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BR: O sí porque sí por Marbius

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2.- Rom-mah-rom-mum-mah!

 

I’m a free bitch, baby

 

—Oh, really? —Tom abrió grandes los ojos para fingir un interés del que carecía, conteniendo al mismo tiempo el impulso de cubrirse la boca con la mano y bostezar como león en la sabana luego de haber comido media tonelada de alimento. Para ayudarse en la labor, tomó el pequeño vaso de tequila que estaba sobre la mesa y apuró de un sorbo su contenido. El sabor fuerte y la sensación ardiente en la garganta, le dieron fuerzas para no dormirse de aburrimiento.

—Yes! It sounds incredible, but it’s true —le aseguró el hombre, con su mayor sonrisa seductora.

«O al menos eso cree él que es», pensó Tom sonriendo a su vez con coquetería pueril.

Con dieciséis años encima, casi diecisiete, pronto no sería su carita de niño virginal la que le conseguiría hombres maduros que le compraran bebidas alcohólicas ilegalmente y lo llevaran a su dormitorio para todo menos dormir, sino su experiencia.

O al paso que iba, su fama…

—You hearing me there, kiddo? —Su acompañante apoyó la mano sobre su rodilla derecha y Tom reprimió el grito de sorpresa que por poco le hizo soltar. Asintió por cortesía, seguro de que el hombre que le acompañaba, de momento, sólo quería con quien hablar—. Ok, and then…

Tom inhaló aire a profundidad, desviando con discreción los ojos de ‘su amigo’ y escaneando la concurrencia lo más disimuladamente posible en búsqueda de cierta persona...

Que él estuviera en una fiesta de Ersguterjunge no podía ser una coincidencia; ciertamente no lo era, a pesar de que la invitación había llegado a nombre de Bill Kaulitz por medios oficiales y serios.

En un principio, convencer a Bill había sido una pesadilla. El menor de los gemelos, aún resentido por el incidente ocurrido el año anterior donde Bushido le había pedido sexo oral en televisión abierta y a nivel nacional, se negaba a confirmar asistencia.

—¡Y díganle que se puede meter su invitación por donde mejor le acomode! —Había estallado al final, con los ojos desorbitados y a voz de grito.

Durante todo el tiempo que duro su berrinche, Tom permaneció en silencio y cavilando para sus adentros las posibilidades que aquella invitación llevaba consigo implícitamente.

Incluso después de un año, Tom quería volver a ver a Bushido. Quizá por el sabor de boca; quizá porque no consideraba finalizada la caza de una presa sino hasta que llegaba a las últimas consecuencias. Fuera lo que fuera, de una cosa estaba seguro: Quería ir e iría, ya fuera con Bill o sin él. El resto caería bajo su propio peso de alguna u otra manera.

Después de todo, lo que Tom se proponía lo lograba.

 

You and me could write a bad romance

 

—Uhuh, yorre so svit —arrastró el hombre las palabras, borracho a base de tragos poco cargados, pero excesivos en cuanto a cantidad, apenas dos horas después de que Tom estuviera con él. Su inglés dejaba mucho que desear, pero Tom no era quién para juzgarlo por ello.

Habiéndose movido a un rincón más apartado, de la barra a una mesa escondida circular en el fondo del local, Tom lamentaba haber aceptado.

Desde un principio había estado seguro de que no se iba a ir a la cama con Sven, que era así como se llamaba su acompañante. Convencido de que después de un par de tragos gratis se iba a deshacer de éste a la menor oportunidad y sin ningún miramiento como tantos otros antes de él, Tom había atrasado el momento de la despedida (o más bien de la desaparición) hasta el punto en que fue imposible.

Arrinconado contra el muro y con Sven sujetándolo por ambas muñecas, se preguntó si realmente no habría cometido un error del que iba a lamentarse.

Dándolo por caso perdido, Bill lo había abandonado ya desde el inicio y por ello Tom se encontraba a solas con aquel hombre que al parecer se negaba a entender un ‘no’ rotundo como respuesta.

—Ugh, quítate de una vez, idiota —murmuró Tom con malhumor, demasiado harto de los besos babosos que Sven le dejaba a lo largo del cuello, como para molestarse en decirlo en inglés. De haber sabido que sus esfuerzos por aprender otra lengua iban a verse estúpidamente malgastados con un finés ebrio y mañoso, mejor no se habría esforzado.

—Ow, c’mon babe… —Tom rodó los ojos con exasperación ante aquel apodo. Detestaba cuando se ponían a llamarle con motes cariñosos cuando lo único que quería, y ellos lo sabían, era acostarse con alguien—. Stop being a frigid bitch.

Tom contrajo la mano derecha hasta hacerla un puño, pero antes de poder usarlo contra Sven, el cuerpo de éste se apartó del suyo y la fuerza compresora en sus muñecas desapareció.

—Mira quién es la damisela en apuros —dijo Bushido con sorna, sujetando a Sven por el hombro con fuerza suficiente como para hacerle esbozar una mueca de dolor.

Tom bufó con indignación. —No soy ninguna damisela, caballero de pacotilla.

—Eso me parecía desde el otro lado de la sala —se encogió el rapero de hombros, soltando a Sven y empujándolo lejos—. Largo de aquí o llamo a seguridad —lo despidió como a un costal de estiércol.

Viéndolo alejarse haciendo eses por el borde de la pisa de baile, Tom soltó un suspiro que pretendía ser de fastidio y resultó ser de alivio.

—Gracias, supongo —miró a Bushido a los ojos, retándolo a ser el primero en desviar la mirada. Para su sorpresa, el rapero no sólo le devolvió la acción, sino que tomó asiento a su lado y le pasó el brazo por encima de los hombros.

Ah, las maravillas de aquellos asiento sin separaciones.

—¿Y tu hermano? —Inquirió el rapero aún sin parpadear.

Tom hizo un puchero. —Pensé que era a mí a quien querías ver. Ya sabes —pestañeó con falsa coquetería—, la invitación decía explícitamente ‘Bill Kaulitz’. No creí que fuera a mi gemelo con el que querías pasar el rato.

—Corta rollo —gruñó Bushido, acercándose un poco más a Tom—. Tu pequeña mentira blanca me costó más de lo que imaginas.

—¿Ah sí? —Tom se sacudió en su sitio, apartándose del abrazo de Bushido y fingiendo desinterés—. Bien, me importa nada.

—Mientes con todos los dientes… De vuelta —sujetó Bushido al mayor de los gemelos por la barbilla, usando un poco más de fuerza de la que pretendía en un inicio—. Pero no me importa. No es para parchar tonterías que te invite, o que vine hacía acá…

—Claaaro —dijo Tom, para acto seguido sacar la lengua y humedecerse el labio inferior con ella—. ¿Entonces qué haces aquí? Por si no te habías dado cuenta, me las estaba arreglando bien yo solo.

La sonrisa en los labios de Bushido se acrecentó. —¿Con que eso era, eh, todo bajo control, Tomi?

Un escalofrío recorrió la espalda del mayor de los gemelos cuando la última palabra salió deslizándose por entre los labios del rapero y se impactó a modo de un cálido aliento contra su rostro.

Estaban tan cerca, que sus respiraciones ligeramente entrecortadas se mezclaban.

—Te reto a besarme —barbotó Tom, obteniendo con ello que el rapero alzara una ceja, divertido de su puerilidad—. En serio —bravuconeó—, te reto a que lo hagas sin acabar con mi puño en tu cara…

Bushido esperó menos de un segundo en reducir el espacio entre sus bocas y plantar sus labios contra los de Tom en una acción rápida y sin mucha premeditación. Sujetando al adolescente por la nuca y con una mano alrededor de su cuello con posesión, abrió los labios y utilizó su lengua para recorrer con ella el interior de la boca de Tom.

Éste, sorprendido en un inicio de que su bravata hubiera resultado, cerró los ojos al instante y se dejó llevar por un cúmulo de sensaciones que iban desde el sabor a menta de la boca del rapero hasta la presión que comenzaba a sentir en los pantalones pasados unos instantes.

—Ah-h —jadeó en medio del beso, cuando la mano que sujetaba su cuello, se cerró un poco más de lo que él consideraba seguro.

—Mierda —se alejó Bushido de golpe al sentir el mordisco contra su labio inferior, más filoso de lo que había imaginado al usar su lengua para tocar aquellos dientes.

Tom lo fulminó con ojos de pupilas dilatadas. —Idiota —masculló.

El rapero se llevó la mano a la boca con cuidado, usando la yema de los dedos para recorrer el borde de sus labios y encontrar húmedo, no sólo por el beso. Una inspección más cercana le confirmó sus sospechas de que Tom lo había mordido con fuerza necesaria como para causarle una pequeña herida y hacerlo sangrar.

—Eso fue… —Se presionó un dedo contra la herida.

—Una advertencia —se puso en pie Tom—. Agradece que no fuera un diente.

Sin esperar respuesta, comenzó a avanzar fuera de aquel rincón oscuro, convencido de que entre más distancia pusiera entre él rapero y él, mejor estaría. Al menos de momento.

Apenas localizó a Bill, con cara de estar aburriéndose como ostra cerca de la barra del buffet y en compañía de ejecutivos de la disquera, lo tomó de la mano y lo arrastró fuera del edificio.

En ningún momento hizo caso de las preguntas que Bill le hacía o de la incomodidad que sentía dentro del pantalón; en todo el camino de regreso al departamento, lo único que tuvo en mente fue la simple y sencilla constancia de que hasta no acostarse con Bushido bajo sus propios términos, no iba a superar la obsesión creciente que tenía con el rapero.

 

Caught in a bad romance

 

A la mañana siguiente, Tom despertó con el ruido del timbre.

Abriendo los ojos al nuevo día, consideró la posibilidad de dejar que Bill abriera la puerta para así él poder volver a dormir. La noche anterior no había tomado tanto alcohol como para producirle resaca, pero un dolor leve entre los ojos le estaba haciendo recapacitar la posibilidad.

—Joder —le llegó desde otra habitación, seguido por un portazo.

—Mmm —gruñó Tom cubriéndose el rostro con las mantas. Para ocasionar aquella reacción en su gemelo, la visita o era muy molesta o llevaba malas noticias.

Tal vez ambas, según se adivinaba en los pasos fuertes por el corredor que avanzaban directo a su cuarto.

—Tom Kaulitz, quiero que expliques esto —se abrió de golpe la puerta de su habitación; contra el marco y sosteniendo un ramo de rosas rojas bastante ostentoso y de aspecto caro, Bill y su mal humor.

—Bonito regalo —murmuró el mayor de los gemelos, dándose media vuelta e intentando recuperar el sueño.

Bella fantasía, porque menos de un segundo después, dicho ramo se impactó con fuerza contra su cuerpo.

—¡Biiill! —Chilló Tom por la sorpresa, intentando sentarse en la cama a pesar de los repetidos golpes de los que era víctima indefensa.

—Nada de ‘Biiill’ conmigo —bufó el menor de los gemelos, tirándole a Tom un pequeño sobre junto con el resto del ramo hecho trizas—. ¡No quiero saber más de esto! —Estalló, para salir de la habitación del mismo modo en el que había entrado, plus una patada en la puerta que la cerró.

—Mierda —se talló Tom los ojos, aún asustado por el exabrupto de su gemelo, pero al mismo tiempo curioso de qué podría decir dentro del sobre como para alterarlo tanto.

Extrayendo una pequeña hoja color negro que llevaba escrito su contenido en un sobrio color plata, alzó las cejas con incredulidad.

“Tu asistencia la noche anterior, me hizo muy feliz… dentro de mis pantalones. Espero volverte a ver.

Bushido.

P.D. Sigo queriendo sexo oral contigo, ‘Bill Kaulitz’”

Tom no pudo ocultar una pequeña sonrisa que se extendió por sus labios; al menos no era el único con aquel insano capricho.

 

Love-love-love

I want your love

 

A través de todos aquellos años, Bill acompañó a Tom en sus conquistas de uno u otro modo, al menos indirectamente.

Jamás en presencia o al menos no la mayoría de las veces, pero Bill siempre estuvo ahí e hizo ojos ciegos y oídos sordos al asunto; cerró la boca y contando del uno hasta el número que fuera necesario, soportó estoico todos y cada uno de los revolcones que Tom parecía poco dispuesto a dejar pasar sin apenas rechistar o hacer una mueca que expresara el asco que sentía dentro de sí.

Por eso, dos meses después del incidente en Ersguterjunge, Bill al fin se decidió a dar un paso venido de la nada, pero que en su cabeza hacía peso y razón.

Luego de semana tras semana de esperar por Tom hasta altas horas de la madrugada, sólo para descubrir que regresaba oliendo a perfume (barato o no), sudor y sexo, para apagar un ardor que no parecía extinguirse, Bill lo confrontó.

—Joderrr —arrastró Tom la última letra con lengua pastosa. Inclinándose para recoger las llaves del suelo que se le habían caído por el susto de encontrar a su gemelo a las -consultó el reloj- cuatro de la mañana, trastabilló un poco contra la puerta de su departamento—. Ops, creo que estoy un poco… feliz, eso; felizzz…

—Ebrio, diría yo —tamborileó Bill los dedos contra su brazo para después suspirar y tomar el control remoto que estaba sobre su regazo—. Tom, tenemos que hablar…

El mayor de los gemelos lloriqueó. —¿Tiene que ser hoy? Porque tengo una jaqueca que…

—Sí, hoy —se puso en pie Bill, estirando los brazos por encima de su cabeza y en el proceso alzando la pequeña camiseta que guardaba desde su niñez por encima del vientre pálido. No dejó pasar por alto como los ojos de Tom se enfocaban justo en el centro de su ombligo y ello le dio el valor para continuar—. Ven.

Como perro fiel, Tom siguió a su gemelo por el apartamento en penumbras hasta que ambos se encontraron en el oscuro y silencioso cuarto de Bill. Apenas se cerró la puerta, Tom se encontró con la espalda contra el muro y a su gemelo a escasos centímetros.

—¿Q-Qué? —Preguntó estúpidamente, parpadeando repetidas veces, tratando de vislumbrar algo en aquella negrura. De la calle, la luz de un farol iluminaba levemente la habitación, pero no lo suficiente como para evitar el ataque frontal del que era víctima—. Bill…

El menor de los gemelos lo silenció al acercar la boca contra la suya y presionar sin preámbulos, sin mucha gracia y con nervios.

Fue incómodo.

—¿Qué haces? —Quiso saber Tom, empujando a Bill por los hombros y apartándolo un poco.

—Y-Yo… —Tartamudeó Bill. Era ahora o nunca—. No quiero que sigas haciendo eso… El salir… Hacerlo con desconocidos… Eso es… —Bill tomó las manos de Tom y entrelazó sus dedos con los suyos, venciendo las distancias y reduciendo su espacio vital—. Quiero que no salgas del departamento buscando sexo, que… Que lo tengas conmigo —murmuró con las mejillas ardiendo de vergüenza, agradeciendo la carencia de luz porque de otra manera habría muerto ya de un sofoco.

Tom pareció ahogarse con su propia saliva. Dando un paso hacia atrás, se encontró con que los muros eran imposibles de atravesar por mucho que uno lo deseara o lo necesitara.

—No, en serio Bill, ¿qué? —Dijo con la mandíbula tensa.

—Quiero —pegó Bill el pecho contra el de su gemelo— tener sexo contigo. Si es eso lo que sales a buscar cinco noches de cada semana, entonces…

—¡NO! —Gritó Tom, tremendamente frustrado. Empujando a Bill, giró hasta tener a él contra la pared y de vuelta sujeto por las muñecas a la altura de los brazos—. No, me niego. Estás hablando tonterías.

—El que dice tonterías eres tú —susurró Bill—. Estás ebrio, no sabes lo que dices.

—¡Claro que lo sé! —Golpeó el muro con el puño, ajeno al dolor, rechinando los dientes—. ¿Sabes de verdad lo que estás diciendo? Soy tu hermano gemelo, Bill. N-No es como si… Eres virgen, ¿o no?

Bill lo miró con ojos grandes y húmedos antes de asentir.

—No puedo… Demonios, ni siquiera lo voy a considerar —se apartó Tom, retrocediendo y cubriéndose el rostro con las manos.

—¿Por qué no? —Inquirió Bill con rebeldía en su manera de decirlo. Alzando la barbilla, exigió saberlo—. Yo te quiero, siempre te he querido y… Quiero que…

—Silencio —cubrió Tom la boca de su gemelo con la palma de la mano. A pesar de estar furioso por la sugerencia que Bill se había empeñado en decirle, el toque fue cuidadoso, casi con cariño—. Al menos dime si entiendes que lo que me pides está mal, Bill. Muy mal.

—Es peor si tú… con Bushido —balbuceó Bill aún con la mano de Tom en la boca, quien al instante la quitó.

—¿Qué tiene que ver Bushido en esto? —Gruñó Tom ante la mención del rapero. Desde semanas atrás, la simple mención de su nombre enviaba ondas eléctricas por su piel y debajo de ésta; no podía evitarlo. Tom no era de los que se rendían, capricho o no.

—Todo —empujó Bill a su gemelo con una repentina fuerza. Éste trastabilló un par de pasos—. Crees que no me entero, pero lo sé todo, Tom. Está escrito en tu cara y en la suya —volvió a empujarlo y esta vez el mayor de los gemelos cayó de espaldas sobre la cama, un poco más ebrio y torpe de lo que en un principio había calculado al beber unos cuantos tragos de más.

Tom apretó los labios en una delgada línea.

¿Tan obvio era todo? Él por su parte, no podía evitarlo; más que una obsesión, su deseo de acostarse con Bushido obedecía a causas ajenas a su voluntad. Incluso aunque la descabellada idea de Bill minara su deseo de salir cada noche en busca de alguien con quien pasar el rato, Tom sabía que no eliminaría su imperiosa necesidad de ir detrás del rapero; aquello iba más allá de lo humano y comprensible, era algo que se tenía que hacer para poder superarlo.

—Desnúdate entonces —dijo Tom, esperando ver en ello las dudas de su gemelo, dispuesto a ver hasta dónde pensaba llegar con aquel juego tonto.

Para su sorpresa, Bill no hesitó ni por una milésima de segundo. Rodeando su centro con ambos brazos, se sacó la camiseta que usaba para dormir por encima de la cabeza y después procedió a poner los pulgares dentro de sus pantalones y bóxer, tirando de ellos hacía abajo para así quedar totalmente desnudo frente a Tom, quien sólo atinó a dar un par de palmaditas sobre el colchón.

—Aquí.

Bill caminó de puntas hasta estar de frente a Tom.

A gatas, pasó una pierna a cada lado de la cadera de su gemelo y se sentó sobre su regazo como si estar desnudo sobre él fuera de lo más natural en el mundo.

—Tienes que prometerlo, Tomi… —Murmuró con concentración, al inclinarse sobre la pretina de su pantalón y tirar del botón—. No más de salir para tener sexo —bajó la cremallera—, porque todo lo que necesitas, se encuentra aquí —apretó las piernas en torno a la cadera de Tom—, ¿ok?

Tom lo contempló con los labios entreabiertos, sintiendo como su erección se abultaba dentro de los ceñidos bóxers que llevaba puestos.

—Cualquier cosa que pidas, no importa que sea, yo te la daré —se deslizó Bill sobre la entrepierna de su gemelo, presionando con especial énfasis en el bulto que irradiaba calor desde el centro—. Donde, cuando y como sea, no importará, pero esto tiene que parar, ¿entiendes lo que te pido? —Musitó al extender la mano y acariciar con el dorso las mejillas arreboladas de Tom. Éste desvió el rostro y besó los dedos de su gemelo uno por uno.

Bill lo contempló enternecido, preguntándose si realmente sus esfuerzos podrían valer la pena.

—Tomi —se inclinó sobre su gemelo para besarlo en los labios y volver a preguntar—, dime, ¿aceptas?

El mayor de los gemelos exhaló un ronco ‘sí’.

—¿Lo juras por lo más sagrado, por mí, que antes de hacer algo recapacitarás y volverás a mi lado?

—Lo juro —dijo Tom con total seriedad, incapacitado de mentir teniendo a Bill tan de cerca; el cabello de éste creando un halo alrededor de los dos y encapsulando sus palabras y el calor que ambos irradiaban.

—¿Incluso aunque sea Bushido?

Como toda respuesta, Tom rodó a Bill sobre su espalda y procedió a hacer uso de su recién adquirido privilegio; su juramento pendiente, olvidado.

 

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