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Gakuen Life por Glax Trancy

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La Adolescencia

 

 

 

 

 

 

 

            —«¿Quién demonios se cree que es? ¡Yo no lo estaba espiando!».

 

            «¿No lo hacías? A mí me pareció que sí».

 

            «Nadie ha solicitado tu opinión, así que mantén tu boca cerrada».

 

            «Ahh… Sería tan divertido ver las reacciones de los demás si supieran nuestro pequeño secretillo. Han de asustarse igual que en Suna, ¿no crees?».

 

            «Cállate. ¡No quiero escucharte!».

 

            «¿Crees que correrían? ¿O tal vez te lanzarían piedras por loco?».

 

            —¡Que te calles, maldición! —Gritó lo más alto que pudo, cayendo de rodillas al suelo. Todos a su alrededor le miraban como si de un espanto se tratase, algunos se alejaban, otros se reían, otros simplemente le ignoraban.

 

 

 

            Después del incidente en el baño con el imbécil de Sai, se dirigió a la entrada del instituto a esperar a Temari. Luego del mensaje que le había mandado, esta le había respondido un «¡Media hora antes será! Abrígate bien, te quiero» y unos tantos corazones. Eso no le importaba, él simplemente necesitaba que le buscasen cuanto antes. Le restaba una clase, pero no le importaba. Deseaba salir de ese lugar lo más pronto posible.

 

            La cercanía, las palabras e incluso el aroma de Sai le tenían desconcertado, ese chico con esos enigmáticos ojos le tenían distraído desde que logró escapar por el lado izquierdo de Sai, evadiendo así la pregunta del moreno. Además, el era el Gran Gaara; no tenía que dar explicaciones a nadie de lo que hacía. Si sentía ganas de espiar a alguien, lo haría y ya.

 

            ¿Por qué Temari tardaba tanto? Esa conversación consigo mismo logró ponerle aún más nervioso de lo que ya se encontraba. Shukaku nunca le dejaba en paz, siempre le atormentaba de día y de noche.

 

            Divisó el automóvil de su hermana, y a paso lento se dirigió a ella. Entró en la parte trasera, y apenas éste se puso en marcha, tiró todo al piso abrazando sus propias rodillas y escondiendo la cara entre ellas.

 

            —¿Gaara? ¿No vas a hablarme de tu primer día en Konoha Gakuen? —No recibió respuesta alguna—. Si lanzas de esa manera tu calabaza arruinarás la arena.

 

            —Lo sé. —Alzó la mirada unos segundos, para encontrarse con los preocupados ojos de su hermana; mirándole a través del espejo retrovisor.

 

            —¿Sucede algo?

 

            —Es Shukaku… ha estado molestándome de nuevo.

 

            —¿Qué? —La rubia detuvo el auto, importándole poco los accidentes que pudo haber causado—. ¿Cuándo volvió? Gaara…. ¿Estás bien?

 

            —Lo estoy. No ha sido nada grave, por favor vámonos ya, Kankuro ha de estar esperándonos. 

 

            Temari pisó de nuevo el acelerador, tenía que pasar por su hermano y además asistir a esa cena con su tío Baki. Pero… esa conversación (si es que se le podía llamar así) con su hermanito la había dejado desconcertada. Distraídamente comenzó a recordar las primeras veces que escuchó de Shukaku, le parecía algo simple de la infancia de Gaara; ya que no tuvo nunca amigos, no se le hacía raro el que tuviese un amigo imaginario que de seguro desaparecería en poco tiempo. Sin embargo, no fue así. Gaara continuaba hablando con él mismo, alegando que hablaba con «Shukaku», que no era ningún amigo imaginario. Decía que Shukaku era su hermano gemelo. Al llegar a los once años, Temari y Kankuro comenzaron a preocuparse, pues Shukaku no daba señales de querer marcharse. Cuando lograron convencer a su hermano de asistir a una sesión con Psicopedagogo, dicho sujeto le diagnosticó algo no muy agradable para su pequeña familia.

 

            «Señorita Temari, lamento informarle que su hermano padece de un Trastorno de Personalidad Disociativa».

 

            Mejor conocida como: Doble personalidad, o identidad múltiple.

           

            «Debido a la gran cantidad de tiempo que ha pasado, no hay mucho que podamos hacer. Si fuésemos comenzado con terapias a una temprana edad, Shukaku ya no existiría. Por ahora sólo queda esperar que el tiempo, y la fortaleza de Gaara, se hagan cargo del resto».

 

            Eso le preocupaba. Le preocupaba demasiado. No sólo era la salud mental de Gaara lo que le preocupaba, también era la física. Cuando Shukaku lograba apoderarse de la mente del pelirrojo, éste pasaba días sin dormir. Como consecuencias, siempre gozaba de un mal genio casi increíble, además de unas bastante marcadas ojeras que habían pasado de ser pequeñas bolsas, a marcas negras imposible de borrar. Ya Temari había probado una interminable línea de productos para la belleza. Desde cremas antiarrugas, hasta correctores faciales.

 

Lamentablemente, nada funcionó correctamente.

 

            La rubia suspiró, debía ser fuerte por Gaara, por Kankuro y por ella misma. No dejó que su pequeña familia se viniese abajo en todos esos años, y no lo haría ahora. Siempre pensó que el desorden mental de su hermano se debía a la falta de cariño, de amigos e incluso de padres que había sufrido durante su niñez. Por ende, se encargaría de amar a Gaara como se mandaba. Al menos hasta que su último aliento se esfumase completamente.

 

            De aquí a entonces, esperaba que Gaara encontrase una pareja amorosa que lo quisiese tanto, o más de lo que ella lo hacía. Si es que eso era posible.

 

            Sonrió ante ese pensamiento, y miró de nuevo a su hermano con una enorme sonrisa, y un brillo en los ojos.

 

            —¿Y bien? ¿Ahora me contarás cómo te fue? Apuesto que hiciste muchos amigos nuevos. —Con esto logró ganarse una mirada fulminante por parte de su hermano. Y vaya que le asustaba, esas marcas negras rodeando sus ojos le hacían lucir más aterrador—. ¿A que sí?

 

            —Estuve a punto de golpear a un bastardo por cubrir mi casillero. Empujé a otro imbécil en uno de los baños, y como nos aburríamos, le metí el pie a otro idiota antes de salir de clases. Rodó escaleras abajo, pero nada grave.

 

            La sonrisa de Temari se borró automáticamente.

 

            ¿Gaara? ¿Consiguiendo una pareja amorosa? ¡Já! Mejor chiste no podía existir. Le hizo gracia lo del chico y las escaleras, pero como figura materna que intentaba ser, debía mantenerse firme y reñirle por ello. Además, le preocupaba que Shukaku se apoderase mucho tiempo de su hermanito.

 

            —Gaara, te he dicho que las peleas no son buenas. Debes intentar llevarte mejor con tus compañeros.

 

            En ese momento, el teléfono celular del pelirrojo sonó. Era un mensaje de Kankuro.

 

            «Eh salido ya Gaara. Podrias decirle a Tema k me pasen buskndo? Me muero d emocion x k m cuentes sobre tu 1er día d claceeeeeeeessss.

kanky».

 

            ¿Por qué demonios le escribía a él y no a Temari directamente? Le diría a su hermana, pero ese comentario sobre sus clases y la forma de escribir de su hermano, aparte de esa mla ortografía, le ponían de mal humor. Al contrario de lo que Kankuro pidió, Gaara haría otra cosa.

 

            —Temari, Kankuro me ha escrito. Dice que sigamos a casa de Baki. Un supuesto amigo lo llevará, no eres necesaria.

 

            ¿Quién demonios se llamaba a sí mismo ‘Kanky’?

 

            —Oh, ¿en serio? Me entero de que Kankuro tiene amigos… bueno pues, si así lo desea…

 

            Tomaron rumbo hacia el hogar de Baki, la rubia emocionada, y el pelirrojo un poco feliz. A veces el malvado ser de Shukaku le ponía de los nervios, pero otras tantas le divertía con las cosas que hacía. Eso de tirar a rodar al chico por las escaleras, al principio no lo recordaba; pero cuando Naruto le hizo mención del suceso, supo que Shukaku ya andaba de nuevo haciendo de las suyas más sin embargo no pudo evitar hacer esa mueca rara que acostumbraba a hacer cada vez que algo le hacía gracia.

 

            Cosa que era más frecuente de lo que muchos imaginaban. Pero claro, con su carácter, no lo demostraba. No se sentía mentalmente preparado para aceptar sentimientos frente a los demás. No de nuevo. No por ahora.

 

            Llegaron finalmente a la casa de su tío, el cual les esperaba con una sonrisa bastante seria y su aún más sonriente esposa a su lado. Todos se preguntaban cuál sería el motivo del retraso de Kankuro una vez estuvieron sentados en la comodidad del gran sillón de cuero que adornaba la cálida sala, pero sus preguntas se convirtieron en miradas reprobatorias dirigidas a Gaara cuando el chico de cabellos café llegó jadeando y casi bañado en un líquido, mejor conocido como sudor casi dos horas después. No contaba con el dinero suficiente para pagar el transporte público, y mucho menos el privado. Razón que le impulsó a pedirle a su compañero de trabajo, Sasori, una bicicleta prestada. Pues él contaba con que Gaara le daría su mensaje a Temari.

 

            El resto de la noche transcurrió sin percances mayores, sólo hablaron de la familia, los cambios en Suna, y la diferencia entre ambas ciudades. Nadie le dio mucha importancia al asunto de Kankuro, y se centraron más en saber porqué Tsunade sabía los secretos de Gaara con tanta facildad.

 

            Claro, la respuesta era obvia. Shizune se lo había dicho, pues ella también trabaja como secretaria en Konoha Gakuen.

 

            Ahora Gaara sólo tenía dos problemas. Mejor dicho, tenía tres, pero uno de ellos se resumía en uno solo. Poner en su lugar a dos pelinegros idiotas, y mantener controlado a Shukaku. Lo demás, sobraba.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Luchaba de nuevo contra ese instinto asesino que le surgía cada vez que algo como esto sucedía.

 

Es que su hermano no pudo elegir peor momento para querer llevar a su hermanito menor al instituto. Pero como sus modales en ciertas, de hecho muy pocas ocasiones estaban por sobre todo lo demás, se dejó guiar cual niño pequeño hasta la entrada del instituto. Tuvo que reprimir aún más las ganas que tenía de clavar algún lápiz en la garganta de Kankuro, cuando este antes de retirarse casi corriendo le dio un fugaz beso en la frente para luego revolver sus cabellos.

 

Lo peor de todo, es que ese mismo idiota con cabello en puntas que le había retado el día anterior estaba postrado frente a la puerta principal con una sonrisa demasiado burlona para su gusto. Si le decía algo, esta vez lo asesinaría. Alzó la mirada con orgullo, y caminó a paso firme, sosteniendo como siempre su calabaza firmemente.

 

—Así que el bebé necesita que lo traigan… —Lo sabía. Ese bastardo no dejaría pasar esa oportunidad. Bueno, de ser él, tampoco la dejaría pasar—. ¿Me vas a ignorar? —Sí, fijo que lo estaba ignorando. El azabache sonrió y le siguió hasta los casilleros burlándose aún sobre lo nene que era—. Ah, ya veo. Ahora no eres tan rudo, ¿cierto? ¿Acaso tu hermano vino a defenderte a la escuela?

 

Suspiró frustrado. Cerró los ojos y los abrió de nuevo mirando fijamente al moreno. Caminó hasta quedar frente a él, y tomándole de la camisa le estrelló contra los lockers. Su mano izquierda apretaba con fuerza el ropaje del otro, mientras la derecha se dirigía a su bolsillo.  Sus labios se acercaron al oído del pelinegro, susurrando. Su actuar era intimidante aunque tuviese que inclinarse en la punta de sus pies para llegar al oído del otro.

 

—¿Usas fijador, cierto?

 

—¿Qué? ¿De qué mierda estás hablando? —Intentaba mirarlo, separarse, pero no podía. El extraño pelirrojo pasaba su nariz entre sus cabellos, y eso, le provocaba corrientes inesperadas de frío.

 

—¿Sabes lo inflamable que pueden llegar a ser esas cosas? —Sonreía, acercando un encendedor que había sacado previamente de su bolsillo; al cabello del azabache. El pelinegro entró en pánico.

 

—¡¿Qué mierda crees que estás haciendo?! —Exclamaba alterado.

 

—Te lo advierto, déjame en paz.

 

—¡¿Quién te has creído, infeliz?!

 

Estuvo a punto de golpear el impasible rostro del pelirrojo, cuando unas manos lo apartaron casi bruscamente.  —¿Qué pasa aquí? — Preguntó un hombre alto, con los cabellos negros y ojos negros. Llevaba una coleta larga y unas marcas bajando por sus ojos. —¿No me piensan decir? Bien. Tú —se refirió al moreno— lárgate a clases, ahora. Y tú —colocó su mano en el hombro del pelirrojo— ven conmigo.

 

El hombre se llevó a Gaara hasta un salón apartado, no sin antes recibir miradas de amenaza por parte de ambos chicos. Cuando finalmente estuvieron dentro, el hombre se sentó sobre el escritorio, quedando frente al pelirrojo que sólo le miraba con los brazos cruzados.

 

—¿Se puede saber qué sucedió allá afuera?

 

—Nada que pueda significar un problema para usted.

 

—Por favor, tutéame. Y creo que sí ha de significar un problema para mí, pues soy profesor de esta escuela.  ¿Tú eres Gaara? ¿Sabaku No Gaara?

 

—¿Cómo lo sabe? —Fue su única respuesta.

 

—Bueno, es obvio. Eres el alumno nuevo, y yo tengo registros de todos mis alumnos desde que entré a Konoha Gakuen. Además, hace más de dos años que no teníamos un alumno nuevo. Lastimosamente, ayer no tuvimos oportunidad de conocernos, pues te fuiste antes de que mi clase comenzara.

 

—¿Usted es el profesor de historia?

 

—Sí. Mi nombre es Uhiha Itachi, un placer conocerlo, Kazekage. —El pelinegro sonrió, y estiró su mano en señal de saludo. Gaara no tenía intenciones de ser cortés, e Itachi lo había notado. Cuando casi retiraba su mano, el pelirrojo se dignó a corresponder al saludo estrechando débilmente la mano del otro. Al parecer todos en ese instituto conocían sus secretos…

 

—El placer es mío. ¿Puedo retirarme?

 

—No, aún no. Me sigues debiendo una explicación de lo que sucedió afuera.

 

—Lo que pasó, fue porque ese sujeto se lo buscó.

 

—Entiendo. Verás, ese chico…

 

—No me importa quién sea. —Le interrumpió—. Y no daré explicaciones. Con su permiso, me retiro.

 

El menor abandonó el aula, dejando a un sonriente Itachi. Ese chico era más interesante de lo que había escuchado, sin duda alguna le mantendría la vista encima por un largo rato.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

—¡Gaara! He escuchado lo que le hiciste a ese idiota de…

 

—Por favor Naruto, no quiero hablar de ello.

 

—Pero…

 

—Ya basta Naruto, Gaara-san ya te ha dicho que no quiere hablar de ello. No lo atosigues, mira que puedes ser muy molesto a veces. —Dijo ahora la pelirosa, halando las mejillas del rubio.

 

—¡Pero Sakura-chan! ¡Esto casi nunca pasa! Además él se lo tiene bien merecido…

 

—Sí, lo tiene; pero tu eres un insoportable.

 

Los dos chicos continuaron discutiendo sobre lo insoportable que podía llegar a ser el rubio, y él había cerrado sus ojos intentando conseguir esa paz que tanto necesitaba. Sai se encontraba de nuevo en el patio, sentado bajo el frondoso árbol moviendo su pincel con armonía. Pero esta vez se rehusaba a mirar por la ventana.

 

—El profesor Kakashi… —Dijo en un susurro casi inaudible—. ¿Siempre llega tarde?

 

—Sí, ese perezoso siempre llega tarde. ¡Le hace falta la flor de la juventud! Ya ha perdido la llama… ¡No como Gai-sensei! —Exclamaba un pelinegro con corte de taza, y unas cejas ridículamente pobladas.

 

—Lee-kun, no deberías meterte en las conversaciones ajenas. Es de mala educación, tonto.

 

Le reclamaba Tenten, sentada en unas cuántas sillas más atrás. Por lo que había notado, todos en Konoha Gakuen utilizaban los honoríficos demasiado para su gusto. Claro, en Suna se le había enseñado que debía usarlos, pues era algo bastante común en Japón. Pero para él, seguían siendo ridículos. Jamás los usó, ni con Temari, ni con Kankuro, mucho menos con Baki. La única persona con quién deseaba hacerlo, murió hace muchos años. Y según había escuchado, mencionar un nombre seguido de un honorífico, era señal de cariño hacia una persona. Cariño, respeto, admiración… mutua. Cosa que él no sentía por nadie más que su hermana. 

 

—¿Gai? —Se atrevió a preguntar, a ver si con eso lograba callar al chico de las grandes cejas.

 

—Es el profesor de gimnasia Gaara-san. Un hombre bastante raro y con una cejas más grandes que las de Lee.

 

—¡Sakura-chan! ¡Eso es tan cruel! —Reclamaba el chico, con falsas lágrimas en sus ojos.

 

Suspiró de nuevo, pero esta vez de alivio cuando la puerta se abrió. Pero en vez de divisar las puntas grisáceas del cabello de Kakashi, se sorprendió de ver a Itachi.

 

—Buenos días, jóvenes. Les informo que el profesor Hatake ha enfermado, por eso tomaré sus horas para adelantar. Saquen sus cosas.

 

Escuchó suspiros de sus compañeras, y muchos murmuros. Ino, que estaba sentada tras de él (y de la cual no notó presencia hasta que le habló) se acercó, dando golpecitos en su brazo con el codo. ¿Cómo se atrevía a tocarlo? La miró sin querer ser grosero, y cuando hizo esto la chica habló como si se conociesen de siempre.

 

—Él es Itachi, Gaara. Profesor de historia, y mi futuro cuñado. ¿A qué no es sexy? Todos los Uchihas son taaaaan lindos.

 

—Querrás decir que todos son unos bastardos.

 

—Cállate frente de marquesina, estás celosa porque Sasuke te rechazó en primero. A diferencia de mí, que tendré una cita con él el fin de semana.

 

—¡¿Qué?! —Exclamó levantándose de su asiento precipitadamente—. ¡¿Te has vuelto loca?! —Gaara, que se encontraba en medio de las dos, pues estaba sentado justo tras de Sakura y frente a Ino, sintió sus oídos sangrar. Itachi no tardó en intervenir.

 

—Chicas, guarden silencio. Mi clase ha comenzado.

 

Ambas chicas guardaron silencio sonrojadas, habían metido la pata frente al profesor sexy, de seguro ahora ni las miraría. (Jamás lo había hecho, y no lo haría ahora. Menos con un pelirrojo nuevo en clase).

 

Gaara miraba de reojo por la ventana, Sai no estaba ya bajo ese árbol. Pero tampoco había asistido a clases. ¿Dónde estaría? No es como si le interesase, Gaara sólo sentía curiosidad por esa forma tan fluida en que movía el pincel. Su cara de concentración, y lo realmente guapo que se veía con los reflejos del sol chocando contra su pálida piel a través de las ramas del árbol.

 

«Maldición Shukaku, deja de pensar cosas raras. Eres un bastardo».

 

Llevó su mano derecha a su ojo izquierdo, haciendo presión en él. Era una forma de que su otro yo se quedase tranquilo. Tenía el rostro gacho, intentando no ser visualizado por nadie. Sin embargo, Itachi no le quitaba la vista de encima desde que entró a la habitación.

 

Hubo un momento de tensión, un momento en el cual todos escribían algo en sus pergaminos (otra rara costumbre en Konoha Gakuen, escribir en pergaminos y no cuadernos) todos, excepto él. Itachi estaba recargado sobre el escritorio, justo como lo hizo cuando hablaron en privado. Pero está vez, tenía una media sonrisa en su rostro. Ninguno quiso desviar la mirada, hasta que el Uchiha empezó a caminar en dirección a él.

 

—¿Usted no escribe, Kazekage? —Susurró en su oído, atrayendo miradas curiosas. Y aún con esto, Gaara no cambió su semblante.

 

—No. No hay necesidad de escribir algo que ya sé. —Repuso orgulloso. Itachi borró su sonrisa y se dirigió de nuevo al escritorio.

 

Colocó sus manos dentro de sus bolsillos, dándole la espalda a sus alumnos, en especial; a uno de ellos.

 

—Sabaku No Gaara, debes quedarte después de que termine mi clase.

 

 

Aún le daba la espalda, ocultando esa sonrisa que se había formado en sus labios.

 

 

 

Notas finales:

Ahhhh~~~ he actualizado 1 día después. ¡Toda una proesa de mi parte! Me siento tan satisfecha de no tardarme siglos *-*

 

Sin embargo, esto me ha tomado 10 página de Word D: espero no sea muy largo y aburrido para ustedes, pero vamos, apenas Gaara está llegando a Konoha Gakuen. Estos capítulos son sólo como una introducción. 

 

Para los que no sabían, SÍ, obviamente mi Gaara es el protagonista. La pareja definitiva aún no la diré, pero digamos que habrá discordia  entre los chicos por culpa de tantos ojos negros. xD

 

En fin, para no alargarme, quiero agradecerles a toooodos los que han comentado mi fic, de verdad lo agradezco. Y pues eso...

 

Si les ha gustado este capítulo, ¿me dejan un review?

 

Y si no les ha gustado, pues acepto críticas, sugerencias e incluso amenazas igual en un review.

 

x3

 

Nos leemos pronto~ Aunque no tan pronto como esta vez xD

 

Cambio y fuera.


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