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Simples Apariencias por Altarf_27

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Notas del capitulo:

Hola una vez más.

Ya sé que se me ha hecho costumbre demorarme demasiado con las actualizaciones, pero como les he dicho veces anteriores, no soy dueña de mi tiempo, menos ahora con una tesis encima y para colmo mi bendita laptop tuvo a bien descomponerse, ¡¡2 veces!! Perdí mi marco teórico y tuve que reescribir por completo este capítulo 3 veces. La tecnología me odia T_T

En fin, yo sé que es difícil seguir la continuidad de uns historia escrita con tanto retraso, pero lo que sí puedo prometer es que aunque sea de forma lenta pero este fic llegará a su fin. Ojalá puedan comprenderme y de verdad espero con todo mi dañado corazón que el capítulo resulte de su agrado.

Muchas gracias a todos los que no han perdido su fe en este fic y un especial agradecimiento a quien se toma unos minutos para dejar sus comentarios. De verdad, disculpen los inconvenientes.

14. Momentos de Paz

 

                No quería despertar.

 

                Aún con los párpados cerrados, empezar a percibir la claridad intrusa que comenzaba a colarse en su habitación así como los ruidos de su entorno, pero una parte de él se aferraba a seguir durmiendo. Había tenido un sueño tan hermoso.

 

                Sin embargo, los sonidos  a su alrededor se hacían cada vez más claros, mostrándole que no podría volver a dormirse de nuevo, por lo que un suspiro cargado con algo de frustración escapó de sus finos labios.

 

                Aún sin abrir los ojos, se estiró perezosamente en la cama, percibiendo la suavidad de las sábanas que lo cubrían, así como un suave y constante rumor que llegaba a sus oídos y un aire fresco con un ligero toque salino y al percibir estos detalles, finalmente sus ojos de zafiro se abrieron con sorpresa, encontrándose con una habitación en tonos blancos y azules que no era la suya.

 

                Le costó unos instantes recordar que se encontraba en la casa de playa de Julián Solo, lo que quería decir, ¡que no había sido un sueño! Realmente había hablado con Milo y el griego no lo había despreciado a pesar de lo que era.

 

                Sus delgados labios se curvaron en una hermosa sonrisa a la vez que una furtiva lágrima se escapó de sus ojos. Se sentía feliz, como pocas veces se había sentido en su corta vida y dejándose embargar por ese sentimiento, cerró sus ojos disfrutando las sensaciones que sus sentidos le regalaban en esos momentos. Y así se encontraba cuando escuchó que la puerta de la habitación se abría suavemente mientras unos pasos se acercaban hacia él, deteniéndose a un costado de la cama.

 

                Camus abrió sus zafiros encontrándose con la silueta de Milo, que depositaba algo en el buró junto a la cama, pero sintiendo sobre él la mirada del galo volteó a verlo, regalándole una hermosa sonrisa al descubrirlo despierto.

 

-Bonjour- lo saludó sentándose a su lado en la cama- ¿Descansaste?- le preguntó a la vez que acariciaba su rostro con suavidad, descubriendo el húmedo rastro de una lágrima sobre su blanca mejilla- ¿Estás bien?-

 

                El francés asintió a la vez que se sentaba con cuidado recargado en la cabecera de la cama, aunque ese simple movimiento bastó para que su rostro se deformara en una mueca de dolor, aunque supo sobreponerse a él respirando profundamente mientras Milo se limitaba a darle tiempo para recuperarse viéndolo con algo de preocupación.

 

-Estoy bien- respondió finalmente el galo con un suave suspiro- Sólo… pensé que lo había soñado todo- agregó abriendo de nuevos sus ojos y regalándole una tímida sonrisa al heleno, quien de buena gana correspondió el gesto.

 

-Espero no haya sido una pesadilla- comentó el peliazul haciendo reír ligeramente al menor.

 

                Por unos momentos se limitaron a quedarse en silencio con las miradas perdidas en los ojos del otro. Milo simplemente no podía despegar sus turquesas de los zafiros del francés, viéndolo con verdadera fascinación al darse cuenta de que ese día su mirada no lucía tan apagada como en otras ocasiones. Por su parte, Camus no podía despegar la vista del varonil rostro del heleno, admirando esa mirada dulce que había pensado no volvería a ver.

 

                El griego fue el primero en romper el contacto visual desviando su mirada hacia un costado a la vez que carraspeaba ligeramente y al mismo tiempo que un tenue sonrojo adornaba sus mejillas, sin embargo, justo al desviar la mirada a un lado recordó el motivo por el que había entrado a la habitación así que se puso de pie acercándose de nuevo al buró.

 

-¡Ah, lo olvidaba!- exclamó tomando en sus manos una mesita portátil- Te traje el desayuno- le dijo al menor con una sonrisa a la vez que depositaba sobre sus piernas la mesita y dejando a la vista un apetecible omelette, café, jugo, pan francés y fruta picada en ración suficiente para 2 personas.

 

-No tenías por qué molestarte- susurró Camus gratamente sorprendido con el gesto.

 

-No es la gran cosa, pero podemos cambiarlo por otra cosa si no te gusta- comentó el peliazul a la vez que llevaba una de sus manos hacia el rostro del galo- Deja que te consienta estos días, ¿sí?-

 

                El francés sonrió al mismo tiempo que cerraba sus ojos, disfrutando del contacto de la mano del griego sobre su rostro, aunque volvió a abrirlos al sentir que el pulgar del mayor se detenía sobre una pequeña herida sobre su ceja izquierda.

 

-La cubriré en cuanto me arregle- exclamó alejándose del peliazul, quien lo observó preocupado por su reacción, pues era evidente que esta parecía estar condicionada por miedo.

 

-No tienes por qué hacerlo- le dijo en tono conciliador- No tiene nada de malo, además, aún con esa pequeña cicatriz, sigues luciendo hermoso-

 

                Camus sonrió con timidez ante las palabras del heleno, quien le devolvió una sonrisa confiada, guiñándole un ojo de paso.

 

-¿Desayunamos?-

 

                El francés asintió con renovados ánimos y durante los minutos siguientes se concentraron en disfrutar del desayuno mientras platicaban sobre nimiedades, tal y como solían hacerlo durante el descanso en el Colegio.

 

-¿Tienes algún plan en mente para el día de hoy?- preguntó de pronto Milo mientras el francés terminaba su ración del desayuno.

 

-No realmente, ¿por qué?- respondió el menor, viendo con algo de desconfianza la misteriosa sonrisa que el griego ponía ante su respuesta.

 

-Te tengo una sorpresa, pero aún debo afinar los últimos detalles, así que arréglate con calma y en cuanto estés listo te veré abajo, ¿de acuerdo?- explicó recogiendo las cosas del desayuno.

 

                Camus asintió aún no muy convencido viendo cómo el peliazul salía sonriente de la alcoba, aunque la sonrisa se le congeló en el rostro al heleno, cuando al cruzar la puerta se encontró ahí con Shura, quien se encontraba recargado a un lado de la puerta, de brazos cruzados y con una expresión seria en el rostro.

 

-Buenos días- saludó el griego maniobrando para cerrar la puerta.

 

                El español le devolvió el saludo con una ligera inclinación de cabeza y Milo se dispuso a seguir su camino, aunque se detuvo en el último minuto y volteó de nuevo para encarar al hispano.

 

-No hay ningún problema con que salgamos a dar un paseo, ¿cierto?-

 

-Es su cita- respondió lacónicamente el pelinegro- Mientras sepa comportarse con el joven Camus puede hacer lo que desee-

 

                Milo frunció un poco el ceño ante el tono un tanto hostil del mayor, pero sin darle más importancia finalmente retomó su camino alejándose con calma por el pasillo.

 

                Shura lo siguió con la mirada hasta perderlo de vista, momento en que tocó a la puerta del francés, adentrándose en la habitación en cuanto aquel respondió con un suave “Pase”. Cuando entró, el galo se encontraba buscando una muda de ropa en su valija. El pelinegro le ofreció su ayuda, pero ya que el menor la declinó, se limitó a observarlo sentado en una esquina de la cama, mientras aquel alistaba sus cosas para darse un baño.

 

-¿Saldrán de paseo?- le preguntó con calma mientras Camus seguía en lo suyo.

 

-No lo sé. Milo dijo que me tenía una sorpresa, pero no dio más detalles- explicó con una tenue sonrisa.

 

                Shura no pudo despegar su mirada del rostro del menor. Lucía emocionado… feliz. ¡Cuánto no daría por poder conservar esa expresión en su rostro por el mayor tiempo posible!

 

-Te gusta- suspiró el pelinegro desviando la mirada y ahogando una sonrisa al notar el sonrojo que se apoderó de las blancas mejillas galas.

 

-Yo…- Camus carraspeó un poco dándose tiempo para aclarar sus ideas, pero mientras más pensaba en Milo  y en lo ocurrido en las últimas horas, menos podía dejar de sonreír- Tendría que estar ciego para no notar lo apuesto que es, pero… no sólo es eso- el pequeños francés tomó aire y su expresión se apagó un poco- Es la primera vez que alguien ajeno a la mansión no me trata como un objeto- susurró bajando la mirada y centrando toda su atención en el contenido de su maleta-

 

-No eres un objeto, Camus- declaró el español con seriedad.

 

-Es fácil olvidarlo estando a las órdenes del Barón- suspiró el francés con una triste sonrisa- Milo me hace sentir… querido-

 

-¡Oye! Otros cuantos también te queremos bastante- protestó el pelinegro con gesta ofendido y avanzando hacia el galo robándole una sonrisa.

 

-Lo sé, sólo que nunca pensé que alguien fuera de la mansión podría llegar a aceptarme a pesar de lo que soy-

 

-Eres un chico asombroso- le recordó el español levantando su rostro con cuidado- Un tanto huraño, quizás, pero listo y hermoso como pocos- Camus le sonrió por el comentario y Shura tomó aire sintiendo que sabía lo que debía hacer- ¿Confías en él?-

 

-¿En Milo? No creo que quiera lastimarme-

 

-¿Te gustaría quedarte a solas con él?-

 

-¿Me dejarías?- exclamó entre emocionado y sorprendido el menor, viendo sin comprender al hispano- ¿Pero qué pasa con el Barón? ¿No te dirá nada si sabe que me dejaste en una cita?-

 

-Creo que podemos ser lo suficientemente discretos para que él no se dé cuenta- respondió el pelinegro con una sonrisa cómplice- Entonces, ¿estás de acuerdo?-

 

                Por respuesta, Camus le regaló una radiante sonrisa.

 

 

 

                Poco más de una hora después, Milo y Camus bajaban del Mercedes plateado que Shura conducía, saliendo al Puerto Deportivo de Glyfada.

 

                El griego veía con una sonrisa la mirada  fascinada con la que el  francés observaba todo mientras avanzaban hacia los yates anclados ahí, deteniéndose cerca de un hermoso y moderno navío pequeño de color gris y que tenía escrito en una esmerada caligrafía en letras negras el nombre “Anfitrite”.

 

-Espero que tengas ganas de dar un recorrido por el Mediterráneo- le dijo al galo con una sonrisa en cuanto se detuvieron.

 

-¡¿En serio?!- exclamó el menor encantado con la idea, aunque de pronto su expresión se puso seria- ¿Sabes navegar eso?-

 

                Milo rió de buena gana ante la desconfianza del de ojos de zafiro.

 

-En realidad apenas y tengo noción de cómo navegar cualquier bote de mis salidas con Julián, pero no te preocupes, mi primo prometió que bailaría en lo más profundo del Inframundo antes de permitir que yo pilotee su amada Anfitrite, así que un capitán de toda su confianza ya debe estar esperándonos, ¿quieres abordar?-

 

                Camus asintió con renovados bríos y juntos caminaron hacia el punto donde abordarían, donde efectivamente ya los esperaba un hombre joven de cabellos de un tono castaño claro y ojos azules, mismo que se presentó como Bian Harper y que ayudó al galo a ingresar a la nave. Milo se dispuso a seguirlo, pero en el último momento, Shura lo detuvo sujetándolo con fuerza del brazo.

 

-¿Qué ocurre?- preguntó viendo sin comprender al hispano.

 

-Si los dejo solos, ¿Camus estará a salvo contigo?-

 

                Los ojos del heleno se abrieron con sorpresa ante aquellas palabras, pero notando la seriedad con la que el pelinegro lo veía de inmediato adoptó también una expresión decidida.

 

-Antes muerto a permitir que alguien le haga daño mientras está conmigo-

 

-Estarás muerto si algo le pasa o si intentas pasarte de listo con él- le advirtió el español con mirada penetrante.

 

                Ambos hombres se sostuvieron la mirada con expresión retadora, sin embargo, de pronto la voz de Camus los regresó a la realidad.

 

-¿Está todo bien?- les preguntó el pequeño galo recargado en el barandal, viendo preocupado las miradas que los otros intercambiaban.

 

-Todo está excelente, Camie- respondió Milo soltándose del agarre del mayor, quien suspiró con algo de fastidio antes de dedicarle una serena mirada al galo, despidiéndose de él con  un gesto de cabeza.

 

                Camus le sonrió al español mientras el griego abordaba al yate y se despidió de él agitando su mano en cuanto la nave se puso en movimiento.

 

                Shura los siguió unos momentos con la mirada, para finalmente regresar hacia el Mercedes, junto al cual se encontraba estacionado un Mazda convertible de color gris que no estaba ahí cuando llegaron.

 

                El español recorrió los alrededor con la mirada, como comprobando que nadie lo vigilaba y finalmente subió al Mazda del lado del copiloto, con lo que el vehículo se puso de inmediato en movimiento.

 

                Avanzaron en silencio durante un buen trecho, con el hispano atento al espejo retrovisor y sin prestarle demasiada atención al apuesto hombre de cabellos castaños que manejaba a buen ritmo, dedicándole miradas de reojo a su acompañante.

 

-¿Piensas que podrían seguirte?- preguntó el castaño cuando notó que su acompañante se relajaba un poco en su asiento.

 

-Hace mucho que dejaron de hacerlo, pero con el Barón Amatista nunca está de más exagerar precauciones- suspiró el español intentando convencerse de que todo estaría bien.

 

-¿Qué pasará si intenta localizarte?- insistió el griego.

 

-Al Barón no le gusta interrumpir ninguna cita, además, por lo que sé no hay buena señal de celular en mar abierto- un suspiro escapó de los labios del español recordando las medidas que había tomado para que nadie en la mansión notara su ausencia por las horas siguientes- Pueden localizar el auto por GPS, pero estará todo el tiempo en el puerto y si intentara localizar mi ubicación por el celular, parecerá que estuve todo el tiempo al lado de Camus-

 

-¿Le dejaste tu celular?-

 

-Prefiero que Camus sepa lo menos posible de esta reunión- explicó el pelinegro dirigiéndole una nueva mirada al retrovisor- Simplemente metí mi celular en su chaqueta mientras él se arreglaba, ya veré qué inventarle si lo descubre-

 

                Un nuevo suspiro escapó de los labios del hispano y Aioros no tuvo dificultad en notar que estaba preocupado, después de todo, había dejado a Camus solo y la idea no terminaba de agradarle, por mucho que las intenciones del joven Stathopoulos no parecieran ser malas.

 

-Lamento ponerte en esta situación- le dijo el castaño en tono amable.

 

-Si logran sacar a Camus de la mansión, esto carecerá completamente de importancia- declaró Shura hundiéndose en su asiento.

 

                Aiorios continuó manejando por un rato más, aunque sin salir de Glyfada, deteniéndose en un barrio algo más alejado de la playa y conformado por viviendas de aspecto acogedor. La casa ante la que se detuvieron no lucía muy diferente a las que la rodeaban, sin embargo, Shura no tardó en identificar un par de cámaras de vigilancia colocadas de forma tan estratégica que seguramente pasarían desapercibidas para casi cualquier otra persona.

 

-¿Qué es este lugar?- le preguntó al griego mientras el portón se abría de forma automática y Aiorios entraba en el garaje.

 

-Es una casa segura que la Fiscalía suele usar para protección de testigos-

 

                El auto por fin se detuvo y ambos jóvenes bajaron para posteriormente dirigirse a una sala de estar bastante cómoda, decorada de forma rústica en tonos caoba y naranja. Allí ya los esperaban algunos bocadillos y agua fresca para amenizar la reunión.

 

                Aioros le explicó al español que su tío Dohko se reuniría con ellos más tarde, sin embargo, preferían llegar a diferentes tiempos para llamar la atención lo menos posible. Shura estuvo de acuerdo con empezar la entrevista cuanto antes para aprovechar el tiempo, así que el griego colocó una pequeña grabadora ante ellos para registrar la conversación, encendiéndola en cuanto el pelinegro le indicó que estaba listo.

 

-¿Hace cuánto trabajas para el Barón Amatista?-

 

-Aquí en Grecia, desde hace 2 años, pero hace 7 que él me… contrató-

 

-¿Qué edad tenías en ese momento?-

 

-12 años-

 

-¿Tus padres estuvieron de acuerdo con eso?-

 

                Shura bajó la mirada mientras un tenso silencio se instauraba alrededor, a tal punto que Aioros estuvo a punto de apagar la grabadora cuando la voz del español se escuchó de nuevo.

 

-Mi madre murió cuando yo nací y a mi padre… lo asesinaron… Los hombres del Barón lo mataron para sacarme de España hace 7 años-

 

                Aioros sintió que algo se oprimió en su pecho ante aquellas palabras pronunciadas con frialdad, si bien, por la forma en que Shura se mantenía con la vista en el suelo, era evidente que a pesar del tiempo le seguía siendo difícil hablar de ello.

 

-¿Entonces, el Barón te buscaba a ti en específico?-

 

-No- una amarga sonrisa se dibujó en los labios del pelingro y finalmente volvió a elevar la mirada, fijando sus ojos oscuros en los ojos claros del castaño- En realidad buscaba a mi padre, Rodrigo de Ariza, era un gran espadachín, bastante reconocido en España. Al Barón se le había metido en la cabeza la idea de que quería un espadachín, porque quien sabe ocupar bien una espada puede tener un “poder de convencimiento” mucho mayor que quien ocupa un arma de fuego-

 

                Shura tomó aire y Aioros lo observó en silencio sin poder despegar su vista de él. El español había llamado su atención desde la primera vez que lo vio y cuando aceptó darles la información que tenía sobre Zinnecker, todo el equipo de trabajo de su tío se mostró emocionado, él incluido, si bien no tenía la menor idea de cómo es que el menor había terminado trabajando para el nórdico y por el rumbo que tomaba la conversación, se daba cuenta de que la vida del hispano era mucho más oscura de lo que habría podido imaginarse.

 

-¿Qué fue lo que pasó ese día?-

 

                Ese día… habían pasado ya 7 años desde entonces, pero el recuerdo permanecía fresco en la mente de Shura, después de todo, había sido la última vez que estuvo en España, la última vez que vio a su padre y al resto de su familia.

 

                Como le había dicho a Aioros, su madre murió cuando él nació, pero su abuela y su tía habían hecho lo posible porque nunca le faltara una imagen materna. La hermana de su padre era viuda también, así que ella y su pequeña hija vivían con ellos y con su abuela en una agradable vivienda en un pueblo de Aragón, al pie de los Pirineos. Su padre había sido un gran espadachín en su juventud, pero se había retirado a la tranquilidad de aquella pequeña aldea para dedicarse a su familia. Y todos vivían en paz… hasta la llegada de los hombres de Zinnecker…

 

-Buscaban al mejor espadachín- dijo el pelinegro con voz suave y fijando su mirada en un punto perdido de la habitación- Eran 3 hombres armados que entraron por la fuerza amenazándonos a todos, 3 hombres grandes contra un hombre que intentaba proteger a 2 mujeres y 2 niños. Mi abuela, mi tía y su hija vivían con nosotros- explicó al ver la mirada confundida del castaño.

 

                La imagen se había grabado a fuego a su memoria. Si cerraba los ojos, Shura aún podía ver a su abuela, una menuda mujer de cabellos entrecanos, aferrando las cuentas de su rosario mientras su tía, una hermosa mujer de tez blanca y cabellos negros, abrazaba a su pequeña hija de 6 años, intentando protegerla con su cuerpo, todo ante la mirada burlona de sus captores, quienes evidentemente se divertían con la situación.

 

-Mi padre aceptó irse con ellos para que salieran de la casa, pero ni bien estuvieron todos fuera, aquellos hombres decidieron que debían demostrarle lo que eran capaces de hacer…-

 

-¡Padre!-

 

                Los 3 hombres armados y el gallardo caballero de cabellos negros se detuvieron ante la llamada del chico de 12 años que los veía con impotencia.

 

-Todo estará bien, Santiago- le dijo el hombre de tez blanca  volteando a verlo, dirigiéndole una leve sonrisa, una que muy pocas personas le habían conocido por su carácter serio- Cuídalas-

 

                Los 4 hombres continuaron su camino mientras el chico los seguía con la mirada desde el marco de la puerta, pero sólo habían dado unos pasos cuando se detuvieron de nuevo. Los vio intercambiar unas palabras que produjeron 2 reacciones muy diferentes: por un lado, uno de los hombres regresó sobre sus pasos con el arma desenfundada y con una sonrisa psicópata en el rostro, mientras que su padre intentó hacer algo para detenerlo, pero fue inmovilizado por los otros 2 hombres.

 

-¡¡Nooo!! ¡¡Iré con ustedes!! ¡¿No es lo que querían?! ¡¡Déjenlos en paz!!-

 

                Fue todo muy rápido. Le bastó ver la expresión de aquel sujeto y la desesperación en los ojos de su padre para comprender lo que pasaba, por lo que sin perder tiempo, Shura cerró la puerta y corrió hacia la espada que su padre tenía sobre la chimenea, desenvainándola y tomando una posición defensiva frente a su abuela, su tía y su prima, que se habían agazapado en un rincón de la habitación, alarmadas por la voz del jefe de familia.

 

                Un tiro voló el cerrojo de la puerta dando paso a aquel sujeto mal encarado que sonrió burlón al ver al chico con la espada en las manos.

 

-Hazte a un lado, mocoso- le dijo apuntándolo con su revólver- Sólo uno de ustedes debe morir hoy y tu padre se sentirá más motivado a futuro si tú sigues con vida-

 

                Por respuesta, el menor aferró con más fuerza la espada fulminando al extranjero con la mirada.

 

-¡Bah! Como quieras, puedes vivir sin una extremidad y luego mataré a esa vieja- declaró fastidiado y apuntando a la anciana, que si bien se notaba asustada, le sostuvo la mirada con decisión.

 

                Fue cuestión de segundos. Shura aprovechó que el hombre dejaba de apuntarlo para moverse velozmente y descargando toda su fuerza en el golde la espada le cercenó la mano de un solo movimiento.

 

-¡¡¡¡¡Aaaaaaahhhhhh!!!!!-

 

                El grito resonó por toda la casa mientras chorros de sangre caían de la extremidad amputada y el hombre intentaba sujetarse con su mano izquierda para frenar la hemorragia.

 

                El ruido de pisadas acercándose hizo que los demás que estaban presentes reaccionaran. La anciana tomó a la niña de la mano y se la llevó dentro para resguardarse mientras que la otra mujer corrió por otra espada que su hermano guardaba en un mueble cercano, arrojándosela a su sobrino, quien entendió lo que quería decirle con ese gesto.

 

-¡¿Pero qué demonios?!-

 

                Otro de los hombres había entrado de nuevo, encontrándose con la caótica escena de su compañero en el suelo en medio de un charco de sangre. Pero antes de que pudiera reaccionar, el filo de una espada le atravesó el abdomen.

 

                El hombre escupió algo de sangre, fijando su sorprendida mirada en el chico pelinegro que lo veía con expresión decidida, si bien ambos apenas y tuvieron tiempo de asimilar lo que ocurría cuando un tiro resonó en la habitación.

 

                El último hombre había entrado, apuntando a Rodrigo de Ariza con un arma que sostenía con la mano derecha, mientras la izquierda empuñaba otro revólver más pequeño con el que había lanzado un tiro al aire.

 

-¡Vaya! Parece que el mocoso sabe usar también la espada- exclamó aquel sujeto, un hombre joven, muy alto y delgado, de ojos ambarinos y cabello de un  pálido color turquesa, corto al frente, pero que por detrás había dejado crecer, atándolo en una coleta baja- ¿Qué más sabes hacer, niño?-

 

                Por respuesta, Shura tiró de la espada que aún empuñaba, sacándola del cuerpo del otro hombre, quien se derrumbó en el suelo sin dejar de toser expectorando sangre.

 

                Un escalofrío recorrió el cuerpo del menor al percatarse de lo que había hecho, pero la adrenalina inundaba su torrente sanguíneo así que alejando su mirada del hombre que moría lentamente a sus pies, fijó sus ojos negros en aquel sujeto que no dejaba de apuntar a su padre.

 

                Un tenso silencio se instauró en la habitación. El extranjero tenía un revólver en cada mano y parecía evidente que se sentía bastante confiado en que podía usar ambos por igual. Por su lado, Shura tenía una espada desenvainada escurriendo sangre mientras en su otra mano sostenía la espada aún en su funda que su tía le había pasado, si tan sólo pudiera dársela a su padre…

 

                El pequeño pelinegro aferró la espada que empuñaba intentando pensar su siguiente movimiento, pero como previendo eso, el peliturquesa subió el arma que tenía en su mano derecha para apuntar a su rehén directo en la sien.

 

-No hagas tontería, mocoso- le advirtió con una fría sonrisa en el rostro.

 

                El muchacho intercambió miradas son su padre, sorprendiéndose al notar que aquel lo veía con expresión serena, esbozando de pronto una ligera sonrisa.

 

                Fue un movimiento rápido, Rodirigo de Ariza golpeó el brazo izquierdo de su captor con el codo mientras que con la mano derecha sostenía el otro antebrazo del joven, alejando el arma de su sien. Fue tan rápido que logró tomar por sorpresa al peliturquesa, sin embargo, este no tardó en reaccionar poniendo todo su empeño para evitar que lo desarmaran.

 

                Forcejearon apenas unos momentos hasta que el ruido de un disparo inundó de nuevo la estancia y el español cayó a un lado sosteniendo su costado, que sangraba de forma profusa.

 

                El joven extranjero se levantó intentando recuperar el aliento, pero no logró hacerlo, pues Shura se arrojó contra él aún con la espada desenvainada, consiguiendo que soltara su arma. El chico peleaba con todo, pero el peliturquesa era muy ágil y evitaba cada estocada con habilidad, si bien se notaba que comenzaba a estar en aprietos ante el ímpetu que el chiquillo mostraba.

 

                Shura logró acorralar al invasor contra una pared, pero de un rápido movimiento, el de ojos ambarinos tomó una silla y la arrojó contra el menor, quien terminó soltando la espada al intentar evitar el golpe y si bien logró evitar el impacto de la silla, no pudo hacer nada para evitar el golpe que el peliturquesa le propinó en el rostro con la rodilla, dejándolo aturdido, pero antes de que pudiera propinarle un nuevo golpe, el filo de una espada en su espalda, detuvo al extranjero.

 

-Ya fue… suficiente- dijo con algo de dificultad Rodrigo de Ariza, hundiendo ligeramente la espada en la piel del joven, quien levantó los brazos en gesto de derrota.

 

-Fue toda una sorpresa descubrir que El Cid tenía un aprendiz- comentó el peliturquesa volteando a ver al español con una sonrisa de lado, haciendo alusión al nombre con el que el espadachín había sido conocido en sus mejores tiempos de competición- ¿Será que el aprendiz ya haya superado al maestro?-

 

                El pelinegro arrugó el ceño ante aquellas palabras.

 

-No me cabe duda de que lo hará, pero será algo que tú no vivirás para verlo-

 

-Discrepo al respecto-exclamó el extranjero ampliando su sonrisa y girándose para encarar al hispano, sin importarle que con eso la espada desagarrara parte de su ropa y dejando una herida en la piel de su torso.

 

                Shura se recuperaba del golpe e intentaba levantarse cuando un nuevo disparo resonó en la habitación, seguido del golpe metálico de una espada al chocar contra el piso.

 

                Los ojos negros del menor buscaron los de su padre, descubriendo con horror que este se desplomaba ante él sujetándose su abdomen, donde una herida de bala había abierto un camino de lado a lado.

 

-¡¡Papá!!-

 

                Corrió los pasos que lo separaban de su progenitor, agachándose a su lado para sujetarlo con cuidado entre sus brazos mientras las lágrimas bañaban su rostro.

 

-Papá… padre… despierta… por favor… despierta-

 

                Y mientras él intentaba en vano hacer reaccionar al mayor, otro joven idéntico al peliturquesa con el que había peleado avanzó con expresión aburrida hasta detenerse a unos pasos de ellos.

 

-Espero que no estés equivocado, hermanito- le dijo a su par a la vez que enfundaba el arma con la que le había disparado al mayor por la espalda- El Barón dijo que quería a El Cid-

 

-El Barón dijo que quería al mejor espadachín, Bud- protestó el otro apretándose la herida que el español le había hecho para intentar que dejara de sangrar- El mocoso lo será… y tiene más sangre fría que el viejo, tú mismo lo viste-

 

                Bud bufó no muy convencido viendo con rostro fastidiado cómo el pequeño pelinegro seguía aferrando el cuerpo de su padre.

 

-Bien, pero si estás equivocado, yo no te defenderé de lo que el señor Alberich quiera hacerte- declaró encogiéndose de hombros para posteriormente dirigirse a los hombres que acompañaban a su hermano para darles el tiro de gracia…

 

 

                Aioros veía con ojos bien abiertos a Shura, quien seguía con la mirada perdida tras relatar su historia.

 

-Esos hombres…-

 

-Syd y Bud, son de los mejores… exterminadores del señor Alberich- comentó Shura con un suspiro- Aunque es raro que Bud se deje ver, sólo Syd suele dar la cara, pero su gemelo siempre le cuida la espalda desde las sombras. Ni siquiera todos los hombres del Barón conocen de la existencia de Bud-

 

-Amenazaron a tu familia para que te fueras con ellos- no era una pregunta, después de lo que había escuchado y la petición que el español le había hecho en una llamada previa le quedaba más que claro al griego cómo se habían dado las cosas.

 

-Ese día fue la última vez que las vi- susurró el español con mirada apagada- Ana ya tiene 13 años, sé que mi tía puso una pequeña posada en nuestra casa y mi abuela probablemente llegue a los 100 años si sigue con su buena salud de siempre- agregó esbozando una ligera sonrisa cargada de amargura- Hemos mantenido correspondencia este tiempo, pocas personas en el pueblo saben lo que en verdad sucedió ese día. Las autoridades lo taparon todo, así que no me cabe duda de que el señor Alberich pagó por su silencio o están más involucrados con él de lo que puedo imaginar-

 

                Aioros suspiró a la vez que asentía. La primera vez que Shura se comunicó con él le había dicho que quería ayudarlos, que podía darles información que quizás les fuera de utilidad, pero antes debía asegurarse de conseguir contactos en España que pudieran contactar a su familia. Un contacto de Hagen de la Interpol había corroborado que la familia del pelinegro estaba vigilada, pero no era una vigilancia tan estrecha, tal vez por el tiempo ocurrido, o quizás no se había percatado de la magnitud de la misma por lo bien elaborada que estaba.

 

-¿Qué pasó después de que saliste de España?-

 

-Me llevaron a Provenza, ahí conocí por primera vez a Alberich Zinnecker y me dejo en claro sus… condiciones de trabajo. Me hizo hacerle una demostración porque no estaba muy convencido conmigo, pero parece que lo que vio le resultó suficiente. Me envió 2 años a Alemania, uno a América y dos a Asia antes de hacerme venir aquí. Me quería en su escolta personal, pero quería que aprendiera diferentes técnicas de esgrima y de pelea en general-

 

-¿Así que eres su guardaespaldas?-

 

-No precisamente- un nuevo suspiro escapó de los labios hispanos a la vez que aquel se recargaba contra el respaldo del asiento en el que estaba, descansado su cabeza hacia atrás- Suelo hacerla de chofer y guardaespaldas de sus “Joyas” y también… lo ayudo en labores de convencimiento y erradicación de alimañas-

 

                Aioros estiró su brazo para apagar la grabadora ante la atenta mirada del pelinegro.

 

-¿El mundo real es mucho más oscuro de lo que el señor pensaba?- le preguntó Shura al castaño al notar que aquel se mantenía con la mirada baja, con su mano aun sujetando la grabadora.

 

-Juro que te sacaré de ese lugar- le contestó el griego con decisión, fijando sus ojos en la tez blanca del español, quien lo observó sorprendido por sus palabras.

 

-Preocúpese de sacar a Camus y los otros chicos de la mansión y por favor, mantenga a salvo a mi familia. De mí no tiene por qué preocuparse-

 

-¡Todo lo que hayas hecho es por culpa de Zinnecker!-

 

-Fueron mis manos las que se mancharon de sangre. No soy una víctima-

 

-¡Lo eres, Santiago! ¡O Shura! Como quieras…- Aioros se agitó los cabellos con algo de frustración ante la necedad del español- Haremos todo lo posible por poner a salvo a tu familia y por sacar a Camus y a los demás chicos de la mansión, pero tienes mi palabra de que también haré todo lo posible por sacarte de las garras de Zinecker… y de que no pases el resto de tu vida en una prisión-

 

-Es lo menos que merezco-

 

-No pienso seguir discutiendo eso contigo- protestó el castaño haciendo una mueca que le sacó una sonrisa al pelinegro- Y haré lo que me pides, así que lo menos que puedes hacer es dejar de decirme “Señor” y empezar a llamarme A-io-ros- deletreó cruzándose de brazos y fijando su mirada en el menor.

 

-Como quieras-

 

-¿Lo harás?- exclamó sorprendido el griego.

 

-Cumplo mi palabra, si tú pones a salvo a mi familia y a Camus y los demás, yo te diré Aioros-

 

                El castaño sonrió satisfecho, pero en eso el ruido de un vehículo entrando les hizo ver que Dohko había llegado por lo que el griego se levantó de prisa para ir al encuentro de su tío, dejando a Shura solo en la sala de estar.

 

                El español lo siguió con la mirada y una triste sonrisa se dibujó en su rostro al verlo alejarse.

 

-Lástima que no nos conocimos en otras circunstancias- susurró  fijando su mirada en el techo- Mi alma está condenada, Aioros, no necesito de la misericordia de los hombres; la única clase de piedad que deseo es una que tú nunca podrás darme…-

 

 

 

                Por otra parte, ajeno a lo que Shura hacía, Camus se encontraba a bordo del yate de Julián, disfrutando de la fresca brisa marina mientras la embarcación se adentraba velozmente en las aguas del Mediterráneo.

 

                El galo iba sentado hacia la proa de la nave. Llevaba unas bermudas y una playera de color blanco y miraba fascinado las aguas azules que lo rodeaban cuando la visera de una gorra le tapó parcialmente la visión y al levantar la mirada una mano puso una sustancia fresca y grasosa sobre su nariz.

 

-¡Milo! Protestó tallándose lo que el griego le había puesto en la cara, escuchando la risa de aquel mientras tomaba asiento a su lado.

 

-Te quemarás si no te pones bloqueador solar- explicó el peliazul viéndolo con una sonrisa y mostrándole la botella de dicha sustancia- ¿Crees que al señor Zinnecker le agrade verte bronceado?- interrogó arqueando una ceja.

 

                Camus lo miró con sorpresa ante sus palabras y finalmente negó con el rostro mientras bajaba la mirada, consiguiendo que el griego lo viera con ternura.

 

-¡Ey! No pasa nada, sólo hay que ponerte suficiente bloqueador y tu piel seguirá casi tan blanca como siempre, es más, que gane un poco de color no creo que sea algo malo-

 

                El francés sonrió ligeramente por las palabras del heleno y aceptó la mano que este le ofrecía para levantarse e ir con él al interior del yate para colocarse más bloqueador.

 

                El interior del yate estaba decorado de forma lujosa y moderna, con 2 amplios sillones a cada lado de la cabina donde fácilmente podía acostarse una persona, una hermosa mesa de centro de madera y una pequeña cocineta con frigobar incluido, así como un moderno equipo de sonido y una pantalla de televisión. Ni bien entraron, Milo se dejó caer en uno de los sillones y se quitó la camisa, quedando con el torso al descubierto ante la atenta mirada de Camus, quien tomaba asiento justo en frente del griego.

 

                No era la primera vez que Camus veía así a Milo, durante su visita del Colegio al museo, el peliazul se había descubierto el tórax por una apuesta hecha con Aioria, sin embargo, aún así el pequeño galo no pudo evitar que un ligero sonrojo se apoderara de sus mejillas a la vez que desviaba la mirada un tanto cohibido. Cierto, el francés había visto a muchos hombres con menos ropa, pero nunca a uno que le gustara de la forma en la que el heleno lo hacía.

 

                Camus comenzó a untarse el bloqueador en la cara y los brazos mientras Milo hacía lo mismo por su parte, si bien, los zafiros del galo se empeñaban en posarse disimuladamente en la marcada musculatura del griego cada vez que este volteaba en otra dirección, aunque en una de esas ocasiones, la vista del francés quedó fija en un pequeño dije con la forma de un escorpión de oro que el peliazul llevaba al cuello y aún se encontraba admirando la joya cuando Milo descubrió su mirada.

 

-¿Te gusta lo que ves?- le preguntó en tono pícaro al galo, consiguiendo que el sonrojo en sus mejillas aumentara de forma considerable.

 

-¡Sólo veía tu dije!- protestó el francés desviando la mirada y sin que el sonrojo en su rostro disminuyera ni un poco.

 

-¡Oh! ¿Sólo esto?- se lamentó el griego en tono decepcionado sujetando el dije su mano- Y habiendo tanto que ver- agregó golpeándose el pecho con orgullo.

 

-Tonto- murmuró Camus sonriendo ligeramente, con lo que Milo comenzó a reír divertido.

 

-Fue un regalo de mi madre- explicó en cuanto pudo contener la risa, quitándose la cadena para mostrársela al galo- Por mi signo del zodiaco, lo tengo desde pequeño- Camus observó el dije con atención, notando que de pronto el peliazul hacía una mueca al recordar algo- Cuando Aioria se enteró que mi signo era Escorpión, se burló diciendo que era un bicho rastrero, yo le dije que él era sólo un gato súper desarrollado y hemos seguido con la broma hasta la fecha- agregó sonriendo y el francés asintió con una sonrisa al recordar las bromas que ambos griegos de hacían al respecto, para fastidio de Shaka- Ahora que lo pienso…- comentó en eso el heleno, mientras volvía a colocarse la cadena- Tú nunca nos has dicho cuándo es tu cumpleaños-

 

                El de ojos de zafiro suspiró ante aquellas palabras desviando la mirada y jugando nerviosamente con sus manos.

 

-Mis papeles dicen que nací el primero de Enero- murmuró bajando la mirada y sin dejar de jugar con sus manos.

 

-¿En año nuevo?-

 

-En realidad… los papeles de todos en la mansión marcan la misma fecha- agregó con un tono de voz aún más bajo, consiguiendo que Milo lo observara con pesar- Shion, Sorrento, Mime y Lune recuerdan sus cumpleaños de cuando festejaban con sus familias, y Saga y Kanon saben cuándo es el suyo porque se los dijeron en el orfanato cuando estuvieron ahí, pero yo…-

 

-¿Nunca has festejado tu cumpleaños?- le preguntó el griego con suavidad y el galo negó con la cabeza- Podrías festejar el primero de Enero-

 

-Shura dice que no tengo nada de Capricornio. Saga y Kanon me han propuesto festejar con ellos en Mayo y Shion dice que podría festejar el día que nos conocimos, pero… supongo que no es lo mismo, de todas formas no es como si tuviera mucho por qué festejar-declaró encogiéndose de hombros para restarle importancia al asunto.

 

-Cumplir un año más de vida es motivo para festejar- le recordó Milo con suavidad- Mientras hay vida, hay esperanza-

 

                Camus esbozó una leve sonrisa ante las palabras del griego, aunque en realidad dudaba que hubiera mucha esperanza en su futuro.

 

-¿Me pones bloqueador?- le preguntó en eso el peliazul sacándolo de sus pensamientos y sentándose a su lado, dándole la espalda para que le aplicara la mentada sustancia- Después puedo ponerte yo a ti- agregó guiñándole un ojo con expresión coqueta.

 

-Prefiero no quietarme la playera- murmuró el galo mientras tallaba la amplia espalda del mayor.

 

-¿Seguro? Podríamos ir hasta las Cícladas y ahí hay muchos lugares geniales para nadar. Puedo enseñarte a nadar si no sabes- se apresuró a decir disfrutando del contacto de las delicadas manos del francés sobre su piel.

 

-Sé nadar, es sólo que…- Camus se mordió sus labios pensando en los vendajes que cubrían su torso por la costilla rota; Shura se los había ajustado esa mañana y había resultado evidente que la herida estaba lejos de sanar ya que le molestó bastante.

 

-Está bien si no quieres, pero te aseguro que se te antojará nadar cuando veas esas aguas. Incluso podrías meterte con ropa y te conseguimos otra muda después-

 

-Lo pensaré-

 

                Milo sonrió satisfecho con esa respuesta y ambos siguieron con lo que hacían, procurando disfrutar al máximo de la compañía del otro.

 

 

 

                En otra parte de la ciudad de Atenas, en un lujoso hotel, un hombre rubio y otro peliazul se encontraban en la sala de estar de una de las mejores suites del lugar.

 

                Kanon acababa de llegar a una nueva cita con Radamanthys y el de orbes doradas buscaba en ese momento algunas bebidas para poder conversar en calma con el gemelo.

 

-¿Quieres algo de vino?- le preguntó el mayor viendo como el peliazul se paseaba por la habitación deteniéndose ante uno de los ventanales.

 

-Preferiría algo más fuerte- contestó Kanon sin despegar su mirada del paisaje que se extendía ante él.

 

                Radamanthys sirvió 2 copas con whisky en las rocas y fue a sentarse a uno de los sillones, degustando su bebida mientras dejaba la otra en la mesa de centro, a la espera de que el griego se decidiera a acompañarlo, lo cual no tardó en ocurrir.

 

-Pensé que no volvería a saber de ti- comentó Kanon tomando asiento frente al rubio y tomando la bebida para llevársela a los labios, deteniéndose justo antes de darle el primer sorbo- Ya sabes dónde está Camus después de todo- agregó para finalmente probar el licor.

 

-Aún no sé exactamente cómo podré sacarlo de esa mansión- se limitó a comentar Radamanthys terminándose el contenido de su copa.

 

                Las orbes doradas del mayor se posaron en el gemelo, quien había puesto su copa en la mesa y se limitaba a observarla en silencio.

 

-¿Qué ocurrirá con Camus?- susurró con voz suave, levantando ligeramente la mirada y consiguiendo que el mayor lo observara interrogante- Es decir, dijiste que lo más probable es que su madre muera pronto, ¿qué pasará con él entonces?-

 

                Radamanthys frunció el ceño ante aquellas palabras, agradeciendo que ni Isaac ni Hyoga habían escuchado esa afirmación, que si bien era cierta, no dejaba de ser dolorosa para ellos.

 

-Confío en que Isaac asuma su responsabilidad con él, por lo menos en honor a la memoria de Natasha-

 

-¿Y si no es así?-

 

-Isaac puede ser muy testarudo, pero no es mala persona y siempre ha visto a Natasha como su verdadera madre, así que dudo que deje a su hijo desamparado- Kanon suspiró con cierto pesar ante aquellas palabras y el rubio arqueó una ceja viéndolo con interés- No le faltará nada, te lo aseguro, si por algún motivo Isaac sigue en ese plan insufrible que está tomando, yo tomaré las medidas pertinentes para ver que ese chico está bien-

 

-¿Por qué harías eso?- preguntó el griego sorprendido por las palabras del extranjero.

 

-Porque cualquiera que haya soportado a Sergei como lo hizo Natasha merece una recompensa y sé que eso es lo que ella querría-

 

-¿La conoces bien?-

 

-Creo que mejor de lo que llegué a conocer a mi hermano, aunque no supe antes de su hijo, Sergei la hizo guardar muy bien ese secreto-

 

                Kanon suspiró profundamente y de nuevo se puso en pie para ir a pararse junto a la ventana, siendo seguido por la atenta mirada de Radamanthys.

 

-Te lo llevaras lejos- susurró sin despegar su vista del ventanal- A un país que no conoce y del que ni siquiera sabe el idioma… con personas que le son completamente desconocidas. Camus no recuerda a su madre- agregó aún sin voltear a ver al rubio- Mientras vivió en Francia mantuvo la esperanza de volver a verla, pero… al llegar a Grecia, vendido como un objeto cualquiera, se dio cuenta de su realidad…-

 

-¿Prefieres que se quede en la mansión de Zinnecker?-

 

-¡¡Claro que no!!- exclamó el griego girando de nuevo hacia el mayor- Cualquier cosa es mejor que seguir en ese lugar, pero…- el gemelo tomó aire y mordió ligeramente sus labios antes de continuar- Cuando vives en un lugar como la mansión, siendo tratado como un simple ornamento, te aferras a tus recuerdos para no olvidar que eres un ser humano, te aferras al cariño de tus seres queridos para recordarte que mereces ser tratado con dignidad… Camus no recuerda casi nada de su pasado. Jamás habló del lugar donde vivió en Francia, pero nos queda claro el tipo de vida que llevaba ahí-

 

-¿Qué quieres decir?-

 

-Camus es un chico muy listo- explicó Kanon abrazándose a sí mismo y avanzando de regreso hacia el asiento frente al rubio- Sabía leer y escribir bastante bien cuando llegó a la mansión, no como un niño de 7 años lo haría. Desde entonces ya era bueno dibujando y aprendió con bastante facilidad a hablar griego e inglés y algo de alemán y español, por cortesía de otros 2 chicos de la mansión; pero lo que mejor sabía hacer era pasar desapercibido. Jamás había conocido a un niño que se esforzara tanto por no hacer ruido. Cuando algo lo asustaba o estaba triste, se escondía bajo su cama para que nadie notara que lloraba… y ni siquiera para eso hacía ruido-

 

-Natasha sólo…-

 

-No me importa las razones que haya tenido- lo interrumpió el griego, fijando sus esmeraldas en las orbes doradas del mayor- Quizás eran muy buenas, pero eso no cambia el hecho de que lo abandonó-

 

                Radamanthys suspiró ante las palabras del peliazul. Sabía que tenía razón y que el chico al que tanto habían buscado podía pensar de manera muy similar.

 

-Ese niño tiene derecho a saber por qué pasó todo- declaró sosteniéndole la mirada al heleno- Tiene derecho a escuchar la versión de Natasha, por lo menos para poder cerrar ciclos. No está obligado a quedarse a su lado el tiempo que le quede. Ella sólo quiere verlo una vez más y después de eso, él será libre de hacer lo que desee-

 

-El señor Alberich jamás aceptará que alguien le robe una de sus Joyas, no dejará de buscarlo-

 

-Deja que yo me preocupe de Zinnecker, hay muchas formas de hacer desaparecer a una persona sin dejar rastros- aseguro el rubio con una confiada sonrisa de lado- Aunque creo que tú puedes darme algo más de información para planear como sacar a ese chico de este país-

 

                Kanon tomó aire ante las palabras del mayor pero antes de aceptar lo que decía, se puso de pie y avanzó hasta quedar justo delante del rubio.

 

-Si lo sacas de Grecia, tienes que jurarme que harás hasta lo imposible porque esté bien el resto de su vida-

 

                Radamanthys dejó de sonreír al ver la seriedad en el rostro del griego, por lo que también se levantó para encararlo, sin dejar de pensar que en realidad todo indicaba que el francés sí tenía una familia en ese lugar.

 

-Tienes mi palabra- le dijo al menor con voz seria y Kanon asintió satisfecho- Ahora, ¿podías decirme qué hacía una de las Joyas de Zinnecker paseando por Kolonaki hace unos días?-

 

                El gemelo abrió los ojos con sorpresa ante aquellas palabras sin comprender cómo es que el rubio sabía eso. Por su parte, el de orbes doradas sonrió satisfecho al corroborar que Hyoga efectivamente se había encontrado a su medio hermano en el barrio mencionado, pensando que quizás tenía más oportunidades de las que había pensado para lograr sus objetivos.

 

 

 

                Las horas siguieron su curso en Grecia y la tarde comenzaba a caer cuando, en una mansión a las afueras de la ciudad, un elegante Porsche negro se detuvo justo ante la puerta de entrada, donde un hombre de cabellos negros y una mujer de cabellos del mismo color con reflejos púrpura ya lo esperaban.

 

                Del vehículo bajó un apuesto hombre de largos cabellos platinados y la mujer tuvo la intención de detener su avance, pero el pelinegro se lo impidió sujetándola suavemente del hombro.

 

-Está bien, Violate, déjalo así- le dijo con calma para luego fijar la mirada de sus ojos rojizos en el recién llegado- ¡Minos! ¡Qué sorpresa que te dignes a visitarme!-

 

-Si yo no te visito, tú nunca lo haces, infeliz- respondió el peliplateado con una sonrisa de lado en el rostro.

 

                Aiacos correspondió el gesto e invitó a pasar al otro a su vivienda, avanzando en silencio hasta que estuvieron en la misma sala donde días atrás, el pelinegro se había reunido con Radamanthys.

 

-¿Y bien?- interrogó el anfitrión mientras un sirviente dejaba unas bebidas a su disposición y con Violate de pie detrás de él- ¿A qué debo el honor? Debo admitir que tu llamada fue toda una sorpresa-

 

-Voy a ser directo-

 

-Me extrañaría que no lo fueras- Minos sonrió ante las palabras del pelinegro y ladeó ligeramente su cabeza para dejar que sus ojos ambarinos se fijaran en su amigo por debajo del largo flequillo que usaba.

 

-¿Qué hace Radamanthys en Atenas? ¡Y no me digas que no lo sabes!- agregó al ver que el otro abría la boca para responder- Porque sé bien que tus hombres le están ayudando a buscar algo… o a alguien-

 

                Aiacos sonrió con frialdad ante lo dicho por su invitado, pero sin inmutarse se limitó a servirse una copa de vino ante la atenta mirada del peliplateado.

 

-Estás muy bien informado- declaró el pelinegro recargándose en su asiento, con una copa en la mano- No sé por qué vienes a preguntarme al respecto cuando con quien tendrías que hablar es con Rada-

 

-Sabes perfectamente que él no me dirá nada, hace bastante tiempo que no me habla- protestó Milo cruzándose de brazos con rostro enfurruñado.

 

-Cierto, dejó de hablarte desde… ¿la muerte de Pandora?- interrogó el nepalí viendo con mirada inquisitiva a su invitado.

 

-¿Intentas decirme algo?- preguntó Minos arqueando una ceja y aún de brazos cruzados.

 

                Una peculiar sonrisa se dibujó en los labios del pelinegro antes de que se llevara la copa a los labios, mientras el noruego lo observaba atentamente con rostro inexpresivo.

 

-Yo no la maté, Aiacos- dijo finalmente el peliplateado esbozando una sonrisa de lado.

 

-Jamás he pensado eso- declaró el pelinegro encogiéndose de hombros- Mancharte las manos nunca fue lo tuyo- agregó fijando de nuevo su mirada en los ojos ambarinos de su amigo.

 

                Durante algunos momentos, un tenso silencio se adueñó de la habitación mientras que ambos hombres se sostenían la mirada en un duelo silencioso que ninguno parecía dispuesto a perder. La tensión era tal que incluso Violate contuvo el aliento, aunque lo dejó escapar cuando una ligera risa escapó de los labios de Minos.

 

-Me importa muy poco lo que tú o Radamanthys crean- declaró desviando la mirada de los ojos rojizos de Aiacos para servirse una copa- Tengo la conciencia tranquila-

 

-¡¿Tienes conciencia?!-

 

                El noruego bufó molesto y fulminó al pelinegro con la mirada, pero sin prestarle mayor atención se limitó a disfrutar de su bebida, recargándose en el respaldo de su asiento, mientras el otro lo veía con una sonrisa burlona, si bien su rostro no tardó en ponerse serio.

 

-Entiendes por qué Radamanthys dejó de hablarte, ¿verdad?-

 

-Piensa que tuve algo que ver con la muerte de Pandora… ¡Y el muy idiota ni siquiera se atreve a preguntármelo de frente!-

 

-Sabe que lo negarás independientemente de si tuviste algo que ver o no- le explicó Aiacos con un suspiro- Creo… que simplemente teme que le mientas a la cara con total cinismo-

 

-Da por hecho que estuve involucrado en ese asesinato-

 

-No, tiene sus dudas, por eso sigues vivo… y entero- Aiacos tomó aire y de nuevo fijó sus orbes rojizas en el peliplateado, analizándolo con la mirada- A pesar de todo, piensa que no tenías motivos para hacerlo, pero claro, quizás eso es porque él nunca se percató de la forma en que comenzabas a verlo-

 

                Minos comenzó a reír con las palabras del nepalí, si bien este no dejó de verlo de forma seria.

 

-Rada y yo fuimos amigos con derechos, lo reconozco- declaró el noruego con una fría sonrisa en el rostro- Pero si viste algo más, fue sólo tu imaginación. Pandora me importaba demasiado poco como para que perdiera mi tiempo ideando cómo deshacerme de ella y de cualquier forma, no fue para hablar de eso que vine a verte- agregó poniéndose de pie- Recuérdale a Radamanthys que yo puedo serle de más ayuda que tú en su búsqueda, ni siquiera le cobraré el favor-

 

-Deberías decírselo en persona- le sugirió el pelinegro viendo cómo el otro comenzaba a caminar hacia la salida.

 

-¿Y crees que él va a escucharme?- le espetó dándole la espalda- Creo que podría pensarlo al menos si tú le insistes en la idea- Minos volteó a verlo por encima del hombro y le sonrió de lado- Cuídate, Aiacos, y dale mis saludos a ese engreído-

 

                El noruego siguió su camino a la salida mientras que las miradas de Aiacos y Violate lo seguían en silencio, mismo que se prolongó un par de minutos después de que el peliplateado hubiera salido de su campo visual.

 

-No puedo creer que haya venido sólo para ofrecer su ayuda a Radamanthys- exclamó la mujer ni bien consideró que el de ojos ambarinos ya no podría escucharla.

 

-Creo que sólo busca una excusa para poder acercarse a él de nuevo- explicó el pelinegro con un suspiro- Por mucho que Rada se culpe por la muerte de Pandora, fue evidente que alguien que conocía muy bien los movimientos de ella fue quien condujo a sus asesinos al lugar donde la emboscaron-

 

-¿Crees que Minos en serio tuvo que ver con la muerte de la señorita Heinstein?-

 

                Aiacos pensó con cuidado la pregunta hecha por su mano derecha antes de responder.

 

-No lo sé, Violate- contestó por fin con un suspiro- Pequeños detalles apuntan a que estuvo involucrado, pero… Minos es muy cuidadoso con los detalles-

 

 

 

                La noche finalmente llegaba a Atenas y un hermoso cielo estrellado cubría el firmamento.

 

                Milo y Camus habían pasado un grandioso día navegando por el Egeo. Habían llegado hasta la apacible isla Ceos y Milo había nadado un buen rato, si bien el galo se conformó sólo con mojar en sus pies en las aguas azules. Almorzaron a bordo del yate en medio de una agradable charla con el joven capitán que los acompañaba y que les relató algunas historias de sus viajes con Julián por las Cícladas, así como por las islas Jónicas y las Sarónicas.

 

                Ya anochecía cuando regresaron al puerto de Glyfada, donde Shura los esperaba en calma, sin que nada delatara que no había estado ahí buena parte del día, y en cuanto volvieron a la casa de playa de Julián, una deliciosa cena ya los esperaba dispuesta a la luz de las velas.

 

                Cenaron conversando tranquilamente. Milo podía notar el cansancio en los ojos del galo, pero se sentía al feliz al percibir que a pesar del mismo, Camus estaba radiante.

 

                Pocos días habían sido memorables en la vida del francés, al menos de forma positiva, y estaba seguro que jamás olvidaría ese día en especial al lado del griego.

 

                Mientras cenaban, Milo no dejaba de proponer lo que podrían hacer al día siguiente y Camus se limitaba a escucharlo fascinado hasta que un gran bostezó se le escapó sin que pudiera evitarlo.

 

-Te mueres de sueño- le dijo el peliazul viendo con una dulce sonrisa cómo el menor se frotaba ligeramente los ojos.

 

-Lo siento- susurró apenado el galo- Fue un día genial, es sólo…-

 

-Fue un viaje cansado- completó el heleno en tono comprensivo- ¿Quieres ir a dormir ya?-

 

                Camus asintió con una tímida sonrisa y Milo de inmediato se levantó de la mesa para ayudar al otro a ponerse en pie, escoltándolo hasta su alcoba.

 

                Avanzaron a paso lento, sobre todo al subir los escalones hacia la habitación que el galo ocupaba y con el griego muy pendiente de   cualquier gesto que el menor hiciera. Una vez en el dormitorio, ambos entraron y se sentaron en la orilla de la cama viéndose en silencio.

 

-Espero la hayas pasado muy bien hoy- le dijo el peliazul al francés mientras acomodaba uno de sus mechones  aguamarina detrás de su oreja.

 

-Fue un día perfecto- declaró el galo con una dulce sonrisa, perdiéndose en la mirada de esas brillantes turquesas ante él.

 

-¿Sí? Yo creo que le faltó algo- comentó el heleno con una pícara sonrisa a la vez que acercaba lentamente su rostro al del francés.

 

                Camus sintió que la sangre se agolpaba en sus mejillas ante aquella cercanía y que su corazón latía de forma desbocada pero no hizo nada por apartarse y por el contrario cerró sus ojos sintiendo cómo Milo sujetaba con cuidado su rostro entre sus manos para que después sus labios se unieran de forma dulce en un inicio, pero poco a poco el contacto fue haciéndose más demandante mientras el griego introducía su lengua entre los labios del francés.

 

                El de ojos de zafiro se dejó llevar por ese sentimiento tan extraordinario que lo embargaba en esos momentos. Nadie jamás lo había besado de esa manera y él correspondió el beso rodeando con sus brazos el cuello del heleno para hacer más íntimo el contacto.

 

                Milo por su parte, bajó sus manos del rostro del francés hacia su espalda, bajando suavemente hasta la estrecha cintura gala, atrayendo un poco más el cuerpo del menor hacia él, aunque al hacerlo, su brazo presionó el costado izquierdo de Camus, arrancándole una expresión de dolor y dando por terminado el beso de forma un tanto abrupta.

 

-¿Estás bien?- preguntó el griego recuperando el aliento y viendo con rostro preocupado al de cabellos aguamarina.

 

                Camus respiró intentando también recuperar el aire tanto por el demandante beso como por el agudo dolor que había sentido en su costilla fracturada.

 

-Lo siento- susurró por fin alejándose un poco del peliazul y bajando la mirada.

 

-Tranquilo, ¿qué fue lo que pasó?-

 

                El galo se mordió ligeramente los labios al percatarse del tono preocupado del mayor y sin alzar la vista, se levantó un poco la playera, dejando al descubierto los vendajes sobre su tórax, mismos que ya estaban algo flojos por haber pasado todo el día en movimiento, por lo que no tuvo problemas para moverlos un poco, dejando a la vista su piel aún amoratada a nivel del reborde izquierdo de sus costillas.

 

                Milo contuvo el aliento al ver aquella lesión, comprendiendo por qué el francés no había aceptado despojarse antes de la prenda.

 

-¿Quién te hizo eso?- le preguntó sintiendo un nudo en la garganta.

 

-Un cliente- murmuró el de ojos de zafiro con suavidad, atreviéndose a levantar la mirada, topándose con que el heleno tenía el ceño fruncido ante lo que veía por lo que de inmediato volvió a cubrirse con la playera, sin preocuparse demasiado por arreglar los vendajes- Lo siento, debe resultarte desagradable ver algo así-

 

-Oye…- Milo volvió a sujetar con cuidado el rostro del galo entre sus manos y le regaló una tierna sonrisa- No es tu culpa que algunos sujetos no sepan cómo tratar a alguien tan lindo y adorable como tú-

 

                El rostro del menos se contrajo en un ligero puchero ante aquellas palabras mientras sentía nuevamente cómo su corazón latía a prisa.

 

-¿No… te genero… repulsión?- le preguntó con algo de temor alejándose de nuevo del contacto de las manos del griego y apretando sus labios al ver que el otro negaba con el rostro sin dejar de verlo con esa sonrisa conciliadora- Milo yo… yo he estado… con muchos hombres y… te mereces algo mejor…- susurró con voz ahogada sin poder evitar que algunas lágrimas se deslizaran por sus mejillas.

 

                El griego suspiró ante aquellas palabras, pero sin amedrentarse, estiró su mano para acariciar con suavidad la nívea dermis, limpiando algunas de las lágrimas que esos hermosos y tristes zafiros no podían contener.

 

-Yo también he estado con muchas personas antes- comentó con voz serena sin despegar su mano de ese rostro que ya adoraba- Quizás suene algo cínico y hedonista, pero creo que el sexo es una necesidad humana bastante primitiva. Podemos tener sexo con quien sea, pero, sólo habrá una persona con quien realmente podremos decir que haremos el amor-

 

                Camus dejó que sus zafiros se perdieran en el brillo de esas turquesas y no se apartó cuando el heleno acercó de nuevo su rostro al suyo para depositar un casto beso sobre sus labios y después sobre su frente.

 

-Estás agotado- susurró Milo con sus labios aún sobre la frente del menor- Será mejor que descanses- agregó separándose un poco y viéndolo con ternura- ¿Me dejas velar tus sueños esta noche? Prometo que me comportaré- pidió con una tierna sonrisa limpiando los rastros que las lágrimas habían dejado sobre esa piel tan blanca.

 

                Camus sonrió por respuesta y un rato más tarde, ambos descansaban en aquella cama, con el francés acurrucado entre los fuertes brazos del griego.

 

                El galo no tardó en quedarse dormido, arrullado por los latidos del corazón del peliazul, quien aún continuó un rato despierto acariciando los largos cabellos aguamarina.

 

-¿Qué me hiciste, Camus?- suspiró recargando la barbilla en esa suave cabellera- Ni yo mismo entiendo todo lo que me haces sentir- agregó cerrando finalmente sus ojos para descansar, aunque sin poder evitar pensar que ahora más que nunca tenía que hacer algo por ayudar al francés para salir de la situación en la que vivía…

 

 

Notas finales:

Pues ahí tienen. Camus ya se merecía que lo consintieran un poquito, aunque creo que Shura también se los merece... eso y un coscorrón por ser tan necio.

De verdad espero que el capítulo les haya gustado y espero sus reviews para conocer su opinión.

No haré promesas, pero espero que después de la segunda semana de Marzo las cosas estén un poco más tranquilas para mí de lo que han estado desde hace varios meses, así que haré lo posible por actualizar de forma más regular después de esa fecha.

El próximo capítulo se titula "Piezas en Movimiento" y veremos más de Dohko y Saga, para quienes preguntaron por ellos.

Muchas gracias a todos aquellos que siguen al pendiente de esta historia, sus palabras me alientan mucho para continuar.

Que estén muy bien. Hasta la próxima n_n


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