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More than souls por BombayLove

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Notas del fanfic:

Los personajes no son personajes, sino personas reales que pertenecen a ellos mismos :)

La historia sí es original mía así que, por favor, no plagiar ^^ 

 

Notas del capitulo:

Existe un lugar donde las almas se encuentran e interactúan, siempre y cuando sus cuerpos hallan fallecido al mismo tiempo. Una de ellas desea vivir vehementemente, pero la otra, desea morir. Una nueva vida en un frasco diferente.

No quería despertar. El sol me daba en la cara y me resultaba imposible abrir los ojos. Pero un sonido no tan lejano me lo impidió, por lo que poco a poco y maldiciendo internamente a aquella persona que parecía estar repitiendo una sola frase, fui abriendo los ojos.

Ambos estábamos dentro de lo que parecía ser un túnel completamente vacío a excepción de nosotros, claro está. A la salida (o quizás esa era la entrada) había una fuerte luz, esa que me hizo despertar. Del otro, había una intensa oscuridad.

Como si me estuviera alejando de ella, me levanté y me acerqué al muchacho que estaba a la izquierda de la luz, de frente a una de las “paredes” de aquel túnel.

- Quiero morir. Quiero morir. Quiero morir – Repetía. La luz todavía me estaba dañando la vista, pero podía apreciar que tenía el cabello azabache, igual que yo, y parecía tener unos veintitantos años, como yo. Cuando quise tocar su hombro, me di cuenta que yo también estaba vestido con una túnica blanca. Eso sí que se estaba poniendo raro. Estaba completamente seguro de que me había puesto una remera blanca con una inscripción que no llegué a leer, una campera liviana color verde con detalles también en blanco y un pantalón de jean. Ah. Y por supuesto, las zapatillas de lona que había comprado el día anterior. Ladeé mi cabeza de un lado a otro. Hasta me pellizqué para despertar, pero no parecía estar soñando. Lo que sea que estaba pasando era demasiado real.

Al oír mi quejido, mi compañero dejó de hablar, de pedir la presencia de la Parca en el lugar y me miró. Sus ojos eran de un negro igual o más profundo que el del otro lado del túnel ­­­–. ¿Tú también te moriste? – Mis ojos se abrieron como platos. ¡¿Qué rayos estaba diciendo ese sujeto?! Y, además, ¿quién demonios era? No pude hacer otra cosa más que titubear. ¿Qué estaba muerto? ¿Qué yo estaba muerto? Lo último que recordaba era que…

 

Tenía razón.

 

Yo estaba muerto.

 

Y él también lo estaba.

 

– Esto es la puerta al más allá – Dijo el sujeto, levantándose –. Mira – Me dijo, señalándome el lado oscuro del túnel. De repente, viniendo de quién sabe dónde vi miles de manos moviéndose hacia nosotros, pero había algo sobrenatural que les impedía tocarnos. Miré al sujeto que seguía con su dedo índice señalando “eso.” Pude ver múltiples marcas de cortes en su muñeca. Cuando había dicho que quería morir, parece que lo estaba pidiendo en serio.

– ¿Qué es eso?

– Ya te lo dije, ¿no? – Preguntó, enseñándome una sonrisa –. Es la puerta al más allá.

– Pero… ¿Por qué…?

– ¿Quieres morir?

– No. Claro que no – Volví en sí, de alguna forma, olvidándome de su pedido, de sus cortes, de sus ojos –. Pero veo que tú sí. ¿Tanto lo deseas?

– Yo… No tengo nada por lo cual regresar.  ¿Tú lo tienes? – No me había dado cuenta de lo cerca que estaba de mí. Hice un paso hacia atrás, pero su mirada no se despegaba de la mía.

– Sí.

– Entonces, regresa. Yo voy a morir – Me jaló del brazo, llevándome hacia la luz. Del mismo modo en que no me di cuenta que estaba cerca de mí, no me di cuenta que me abrazó, sino, hasta sentir un cálido agarre en torno a mí –. Yo moriré por ti – Intenté girarme para mirarlo, pero no pude hacerlo. Algo me lo estaba impidiendo y me terminé rindiendo a no ponerme en contra de ese algo –. Yo te ayudaré – Lo oí susurrar. Sentí que ya no era la luz que se estaba haciendo más intensa, que mi cuerpo ya no tenía el peso similar a una pluma, sino que estaba siendo atrapado por un profundo sueño al cual no podía escapar.

 

 

 

Un muchacho gruñó entre las sábanas. Tenía medio cuerpo destapado y el resto estaba enredado entre aquellas sábanas a rayas rojas, blancas y azules. Se llevó una mano a su estómago, levantándose la remera para rascarse, pero terminó por ponerse en posición fetal, apretándose esa misma parte. Le dolía, y mucho. Se levantó de un salto al sentir unas ganas anormales de vomitar y, al hacerlo, sintió que vomitó la vida. Se quedó atónito al ver el contenido de lo que a su estómago parecía no haberle agradado que hubiera ingerido.Era un cóctel de pastillas digno de un adicto. Estaba empezando a contarlas, pero el aroma de los jugos gástricos se lo impidió. Bajó la tapa del inodoro y tiró la cadena, dejando que todo fuera al desagüe. Abrió la canilla y se enjuagó la boca una, dos y varias veces más hasta que perdió la cuenta. Cuando sintió que ya no tenía ese gusto amargo, se cepilló los dientes. Levantó la vista y se vio de reojo en el espejo. Volvió a mirarse, esta vez, dejando caer el cepillo de dientes de entre sus labios. Se llevó varios mechones de cabellos delante de sus ojos para estar seguro y volvió a llevarlos sobre su cabeza porque no podía ver dónde había caído el cepillo. Terminó de asearse y salió al living.

El mismo estaba formado por un enorme sillón tres cuerpos de cuero blanco, frente al cual había una mesa ratona con varias revistas compradas al azar. En diagonal al mismo, un televisor plano de unas considerables pulgadas, rodeado de un home theatre y un reproductor de DVD. Detrás del sillón había una pequeña mesa también de vidrio (quizás había sido comprado junto con la mesa ratona) y unas sillas de tela de pana. A la izquierda de la misma, a lo lejos, estaba la cocina y al lado de ellas, unas escaleras que llevaban a un entrepiso que funcionaba como quién sabe qué cuarto. Se acercó a la cocina y se hizo café, antes de sentarse en torno a la mesa y encender con el mando a distancia que halló sobre el sillón, el televisor. Hojeó unas fotocopias que encontró tiradas, literalmente sobre la mesa, al hacer al menos, un poco de lugar para dejar su taza de café.

- Ikuta… Toma – Leyó sobre las mismas, escritas en una letra que parecían haber sido puestas ahí solo para que nadie las confundiera con las de otra persona. Sus ojos miraron las noticias que sus oídos no llegaban a escuchar por el bajo volumen en el que estaba el televisor. Frunció el ceño. La ruta en donde había ocurrido un trágico accidente de tránsito le resultaba sumamente familiar. Y lo sería si uno llevaba años circulando por la misma, como él. Cual resorte, el muchacho se levantó de la silla, dejando la taza de café sobre una pila de fotocopias, y se acercó al televisor a subir el volumen. Ya había olvidado dónde había dejado el mando a distancia.

– ¿Qué más sabe acerca del accidente, Hashiya-san?

– El cuerpo de policías dice que fue un choque directo.

– ¿Conoce el estado de los ocupantes de los vehículos?

– Sabemos que el conductor del camión está ileso por llevar el cinturón de seguridad, pero el ocupante del vehículo que embistió, falleció en el acto. Aún no se conoce su identidad, pero apenas encuentren alguna identificación, sus familiares serán inmediatamente notificados.

– Circula el rumor de que el sujeto que manejaba el pequeño vehículo era un masculino, ¿eso es cierto?

– Sí. Sí, es cierto. Era un masculino de entre unos veinte y veinticinco años y por lo que se sabe, llevaba unas zapatillas de lona y un pantalón de jean. También se encontró una campera de algodón verde y blanca, pero el conductor del camión está en estado de shock como para reconocerla o no.

Si estaba respirando, lo estaba haciendo sin darse cuenta, por costumbre. Sintió un escalofríos recorrerle la espalda. Pegó un salto al oír el timbre. Seguido al mismo, oyó unas llaves que, en la cerradura, querían empujar las que estaban del lado de adentro para poder ingresar.

Bajó un poco el volumen y corrió para abrir la puerta. El recién llegado, de su misma edad, de cabello azabache, ojos oscuros, redondos y labios carnosos, entró.

– Oye, ten cuidado. Mira dónde pones el café.

– Lo siento – Dijo el dueño del departamento, cerrando la puerta.

El recién llegado lo miró, extrañado, luego de acomodar más o menos las fotocopias mal apiladas para hacer lugar para la taza de café.

– ¿Estás tomando café?

– Sí – Respondió el aludido, agarrando la taza entre sus manos, mientras su cuerpo se sentaba frente a él.

– ¿Te levantaste temprano?

– Sí…

– Y sin necesidad de que alguien te despierte…

– Sí…

Extendió su mano para tocar la frente de su amigo, generando su risa.

– ¿Qué haces, Pi?

– ¿Estás enfermo o algo así?

– Por supuesto que no – Le respondió el muchacho con una sonrisa.

– ¿Estás consumiendo drogas?

– ¡Tampoco!

– Entonces, no lo entiendo – El muchacho, quien respondía al nombre de Tomohisa Yamashita, se sentó frente a él, mirándolo de pies a cabeza.

– ¿Qué sucede? – Preguntó su amigo, sin poder dejar de sonreír.

– ¿Seguro que no tienes nada raro, Toma?

– Ya te dije que no – Terminó de beber su café y se acercó al lavabo de la cocina a lavar la taza. Apoyó sus manos sobre la mesada, mientras esperaba que el líquido incoloro conocido como agua, terminara de llenar su pocillo –. Oye, Pi…

– Dime.

– ¿Crees que esté mal si regreso a la universidad? – Preguntó, mirando el reflejo del sol golpeando contra las ventanas de varios de los edificios frente al que él estaba. Pudo oír el sonido de la silla corriéndose hacia atrás y la llegada de Tomohisa a su lado para volver a tomarle la temperatura.

– No tienes fiebre…

– Te dije que no – Recalcó, mirándolo con una sonrisa.

– No… No creo que esté mal siempre y cuando vayas a estudiar.

– Entonces… Creo que eso haré hoy.

Cerró la canilla. El agua había terminado rebalsando de la taza.

– Cuando apruebes el primer examen, voy a hacerte una fiesta – Le dijo Tomohisa, palmeándole la espalda.

– Mejor cuando me gradúe.

– ¡No seas tan exigente!

 

Cualquiera que lo hubiera conocido de antes, diría que no era la misma persona que había ingresado hacía medio año a la universidad. Pasó de ser una persona que no se relacionaba con sus compañeros a tener un imán para hacer amistades. Todos en el campus lo conocían y cualquiera que hablara de él siempre daba una buena opinión. Tal y como le había pedido, lo había prometido. Aunque Tomohisa reconoció que dejó pasar dos semanas de la graduación para organizarle una fiesta sólo a él, el grupo seleccionado fue aquel grupo de amigos que nunca se habían llevado bien con Toma. Al ver a Tomohisa saludar a Jin Akanishi, un viejo amigo de la infancia, se dio cuenta que lo que buscaba con eso, era limar asperezas y convertir a sus amigos en los suyos propios.

– Este es Ikuta Toma, ¿te acuerdas de él?

– Ikuta… ¡¿Él inadaptado social?!

Jin recibió dos suaves golpes por parte de sus acompañantes femeninas, una sobre cada uno de sus brazos.

– El mismo – Se presentó el muchacho, dedicándole una reverencia –. Espero que dejemos el pasado atrás, Akanishi-san.

– Dime Jin. Me haces sentir viejo sino, carajo.

– De acuerdo, Jin.

– Además, los amigos de Yamapi son mis amigos, sean sociales o no – Volvió a soltar, sonriendo. Volvió a ser regañado por sus amigas, pero Jin terminó besando apasionadamente a cada una en los labios, calmando de este modo su ira –. Bueno, Toma… Felicidades por tu graduación.

– Gracias…

– Mi VIP… Es tu VIP, muchacho. Haz de él lo que quieras… Pero modérate, no hagas lo que yo no haría.

– Eso quiere decir que puedes hacer de todo – Aclaró Tomohisa, riendo sonoramente luego. Oyó que Jin lo regañó por sus palabras, pero no pudo entender qué insulto había usado al hacerlo.

Sus ojos, por algún motivo, volvieron a la parte general del club nocturno. Desde la planta alta, donde estaba el VIP, todos parecían hormigas, al menos, hasta que las luces del mismo pegaban sobre algunas de ellas. En ese momento, todas se llenaban de luz y brillaban los escasos segundos que las luces se posaban sobre sus cuerpos. Una figura se le hizo sumamente familiar. Abrió su boca para llamarla, pero gritarle desde ese lugar era bastante estúpido y resultaría en vano. En cambio, bajó corriendo las escaleras, y se acercó. Cada vez que la luz lo iluminaba, su sonrisa se veía más brillante que nunca. Se notaba que estaba hablando con otra persona, fuera de su alcance visual y que esta persona estaba bailando con él. Quiso agarrarlo del brazo, pero no pudo hacerlo. En cambio sintió que la luz se había quedado quieta en ese preciso lugar sólo para iluminar a esas dos personas que, tomadas de las manos, se dirigían a la salida del club, y a él, que los miraba irse, con la mente en blanco.

 

– ¿Quiénes eran?

– ¿Eh?

– Los dos tipos que viste en el club. No recuerdo haberlos visto en la universidad…

– Ahh… No… No lo sé… Pensé que eran unos compañeros míos, pero parece que me equivoqué.

– Ah, ya veo – Detuvo sus pasos frente a una pequeña casa, abriendo Tomohisa el portón para entrar junto con Toma hasta la fachada de la misma, que estaba iluminada con la luz que, sobre sus cabezas, se había encendido automáticamente por tener un sensor de seguridad –. ¿Seguro que no quieres quedarte a dormir?

– No, está bien. Voy hasta la avenida y me tomo un taxi.

– De acuerdo. Buenas noches.

– Buenas noches.

Tomohisa estaba por meter la llave en la cerradura, pero desde adentro la llave giró y la puerta se abrió.

– Rina – Se sorprendió uno de los ocupantes de la casa, llamando a su hermana menor.

– Con que llegando a estas horas de la noche…

– Fuimos a un club nocturno, es normal que lleguemos a esta hora – Dijo Tomohisa, entrando a la casa –. ¿Tú no deberías estar durmiendo?

La muchacha lo miró, con las mejillas infladas, hasta que el morocho se perdió en la oscuridad de la casa. Volvió su vista a Toma, quien le dedicó una reverencia.

– Tanto tiempo, Rina-chan – Le dijo, con una sonrisa, pero la cara de asombro de la aludida no cambió en lo absoluto sino, hasta hacerse a un costado para decirle, con una seña, que entrara –. Ahhh… No, no, no. Ya le dije a Yamapi que voy a tomarme un taxi.

– No hace falta. En esta casa hay cuartos de sobra. Pasa, pasa – Cuando se dio cuenta, estaba siendo empujado por la hermana menor de su mejor amigo, que terminó haciéndolo entrar a la casa –. Yamapi está durmiendo – Dijo Rina, en voz baja, entrando a la cocina y cerrando la puerta corrediza a su paso. Se sentó frente a Toma, en torno a la mesa de madera en medio de la cocina y lo miró directamente.

– ¿Sucede algo? – Le preguntó el muchacho, bebiendo el jugo que le había servido.

– ¿Quién eres?

– ¿Eh? – Por primera vez, la miró a los ojos.

– Sé que Pi no te lo habrá dicho porque cree que son locuras mías, pero… Yo puedo ver las auras de las personas. Y la tuya… Sí que ha cambiado… Tanto que… No parecen ser la de la misma persona… Por eso… ¿Quién eres?

Toma terminó de beber tranquilamente, dejando el vaso sobre la mesa y suspirando sonoramente luego.

– Vaya… Al fin voy a poder hablar con alguien que me entienda…

– ¿Dialecto de Kansai? – Preguntó extrañada la muchacha al notar el dialecto con la que el muchacho frente suyo había dicho esas palabras.

– Exactamente… Soy de la región de Higashioosaka.

– ¿Qué… sucedió con Ikuta-kun?

– Quiso morir. Lo hizo por mí.

– Espera. Eso es imposible. Todos tenemos nuestros días contados.

– Te equivocas – Le dijo Toma, negando con el dedo índice –. Nuestras almas son los que tienen sus días contados. Esto – Se llevó una mano al medio de su torso a medida que hablaba –… no es más que un frasco – Levantó la vista, Rina estaba prestándole toda la atención posible y más –. ¿Sabías que si dos almas se encuentran en el camino al otro lado, es posible que tengan una interacción?

– Tú… ¿Hablaste con el alma de Ikuta-kun?

– Así es. Él no debía morir. Quizás… sabiendo eso, me preguntó qué quería hacer yo, si quería vivir.

– Pero…

– No lo supe. Hasta que me desperté y me miré en el espejo, no lo supe. No supe que lo que él había hecho fue prestarme su frasco para que mi alma pudiera sobrevivir.

– Pero… ¿Y sus recuerdos?

– Los tengo. Junto con los míos propios. Debo reconocer que Ikuta-kun era bastante falto de palabras a la hora de expresarse con su familia. Por ese motivo, es bastante tedioso tener que escribirles cada mes – Sonrió –. Siempre termino con alguna migraña.

– ¿Cómo… te llamas? – Preguntó Rina, en un susurro.

– Está bien que me llames Ikuta-kun.

– De acuerdo…, Ikuta-kun… Y, dime…, ¿por qué regresaste? Es decir…, ¿por qué elegiste vivir?

– Mi pareja.

– ¡Ay! ¡¿Tienes novia?!

– ¡Shhhh!  – La calló Toma, sonriendo.

– Lo siento – Se disculpó la muchacha –. ¿Tienes novia?

– Novio – Aclaró el morocho.

– Ahhh… ¿Y es lindo?

– Lo es.

– ¿Cómo se llama?

– No te importa.

– Vamos… Dime. Sino subiré a despertar a Yamapi.

– No tiene importancia, después de todo… Parece que ya ha superado mi muerte – Se sinceró, en un suspiro.

– Espera un momento.

Rina se levantó y salió de la cocina. Donde sea que fue, hizo bastante ruido, pero no tanto como para despertar a los demás integrantes de la casa. Al regresar, lo hizo con una laptop, la cual dejó, encendida, frente a Toma.

– ¿Qué haces?

– Búscalo. Algo suyo debe haber en Internet – Le dijo Rina, mientras abría el explorador, antes de acercar una silla al lado del muchacho.

– Qué molesta eres…

– ¡Deja de hablar en el dialecto de Kansai!

– No estoy diciendo cosas tan complicadas como para que no las entiendas…

– Te… go… shi… Yu… u… ya – Leyó la menor, en voz alta, los hiragana que Toma terminó convirtiendo en kanji casi al segundo –. Guau… También es un egresado… Tu novio es inteligente Oosaka-kun.

– ¿Oosaka?

– Ya que no me quieres decir tu nombre, te llamaré así cuando estemos solos.

– Eres rara…

– Tú lo eres…  ¿Por qué dijiste que parece que superó tu muerte? ¿Lo viste?

– Hoy – Respondió Toma, viendo fotografías tomadas en las distintas actividades de la universidad.

– ¿Lo saludaste?

– Es una broma, ¿verdad? – La miró, sonriéndole –. ¿Cómo querías que me presentara? ¿Diciéndole: "hola, Tegoshi-kun, quieras creerlo o no, soy tu novio muerto“? ¿No sería morboso?

– Yo diría que eres un acosador…

– Esa fue una de las razones por las cuales no lo hice – Dejó la laptop que Rina terminó por correr frente a ella.

– ¿Y cuál fue la otra? – Preguntó mientras sus manos tipeaban sobre el teclado algo que sus ojos ansiaban ver.

– Que estaba con otra persona –Hizo una pausa, llevándose ambas manos alrededor de su nuca –. De todas las personas que conozco, nunca imaginé que terminaría saliendo con él…

– ¿Con quién?

– Con mi mejor amigo.

– ¿Cómo se llama?

– Nishikido Ryo.

– Okura Tadayoshi… ¿Cierto? – Rina lo miró, con una sonrisa. Su expresión de sorpresa fue lo que necesitó para saber que había dado en el clavo. La muchacha volteó la laptop para que viera una fotografía en la que estaban Ryo, Yuya y él, rodeados de varias personas más. Extendió su mano para tocar uno de los rostros que estaban en la pantalla, la de su ex–pareja y el suyo propio.

– Vaya… Me había olvidado cómo era mi rostro…

– Tarado de Oosaka – Murmuró Rina, cruzándose de brazos. Ah… ¿Cómo dijiste que se llamaba… se llama tu amigo?

– ¿Ryo-chan? Nishikido Ryo.

– Ryo-chan… No sé si será el mismo sujeto… Pero oí a Pi y a Akanishi hablar de un tal Ryo hace un par de semanas… Si tienes suerte… Eso puede ser lo que te acerque de nuevo a Tegoshi-kun.

– Rina… No lo hagas…

– ¿Por qué no? – Preguntó la aludida, levantándose de un salto –. Si yo estuviera en su lugar estaría encantadísima de saber que mi novio, a quien yo amo y creí muerto, está vivo.

– No creo que Yuya sea tan abierto de mente como tú…

– ¡Encima lo llamas por su nombre de pila! ¿Qué otra muestra de amor quieres?

– ¿La suya?

– Está bien… No es correcto que se haya puesto a salir con tu mejor amigo, pero… Okura-kun… Tampoco va a estar de luto y vestido de negro para toda la vida. Al menos… No teniendo la edad que tiene…

– No sabes cuántos años tiene…

– ¿Cuántos tiene?

– Veintitrés.

– Veintitrés… Como sea… Debes verlo. ¿Quién te dice? Quizás, sí entienda lo que te sucedió y quiera regresar contigo.

– Rina… Por favor mantén esto en secreto con Pi. No…

– Sí, no quieres que piense que estás loco. Un loco a la vez, uno a la vez. Te lo prometo si… Me dices que vas a acercarte a Tegoshi-kun – Toma la miró –. Al menos dime que lo pensarás.

– Está bien, lo pensaré.

Esa noche, le fue imposible conciliar el sueño. Mientras más intentaba hacerlo, más despierto se volvía y más una persona llenaba cada rincón de su mente. Yuya. Y junto con él, miles de preguntas que él no era capaz de responder. 

Notas finales:

Gracias por leer :)

¿A que no se esperaban que haya sido Tatsu el del accidente? xD 

No me pregunten por qué... Pero vengo pensando mucho en esta pairing últimamente ;/

 

Nos vemos en el siguiente episodio ^3^ *chu~*


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