Lo jala a la habitación y en la cama pone su maleta, la abre y todo artefacto de belleza que había ahí. El profesor de la universidad Mitsuhashi pensaba en todos esos artefactos que usan las mujeres, sería muy complicado si fuera una.
Comenzaron con ponerle el estorboso corsé que la azabache apretaba hasta el grado de ponerle el pie para jalar…le mas, mucho más de lo permitido.
-. ¡Basta, no tan apretado!
-. ¡Que chillón es usted Hiroki-sempai!
El siguiente desafío era ponerle el vestido, que desde la primera impresión le daba muy bien, ahora que tal será cuando le maquille que sus ojos se iluminaron por tal idea.
-.es… simplemente… ¡perfecto!
Lo agarro de sus manos y le sentó, verifico su maleta y de ella saco una peluca castaña de su mismo tono pero más larga.
-. ¡Te quedara como anillo al dedo!
-.si, lo que digas
-.a a ¡ah! No hablaras así enfrente de todos los invitados, no querrás pasar la mayor vergüenza de tu vida, ¿no sensei? Hablará con un tono más suave.
-.si… —en verdad tenía toda la razón para obedecerle.
Agarro los cabellos artificiales y los acomodo estratégicamente para que no se viera: la peino para que luciera mucho más. El siguiente, y último nivel, fue el maquillaje: las pestañas postizas, rubor, corrector, delineador, mascara para pestañas, labial, sombras, etc.
Como media hora después que termino Yukimura que —sin exageraciones— pudo transformarle de un hombre orgulloso a una dama en potencia. No se veía para nada mal el disfraz sincronizado armoniosamente.
-. ¡wahhh… he terminado… MI OBRA DE ARTE!
-.me veo… ridículo.
-.tonterías, te apuesto todo porque nadie te reconocerá. Además si se te para, nadie lo notara.
-. ¡¿Qué?!
-.jaja, no me haga caso sempai. Vaya y diviértase un poco.
Salió torpemente al pasillo, le daba mal andar con zapatillas como las que usaba y para colmo que alzara el vestido para caminar; era muy castrante. Salieron “las” dos a la puerta, Kamijou cerraba la puerta y la joven por última vez le miraba y se despidió de manera demasiado sutil.
-.no vemos, hime-sama *hace reverencia*
-. ¡Vete de aquí!
-.jajajaja —salía a punto de las carcajadas.
Se fue a carcajadas con su tono burlón resonando por todo el edificio y “la castaña” ardía de la furia. Mientras su trayecto a la fiesta comenzaba, su apuesto príncipe lo esperaba muy elegante y guapo.
-. ¿Acaso no va a venir tu pareja? —le preguntaba su subordinado.
-.ya ha de estar por venir.
Se va y agarra su celular el cual marca el número de su demonio. Pero hablando de infierno este tranquilamente estaba a pocos kilómetros desde un cómodo taxi.
-. ¿Bueno? —contesto de una forma muy femenina.
-. ¿Hiro-san? —el pediatra dudo en que la voz era de su amante; como va a ser sumisa un sonido del que gritos como los suyos se escuchaban desde el otro lado del mundo, siendo la más grave y masculina que nadie ha tenido, ni la suya podía superarle.
-.no te preocupes, casi llego.
-. ¿En verdad eres tú?
-.sí. Te lo explicare después, mi príncipe…
Acto seguido tiro su teléfono de la sorpresa: cualquiera se sorprendería al escuchar en esos tonos —y más en algo que se parecía a ser sexy— al “Demonio Kamijou”.
El reloj dio las 10 de la noche y las campanadas de los demás aparatos se hicieron de provecho cuando de la puerta de la mansión, entra una chica con su antifaz puesto; además que era la más hermosa de todo el baile que no hizo despertar comentarios de envidia y asombro de los invitados. Sigilosa, se acercó a Nowaki que del cual pronuncio muy bajo:
-.cuando lleguemos a casa… te matare.
-.eres tu *sonríe*