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Inevitable por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del capitulo:

¡¡¡Hola amantes del DouWata y del yaoi!!!

Sé que mi tardanza no tiene perdón, pero tengo que abogar en mi defensa aclarando que vengo de dos semanas de exámenes agotadores ( T__T ). Si tengo suerte, no deje materias.  Por el estrés y muchos factores más, mis musas no me ayudaban en nada, así que... ¡No fue todo culpa mía! ( >.< )

 

Sé que mis patéticas excusas tal vez no los convenzan de mucho, pero lo intenté. Es la pura verdad.

Otro cosa: No sé cuantos de los lectores habrán reparado en que mi Doumeki (si se le puede llamar así) tiene los ojos verdes. En el manga aparecen dorados, pero en el anime aparecen verde opaco. Y a mi me gusta Dou-kun con los ojos verdes ( ^^ ).

Pero si algún lector prefiere que me ciña a los detalles del manga, ya saben que para mí es un gusto poder complacerlos. Sólo es un detalle, pero podría ser importante.

Quiero ver...

<<[...]>> pensamientos de Dou.

<<[...]>> pensamientos de Wata.

Creo que eso era todo ( O.o? ).

Disclaimer: Los personajes pertenecen a las CLAMP.

Sin nada más que agregar...

¡Disfruten!

Capítulo 2

 

 

Algo no cuadraba. Algo no estaba bien.

¿Qué hacía falta? Porque algo faltaba, pero todavía no era posible darse cuenta de qué.

Extendió su brazo buscando el cuerpo que debería reposar junto al suyo. Sin embargo, su mano solo sintió la tela del futón vacío. Su pancita, ya bastante notable, se sentía algo pesada este día. La acarició con la yema de los dedos, saludando a las criaturas dentro de sí. Daba gracias a Dios que los despertares ya no eran tan duros, ya no se levantaba con malestares.

Arrugó la nariz y se restregó los ojos antes de abrirlos en su totalidad. La luz de la mañana no golpeó fuertemente su retina, por lo que dedujo que todavía era temprano y el sol aún no brillaba con su máximo esplendor.

Magnífico. No se había despertado tarde, a pesar de no contar con un despertador.

Aunque al escudriñar el techo del cuarto en el que estaba, se dio cuenta de que no se encontraba ni en su casa ni en casa de Doumeki.

<<¿Qué pasó ayer?>> se preguntó Watanuki mientras se erguía y quedaba sentado.

─Te desmayaste ─le respondió la persona que se encontraba sentada en el muro a su derecha. El moreno volteó a ver, reconociendo en un instante quién le hablaba.

<<Ahora recuerdo…>> prosiguió Watanuki en su conversación interna, sosteniéndose el rostro en las manos.

─¿Recuerdas haberte desmayado? ─dijo el morocho, mirando al otro con fijación. El moreno respingó y una alarma dentro de él comenzó a pillar. Abrió los ojos desmesuradamente, pero antes de pensar en cualquier ridiculez extraña deseó hacer una prueba en un intento de tantear terreno.

<<¿Puedes escucharme?>>

─Claro que puedo escucharte ─dijo Doumeki monocorde.

─¡¿Pero qué demonios…?! ─gritó el menor, retrocediendo con la agilidad y los movimientos de una araña hasta chocar contra el muro a la izquierda. Temblando, señaló al mayor al afirmar con terror absoluto─ Puedes escucharme…

─Si.

─¡Lo que pienso!

─Si.

─¡¿Cómo puedes estar tan calmado?! ─bramó aterrado, observando la serenidad pasmosa del contrario.

─No te alteres ─le ordenó Doumeki levantándose de su sitio, caminando para llegar hasta el moreno y sentándose frente a él.

<<Tiene razón>> meditó Watanuki luchando por relajarse a sí mismo y a sus hijos, acariciando su vientre y ralentizando los latidos de su corazón.

─Claro que tengo razón.

─Deja de hacer eso ─Watanuki frunció el entrecejo y lo miró mal.

─¿El qué?

─¡Deja de responder a lo que pienso, maldición! ─exclamó de nueva cuenta, apretando las mandíbulas al final.

─Entonces deja de pensar.

─¡No puedo!

─No te enojes ─recomendó el morocho otra vez, acercando su rostro depredadoramente al del moreno.

─No lo hago ─lo contradijo el menor, sin rechazar la cercanía que invadía su espacio personal pero tragando grueso─. No seas aprovechado, Doumeki… ─recriminó Watanuki cuando tuvo a milímetros de distancia los labios del susodicho.

─¿Yo? ─preguntó haciéndose el desentendido.

─¿Quién más, tarado? ─inquirió burlón, deteniendo al morocho al tomarlo por las mejillas.

─Apenas te resistes ─se defendió Doumeki.

─Las hormonas… ─se excusó Watanuki, buscando por su cuenta la boca de su pareja.

<<Si… Como no>> dijo mentalmente el mayor incrédulo.

─¡Te escuché! ─estalló el ojos-azules de sorpresa y alegría interrumpiendo el beso sin misericordia, dejando a alguien con las ganas. El menor se paró dejando al morocho en el suelo, demasiado agitado por el descubrimiento recién hecho─. ¡Yo también puedo escuchar lo que piensas! ─Doumeki ni siquiera contestó─. Es mucho mejor de lo que creí… ─susurró para sí.

─¿Por qué? ─quiso saber el morocho, tratando de reducir su repentino mal humor.

─Porque así no soy el único que pierde su privacidad ─puntualizó Watanuki inteligentemente─. No seré el único al que le violan la seguridad de sus pensamientos.

<<Igual voy violar otros aspectos de tu persona>> aseguró Doumeki, estableciendo contacto visual con el contrario. El menor, al no captar ningún movimiento de labios por parte del mayor y analizando lo pensado por el otro, su rostro se encendió en preciosas tonalidades de rojo.

─¡No pienses cosas pervertidas! ¡Es demasiado temprano!  ─regañó Watanuki avergonzando en extremo y casi protegiéndose con los brazos. Escuchó muy suavemente la risa interna de Doumeki─. ¡No te rías, es escalofriante!

─Vamos a desayunar ─dijo el más alto de los dos, olvidándose de tema sin muchos problemas.

<<Bien, pero ni una palabra de esto a Yuuko-san>>

<<¿Por qué?>>

<<Se deshará en risas y si estás buscando que no me altere…>>

<<Como tú digas>> respondió diligente.

<<Despreocupado… No seas condescendiente>>

<<No lo soy. Sólo no quiero que te preocupes por cosas que no valen la pena>> pidió el morocho, sujetando una de las manos del más bajo y mirándolo a los ojos.

<<Ya lo sé, lo que pasa es contigo es fácil enojarme>> se burló el moreno, jalándolo por la casa hasta llegar a la cocina.

A esa hora la tienda todavía se sumía en el silencio ya que sus habitantes continuaban dormidos, y eso el ojos-azules lo agradecía muchísimo.

─¿Qué vas a hacer? ─preguntó Doumeki en voz alta una vez llegaron al lugar.

─El desayuno. ¿No es eso lo que querías? ─espetó Watanuki observándolo con altanería, colocándose hábilmente el mandil y el pañuelo alrededor de la coronilla. El otro simplemente decidió que era mejor no intervenir, dejar a su moreno desenvolverse en su elemento y disfrutar de la vista que le era ofrecida. Le encantaba ver como su amado se movía de allá para acá, haciendo y deshaciendo, incluso gritándole a los pobres alimentos que no tenían la culpa de nada.

En menos de quince minutos la comida estaba lista y humeante. Para ser solo un desayuno, al estricto criterio de Doumeki, aquello era un manjar enorme. Cuando el menor sirvió los platos apartando cuidadosamente lo que le pertenecía a ellos y lo que iba destinado al paladar de su jefa, puso la mayor parte en el plato del morocho por lo que éste tuvo que intervenir:

─No. Sírvete más ─y empujó con sus palillos más de la mitad de la comida que le correspondía a él, al plato de Watanuki.

─No te preocupes ─le trató de calmar el moreno grandemente sorprendido─. Ya he comido un poco en lo que cocinaba.

─Tienes que comer más ─insistió Doumeki.

─¿Por qué?

─Ahora debes comer por tres ─le recordó el más alto. Con eso, Watanuki entró en shock momentáneo y un ligero dolor en su espalda se implantó. A sus hijos les encantaba hacerse notar.

─¡Tan dulce! ─lanzó Yuuko en una exclamación eufórica, brincando sobre uno de los jóvenes…─ ¡Dou-kun será un gran padre! ─…sobre el nombrado para ser precisos, y restregando su mejilla con la del otro cual gatita juguetona─. Está entregándote uno de sus mayores placeres ¿Qué más le puedes pedir, Watanuki?

─Fuera las garras ─exigió el último, temblando por contenerse y contando hasta mil.

─¡Ay, contigo! Eres imposible, querido ─se rio la bruja, empezando a buscar su desayuno─. A propósito, que tu comida también es mi placer… ¿Dónde has dejado la mía?

─Voy ─dijo el moreno resignándose a la excentricidad de su jefa como usualmente hacía. A punto de levantarse estaba, cuando una mano de piel canela lo detuvo.

<<¿Ahora qué?>>

<<Déjame ayudarte. Dime dónde están las cosas y yo las serviré>> pidió el poseedor de los ojos verde opaco.

El cerebro de Watanuki no pudo responder durante ciertas fracciones de segundo. No sólo se enteraba de que traería dos vidas al mundo, no sólo amanecía con una súbita y bizarra telepatía, sino que de la nada, su pareja se comportaba extrañamente solidario. ¡Era Doumeki, por todos los cielos! Se le quedó mirando boquiabierto. Con un dedo tembloroso, señaló la estufa donde había dejado las cacerolas con el alimento de la morena. El morocho asintió y se dispuso a servir.

─Niños, aún es muy temprano como para que empiecen con las miradas sucias. Espero que no hagan esas cosas en el colegio ─les sermoneó la adulta sin una pizca de seriedad.

A Watanuki le resbalaron los lentes por el puente de la nariz. Su jefa definitivamente no cambiaría nunca.

─Yuuko-san…

─¡No es que a mí me moleste! ─manifestó la dueña de la tienda levantando las manos frente a sí, mostrando inocencia─. A nuestro querido Doumeki le dije ayer que no tenían permiso para convertir mi casa en su nidito de amor…

<<¿Nuestro?>>  pensaron el aludido y el ojos-azules al mismo tiempo. Watanuki sonrió al ver que a su morocho tampoco le agrada mucho el mote.

─…de todas manera, ibas completamente dormido así que no creo que hubiera mucha acción ─el menor volvió a explotar en un furioso sonrojo.

─¡Yuuko-san! ─reclamó Watanuki.

─No te alteres querido, no es bueno para los bebés. Además, recuerda que tanto tu apetito sexual como Doumeki-kun son parte de tus antojos. No sé qué haremos con tu mal genio ─se lamentó la susodicha con una mano en su mejilla. Cuando Doumeki le sirvió la comida sus ojos rojos destellaron como rubíes─. ¡Que aproveche! ─y comenzó a degustar feliz de la vida.

─Creí que había dicho que no iba a molestarme más, Yuuko-san… ─el ojos-azules apenas y podía con el rojo de su cara.

─¡Si no lo hago! ─dijo Yuuko una vez hubo tragado─. Ahora ve a bañarte y después vete al colegio. ¡Ten un buen día!

─Voy, voy ─respondió el menor de los presentes, parándose y saliendo de la cocina para dirigirse al baño. El mayor de los jóvenes se quedó recogiendo los platos y se puso a fregarlos. Los rubíes de la morena observaron al muchacho y mientras seguía comiendo, le dijo:

─Tú también puedes bañarte aquí, Doumeki-kun.

─Gracias ─respondió el otro, cerrando el grifo y sacudiéndose las manos.

─Aunque mi bañera es algo pequeña, así que no podrán hacerlo juntos ─hizo notar la morena, picando otro bocado de su plato─. Mis disculpas.

─No se preocupe ─expresó el joven, aún de espaldas a su anfitriona.

─Todavía es temprano. Podrán hacerlo por separado ─el silencio inundó la estancia unos segundos, hasta que la voz de la bruja continuó─.  No tengas pena de pedirme algo, Doumeki-kun. Al fin y al cabo, recuerda que eres mi yerno.

─Es un halago que usted confíe en mi ─articuló el morocho, con un pequeño esfuerzo.

─Eres al único al que le confiaría la seguridad de Watanuki.

─Es usted muy celosa ─la morena soltó una risita antes de seguir:

─Eres el primero en decírmelo. Me refresca tu sinceridad ─saboreó otro mordisco─. ¿Desde cuándo pueden hablar por telepatía?

─Desde hoy en la mañana ─explicó Doumeki sin desconcierto. Sin necesidad de hablar, él no dudó nunca que ella terminaría por darse cuenta.

─Watanuki te pidió que no me dijeras ¿no es cierto?

─Si.

─Y sin embargo, me lo dijiste.

─Usted también lo quiere y vela por su seguridad. ¿Por qué habría de ocultárselo? ─declaró el muchacho con su característico aplomo y mirando a Yuuko esta vez, quién le devolvió la mirada sorprendida. La morena relajó sus facciones, sintiéndose comprendida y a gusto con su silencioso invitado. Antes de llevar un nuevo bocado a su boca, le dijo:

─Yo siempre supe que había escogido al mejor…

 

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─¿Dos? ─preguntó Himawari con una sonrisa inmensa─. ¿En serio?

─Si… ─aseguró Watanuki, bastante ruborizado, rascándose la nuca─. Son dos.

─¡Qué felicidad! ¡No puedo creer que vayan a tener gemelos! ─lo felicitó la chica. Por esta vez, estaban teniendo el almuerzo solos. Doumeki no había llegado a almorzar con ellos; se lo había notificado al moreno justo cuando se encontraron en medio de las clases. Le recordó que debía conservar la calma y no alterarse, a lo que el menor respondió con un “Ya lo sé, pesado” y un bufido─. Dime, dime. ¿Serán dos niñas, dos niños…?

─No sabemos ─atajó el ojos-azules con una risita muy nerviosa.

─¡Sería genial que tuvieran dos niñas! ¡O mejor, una niña y un niño! ─decía la de las coletas, con las manos juntas de la emoción y con la imaginación volando─. O… Imagínate dos niños, de piel blanca como la tuya y uno con los ojos azules y el otro con los ojos verdes… ¡Qué ternura! ─chilló Himawari con afán.

─Pues… No me había puesto a pensar en eso… ─murmuró Watanuki, sintiéndose más nervioso.

─Tranquilo, no era mi intención presionarte ni nada por el estilo ─aclaró la muchacha apoyando su mano en una de las del moreno cuando observó su semblante. El joven detuvo rápidamente un salto que estuvo a punto de pegar cuando Himawari le tocó. Por curiosidad, miró la unión de sus manos y observó su extremidad rodeada por un velo blanco, que lo protegía del aura que cargaba la chica consigo. Aparentemente, hasta sus niños buscaban cuidarlo─. Sólo quiero que sepas que estoy aquí contigo ─confirmó con voz suave.

─Gracias, Himawari-chan ─correspondió el muchacho con una sonrisa y para no permanecer en un ambiente tan grueso, preguntó animado─ Pareces muy entusiasta con todo. ¿Te gustan los niños?

─¡Me encantan! ─asintió la joven con ojos brillantes─. Y a ti Watanuki-kun ¿Qué te gustaría tener?

─¿Te refieres al sexo?

─Si.

─No sé… ─el mencionado volvió a llevarse la mano a la nuca─. Supongo que realmente no quiero predecir nada.

─¿Y Doumeki-kun? ─a Watanuki se le fue el alma y una gran interrogante surgió en su mente.

─Déjame pensar ─el morocho no le había demostrado tener preferencias, pero suponía que debía de preferir alguno… ¿Qué sería?

<<Niña>> escuchó el menor aquella voz profunda que pertenecía al dueño de sus pensamientos, literalmente. <<Me gustaría una niña>>

<<¿Por qué?>> inquirió el otro padre, bastante intrigado. Ahí iban de vuelta con ese extraño medio de comunicación.

<<No lo sé. Sólo sé que quiero una>>

<<¿Dónde estás?>> preguntó el ojos-azules mirando hacia los lados, impresionado por lo intenso y casi palpable de la conexión a pesar de que estaban separados por mucha distancia.

<<En el club. ¿Y tú?>>

<<Detrás del edificio de siempre>>

<<Hmp…>>

<<¡No me pujes! ¡Es más irritante cuando lo escucho en mi mente!>>

<<Grita si estás en problemas>>

<<Ten por seguro que lo haré>> finiquitó el ojos-azules.

─¡…nuki-kun! ¡Watanuki-kun! ─llamó Himawari una vez más al otro, interrumpiendo su conversación mental.

─¿Qué sucede? ─preguntó desconcertado.

La charla prosiguió con la naturalidad de siempre.

Al proseguir con las clases la sensación persistió. Estaba en medio del aula, casi muerto de aburrimiento y le escuchaba pensar. De vez en cuando le respondía. Imaginaba que muchos de sus pensamientos también iban a parar a la mente del morocho. No se mandaban todos los pensamientos y no se oían siempre. La comunicación podría catalogarse como intermitente. No se habían encontrado en lo que iba del día, curiosamente. Pese a que intentaba mantenerse centrado en lo que correspondía, el moreno percibía un sentimiento semejante a tener a Doumeki cerca y no tenía la menor idea a qué podía deberse. Como si estuviera con él. Esa impresión lo desconcentraba.

No era normal.

¿Serían los niños?

<<Concéntrate>>

<<¡Hey! No me he enojado en todo el día, no me regañes>> se justificó Watanuki. <<¿Ahora dónde estás?>>

<<En clase de gimnasia>>

<<Lástima que no estoy ahí para bajarte los humos>>

<<Aunque estuvieras, no te permitiría hacer esfuerzos>> combatió Doumeki con maestría. <<Probablemente sean ellos>>

<<¿Hm?>>

<<A tu primera pregunta>>

<<Ah, claro… ¿Pero por qué?>> preguntó el menor, más a sí mismo que al otro, tocando distraídamente la zona donde estaban sus hijos.

<<Yuuko-san ya sabe>> avisó el mayor recordando de repente, parado en la portería, atento para atajar un disparo.

<<¡¡¡¿Qué QUÉ?!!!>>

<<No… grites en mi cabeza. Se escucha más fuerte>> se quejó el más alto, sosteniéndose físicamente un oído.

<<¡Ni siquiera lo siento! ¿Cómo se dio cuenta?>>

<<Es ella>>

El ojos-azules tardó unos segundos en responder. <<Inteligente respuesta>>

<<¿Eso fue un halago?>>

<<¡Claro que no!>>

<<¿Ya se te quitó el dolor de espalda?>>

<<¿Cómo lo sabes?>>

<<Has estado pensando mucho en eso durante el día>>

<<Ahora que preguntas… No>> comprobó Watanuki, llevando su mano a la zona baja de su espalda. <<Me dio hambre>> aclaró oyendo a su estómago rugir.

<<Cómete mi almuerzo>> dijo Doumeki, sintiendo una ligera punzada de dolor por no haber degustado su comida.

<<Ya me lo comí>> El morocho guardó unos minutos de silencio por su almuerzo. <<Creo que compraré algo al salir>> continuó pensando feliz el ojos-azules, al ver que el otro no se dignaba a decir nada.

<<¿Saldrás temprano?>>respingó el mayor mentalmente.

<<Ajá. Quiero comer algo dulce así que pasaré por una pastelería>> dijo Watanuki casi en medio de un ensueño, recordando un buen sitio donde conseguir su antojo.

<<Espérame>> pidió Doumeki en un tono de voz suplicante. El morenito se alarmó.

<<¿Por qué?>>

<<Tengo que ir al club. Espérame>>

<< ¿Sucede algo?>>

Parado aún en la portería, el corazón de Doumeki se agitó violentamente en lo más hondo de su pecho, haciendo que cada latido retumbara en sus oídos. La concentración que le había dedicado al partido hasta ese momento, murió. El interrogado no sabía como explicar el sentimiento de preocupación que se había instalado en su pecho tan de repente. Sin embargo, sabía que Watanuki era difícil de convencer. Mucho más si el argumento no era capaz de combatir correctamente el hambre que provocaban los antojos del susodicho. ¿Qué alternativa le quedaba?

<<Apresúrate>>

<<¿A qué te refieres?>>

<<Sólo… apresúrate>> ordenó Doumeki una última vez.

<<Está bien, pero no me mangonees>> contestó Watanuki en son de broma tratando de buscar las razones de la súbita tensión en la voz mental de su pareja. El morocho ya no le respondió. El menor no quería preocuparse, no quería tener más estrés del debido, pero no quería que su morocho quedara tan intranquilo. Y todavía peor, ¡dejaba a Watanuki intranquilo!

Cortando con brutalidad sus ansiedades, el sonido estridente del timbre de salida anunció el fin de la clase. Levantó con apresuramiento sus cosas y salió del aula. Al caminar por los pasillos trató de divisar a Himawari, para que así pudieran irse juntos pero sus esfuerzos fueron vanos ya que no la encontró. No pudo dedicar mayor tiempo en su búsqueda debido a las quejas insistentes de su tripita.

<<Ya voy, ya voy…>> intentó calmar a sus hijos, acariciando disimuladamente su vientre. Salió del edificio y al estar a punto de salir del colegio, se le ocurrió la posibilidad de esperar a Doumeki, como éste se lo había pedido, pero su estómago reiteró su demanda rugiendo fuertemente. ¡Quería dulces y los quería ahora! Sus ojos azules volvieron a ver hacia atrás una vez más, recordando las veces en las que el mayor se había mostrado preocupado. Recordó que eran muy pocas las veces en las que su querido idiota se había equivocado, pero como él no tenía que lidiar con las exigencias de sus hijos, terminó ignorando la segunda llamada de alerta y emprendió su camino hacia la dichosa pastelería para después llegar a la tienda de su jefa.

Parecía que una fuerza invisible lo arrastraba inevitablemente hacia allí.

Para quedar con la conciencia un poco limpia, empleó un paso más rápido que el usual. Pero para no pensar que le estaba haciendo caso a Doumeki, se convenció a sí mismo de que lo hacía porque (a su etapa del embarazo) era bueno tomar caminatas.

 

Mal día el que había escogido el morocho para asistir al club.

 

Watanuki ya iba acercándose a su objetivo cuando las malas vibras hicieron aparición.

Se detuvo en seco, mirando hacia ambos lados de la calle que transitaba. No había nada extraño en apariencia. Reanudó su caminar hasta que llegó a la pastelería.

Compró lo que se le antojó, olvidándose por un instante de que algo -que no debía estar allí- lo estaba siguiendo. Salió del pequeño establecimiento pegándole una gran mordida al primer pastelillo, observando la calle otra vez cuando la sensación reapareció.

<<Tranquilízate>> se ordenó. <<Se te está pegando la esquizofrenia del idiota>>

Reemprendió su trayecto, tomando rumbo esta vez a casa de Yuuko.

La mala vibra no desapareció. Por el contrario, se intensificó e hizo que Watanuki comenzara a sudar frío. Estaba seguro de que algo se encontraba a sus espaldas. Sus ojos azules se negaron a ver hacia atrás.

Aceleró el paso y fue capaz de percibir que la presencia que rondaba por sus talones también lo hizo. Guardando con suavidad su compra en el maletín y tomando una gran bocanada de aire, se dio la vuelta e hizo frente a lo que sea que lo estuviera acechando.

Su vista contempló un ser etéreo, o quizás su consistencia no era muy clara ya que tenía un cierto aire al humo atrapado en una figura deforme, se podía comparar a la gelatina por momentos y lo que juraría que era el rostro, compartía similitudes con un cráneo humano. Parecía desvanecerse continuamente en halos de niebla que olían a muerte y podredumbre. Movía la boca (o lo que sea que fuera) tratando de articular algo, pero lo único que lograba era masticar las palabras. Era espantoso.

Sin perder el tiempo, echó a correr con toda la velocidad de la que sus piernas eran capaces.

 

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Algunos miembros del club estaban guardando sus cosas en los casilleros o cambiándose de ropa, tratando como siempre de sacarle a Doumeki más de tres palabras juntas. La mayoría le tenía aprecio a su silencioso compañero, alguno le tenía envidia y todos le admiraban. No había uno que no intentara hacerse su amigo. 

No obstante, todos los intentos eran inútiles. Si el morocho, cuando andaba de buen humor apenas les contestaba, ahora que estaba inquieto y angustiado ni siquiera les volteaba a ver.

El peso en su pecho no había aminorado en ningún momento y Watanuki no había llegado, lo que quería decir que se había ido sólo. Kunogi le había dicho que tenía clases de piano. Es decir, el grandísimo inconsciente se había ido sólo.

Sin compañía.

Sin él.

Los nervios de Doumeki estaban al borde del colapso y no era para menos. Lo más impresionante de la situación eran las facciones del joven que no reflejaban la más mínima turbación. Pero sólo hablamos de la gesticulación del rostro: sus manos sudaban, temblaron un poco al tirar la última flecha del entrenamiento y ni hablar del movimiento ansioso de su pie izquierdo.

─¿Estás bien, compañero? ─le preguntó amablemente un muchacho a Doumeki, al notarlo tan intranquilo. El morocho no recordó su nombre; solo sabía que era otro miembro del club.

─Si ─contestó escuetamente, agradeciendo internamente que no le hubiese tocado el hombro o hubiera pegado un bote.

─Si tú lo dices… Si necesitas algo, avísame ─ofreció el chico, tomando su mochila.

─Gracias ─dijo nuestro querido exorcista, haciendo nota mental de acordarse del rostro y del ofrecimiento de este joven.

─Cuando quieras ─aseguró de nueva cuenta el otro, levantando su pulgar. Salió por las puertas del edificio y caminó al estacionamiento.

<<Tiene auto>> dedujo Doumeki.

Acabó de recoger sus cosas, de ordenar los últimos instrumentos y después de dejar todo bajo llave, agarró su maletín y salió del club.

Apuró el paso y tomó el camino del estacionamiento, la salida estaba más próxima.

Caminando estaba cuando una imagen escalofriante cruzó por su vista.

Lo repentino de la aparición sólo le hizo pensar en que era Watanuki quien contemplaba esa abominación.

Se paró en medio del asfalto, con la mente en blanco y sin un plan de acción.

Gracias a Dios solo fue cuestión de fracciones de segundo, porque pronto los engranajes de su ingenio comenzaron a funcionar veloces.

Buscó ávidamente al joven que le había ofrecido su ayuda y lo halló charlando con otra muchacha, probablemente su novia por la cercanía entre los dos.

Y como bien había deducido, el chico tenía auto.

Un precioso auto último modelo.

El pensamiento estuvo a punto de lograr que sonriera.

Ricos desgraciados.

Avanzó hasta él con grandes zancadas e interrumpiendo abruptamente la conversación ajena, “preguntó” en tono que no admitía réplicas:

─Préstame tu auto.

─Eh… ─balbuceó el muchacho, sin estar seguro de cómo reaccionar. Pero ya fuera por el agobio que mostraba la mirada de Doumeki o porque parecía que le pegaría si decía que no, el chico simplemente le tendió las llaves. Los ojos del morocho casi brillaron cuando sujetó las llaves. Al ubicarse en el asiento del piloto, miró a su compañero de club y ordenó─ No te muevas de aquí.

Y sin esperar una respuesta, Doumeki arrancó.

Apenas llevaba unos segundos corriendo en la carretera, cuando una voz que no era la suya, en su mente gritó:

<<¡AYUDA!>>

Recordando la previa conversación que tuvo con su moreno en la tarde, el morocho pisó a fondo el acelerador.

Watanuki estaba en problemas.

 

Notas finales:

¿Gustó? ¿No gustó?

Espero que sí... ( ^^U )

¿Quieren conti? ¿No quieren conti?

¡Todo está al alcance de un review! ( *L* )

¡Hasta pronto!


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