Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Vital por ItaDei_SasuNaru fan

[Reviews - 15]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡¡¡Hola a todos los amantes del FugaMina!!!

Si, yo sé, no tengo perdón ( TT__TT ). Pero no soy de las personas que escribe por escribir, no me sentiría bien si lo hiciera.

Apareció la inspiración y esto salió.

Es largo, igual de largo que el anterior ( ^^U ). Espero no aburrirlos, pero ya que solo serán tres capítulos debo abarcar mucha historia en cada uno de ellos.

Los personajes son de Kishimoto. Sólo la historia es mía.

 

Stig mi vida, yo soy feliz complaciendo tus caprichos.

 

¡Disfruten!

Inherente

 

 

Odiaba levantarse temprano, tal vez al igual que la mayor parte de las personas. No era un simple desagrado, realmente detestaba levantarse temprano pero la ocasión lo ameritaba. Por la ventana de su cuarto comprobó que aún estaba obscuro. Se desvistió, se fue a bañar, volvió a vestirse y bajó a desayunar. Cuando llegó a la cocina, observó la imagen de todos los días: Madara sentado a la mesa, leyendo el periódico y tomando ocasionalmente un trago de su café e Izuna enfundado en su traje formal, dando vueltas por la estancia, comiendo de su cereal con bocados intermitentes y vigilando la estufa.

Sin embargo, había algo que la volvía diferente y el respingo que pegaron los mayores cuando él entró en la cocina se lo confirmó. Algo había pasado o estaba a punto de pasar.

—Buenos días —saludó, como si no hubiese notado el salto de sus primos. Rodeó la mesa y se sentó frente al Uchiha mayor.

—Buenos días, Fugaku ¿Cómo amaneciste? —correspondió el Uchiha mediano, tendiéndole su desayuno y un vaso de leche fría.

—Bien —contestó lacónico, más atento al comportamiento de su familia que a su respuesta. Tomó una hogaza de pan, porque como dicen por ahí, las penas se sufren mejor con pan. Respiró hondo y comenzó a comer.

—¿Hay alguna razón especial por la que el despertador se adelantó? —inquirió el morocho, haciendo alusión a su madrugadora aparición. No despegó los ojos de su lectura en ningún momento.

—Voy a traer a Minato a su casa —dijo el moreno con la mejor actuación de indiferencia de la que fue capaz, aunque el leve rubor en sus mejillas lo echara a perder. Se fijó en las sonrisas pícaras que adornaban las caras de sus parientes.

<<Va en serio>> pensaron los adultos simultáneamente, cada uno desde su puesto.

—¿Eso acordaron? —preguntó el azabache como quien no quiere la cosa, mirando al interrogado de reojo.

—Mhmm~ —respondió con un bocado en la boca, maldiciendo el rubor que no desaparecía.

No volvieron a preguntar nada, lo cual era rarísimo. ¿Cuándo sus amadísimos primos habían desaprovechado la oportunidad de molestarlo?

El sonido de la estufa, los pasos continuos de su primo, el peculiar golpeteo de los dedos del morocho sobre la madera componían el arrullo matinal. Hasta el momento todo iba bien. Excepto por el detallito de los ojos negros de Madara que no se movían de sitio, sin pasar de página tampoco y que Izuna no había vuelto a tocar su cereal ni se había acercado a la mesa para sentarse con ellos. Estaban preocupados. Ambos. Y lo único que conseguían era empezar a asustarlo a él.

Fugaku siguió desayunando, esperando que de alguna manera, el cualquier momento, cualquiera de los dos saliera con… ¿El tema? ¿La pregunta? Lo que sea que los tuviera tan tensos.

—Gracias por la comida —dijo el Uchiha menor una vez hubo concluido y levantado sus platos. Caminó rumbo a la salida, pero sus pies se detuvieron en el marco de la puerta, esperando… ¿Qué?—. ¿Pasa algo malo? —soltó de repente, oyendo su voz extrañamente lejana.

—¿Qué te hace pensar eso? —le contestó Madara con otra pregunta, apartando el periódico para mirar a su primo, no sin antes intercambiar un vistazo con su hermano.

—Dímelo tu —dijo el moreno, con un temblor estremeciendo su cuerpo—. Han estado actuando raro desde que bajé. Tu café ya se hizo frío —señaló con una cabezada la bebida que ya no expedía el característico vapor— y creo que a Izuna se le quemó el tocino; no es que eso sea una novedad pero…

—¡Igh! —aulló el mencionado corriendo a ver la preparación de su almuerzo que expulsaba humo negro.

—¿Qué sucede? —preguntó Fugaku al morocho queriendo simplemente saber, dejando que el azabache se las arreglara solo—. Si es algo importante creo que tengo derecho a saber.

Madara contempló la pared unos instantes con sus ojos perdidos en el infinito, en lo que Izuna daba por perdida su comida y se apoyaba en el lavaplatos. Los dos hermanos dejaron salir un suspiro de resignación y tardaron unos segundos en salir de su ensimismamiento. Izuna encaró al joven que lo miró expectante.

—Ayer, varias horas después de que te fueras a dormir, recibimos una llamada —empezó el Uchiha mediano con mucha calma y con un tono de voz apaciguador que no le gustó nada al moreno—. No le damos nuestro número a quien no sea estrictamente necesario por lo que llamó mi atención y fui a ver. El teléfono tiene un identificador de llamadas, pero aún así no apareció el número de quien llamaba…

Fugaku notó su garganta súbitamente seca.

—Puse a funcionar inmediatamente nuestro sistema de rastreo —explicó el Uchiha mayor, con el entrecejo cada vez más fruncido—, pero no funcionó. Finalmente decidimos contestar y se trataba de… —tomó aire pero no hizo amago de continuar, por lo que el otro prosiguió:

—Era tu padre —dijo Izuna, a sabiendas de que soltaba la bomba.

Fugaku, en ese preciso segundo, se dio la vuelta y corrió escaleras arriba con el corazón latiendo con violencia dentro de su pecho. La mera mención de ese hombre era suficiente para hacer hervir su sangre. Escuchó los pasos que le siguieron hasta su cuarto. El muchacho agarró su mochila y se la puso en el hombro, pero cerrando el paso en la puerta estaban sus primos mirándolo suplicantes.

—Por favor, Fugaku —Madara sólo le decía así cuando estaba enojado o preocupado—. Escucha hasta el final lo que tenemos que decir.

—No hay nada que hablar —discrepó el nombrado encogiéndose de hombros, fingiendo que le restaba importancia al asunto—. ¿Por eso estaban así? No tenían que…

—Fugaku, por favor —insistió Izuna. El sonido de su voz peticionaria hizo que el Uchiha menor guardara silencio—. Lo que dijo fue-

—Espera —atajó el chico levantando sus manos en señal de alto—. Primero quiero saber algo.

—Pregunta —acordaron los otros dos al unísono.

—¿Nos ubicó?

—No, no le di el tiempo suficiente —aseguró Izuna. Fugaku miró directamente a ese par de ojos negros, tan parecidos a los suyos, y no vio en ninguno una muestra de mentira.

—También nosotros tenemos medios para que no puedan localizarnos —afirmó Madara por su parte. Tenía razón, debía reconocer. Llevaban haciéndolo muchos años.

—Bien, continúen —ordenó Fugaku cruzándose de brazos, viendo el nuevo intercambio de miradas nerviosas entre los hermanos.

—Él dijo que tu madre está muy preocupada por ti, que desea verte —empezó Izuna exigiendo que lo dejara terminar—. Dijo que prometerá portarse mejor…

—¡¡¡Está mintiendo!!! —bramó el moreno no queriendo escuchar lo que seguía a pesar de los ruegos. El chico notó los rostros preocupados de sus tutores e inhaló hondo antes de hablar, buscando calmarse para que salieran palabras y no gritos de su boca—. No importa lo que les haya dicho, miente. Siempre lo hace, trata de chantajearme usando a mamá…

—¿Pero es que no quieres verla? —le arrinconó Madara con la pregunta, luciendo su semblante más duro—. ¿No la extrañas?

—¡Ése no es el punto! —se defendió el joven, cerrando los ojos y crispando las manos de exasperación—. No voy a volver con él.

—Fugaku, ¿Es que no lo ves? —le rogó Izuna, avanzando unos pasos hasta él—. Él te puede ofrecer todo lo que nosotros no. Respeto, seguridad, incluso una mejor educación...

—¡Todo eso no importa! —exclamó Fugaku retrocediendo por instinto, destilando rabia en cada palabra—. ¿Respeto? ¿De qué demonios me sirve a mí el respeto obtenido a través del miedo? No importa adónde vayamos, nuestro nombre está maldito aquí y en todas partes. ¡Es lo que menos debería preocuparles!

—No estamos negando eso —intervino Madara, teniendo en cuenta toda la verdad que salía de los labios ajenos—. Lo que estamos tratando de decirte es que si vuelves, tendrás una mejor vida. Tendrás a tus padres, a toda la familia, tus viejos amigos. No tendrías que estar huyendo y escondiéndote como nosotros. No es justo para ti tener que vivir en estas condiciones.

—Pero…

—Fugaku —le llamó el azabache con fuerza, obteniendo su atención—. Creo que sabes que nosotros mataríamos a cada una de las personas que alguna vez te han hecho daño —hizo una pausa, dejando que las palabras y su peso flotaran en el aire, llenando los oídos del aludido—. ¿Lo sabes, verdad? —el moreno asintió—. Entonces, comprende porque que no queremos que esto continúe.

—¿Esto es por las cicatrices de ayer? Porque te juro que no volverá a…

—No es eso —le sonrió el morocho, meneando la cabeza suavemente haciendo bailar su melena oscura—. Cada golpe nos duele más a nosotros que a ti.

Fugaku quedó sin palabras, boqueando de sorpresa los miró a ambos con ojos desorbitados.

—No es justo que vivas esto —dijo el otro hermano, sonriendo también aunque un poco melancólico—. Tal vez a ti no te parezca gran cosa pero a nosotros sí. Queremos lo mejor para ti y no podemos dártelo.

Los tres Uchiha quedaron sumergidos en un denso silencio luego de esas palabras. El Uchiha más pequeño había agachado su rostro, dejando que el pelo tapara parte del mismo, poniendo a los adultos más inquietos de ser posible.

—Eso es lo que ustedes quieren para mí, pero olvidan que eso es lo que yo no quiero —expresó con aplomo enfrentando a sus parientes con los puños apretados—. Olvidan que esa vida también está llena de peligro, muerte y desesperación… ¡Ustedes la conocen, la vivieron! ¡Y saben que mi padre planeaba entrenarme para convertirme en su sucesor y me niego a ello! —estalló sin quererlo, cerrando los ojos pero sin parar de hablar—. No quiero matar a nadie, no quiero… ser eso. Creí que lo entendían —susurró Fugaku con un atisbo de decepción manchando su voz—. Creí que por eso habían aceptado la decisión de llevarme con ustedes…

—Eras muy pequeño en ese entonces —le dijo Izuna, rememorando brevemente y sin querer toda aquella lucha, toda la amargura de aquellos tiempos. Sólo Dios sabía que por un milagro estaba vivo.

—Si entendemos —aportó Madara, recordando sucesos del pasado. De la traición, de la soledad, la espalda que mostraron todos aquellos que dijeron ser su familia—. Pero aún eras un niño, y nosotros creímos protegerte de ti mismo y de los demás.

—¡Era un niño, pero no era ingenuo! —objetó Fugaku enseñando sus pozos negros, contemplando a su pequeña familia—. Me di cuenta de todos los riesgos, todas las veces que aparecían guardaespaldas nuevos, cayendo uno tras otro como simples peones, las noches de mamá en vela cuando papá no volvía pronto… ¡Mamá una vez estuvo a punto de morir y eso no lo olvidaré!

La imagen de la pequeña Mikoto acudió a la mente de Fugaku y detuvo a duras penas el impulso de gritar hasta desgarrarse la garganta.

—Tampoco podría someter a un riesgo semejante a los que quiero —logró articular pasados unos segundos en los que recuperó el autocontrol—. ¡No querría obligar a mis hijos a sufrir por lo que he hecho o a vivir lo que yo! No puedo, no quiero —espetó, reteniendo de nueva cuenta el acceso de golpear y romper cosas.

Los adultos habían prestado atención y sabían en carne propia lo que quería evitar. No lo podían culpar y mucho menos juzgar, por eso es que él los había elegido.

—Entonces dinos lo que quieres —demandó saber Madara, parándose a la altura de su hermano, convencido de que no sacarían a su pequeño de su decisión.

—Prometemos hacer lo tú que quieras. Sin rechistar —corroboró Izuna, mostrando una determinación irrevocable.

Pasaron excesivos minutos antes de que el moreno les diera una respuesta. Fugaku retorció sus manos, parpadeó repetidas veces, tomó aire quizás preparándose mentalmente para lo que iba a decir. Cuando tomó la decisión, dejó los ojos fijados en algún punto del suelo (porque definitivamente no los iba a mirar a la cara para dar su respuesta) y al abrir sus labios, murmuró con voz quebrada:

—Los quiero a ustedes.

Los susodichos quedaron en shock.

—¿Nosotros? —sonaron las dos voces estupefactas a la vez.

—Ustedes —repitió el chico, mientras lágrimas furiosas corrían por sus mejillas—. Son lo único que me queda. Por favor… —imploró con una voz que reflejaba el deseo que salía desde lo más profundo de su ser— por favor, por lo que más quieran, no me separen de ustedes. Prometo portarme bien, sacar mejores notas… ¡Lo que quieran!

Madara e Izuna sonrieron conmovidos, resistiendo las ganas de dejar escapar algunas lágrimas de emoción.

—¿Estás loco? —dijo Izuna al tiempo que rodeaba con sus brazos a Fugaku, enterrándolo en ellos.

—Nada, absolutamente nada, nos separará de nuestro Ku-chan~ —completó Madara, apretujando a los tres en un abrazo. Un pequeño sándwich de aquellos tres Uchiha.

—Espero que el tema no vuelva a salir a colación —mandó el moreno con voz amortiguada por estar dentro del abrazo familiar.

—Nunca —habló el primero.

—Jamás —secundó el otro—. Ahora ve a lavarte la cara, aun es temprano —recomendó el morocho al tiempo que liberaba junto a su hermano al prisionero de sus brazos.

—Es cierto —el azabache vio la hora en su reloj de muñeca—. Arréglate, porque no puedes aparecer ante Minato luciendo así.

El moreno no necesitó escucharlo dos veces para salir despedido hacia el baño. Los mayores fueron al piso de abajo y reanudaron sus quehaceres rápidamente ya que dentro de poco ellos también irían al trabajo. Diez minutos después estaba Fugaku escaleras abajo, ya saliendo por la puerta, mientras Izuna confirmaba su lista de objetos imprescindibles.

—Celular, almuerzo, dinero, una botella de agua, mi número, el de Madara, un analgésico, una pastilla para la cabeza, un frasco para el dolor de estomago y unas curitas, por si acaso —recitó como si de un corrido se tratase—. Hay nuevas baterías en el walkie-talkie que puse en el bolsillo secreto de tu mochila. Recuerda llamar en todos los recesos o cada vez que puedas y explicar dónde estabas, que hacías, con quién y si tardas más de lo debido, debes explicar por qué. Recuerda que solo tienes una oportunidad para decirme la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad… ¿Me hace falta algo? —preguntó a la nada con un gesto elocuente de la mano.

—El condón —aportó el morocho con una sonrisa malvada.

—¡Madara! —se indignó Fugaku viéndolo con enfado y pena.

—¡Cierto! Ya hemos tenido esta conversación antes y debes saber que…

—¡Izuna! No otra vez… —se lamentó el moreno con la vergüenza acicalando su rostro sonrojado.

—Está bien querido, no lo repetiremos —siguió Madara—. ¿Pero estás tomando precauciones con Minato? Mira que me cae bien y todo, pero primero debes tener en cuenta los métodos barrera y toda la cuestión. Además-

—Ustedes me superan —dijo el menor girando sobre sus talones, dispuesto a escapar lo más rápido que pudiera.

—Vuelve temprano —dijo el azabache a medida que el chico bajaba las escaleras, atravesaba el pequeño engramado y salía a la calle—. ¡Y no hables con extraños!

—¡Hasta pronto! —se despidió Fugaku huyendo por la derecha, caminando aprisa, convirtiéndose en una imagen cada vez más pequeña para el par de hombres que habían quedado en el marco de la puerta de su casa.

 

—Todavía es un niño —expresó Izuna al perderlo de vista.

—Pero es nuestro niño, confía en él mamá gallina —picó a su hermano recibiendo un golpe no tan cariñoso en el brazo—. Quita esa cara de estreñido, al fin admitió que nos quería…

El mundo se detuvo.

—Necesito sentarme…

—Yo voy por los pañuelos…

 

>>:<< >>:<< >>:<< >>:<< >>:<< >>:<< >>:<< >>:<< >>:<< >>:<< >>:<< >>:<< >>:<<

 

El sol estaba a punto de abandonar el horizonte y hacer su aparición completa cuando Fugaku escuchó abrirse una puerta y volteó a ver. El paisaje anterior perdió importancia, su sol personal hizo acto de presencia.

—¡Lo siento! —exclamó Minato radiante, ignorando los escalones de un salto y trotando brevemente hasta poder llegar a Fugaku—. ¿Te hice esperar mucho?

—No —contestó escuetamente el moreno.

Nunca iba a decirle que lo había estado esperando por más de media hora, solo porque no quería perder tiempo en volver a verlo.

—Me alegro, aunque para la próxima intentaré aparecer más temprano —rió el rubio comenzando a caminar.

Emprendieron el trayecto al instituto y esta vez tomaron un autobús ya que a esa hora de la mañana no había muchos pasajeros, ergo no habría problemas. Como el día anterior, platicaron de cosas triviales y no tan triviales, pasando el tiempo. El Uchiha tenía inmensas ganas de preguntar acerca del beso que Minato le había dado la noche pasada, pero como éste parecía haberlo olvidado o simplemente no le daba mayor trascendencia, se abstuvo de satisfacer su curiosidad.

El Namikaze, por otro lado, estaba contentísimo de volver a ver a Fugaku. Tenía la férrea resolución de convertirse en amigo del moreno (si es que no lo era ya). El rubio se cuestionó a si mismo acerca del “método” que había utilizado para convencer al otro -y vaya que era bueno convenciéndolo- pero habiendo logrado su objetivo, no dudaría en volver a usarlo.

Su entrada en el instituto es digna de ser relatada. No hubo nadie que no se dignara a voltear la cabeza al ver pasar al rubio más popular y guapo de todo el colegio junto al perfecto moreno prototipo de chico malo, caminando hombro a hombro como amigos de toda la vida. Hubo severos casos de tortícolis, pero ése no es el punto. Nuestros protagonistas causaron impacto.

Incontables pares de ojos les escrutaban con curiosidad, intriga ¿y por qué no?, un poco de morbo. Los cotilleos y susurros escandalosos no se hicieron esperar: “¿Quién es?”, “Es el Uchiha”, “Me da mala espina ¿Qué hace aquí, apareciendo como si nada?”, “¿Quién se cree?”, “¿Es algo de Minato?”, “¿Qué piensa Minato andando con ese tipo?”, “Es peligroso”, “Se carga una cara de estreñido…”, “Sexy”, “Me preocupa”. Y así interminablemente.

—Quieren matarme —susurró Fugaku apenas moviendo los labios, con los sentidos completamente alerta, preparado para la lucha o la huida. Ni uno solo de los comentarios escapaba a sus oídos y estaban empezando a intimidarlo.

—Ignóralos —murmuró Minato en respuesta. Era un alivio tener al Uchiha a su lado, nadie, ni siquiera la fanática más loca, había dado un paso intentando acercarse. Aunque debía ser honesto, le preocupaba que por culpa de semejante situación el moreno se decidiera por cortar toda relación con él.

Un tipo se cruzó frente a ellos, con las evidentes intenciones (no requeridas) de llamar a Minato y sacarlo de allí. Los ojos negros de Fugaku interceptaron su mirada y el chico trastabilló al tratar de disimular las ganas de salir corriendo en retirada.

La opinión pública había decidido que Minato se había conseguido un amigo peligroso.

 

Los dos jóvenes se mantuvieron juntos antes del timbre y se separaron al comenzar las clases. Se encontraban entre los recesos, aún bajo la mirada incrédula de la población estudiantil.

—Oye —dijo la compañera que se encontraba detrás de Minato en medio de una clase. El rubio miró de quién se trataba y vio a su pelirroja amiga tendiéndole un cuaderno. En la última página estaba escrito:

‘¿Quién es tu amigo? ^^ ’ Minato miró al profesor, sopesó el tema de la clase y decidió contestar.

‘Es Fugaku Uchiha ¿Por qué preguntas?’ Oyó la risita de Kushina antes de que le devolvieran el cuaderno.

‘Curiosidad, como la de todos xD Nos diste un susto de muerte apareciendo con él ¬¬ ’ Minato alzó una ceja un poco molesto.

‘No veo porqué. ¿Qué tiene de curioso?’ Escuchó un bufido de exasperación.

‘ ¬¬U  El tipo es algo así como un ermitaño y tu una estrella de Hollywood ¿No sentirías extraño ver juntas a dos personas tan opuestas? Y de un día para otro’

‘¿Eso qué? No he puesto a nadie a vigilar mis amistades’

‘No te pongas insolente conmigo o te va a ir mal, solo me preocupo por ti  ¬¬# ’ Minato sudó frío sintiendo el aura amenazadora muy cerca.

‘Está bien, no te enojes. Además, puedo cuidarme solito’ Kushina renovó su risita maliciosa.

‘Seguro  xD  Pero ten cuidado, lo digo en serio’

‘Estaré bien, no tienes por qué preocuparte’

‘No seas cabeza dura y escucha a tu conciencia. Ese chico se ve posesivo’ La pelirroja dudó en escribir el adjetivo, pero se decidió.

El rubio no pudo evitar que un sonrojo se apoderara de sus mejillas.

 ‘Cada día vas haciéndote más loca, amiga mía. Tranquila, sé manejarlo’

‘¡Vaya, vaya!  X3  ¿Hay algo que le quieras decir a tu mejor amiga  ^^?  ’ Kushina mordió el borrador de su lápiz, comprobando que el profesor aun no les hubiera visto, intentando ver la expresión de su amigo al responder.

‘¿Cómo qué?’

‘No te hagas el tonto, aunque tienes que saber que cuentas con mi apoyo.  ( -w- )9  Eso sí, primero tienes que presentármelo. Tengo que examinarlo y darle mi aprobación  ¬¬  ’ Minato no pudo hacer otra cosa que reír quedito.

‘¿Qué es lo que esperas?’ La chica alzó una ceja perspicazmente.

‘Una trágica historia de amor por supuesto!  *u*  ’

‘¿Por qué trágica?’

‘¿La prefieres cursi, llena de besos, con los dos tomados de las manos corriendo por un campo de girasoles en el atardecer? Porque no me molestaría kukuku~ ’

Minato se palmeó la frente.

‘¿Qué te hace pensar eso? Te enviaré al psicólogo si empeoras’

‘¿Ya lo besaste, no es cierto? ¿O él te besó?’

—No me mientas —aconsejó la malvada Kushina detrás de él, haciendo que un escalofrío recorriera la espalda de Minato.

‘Ok, ok… Yo lo besé’

‘  O///O  ¡Bien por ti!  >///<  ¿Él te gusta?’

‘Podría ser…’

‘¿Y tú le gustas?  ¬///¬  ’

‘Eso no lo sé’

‘¿Rechazó tu beso?’

‘Nop’

‘¡Entonces le gustas! Y no salgas con la excusa de que los dos son hombres, que seguramente quedó conmocionado y tonterías por el estilo. Le gustas y punto  -//w//-  O haré que le gustes, en caso contrario’

‘Pobre Fugaku’ Escribió el chico con una carcajada queriendo salir de su boca.

‘Si, pobre Fugaku… mira que se vino a enamorar de un rubio atolondrado  xD  ’

‘¿Enamorar? Estás exagerando ¡Nos estamos conociendo!’ Kushina puso su mejor rostro de consternación ante lo que leía, por lo que velozmente respondió:

‘¿No han pasado de la fase platónica? Eres patético’ A Minato se la cayó la mandíbula.

‘¡No hemos entrado a ninguna fase! Basta con el tema’

‘No seas mariquita!  ¬¬  Déjame apiadarte de ti cuando te coma… Él no tendrá mucha paciencia contigo, se le nota. No te va a pedir permiso y antes de eso, tú deberías estar preparado’

Minato casi sacó humo por las orejas.

‘Eres diabólica’

‘Es mi don y no soy yo la que te manda a besar a nadie, eso lo has hecho tu solito  ¬¬  Hacen una linda pareja  -///-  ’

El rubio arqueó sus cejas grandemente.

‘Creí que yo te gustaba’

‘Y todavía me gustas kukuku~ Pero creo que será difícil competir con ese Uchiha. En realidad… Tiene su encanto con su porte de chico malo, podría robártelo… Grrr…’

‘¡Hey!’

‘¿Crees que no se hará popular estando contigo?  ( _ _||| )  Todavía tienes mucho que aprender, mi pequeño saltamontes’

‘Friki. Fugaku no es así’ Escribió el rubio tratando de no verse molesto.

‘¿Y cómo es? Si se puede saber  ^///^  quiero todos los detalles sucios ¬w¬ ’

‘¡Déjame en paz!’

‘Yo no te estoy haciendo nada, querido’

El timbre del almuerzo sonó en ese momento, ahorrándole el trabajo a Minato de responder. La pelirroja se levantó de su asiento, se agachó al nivel del ojos-azules y le dijo al oído:

—Mantenme informada de tus avances o los de él —y acto seguido le dio un beso en la mejilla. Se dio la vuelta, ondeando su pelo coquetamente y haciendo bailar su falda al compás de sus pasos. Minato la contempló hasta que salió del salón, perseguida por muchas otras chicas que posiblemente querrían vengarse de ella. Pobres ilusas.

Fue a buscar su alimento, rodeado por la multitud que se creía con el derecho de exigir explicaciones. Minato solo pudo sonreír un poco colérico, sin responder a ninguna pregunta ni provocación. Cuando consiguió lo que requería, buscó a su amigo con la mirada. Lo encontró en el rincón más alejado de las mesas del cafetín. Trató de ir directamente hasta él, pero una barrera de gente se interponía. Suspiró hondo, armándose de paciencia.

 

Fugaku ya tenía suficientes problemas dentro de su cabeza. Lo había estado analizando profundamente y se había dado cuenta de que Minato era peligroso para él.

Recordaba perfectamente desde que se fue de su tierra natal, parte del trío de “fugitivos políticos” como le gustaba decir a Madara. Sus primeros años huyendo. Sus primos habían movido cielo y tierra para asegurarse de que estarían protegidos. Se habían asegurado de que sus nombres infundieran el temor necesario para no ser perseguidos y lo habían logrado con éxito. Siendo un niño, había presenciado casi con dolor, el proceso de ambos hombres al deshacerse de su orgullo y prepotencia para convertirse en ciudadanos normales, teniendo que combatir adversidades de todo tipo, ser parte de la clase obrera, luchando por encontrar un trabajo estable. ¿Cuándo un Uchiha había tenido que rogar por un trabajo antes? ¡Nunca! Recordó las ocasiones en las que la comida no era suficiente y uno de los dos dejaba de comer para que él pudiera. Pero Fugaku era feliz con ellos como nunca lo había sido, ellos le daban el amor que necesitaba.

También recordó lo que dejó atrás. A su madre, a su familia y en especial a Mikoto. Tenía su imagen perfilada en su memoria nítidamente. Todo lo hermosa que una niña de ocho años puede ser con su largo cabello azul-negro, con sus finas manos, su linda sonrisa y sus grandes ojos negros. Él tenía unos nueve años cuando la dejó. A tan corta edad, supo en cuerpo y alma que ella era su primer amor y que ese puesto le pertenecía exclusivamente. El simple recuerdo de la muchacha todavía lo hacía suspirar, a estas alturas ya se habría convertido en una hermosa mujer. Ella era una de las razones por las que se había jurado no volver a amar. El trabajo infructuoso por olvidarla desembocó en su primera experiencia sexual, la cual no disfrutó y solo añadió el sentimiento de culpabilidad a su conciencia. Incluso pensó que el amor no era lo suyo.

Y luego, después de tantos años en aislamiento autoimpuesto, aparecía Minato a destruir con la suavidad de un soplo, con el toque cálido de sus manos, el esfuerzo de una muralla construida con tiempo y paciencia infinita. Impetuoso como la tempestad de los mares, incontenible como la luz de sol que aunque las nubes de tormenta quieran taparlo, lucha por deslumbrar con sus rayos.

<<Condenado rubio>> maldijo en su pensamiento. Ahora deseaba probar sus labios y otras cosas más. En menos de veinticuatro horas, Minato ya lo tenía comiendo de la palma de su mano. Madara tenía razón en reírse de él. ¿Izuna de verdad le habría metido un condón en la mochila? Podría hacer uso de él si se daba el caso…

—¿En qué piensas? —inquirió una voz que sonaba extrañamente cerca. Al abandonar su tren de pensamiento, se percató de Minato que se sentó frente a él. Nadie se acercaba en un radio de diez metros ¡Qué hilarante!

—¿Por qué?

—Tienes una cara de pervertido que no puedes con ella… ¿La chica de tus sueños?

—Más bien pesadillas —corrigió el moreno, viendo con algo de tristeza su plato vacío ¿Cuándo lo había terminado?

—¿Todo bien? —preguntó el menor, engullendo su primer bocado de ramen humeante.

—He recibido treinta amenazas de muerte de las cuales solo dos tomaría en serio, me han seguido a los baños, un imbécil quiso pelear conmigo y una tipa me dio su número de celular, de residencia y la dirección de su casa y todavía faltan las clases de la tarde… ¿Tú qué crees, rubio? —contestó el mayor sin poder ocultar su mal humor.

—Lo siento por ti —se compadeció el otro con gesto escénico—. Esos son los percances de convivir conmigo.

—¿Y cuáles son los beneficios? —aventuró Fugaku.

—Te los mostraré cuando estemos a solas —replicó Minato en un timbre de voz que pudo interpretarse como juguetón acompañado de un guiño ingenioso.

¿Estaba coqueteándole? El moreno pregunta porque le gustaría tener argumentos a su favor cuando lo demanden por violación.

—¿Cuándo será? —enquistó el ojos-negros de la manera más casual que pudo. Sentía el calor invadir su cuerpo.

—Podrías pasarte hoy por mi casa —el ojos-azules se sorprendió de su propio coraje al decir eso—. Como pago por llevarme ayer a la tuya —añadió segundos más tarde, con el corazón latiendo ruidosamente en su pecho.

—¿Y tus padres? —quiso saber el moreno antes de procesar toda la implicación de la propuesta.

—Te dije que viajaban —respondió el rubio, mirando su cuenco medianamente vacío—. Hoy precisamente salieron y no volverán en varios días.

<<¡Minato Namikaze, eres un descarado! ¡Hace dos días que lo conoces y lo vas a meter a tu casa! ¡Y de paso dejando claro que estarán solos!>> se regañó el joven a sí mismo, mordiendo su labio inferior sin saber que ese gesto estaba volviendo loco al moreno frente a él.

—¿De qué trabajan? —inquirió Fugaku con naturalidad, fingiendo lo mejor que pudo que no estaba afectado por lo que recién escuchó.

—Mi papá es piloto de aviones y mi mamá es aeromoza —dijo Minato, agradeciendo que el tema se desviara a otros derroteros.

—¿Cuántos años tiene tu mamá? —preguntó el mayor ciertamente impresionado.

—Eso no lo puedo decir —respondió el menor sintiendo miedo solo de pensar en revelar esa información—. Aunque todo el mundo dice que se parece a mí.

—En ese caso, debe ser muy hermosa.

Hasta que lo hubo dicho, el moreno se dio cuenta de su significado.

—¿Tú crees? —las mejillas del rubio se encendieron en diferentes tonalidades de rojo mientras el dueño de éstas sonreía con habilidad.

—No, es decir… Sí, porque… Yo me refería a que los niños suelen parecerse a la mamá y las niñas al papá y… y… A la mierda —se rindió Fugaku ya sin excusas, dejando de lado el parloteo que había arrancado de Minato fuertes risas, logrando asimismo que él sonriera solo con contemplarle.

Un par de metiches voltearon a ver al sonido de las risas, pero siguieron en lo suyo rápidamente al ver la mirada asesina que les dirigió el Uchiha desde su asiento.

No estaba tan mal ser intimidante de vez en cuando.

 

Las horas transcurrieron con abrumadora lentitud, por lo menos para Fugaku que veía el reloj de la pared cada diez minutos. Minato, por otro lado, había tenido que aguantar las bromas de Kushina y hacer su mejor esfuerzo por prestar atención. Cuando el timbre de salida retumbó por todo el colegio, y tanto como los profesores y estudiantes suspiraron de alivio, ambos chicos cogieron sus cosas y salieron de allí.

Minato encontró a su amigo hablando acaloradamente con alguien por teléfono cerca de la salida del instituto. Dedujo más tarde que el otro interlocutor era el primo de su amigo.

Cuando las demás personas notaron la dirección de sus pasos surgieron nuevos chismorreos, pero no les puso atención.

—No, no es necesario que vengas. Tampoco Madara… Si, estaré bien —se defendía el moreno como podía, bufando y rodando los ojos constantemente. Expresiones muy singulares en el nombrado—. El rubio está aquí, él te puede confirmar que iré a su casa… ¡Izuna, no seas pervertido!

El recién nombrado frunció los labios. ¿Qué estarían hablando ese par Uchiha? Sin tener el tiempo para darse a sí mismo una respuesta, Fugaku se despidió y guardó el móvil.

—¿Nos vamos? —dijo el ojos-azules ya varios pasos adelante. El otro se apresuró en seguirlo.

—No puedo creer que éste apenas ha sido el primer día —comentó el ojos-negros, minutos después. Un silencio incómodo amenazó con establecerse y Fugaku no lo permitiría.

—Solo dale un poco de tiempo —opinó el menor, ladeando su cabeza ligeramente y encogiendo los hombros—. Tienen que hacerse a la idea, ya se les pasara.

—Pero hasta que no pase sigo corriendo un peligro mayor que antes.

—¿Te han armado pelea hoy? —inquirió con talante suspicaz.

—Sólo el imbécil de siempre —contestó el mayor, pensando en que su día había estado más pesado de lo normal pero no específicamente violento.

—Acosado nada más ¿verdad?

—Si.

—¡Entonces es algo bueno! —rió Minato, señalando un punto—. Mira el lado bueno: seguramente piensan que vas a extorsionarme y que eres alguien tan malvado y manipulador que has logrado que incluso yo caiga en tus redes, causando que te odien más… —Fugaku enarcó satíricamente una de sus cejas negras. Una costumbre aprendida de su primo más viejo—. O bien, puede que en algún momento (por algún milagro) descubran que yo, por mi generosa voluntad, he decidido apiadarme de tu pobre alma desolada y me hice tu amigo porque eres merecedor de ello.

—Estás esperando un milagro, rubio —desdeñó por último el moreno, con el desaliento matizando su voz, pasando olímpicamente de la pequeña muestra de narcisismo del otro.

—No seas pesimista, ya verás que todo mejorará. Y si no, todavía me tienes a mi —expuso Minato sonriendo al terminar de exponer su razonamiento.

—¿Y tenerte a ti es bueno porque…?

—¡Eres un desgraciado! —Fugaku no pudo evitar sonreír al ver al otro tan molesto.

—Entiendo tu argumento. ¿Qué piensas hacer, hablar bien de mí a la gente? ¿Los convencerás de que soy una buena persona?

—Yo no digo mentiras —fue su turno para reír al ver al Uchiha molesto.

Siendo honesto, Minato no tenía ninguna intención de hacerle buena fama. Ya todo caería su lugar en poco tiempo, lo presentía. Lo que él no quería era adelantar el acontecimiento. Entre más gente se diera cuenta de la buena persona que se escondía debajo de esa apariencia de intratable, más probabilidades existían de que los demás quisieran conocerlo, ser parte de su vida, de que lo apartaran de su lado.

Minato iba a ser egoísta y se reprochaba por ello. No obstante, no quería evitarlo.

Llegaron a la casita del rubio en menos tiempo del esperado. El dueño abrió e hizo pasar al moreno, que tuvo que quitarse los zapatos ya que la vivienda era de un estilo tradicional. No tenía las paredes muy altas y carecía de segunda planta.

—Siéntete como en casa —le dijo el rubio al invitado, dejando los zapatos y la mochila descuidadamente en la entrada y haciéndole señas de que lo siguiera.

La casita era muy práctica, ya que constaba de una cocina, un baño, la sala, un minúsculo patio y dos dormitorios. El de los señores Namikaze y el de Minato.

—¿Por qué es tan pequeña? —inquirió Fugaku, tomando asiento en un sillón de la salita.

—Porque mis padres solo pasan aquí tres días a la semana —explicó Minato detrás de él, dirigiéndose a la cocina que estaba separada de la sala por una pared—. Pasan fuera cuatro días como mínimo, a veces más dependiendo del vuelo. Así que no hay necesidad de una casa grande para una sola persona.

—¿No te sientes solo? —curioseó el moreno al ver que su anfitrión le tendía un vaso con agua y se sentaba en otro sillón frente a él.

—A veces —el otro sonrió un poco nostálgico y Fugaku se dio cuenta de cuanta tristeza podía reflejar una sonrisa—. Invito a mis amigos cuando puedo.

—Debo sentirme halagado —comentó el Uchiha, haciendo que Minato sonriera más alegre.

—Debes —afirmó el rubio—. Además, siempre tengo planes para distraerme. Tengo mucho entretenimiento en mi cuarto.

—¿Me enseñas? —pronunció el mayor, teniendo una idea de pronto.

<<¿Quiero entrar a su cuarto?>> aulló Fugaku mentalmente, un poco aterrado de las decisiones que su cerebro estaba tomando sin su consentimiento.

—Seguro ¿Por qué no? —aceptó el menor, aparentemente sin los pensamientos de trasfondo que estaba teniendo él a juzgar por su serenidad.

Minato mostró su habitación, que era acorde con el tipo de persona que era: un poco desordenada, ropa por un lado y por otro, un ropero, un televisor, videojuegos, un play station, una librera pequeña con libros (para Fugaku eso era una gran sorpresa) y una cama individual.

—Hmp —puntualizó el ojos-negros expresando todo su parecer sin articular una sola vocal.

—¿Qué te parece?

—Creí que iba a ser peor —se sinceró Fugaku, recibiendo un codazo.

—¿Quieres hacer algo con lo que hay aquí? —ofreció Minato, mirando todo su cuarto, deteniéndose sin querer en la cama.

<<Minato, basta…>> sollozó en su interior, apartando los ojos rápidamente, rogando porque el moreno no se hubiera dado cuenta. El moreno no se fijó en los gestos de Minato, él por su cuenta sopesó la posibilidad del camino hacia la cama.

—Tengo hambre ¿Puedo preparar algo? —dijo al pedir permiso, señalando con el pulgar la estancia que dejaron atrás.

—¿Puedes cocinar? —se extrañó el ojos-azules, olvidando todo lo demás.

—Tengo que hacerlo, hay ocasiones en las que Izuna se pone a inventar y… —dejó la frase inconclusa, dejando lo demás a la imaginación del rubio.

—De acuerdo, aunque creo que no hay mucho que puedas hacer, hace dos días que no compramos víveres —hizo notar el rubio, indicándole con una cabezada que lo acompañara a la cocina—. De paso, y como eres tan gentil, tú haces la cena.

Fugaku no pudo responder a la insinuación, Minato estaba a punto de darle la espalda, de bajar la guardia. Esperó a que el otro se detuviera para que se pudiera poner a su paso, pero no fue así. El menor se dio la vuelta completamente, ignorante de lo que iba a suceder.

Nuestro moreno no desperdició la oportunidad.

Avanzó hasta su objetivo, lo jaló por un brazo y lo empujó contra la pared más cercana. El agredido soltó un quejido al chocar contra la pared, la acción lo agarró completamente desprevenido. El Uchiha acercó su rostro al de Minato. Dado que la cercanía no era rechazada, continúo acercándose hasta rozar sus labios, solo probando suerte.

El cuerpo del rubio vibró con el toque, por lo que por iniciativa propia se lanzó a la boca de Fugaku cuando sintió que la caricia iba a romperse. El sencillo roce se convirtió en un contacto íntegro entre sus labios. Empero, no era como si eso bastara para apagar la chispa que habían encendido. Fugaku quería besar a Minato de la misma forma que lo había imaginado tantas veces, por lo que imprimiendo una pasión creciente al beso, obligó a que el otro se rindiera al enrollar sus brazos alrededor del cuello del más alto.

El moreno lamió los labios del rubio, quien de inmediato abrió la boca, dejando que la lengua del mayor se introdujera.

Era tan extraño, era como si hubieran soñado literalmente aquel contacto, sus bocas casi parecían reconocerse. Se besaban con las bocas abiertas, las lenguas buscándose, rozándose una con la otra.

¡Ése era un beso!

Minato tiró del cabello entre sus dedos, acercándolo más, profundizando la caricia con una sensualidad increíble, logrando que el Uchiha abrazara su cintura con muchísima fuerza. Se sentía en el cielo. Descubrió algo tarde que el Uchiha lo levantaba sin despegarlo de la pared. Al sentirse arriba, con los brazos del moreno sosteniéndolo desde su cadera, enredó sus piernas en la cintura de Fugaku sin dejar de besarse ni un instante ni de abrazar su cuello. Pronto se dio cuenta del movimiento. Fugaku avanzaba con él en sus brazos.

Llegaron a la cocina sin tropezar con nada de puro milagro, donde el rubio fue depositado en la mesa con suavidad. Nada que ver con la manera en que sus bocas se devoraban con rudeza. Minato tuvo que apoyar una de sus manos en la mesa, dado el ángulo de inclinación que su cuerpo tenía debido al beso. Las manos de Fugaku volvieron a apoderarse de esa cintura.

Tomaban aire a pequeños intervalos, anhelándose mutuamente como nunca en la vida.

Bruscamente, otorgándole el oxígeno que los pulmones demandaban, el beso se rompió. Minato abrió sus ojos, inhalando ruidosamente, sintiendo que sus mejillas quemaban. Dibujó un semblante de asombro al ver a Fugaku con el pelo desordenado de forma muy sexy, todavía reclinado sobre él, cerrando los ojos con el entrecejo fruncido.

—¿Qué pasa? —inquirió aun con la respiración entrecortada.

—Es que… estás ahí —justificó el mayor sin querer abrir los ojos porque volvería al ataque sin dudar.

—¿Y? Fugaku, mírame y explícate.

El tono de voz del rubio y el hecho de que dijera su nombre hizo que obedeciera, forzándolo a ver su rostro.

—Es que estás ahí tan deseable, tan sonrojado, tan… tan… Rubio que… —no pudo proseguir, la garganta se le secó. Los ojos azules vieron los ojos comúnmente negros, enrojecidos por lo que podría ser lujuria.

—¿Qué?

—Que me dan ganas de llegar hasta el final.

Una imagen asaltó sus pensamientos haciéndole comprender todo el significado de esas palabras. Minato quedó completamente perplejo. Sin saber qué hacer, sin poder hacer nada.

Fugaku rió ante el aspecto de pánico que adquirió su rostro.

—¿De verdad? —preguntó el menor centrando la mirada en su cara.

—¿No habías pensado en llegar hasta el final, no es cierto? —Minato tuvo que negar con la cabeza—. No estoy mintiendo, últimamente estoy excitado por todo lo que haces, rubio —contestó el mayor, permitiéndose depositar un beso en una de esas mejillas arreboladas.

—Pero eso es bueno —dijo el aludido, analizando en voz alta.

—¿No te molesta?

—Molestarme no —contestó siendo sincero.

—¿Significa que puedo seguir haciendo esto? —inquirió el moreno dándole un piquito fugaz, consiguiendo que el rubor se encendiera un poco más.

—Si puedes —dijo con un poco de vergüenza. Si Fugaku no hubiese sido quien era, se habría puesto a bailar y a dar saltos de felicidad—. Pero a la próxima avisa.

—Trato —y sellaron el nuevo acuerdo con un beso mucho más dulce y relajado—. Será mejor que me vaya —expresó Fugaku en voz alta, diciéndolo más para sí mismo que para el otro.

—¿Por qué?

—No soy tan fuerte, rubio. Mi autocontrol puede traicionarme —le recordó de manera casual, como quien habla del clima, mientras le apretaba juguetonamente la nariz y deshacía el abrazo, retirándose un poco para poder bajarlo de la mesa.

—Realmente te gusta que yo sea rubio ¿verdad? —preguntó Minato sonriente, acostumbrado al mote, rascándose la nuca y caminando lentamente a la salida.

—Entre otras cosas.

El pequeño trayecto pasó en silencio, mas no incómodo sino íntimo.

El Uchiha tomó su mochila, se colocó los zapatos y abrió la puerta.

Justo cuando pretendía salir, el rubio lo jaló por el brazo y ordenó:

—Dame tu mochila —sin comprender de que iba todo ni la razón del tono autoritario, Fugaku obedeció zafando el maletín de su hombro y extendiéndoselo al ojos-azules.

Éste lo agarró, lo abrió, hurgó un momento entre sus cosas bajo la mirada divertida del ojos-negros. Finalmente y con un brillo de victoria en su cara, sacó un papel de la mochila y habiendo obtenido lo que quería, se la entregó a su dueño.

—¿Eso es…? —inició la interrogante, reconociendo el papel donde la atrevida chica había anotado sus números.

Minato lo rompió a la mitad una vez y otra vez y otra vez y otra vez y otra vez… Hasta que lo redujo a nada.

—No necesitarás eso —y acto seguido, tomó entre sus manos el rostro de Fugaku y le dio un beso de película—. Eres mío de ahora en adelante, no lo olvides y por tu bien, procura que no te vea coqueteándole a ninguna ofrecida.

El otro quedó medio atontado, viendo estrellas por todas partes, pero logró responder:

—Lo que tú digas —sujetó una de las manos de su rubio y posó en ella un beso galante.

—Uchiha idiota —rió Minato ante el gesto—. ¿Te veo mañana?

El susodicho asintió. Bajó los escalones de espaldas hasta que el Namikaze cerró la puerta de su casa.

Iba demasiado contento, no recordaba haberse sentido así en muchos años.

Iba tan feliz que ni siquiera la idea de toda la charla sobre sexo seguro que le esperaba al llegar a casa pudo borrar la sonrisa de su cara.

Esperaba que muchos días como estos vinieran pronto, porque seguro que iba a disfrutarlos.

 

Notas finales:

Muchas gracias por leer. Espero sinceramente que todos lo hayan disfrutado.

En el próximo hay lemmon ( -///- ). Será el último capítulo.

¿Gustó? ¿No gustó?

¿Comentario? ( Ó.Ò )

Críticas, correcciones, sugerencias son bienvenidas.

¡Hasta luego!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).