Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cuando nuestras almas se encuentren... por PinkMarshmallow

[Reviews - 79]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Uff! Me tardé en hcer este capítulo, pero por fin lo termine!

Espero que les guste!!

Un niño de no más de ocho años de edad lloraba desconsolado en su habitación, con sus manos hechas puños frotaba sus azuladas orbes, intentando expulsar las lágrimas que fluían sin parar. El sonido de la puerta al abrirse lo calmó un poco. Una hermosa mujer de cabellos color miel y dulce sonrisa se acercaban al pequeño con parsimonia.

 

-Mi pobre Ciel… ¿has tenido pesadillas de nuevo? –Preguntó la hermosa dama, mientras limpiaba con delicadeza y devoción las lágrimas que escurrían por las níveas mejillas del infante.

 

-Mamá… yo… no pude alcanzarle.. Nunca puedo… -Sollozaba con sentimiento el pequeño oji-azul.

 

-Ya, ya, tranquilo mi pequeño. –Intentaba calmarlo, mientras lo mecía entre sus brazos y acariciaba dulcemente sus cabellos azules a la luz de la luna.

 

El niño por fin detuvo su llanto.

 

-Ahora Ciel, ¿me querrías contar que fue lo que soñaste?

 

-Co… con el miso hombre de ojos rojos… el me carga, estamos ambos en medio de una especie de ciudad en llamas y de pronto me baja y… y se va, sin que lo puede alcanzar… por más que corro… yo… yo no puedo… -Las lágrimas empezaban a brotar de nuevo.

 

La mujer colocó su dedo índice en los labios del menor.

 

-Tranquilo mi vida, ya te he dicho que esos sueños no son reales… ahora duerme mi bebé. Y recuerda que yo siempre estaré aquí para protegerte…

 

 

El sol molestaba con demasía los azulinos ojos del joven, evitando que siguiera soñando. Con una mano retiró las sabanas que lo cubrían mientras que la otra la pasaba por sus despeinados y lacios cabellos.

 

-Hmmm… hace mucho que no tenía ese sueño…

 

La realidad le cayó como un balde de agua fría.

 

-¿Cómo diablos había llegado a su habitación? –Tsk… lo último que recordaba era… -Un tono rosado se apoderó por completo de sus mejillas. -… lo último que recuerdo es que el se quedó dormido sobre mí… -Susurró mientras pasaba sus delgados dedos por su pecho, intentando recordar la sensación que le provocaba aquella esbelta silueta que lo aprisionó por unos instantes contra el suelo. –Se sentía tan cálido…

 

-¡Un momento! ¿en qué demonios estoy pensando? ¿El  primer indigente que me encuentro en la calle y ya me siento atraído hacia el?... –Dedo de dejar de pensar en eso…. ¿A propósito, dónde estará “eso”?

 

El menor se levantó de un salto de la cama y empezó a buscar a el extraño que había conocido hace poco.

 

-Y… y sin en realidades un secuestrador, no, un pervertido ¡o peor aún, un pedófilo! ¿qué haré? –Se cuestionaba, un poco asustado por la idea, mientras bajaba uno por uno los escalones del silencioso departamento. 

Echó una mirada a la sala, no se encontraba ahí. Buscó precavido, el jarrón en donde guardaba sus ahorros para el día en que “escapara por fin de esa prisión” –Al parecer no es un ladrón… -Suspiró aliviado al ver el monto completo en el fondo de colorida pieza de cerámica.

 

Pero de pronto, el silencio en el que se encontraba sumergida toda la habitación fue irrumpido por un fuerte sonido en la cocina, llamando la atención del oji-azul, que, con prisa se aproximó al lugar originario del sonido, para encontrar a aquel extraño hombre de rubíes por orbes, con un mandil de color rosado atado a su cintura, mandil que solía usar Angela como complemento de su disfraz de “esposa perfecta”.

 

El peli-negro, confundido por la extraña situación, atisbaba como el mayor lamia uno de sus dedos con expresión de dolor y observaba lo que sea que estuviese cocinando, derramado por todo el suelo.

 

-¡Ah, veo que has despertado pequeño! ¡Buenos días! –Canturreo alegre mientras se agachaba a limpiar aquel desastre. –Se supone que esto eran panqueques, pero… al parecer aun estoy un poco débil por lo de ayer…

 

-¡Deténte! ¿Cómo me saludas de esa manera tan despreocupada, quién diablos eres y que haces en mi cocina? –Exclamó el niño, algo hastiado por aquella confusa situación.

 

-Ah, lo siento... Por favor, disculpa mis malos modales. Mi nombre es Sebastian, Sebastian Michaelis. Lamento todos los inconvenientes que mi presencia le ha causado joven. –Se presentó el mayor, con una curveada sonrisa a ojos cerrados.

 

-¿Y qué se supone que hacías ayer, tirado en medio de la calle en pleno torrente?

 

-Ah, eso…bien yo te he estado buscando Ciel, por mucho tiempo…. –Exclamó tranquilamente el oji-escarlata con aterciopelada voz, mientras se acercaba lentamente hacia donde el chico.

 

El chico abrió sus azulados ojos en sobremanera, ¿cómo era que sabía su nombre?  Y por qué sentía como si esa voz ya la hubiera escuchado antes…. Además, esos ojos, estaba seguro que ya los había visto en otro lado, le recordaban a los de un felino al acecho, con ese extraño brillo en ellos, pero que de cierta forma le provocaban un sentimiento de melancolía, como si hace mucho tiempo que no los viera, aun que fuera la primera vez en su vida que lo tenía enfrente.

 

El mayor estiró su mano hasta la mejilla del oji-azul, estaban bastante cálidas, a diferencia de la nívea piel del niño, que era tan gélida como  un glaciar. –Bocchan… -Susurró este. –¿Aún no me recuerda? –Preguntó acercando el cuerpo del niño hacia el suyo.

 

-¿Qu… quien eres? Y para qué me buscabas… la verdad creo que te estas equivocando de persona… -Apenas podía articular el joven por el contacto que el oji-carmín le aplicaba a su piel. En cierto espacio de su corazón, muy en el fondo, deseaba equivocarse y ser esa persona que Sebastian buscaba.

 

-Yo nunca cometería un error al momento de reconocer a mi amo… -Dijo con sensualidad el mayor. –Lo he extrañado mucho. –Declaró mientras lo tomaba entre sus brazos y lo abrazaba con fuerza.

 

-¡Por favor aléjese de mí!  -Gritó el menor, empujando a el de cabellos azabaches con las mejillas sumergidas en colorete. –Yo… yo no le conozco señor Michaelis, por favor solo vaya a su casa. 

-Veo que a olvidado todo Bocchan…

 

-¡Te digo que te estas equivocando de persona, además deja de llamarme Bocchan! –Exclamó furibundo el menor, mientras le daba la espalda a su acompañante, listo para huir de ese loco.

 

El hombre de ojos del color de la turbia sangre tomó con fuerza al pequeño de uno de sus brazos y lo atrajo hacia él. –Tal vez… si te besara, tus recuerdos volverían. –Dijo mientras se acercaba de nuevo hacia el con decisión.

 

El chico, indignado por el trato no dudó en propinarle una buena bofetada justo en la cara. Sorprendiendo de sobremanera a el mayor, quien después del shock, soltó una ligera risilla.

 

-Esto me recuerda viejos tiempos Bocchan, usted siempre tan orgulloso… -Exclamó el oji-escarlata, sin ningún signo de dolor en su rostro, más parecía un rostro de complacencia.

 

-¡Te digo que te vayas! –Gritó esta vez el joven, con notable exasperación en su voz.

 

-Me temo que eso no será posible, hasta que recupera algunos de sus recuerdos yo no me iré de aquí.

 

-¡Has lo que quieras! –Cerró la disputa el oji-azul, indiferente a las intenciones de aquel hombre. –Voy a salir un rato… para intentar relajarme -Dijo el menor, mientras tomaba su gabardina azul y se la colocaba. –Tu puedes quedarte aquí y hacer lo que quieras, también puedes irte si es lo que deseas. –Se despidió cerrando la puerta de un golpe.

 

-Esto será más difícil de lo que creí… -Susurró el oji-escarlata, mientras soltaba un casi inaudible suspiro.

 

 

 

 

El suelo aun se encontraba algo mojado por la lluvia de ayer, y el ambiente se sentía algo más fresco de lo normal. Sus zapatillas deportivas resbalaban un poco con la acera y su aliento se podía divisar  saliendo de su boca cada ves que exhalaba. –Tsk… ese idiota, intentó besarme… ojalá y le hubiera dejado…  -Pensó por un momento, para después adentrarse en otros pensamientos. Sus ojos eran bastante intrigantes también, ese color tan particular y el brillo al que se tornaban cuando estaba cerca de el… y aun tenia esa sensación de haberlos visto ya en otro lado. -¿Qué significa eso de “…eso me recuerda a los viejos tiempos” , por que, no es que yo lo haya conocido desde antes ¿o si? , no definitivamente no, si lo hubiera visto antes se acordaría de el ¿pero por qué?

 

Después de aproximadamente quince minutos de caminar, pudo empezar a divisar la gran mansión Trancy, su amigo era hijo de un par de empresarios bastante exitosos, se podría decir que tenía tolo lo que cualquier chico de doce años quisiera. Aun no entendía como teniendo tanto dinero se había embrollado con su tutor, Claude Faustus.  Se acercó a la gran puerta de roble de la mansión y tocó el timbre desesperadamente.

 

-¡Ya voy, ya v… ! ¡Ciel-kun! –Exclamó de emoción el pequeño rubio al ver a su amigo mientras se abrazaba a su cuello. 

 

-Al…Alois… tranquilo. –Intentaba hablar el oji-azul, con los brazos del rubio estrangulando su cuello. 

-¿Por qué has venido tan repentinamente?

 

-¿No me habías dicho que podría venir cuando quisiera? –Se defendió el joven, por fin liberándose del fuerte agarre.

 

-Si, eso lo recuerdo. Pero tu no eres del tipo que visita a sus amigos… Así que ¿cuál es la verdadera razón?

 

-Esto… ¿puedo pasar? –Preguntó algo desanimado el oji-azul, afuera en verdad que hacía frío.

 

 

 

El recibidor constaba de molduras doradas y rojas, el piso era de mármol y había un hermoso candelabro colgado sobre sus cabezas. Las escaleras eran bastante grandes e imponentes, las cuales llevaban a la habitación del pequeño heredero Trancy.  Subiendo las escaleras, había varios cuadros y pinturas de , al parecer, sus padres, y antecesores. Una enorme puerta blanca indicaba que ya habíamos llegado a nuestro destino. Al abrir la puerta, un alto hombre de no más de treinta años se encontraba sentado en la orilla de una gran litera, acomodándose la ropa. Un casi invisible tic se apoderó de la ceja del oji-azul.

 

-Alois, en serio, si estabas “ocupado” no tenías por que abrirme la puerta… -Exclamó el joven peli-negro, con cierto tono de incomodidad en su voz.

 

-¿Te refieres a Claude?, no te preocupes, hace rato que terminamos, solo me estaba haciendo compañía…

 

-¡Alois, no deberías decir ese tipo de cosas idiota! –Exclamó sonrojado el oji-azul.

 

El mayor solo los observaba mientras anudaba su corbata, sin intervenir, con un semblante frío y distante que al parecer traía loco a su amigo rubio.

 

-Entonces Ciel ¿qué es lo que necesitaba decirme con tanta urgencia? –Preguntó algo arrogante el rubio, mientras se sentaba en las piernas de su tutor y lo abrazaba por el cuello. El oji-azul solo se limitó a mirar a otro lado, abochornado por la actitud de su amigo.

 

-Esto… pues, resulta que un hombre se e apareció diciendo que me conoce y que fuimos algo en el pasado… Pero yo nunca lo había visto antes…

 

-¡Kyaaaa! Eso es tan romántico –Gritó eufórico el heredero Trancy. -Y dime, ¿es guapo? –Preguntó bastante interesado y con una mirada insinuadora.

 

“¿Es guapo?” ¿Qué se supone que debía responder?, es decir, tal vez a los ojos de una chica si era guapo. Pero ambos eran hombres, ¿cómo podía responder a esa pregunta?

 

-Pu… pues sí, eso creo…

 

-Entonces a qué esperas, si le gustas y a ti te gusta entonces….

 

-¡No es que fuera tan simple idiota! Además el no me gusta.

 

-Disculpe mi intromisión joven Phantomhive, pero, ¿por qué tendría algo de malo que dos hombres se amaran? Es decir, no hay nada de extraño con eso, son solo dos almas que estando juntas se complementan.

-Terminó su discurso el mayor, mientras se colocaba los lentes con su dedo índice.

 

Ese era el problema, el oji-azul no tenía en claro sus sentimientos. -Al estar a su lado me siento extraño, me siento como si tuviera la razón, como si fuera cierto que ya lo conocía de antes, pero cuando intento recordarlo es parecido a si mi mente se bloqueara, como si me faltara un recuerdo, como si hubiera un espacio  entre el él día antes de conocerlo y el día consiguiente. –Dijo con decepción el menor, observando la alfombra de su amigo, igual que si fuera la cosa más interesante en ese momento.

 

-Perdón por la intromisión, yo me regreso a casa. –Terminó rompiendo el silencio que por unos minutos invadió la lujosa habitación.

 

-Espera un momento Ciel, ya oscureció, ¿no preferirías que te llevara a casa?

 

-No, puedo caminar yo solo. –Mala decisión.

 

 

 

 

En el departamento oscurecido, cierto hombre de escarlatas orbes se encontraba sentado en la sala, observando el reloj que colgaba en un tabique de la pared. Cada que el segundera avanzaba su preocupación crecía, la luna ya estaba alta y el joven Phantomhive aun no regresaba a casa.  El hombre chasqueo la lengua en señal de frustración, el sonido del tic-tac le empezaba a estresar. Se puso de pie de un brinco y salió decidido de el apartamento.

 

 

 

 

El sonido de las hojas crujir bajo sus pies era lo único audible en las calles vacías, la oscuridad cubrió más rápido la ciudad de lo que el joven peli-negro había calculado. De su bolsillo sacó su celular y la débil luz que generaba su pantalla iluminó su rostro por unos instantes. –Tsk… diez y media de la noche, me tardé más de lo que había pensado. –Dijo para sí mismo el chico, mientras volvía a guardar el aparato.

 

El arrancar de un motor hizo poner en alerta los sentidos del joven, un auto de color rojo se acercaba con velocidad a donde estaba él y de un brusco movimiento se detuvo justo a su lado. El vidrio polarizado se bajó quedando a la vista varios sujetos, todo hombres, y con muy mala pinta.

 

-Hola, hermosa, ¿qué hace una chica como tú merodeando por las calles a esta hora de la noche? –Se atrevió a decir uno de los hombres del auto que tenía una enorme cortada en su rostro.

 

¿Chica? ¿pero qué demonios les sucedía a estos degenerados? –Se preguntó de nuevo a sí mismo el oji-azul, que si no fuera por que estaban dentro del auto, no hubiera dudado en propinarles un buen golpe.  Además quienes se creían para confundirlo con una chica, es decir, tal vez no era muy masculino pero se podía notar a simple vista que se trataba de un chico ¿o no?

 

-No molesten, escorias. –Exclamó arrogante el menor, siguiendo a paso veloz su camino.

 

La puerta del auto deportivo se abrió con tosquedad, bloqueándole el paso a Ciel, que fue tomado con fuerza de su brazo izquierdo por uno de los rufianes. Estos lo miraban con lasciva en sus miradas, mientras lo jalaban dentro del automóvil.

-Vaya, vaya, una chica tan linda como tu no debería decir palabras tan horribles. Pero bueno, me temo que tendremos que castigarle para que no vuelva a suceder ¿verdad chichos?... –Masculló uno de los sujetos, mientras tomaba a el joven con fuerza y lo sentaba en sus piernas.

 

-¡Suéltenme bastardos, se los ordeno! –Gritó enfadado pero sin una pisca de miedo en su voz.

 

-¿Ahora nos vas a dar ordenes?, tu pequeña perra…

 

El oji-azul forcejeaba y pataleaba para intentar deshacerse de aquel hombre, pero este le superaba en fuerza.

 

-Deberías de darle lo que se merece… -Comentó uno de los que viajaban en el asiento trasero.

 

-Si, tiene razón, hay que castigar a esa perra por desobediente… -Exclamó otro de sus compañeros.

 

-¿Escuchaste puta? ¿Sabes lo que te voy a hacer verdad? –Dijo el sujeto mientras tomaba a el joven Phantomhive con fuerza por las mejillas. –Primero uno por uno, te violaremos hasta que no puedas mantenerte de pie, después de cortaremos ese bello rostro tuyo para que en un futuro no seas tan presumida y para finalizar te iremos a tirar a algún vertedero justo como la escoria que eres…  Dime, ¿te gusta la idea?

 

-Me parece excelente, me pregunto si en verdad el perro que ladra también muerde… -Exclamó el menor, en un deje de orgullo y altanería, retando a sus captores sin ningún signo de miedo o nerviosismo en su voz, cosa que impresionó a todos los presentes.

 

-J..ja..jaja..ja –Rió temerosamente el que antes lo amenazaba. –Después de todo tienes agallas chiquilla, lástima que no te servirán para lo que viene…

 

El  de la cicatriz en el rostro lo alzó y lo traspasó a el asiento trasero, mientras intentaba despojarlo de sus ropas. El menor luchaba, pateaba y mordía a cualquier contacto que intentaran hacerle, impidiéndoles la tarea a sus raptores. 

 

-Tsk… ¡ya deja de moverte! –Gritó uno de los hombres, acertándole un golpe en la cara.

 

El menor empezó a retorcerse con mayor fuerza y velocidad al empezarse a percatar de que ya se habían deshecho de su gabardina. Exhausto de tanto forcejear empezó a caer en cuenta de que nadie lo ayudaría, estaba solo, como siempre, y tenía que arreglárselas por sí mismo.  -Es una lástima que teniendo tantas personas a tu alrededor, ninguna este ahí cuando la necesitas. –Pensó el oji-azul  dándose por vencido.

 

-Me sorprende que aún no hayas gritado perra, pero no te preocupes… –Exclamó sacando una navaja de su bolsillo. –Pronto comenzaras a hacerlo…

 

El afilado cuchillo pasó por enfrente de los ojos del menor, que se esforzaban por no lagrimear apretándolos con fuerza.

 

-¡Abre los ojos, quiero que veas lo que te vamos a hacer! –Gritó el de la cara cortada mientras acercaba la reluciente navaja a su delgado cuello. –Ahora sabrás lo que se siente…

 

-¡Se… Sebastian!  -Alcanzó a susurrar con el último aliento que le quedaba. -¡Ayúdame! 

Gritos de dolor empezaron a surgir del silencio, seguido de sonidos de golpes y aparente riña. El menor mantenía los ojos cerrados, esperando lo peor. De pronto todo volvió al silencio. Con temor medio abrió su ojo derecho para atisbar lo sucedido.

 

-Bocchan, por favor cierre sus ojos de nueva cuenta, no quiero que vea el estado en que he dejado a estas personas… -Exclamó una melodiosa voz conocida, mientras lo tomaba en brazos.

 

El oji-azul obedeció, aferrándose con fuerza al cuello de su salvador. Pudo sentir como era alzado y  empezaba a moverse.

 

-Ya los puede abrir Bocchan. –Susurró con aterciopelada voz el hombre.

 

Poco a poco abrió sus ojos, encandilados por la fuerte luz de la luna y encontrándose con un par de orbes de color granate que lo observaban con un semblante de preocupación. El mayor que lo llevaba entre sus brazos soltó un largo y sonoro suspiro y lo atrajo con fuerza hacia sí mismo.

 

-No tiene idea de cuan preocupado estaba mi señor, por favor, no vuelva a irse de esa manera de mi lado. –Exclamó de manera suplicante el mayor, mientras abrazaba con fuerza a el joven Phantomhive.

 

-Sebastian… yo.. Lo lamento. Lamento haberte juzgado mal. –Dijo el peli-negro, observando directamente los ojos del mayor. –Te creo…

 

-¿Disculpe? –Preguntó confundido el de azabaches cabellos.

 

-He dicho que te creo… te creo que me conozcas desde antes, porque al estar a tu lado así me siento, como si fueras alguien que marcó mi vida, como si fueras un viejo amigo que hace tiempo que no veo…

 

-Bocchan. –Interrumpió su discurso el oji-escarlata.

 

-¿Qué sucede?

 

-Sabe por qué ese día usted me encontró ahí, en medio de la calle, débil y acongojado, ¿lo sabe Bocchan?

 

-¡Es lo que me he preguntado desd…!  -El menor no pudo continuar, acallado por los dulces labios del oji-escarlata sobre los suyos, haciéndole imposible el habla.

 

-Es por que… lo amo Bocchan. Aunque me di cuenta de mis sentimientos cuando ya era muy tarde, he vuelto para estar a su lado para siempre, sin importar el que, yo lo protegeré de cualquiera que intente ponerle un dedo encima. Por que dos almas que se anhelan entre sí siempre encuentran la manera de estar juntas, y yo ya lo he encontrado Bocchan.

 

En su interior, Ciel realmente lo quería recordar, realmente le hubiera gustado poder recordarlo, pero por ahora, se conformaba con vivir en el presente y conocerlo de nuevo por segunda vez.

 

-Solo llévame a casa Sebastian.

 

-Como ordene Bocchan. -No importa que ahora no me recuerde, yo haré lo imposible por que así sea, después de todo ¿Qué sucedería si el mayordomo del joven Phantomhive no pudiera realizar una tarea tan sencilla como esa?

 

 

 

 

Notas finales:

¿Qué tal?, espero que lo hayan disfrutado. Como dato curioso, una parte de este capitulo lo escribir en una sala de cine xD jajaja!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).