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Guerra: memoria y culpa

 

El sol llegó a su máxima altura cuando Alexei despertó. Se dio cuenta, después de sentir la luz herirle los ojos, que era transportado en los hombros de alguien.  Podía escuchar la respiración cansada de quién muy pronto reconoció como su amigo Aki. No había sido un sueño, de verdad había ido por él y lo había sacado de ese lugar. Tampoco era un sueño que estaba herido y que cada parte de su cuerpo le dolía como si constantemente le clavaran cuchillos en los músculos y en los huesos.  Y si todo eso era verdad, verdad también debía ser que Aki había perdido la memoria.

—Aki—murmuró—, detente.

—¿Por qué? Ya casi llegamos.

—Duele.

Aki detuvo sus pasos y dobló las rodillas para dejarle bajar de su espalda. Alex trastabilló y cayó como un saco, sobre el pasto de la pradera. Se quejó y luego, se quedó inmóvil, intentado regular con la respiración el dolor punzante.

—Será mejor que nos apuremos, Mari san te curará. Ella me ayudó a mí.

—No, Aki…escucha,  déjame aquí. Con no morir solo en ese lugar me conformo.

—Estás orate—Aki rió y Alexei no tuvo más opción que hacer lo mismo, por supuesto, se arrepintió.

—Ay, idiota, no me hagas reír—se apretó el costado e intentó con poco éxito sentarse. —Déjame descansar un momento.

—¿Pero qué dices? El cansado soy yo, no eres una plumita, eh—Aki se acuclilló, le ayudó a sentarse y él  mismo se dejó caer en el pasto. — Pero entre más rápido lleguemos, más pronto podrás curarte.

Alex asintió, pero realmente sentía que no podía respirar adecuadamente. Ni siquiera estaba seguro de poder curarse. Aki lo había hecho, pero Aki estaba hecho de otro material. No era un sangre pura, era más poderoso que eso, igual que Natsuki. Ah, Natsuki…

—Natsuki, tu hermana—dijo por sí le preguntaba quién era—, debe estar preocupada.

—¿Tengo una hermana?—Alex asintió—¿Y quién era el otro?

—¿Yue? Es… tu primo… bueno, algo así.

—Algo así—repitió Aki, enjugándose el sudor de la frente.

—Es complicado…por cierto, soy novio de tu hermana.

—¿Ah?—frunció el ceño, aunque no sabía si estaba molesto o tan solo sorprendido. Alex volvió a reír al ver su expresión y volvió a callar cuando el dolor lo apuñaló en las costillas. Volvió a caer de espalda y resolló; pudo sentir la mirada preocupada de su amigo, y esbozó una débil sonrisa.

—¡Rei!—una voz desconocida llegó a los oídos cansados de Alex, y vio a su amigo ponerse de pie de un salto.

—¡Mika! ¿Dónde está Mari?

La tal Mika no respondió, saltó el cuerpo maltrecho de Alex y se colgó del cuello de Aki, como una dama que esperaba el regreso de su caballero. Alex frunció el ceño pero no dijo nada, una nueva punzada le recorrió el costado, se le nubló la vista y perdió el conocimiento.

+++

Un rostro conocido le dio la bienvenida. Estaba tendido en una cama, curiosamente se sentía adolorido, sí, pero confortable, limpio y cálido. Además, Natsuki estaba ahí, tomando su mano, con los ojos llorosos pero sonriendo.

—Hola—dijo ella y él intentó responder pero la voz se le atoró en la garganta—. Estás a salvo ya… Mari san te curará, te daré mi sangre, y estás bien.

Natsu dejó escapar un par de lágrimas, y Alex no pudo más que sentir un nudo en la garganta y asentir silenciosamente, apretando con las fuerzas que tenía aquella  mano querida.

+++

Mika apoyó la cabeza en el hombro de Aki y le lanzó una dura mirada a Yue, quién aguardaba sentado del otro lado de la mesa. Aki almorzaba vorazmente, sin prestar atención  a lo que los otros hacían. Y Yue esquivó dicha mirada para concentrarse en su primo. Estaba contento por volver a verlo, tan contento que tenía ganas de llorar.

No había podido decirle nada más, ni siquiera había podido abrazarle. Cuando Aki y Alex llegaron todo se volvió un caos, en especial porque había que darle atención médica inmediata a Alex. Y ella, Mika, no se separaba ni un instante de Aki. Tampoco había dejado de lanzarle miradas acusatorias que Yue no podía entender.

Mari entró  en la habitación, presionó el hombro de Aki y se sentó en la cabecera de la mesa, justo al lado de éste.

—Zero —dijo y tanto Aki como Yue levantaron la vista. —Tu padre, ahora puedo confirmarlo, es Zero.

Aki parpadeó en señal de asentimiento y siguió comiendo, aunque más lento y sin despegar la vista de la médico.

—Él abogó por mí y mi esposo. Nos trajo aquí para salvarnos. Ahora llegó el momento de devolverle el favor. —Mari sonrió y juntó las manos como si orara — La sangre de tu hermana ayudará a que tu amigo se recupere. Estará bien, no te preocupes. Pero tienen que marcharse de aquí cuanto antes.

—¿Por qué?—Aki hizo a un lado el plato de comida ya vacío y frunció el ceño. Yue tenía la misma pregunta atorada en la garganta—¿No es mejor que nos marchemos hasta que Alex esté curado?

Mari negó con la cabeza lentamente.

—A estas alturas ya deben saber que está libre. Vendrán a buscarlo y si no son ellos, seran los de su clan.

Aki asintió, ahora podía recordarlo. Había disidentes, los que habían secuestrado a Alex y estaban los del clan de Alex, los Kurovnikov. Y lo recordaba no porque su memoria hubiera vuelto, sino porque Natsuki, su hermana, se lo había contado entre llantos, besos y abrazos. No podía negar que esa sensación de pertenencia le gustaba. Es decir, saberse parte de una familia le agradaba.

—Se irán mañana temprano. Él está estable, pero es sumamente necesario que pase la noche aquí por cualquier cosa.

—Está bien.

—¡Yo iré con ellos!—Mika saltó de su asiento—Puedo ayudar, yo conozco todo lo que se debe hacer, Mari san.

—Ehh—Aki le miró y le sonrió. —¿Serás la enfermera de Alex?

Mika asintió sonriendo… sonriéndole. Y Yue, del otro lado de la mesa, se encogió en sí mismo desviando la vista, por alguna razón, un mal presentimiento le presionaba el pecho.

+++

Estaba por amanecer. Yue despertó con  sudor en la frente. Tenía calor, a pesar de que no había razón para ello. Se quedó sentado en la cama con la mirada en la blanca ventana. Había niebla afuera, pero una sombra llamó su atención. Apartó las sabanas y tras colocarse una chaqueta sobre los hombros salió.

La niebla cubría de un blanco fantasmal el ambiente, el sudor en su frente se enfrió y un aroma húmedo le traspasó los pulmones.  A lo lejos, la oscura figura del granero se dibujó y él avanzó hacia él llevado por una extraña sensación premonitoria. 

La puerta del granero crujió cuando Yue la empujó. Ahí estaba Aki, tumbado en la paja seca con la vista hacia el techo.  Aki se incorporó al escuchar la puerta y esbozó una sonrisa ligera y sencilla. No había hablado con su primo, y ese día, en un par de horas, volverían a casa.

—Aki nii, ¿no puedes dormir?— Yue preguntó tímidamente, aún aferrado al borde de la puerta.

Aki se encogió de hombros y le hizo una seña con la mano para que se acercara. Yue soltó la puerta y se sentó a su lado en la paja seca y tibia.

—¿Estás nervioso, Aki nii?

—Supongo que sí—Aki rió apoyando los brazos en sus rodillas. —Tengo curiosidad sobre mis padres, sobre la vida que tenía ahí… de alguna manera, estoy inquieto.

—No te preocupes, Aki nii —Yue le miró y sonrió, seguro de que no tenía por qué sentirse así y con la intención de reconfortarlo.  —Mis tíos te extrañan mucho y deben de estar aún más inquietos que tú.

Aki asintió y  giró el rostro para mirarlo. A Yue se le cortó la respiración por un momento. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que lo vio? No podía recordarlo, pero si podía recordar el dolor de la última mirada que habían compartido, el silencio y un adiós que parecía una quemadura descarnándose.  Y a ese recuerdo se sumaba la imagen que tenía frente a sí ahora. Esa mirada borgoña y luminosa;  ese cabello plateado y despeinado; y esa sonrisa en labios amables. Si en algún momento dudo de amarlo, esa duda se desvaneció.

—Aki nii —el nombre escapó de sus labios casi como un suspiro, como un deseo involuntario, como una pasión enmascarada. Deseaba pedirle perdón, deseaba decirle lo mucho que lo había extrañado, lo mucho que lo amaba, y lo mucho que el miedo lo había paralizado. Pero, ¿cómo decirle todo ello? ¿Cómo decirlo ahora, que la memoria de la ofensa sólo vivía en él?

—¿Mmh?— Aki vio la melancolía rodeando a su primo. Y al mismo tiempo, que los rayos cálidos del Sol penetraron las ventanas más altas del granero, descubrió el hermoso color de sus ojos. Un verde que era más bello que cualquier esmeralda. Y su pensamiento se quedó colgado, difuso en su mente, que sólo pensaba en esos ojos y en la sensación de familiaridad. Cuando vio los ojos de Mika, había reconocido en su color el recuerdo de la persona amada, pero en los ojos de Yue, no sólo se trataba del color, era algo más. Lo sabía. Pero no se atrevió a ponerle nombre.

La puerta del granero se abrió, y Mika se asomó esbozando una sonrisa que se borró al ver a Yue.

—Está todo listo—dijo al entrar y pararse frente a Aki —Tu hermana y amigo están esperándoles.

Mika tendió sus manos hacia Aki, y éste la miró por un breve momento. Pareció dudar en tomar aquellas manos, incluso volteó hacia Yue, quién bajó la mirada desatendiéndose de lo que pasaba. Al final, rodeó con sus manos las manos de la chica y se puso de pie.

—Vamos, Yue —sonrió. Pero Yue sintió su nombre como un golpe en el estómago, ¿dónde estaba el “Yuu”? ¿Dónde?

—Sí.

Aki giró sobre sus talones encaminándose a la puerta. Mika corrió tras él y se colgó de su brazo. Pero antes, sólo por un breve instante, le sonrió a Yue de manera tal que a éste no le quedó duda alguna de que se trataba de una declaración de guerra. 

 

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado. 

Lamento la tardanza y también que la historia avance tan lentamente jaja No puedo evitarlo, hay muchas cosas que quiero contar en está historia que me voy de a poco. 

 Hasta la proxima! 

 

Continuará...


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