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Mindfreaks por MadAsAHatter

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Notas del capitulo:

Hola! gracias al fin de semana largo algo pude avanzar, espero que le guste a quien lea. Dedicado a "abril" lo siento mucho por la tardanza, ojalá no ta hayas olvidado de la historia. A leer!   

Sus gritos retumbaban contra las frías paredes, mientras sentía como una hoja afilada se abría paso entre los músculos de su pierna.


-         Hablarás o en un par de horas no serás más que un montón de tiras de carne.


-         ¡Ya les dije que no sé nada!  - sollozó frenético - por favor déjenme ir.


-         ¿2 kilos de explosivos y no nos vas a decir de dónde demonios los sacaste?


-         ¡Ah!


Un hombre de no más de 30 años, bajito, con rasgos asiáticos y cara redonda estaba inclinado cerca del brazo derecho de la víctima y le había insertado nuevamente la vía en el maltrecho brazo.  


-         No dejes que se desmaye Chon


El de ojos rasgados solo sonrío frente a la crueldad del otro y asintió la orden. Nadie se oponía a la voluntad de Joseph, lo que quería lo conseguía y no por un medio distinto a la violencia, oponerse significaba la muerte, la peor y más dolorosa de todas. Ordenó que le ataran; los brazos y piernas debían ir separados, uno en cada dirección, y atados a sogas dispuestas en los pilares del edificio. Un hombre en cada extremo se encargaría de tensar su extremo a la primera palabra de los labios del moreno.


-         Tiren – ordenó, y los cuatro hombres dispuestos en las esquinas avanzaron un paso alejándose del cuerpo.


Solo se escucharon más gritos y el fornido cuerpo hasta ahora atado una especie de mesa quedó levemente suspendido en el aire. Era un hombre fuerte, o al menos eso era lo que siempre le habían dicho, fuerte como un caballo. El cuerpo antes esculpido en mármol ahora solo yacía moreteado y sanguinolento a raíz de los golpes y los profundos cortes en su cuerpo. Se había criado en el mundo inferior, conocía las reglas y los códigos tan bien como cualquiera, sin embargo nunca pensó que su pequeña conspiración acabaría tan rápido de semejante manera. Se sentía morir y el dolor no daba tregua, cada vez que sentía que se iba a desmayar, Chon le inyectaba algún estimulante y su sistema volvía a estar activo. Las horas pasaban y el semblante de su captor no cambiaba en lo más mínimo, lo había golpeado hasta dejarlo inmóvil con el mínimo de esfuerzo, sin duda el líder de los Escorpiones negros era la persona más letal que hubiera conocido.  


-         ¿Y ahora vas a decirme que tratabas de hacer? - Una sonrisa sardónica cruzó la cara de Joseph y tomando su cuchillo nuevamente no esperó respuesta y le cortó el pulgar de raíz. La sangre manó libre y el olor pronto atrajo a las ratas, que se pelearon por el pulgar en el suelo.


-          ¡Está bien! ¡está bien! – gritó llorando- quería atacar el sector Q, hay…hay un sujeto que me debía… ¡ah! que me debía dinero, eso es todo ¡lo juro! Por favor ya déjame ir.


-         Tiren – ordenó nuevamente y el intento de un grito desgarrador fue lo único que abandonó la garganta del sujeto- dime, Estefan, ¿crees que tengo cara de idiota? ¿Ah?


-         ¡Es… es la verdad!


-          Respóndeme, ¿crees que tengo cara de creer semejante estupidez? – dime quien te mandó, todo el mundo sabe que el cuarto nivel es mío y cualquier movimiento pasa primero por mí, ¿o acaso eres tan retardado que no lo sabías? – ironizó – ¡tiren!


Los huesos crujieron y el cuerpo ya lánguido de Estefan se rendía a la muerte.


-         ¿Recuerdas cual es el precio por la traición?  - el cuerpo volvió a temblar con pavor al recordar la cara de su esposa e hijo, no le importaba morir, sin embargo muy escondido en su memoria estaba el código de las calles del bajo mundo.


-         ¡No! ¡Por favor no lo hagas!


La oxidada puerta de metal se abrió y dio paso a una mujer regordeta, y con el pelo rubio revuelto, a su lado había un pequeño niño, algo robusto para su edad y con los ojos negros de su padre, ambos amordazados fuertemente y con el rostro bañado en lágrimas.


Joseph se acercó a la mujer, quien tambaleando cayó al suelo de rodillas mientras el hombre de cabellos cobrizos caminaba con parsimonia en su dirección, de su manga sacó una navaja curva y cogiendo a la mujer de los cabellos la jaló hasta que estuvo de pie con la navaja rozando la línea de la garganta. Estefan removió su cabeza inquieto, pero solo logró agravar el dolor en sus extremidades, ya no sentía los dedos de las manos y sus pies no eran más que un trozo de carne morado y deforme.


-         ¡Eres un hijo de puta! ¡Déjala ir, ella no tiene  nada que ver!… por favor Joseph – la delgada hoja se hundió en la fina piel hasta que un delgado hilillo de sangre manó y se perdió entre el busto de la mujer.


-         ¿Quién te mandó?- repitió cual autómata a su presa


-         Fue León, él te quiere muerto, ¡tú lo sabes!


-         ¡Ja! Vaya si que lo sé


Histérica cayó de vuelta en sus rodillas y el hombre respiró lo poco que su adolorido cuerpo le permitió.


-         ¡Tiren!


-         ¡E…esperen! ¡no! Te dije lo que querías saber.


-         Por eso ella vivirá, un traidor no es más que eso y debe morir como tal. Termínalo Chon – dicho esto botó la navaja al suelo y tan solo se fue de la habitación.


La puerta chirrió y el sonido de los huesos desprendiéndose del cuerpo fue ahogado en la penumbra. No hubo funerales ni servicios, solo un contenedor plástico y un par de bolsas negras, el cuerpo fue botado a la basura como desperdicio. Cada que una vida era perdonada, se le entregaba al salvado el arma con la cual su vida había sido amenazada, aquella persona solo tenía dos opciones, se unía al grupo que había personado su vida y se consagraba al servicio de dicho grupo o se podía quitar la vida en ese preciso instante.


Un joven de cabello negro se acercó hasta la mujer y recogió la hoja curva del suelo, era delgado y su altura le hacía aparentar más edad de la que realmente tenia, su cabello estaba rapado a ambos lados de la cabeza, dejando una línea gruesa y larga de pelo largo que se extendía desde la frente hasta la mitad de su espalda. La mujer conocía el código y sabía que no habría una oportunidad mejor para ella ni su hijo en ese mundo así que apenas sus manos fueron liberadas, tomó la daga de las manos del joven y la guardó en su bolsillo. Sus manos ya no temblaban y logró desatar la mortaja de su hijo, ya no había vuelta a atrás y cualquier traición seria pagada de la misma forma que había pagado su esposo.


-         Raisa muéstrales donde ir


Una joven completamente rapada, que había estado fumando en una esquina durante todo el proceso, se levantó del suelo y con cierto desdén condujo a la mujer y su hijo por una puerta lateral.


Los Escorpiones negros eran la banda más peligrosa de la ciudad subterránea, la traición y la desobediencia se pagaban caras y sin ningún tipo de misericordia, los actos clementes solo estaban sujetos a las decisiones del Joseph, y estos no eran muy frecuentes.


-         ¿Qué harás con León? – preguntó el más alto -  nos ha dado muchos problemas últimamente-  agregó dando una profunda calada a su cigarrillo.


-         Pues nada – si quiere pelear que se pudra, o mejor aún, que me muestre su asquerosa cara y se deje de esconder tras inútiles y bombas mediocres.


-         Esta vez tenia mejor calidad, creo que se consiguió un bombardero nuevo.


-         ¿A caso estas asustado Andy? – Rió – no me digas que a estas alturas te estás volviendo una nenita


-         Eres un idiota Joseph  – rio de buena gana el pelinegro – solo era una acotación, el diseño era más inventivo, eso es todo.


-         Oh vamos, no te tengo conmigo solo por tu buen humor, el día que alguien sea mejor que tú comienza a preocuparte, aunque no creo que eso sea posible.


Dentro del grupo había muchas personas con diferentes talentos, gracias a los cuales habían podido entrar al círculo más cercano del líder, eran considerados su familia, en el caso de Andrew, su talento con los explosivos lo había dejado inmediatamente dentro de ese círculo, aun cuando solo tenía doce años cuando se les unió.


Trece años atrás en uno de los circuitos de la cuidad del nivel cuatro, uno de los jefes de sección había sido asesinado en su propio local.  Era conocido por tener un gusto particular en cuanto a sus relaciones, y ese día en especial había encontrado a dos niños aparentemente huérfanos buscando comida cerca de los contenedores de basura en el límite de la cuidad. Los hombres a su cargo los habían llevado directo a la casa de pool como un regalo para el jefe. El menor de ellos pese de tener nueve años aparentaba mucho menos, mientras que el segundo no parecía más que un joven adolescente a juzgar por su altura. Ambos pelearon para que no los llevaran a ningún lado, sin embargo una vez capturaron al más pequeño, el mayor no tuvo más opción que obedecer. Era tarde y el ambiente estaba viciado por humo de cigarrillos y luces de neón, sin embargo el salón estaba casi vacío, solo había dos hombres a parte de los que habían capturado a los niños. Los habían tirado a las fauces del León y mientras el jefe los analizaba, los demás se fueron retirando para darle más “privacidad”, no sin antes amarrar al mayor al mostrador. Mientras, se encargaba del más pequeño, quien lejos de quedarse quieto trataba de morderle los dedos y patearlo donde pudiera. El jefe estaba tan cegado en su asquerosa perversión que no pudo escuchar como cortaba la soga con la navaja que siempre llevaba en su bota,  a penas si sintió cuando quebró en dos el taco de pool y ya no tuvo tiempo de reaccionar cuando el más alto hundió en su carne la punta de madera, el asqueroso y viciado cuerpo siguió moviéndose, sin embargo la estocada final fue directo al cuello, no tenían mucha fuerza, pero cargaron todo su peso en el taco hasta que este penetró por completo en la garganta. Sin embargo el hombre había gritado y los demás no tardaban en llegar. Subieron a una mesa y desprendieron una plancha del cielo falso, el más bajo fue el primero en subir y llegar al tubo de ventilación, se arrastraron lo más rápido que pudieron y unos minutos después salieron a uno de los callejones nauseabundos de la baja cuidad. Corrieron tanto como pudieron, sin embargo no pudieron escapar, las organizaciones de aquel mundo eran hábiles y rencorosas como nadie. Fueron llevados frente al líder, un joven de no más de dieciocho años, robusto y con el cabello de color fuego, llevaba una camisa arremangada hasta los codos y se podían ver amplias vendas que se extendían desde las muñecas a la punta de la camisa. Ambos fugitivos temblaron de miedo al ver a semejante hombre, de quien la benevolencia no parecía ser una de sus mejores cualidades.    


“Así que ustedes mataron a Ray, vaya, no sabía que teníamos a alguien tan débil como para ser asesinado por dos críos” la sala estaba llena de personas, cada una de aspecto más peligrosos que la anterior. El hombre caminó hasta el centro de la habitación y le pasó el arma que tenía en la cintura a una chica rapada a su lado, y pidió que llevaran a los chicos a la arena. Ambos callados como una roca, solo permanecían atentos a cualquier acontecimiento, mientras el pelirrojo los miraba divertido. “Si mataron a mi hombre quiero ver que tan buenos son, pueden pelear con lo que quieran” y con esto les arrojó un cuchillo al suelo. Ambos se tensaron y el chico más alto fue quien dio el primer paso, tomó el cuchillo y se abalanzó como una fiera sobre su enemigo. El más alto lo dio vuelta en el aire y lo arrojó con fuerza contra el piso, aprisionando la pequeña garganta con su mano robusta. “cuidado muchacho, si mueres tan rápido mis hombres se encargarán de tu amiguito, y no de la manera en que te gustaría, ¡de pie!” soltó el agarre y el joven se incorporó ágil como el viento. Nunca antes había peleado, pero si debía defender a otro no podía perder, espero el segundo golpe con astucia y soportó el dolor en la mandíbula sin ninguna queja, debía encontrar un punto ciego. El tercer intento le hizo sangrar la nariz y con la vista nublada por la sangre sintió que perdía fuerzas, los golpes fueron aumentando y cada vez esta más cansado y el cuerpo ya casi no le respondían, no podía perder, no podía dejar que le hicieran nada a su compañero. “Vaya, después de todo Ray si era un debilucho para no poder contigo niño”. Luego de una horas de golpes y contraataques, estaba de rodillas en el suelo, golpeado y casi derrotado, solo le faltaba un último golpe y se desplomaría. El líder caminó con su paso característico y parsimonioso hasta el joven y bajo hasta quedar a su altura y mirarlo a los hinchados ojos, pensó que ya estaña acabado, sin embargo tan pronto abrió la boca para decir algo, el joven herido se precipito nuevamente hacia él y metió en su boca un  pequeño dispositivo. Con la caída, el pelirrojo quedo boca abajo y  el menor se afianzó lo más que pudo a las caderas del mayor con sus piernas, mientras que con ambas manos trataba de evitar que el mayor escupiera el dispositivo. “¿Te gusta el sabor de las bombas?” el mayor abrió mucho los ojos y agudizando el oído pudo sentir un leve tic tac proveniente de su boca y por primera vez en años se sintió amenazado, usó todas sus fuerzas para girarse y apartando al chico de su camino, escupió el aparato y lo lanzó lo más lejos que pudo hacia fuera del recinto, una explosión y todos los vidrios volaron en trocitos. Las miradas se volvieron a los jóvenes  que estaba acurrucados en el suelo protegiéndose de los vidrios. El mayor tomo una pistola y la apuntó al más alto. “¿De dónde mierda sacaste eso?” “La hice yo” contestó. Indeciso le pegó el cañón en la frente y vio como sus profundos ojos azules lo miraban con determinación, no había duda ni mentira en una mirada como esa. “’ ¿Cómo te llamas?” “Andy” respondió. “Bien Andy, yo soy Joseph” y diciendo esto le dio el arma.


La puerta se abrió y dejo entrara un chico de no más de un metro sesenta, de cabello negro corto y con ligeros mechones teñidos azul, saludó con un simple movimiento de cabeza a Joseph y un beso en los labios apara Andy y se sentó en sus pernas a comer lo que había traído para cenar. Jamás olvidaría aquella noche en que sus destinos fueron cambiados por el hombre frente a él, el día ya hacía trece años en que Joseph casi había molido a golpes a Andy, el día en que ambos le juraron lealtad, el día en que tuvo que comenzar a mentir y ocultar todo lo que sentía, el día en que entró al vicioso juego de la vida y la muerte.          

Notas finales:

Lo lamento mcuho si hay algun error, y espero lean el próximo!  me demoraré menos lo prometo...


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