5 pasos para gustarle
Capítulo 2. Mi amigo André
- ¿Puedes creerlo? Teniendo tanto de dinero y que le costaba comprar una bolsa que él mismo tuvo la culpa de que se tirara en todos lados - comento un tanto irritado.
- Bueno, tu sabes cómo son los ricos, sienten que tienen derecho de hacer lo que les plazca contigo sin importar que. - André entiende mis puntos de vista y charlar con él hace que me tranquilice.
Me gusta pasar mis ratos libres con él. Siempre tiene algo nuevo que contar y nunca me aburro de sus curiosas historias sobre lo que ha sucedido en la tienda o la librería.
Por el momento nos encontramos en una cafetería, ya que el mini súper está cerrado. No hay mucha gente hoy en el centro. Es probable que sea día feriado. Siempre estoy tan ocupado que casi no me entero de lo que sucede en el pueblo.
El centro no es muy grande. Hay una alameda con un pequeño quiosco en medio (le llaman el jardín) rodeando la alameda hay 4... Edificios podría decirse. Ninguna construcción tiene más de 3 pisos. Al sur de la alameda, detrás de uno de los edificios se encuentra un mercado, pequeño también... En realidad, todos los lugares por aquí son pequeños.
Hay más edificios rodeando, y muchas callejuelas. Subidas y bajadas. Es época de calor y el sol pega fuerte.
- Sabes pato- Ah, sí, lo olvidaba. Es la forma en que André me llama. Cuando éramos niños vivíamos en casas muy cercanas, cuando aún vivíamos con mi padre. Tendría acaso unos 6 o 7 años. En ese entonces, yo iba a la escuela, y el primer día de clases fue cuándo conocí a André. No llevábamos uniformes, y ese día yo vestía un pants y chamarra amarillos con 2 franjas naranjas en los costados. A mi madre se le había hecho tarde, así que eso fue lo primero que me puso, y por si fuera poco, mi cabello estaba todo alborotado. En el descanso yo me senté solo, pues no conocía a nadie y André se acercó a mí. ¿A que ni adivinan qué fue lo primero que me dijo? Yo lo recuerdo perfectamente: "Pareces un pato, niño. ¿Quieres jugar?" Yo casi no hablaba en ese tiempo, así que no le dije nada sobre el comentario del pato y simplemente acepté su invitación para jugar. El apodo de Pato se me quedó.
Mi padre nos abandonó al año siguiente, dejando a mi madre embarazada. Perdimos la casa y fue cuando comencé a trabajar en la hacienda de los Duncle. Tuve que dejar de estudiar ¿Se imaginan? Solo aprendí a leer y escribir. Un poco de matemáticas y nada más. Por suerte para mí, nunca dejé de ver a André. Él sí pudo seguir en la escuela. De vez en cuando yo iba a visitarlo y él me enseñaba algunas cosas que aprendía en la escuela. Ciertamente, André es un gran amigo. El único que tengo.
- ¿Qué sucede?- Le respondo con una tranquilidad increíble si toman en cuenta lo enfurecido que llegué.
- Deberías de dejar de vivir en ese lugar. Tú, tu madre y tus hermanos merecen una vida buena, sin que les exploten ni les humillen.
- André, tu siempre fantaseando. En primer lugar, ¿A dónde nos mudaríamos? Luego, apenas tenemos dinero para comer y para vestir, y tu bien sabes que mucha gente del pueblo está igual que nosotros. ¿Dónde encontraríamos un nuevo trabajo?
- Bueno, en eso tienes razón, pero si te mudas conmigo, no tendrás que dormir en una sola cama con toda tu familia. Sé que mi casa no es la gran cosa, pero tiene 3 habitaciones, no se filtra el agua y tampoco hace tanto frío, además...
-¿Si me mudo contigo dijiste?- Lo interrumpo. Hace unos momentos hablaba de mi familia en general y ahora solo habla de mí.
- Si, tu y yo... bueno, quise decir, contigo... no, no contigo, si no, juntos, bueno juntos pero en habitaciones separadas tú y tu familia y bueno... pues eso.
André de pronto se pone algo nervioso y comienza a balbucear.
- Tranquilo, tranquilo, ya entendí tu punto.
Río un poco. Me imagino una vida con mi familia en casa de André. Qué bueno sería. Tiene razón, su casa está en el centro, y las casas del centro están mucho más cuidadas que las que nos dan a los trabajadores de la hacienda. Pero si nos salimos de ahí... Es probable que se nos compliquen los horarios. Los Duncle son muy estrictos en eso.
- Sabes André, tú vives solo. Ganas lo suficiente para mantenerte y darte un gusto de vez en cuando. Yo tengo mi horario de trabajo muy apretado, tengo que hacerme cargo de Mitchell, de Ámber y de mi madre. Quiero lo mejor para mi familia, pero eso de mudarnos es un cambio muy radical. Te agradezco en verdad, pero no creo que sea una maravillosa idea.
Observo que el rostro de André cambia lentamente a uno de decepción. Me siento un poco mal por hacerlo sentir así.
Me levanto de mi asiento.
-Gracias por el jabón. Tengo que regresar a lavar.
-¿Puedo acompañarte? Tengo el día libre, ¿recuerdas?
-Me sentiría muy aliviado si me acompañas- Le regalo una pequeña sonrisa. Me agrada que siempre quiera estar cerca de mí. - Pero tendrás que ayudarme a lavar.
- Sabes que con eso no tengo problema alguno Joseph.
Él acaricia mi cabello. ¿Por qué tiene que ser un fenómeno tan alto?
- Lo que pasa es que tú eres muy enano- Comenta mi amigo, casi parece que puede leer mis pensamientos, eso en ocasiones es molesto.
- Cállate. Ya vámonos.
Comienzo a adelantarme y escucho su risa detrás de mí. Escucho también sus pasos y su aliento en mi cuello. Un escalofrío recorre mi espalda al escuchar su voz tan cerca de mí.
-Se te olvida algo- Susurra él en mi cuello.
Trago saliva. Mis manos tiemblan levemente. Siento que mi cara comienza a sonrojarse. Me doy rápidamente la vuelta y sin voltear a verlo, recojo mi canasta con ropa y vuelvo a caminar.
-No te me acerques así André.
Su voz acababa de sonar… un poco ronca, como si… Agh, no sé en qué mierdas pienso. André hace cosas así muy seguido últimamente, y yo no sé cómo reaccionar. Esas bromitas suyas me ponen los nervios de punta.