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Entre líneas por Kuromitsu

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Notas del capitulo:

Segundo capítulo de "Entre líneas" debido a que muucha gente me lo pidió :3 gracias por su apoyo! Éste capítulo lo terminé en tiempo récord (una semana) e increíblemente tiene casi el doble del tamaño del capítulo anterior, así que espero que les guste :))

Contado bajo la perspectiva de Damián.

Seguía girando lentamente la cuchara en la sopa que me había servido en el duro tazón de metal. No quería que se enfriara tan rápidamente, no quería dejar de revolver la sopa y ver el espiral que se formaba al medio... no quería comer. Tenía tantas cosas en las que pensar, y sin embargo me daba miedo hacerlo. Tanto miedo...
Tanto miedo como cuando tenía quince años y Álex era todo lo que tenía en ese entonces. Tanto miedo como el día en el que todos comenzaron a hostigarme, a burlarse de mí, preguntándome si es que era la afortunada novia de Álex.
Gran parte de mi existencia consiste en el miedo. Cuando me mudé de colegio apenas podía hablar con mis compañeros de curso, y no fue hasta que entablé conversación con Álex que pude finalmente abrirme un poco. Por lo mismo quizá me emocioné de más y comencé a gastar más tiempo a su lado. Demasiado.
En fin, mis padres pensaron que era gay y expresaron sus preocupaciones abiertamente (a través de una cálida bofetada en el rostro). La gente del colegio comenzó a reírse de mí a mis espaldas, y solamente aquellos que poseían fuerza bruta se adelantaron y me encararon directamente. Pero nunca dejé que Damián se diese cuenta de todo por lo que estaba pasando.
¿Y qué tal si era gay en ese entonces? Nunca había sentido una especial fijación por nadie durante ese período, y por ende nunca había tenido una relación amorosa. Solamente había probado el sexo heterosexual por diversión a los quince, y me había decepcionado por completo al ver que aquello no era lo que andaba buscando. Demás está decir que los cuestionamientos calaron hondo en mí. Y la verdad... hasta ahora lo siguen haciendo.
¿Y qué tal si soy gay?
Dejé caer la cuchara en la sopa, y me arrepentí de inmediato. No quería levantarme a buscar otra cucharada, ni meter mis manos en el líquido caliente (qué horror). Así que me quedé mirando el tazón, esperando que algo más sucediera. Esperando que mi miedo se fuera.

Durante la tarde no había hecho ninguna de las cosas de la casa y solamente había visto la película que debía haber visto con Álex durante la noche anterior. Un escalofrío me recorrió la espalda, definitivamente no quería pensar en ello, en el pequeño problema que estaba tratando de dejar atrás. Ahora, miraba la cartelera del cine por internet, para ver si encontraba una buena película para descargar y mirar luego, y me dispuse a seleccionar el trailer de una película cuando sentí golpes en la puerta.
No puede ser Álex, no, no tiene las agallas para volver luego de todo lo que pasó. Conociéndole me dejará mi espacio durante un largo tiempo...
Entonces, ¿quién?
Me levanté de la cama y fui arrastrando los pies hacia la puerta. Espié por la pequeña mirilla. Era Isabel.
¡Lo había olvidado por completo! Isabel había quedado en venir otra vez, para poder disfrutar conmigo un momento antes de que mi agenda se volviese demasiado apretada. Y yo con todo desordenado...
—¡Isa! —grité simulando emoción al abrirle la puerta— Lo siento por el desorden, yo...
Se abalanzó encima mío y me acalló con un pequeño beso en los labios. Aún no me acostumbraba a sus besos, porque había vivido por tanto tiempo sin dar uno que ahora no se me antojaban apetecibles. Tampoco sus abrazos.
—No sabes cuánto te extrañé, Damián... —sus mejillas se tiñeron de un rojo intenso, como la vez en la que le pedí ser mi pareja— Sé que nos vimos ayer y todo, pero estar contigo a solas es mil veces mejor que compartirte.
Sabía que no le agradaba Álex, no era ni siquiera necesario que me lo dijera directamente. La forma en la que despectivamente hablaba de él, su postura, todo me indicaba que quería lanzarlo muy lejos de nuestras vidas. El problema era que a mi también me daban ganas de hacer lo mismo, a veces con Álex, pero muchas más veces con Isabel.
—Ven, pasa y siéntate —le indiqué el sillón— Yo también te extrañé.
Pareció contenta con la respuesta.
Había elegido a Isabel como novia porque sabía que era lo que mis padres querían para mí, al igual que mi entorno y mis amigos (exceptuando, claro, a Álex) Una chica rubia sociable, aparantemente carismática y con "buena figura" aunque de lo último no puedo estar completamente seguro. Como he mencionado antes, no había sentido atracción física hacia nadie durante mi adolescencia, y honestamente siento que hasta ahora no puedo distinguir bien la belleza humana. En resumidas cuentas, nadie me llama la atención físicamente.
Aunque quizá... Álex es quien más me atrae. O el que está más cercano a ello. Él jamás se había dado cuenta, pero durante toda nuestra vida en el colegio cuando pasábamos por los pasillos, las chicas solían mirarse de reojo y reír tontamente. Suspiraban por él. Y no las culpo por ello, porque en esa época su cabello negro rebelde, con el flequillo tapándole ligeramente los ojos le confería un aire misterioso a su persona. Eso sumado a su altura, su contextura y sus rasgos faciales (ojos lánguidos con ojeras prominentes que se mantienen hasta el día de hoy, labios finos y mandíbula triangular) lo convirtieron en un verdadero hit con las mujeres. Pero él nunca se dio cuenta, o fingió no darse cuenta.
Quizá por eso no estuvo nunca en una relación que yo supiera. O quizá porque incluso en ese entonces me... amaba.
—Ugh —me quejé. El corazón me dolió.
—¿Qué sucede? —preguntó Isabel.
¿Qué sucedía, se atrevía a preguntar? Todo y nada al mismo tiempo. La noche anterior me había costado un montón mantenerme estoico en mi lugar mientras Álex hacía lo que quisiese conmigo. Pero él no hizo nada que cruzara la línea. Me había dado cuenta que no me había abrazado y besado la piel (un escalofrío me atravesó) en un afán por contentarse a sí mismo, no lo había hecho por egoísmo. Sino que... lo había hecho porque ya no podía más cargando todo el peso sobre sus hombros. Si hubiese sido para aprovechar la ocasión en la que estaba desprotegido, me hubiese besado directamente en la boca, me hubiese tocado más abajo, qué se yo. El hecho de que fuese tan gentil... hacía que todo fuese más extraño de lo que ya era.
Me hacía dudar mucho más.
—Damián, ¿cuándo será el día en el que lo hagamos finalmente?
Tragué saliva. Por alguna razón me daba asco pensar en aquella posibilidad, en que si seguía junto a ella deberiamos llegar al tema del sexo. Ya lo había hecho una vez muchos años atrás, pero me había decepcionado a tal punto que no quería hacerlo de nuevo. No, decepción no era la palabra. Disgusto era más exacto.
—¡¿Damián?!
Miré a Isabel. Rubia, carismática... al carajo con todo eso. Había intentado quererla pero había fracasado miserablemente. Ya era tiempo de que se lo dijese en la cara.
—Isa, no puedo seguir con todo esto —las palabras se atropellaban para poder salir— Lo intenté, te juro que lo intenté, pero no me atraes en lo absoluto.
Me miró con los ojos llorosos. Sabía que todo esto le dolería, pero sería peor si es que me lo guardaba todo para mí y me quedase con ella más tiempo. Viviendo una vida como lo querían los demás no me parecía justo, para nada.
—Terminamos Isa —puse una mano en su hombro— Lo siento.
De repente se levantó quitándose al mismo tiempo mi mano de su hombro. Había furia en su mirada, furia como no la había visto antes.
—¡¿Es todo por ese maldito de Álex, verdad?! —me escupió en la cara— ¡¿No le agradé y trató de convencerte de que me dejases, verdad?!
—No Isa, no —ahora entendía esa frase, esa que dice que las mujeres dan miedo cuando se enojan. Aunque de todas formas seguía viéndolo como una oración demasiado machista y que generalizaba en exceso— Álex no es así. Sinceramente... nunca te quise.
Me golpeó en el estómago tan fuerte que me doblé en mí mismo. Por poco había estado de golpearme más abajo, y no quería ni saber que hubiese pasado si es que lo hubiera hecho.
—¡Tú fuiste quién me pidió estar contigo! ¡Se suponía que estabas locamente enamorado de mí!
—Nunca lo estuve Isabel, y no creo que lo esté —me daba miedo esa mujer, porque nunca había llegado a conocer su lado iracundo— No al menos de ti.
—¡¿Es que acaso estás enamorado de tu amiguito ese?!
Suspiré sonoramente y cerré los ojos. No lo sabía. Ciertamente no me había movido cuando él me había abrazado, y no había sido parte de un experimento de mi parte. No quería moverme porque me estremecía su contacto, no quería que notase que su tacto despertaba en mí sentimientos que creía inexistentes en mí.
Entre ellos... creía dislumbrar el amor. Amor de pareja. Maldición, me atraía.
—Sí —tragué saliva— No estoy enamorado, pero...
Su bofetada me impactó directamente en mi mejilla derecha. Dolía un poco. Pero supongo que me lo merecía. Utilizar a una persona de esa forma, no era algo bueno en absoluto.
—Yo sí te quería —noté sus lágrimas empujándose por salir. Pero no salió ninguna— Pero supongo que no importa. Adiós, Damián.
Se acercó para darme un último beso de despedida, y no se lo negué. En silencio se retiró de mi departamento y escuché sus pasos alejarse.
A pesar de todo, no me sentía demasiado culpable por haberle roto el corazón, porque no había otra forma de arreglar todo el asunto aparte de ésta. Y con sorpresa me di cuenta que ni siquiera conocía a la mujer con la que había estado en una relación, y que tampoco recordaba el tiempo exacto que habíamos estado juntos. ¿Un mes? ¿Menos?
También me di cuenta que era muy poco tiempo como para que ella me quisiera, y aún así decía hacerlo. Los sentimientos... funcionaban de una forma tan extraña que no terminaba de entenderlos por completo. ¿Podría ser que Álex me atrajese desde el colegio, y por eso nunca había desarrollado sentimientos por nadie más?
Y si quizá... ¿ése era el motivo por el que me sentía tan aparte de las emociones, de la belleza, de la percepción de las cosas? ¿Era por el simple hecho de nunca haberme dado cuenta de lo que sentía por Álex?
¿Y si todo lo que sentía ahora era una burda mentira?
Solamente había una forma de averiguarlo, y esa era hacer una pequeña visita al departamento de Álex. Cambié mis atuendos por ropa negra que lograba dar la impresión de que era más delgado (una polera un tanto holgada, pantalones ceñidos al cuerpo y botas masculinas de cuero falso) y me puse encima un abrigo negro que hacía juego con el resto del atuendo, tan largo que me llegaba hasta las rodillas . Revolví un poco mi cabello castaño para cambiar un poco el aspecto que me confería usualmente, el de un adolescente que había crecido demasiado rápido para convertirse en un adulto que seguía las normas al pie de la letra. Varios me habían dicho que lucía como una persona mucho más dura en el exterior, pero que en realidad había algo que les decía que yo no era así. Álex había sido más específico y me había dicho que mis ojos siempre delataban lo que él le llamaba decía, "mi niño interior".
Pensándolo bien, él siempre había tratado de protegerme de todo lo que podía hacer un potencial daño en mí, pero nunca se había dado cuenta de que mi familia era el principal problema en mi vida. Me habían presionado demasiado para que consiguiera a una mujer que estuviese "a mi altura", y quizá por eso había tenido tanto miedo durante mi adolescencia.
Porque nunca pude encontrar una... porque quizá, deseaba a Álex mucho más de lo que suponía.
Salí de mi departamento y le puse doble llave a la puerta. Esperé el ascensor golpeando prácticamente el botón que le indicaba que debía subir, porque de otra forma terminaría arrancándome los cabellos de la cabeza. Estaba nervioso, ansioso, y por otra parte parecía que mi miedo se había esfumado en el aire por primera vez en muchos años. Cuando finalmente el ascensor llegó y llegué al piso base, salí disparado por la puerta principal, mirando de reojo al conserje que ni siquiera alcanzó a preguntarme qué me pasaba.
Pasé de largo la estación del metro y desde ese momento no dejé de correr en ningún momento. No tenía la paciencia para estar esperando en una estación podrida de gente, en un lugar donde ni siquiera llegaba aire fresco del exterior. El viento golpeándome la cara me hacía notar que estaba viva, que éste era mi momento y debía aprovecharlo, antes de que el miedo volviese a paralizarme.
Ciertamente estaba haciendo lo correcto.
Cuando faltaba apenas una calle para llegar la respiración se volvió tan jadeante que secó mi garganta. No estaba en buena forma porque en la universidad todas las clases a las que asistía tenían tanta cercanía que no necesitaba dejar el pasillo en ningún momento, y no practicaba deporte fuera de ello. Incluso con la garganta ardiéndome y un creciente dolor abdominal no dejé de correr hasta que golpeé furiosamente a la puerta de Álex.
Solamente ahora me venía a dar cuenta de que no me dolía tanto la garganta por el desgaste, sino por un nudo tremendo que se estaba haciendo insoportable. ¿Por qué quería llorar?
—¿Damián? —susurró cuando me vio. Tenía los ojos rojos. Acaso... ¿acaso había llorado?
Sin meditar me abalancé hacia él y lo estreché fuerte en mis brazos, tal como él lo había hecho anoche. Se sentía todo tan irreal... pero las cosas se me aclaraban a paso rápido en mi cabeza.
—¡¿Damián?! —enterré mi cabeza en su cuello y suspiré pesadamente— ¿Sucedió algo con Isabel? ¿Estás bien? ¿Alguien te hizo algo?
Siempre era gentil, en exceso. Siempre había velado por mi felicidad más allá que la suya propia, y sinceramente... me atraía. Confirmar todo eso solamente me había tomado unos segundos, ya que la noche anterior él se había encargado de hacer florecer aquello que pensaba que era imposible: malditas mariposas. Vivir con miedo no era una opción.
—Sí, pasó algo importante...
Sentí sus manos palmotearme la espalda, temeroso a que rechazara su ayuda.
—Vamos adentro entonces, te prepararé un té
No, si esperaba a que sirviera el té, si esperaba a que me acomodase en el sillón, si esperaba a que lo viese a los ojos no podría hacerlo. Me armé de valor y con un hilillo de voz pude finalmente confesar:
—Terminé con Isa
Se hizo el silencio. Sentí sus manos mantenerse aferradas en mi espaldas con más fuerza de lo normal, y luego soltarme. Acto seguido me apartó de sí y me obligó a mirarle, utilizando sus manos para que mi rostro no pudiese rehuírlo. Suspiré entrecortadamente. Sus ojos me veían con tanta fuerza en ellos que rápidamente me dejaron sin posibilidades de escapar o de apartar su mirada.
—¿Estás bromeando?
—No... —susurré abrumado. Nunca había visto una mirada tan potente en él. ¿Acaso así me había mirado la noche anterior?
Demonios, me daba escalofríos. Mariposas. Era extraño sentir ese tipo de cosas, sobretodo a una altura de mi vida en la cual ya me había resignado a que nunca experimentaría algo como aquello. Definitivamente era raro.
—¿Por qué? —murmuró con la voz más baja que le había escuchado pronunciar. Parecía haberse quedado sin habla.
Y yo también. Apenas podía soportar la intensidad de sus ojos sin desmoronarme por dentro, porque no entendía cómo era que no había visto aquel destello en sus ojos antes. Me miraba con ojos de enamorado. ¿Es que mi miedo me había incapacitado tan duramente?
Ya era suficiente con ello. Necesitaba ser feliz, hacerlo feliz. Necesitaba estar con él.
—No quiero serle infiel a Isabel... ¿recuerdas?
Lo vi sonreír, sonreír tan ampliamente que me sacó una sonrisa. No lo había visto sonreír así... nunca. Me acercó a sí mismo y con cuidado besó mi frente, antes de estrecharme entre sus brazos con tanta fuerza que me cortó la respiración. Me levantó del suelo hasta que yo quedé más alto que él, mirándolo hacia abajo como nunca lo había hecho antes. Era extraño. Todo.
—Te amo —susurró, y sentí cómo mi corazón latió más fuerte que antes. Esa mirada... su abrazo, su cariño hacia mí era tan palpable que me dejaba sin habla.
—Álex... —me puse más nervioso que nunca. Decidí rehuír sus palabras— La puerta... la puerta sigue abierta.
Soltó una pequeña risa y sin dejar de mirarme cerró con destreza la puerta con su pie derecho, aún manteniéndome lejos del piso. Me depositó con cuidado en el suelo, y sin previo aviso me empujó contra la puerta que había cerrado. No podía escapar.
—Te amo Damián
Acortó la distancia entre nosotros. Era vergonzoso estar en una posición tan vulnerable, tanto que me sentí listo para dar el primer paso. Era tiempo para que tuviese el control sobre la situación, sobre mi vida. Dejar de tener miedo.
Le robé un pequeño beso. Tan pequeño que apenas sentí sus labios rozando los míos. Pero en el momento en el cual me iba a apartar, él tomó mi nuca y me acercó nuevamente hacia él hasta que logró besarme. Tuve que sostenerme de su cuello para no abrumarme ante la oleada de sentimientos que me atacó con rapidez. Besaba con desesperación, con fuerza, con amor. Sus dedos se enterraron en mi nuca, como si tuviese miedo de que pudiera escapar.
Pero no escaparía. No. Eso era exactamente lo que había buscado inútilmente toda mi vida, lo que había tenido miedo de admitir incluso en mi consciencia.
Estaba feliz, porque era a él a quien quería en mi vida como algo más que un amigo. ¿Quién sabe? Hasta podía ser mi alma gemela.
Cuando dejó de besarme aguanté una pequeña risa.
—¿Qué pasa? —preguntó confuso.
—Nada, sólo es que... es divertido que no me hubiese dado cuenta antes —lo miré con intensidad a esos ojos negros que reflejaban su esencia— Que te quiero
Me abrazó con fuerza, acariciando mi espalda al mismo tiempo. Dibujó el contorno de mis omóplatos con paciencia, mientras yo aguantaba un suspiro.
—Me hiciste sufrir, ¿sabes? — su voz grave retumbó en mis oídos.
—Pero ya no más —respondí— Nunca más
Nunca más.

Notas finales:

¿Cómo estuvo? ¿Bien, decente, mal? (ojalá que no D:) ¿Quieren una tercera parte? (tengo una pequeña idea si es que lo pedís, claro está)

Nos vemos en los comentarios. Muchas gracias por leer!!! :3


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