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El Cuartel del Metal por HitchNoDanna

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Notas del capitulo:

Hola, hola!!! He aquí otra entrega de El Cuartel del Metal. Muchas gracias a quienes me han comentado y seguido, y mis respetos a quienes recientemente se dieron a la tarea de leer este fic desde el primer capítulo hasta el episodio anterior. Normalmente a muchos –incluyéndome– les da flojera empezar a leer un fic cuando tiene más de veinte capítulos, de verdad mis respetos y agradecimientos.

 

Como prometí, ahora este capítulo será el primero del corto Silver Knight no baai. Olvidé mencionar que todos los cortos inician desde el episodio 29.5: Interludio. Por ejemplo, el corto Golden Knight no baai inició en la parte en la que Shinnosuke estaba aplastado en la cama sin hacer nada, y los días fueron transcurriendo a partir de ese momento. Lo mismo sucederá con Shinobu, pero de forma implícita.

Bien, aclarado esto y acabada mi cháchara ¡A leer, se ha dicho!

 

Disclaymer: Ni Junjou Romantica, ni las bandas mencionadas (a excepción de Exilieth y otras de mi invención), canciones, marcas registradas, etc., me pertenecen.

Silver Knight no baai: El ‘beat’ de un corazón terrorista – Parte I

 

Sábado por el medio día. Se preguntaba para qué rayos sus padres insistieron tanto en que se fuera de crucero con ellos, si al final terminaron por irse con Risako y su marido –a quienes se habían encontrado ahí mismo– y lo dejaron solo. No era que le molestara estar solo, de hecho ya estaba acostumbrado… era más bien el motivo por el que siempre estaba solo.

 

–En estos momentos podría estar con Miyagi –suspiró con cansancio, mientras observaba a ningún punto en particular.

 

Sin nada qué hacer, decidió irse del mirador donde estaban hace un momento e ir a dar una vuelta. Observaba con hastío a todas las personas tomando el sol, o nadando en la piscina, jugando, algunos en pareja, entre otras cosas que para él eran de lo más aburridas… a menos que estuviera con Miyagi, por supuesto. Lanzó un suspiro cansado y volvió a su habitación. Una vez dentro se acostó en su cama y luego de ponerse los auriculares, se dejó llevar por la música a un viaje mucho más interesante que el Océano Pacífico: el de sus recuerdos.

 

TRECE AÑOS ATRÁS

 

Inicio de curso. Los rayos del sol entraban por la ventana de su habitación, colándose por debajo de sus tupidas pestañas, obligándolo a abrir sus ojitos grises lentamente. Una vez que estos se abrieron a la vida, su pequeño dueño se levantaba de la cama y se restregaba uno de ellos de una forma sumamente adorable. Un corto bostezo y un saltito para bajar de la cama, y así comenzaba su día. Un rato más tarde las sirvientas ya le habían bañado, vestido, preparado el desayuno y alistado sus cosas para su primer día de clases. Ahora sólo era cuestión de ir hacia una habitación en especial y despertar a su nee-san.

 

–¡Onee-san! ¡Onee-san! –gritaba a lo que daban sus infantiles cuerdas vocales mientras entraba al dormitorio donde cierta joven universitaria dormía sepultada entre cobijas y almohadas– ¡Vamos, arriba! ¡Es hora, es hora, es hora…!

–¿Hora de qué? –ella bostezaba con cierta molestia, con la cabeza bajo la almohada.

–¡¿Lo olvidaste?! ¡Mamá dijo que tú me llevarías a mi primer día de escuela!

–¿Por qué yo? –se quejaba ella, aun sin moverse.

–Porque eres mi onee-san y me quieres mucho –respondió el pequeño, ladeando su rubia cabecita.

–Está bien, ya voy, ya voy…

 

Algunos minutos más tarde la joven Risako ya estaba lista.

 

–¡Vamos, vamos, vamos…! –el chiquitín le halaba la manga del saco con insistencia.

–Bueno, bueno, tranquilo –ella le acariciaba la cabeza cariñosamente, mientras subían al auto– ¿Por qué estás tan emocionado este año, eh?

–Porque ya no tendremos a la Señora Puff (1) dándonos clases.

–¿Tanto la odias?

–Su clase es aburrida… además me cae como está.

–¿Ah?

–¡Que me cae gorda (2) , pues!

 

Algunos minutos más tarde ya se encontraba en la entrada principal, siendo llevado de la mano al igual que muchos de sus compañeritos.

 

–Bien, hemos llegado –suspiró la castaña– Te portas bien, Nobu-chan.

–No hagas eso –le reclamó él en un lindo puchero.

–Ah, creces tan rápido –de nuevo suspiró ella, ahora con una sonrisa– Bien, Julio vendrá por ti en la tarde.

–¿No pueden venir tú o mamá? –sus ojitos grises pintaban tristeza.

–Sabes que mamá está ocupada con la revista, y yo con la universidad…

–Pero…

–Te prometo que en cuanto vuelvas a casa, te haré un rico pastel.

–¿Lo prometes?

–Lo prometo.

 

Un besito en la frente y un adiosito más tarde, el rubiecito entraba al salón. No hubo novedad, excepto porque efectivamente ya no tenía de maestra a esa gorda y amargada mujer de 40 años a la que todos aludían por el mote de Señora Puff… en su lugar estaba una joven de unos 25 años, quizá, pero nada relevante para él.

 

Sí, así eran aquellos días de sus seis cortos años de edad allá en Australia. A pesar de que sus padres y su hermana estaban ocupados, ésta última siempre procuraba hacer un espacio entre su apretada rutina y dedicarlo completamente a él. Esto lo hacía sumamente feliz, aunque no del todo: aunque él la admiraba mucho, no podía evitar sentirse triste cuando sus padres lo comparaban constantemente con ella  y le celebraban sus logros.

 

–¡Mamá, mamá! –un día de las madres, él había llegado con un bonito arreglo con flores que él mismo hizo (3)– ¡Felicidades!

–¡Es precioso! –ella se oía feliz.

–Y yo solito lo hice –dijo el rubiecito, con el orgullo propio de un niño de seis años.

 

Estaba a punto de darle su obsequio cuando apareció su hermana Risako.

 

–Felicitaciones, mamá –la castaña le daba un cordial abrazo– ¿A que no adivinas que tengo para ti?

–¿Reservaciones para un spa de lujo?

–¡¿Cómo lo supiste?!

–¡Uf, con este trabajo es imposible no pensar en uno!

–Bueno, me los regaló mi asesora de tesis por mis últimos resultados… así que aquí tienes –le entregaba unos boletos y le daba un abrazo efusivo que era correspondido– Felicidades, mamá.

 

Luego de eso ambas salieron de ahí para alistarse e irse al spa, dejando al pequeño ahí parado, con el regalo en manos y el corazón roto. ¡Y eso no era para menos! Los días previos se dedicó a investigar en la biblioteca algunas manualidades, extraviándose dos veces en el trayecto; juntó las latas de soda de toda una semana; luego tuvo que ir solito a la papelería por pinturas vinílicas, para ser casi timado por el dependiente; ¡y qué decir cuando tuvo que cortar las latas sin ayuda de nadie! Terminó con los dedos sangrados y de tan heridos apenas si podía moverlos… ¡¿y todo para qué?!

 

Así, con el paso del tiempo, la admiración que sentía por su hermana se iba convirtiendo en rivalidad: si él obtenía diez en un examen, ella lo exentaba por sus perfectos trabajos en clase; si él hacía algún nuevo amiguito, ella lograba congeniar con las amistades de sus padres; si él aprendía a andar en bicicleta, ella a conducir el auto… en fin, hiciera lo que hiciera, no era nada comparado a ella.

 

FIN DEL FLASHBACK

 

Gruñó con fastidio, pues el recordar ese tipo de cosas no era precisamente lo que tenía en mente. Salió del cuarto y fue directo a la cocina pensando en que si iba a pasar las vacaciones lejos de Miyagi, al menos debía aprovecharlas en mejorar su especialidad de repollo para cuando le volviera a ver. Como en esta ocasión no se encontraban las tres sirvientas que tenía en su casa ni Risako, podía poner su música al máximo volumen en el minicomponente sin ser regañado. Una vez programado el playlist y seleccionada una receta de un libro, procedió a cortar la col sólo como él sabía.

 

Am I insane?

I ask myself over and over and over again
trapped in my brain
pull it out from the threads in my skull

Am I alone?
Surrounded by shadows I think I might just be suffocating
the devil came to take me to hell
but I'm already there

Am I insane?
Am I insane?
Am I insane?

(¿Estoy demente?

Yo me pregunto una y otra vez y otra vez
atrapado en mi cerebro
tira de él desde los hilos en mi cráneo

¿Estoy solo?

Rodeado de sombras creo que podría ser sofocante
el diablo vino a llevarme al infierno
pero ya estoy allí

¿Estoy demente?
¿Estoy demente?
¿Estoy demente?) (4)

 

ONCE AÑOS ATRÁS

 

Harto. Estaba harto de ser comparado con su hermana, harto de que le prestaran más atención a ella, harto de las conversaciones de los adultos cuyo tema principal era el por qué sus hijos no podían ser tan bien educados y ejemplares como Risako… pero lo más importante aún, estaba harto de intentar ser tan perfecto como ella para terminar fallando una vez más.

 

Harto de estar en la sosa clase de matemáticas avanzadas a la que fue promovido, puso  como excusa que necesitaba ir al baño, y luego que hubo burlado al vigilante del corredor, salió directo a ese pequeño escondite dentro de un gran arbusto que se había vuelto su santuario los últimos días. Se sentó en un tronquito que él mismo puso ahí la primera vez y luego de sacar un pequeño Nintendo que sus padres le compraron para que se entretuviera y no molestara a Risako mientras ella estudiaba, se puso a jugar por un buen rato. Un ruido proveniente de ese mismo arbusto lo alertó de la presencia de intrusos. Levantó la vista sólo para toparse con un chico rubio un poco más alto que él, de ojos oscuros y pelo un poquito largo, y que también portaba el uniforme de la escuela.

 

–Hola –saludó el pequeño, ya de ocho años.

–Así que fuiste tú ¿eh?

–¿Ah?

–Digo, que fuiste tú el que trajo el tronco.

–Oh… etto… sip.

–Bueno, yo me llamo Jansen Markus (5) –se presentó el mayor con una sonrisa– soy de cuarto año.

–Etto… Takatsuki Shinobu, de tercero.

 

Y así inició una nueva amistad. Si bien era cierto que había hecho amigos anteriormente, la mayoría de ellos terminaba por sentirse intimidado por las notas perfectas y su inteligencia excepcional –producto de su fallido intento por superar a Risako–, y por ende terminaban por alejarse. Sin embargo no tenía idea del giro que daría su vida los próximos días gracias a él.

 

Un buen jueves por el medio día, ambos se escapaban cautelosamente de la escuela. Previamente fueron enviados a detención por pasarse recaditos en clase, pero en lugar de irse directo al aula de detención, fueron a la parte trasera de la escuela, donde había un agujero debajo de la malla que la separaba de la libertad. Se escabulleron como ratoncitos y una vez fuera corrieron libres a cualquier parte que no fuera ese sistema opresor llamado escuela primaria. Se desataron las odiosas corbatas, se desabrocharon los pesados sacos, se despeinaron los cabellos relamidos… Entre risas y juegos pasaron poco más de hora y media en el parque, sin importarles que la gente a su alrededor se preguntara qué hacían un par de niños de primaria fuera de la escuela y dónde estaban sus irresponsables padres.

 

En fin, se habían comprado un helado con el poco dinero que llevaban consigo, y hubieran seguido con sus juegos de no ser por el endemoniado solo de batería que ejercía sobre ellos –sobre todo en el pequeño ojigris– una especie de hechizo que los incitaba a seguirlo hasta su origen. Llegaron a la parte central de la plaza, donde se levantaba un escenario equipado con luces, amplificadores, micrófonos y una gran batería al centro que estaba siendo brutalmente golpeada por un sujeto de larga melena negra, vestido con un polo café sin mangas, un pantalón a ¾ estilo militar, tenis negros y guantes negros sin dedos. Por sus rasgos más o menos varoniles intuía que debía andar por los veinticinco. Y eso no era todo: alrededor de ese escenario mujeres y hombres de entre 14 y 30 años se reunían y levantaban la mano haciendo una señal entonces desconocida para ellos, al mismo tiempo agitaban la cabeza de arriba abajo luciendo sus melenas. Notaron que la mayoría de la audiencia vestía de color negro: desde una simple playera con el nombre de alguna banda, tenis y unos jeans desgastados, hasta todo un conjunto de cuero con cadenas y estoperoles, collares, botas –de tacones en el caso de las mujeres–. Asimismo algunos de ellos se aglomeraban en un círculo mientras se movían de forma parecida a una de esas tribus que pasaban en los documentales, pero más que danzar en círculos alrededor de una hoguera, se golpeaban y empujaban entre ellos.

 

Lo que los pequeños no sabían era que se trataba de una demostración que el Ayuntamiento organizaba cada mes, en el que algunas bandas locales se presentaban en apoyo a una campaña en que se animaba a los jóvenes a una recreación sana en lugar de consumir drogas. Cada riff, acorde, rasgueo, punteo de las guitarras y el bajo, cada verso, screaming, growling (6) de los vocalistas, pero sobre todo los retumbantes beats y la demoniaca velocidad a la que las baquetas y el pedal golpeaban cada platillo y cada bombo causaban todo un vórtice de emociones y sensaciones en el corazoncito del más pequeño… y el movimiento de uno de sus pies y su cabeza, ambos casi sincronizados con la batería, lo denotaban. Movido por el deseo de sentir más de esa adrenalina que recorría su cuerpo, se despojó del saco y el chaleco del uniforme, los botó en cualquier parte y se unió al círculo.

 

–¡Shinobu, espera! –su amigo Markus lo perseguía– ¡No entres, es peligroso!

 

Pero el chiquitín lo ignoró por completo y se integró a la danza. Al principio parecía fácil, sólo sería pegar de saltos y dar golpes al aire… pero un empujón que casi lo tumba le hizo caer en cuenta de que eso iba en serio. Por primera vez, en lugar de ponerse a llorar o hacer berrinche, se armó de valor y fue devolviendo cada golpe y empujón. Agradecía de sobremanera el ser pequeño, pues rara vez le tocaba un puñetazo directo. Markus, por su parte, se había quedado ahí parado, estático y lento para reaccionar… y eso les costó a ambos el ser encontrados por su tutora de la escuela.

 

La pobre profesora intentaba entrar al círculo y sacar de ahí al pequeño Shinobu, pero el constante movimiento de todos ellos se lo impedía. Un joven que había notado la presencia del niño y la educadora, tomó al rubiecito y levantó sobre sus hombros para después hacerlo pasar por encima del público hacia el otro lado. La audiencia lo llevaba y eso le encantaba al pequeño, pero se quedó de piedra cuando se vio encima del escenario con todas esas personas mirándolo. Pensó que sus piernas flaquearían y que en cualquier momento mojaría sus pantalones, pero una loca idea cruzó por su cabecita: levantó su brazo haciendo la misma señal que todos ellos hacían con la mano, y gritó a todo lo que daban sus cuerdas vocales, la frase que leyó de reojo de la playera del baterista: F*ck yeah!! (7). El público, muy al contrario de lo que esperaba, hizo lo mismo que él, y entonces él lo entendió: entendió que eso era lo que quería.

 

FIN DEL FLASHBACK

 

Sonrió tenuemente al recordar aquello. Si bien era cierto que ese mismo día fue suspendido, se llevó una regañiza colosal y terminó con algunos moretones, la sensación que experimentó sobre el escenario al ser aclamado por todos esos desconocidos se quedó grabada como poderosos beats en su corazoncito, y eso nadie se lo quitaría… ni siquiera Risako.

 

–Markus… ha pasado tanto tiempo.

 

 Guardó su creación en el refrigerador y tras oír el insistente toque de la puerta, fue a abrir.

 

–¿Qué quieres? –inquirió de mala gana al reconocer a su visita.

–Te he dicho cientos de veces que no contestes así –respondió aquella mujer, mosqueada– ¡Y quita esa música, que no estamos en ese bar!

–Risako, sólo di lo que quieres.

–Okay –suspiró ella, derrotada– Mamá y la tía Mei acaban de encontrarse y me pidieron que trajera a Kimi contigo.

–¡¿Qué?!

 

Kimi era una prima de ellos, y en efecto venía tomada de la mano de Risako: era una preciosa niña de rizada cabellera castaño claro que caía en cascada sobre su espalda y sus hombros, con piel clara y cremosa como leche, de grandes y chispeantes ojos grises, y una linda sonrisa en su cara. Por sus rasgos infantiles y su estatura, intuía que no pasaba de los ocho años.

 

–Hola –saludó la pequeña tímidamente, haciendo que ambos voltearan a verla.

–¿No es linda?

–Sí, sí –siseó el rubio tranquilamente. Por alguna razón no le molestaba la convivencia con niños pequeños– ¿A qué hora volverán por ella?

–No lo sé, ya sabes cómo se ponen a hablar por horas y horas.

–Como sea…

–¡Nada de como sea! ¡Vas a cuidar bien de esta niña y no causarán problemas ¿okay?!

–Okay.

 

Una vez solos, Shinobu fue a bajarle a la música, pero la pequeña se lo impidió.

 

–¡No le bajes! Me gusta esa canción.

–¿Ah?

 

We are
We are the revelation
So scream it loud
We are
We are the birth of a nation
So join as one
It's time to raise our flags up high
We are
We are the revelation
So scream it out loud

Whoa whoa
The sound of a nation
Whoa whoa

(Nosotros somos…
Somos la revelación.
Así que grítalo fuerte.
Nosotros somos
Somos el nacimiento de una nación.
Tan unidos como uno solo.
Es tiempo de alzar nuestras banderas bien alto.
Nosotros somos…
Somos la revelación.
Así que grítalo fuerte.

Whoa whoa
El sonido de una nación
Whoa whoa) (8)

 

Cantaba a lo que daban sus pulmones y cuerdas vocales mientras movía la cabecita y ponía en alto la mano cornuta. Rio un poco, pues ciertamente le recordaba mucho a él en aquel día de niñez. Asimismo se preguntaba cómo podía a ella gustarle esa música, considerando que la mayoría de sus primas aspiraban a ser como Risako, y que a ésta última no le gustaba el metal.

 

–¡Tengo hambre, aliméntame! –exigió ella en un puchero que básicamente consistía en inflar los mofletes mientras apretaba los puños y pisaba con fuerza.

–Espera un momento, te prepararé algo.

–¡No quiero esperar, lo quiero ahora! –ella sonaba enojada.

–Okay, okay –suspiró– Veamos que hay en el refri ¿quieres?

–¡Hai!

 

Ambos fueron y el mayor le empezó a enlistar lo que había, pero…

 

–¡Sardinas con col! –exclamó la castañita– ¡Amo las sardinas con col!

–¡No, espera…! –pero ya era tarde, Kimi tomó las sardinas con col y mayonesa (9) que había preparado y las comía sin ninguna refinación– Esas eran para Miyagi –susurró bajito.

–¿Quién es Miyagi?

–Ah… etto… la persona que me gusta –farfulló mientras un ligero tono carmín teñía sus pómulos.

–¿Es tu novia?

–En realidad… no… bueno… algo así.

–Oh… ¡Quiero ir a jugar afuera!

 

Suspiró con cansancio, pero a la vez con agrado: por primera vez no le dejaban a cargo a ninguna de las otras estiradas primas que se comportaban con tanta refinación que le enfermaba. Apagó el minicomponente y se llevó su celular y su billetera; le limpió los restos de mayonesa a Kimi y la llevó de la mano a donde quisiera ir. Sin embargo, ambos sintieron una especie de llamado, uno que el mayor conocía a la perfección. Se fueron acercando poco a poco hasta su origen: una batería que se encontraba al centro de un escenario con luces, micrófonos, amplificadores, etcétera. Un joven de unos 22 años ejecutaba una pieza que era conocida para él.

 

–Yo quiero aprender a tocar así, pero mamá dice que el metal es música del diablo –se quejó la pequeña Kimi en un puchero que fue oído por su primo.

–Tu mamá está loca –murmuró el rubio– además… yo puedo hacerlo mucho mejor que eso.

–Pero qué tenemos aquí –en ese momento llegó un grupo de unos cinco varones, todos ellos vestidos al más puro estilo heavy– Para ser un niño rico, tienes una boca muy grande.

–Típicos niños ricos que se creen que todo lo pueden –soltó otro de ellos de forma hostil.

–¿Qué es lo que quieren? –respondió Shinobu sin inmutarse ni un poco. Instintivamente puso a Kimi tras él.

–¡Aww, qué ternura! –escupió un tercero con tono burlesco– Protege a su hermanita –luego todos empezaron a reírse.

–¡¿De qué se ríen, imbéciles?! –la niña les hizo frente.

–¡Dile a la enana que se calme! –replicó seriamente el primero– ¡Y tú, deja de creerte superior solo por tu pinta de niño rico!

–¡¿A quién llamas enana?!

–Mírate, no podrías tocar tan rápido como yo aunque tomaras lecciones toda la vida –el joven que tocaba la batería estaba al tanto de todo y ahora se les unía.

–Tocar más rápido no te hace mejor baterista –musitó el ojigris.

–No me provoques –gruñó el joven, muy cerca de su cara. Aunque era un poco más alto que él, su pose no le intimidaba ni un ápice.

–¡Vamos, Shinobu-nii, patéale el trasero!

–Con gusto, Kimi-chan –el aludido sonrió tenuemente.

–¿Me estás retando? –le increpó el otro baterista.

–Sí, te estoy retando.

–¿Estás seguro? Porque no quiero hacerme responsable si sales con la cola entre las patas.

–Tan seguro como que te haré morder el polvo.

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

Notas finales:

1. A mi maestra de Cálculo Diferencial de la prepa, y a la de Física Farmacéutica de la uni las apodaban así, de ahí me vino la idea, XD.

2. En mi país se usa el término caer gorda como sinónimo de caer mal.

3. Referencia del arreglo que hizo Shinobu-chin con las latas de soda:

http://farm1.staticflickr.com/193/452897704_6107557640.jpg

4. Death of me de Asking Alexandria del álbum From Death to Destiny (2013).

5. La verdad no sé y no me acuerdo que se mencionara el nombre del amigo extranjero de Shinobu, así que para finalidades del fic, su nombre será Markus Jansen.

6. Sí hay diferencia entre screaming growling (o voces guturales), pero creo que no está muy claro en varios sitios que estuve revisando, así que para que no se compliquen la vida les dejo este video para que chequen por ustedes mismos la diferencia.

https://www.youtube.com/watch?v=3exE3OzIbvE

7. Lo siento, no se me ocurrió otra frase en el momento, pero igual y rulea, XD.

8. Revelation de Black Veil Brides del álbum Wretched and Divine: The Story of the Wild Ones (2013, ultimate edition). No me gusta mucho su imagen, pero igual y tienen buenas canciones.

9. Esta forma de preparar la col es fácil: parten la col (previamente lavada y desinfectada) en tiritas cortas y muy finas (no es necesario cocerla ni quemarla como usualmente lo haría Shinobu-chin); le agregan sardina de esa que viene en puré de tomate (previamente le quitan los huesos y se hace trocitos no demasiado pequeños); adicionan la mayonesa que quieran, un poquito del puré y revuelven todo sin batir. Inténtenlo, queda rica con unas galletas saladas o unas tostaditas.

 

¿No era una monada Shinobu-chin cuando estaba peque?

Si lo han notado a lo largo del fic, Shinobu no tiene una inclinación hacia un determinado género como en el caso de Misaki y los otros, pero en los episodios 8 y 9 (Ser metalero no significa ser un inútil – Parte I y II, respectivamente) aparecen canciones de agrupaciones más o menos recientes, como Avenged SevenfoldBullet for my ValentineBring me the Horizon, así como en éste último estas dos que acabo de incluir… esto y otras cosas más se explicarán en la segunda parte del corto, que la estaré subiendo en el transcurso de la semana.

 

Un comentario con una crítica constructiva, sugerencia, felicitación, etc., es bien aceptado. Nos leemos luego, chaito.


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