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Inevitable por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del capitulo:

¡¡¡Hola amantes del yaoi y del DouWata!!!

Perdonen la tardanza [reverencias]

Aquí está el nuevo capítulo, espero que lo disfruten.

Me costó mucho hacerlo, mis bloqueos no son cosa fácil de manejar ( TT__TT ), pero a pesar de todo estoy feliz ya que no dejé ningún examen final [orgullosa de si misma]. Espero tener más tiempo para escribir, ése es mi sueño.

Sin nada más que agregar...

Disclaimer: Los personajes pertenecen a las CLAMP.

¡Disfruten!

Capítulo 3

 

 

Corría en medio de la gente.

Apenas y tuvo la delicadeza de pedir disculpas cuando chocó hombros con alguien, aunque sin poder voltear atrás.

Se aseguró de no tropezar directamente con algún individuo porque no quería tener una caída por nada del mundo.

El espíritu seguía detrás suyo, sin importar los desvíos que Watanuki tomara.

Atravesaba a las otras personas sin el menor contratiempo, dejándoles un velo negro de cuerpo entero que no presagiaba nada agradable.

El moreno no iba a permitir que esa cosa lo alcanzara. No podía.

Le había gritado a Doumeki por ayuda, pero se le ocurrió un instante después que el haberlo hecho no tenía sentido: ¿Cómo iba el morocho a saber en qué lugar se encontraba? Hasta el mismo Watanuki se había desorientado un poco en medio de su carrera.

¿Dónde estaba en estos momentos? ¿Por qué calle corría?

Trazó un mapa mental lo mejor que pudo, pero el miedo y la congoja de que ese ser lo alcanzara pudo más.

Se le ofuscaba la lógica, sólo buscaba huir.

<<¡Has un esfuerzo, Watanuki!>> se dio ánimos a sí el moreno, que volvió a intentarlo. ¿Qué tan lejos estaba la casa de Yuuko-san a partir de su ubicación actual?

Si llegaba a la tienda de la bruja estaría a salvo, si tocaba la cerca de esa tienda estaría a salvo. Él y sus hijos.

Calculó que no se encontraba tan lejos, aún tenía oportunidades de llegar.

Redobló la velocidad de su corrida, pensando en cada metro que se acortaba y que le permitía llegar a su destino.

Logró entrar en unas calles casi vacías, menos llenas de gente.

Divisó una intersección de cuatro caminos y corriendo hacia ella estaba cuando el espíritu se le atravesó, justo en frente.

Derrapó sobre la calle, frenando justo a tiempo y a una distancia muy corta del espectro infame.

Desde su lugar, agarró impulso para precipitarse en la dirección opuesta porque el ser no vaciló en volver a la carga.

En su agitación no retrocedió en su recorrido sino que cogió un nuevo trayecto sin darse cuenta.

Watanuki, observando que el espíritu seguía a sus espaldas pero procurando mantenerlo a una distancia un poco larga, no notó que sus piernas lo llevaron a un callejón sin salida.

Se dio cuenta cuando estuvo a punto de chocar contra la pared.

Miró el muro altísimo con desesperación creciente e hizo que sus ojos azules miraran hacia atrás, encarando a su perseguidor.

Tenía la respiración entrecortada y las uñas encajándose en la palma de sus manos.

Justo en el comienzo del pasillo estaba el espectro, suspendido en el aire fantasmalmente y con aire de cazador.

El espíritu se relamió lo que pudieron haber sido los labios, emanando gula y avidez por devorar a la presa que tenía enfrente.

<<¡Mierda!>> insultó el moreno en su pensamiento. ¿Y ahora?

 

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Maldecía una y mil veces todas las calles que no tenían espacio para que un auto pasara.

<<¡Mierda!>> maldijo Doumeki en su pensamiento cuando tuvo que aparcar el carro en la orilla de la acera con una maestría que no sabía que tenía.

Saltó del auto y corrió en medio de las avenidas que lo llevaban hasta donde Watanuki debía estar.

El morocho no se puso a pensar como sabía dónde estaba su pareja.

Ésa era una de las nimiedades a las que no le podía dedicar atención en esos momentos.

Lo único que sabía es que algo semejante al instinto animal guiaban sus pies hasta el menor.

Algo tendría que ver con la dichosa telepatía.

Tendría que ver con sus hijos también.

Al pensar en los tres, apresuró el paso con todas sus fuerzas.

Una especie de rastro se marcaba sobre las calles; una marca larga, negruzca y parecida a la neblina indicaba la vía que debía seguir.

Corría tan rápido que el aire, que llegaba a sus pulmones a través de su boca entreabierta por el esfuerzo, lastimaba su garganta.

El viento silbaba en sus oídos y las suelas de sus zapatos quemaban por la fricción que provocaba su velocidad.

No recordaba haber corrido así de rápido alguna vez.

Tomó distintos cruces, repetidas veces. Incluso volvió sobre sus pasos en un momento inesperado.

Al instante en que dio una determinada vuelta y se introdujo en lo que parecía un pasillo de grandes muros, observó a un ser (no encontró palabras para definirlo) que le daba la espalda, hecho de la misma neblina que lo había guiado hasta allí.

Antes de que el espíritu le diera a Doumeki tiempo para reaccionar (mejor dicho, antes de que Doumeki lograra volver a conectar su cerebro con los pies), el ser se lanzó fugazmente hacia Watanuki.

Él advirtió en los ojos azules que lo miraron con desesperación y como el dueño de los mismos se cubrió con los brazos en un intento de protegerse.

Los labios del morocho se separaron para dar un grito que murió antes de salir por su garganta.

Cuando el ser estaba a un metro exacto de alcanzar a Watanuki… se detuvo.

Más bien, algo lo obligó a detenerse.

El espectro, espantado al no poder llevar a cabo su cometido, arremetió con mayor potencia a la barrera de su presa.

No consiguió tocar a Watanuki.

Una esfera formada de la misma energía que emitían los bebés de ambos jóvenes rodeaba al ojos-azules.

Un aura pura, luminosa y poseedora de dos colores: blanco y dorado.

El espíritu, muy torpemente, embestía la burbuja sin éxito alguno, desconocedor del arma que se preparaba a sus espaldas.

El morocho había alzado los brazos y los había colocado en la misma posición que cuando entrenaba el tiro con el arco.

Entrecerró sus irises apuntando con una precisión tan furiosa y a la vez tan exacta que sus manos ni siquiera temblaban, tensó la cuerda espiritual, dejó que toda su ira y frustración se acumularan en ese ataque y finalmente disparó.

La saeta de luz perforó al ser en su núcleo desfragmentándolo con violencia, causándole aparentemente un gran dolor ya que previo a desvanecerse, lanzó un chillido amorfo y seco.

Una voluta de humo quedó de él, que fue rápidamente arrastrada por el viento.

El aire regresó de golpe a los pulmones de Watanuki, que cayó de rodillas al suelo inmediatamente se vio liberado de la amenazante presencia.

Doumeki corrió hasta él y atravesó limpiamente la protección del moreno.

El morocho levantó al otro de las ropas para igualar alturas y teniéndolo cerca, lo examinó de un veloz pero eficaz vistazo.

Lo tomó sorpresivamente del rostro, tocó sus mejillas, palpó sus hombros, acarició sus brazos y por último, las manos del más alto se posaron donde estaban sus hijos.

Justo como Doumeki esperaba, los halos de luz acostumbrados se enredaron en sus brazos, llenando el pecho del padre de calidez y seguridad.

Watanuki, que había dejado pasar la revisión en completo silencio, sonrió tenuemente al ver la expresión de alivio en la cara de su pareja.

El moreno quiso decir algo, incluso abrió los labios para hacerlo, pero todo intento de comunicación fue cortado cuando el mayor lo envolvió con sus brazos.

Lo sujetó con sorprendente fuerza, al punto que al menor le tomó trabajo respirar.

El ojos-azules devolvió el abrazo, acomodándose en su refugio, acariciando la espalda del contrario y susurrando:

─Tranquilo, estamos bien… ─sin embargo, el agarre de la unión no se suavizaba.

Watanuki suspiró y siguió murmurando palabras dulces al oído de Doumeki, porque sentía las manos del mismo apretar firmemente sus ropas al tiempo que temblaban sin control.

<<Están bien… >> repitió el morocho mentalmente, seguramente sin ninguna intención de que el más bajo escuchara, pero debido a que no era muy dueño de sí mismo en esos momentos no pudo regular los niveles de privacidad.

<<Estamos bien y gracias a ti>>

<<Hmp…>>

<<Aunque mis hijos muy bien pudieron encargarse del asunto ellos solos…>> bromeó el moreno riendo en su pensamiento.

<<Me preocupé… mucho>> Watanuki contuvo completamente todos los accesos de risa que lo atacaron. No es que quisiera burlarse de Doumeki, sino que era tan impresionante oír lo diferente que era la voz del morocho en la telepatía que le costaba disimular su asombro. Sonaba tan angustiado. No obstante, sonrió apaciblemente y en voz alta expresó:

─Pues ya no lo hagas, tus niños estarán conmigo ─acto seguido, el abrazo se aflojó hasta el punto de que ambos se miraron cara a cara. Y el rostro del exorcista era un poema.

<<Podría hacerte el amor justo aquí y justo ahora>> dejó escapar Doumeki muy espontáneamente y sin la más mínima vergüenza.

─¡No lo digas así, idiota! ─exclamó Watanuki dejándole ir un coscorrón digno de ser recordado.

<<Siempre tan ocurrente>> pensó. Un chichón apareció prontamente entre los oscuros cabellos del más alto.

─Ow… ¿Prefieres que lo diga en voz alta? ─preguntó el mayor con voz exteriormente serena a un moreno que echaba llamas por los ojos, sobándose disimuladamente.

─¡Claro que no, sería peor! ¡¿Qué acaso no tienes sentido de decencia?! ─inquirió el menor tomando al otro por la camisa y zarandeándolo con toda su fuerza.

─Quizás no ─respondió con tranquilidad alarmante pero honesta.

─No, no lo tienes por lo que veo, cabeza de melón… ─se resignó el ojos-azules, sosteniendo su frente y soltando un suspiro.

─Hmp… ─pronunció Doumeki, con una sonrisa milimétrica.

─¿Cómo me encontraste? ─quiso saber el menor percatándose de que el ambiente estaba más relajado.

─Por ellos ─contestó el interrogado, tocando el vientre del interrogador con uno de sus dedos─. Y por el rastro del fantasma.

─¿Era un fantasma? ─se preguntó Watanuki, afianzando el maletín que por poco deja olvidado con una mano y tomando la mano de su pareja con la otra, comenzando a caminar para irse de allí.

La noche empezaba a caer.

─No lo sé, pensé que tú sabrías.

─No tengo ni idea… ─dijo el moreno pensativo de repente─. Tal vez Yuuko-san sepa…

─Ni lo pienses ─atajó el morocho aprisa.

─¿Por qué? Tengo que asistir al trabajo, no quiero ni imaginar siquiera lo que tratará de hacerme después si no voy.

─Llámale más tarde, hoy te vienes conmigo ─declaró Doumeki secamente.

─¡Pero-!

<<Es mi última palabra>> cortó el morocho, no queriendo escuchar réplicas de ningún tipo. El ojos-azules negó con la cabeza, desconsolado.

<<Te dejaré ganar esta vez>>

<<¿No es así siempre?>>

─¡Por supuesto que no! ─rugió Watanuki atacando los oídos del más alto.

─No te alteres.

─Ya sé, ya sé… ─respiró hondo y se tranquilizó─. Pero te voy a dejar algo bien claro ─manifestó el más bajo con voz de ultratumba─, si Yuuko-san llega a vengarse de mi o a molestarme de alguna manera… Te mato ─Doumeki no respondió. El silencio otorga, dicen por ahí─. ¿Cómo llegaste aquí? ─antes de contestar, el mayor se fijó en que su moreno buscaba su mirada así que volteó a verle.

─Conduje ─dijo lacónico.

─¿De dónde sacaste el auto?

─Un… ─Doumeki buscó la palabra adecuada─ compañero me lo prestó.

─¿Puedes conducir?

─No lo había hecho hasta hoy ─el paso del menor se detuvo instantáneamente ocasionando que sus manos se separaran.

Watanuki miró al otro con sus grandes ojos azules, muy abiertos y asustados.

─¿N-No puedes conducir? ─inquirió el moreno con la voz temblorosa (que podría deberse a la ira) y su mano libre comenzó a cerrarse en un puño.

─No lo había hecho hasta hoy ─repitió el morocho completamente estoico, atento a los gestos de Watanuki.

─Y aún así… ¿Te arriesgaste?

─Si.

─¡¿Cómo pudiste?! ─bramó Watanuki aventándose contra Doumeki, asestándole un golpe férreo en uno de los brazos que el morocho ocupó en defensa─. ¡¿Cómo se te cruzó por la cabeza?! ─le dijo tomándolo por el cuello de la prenda y acercándolo a su rostro─. ¡¿Acaso estás loco?! ¡¿Estabas tratando de morir?!

─Estabas en peligro ─expresó Doumeki, diciendo todo con tres palabras, una mirada profunda y acariciando una mejilla de su amado. Vio los mares azules del otro empañarse ligeramente.

─Eres el estúpido más grande que conozco ─le insultó el menor liberando un risita que era a un tiempo mezcla de miedo y alegría. Ahora fue el turno de Watanuki para abrazar al exorcista y esconder el rostro en su cuello─. Pudiste haberte matado, lo sabes… ¿verdad?

─No moriré hasta ver a nuestros hijos ─le aseguró el más alto, rodeando al contrario.

─¡Ni después de eso! ─le regañó el moreno apretujándolo más fuerte─. ¿Qué haría yo sin ti?

Complaciendo por una vez a su ego, el morocho no pensó ni dijo nada.

Doumeki agradeció a Dios que Watanuki no pudiera ver su semblante de sorpresa en ese instante. Esperaba que sus mejillas no estuvieran sonrojadas o sería el colmo.

En silencio retomaron el trajinar y cuando al más bajo le volvió a ganar la curiosidad, continuó interrogando:

─¿Dónde has dejado el auto?

─Por allí ─contestó el más alto, señalando un dirección.

─¿Y cómo lo vas a devolver? ─transcurrieron muchos minutos de mutismo por parte del otro, que se vio obligado a decir.

─No lo sé, supongo que debo volver a intentar-

─Ni se te ocurra ─le interrumpió el menor ágilmente.

─¿Qué más quieres que haga?

─¡No lo sé, pero hasta que no sepas conducir de verdad no te volverás a subir a un auto! ─le espetó el ojos-azules con un venita en su frente.

─Prometí que lo devolvería ─comentó el segundo, una vez se fueron acercando a la acera donde se encontraba el vehículo.

En lugar de responder, Watanuki reparó en el carro y lo observó detenidamente sin notar un rasguño.

─No entiendo como hiciste… ─murmuró asombrado, mientras se acercaba al auto.

─Fue la adrenalina ─se defendió Doumeki.

─Tú dices eso pero… Increíble… ─prosiguió el moreno, admirado─. Entonces…

─¿Qué?

─¿Cuál es el plan?

 

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Watanuki estaba sacudiendo su cabello con una toalla cuando Yuuko llamó a casa de Doumeki. En un principio, el moreno vaciló en contestar pero luego decidió tomar la llamada, poniendo el grito en el cielo cuando escuchó la voz de la bruja.

─¡¡¡Yuuko-san!!!

─¡Querido, estoy aquí en el teléfono! No grites… ─se quejó Yuuko sosteniendo el artefacto lejos de su lastimado nervio auditivo.

─Lo siento, pero ¿Para qué llamaba, Yuuko-san?

─¡¿Cómo que “para qué”?! ─se indignó la morena gritando ella esta vez─. ¡No viniste a trabajar!

─¿Quiere que le explique lo que pasó? ─preguntó el empleado un tanto nervioso.

─¡Eso ya lo sé! ─Watanuki se fue para atrás─. ¡Lo que quiero saber es por qué no apareciste después de lo que pasó!

─Es que… ─las mejillas del joven se tiñeron de rosa─. Es… sólo que…

Escuchando el balbuceo tan tierno de Watanuki, la jefa sonrió al otro lado de la línea imaginando como habría sido la situación.

Su querido yerno (y muy querido) había meditado seriamente las cosas. Confiaba en que el moreno ya se encontraba fuera de peligro y así seguiría siendo ya que sus hijos estarían con él para protegerlo. Creía plenamente en esa información, pero para asegurarse le dijo al ojos-azules que lo acompañaría hasta el templo. Y así hizo.

Watanuki se había molestado claro está, porque dijo que se encontraría perfectamente a salvo. No había nada que temer, sus exactas palabras.

Sin embargo, Doumeki era naturalmente sobreprotector -últimamente sobre todo- y sin articular palabra e ignorando olímpicamente al otro, lo tomó del brazo y lo llevó hasta el templo. Lo dejó ahí, le ordenó que se relajara, que preparara la cena y que si quería, que tomara un baño. Podía disponer libremente de su ropa. Para su desgraciada suerte e inexplicablemente, Watanuki lo hizo todo.

Así que, aquí estaba. Saliendo del baño, cambiado, fresco y hablando con Yuuko-san… ¡Ta-dán~!

─¿Dou-kun aún no ha vuelto? ─preguntó la mujer a sabiendas de la respuesta.

─No, y me preocupa.

─Fue a ocuparse del auto.

─¿Llamando al compañero? ─sugirió el empleado.

─Conduciendo él mismo. Seguramente te dejó en casa para que no te asustaras ─soltó la jefa muy tranquilamente preparando pacientemente su pipa, sin saber que el alma de Watanuki había abandonado su cuerpo.

─Grandísimo tarado… Me las pagara cuando regrese… ─sentenció el ojos-azules con un puño en alto.

─¡Qué humor tan gruñón el que andas! Deja eso para más tarde que no es bueno para los bebés ─rió la ojiroja─. Aunque, el que estés solo me ayuda… Quiero hablarte de algo más importante.

─Dígame.

─Ese espíritu que encontraste hoy no era muy común ─comenzó a relatar Yuuko, fumando de su pipa─. Este tipo de espíritu es muy serio y contundente en sus manifestaciones. Si lograron hacer que desapareciera fue porque ambos estuvieron en lo correcto al deducir que la protección que posees se debe a sus hijos.

─¿Quiere decir…?

─Que yo tenía razón: sus hijos tienen los poderes de los dos ─corroboró la bruja─. Fueron capaces de sentir, al igual que tú, la presencia de ese ser y al mismo tiempo, son capaces de alejar y mantener a raya a los espíritus que quieran hacerte daño. ¿Entiendes a lo que me refiero?

─Desde que lo mencionó aquella noche ─dijo Watanuki recordando y acariciando su vientre abultadito.

─Tendrás que ir con los ojos muy abiertos de ahora en adelante. Confío en que la protección que prodigan tus hijos es incluso más fuerte que la de Doumeki-kun, pero no está de más ser precavidos.

─¿Más fuerte? ─respingó el moreno impresionado.

─Mucho más fuerte ─afirmó la morena dejando salir una nube de humo─. El poder de Doumeki-kun seguramente ha menguado un poco desde que era niño. Un niño es un ser puro e inocente que todavía conserva un alma limpia y sin corrupción. ¿Nunca te has preguntado por qué los bebés miran fijamente a la nada, Watanuki?

─Si, ahora que lo menciona. Pero cuando yo he tratado de ver lo que ellos ven…

─Has visto un espíritu ¿cierto?

─Si.

─¿Y los has visto cuando intentan coger algo en el aire?

─Si, pero lo que parecen querer sujetar son estelas o rastros de energía, aura, chakra o no sé…

─Las personas a medida crecen y maduran se vuelven más “realistas” en su percepción del mundo, que a menudo es equivocada ─se permitió un espacio para fumar nuevamente─. Por culpa de eso, sólo de niños son capaces de observar el mundo espiritual. Los padres se encargan de sellar ese poder obligando a cada pequeño a dejar de ver a la nada, preguntándole que dibuja, juzgando lo que piensa, prohibiéndole hacer algo o regañándole cada vez que lo ve hablando solo. Lo que no saben, es que un bebé o un niño que todavía mantenga su alma y su mente intacta, tiene el poder de alejar a los malos espíritus.

─Entonces, me está diciendo que… ─a Watanuki se le cortó la respiración.

─Exactamente. Imagina ese mismo poder mejorado, intensificado y otorgado de por vida a tus hijos por la línea sanguínea de Doumeki… ─dejó que pasaran unos segundos, tratando de que sus palabras calaran en el otro─. Tienes unos pequeños ángeles contigo, Watanuki ─le alabó Yuuko con una gran sonrisa que lastimosamente su trabajador no pudo ver─. Aunque eso yo ya lo sabía… ¡Hiciste una gran elección, querido! ─celebró con vehemencia, dejando salir unas cascaditas brillantes de sus ojos y bailando con Maru y Moro en medio de la sala.

─Dios mío ─masculló el joven sin poder creérselo todavía─. Es…

─¡Yo sé! No tienes que agradecer que hiciera un gran trabajo.

─¿Usted? ─al ojos-azules se le presentó una inoportuna venita en la frente.

─¡No, querido! ¡Doumeki-kun! ─el moreno volvió a irse hacia atrás.

─Usted nunca cambiará ─se lamentó Watanuki con una gota rodando por su cabeza─. Está conversación es privada ¿verdad, Yuuko-san? ─inquirió al borde de estallar.

─Si tú quieres, así será.

─Gracias, aunque pensándolo bien sería bueno tener esta charla con el idiota… Así bajarían sus ridículos niveles de protección.

─No te quejes, Watanuki. Él sólo sabe ser así contigo.

─Lo sé, por eso lo dejo hacer ─la morena tuvo un acceso de ternura justo cuando una idea quería escapársele.

─¡Por todos los cielos! ¡Por estar molestándote casi me olvido! Mi amiga, la adivina, llamó ahora.

─¿Y qué dijo? ─pronunció Watanuki con los pelos de punta, adivinando desde el primer momento por donde iba todo.

─Quiere que la visitemos y muy claramente dejó dicho que quiere que lleves a Doumeki-kun e invites también a Kohane-chan ─comunicó la mayor de los hablantes con un tono de profesionalismo.

─¿No dijo cuándo podía visitarla o cuando quería que la visitara? ─preguntó el menor pensando en todo lo que avecinaba en tan poco tiempo.

─No especificó, pero no creo que le agrade que lo pospongas más de una semana ─dijo Yuuko como consejo─. Puedo ayudarte, si quieres…

─¿Y qué quiere a cambio? ─rápidamente quería el ojos-azules conocer las condiciones.

─Eso te lo diré en otra ocasión ¿Trato?

─¿Acaso me puedo negar?

─¡Nop! ─Watanuki incluso escuchó la risa de Mokona y las niñas en el fondo. Suspiró.

─Trato. ¿Algo más?

─Te quiero temprano mañana, antes de que te vayas al instituto. Necesito mi desayuno a la francesa.

─Si, si… ahí estaré ─garantizó el empleado, agradeciendo sutilmente que le dejara la noche libre.

─¡Hasta mañana!

─Que descanse, Yuuko-san.

─Tú también. ¡Saluda a mi yerno por mí! ¡Au revoir~!

─¡¿Pero qué…?! ─ya era inútil, su jefa había colgado─. Sabía que era una mala idea meterle lo de “suegra”…

─¿Era Yuuko-san? ─preguntó una voz a espaldas que lo hizo pegar un brinco espectacular.

─¡No te aparezcas así! ¡Algún día tendré un infarto! ─bramó Watanuki sujetando su pecho y mirando a Doumeki con cierto rencor.

─¿Así como?

─¡Así tan de repente! ─exclamó el otro histérico, agitando los brazos─. ¡Olvídalo! ─dijo por último─. Ya está servida la cena.

─¿Yuuko-san llamaba? ─persistió el morocho con su duda.

─Si, era ella.

─¿Qué quería?

─Te lo diré mientras comemos.

Dicho y hecho. En lo que la pareja pasaba al comedor donde se encontraba la comida servida, Watanuki le contó al otro gran parte de la conversación; omitió algunas partes que creía que no era convenientes que el mayor supiera ya que sólo alimentarían su ya de por sí gran ego. Doumeki no se mostró reacio a ir a la casa de la adivina, ya habían ido anteriormente al fin y al cabo. Tendría que conseguir un buen presente como el de la vez pasada. El moreno le pidió por favor que no fuera alcohol otra vez, él no quería lidiar con Yuuko-san ebria y tenía que recordar que Kohane-chan estaría allí.

─Kohane aún no lo sabe ─dijo el más alto al terminar su comida.

─¿El qué? ─se extrañó el más bajo recogiendo parte de los platos con intenciones de llevarlos al fregadero.

─Que vamos a tener bebés ─lo más hilarante de la situación era la calma pasmosa que el semblante de Doumeki reflejaba cuando lo decía.

─Alto ahí, Doumeki Shizuka… El que los voy a tener soy yo ─rectificó Watanuki muy digno, dándole la espalda y alejándose con elegancia.

─Si, pero yo los puse en ti ─al otro casi se le caen los platos de las manos en el preciso momento en que su cara explotó en un rubor descomunal.

─El punto es ─dijo el ojos-azules rechinando los dientes y aventando los trastes─ que le daremos la noticia a ella.

─La adivina ya debe saberlo ─le acompañó el morocho, colocando los platos que él había traído─. Yo los lavaré ─habló mientras abría el grifo y enjuagaba los platos. Watanuki se desconcertó por el gesto, pero no lo despreció. Por el contrario, manifestó:

─Te espero en el cuarto. No tardes.

─Hmp.

─¡A mí no me hagas “Hmp”! ─regañó el moreno una vez más al salir de la estancia.

Se dirigió al cuarto y se desvistió para vestirse con su pijama. Preparó el futón y apagó las luces para meterse en la recién instalada cama. Se acobijó mejor entre las mantas ya que la noche parecía ser fría y dejó, como de costumbre, el lado derecho del futón vacío. No cerró los ojos estando despierto, sabía que no podría dormir hasta que Doumeki no llegara a la cama (ya había intentado dormir sin él y falló). Estuvo hablándoles a sus niños un rato hasta que vio al morocho aparecer en la habitación. Al estar acostado de lado, sólo lo escuchó desvestirse y trató de que ni siquiera cruzara por su mente voltear a verlo ya que sus juguetonas hormonas lo podían traicionar. No podía desvelarse, ya que tenía que levantarse más temprano de lo usual. Al sentirlo por detrás, se dio la vuelta y buscó el cobijo que siempre recibía por parte de los brazos del mayor, que ésta noche lo apretujaron con un poco más de posesividad.

Doumeki llegó a dormirse profundamente y Watanuki no.

El menor miró a su bello durmiente y dejó salir una risa chiquita al ver la expresión del otro cuando dormía.

En medio de los sueños, los brazos del morocho le acariciaron y el moreno besó sus labios en un roce ligero.

Dijo buenas noches a sus pequeños y cayó en los brazos de Morfeo, despreocupado por las aventuras que había vivido y por las que le tocaba por vivir.

 

Notas finales:

Espero con todo mi corazón que lo hayan disfrutado y que no les haya aburrido, por lo menos.

Saben que si quieren conti, necesito rr y ahí pueden expresar lo que quieran. Críticas, quejas, sugerencias...

Puedo ser mala si no tengo comentarios ( -.- )

¡Hasta luego!


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