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El hilo rojo por Khira

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Notas del capitulo:

Buenas,

Aquí os dejo el segundo capítulo. Un público difícil, eh? Bueno, lo seguiré intentando un par de capis más ;)

Un beso chicas.

2. La revancha

 

Al día siguiente, Zach invitó a Ryan a comer a su casa.

—Mi madre ha venido este fin de semana y nos ha llenado la nevera de tuppers —le dijo por teléfono.

Según le había contado, Zach vivía con su hermana Nicole en un loft en la calle 114 con Douglass Boulevard, al este del parque Morningside. El chico no había tenido reparos en admitir que el alquiler se lo pagaban sus padres, una pareja de diplomáticos que vivían y trabajaban en Washington, aunque al parecer su madre era una apasionada de la cocina. Aunque Ryan disponía de pensión completa en la residencia Clifford, no dijo que no a la perspectiva de comida casera en lugar del insípido catering del comedor de la residencia. Con las señas apuntadas en el móvil y la ayuda inestimable de Google Maps, no tardó en llegar.

—¿Está Nicole? —preguntó al entrar.

—No. Dijo que se iba con Leila a nosequé centro comercial —respondió Zach.

—Bien.

Zach alzó las cejas.

—¿Te cae mal mi hermana?

—¿Eh? Para nada —se apresuró a decir Ryan—. Es solo que es muy… —No encontraba la palabra.

—¿Pesada? —le ayudó Zach—. ¿Agobiante? ¿Chismosa?

—Tío, que es tu hermana. —Ryan rio.

—Lo sé —Zach suspiró—, y no sé qué haría sin ella. Pero a veces la estrangularía.

El loft era en realidad un dúplex en el que la planta inferior constaba de un amplio estar—comedor—cocina y un pequeño cuarto de aseo. Unas escaleras exentas llevaban a la planta superior, donde había dos dormitorios, uno para cada hermano, y un baño grande común. Había los muebles justos y poca decoración, en tonos rojos y acero, muy del estilo industrial. Zach se lo enseñó todo rápidamente y sin dar muchos detalles. No había mentido con los tuppers: la nevera estaba a rebosar. Eligieron uno al azar que resultó ser un estofado de ternera con muy buena pinta, y se sentaron a comer en la barra americana de la cocina.

—Tu madre es una gran cocinera —dijo Ryan a medio plato.

—¿Qué madre no lo es?

—La mía —aseguró él—. Como mucho se le dan bien las tartas. Todo lo demás acaba en desastre.

Estaba siendo un poco exagerado, pero lo cierto era que su madre no era muy dada a las recetas elaboradas. Y eso que supuestamente era ama de casa.

Después de recoger lo ensuciado y meterlo en el lavavajillas, los chicos se sentaron en el cómodo sofá negro de piel frente a la enorme televisión de plasma.

—¿Una partida de COD[1] para hacer la digestión? —propuso Zach.

—Siempre.

Mientras Zach ponía en marcha la Xbox, Ryan le observó con detenimiento y pensó que había tenido mucha suerte de toparse con él en ese chat y no con otro. Habían congeniado virtualmente desde el principio, se habían pasado sus direcciones electrónicas, y desde entonces habían estado hablando por mensajería instantánea, primero por Messenger y luego por Skype, como mínimo dos veces por semana. Y, a pesar de haberse conocido en un chat LGTB, nunca había habido nada sexual entre ellos. De hecho, una noche, al final de una larga conversación, Zach le había confesado que había alguien en quien estaba muy interesado, pero que por el momento no se atrevía a dar el paso.

Tras empezar la partida, en medio de un tiroteo, Ryan no aguantó más la curiosidad que sentía desde la noche anterior en Azeroth e hizo en voz alta la pregunta que le rondaba desde entonces.

—¿Sabe Derek que eres gay?

Zach dejó escapar una exhalación y acto seguido la voz en off del juego anunció que su personaje había muerto. Suspiró y dejó de mirar la pantalla para clavar sus ojos verdes en Ryan.

—No lo sabe, o eso se supone, pero creo que lo sospecha.

—Porque tu hermana lo sabe. —No era una pregunta. Uno de los temas recurrentes durante sus largas conversaciones virtuales era la familia, y Zach le había contado que Nicole sabía perfectamente sobre su orientación sexual, no así sus padres—. Y parece muy amiga de Derek. Y de los demás. ¿Ellos lo saben?

—Repito, se supone que no. No creo que Nicole vaya hablando por ahí de mis preferencias sexuales, pero no puedo estar seguro cien por cien. No cuando Derek suelta comentarios como el que soltó en Azeroth y Nicole le riñó como si se hubiera ido de la lengua.

—Puede que no lo sepa. Puede que Nicole le riñera solo porque lo que dijo, sobre todo el tono en que lo dijo, no estaba bien.

—Créeme, mi hermana no es de las que regaña a los demás por decir palabras políticamente incorrectas. Pero no me queda otra que confiar en ella.

Ryan asintió. En su caso estaba igual: sus hermanos sí sabían sobre sus preferencias, pero no sus padres, aunque su madre quizá lo sospechase.

—¿Y cuándo vamos a ir a algún sitio de ambiente? —preguntó tranquilamente.

Zach boqueó como si de repente le faltara el aire.

—No sé si es buena idea —musitó por fin.

—¿Por qué no? Los dos estamos lejos de casa, dudo mucho que nos encontremos a alguien conocido. Y si así fuera, seguramente será algún compañero de la facultad con el que, mira, tendremos algo en común.

—No estoy… preparado.

—¿Preparado para qué? ¿Para ir a un sitio de ambiente o para ligar con alguien? —Un incómodo silencio fue su única respuesta. Pero Ryan no se daba por vencido tan fácilmente—. ¿Y qué hay de ese chico del que me hablaste?

—¿Qué chico?

—No te hagas el tonto. El de la biblioteca.

—¿Qué pasa con él? —Zach se puso automáticamente a la defensiva.

—¿Has hablado ya con él?

—No, claro que no.

—¿Por qué no?

—¿Y qué le iba a decir? ¿“Perdona, no te conozco de nada, nunca he cruzado una palabra contigo, no sé si eres gay o no, ni siquiera tu nombre, pero me tienes loco desde la primera vez que te vi y solo vengo a esta biblioteca para contemplarte”?

—Eso sería perfecto —dijo Ryan muy serio.

Los dos chicos se miraron un segundo y luego rompieron a reír.

—Reconozco que tengo curiosidad por ver su cara si le soltara eso —dijo Zach.

—Por favor, avísame cuando lo hagas. Yo tampoco quiero perdérmelo.

Zach le tiró un cojín a la cara que Ryan cogió al vuelo con agilidad. El movimiento le recordó algo que también quería preguntar.

—¿Hay alguna cancha de baloncesto callejera por aquí cerca?

—Esto es Nueva York. Hay una cancha por manzana, casi.

—¿Vamos a echar unos tiros?

—¿Ya tienes mono?

—Entre papeleo y mudanzas llevo una semana sin tocar una pelota. Por supuesto que tengo mono.

—Bien, como quieras. —Zach apagó la Xbox.

—O, podemos ir a un sitio de ambiente a tocar otro tipo de pelotas. —Ryan hizo un movimiento sugestivo con ambas cejas—. De eso también tengo mono.

La broma hizo sonrojar a Zach.

—Mejor a echar unos tiros. No es un buen día para salir por ahí.

—¿Porque es entre semana o porque mañana tenemos la conferencia inaugural?

—Por las dos cosas.

—Bueno, pues otro día. ¿Qué tal el sábado?

—¿Por qué tienes tantas ganas de ir a un sitio de ambiente?

—¿A ti que te parece?

—¿Salías a menudo antes de venir aquí?

—Sabes que no tanto como me hubiera gustado.

—Pero tienes experiencia.

—No tanta como me hubiera gustado. Tanto Wellington como Wichita son lugares pequeños. Por eso quiero aprovechar aquí, donde nadie me conoce. Quiero follar. Y follar mucho.

Zach dejó escapar una risa nerviosa, aún sonrojado.

—Tío, estás super salido. ¿Cómo aguantabas allí?

Ryan le regaló una gran sonrisa desprovista de toda vergüenza.

—Porno, amigo mío. Mucho, mucho porno.

***

La cancha de baloncesto callejera más cercana era la del parque Morningside. Tuvieron suerte y la encontraron libre, y allí estuvieron jugando hasta que la falta de luz les obligó a parar.

—¿Crees que serás titular este año? —preguntó Ryan a su amigo, mientras caminaban de vuelta.

—No lo sé —respondió Zach, cambiando la pelota de mano en mano—. Pero, sinceramente, me da igual. Me conformo con que me saquen de vez en cuando y no chupar banquillo de principio a fin como los dos primeros años.

—¿Hay mucha competencia?

—Muchísima. Y los hay que se lo toman como algo personal. Como Derek.

—¿Derek? ¿Qué le pasa?

—Su padre también jugó en los Lions y… digamos que le dejó el listón muy alto.

—Bueno, no me interesan sus complejos. Yo soy pívot y he venido aquí a jugar.

—Y a estudiar Derecho —le recordó Zach.

—Y a estudiar Derecho —asintió Ryan.

—¿Puedo preguntarte por qué elegiste esta carrera?

—No sé… ¿Has oído aquello de “el que vale, vale, y el que no a Derecho”? —bromeó.

Zach dejó escapar una risita incrédula.

—¿Dónde has oído tú eso?

—Me lo soltó un chico español que estaba de intercambio en Wichita, con una beca ISEP.

—Pues tío, no sé cómo será en otros lados, pero aquí hay que apechugar bastante.

—Lo sé, lo sé. Ya me imagino. No, ahora en serio, me gustaría ser —Ryan miró a su amigo de reojo— abogado medioambiental.

—¿Medioambiental? ¿En serio?

—En serio. Y no te rías.

—No me río. Me parece una gran opción. Yo no sé aún hacia dónde tirar… Mis padres quieren que Nicole y yo seamos abogados de empresa, pero a ninguno nos motiva demasiado…

Se detuvieron frente al portal de Zach.

—Bueno, yo me quedo aquí. Nos vemos mañana en clase.

—Sí, hasta mañana.

Chocaron la mano y Ryan siguió calle abajo en dirección a la residencia. No había sudado apenas pero le apetecía igualmente una buena ducha.

«Tengo que comprarme una pelota», pensó. Tenía unas cuantas en casa, en Wellington, pero dudaba que su madre se acordara alguna vez de mandárselas por paquetería. Además, seguramente resultaría más barato comprar una aquí. Mientras miraba instintivamente alrededor en busca de una tienda de deportes, vislumbró una figura conocida en el otro lado de la calle, alguien con el pelo negro y ropa también negra, con la cabeza gacha ojeando un móvil. Ryan sonrió. Repelente McAllister. No. Liam McAllister.

Cruzó la calle sin pensárselo y le alcanzó en pocos pasos. Se puso a andar a su lado y, como cabía esperar, Liam alzó la mirada para ver quién era.

—¡Tú! —exclamó con desdén, y Ryan no pudo evitar sonreír ante tal muestra de desafecto. No estaba acostumbrado a producir ese efecto en las personas y, hasta cierto punto, era divertido.

—El mismo —saludó Ryan, y cayó en la cuenta que la noche anterior ni siquiera se había presentado. Él sabía su nombre solo porque se lo había preguntado a Zach—. Por cierto, me llamo Ryan. Ryan Hunt. —Y le tendió la mano.

Liam la observó un segundo y acto seguido volvió la mirada a su teléfono móvil, sin hacer ningún ademán de corresponder al saludo. No llevaba maquillaje en los ojos y eso le hacía parecer más joven que la noche anterior.

—Como si me importara —murmuró.

Ryan silbó.

—Vaya, veo que tienes todo un máster en relaciones sociales.

Liam le ignoró y siguió tecleando.

—¿Qué nota te pusieron? ¿También un sobresaliente? —siguió pinchando, sin éxito.

Por fin, Liam guardó el teléfono, pero siguió caminando e ignorando a Ryan, quien empezó a hablar como si fueran íntimos.

—Ahora vengo de jugar unas partidas de baloncesto con mi amigo Zach. Bueno, partidas, lo que se dice partidas, hemos jugado un par de uno contra uno. También hemos echado unas cuantas canastas. Zach es bastante bueno con los triples, eso no lo sabía de él. Es que personalmente solo nos conocemos desde ayer, ¿sabes? Soy nuevo en la ciudad. Él y yo nos conocimos en internet hace unos meses. Yo soy de Wellington, Kansas. Pero estudiaba en Wichita. Por cierto, ¿sabes dónde hay una tienda de deportes? Necesito comprarme una pelota de baloncesto. Pero de las buenas, no de los chinos. No me gusta comprar cosas en los chinos. Son muy baratas, pero duran poco. ¿Has oído eso de “lo barato sale caro”? Pues es cierto. Mi madre se compró una vez una depiladora en los chinos y… bueno, no quieras saber qué pasó. No te compres nunca una depiladora en los chinos.

Liam por fin se detuvo y le encaró.

—Oye, ¿qué quieres? —exclamó irritado—. ¿Por qué demonios me cuentas tu vida?

—Bueno, para empezar, quiero saber dónde hay una tienda de deportes.

Definitivamente, era muy divertido hacerle rabiar.

—Por dios… —Liam bufó y señaló una esquina del otro lado de la calle—. Por esa calle, todo recto, llegarás a un pequeño centro comercial. La zona de deportes está en el primer piso.

—Gracias. —Ryan le obsequió con su mejor sonrisa marca de la casa.

—¿Me dejarás en paz ahora?

—Pues… —Ryan hizo como si se lo pensase—. No, creo que no.

Liam cerró los ojos un momento y respiró hondo, intentando contener la frustación. Cruzó los brazos.

—¿Y qué más quieres? —preguntó, más calmado.

—Quiero la revancha.

—¿Qué revancha?

—Bueno, mejor dicho, quiero que tú quieras la revancha.

—¿Hablas de la partida de billar de ayer?

—Sí.

—No quiero la revancha.

—¿Porque sabes que volverás a perder?

—No. —Liam apretó los labios—. No me interesa, y punto.

—Va, anímate. Mira, esta vez apostaremos que, si ganas, te dejaré en paz. No solo hoy, sino para siempre. Creo que vamos a vernos a menudo por el bar o por el barrio, así que igual te conviene. —Ryan obvió a propósito que iban a ser también compañeros de clase. Sería divertido ver la cara de Liam cuando lo descubriera.

—¿Y si ganas tú? —preguntó con desconfianza.

—Un beso.

La expresión de Liam fue todo un poema. Oh, cómo estaba disfrutando con esto.

—¿Perdona?

—Un beso. En los labios. Sin intercambio de fluidos, quiero ir despacio.

—Estás loco.

Liam se giró y echó a andar de nuevo. Ryan se apresuró a seguirle.

—No quieres porque sabes que vas a perder otra vez.

—Ayer tuviste suerte —masculló Liam.

—¿Eso piensas? Comprobémoslo.

—Paso. —Liam se detuvo de repente—. Y deja de seguirme.

—Ya te he dicho qué tienes que hacer entonces. —Ryan se cruzó de brazos y sonrió de forma angelical.

—¿Por qué? —exclamó Liam, cansado—. ¿Por qué tanto interés en la revancha?

—No es la revancha lo que me interesa.

Liam parpadeó, desconcertado, y por un momento su expresión se hizo más afable. Pero enseguida endureció el gesto.

—Bien, lo que sea por librarme de ti. Juguemos la revancha.

La sonrisa angelical de Ryan se hizo más ancha.

—Sí. Juguemos.

***

La bola negra entró limpiamente en la esquina adjudicada. Ryan se incorporó sobre la mesa, satisfecho consigo mismo y, sobre todo, satisfecho con su padre, campeón estatal de billar tres años seguidos, por haberle enseñado a jugar desde los cinco años. Al levantar la mirada vio a Liam, tieso y pálido como un fantasma. Por un instante estuvo tentado de olvidar la apuesta, pero recordando cómo se había tomado el chico el día anterior que le propusiera olvidar los cien dólares, se dijo que no, que se lo merecía.

Dejó el taco sobre la mesa y Liam hizo lo mismo.

—Bien —murmuró el chico tan bajo que apenas le oyó—. ¿Dónde quieres hacerlo?

—¿Dónde…? Por mí, aquí mismo.

El otro le miró horrorizado.

—Ni hablar. Aquí hay demasiada gente.

Aunque le hubiera gustado hacerle sufrir un poco más, en el fondo Ryan estaba de acuerdo. Lo dicho a Zach era cierto, estaba lejos de casa y no le apetecía seguir escondiéndose, pero lo primero era entrar en el equipo de baloncesto. No sabía cómo se tomaría el entrenador el tema LGTB y, aunque oficialmente no podía marginar a un jugador por ser gay o bisexual, no quería averiguarlo antes de tiempo. Y Azeroth estaba lleno de estudiantes de Columbia.

—De acuerdo. ¿Dónde quieres que vayamos?

—Vamos a la parte trasera, al callejón.

Mientras seguía a Liam, Ryan se entretuvo pensando en el típico callejón de Nueva York mostrado en series y películas, estrecho y desierto, con trastos amontonados en las partes traseras de los locales y cubos de basura. Y el callejón de la parte de atrás de Azeroth era tal cual.

«Qué romántico», pensó con ironía, pero se abstuvo de hacer el comentario en voz alta.

—Bien, acabemos con esto cuanto antes —murmuró Liam, deteniéndose en medio del callejón y encarándole.

—¿Qué pasa con esa actitud? Y yo que creía que habías perdido aposta para así poder probar mis apetecibles labios —bromeó Ryan para aligerar el ambiente.

Pero a Liam no le hizo gracia.

—Piérdete.

—Lo haré. Pero antes quiero mi beso.

Sin perder más tiempo, dio un paso hacia él con la mano instintivamente alzada para colocarla en su nuca, pero Liam dio un paso atrás rápido como un relámpago.

—¿Qué…?

—Sin manos.

Ryan le miró sin comprender, pero bajó la mano.

—¿Sin manos?

—Sin manos —repitió Liam—. Que yo sepa, para besarse solo hace falta tocarse con los labios, ¿no? —dijo irónico—. Así que manos fuera.

—Entiendo.

¿Ni siquiera quería que le tocara? Ryan estuvo a punto de dejarlo correr. Era evidente que Liam McAllister no apreciaba sus encantos como a él le hubiera gustado. Pero solo era un beso, y si de verdad el otro estuviera tan en contra, podía decírselo: Ryan no le iba a forzar. Además ya había llegado hasta allí y no le gustaba echarse atrás en nada. Ryan siempre meaba más lejos. Así que de nuevo dio un paso hacia él, muy despacio, para colocarse muy cerca. Pudo oler su colonia. Fresca, cítrica. Esta vez Liam no se apartó, pero estaba notablemente tenso.

Ryan se inclinó y juntó sus labios con los de Liam. Al principio solo los mantuvo allí; Liam tenía los labios suaves y frescos. Luego le chupó el labio superior. Liam dio un pequeño respingo y se apartó un poco, pero Ryan dio otro medio paso hacia él para poder seguir manteniendo el contacto. Quizá Liam pensaba que iba a tratarse de un beso casto, un pico, y Ryan en verdad así lo había planteado, pero una vez en la labor… Sacó la lengua con la intención de profundizar el beso, pero Liam ahogó una exclamación de sorpresa y se apartó otra vez. Instintivamente Ryan le colocó una mano en la cintura para impedirle la retirada y entonces… Liam le propinó un empujón tan fuerte que casi trastabilló hacia atrás.

—¿Qué…? —empezó, pero Liam le interrumpió con un grito.

—¡Nada de manos, te dije!

—¡Te estabas apartando! —se defendió.

—¡Y tú querías meterme la lengua! ¡Habíamos quedado en un beso! Sin intercambio de fluidos, ¡¿recuerdas?!

Por una vez, Ryan se mostró avergonzado.

—Tienes razón. Lo siento.

Su pronta y sincera disculpa descolocó a Liam, quien se calmó casi al momento.

—Bien… —murmuró.

—Bien —dijo Ryan.

Sin decir nada más ni despedirse, Liam pasó rápidamente por su lado y se marchó.

Ryan se quedó allí un par de minutos, procesando lo sucedido. Algo no estaba bien, se dijo, pero no sabía exactamente el qué. O quizá era todo. Quizá debería dejar en paz a McAllister, y nada más pensarlo supo que no podría. Luego se marchó también del lugar.



[1] Call of Duty es una serie de videojuegos en primera persona (FPS), de estilo bélico.

Notas finales:

Quien me conozca seguramente sabrá en quien me he basado para el físico de Liam... lo sé, no he sido muy original, pero me he reservado mi nuevo uke-amor para otro personaje que aún no ha salido pero que tendrá mucho peso en la historia... Si quereis os lo enseñaré, os puedo enseñar los de todos ;)


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