Lo vi aproximarse por el largo y oscuro corredor. Era un hombre alto, delgado, pálido, ataviado con una capa larga y raída que cubría su cabeza y se deslizaba tétricamente por su cuerpo hasta el suelo, barriendo el camino que pisaban sus pies. Venía hacia mí sin dejar de mirarme.
A pesar de la casi total ausencia de luz, podía ver sus ojos violetas, brillantes e hipnotizadores; quería irme pero, al mismo tiempo, me era imposible dejar de mirarlos. Retrocedí; cuando mi cuerpo chocó con la pared que se encontraba a mi espalda contuve la respiración, me quedé muy quieto y lo esperé, ansioso.
A poco más de medio metro de mí, se detuvo, estiró el brazo hasta tocarme y dejó su mano sobre mi hombro.
–¿Crees en fantasmas? –me preguntó sin más.
–No –respondí, pero la sonrisa que me ofreció hizo que me estremeciese y di dos pasos atrás, asustado.
–Pues deberías –me dijo.
Y sólo entonces me di cuenta de que había atravesado la pared y estaba fuera, en la calle, bajo la luz de la luna.
FIN
_ __ ___ ____ _____ ____ ___ __ _
Lo vi aproximarse por el largo y oscuro corredor. Era un hombre alto, delgado, pálido, ataviado con una capa larga y raída que cubría su cabeza y se deslizaba tétricamente por su cuerpo hasta el suelo, barriendo el camino que pisaban sus pies. Venía hacia mí sin dejar de mirarme.
A pesar de la casi total ausencia de luz, podía ver sus ojos violetas, brillantes e hipnotizadores; quería irme pero, al mismo tiempo, me era imposible dejar de mirarlos. Retrocedí; cuando mi cuerpo chocó con la pared que se encontraba a mi espalda contuve la respiración, me quedé muy quieto y lo esperé, ansioso.
A poco más de medio metro de mí, se detuvo, estiró el brazo hasta tocarme y dejó su mano sobre mi hombro.
–¿Crees en fantasmas? –me preguntó sin más.
–No –respondí, pero la sonrisa que me ofreció hizo que me estremeciese y di dos pasos atrás, asustado.
–Pues deberías –me dijo.
Y sólo entonces me di cuenta de que había atravesado la pared y estaba fuera, en la calle, bajo la luz de la luna.
FIN
_ __ ___ ____ _____ ____ ___ __ _
Lo vi aproximarse por el largo y oscuro corredor. Era un hombre alto, delgado, pálido, ataviado con una capa larga y raída que cubría su cabeza y se deslizaba tétricamente por su cuerpo hasta el suelo, barriendo el camino que pisaban sus pies. Venía hacia mí sin dejar de mirarme.
A pesar de la casi total ausencia de luz, podía ver sus ojos violetas, brillantes e hipnotizadores; quería irme pero, al mismo tiempo, me era imposible dejar de mirarlos. Retrocedí; cuando mi cuerpo chocó con la pared que se encontraba a mi espalda contuve la respiración, me quedé muy quieto y lo esperé, ansioso.
A poco más de medio metro de mí, se detuvo, estiró el brazo hasta tocarme y dejó su mano sobre mi hombro.
–¿Crees en fantasmas? –me preguntó sin más.
–No –respondí, pero la sonrisa que me ofreció hizo que me estremeciese y di dos pasos atrás, asustado.
–Pues deberías –me dijo.
Y sólo entonces me di cuenta de que había atravesado la pared y estaba fuera, en la calle, bajo la luz de la luna.
FIN