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Cosas de adolescentes por AndromedaShunL

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Notas del capitulo:

¡Hola! Aquí les dejo el capítulo 23, que lo disfruten <3

El encontronazo que había tenido con Afrodita en el baño seguía repitiéndose en su cabeza como un disco rayado. Ahora, mientras miraba los dibujos animados con su hermana, que terminaba de recuperarse, era incapaz de pensar en otra cosa.

¿Por qué diablos tenía que ir el pijillo del grupo a meterse donde no le llamaban? Ya tenía suficiente con aguantar las miradas de odio que le tiraba Milo a la mínima ocasión, por no hablar del puñetazo que le había dado el sábado. Quizá hubiera sido mejor enamorarse de un chico que no estuviera tan sobreprotegido como Camus, pero el amor no entendía de posibilidades… Se había enamorado de él, y esa era la única realidad. Si podían cumplirse sus sueños o no, eso ya era otra cosa.

Si no fueran pocos sus problemas, ahora tendría que sentir la mirada del sueco todos los días en su nuca. Tenía un sexto sentido para esas cosas. Siempre sabía quién se fijaba en él y quién no… y normalmente ganaba el primer grupo. Un hindú rubio y blanquísimo no solía pasar desapercibido.

―¿Por qué siempre ganan los buenos en los dibujos? ―preguntó su hermanita de pronto.

―¿Acaso no quieres que ganen?

―Es aburrido ―refunfuñó―. A mí me gusta más ese ―dijo, señalando al villano de la serie, que caía al suelo derrotado por una chica de pelo azul larguísimo.

―Pero es como debe ser. ―Se encogió de hombros―. Los buenos tienen que ganar porque hacen cosas buenas, son amables, representan unos valores que todos deberíamos seguir.

―¿Tú eres bueno? ―La pregunta le pilló por sorpresa.

―¿Tú qué opinas? ―se la devolvió con una sonrisa.

―Que sí, muchísimo.

―No siempre hago cosas buenas ―dijo, pensando en Camus―. Puede que tenga algo de villano.

―Si fueras el malo, ¡yo querría que ganases!

Shaka se quedó unos segundos mirándola con la boca abierta. Shie tenía solo 8 años pero ya sabía más cosas que muchos de sus compañeros de clase, al menos sobre la vida. Sus ojos inmensos eran como pozos sin fondo en los que perderse y meditar por largas horas.

―Gracias ―dijo por fin, alegre. El rostro de Camus apareció de nuevo en su mente y esbozó una sonrisa enigmática que su hermana no supo interpretar―. Intentaré ganar siempre para que estés orgullosa de mí. Yo siempre lo estaré de ti.

***

El fin de semana llegó como un rayo. La noticia de la excursión hacía mucho más llevaderas las clases y cuando quisieron darse cuenta ya estaban en la calle después de haber quedado para tomar unas cervezas. Aquel finde les apetecía pasarlo tranquilamente, sin demasiada fiesta. Al menos, a la mayoría. Aioria y Milo tenían otras concepciones sobre lo que era divertirse de verdad.

Se habían sentado en una terraza con calefacción más o menos cubierta. Las nubes amenazaban lluvia pero por el momento el ambiente era agradable. Aioria hablaba con Shura sobre el partido, planeando cómo poder darles una paliza a esos de segundo si se volvía a presentar la oportunidad. Camus y Milo, como siempre, aprovechaban la mínima ocasión para darse el lote, y Afrodita, Mu y Saga charlaban sobre el trabajo de literatura.

―Encontramos información muy interesante sobre el romanticismo español ―dijo el pelilila―. Por ejemplo, ¿sabíais que en esa época las mujeres comenzaban a escribir de todo y a dar su propia versión sobre el mundo? Le propuse a Shura hablar sobre una tal Carolina Coronado, que leímos un poema suyo sobre la libertad y me quedé bastante impresionado.

―Ah, sí. Hace mucho fui a una conferencia sobre el romanticismo europeo ―dijo Dita―, y algo se me quedó. También está Rosalía de Castro, ¿no? ―El tibetano asintió con ilusión―. Mis madres adoran leer a mujeres. Creo que tienen las estanterías llenas de autoras y algún que otro hombre por ahí.

―¡Vaya! ―exclamó Saga―.Y yo pensaba que nuestro trabajo era interesante. No tenía ni idea de que en España había tantas escritoras.

―¡Desde siempre! ―dijo―, aunque allí, por lo que leí, era muy difícil que las tuvieran en cuenta.

―Como en el resto del mundo ―suspiró el sueco, tomando un trago de su coca-cola.

―Sí, sí, lo que tú digas ―oyeron decir a Aioria―, pero nada de eso funcionará si vuelves a darle una patada al aire, ¿en qué estabas pensando?

―¡Eso fue un lapsus! ―se defendió, sonrojado al notar la mirada de Mu.

―¡Fue increíble! ―exclamó Camus, separándose por fin de los labios de su novio―. Creo que no me había reído tanto en mi vida ―continuó, sacando la lengua.

―Estupendo, ¡ahora soy el hazmerreír del instituto! No veáis la de veces que me han parado los de segundo para recordármelo…

―Pues dales una buena patada en los huevos ―dijo Afrodita de pronto, y todos lo miraron con asombro―. ¿Qué pasa? Ni que fuera el único que piensa lo mismo.

―Por cierto ―dijo Aioria―. Le dije a Death Mask que si quería venirse un rato, que luego quedó con los colegas e igual me voy con él.

El sueco estuvo a punto de escupir la coca-cola que acababa de llevarse a la boca, pero logró contenerse. Se mesó el cabello con una mano y evitó las miradas de sus amigos como si el tema no fuera con él.

―Yo que creía que no salía de su casa antes de las doce de la noche ―rio Shura.

―Se aburre. ―El moreno se encogió de hombros―. Como yo. Tenía ganas de salir como el finde pasado.

Continuaron hablando como si nada, pero con cada minuto que pasaba Afrodita se ponía más nervioso. No supo cómo consiguió no gritar cuando vio a Angelo aparecer por la calle con una sonrisa y una chupa de cuerpo colgada del hombro. Debajo, una simple camiseta de tirantes que dejaban al descubiertos su prominentes músculos. Sintió el codazo de Camus en su brazo y casi estuvo a punto de mandarle a la mierda sin querer.

―¡Eeeey! ―saludaron Aioria, Milo, Saga y Shura al italiano.

―¡Qué pasa, chavales! ―respondió, y cogió una silla de otra mesa para sentarse con ellos.

Por suerte para el sueco, la conversación que mantenía Angelo estaba lejos de él y no tenía por qué inmiscuirse. Siguió hablando tranquilamente con Mu y Saga, y de vez en cuando con los dos tortolitos. Sin emabargo, cuando decidieron que ya era de volver a casa, el italiano les quiso acompañar hasta donde se despidiesen, ya que todavía le quedaba un buen rato para reunirse con sus colegas. Y, esta vez, la conversación con Death Mask llegó en contra de su voluntad.

―¿Qué tal? ―le preguntó, radiante―. Eras… Dita, ¿verdad?

Afrodita ni le miró, pero asintió molesto. ¿Cómo que si «eras Dita»? Estaba claro que aquel italiano no tenía muchas luces, pero había algo en su macarrería que resultaba demasiado atrayente.

―Soy malo para los nombres ―continuó, y le cogió del brazo con descaro para alejarse un poco del grupo―. Quizá deberíamos repetir lo del sábado ―dijo, insinuante―, pero esta vez…

―Ni lo sueñes ―lo cortó.

―¿Por qué? ―sonrió, divertido, provocando que el sueco se sonrojase.

―Porque no tengo ningún tipo de interés en ti.

―Ah, ¿no? ―preguntó, haciéndose el confundido―. Habré malinterpretado tus morreos.

―Que me haya liado contigo el sábado no quiere decir que quiera volver a hacerlo ―respondió con orgullo, soltándose del agarre y recolocándose la manga.

―Qué pena. Bueno, está bien. Entonces no te molesto más ―dijo, y dejó al sueco atrás para volver con los amigos.

Afrodita lo miró con cara de pocos amigos. En ese momento no había nadie a quien odiase más que Angelo. ¿Cómo se atrevía a hablarle de esa manera y a darle la espalda? Si el italiano creía que con esas conseguiría que fuera detrás de él, estaba equivocado, muy equivocado.

***

La discoteca estaba llena de borrachos dando traspiés con cada beat, exactamente el tipo de ambiente que le gustaba a Aioria. Llevaba unas cuantas cervezas encima y otra en la mano. Sus pasos de baile daban un poco de pena, pero nadie le iba a quitar la sonrisa. Kanon y Angelo hablaban en la barra intentando entenderse entre todo el griterío.

―Así que haciéndose el difícil, ¿eh? ―preguntó el griego―. No pensé que Afrodita fuera tan duro de pelar ―rio―. Por fuera se le ve muy… ya sabes…

―Durillo, sí, pero ¿sabes? No hay nadie que me gane a hacerse el duro ―dijo con una sonrisa maliciosa, y volvió a centrarse en la cerveza.

Notas finales:

¡Muchas gracias por leer!


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