse de donde estaba e ir a servirse una copa de un costoso Merlot que el mayor había dejado enfriando en un rincón de la recámara. Radamanthys lo observó en silencio recorriendo con su mirada el cuerpo griego, desde su amplia espalda, sus marcados pectorales y ese firme trasero.

 

                Sin pensarlo más, se levantó de su sitio y se dirigió hacia el gemelo, abrazándolo por la espalda. Kanon sonrió ligeramente por el acto pero se limitó a ofrecerle una de las copas que ya había llenado con vino.

 

                El rubio aceptó la copa separándose un poco del menor, dándole espacio para que este se sentara en el tocador, de frente a él. Brindaron en silencio intercambiando cómplices sonrisas, pero mientras Kanon disfrutaba del contenido de la copa, Radamanthys apenas y le dio un sorbo antes de acercar sus labios al oído del griego, diciéndole algo que lo dejó helado por completo.

 

-¿Algo más que el Barón Amatista te haya pedido que me preguntaras?- lo interrogó con cierta sensualidad, mordiendo suavemente el lóbulo de su oreja.

 

                Los ojos del peliazul se abrieron con evidente sorpresa ante las palabras del rubio y a poco estuvo de ahogarse con el vino que tomaba. Por su parte, Radamanthys sonrió divertido por la reacción del menor y, tras dejar su copa casi llena junto a su acompañante, regresó sobre sus pasos para ir a sentarse de nuevo a la cama, fijando la penetrante mirada de sus orbes doradas en el griego, quien al parecer por primera vez en su vida no sabía qué decir.

 

-Yo… no…-

 

-Zinnecker se parece bastante a Minos, ¿sabes? Dudo que haga algo sin dobles intenciones. Lo que te conté no es un secreto en realidad, pero la historia se ha ido deformando con el pasar del tiempo-

 

-No sólo quería saber de ti por orden del señor Alberich- susurró Kanon bajando la mirada y apretando un poco la copa que tenía entre sus manos.

 

                Por unos momentos el silencio reinó en la habitación. El gemelo sentía que sus mejillas ardían por vergüenza. Él siempre se había considerado bastante hábil en obtener información de otros de forma discreta, pero ese hombre al parecer siempre había estado al tanto de sus intenciones, y lo peor era que él realmente se sentía interesado en el mayor.

 

-Te creo-

 

                Kanon levantó la mirada con rostro sorprendido al escuchar la voz del rubio, quien lo observaba con mirada serena desde su sitio.

 

-Quizás sea tonto, pero por algún motivo te creo- repitió sonriendo de lado- Además, yo tampoco me acerqué a ti sólo buscando compañía-

 

-¿Buscas información del Barón?- le preguntó el gemelo esbozando una sonrisa cargada de ironía.

 

-¿Del Barón? No, para nada. Pero creo que él podría tener algo que busco-

 

                Kanon arqueó una de sus cejas denotando su curiosidad. Ambos buscaban información del otro, bien podrían haber seguido jugando, sacando de a poco lo que querían, pero en lugar de eso, el rubio estaba siendo franco, pidiéndole de forma directa lo que necesitaba. ¿Eso estaba bien? Radamanthys le había contado parte de su historia, quizás no era un secreto, tal y como le había dicho, pero era algo con lo que podría hacerle ver a Zinnecker que estaba consiguiendo lo que le había pedido. Por otro lado… si él podía ayudar a ese hombre que con sólo un par de encuentros lo estaba enloqueciendo, ¿por qué no hacerlo?

 

-¿Qué es lo que buscas?- le preguntó por fin levantándose de donde estaba y yendo a recoger la camisa color azul petróleo que había llevado esa noche y que se encontraba en el suelo del dormitorio.

 

-¿Cuántas Joyas tiene el Barón?-

 

                Kanon rió ligeramente al ver que el rubio le contestaba con otra pregunta, pero lejos de mostrarse molesto caminó hacia él abotonando su camisa  y haciendo como que pensaba detenidamente su respuesta.

 

-Por lo general, siempre tiene 7 Joyas en la mansión- respondió finalmente sentándose al lado del rubio y recogiendo sus bóxers y sus pantalones negros que estaban al pie de la cama- Puede ser bastante cabalístico para algunos detalles- explicó con una ligera sonrisa- Si descubre una nueva joya que llama lo suficiente su atención, retira a la que menos ganancia le esté reportando en esos momentos y simplemente la remplaza-

 

-Así que en estos momentos tiene a 5 chicos en la mansión, aparte de ti y tu hermano-recapituló acomodando tras la oreja del menor unos cabellos azulados que caían sobre su rostro, deteniéndose unos momentos en los ojos del gemelo- Emerald Duo- susurró sin despegar su mirada de las esmeraldas del menor- ¿Siempre los nombra por sus ojos?-

 

-No en realidad- contestó Kanon desviando la mirada de los penetrantes ojos del rubio y agachándose para recoger la ropa interior del mismo, quien sonrió divertido al recibirla- En ocasiones anteriores, muchas veces si se basó en el color de los ojos para nombrar a sus Joyas, pero de los que estamos actualmente en la mansión… Zuanshi y Opal tienen los ojos color amatista, pero como esa es la gema favorita del Barón, nunca nombra a nadie de ese modo; y en el caso de Moonstone, creo que más bien eligió su nombre por su cabello. Así que lo de los ojos sólo aplica también para Ruby y Saphir-

 

-¿Saphir?- preguntó extrañado el rubio levantándose de su sitio para acomodarse su ahora arrugada ropa- Recuerdo haber visto un chico de ojos rojizos en las fotos que el Barón me mostró, pero no recuerdo a nadie con los ojos azules-

 

-Supongo ya lo tenía asignado para otra cita en ese momento- susurró Kanon desviando la mirada, con lo que el rubio captó que había algo que el menor no le estaba diciendo.

 

                Saphir… Los ojos de Natasha eran de un azul profundo que fácilmente hacía pensar en un par de zafiros. Ya llevaban un par de semanas en Atenas y no habían conseguido encontrar pistas del chico que buscaban a pesar de todos los esfuerzos de Aiacos y los hombres de ambos. Sin embargo, ya habían descartado a los otros peces gordos de esos negocios y un buen número de burdeles en los barrios bajos, por lo que tanto el pelinegro como Radamanthys sospechaban que quizás el muchacho estaba efectivamente en posesión de Zinnecker… si es que seguía con vida.

 

                El tiempo se estaba agotando para Natasha. Las noticias que recibía de Rusia no eran muy alentadoras sobre la salud de la mujer. Isaac en persona había salido a las calles para buscar al joven en los prostíbulos más accesibles, ya que Radamanthys no tenía pensado dejarlo acercarse a los bajos mundos de la ciudad. Por eso había decidido ser directo con su acompañante, por eso… y porque le daba confianza, a pesar del poco tiempo que llevaba tratándolo y a pesar de que sabía que también intentaba sacarle información para su jefe.

 

                Sin decir nada avanzó hacia el armario del cuarto y ante la atenta mirada del peliazul, abrió la caja fuerte que se encontraba escondida allí, sacando una pequeña bolsita de cuero negro.

 

                Radamanthys se quedó de pie ante la caja fuerte con el pequeño objeto en sus manos, recordando a la persona que se lo había dado con lágrimas en sus ojos azules.

 

­-¿Estás consciente de que podría estar muerto?-  le había preguntado él, quizás con más frialdad de la necesaria cuando ella le puso en sus manos una de sus más valiosas posesiones, y la mujer había asentido con el rostro sin dejar de llorar, implorándole que al menos le informara cuál había sido su destino.

 

-Pólux…- llamó al menor con voz gruesa caminando a paso lento hacia él- ¿Puedo mostrarte algo?-

 

                Kanon asintió con el rostro, sorprendido por la seriedad que las facciones del rubio habían adquirido de pronto, mientras éste volvía a sentarse a su lado, sacando de la bolsita que tenía en las manos un delicado guardapelo plateado.

 

                Era un objeto hermoso. Tenían trazado en relieve la figura de un copo de nieve muy bien detallado y si bien se notaba que no era nuevo, era evidente que había sido cuidado con esmero a pesar del tiempo.

 

-Lo que busco…- dijo de pronto Radamanthys con voz seria, sacando de sus pensamientos al gemelo, que se había quedado contemplando la alhaja- Es una persona, un chico. La última foto que su madre tiene de él está en este relicario- explicó mostrándole la prenda.

 

-¿Crees que el Barón lo tiene en su poder?-

 

-No lo sé, pero si ese niño aún vive, lo más probable es que esté en algún prostíbulo de esta ciudad. Quizás no sea alguien que conoces, o puede que haya cambiado mucho, pero supongo que no pierdo nada con intentar- explicó extendiendo hacia él su mano con el guardapelo en ella.

 

                El peliazul lo tomó con cuidado, observándolo unos instantes antes de levantar su mirada hacia el mayor regalándole una leve sonrisa.

 

-Mi nombre es Kanon, por cierto- le dijo perdiéndose en la mirada de esos ojos dorados que lo analizaban con atención.

 

-Suena mejor que Pólux- se limitó a contestar el rubio devolviéndole la sonrisa- El hombre que yo era antes de ser Radamanthys vivía amargado, en medio de la mafia rusa y a la sombra de su hermano mayor, repudiado por su padre por no ser lo que él quería, así que dejé que muriera… Ni siquiera recuerdo su nombre-

 

                Kanon asintió sin dejar de sonreírle, aunque de pronto una sombra oscureció su mirada por lo que bajó la vista hacia el guardapelo que sostenía, centrándose en los sencillos detalles que lo conformaban.

 

-Yo quisiera que Pólux muriera…- susurró con algo de amargura, manifestando una pena que jamás había confesado en la mansión, ni siquiera con su hermano- Igual que Cástor y que cada una de las Joyas del Barón…- el griego tomó aire serenándose para luego dirigirle una de sus peculiares e indiferentes sonrisas al mayor- Pero en fin, no todo se puede en esta vida- comentó encogiéndose de hombros y disponiéndose a abrir el relicario.

 

                Una mirada… y las pupilas del gemelo se dilataron a la vez que el guardapelo se le resbalaba de las manos yendo directo al suelo. Y sin decir ninguna palabra, Radamanthys lo supo… Ya había encontrado al hijo de Natasha…

 

 

 

 

                Las horas seguían su curso en la ciudad de Atenas. El astro rey comenzaba a ocultarse por el ocaso cuando un flamante BMW de color plateado se detuvo a las puertas de un prestigioso y elegante hotel en la costosa zona de Kifissia en el norte de la ciudad.

 

                Un hermoso joven de largos cabellos platinados y ojos color violeta bajó del vehículo captando de inmediato la atención de los que se encontraban cerca, pero sin inmutarse por las miradas que lo seguían, el chico avanzó con paso seguro sabiendo de memoria el camino hacia el destino al que se dirigía.

 

                En breve ya se encontraba a la puerta de la mejor suite del hotel, habitación de la que él ya tenía la tarjeta de acceso, así que se adentró sin necesidad de llamar, encontrándose con la estancia sumida en la oscuridad.

 

                Intentó en vano encender las luces, pero al parecer estas no funcionaban, así que exhalando un ligero bufido de molestia avanzó a tientas dirigiéndose hacia la recámara de la suite, alumbrándose un poco con su celular.

 

                El dormitorio estaba decorado con un gusto exquisito y por demás lujoso, como casi todo en ese hotel, pero al igual que el recibidor de la suite, se encontraba sumido en penumbras y sin que los interruptores de luces funcionaran.

 

-¡No es gracioso!- protestó el muchacho con voz firme deteniéndose a escasos pasos de la puerta de la habitación.

 

                No escuchó que nadie se acercara, pero antes de que pudiera reaccionar, alguien lo tomó con fuerza por la espalda, atenazando su cuello con una mano, ejerciendo la fuerza suficiente para dejarlo rápidamente sin aire, con lo que soltó su celular y llevó ambas manos hacia ese brazo que parecía buscar estrangularlo.

 

-El misterio siempre tiene su encanto, mi precioso Moonstone- le dijo una voz varonil al oído, para después sentir cómo alguien lamía toda la extensión de su cuello, soltándolo sin prisa.

 

-¡¡¡Eres un idiota!!!- gritó alejándose de su captor en cuanto este lo soltó, sujetándose el cuello con ambas manos y procurando contener las lágrimas que habían acudido a sus ojos en esos breves segundos en que sintió que se ahogaba.

 

                Una fría risa resonó en la estancia, pero la oscuridad era tal que apenas y lograba distinguir la silueta del cliente que esa noche había solicitado sus servicios.

 

-Ya, ya, no te enojes- le dijo esa voz sin inmutarse y pudo distinguir entonces las luces del celular que este portaba mientras él hablaba con alguien- Byaku, devuelve las luces a la suite, por favor, al parecer a mi invitado no le gustó mi sorpresa-

 

                Unos segundos después, las luces se encendieron y el joven pudo distinguir por fin al hombre que lo había contratado, un hombre alto y delgado, de piel blanca y largos cabellos platinados con un flequillo que cubría por completo sus ojos.

 

-Eres un imbécil, Minos- le recriminó en cuanto pudo verlo aun tallando su cuello con rostro asustado.

 

-¿Estás molesto, mi adorado Lune?- preguntó el aludido fingiendo un puchero y acercándose a prisa al menor para sujetar con cierta ternura sus manos y besárselas de forma galante- Sólo fue una broma inocente-

 

                Lune se soltó del agarre del hombre con rostro molesto y empujándolo se alejó de él para irse a sentar a la cama abrazándose a sí mismo.

 

-¡Oh, vamos! No es para tanto- protestó el mayor torciendo los labios con molestia y yéndose a sentar al lado del muchacho- Ya te dije que sólo fue una broma-

 

-Todo para ti es una broma- susurró el de iris violeta tallando su rostro para terminar de serenarse- ¿Cuánto más voy a tener que seguir en ese lugar?- le preguntó al otro dirigiéndole una mirada un tanto suplicante.

 

-Tsk, no puede ser tan malo- se limitó a responder Minos chasqueando la lengua con indiferencia a la vez que iba a servir unas copas con un costoso champagne que había ordenado- La mayoría de tus clientes son hombres que trabajan para mí y saben que morirán si se atreven a tocarte-

 

                “La mayoría”, esas eran las palabras clave en la oración, pensó Lune volviendo a abrazarse a sí mismo, y al parecer el de ojos ambarinos convenientemente olvidaba que mientras él estuviera en la mansión de Zinnecker estaba sujeto a las mismas obligaciones que el resto de sus compañeros.

 

                Minos volteó a ver al menor al notar que éste se quedaba callado, encontrándolo al parecer perdido en sus pensamientos y con rostro compungido, ante lo cual resopló con gesto un tanto fastidiado.

 

-Sólo un poco más, Lune, y prometo sacarte de ahí y pagarte con todo lo que desees-

 

-Empiezo a creer que ni siquiera tú tienes el poder para sacar a alguien de la mansión del Barón Amatista una vez que éste lo tiene en sus manos- le espetó el de ojos violetas con una amarga sonrisa en el rostro.

 

-No me subestimes- le respondió el mayor entregándole una de las copas que había servido- Además… si estás muerto dudo que el “Barón” siga deseando contar con tus servicios- agregó con una tétrica sonrisa en el rostro.

 

                La copa se le resbaló de las manos al joven a la vez que se levantaba de golpe ante las palabras del Juez, viéndolo con rostro aterrado, con lo cual Minos comenzó a reírse despreocupadamente, ladeando un poco su cabeza para que el otro pudiera ver sus ojos.

 

-¡No seas tonto! No quise decir que te mataría- se burló del menor aun viéndolo con expresión divertida- Sólo digo que no es difícil fingir la muerte de alguien y que luego éste aparezca en otra parte del mundo, con otro nombre y con la entera libertad de hacer lo que le venga en gana- explicó dándole un sorbo a la copa que tenía en sus manos- Al menos para mí no resulta difícil lograr eso-

 

                Lune retrocedió unos pasos de ese hombre que evidentemente se divertía con su sufrimiento. ¿En qué punto se había convertido en un ser tan desalmado?

 

                Y como si pudiera escuchar sus pensamientos, aquél giró su rostro hacia el menor quitándose el flequillo con una mano para centrar sus ojos ambarinos en la delicada silueta del joven.

 

                Por unos minutos, ambos se quedaron en silencio, simplemente observándose. Unos iris violetas cargados de temor enfrentando a otros ambarinos, cuya mirada pasó de burlona a seria y finalmente a una comprensiva.

 

                Minos se levantó de la cama dejando su copa a los pies de la misma y pasando sin cuidado sobre los cristales de la copa que el menor había soltado, avanzó hacia él hasta quedar frente a frente, momento en el que acarició con cuidado la suave piel de su rostro dedicándole una sonrisa que pocas personas le habían visto en su vida.

 

-Sólo un poco más- le repitió sin dejar de acariciarle la mejilla- Tienes mi palabra y sabes que a pesar de todo, yo siempre cumplo con lo que prometo-

 

                Lune tragó grueso desviando la mirada del mayor y cerrando sus ojos al mismo tiempo que con una de sus manos estrechaba aquella que acariciaba su mejilla.

 

-¿Qué más necesitas saber de Zinnecker?- le preguntó con tono un tanto resignado.

 

-¿De él? Ya no me interesa tanto en realidad, pero… escuché que Radamanthys ha buscado algunos de los servicios que ofrece- explicó soltando al menor para ir de nuevo por su copa.

 

-Contrató a Pólux, uno de los gemelos del Emerald Duo-

 

                Minos sonrió de lado ante las palabras del menor, le dio un nuevo sorbo a su copa y de nuevo fijó su mirada en el chico, que no se había movido de donde estaba.

 

-No, te aseguro que Radamanthys nunca pagaría por la compañía de alguien… Así que quiero que averigües qué es lo que está buscando en la mansión de Zinnecker-

 

-¿Por qué no se lo preguntas tú? Pensé que eran amigos- le espetó el muchacho pasando a su lado para ir a servirse otra copa.

 

-Hemos tenido nuestras diferencias, así que Rada probablemente no reconocerá que me necesita, por mucho que así sea- respondió el mayor encogiéndose de hombros con expresión despreocupada- Pero para eso estás tú ahí, mi querido Lune, ¿no es verdad?-

 

                El aludido resopló fastidiado y, tras tomarse el contenido de su copa de un solo trago, fijó sus ojos violetas en Minos con expresión decidida.

 

-Será lo último que haga en esa mansión-

 

                El de iris ámbar sonrió satisfecho ante la respuesta y asintió con el rostro para después levantarse a ir hacia el joven.

 

-Averigua todo lo que puedas de las intenciones de Radamanthys y prometo que te sacaré de ahí sin importar nada más. Incluso dejaré que te alejes de todo este ambiente que tanto detestas, serás libre de hacer lo que quieras con tu vida de ahí en adelante. ¡Y claro! Me aseguraré que nunca te falte nada por todo lo que ya has hecho por mí al infiltrarte en la mansión del Barón Amatista-

 

-¿Lo juras?-

 

-Por supuesto, tienes mi palabra… hermanito-

 

 

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                El viernes llegó muy rápido esa semana. O por lo menos así lo sintieron los chicos que vivían en la mansión del Barón Amatista.

 

Apenas habían pasado unos cuantos días desde la cita de Camus con Argol Thalassinos y si bien el rostro del galo ya podía lucir prácticamente normal con un poco de maquillaje, no pasaba lo mismo con la costilla rota y los desgarros que aquél encuentro le habían dejado.

 

                Zinnecker había prometido darle una semana de descanso, pero la petición de un importante cliente lo había hecho retractarse de su palabra, enviando al francés a una nueva reunión, sin importarle el estado en el que se encontraba y a pesar de los ruegos del resto de sus Joyas.

 

                Así que esa tarde, Camus iba en el Mercedes plateado que el Barón disponía para su transporte, avanzando sin mucha prisa con dirección a las exclusivas playas de Glyfada.

 

                El cielo estaba despejado y una agradable brisa podía sentirse cada vez con más intensidad a medida que se acercaban a la costa. El tráfico no era muy pesado y Shura conducía dirigiéndole constantes miradas al espejo retrovisor, por donde podía ver al joven galo que iba acurrucado en los asientos traseros, intentando encontrar una posición que no le provocara tantas molestias a causa de las heridas que tenía.

 

                El francés lucía demasiado pálido e iba acurrucado sobre su costado derecho, hecho un ovillo en los asientos. No habían cruzado ni una palabra desde que salieran de la mansión y Shura sabía que eso era porque el galo iba apretando los labios para evitar que se le escapara la mínima expresión de dolor. Lo había visto hacerlo desde que los gemelos y Shion lo ayudaron a abordar el vehículo minutos atrás.

 

                El español siguió avanzando a ritmo tranquilo por las calles, procurando no hacer ningún movimiento brusco que le causara mayores molestias a su joven pasajero, pero el verlo así de frágil y el ir sumidos en ese pesado silencio comenzaba a desesperarlo, así que en la primera oportunidad que tuvo se orilló en el camino y detuvo el auto, pero apenas estaba por salir del vehículo cuando la suave voz del peliaguamarina lo detuvo.

 

-Estoy bien- murmuró Camus al sentir que se detenían- Puedes continuar, Shura. El Barón le dijo al señor Solo que estaríamos en su casa de playa a las  6 pm y de por sí ya es complicado que lleguemos a tiempo yendo a este ritmo-

 

                El pelinegro apretó el volante con fuerza. Sabía que el pequeño galo tenía razón, pero aun así…

 

-Mientras más pronto empecemos esto, más pronto acabará- insistió el francés irguiéndose un poco en el asiento y obsequiándole una suave sonrisa al hispano.

 

                Shura observó en silencio al menor y finalmente asintió con el rostro, encendiendo de nuevo el motor y regresando a su camino.

 

                Camus suspiró al sentir que el auto volvía a moverse. Estaba nervioso, no se sentía preparado para una nueva cita después de lo que había pasado con Thalassinos y los amigos de éste. Sin embargo, Sorrento le había asegurado que Julián Solo era una buena persona y que nada malo le pasaría con él.

 

                Poseidón, ese era el nombre clave del joven griego, y era uno de los más asiduos clientes del flautista, así que sin duda el austriaco debía conocerlo bastante bien, por lo menos ese era el pensamiento al que el peliaguamarina se aferraba mientras se acercaban a su destino.

 

                A pesar de todo, el viaje fue tranquilo y sin contratiempos y en poco tiempo ya se encontraban en el elegante barrio, con una bella vista del mar ante ellos.

 

                La casa de playa de Julián Solo se encontraba en una de las mejores zonas del lugar. Era una vivienda muy grande de 2 pisos, rodeada por amplios jardines en su acceso principal y contaba además con jacuzzi y una increíble alberca en la parte posterior, así como un excelente acceso a la playa, además de que se notaba no habían escatimado en costos en su diseño y decoración.

 

                Shura condujo hasta la entrada y ayudó a Camus a bajar. Mientras el español bajaba la valija del galo de la cajuela, éste se quedó observando el mar a lo lejos. El cielo ya comenzaba a teñirse de los colores del ocaso, dándole al paisaje un aspecto hermoso. Sin pensarlo, el francés cerró sus ojos y disfrutó de la brisa marina que llegaba hasta él.

 

                El pelinegro sonrió al observarlo. A pesar de que Camus llevaba años viviendo en Atenas, probablemente era la primera vez que estaba tan cerca del mar, ya que la mayoría de los clientes del Barón solían preferir otros sitios de reuniones. No quería interrumpirlo en ese momento, pero una voz a sus espaldas consiguió que ambos voltearan hacia la puerta, donde un apuesto joven de cabellera azul y ojos de mar los veía con una sonrisa.

 

-Bienvenidos- les dijo avanzando hacia ellos- Espero hayan tenido un buen viaje hasta aquí-

 

-Señor Solo, un placer conocerlo en persona- saludó Camus educadamente y procurando no demostrar ninguna de las dolencias que lo aquejaban.

 

-Así que tú eres Saphir- exclamó Julián viéndolo con una amable sonrisa- Luces más lindo en persona-

 

                Camus le devolvió la sonrisa. Esa era quizás la primera vez que un cliente no lo veía con lujuria al tenerlo en frente.

 

                Un joven de cabellos de un peculiar color rosa salió para ayudar al galo con su equipaje y Julián le indicó a Shura donde podía dejar el auto así como el sitio en el que se quedaría durante su estancia allí, pues le habían acondicionado un cuarto en al área del personal de aquella lujosa casa.

 

                El español intercambió una última mirada con el francés antes de separarse, recordándole sin necesidad de palabras que estaría cerca y al pendiente por cualquier cosa que necesitara.

 

                El pequeño galo tomó aire antes de seguir los pasos de su anfitrión y finalmente avanzó tras él por un amplio pasillo hasta llegar a una confortable sala de estar, fresca y decorada con muy buen gusto.

 

-Tu nombre es Camus, ¿cierto?- le preguntó el peliazul al menor en cuanto se encontraron en la estancia ofreciéndole asiento en uno de los mullidos y cómodos sillones de color blanco que allí se encontraban.

 

-Sí, señor- respondió el francés con voz suave, apretando un poco sus labios al sentarse para evitar que un gemido de dolor se le escapara ante ese sencillo acto.

 

                El griego notó el gesto, pero se abstuvo de decir cualquier comentario al respecto. Sorrento le había comentado en su último encuentro lo que le había pasado al galo y él le había prometido que no permitía que le pasara nada, sin embargo…

 

-Puedes decirme Julián- le dijo alejando unos pensamientos funestos de su mente- No soy tan viejo- agregó con una sonrisa amigable tomando asiento frente al francés- ¿El Barón te dijo por qué te contraté?-

 

-Dijo que me necesitaba para hablar con otra persona. Que debía seguir sus instrucciones-

 

                El peliazul asintió viendo con benevolencia al menor.

 

-Camus… la persona con la que necesito que hables puede ser bastante necia, pero estoy seguro de que tú puedes sacarlo de un error que no quiere reconocer-

 

-¿Qué clase de error?-

 

                Julián suspiró por respuesta, adoptando una expresión un tanto apenada antes de contestar.

 

-Que las apariencias engañan y… que a veces las personas mienten porque no tienen opción, pero eso no las hace malas-

 

                El francés observó al mayor sin comprender y éste sonrió con amargura ante la expresión de desconcierto del galo.

 

-Espero puedas perdonarme por ponerte en esta posición- le dijo tras un momento de silencio- Pero como te dije, eres el único que puede aclararle todo a mi primo-

 

-¿Su primo?-

 

-Sí… está en su habitación en estos momentos, le pediré que baje en cuanto te sientas listo para iniciar con esto. Puedes tomarte tu tiempo- se apresuró a agregar para mayor desconcierto del galo.

 

-Señor Solo, me temo que no entiendo…-

 

-No hay necesidad de darle tantas vueltas al asunto, Julian- intervino en eso una voz varonil, una voz que Camus reconoció de inmediato y que provocó que su corazón palpitara con fuerza dentro de su pecho.

 

                El galo sintió que el tiempo corría en cámara lenta mientras se giraba para ver al recién llegado, mismo que se encontraba en el marco de la puerta, con sus ojos color turquesa fijos en la delicada silueta del francés.

 

-Milo…- susurró el peliaguamarina palideciendo más de lo que ya estaba y sintiendo que las fuerzas abandonaban por completo su cuerpo…

 

 

Notas finales:

Jojo, ¿cómo ven?

Espero que el capítulo no haya resultado confuso.

El siguiente capítulo se titula "Un pasado cruel", así que vayan preparando los pañuelos desechables n_nU

Ejem, en fin, espero sus reviews para conocer sus opiniones n_n

Que estén muy bien. ¡Hasta la próxima! n_n


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