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El Cuartel del Metal por HitchNoDanna

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Notas del capitulo:

Quiúbole, fans del metal y Junjou… y a los no tan fans, también.

He aquí con la segunda parte del corto Silver Knight no baai. Lo iba a subir el viernes, pero la ropa sucia acumulada de casi quince días no me lo permitió, además de otras cosillas que tuve que hacer el fin de semana, entre estas unos errorcillos que encontré en el fic y que estoy corrigiendo, que si bien no son muy notorios, siento que de alguna manera afectan la coherencia de la historia, por ejemplo el semestre que cursaba Shinobu cuando inicié el fic: en vez de tercer semestre debía ser cuarto, por tanto, cuando conoció a Shinnosuke, en vez de estar en primer año, ya debía estar en el segundo; asimismo no había considerado que el calendario escolar de Japón es diferente al de países latinoamericanos como México (allá inician clases en abril y nosotros hasta agosto, lo revisé en el manga), pero como he venido manejando toda la trama con el calendario latinoamericano, ya no me es posible corregir ese garrafal error. Otro error que cometí fue con la edad de Shinnosuke en el corto anterior, cuando sus papás lo echan de casa: mencioné que tenía 17 años, pero ya haciendo bien los cálculos me percaté que en ese momento ya debería haber cumplido los 18. Por cierto, para finalidades del fic, su cumpleaños será el 9 de julio.

De verdad perdón por cometer errores tan garrafales, pero como dije antes, escribo conforme se me van ocurriendo las cosas y aunque reviso mis fics antes de subirlos, siempre hay algo que se me escapa. De veras lo siento.

 

Bueno, terminado este aburrido introductorio, aquí les dejo el capítulo de nuestro Caballero Plateado.

 

Disclaymer: Ni Junjou Romantica, ni las bandas mencionadas (a excepción de Exilieth y otras de mi invención), canciones, marcas registradas, etc., me pertenecen… solo el fic, que publico en Fanfiction.net, Mundo Yaoi, Aino Fansub y aquí, bajo los seudónimos HitchNoDanna o Hitch 74 no Danna.

Silver Knight no baai: El 'beat' de un corazón terrorista – Parte II

 

Ocho de la noche con quince minutos. Había pasado las últimas horas en compañía de Kimi y haciendo algunos ejercicios de calentamiento para el reto al que se enfrentaría esta noche: el día anterior aquellos sujetos, que resultaron ser una banda completa, le dijeron que esta noche habría una demostración y que se presentara a las nueve. Agradecía enormemente que Risako y su madre siguieran en el chisme con la tía Mei desde ayer, pues de lo contrario no podría llevar a Kimi consigo como se lo había prometido.

 

–Nee, Shinobu-nii… –Kimi lucía una playera de BFMV (1) que le quedaba a manera de vestido corto, un bolero de cuero negro con algunos detalles metálicos, unos leggins gris oscuro con agujeros, y unas botas negras estilo militar– ¿Por qué no te vestiste de metalero?

–Ellos creen que por mi pinta de chico adinerado no puedo tocar mejor que su baterista –musitó más para sí mismo, pero ella lo escuchaba– así que voy a demostrarles lo contrario.

 

En efecto Shinobu no vestía como aquella banda ni como Kimi, tan sólo llevaba unos jeans verde militar, una camisa blanca de manga larga con los tres primeros botones abiertos, un chaleco negro abierto, todos entallados, y unos lentes menos oscuros y más ligeros de lo habitual, así como unos zapatos casuales de punta cuadrada. Lo único que quizá no cambió de aquel look con el que se presentaba en El Cuartel del Metal, era el cabello levantado.

 

–Y tú ¿Cómo hiciste para que tu mamá te comprara lo que traes puesto?

–¡Nah, fue fácil! –espetó la castañita despreocupadamente– ¡Las pedí desde su computadora y usé su tarjeta de crédito!

 

Así entre pláticas llegaron hasta el salón en donde había ocurrido la confrontación anterior, pero a diferencia de hace unas horas, las luces estaban encendidas y ya había bastante gente. El salón era de dos plantas: en la primera se encontraba el escenario, y la segunda era parecida a la de El Cuartel del Metal, pues faltaba la parte central y la periferia estaba asegurada con barandales, por lo que el espectáculo podía contemplarse desde ahí.

 

–Veo que te dignaste en aparecer –espetó el baterista de aquella banda– por un momento pensé que…

–Basta de palabrerío y de una vez a lo que estamos –le cortó sin más. No estaba de humor para oír más frases sarcásticas.

–¿En serio estás seguro? Todavía podemos cancelar esto y ahorrarte hacer el ridículo allá arriba.

–¿Y perderme tu humillación? Olvídalo.

 

Más tarde ya se iniciaba la demostración.

 

ONCE AÑOS ATRÁS

 

Unos días habían transcurrido después de esa grata experiencia sobre el escenario. Sin embargo a los dos niños no les había ido tan bien, pues se encontraban en detención y así estarían por una semana.

 

–Muero de aburrimiento –por puro aburrimiento, Markus empezó a golpear la mesa del pupitre con un lápiz y a mover los pies de arriba abajo.

–¡Tengo una idea! –exclamó el pequeño– ¡Juguemos a que tenemos nuestra propia banda! ¡Yo canto y tú tocas la batería!

–¿Y quién va a tocar la guitarra?

–¡Yo quiero! –intervino otro niño que estaba a dos bancas tras de ellos.

–¡Yo quiero el bajo! –espetó otro.

 

Sí, en efecto todavía estaba fresca en su memoria la sensación al pararse frente al público, y por ello eligió ser el vocalista. Los lápices de Markus golpeaban la mesa del pupitre de forma estruendosa y poco acompasada, los otros dos chicos emitían sonidos chillantes y extraños tratando de emular sus respectivos instrumentos, en tanto que él entonaba una canción conocida a lo que daban sus cuerdas vocales.

 

–¡Hey, dejen de hacer tanto escándalo o se quedan aquí otra semana! –les regañó el profesor a cargo, matando todo entusiasmo puesto hasta entonces.

 

Unos días más tarde terminaba la semana en detención y ahora los cuatro volvían a ser libres. Los otros dos chicos, quienes resultaron ser unos preciosos gemelos de cabello negro y ojos azules y miel, se reunían frecuentemente con ellos en el escondite dentro del arbusto.

 

–Nee, Markus –decía uno de los gemelos, cuyo nombre era Yuta y sus ojos eran azules– ¿Cambiamos? Yo quiero tocar la batería esta vez.

–¡Yo pido la guitarra! –ahora era el pequeño Shinobu.

 

Así transcurrían sus días de niñez, entre juegos y fantasías de tener el mundo a sus pies con nada más que música. Sin embargo y gracias a sus amiguitos, supo cuál sería su lugar en la banda.

 

–¡Nee, Markus, Shinobu! –Yuta y su gemelo, Yuto, venían corriendo– ¿A que no saben qué encontramos?

–¿Qué cosa?

–Vengan.

 

Guiados por los gemelos, los dos rubios fueron a dar a un cuarto donde se guardaban objetos usados o descompuestos, desde balones de soccer, vóleibol y baloncesto, costales de boxeo, hasta instrumentos musicales de viento y…

 

–Wow –fue todo lo que salió de la boca de los dos rubios.

 

…una vieja pero bonita batería TAMA Imperialstar, en color negro (2).

 

–¡Yo pido primero!

–¡No, yo la vi primero!

–¡No se vale, nosotros la encontramos primero! –Eventualmente empezó el problema de quién la tocaría primero.

–¡La paja más corta! –espetó Markus, quien tenía en sus manos cuatro pajillas que encontró tiradas.

 

Todos eligieron una, y al comparar su longitud se determinó así el orden en que la tocarían. El pequeño Shinobu estaba molesto, pues le había tocado de último. Los primeros en tocarla fueron los gemelos, pero Yuto golpeaba demasiado fuerte los toms que temían que en cualquier momento los fuera a abollar; Yuta, en cambio, parecía tenerle miedo a ese instrumento, pues apenas si tocaba el platillo y la tarola; luego fue el turno de Markus, quien más o menos ejercía la fuerza correcta, pero no podía pisar el pedal del hi-hat y golpear los toms al mismo tiempo.

 

–¡Me toca! –increpó el rubito de ojos grises, y luego de tomar asiento en el banquito, respiró profundamente.

 

Cerró los ojos y, evocando aquella sensación cuando oyó ese solo de batería en la plaza, comenzó a golpear primero el platillo unas dos veces, luego la tarola y uno de los toms; al mismo tiempo, y con mucha dificultad, sus pies trataban de alcanzar el pedal del bombo. Obviamente esta batería no se comparaba con aquella, pues el número de piezas de aquella era mucho mayor, pero cada golpe que daba salía directo de su corazón. Al final de su ejecución sus compañeritos le loaron y felicitaron por haberlo hecho mejor que ellos.

 

FIN DEL FLASHBACK

 

En esos pensamientos estaba que apenas si se percató de que Kimi le hablaba con impaciencia, al parecer ya llevaba siendo ignorada un buen rato.

 

–¡Shinobu-nii!

–¿Eh? –apenas podía espabilarse.

–¡Te estoy hablando hace como veinte minutos! ¡Tengo hambre!

–Bien, vayamos a la barra por algo de comer.

–¡Ya era hora! –exclamó la pequeña castaña.

 

Transcurrieron cerca de tres horas. Las luces se habían apagado casi por completo y en el escenario había dos baterías en lugar de una.

 

–¡¿Se están divirtiendo?! –el presentador, un joven de unos 20 años que también vestía como metalhead, hablaba por el micrófono, recibiendo como respuesta gritos eufóricos de la audiencia– ¡Bien! Ahora viene el último número de esta noche ¡Pero antes… démosle un gran aplauso a la señorita Okano Hitomi, quien hizo todo esto posible!

 

Tras el escenario, uno de los dos bateristas lanzaba miradas de superioridad al otro, quien simplemente las ignoraba.

 

–¡Aplástalo, Shinobu-nii! –Kimi le alentaba.

–En serio ríndete, no querrás defraudar a la nena ¿o sí?

–¡¿A quién llamas nena, imbécil?!

 

Ahora se acomodaban tras su respectiva batería. La luz solo alumbraba al presentador y a una mujer de unos 28 años, vestida formalmente, quien ya había sido informada del duelo.

 

–¡Bien! Esta noche tendremos un duelo de bateristas –el público gritó con euforia, a lo que ella levantó más la voz y le agregó más emoción– ¡Así como lo oyen, esta noche dos titanes se enfrentarán en un duelo: nos mostrarán técnica, ritmo, fuerza, potencia… pero más importante aún: talento y actitud! De este lado… –extendió el brazo hacia la derecha del escenario– venido de Fukushima, de 22 años de edad ¡Ebizawa Axel! –en ese momento unas luces cayeron sobre aquel baterista de cabello negro con mechones rojos, con su mismo estilo heavy. Los gritos de los presentes no se hicieron esperar– De este otro lado –ahora señalaba a la izquierda– venido de Tokio, con apenas 18 años de edad ¡Takatsuki Shinobu! –ahora las luces le daban a él pero diferencia de Axel, él no recibió tanta respuesta– ¡Pero que no los engañe su apariencia! Como dije antes, aquí vienen a demostrar su valía. En fin, las reglas son sencillas: el estilo es libre, tres combates con asaltos de dos minutos cada uno, y uno final juntos. Los combates serán evaluados por nuestro jurado –señalaba hacia el segundo piso, frente al escenario, donde había una mesa con dos hombres y una mujer– y el combate final por cinco personas del público elegidas al azar. Si por alguna razón uno de los dos decide abandonar la contienda antes de tiempo, quedará descalificado. El premio para el ganador es una sorpresa, así que no lo diré por ahora. Es todo al respecto.

–Bueno, ya escucharon a Okano-sama –ahora volvía el presentador anterior– Bueno, contendientes, dense la mano…

–Así lo quisiste, Takatsuki –musitó Axel con superioridad– Te aplastaré como a una mosca.

–Ahórrate tu perorata y que la batería hable por ti –el rubio le respondió de la misma forma.

–¡Suerte y que gane el mejor! –terminó el presentador.

 

Los dos jóvenes tomaron su puesto en su respectiva batería, y luego el combate empezó. Axel abrió el combate con un ligero choque entre sus baquetas.

 

DIEZ AÑOS ATRÁS

 

Transcurrieron unos cuantos meses desde que se descubrió a sí mismo como baterista. A sus casi nueve años de edad entendió que ser vocalista y pararse frente a un público podía ser genial, pero que tanto el público como los guitarristas, vocalistas y bajistas se movieran y actuaran al ritmo de la batería ¡al ritmo que su corazón marcaba!, simplemente era lo máximo. Consciente de eso, él y sus amigos se reunían cada receso en aquel desván y tocaban con el corazón a lo que daban sus infantiles años: Markus ahora era el guitarrista, mientras que Yuta logró conseguir un bajo prestado y Yuto era el vocalista por tener mejor voz de los cuatro. Sin embargo el encanto no duró para siempre, pues unas semanas después fueron descubiertos y nuevamente castigados. Esta vez las repercusiones fueron mayores, pues Yuto y Yuta fueron obligados a mudarse a Canadá, so razón de que Markus y Shinobu eran malas influencias para ellos. Aquello les bajó los ánimos a los dos pequeños, pues además de ellos no tenían más amigos que compartieran su gusto por la música; el hoyo en el piso por donde siempre se colaban al desván fue rellenado y ahora no se les permitía a los alumnos jugar más allá del patio de juegos.

 

El tiempo seguía transcurriendo, hasta que llegó una fecha muy importante para él: su cumpleaños. Se levantó tempranito, esperando que sus padres y Risako le cantaran las mañanitas como en años anteriores, pero en lugar de eso sólo encontró a las sirvientas limpiando como siempre.

 

–Buenos días, Shinobu-sama –le saludó una de ellas.

–¿Has visto a mamá o a Risako?

–La señorita Risako y sus padres salieron temprano –el pequeño puso una carita de tristeza que conmovió a la mujer– Pero no se preocupe, para la tarde puede que ya estén aquí. Por cierto, feliz cumpleaños, Shinobu-sama.

 

Un abrazo y un besito más tarde, el futuro baterista era llevado a la clase de esgrima, albergando en su corazoncito la ilusión de un cumpleaños inolvidable… después de todo aún era un niño. La tarde transcurría lenta a su gusto, pero eso no le importaba, lo único que quería era soplarle las velitas al pastel y romper la piñata. Había invitado a Markus, a quien llevaba prácticamente a rastras; los dos sonreían de la emoción, pero aquello no les duró mucho pues al llegar se toparon con la casa exactamente como en la mañana: no había decoraciones, no había gente, ni piñatas, ni dulces… ni siquiera el pastel con su nombre y las nueve velitas.

 

–¿Dónde están todos? –inquirió inocentemente el rubio mayor. La mirada del menor se ensombreció y, entendiendo la situación, Markus lo rodeó con ambos brazos mientras el chico rompía a llorar en gimoteos ahogados.

 

Ese día la servidumbre se había compadecido del niño y le organizó una pequeña fiesta, asimismo su único amigo se quedó a dormir con él. Al día siguiente despertó sin ánimos para nada, pero grande fue su sorpresa y alegría cuando encontró en medio de su cuarto una bonita y reluciente batería TAMA Superstar Hyper-Drive (3) en un bonito color blanco. Se restregó los ojos creyendo que se trataba de un sueño, pero la tarjeta adjunta le decía que era realidad.

 

»Mamá y papá tuvieron que salir de urgencia por unos días, y yo tuve que ir a un congreso, pero no nos hemos olvidado de ti. Felicidades por tus nueve añitos de vida y disfruta este regalo que te hago de corazón. Cariños, Risako«

 

FIN DEL FLASHBACK

 

Terminaba el turno de Axel con muchos aplausos y ahora venía el suyo. Las miradas de esas personas lo escudriñaban, buscando cualquier error en su ejecución. Al principio iba a un ritmo relativamente tranquilo, con golpeteos sencillos y armoniosos, pero la velocidad y la cantidad de piezas golpeadas aumentaban gradualmente, sorprendiendo a la audiencia sobre todo con su técnica de doble bombo. Los jueces observaban con expresión neutra, pero uno de ellos fijaba su atención en el chico, quien por alguna razón se le hacía familiar.

 

En tanto la mente del joven baterista sólo se ocupaba de revivir la misma impetuosa sensación que experimentó cuando recibió ese regalo de cumpleaños. Si bien era cierto que aquello no le borraba el mal recuerdo de un cumpleaños sin su familia, al menos lo acercaba a su ilusión de ser baterista de una banda. Consecuentemente Risako lo hizo tomar lecciones con un maestro, cosa que no le agradó del todo puesto que él soñaba con imponer sus propios beats; no obstante, y muy pero muy en su interior, agradecía los cuatro años de lecciones que le brindaron los elementos necesarios para desempeñarse como baterista.

 

ALGUNOS AÑOS ATRÁS

 

En cuatro años su vida no había cambiado demasiado, pero no le molestaba mucho: seguía yendo a la escuela, sus padres y Risako seguían ocupados con sus vidas de trabajo, y Markus y él seguían siendo amigos. Su maestro había dejado de enseñarle debido a problemas que lo obligaban a dejar el país, y aunque Risako quiso conseguirle otro, él se mostró renuente y se volvió autodidacta: pasaba los días en la biblioteca investigando técnicas, pero como los libros no hablaban mucho del metal en específico, bajo una buena coartada se escapaba a las demostraciones que se seguían ofreciendo; bajo una buena coartada sus padres le daban el dinero suficiente para comprar revistas especializadas en el tema y DVD's de conciertos de metal; bajo una buena coartada conseguía un tom o un platillo más para su batería… en otras palabras, a sus trece años crecía como baterista y también como maestro del engaño. Sin embargo, para cuando Shinobu cumplía 15 años, su padre había sido nombrado Decano de la Universidad Mitsuhashi, en Japón, por lo que tendría que abandonar Australia.

 

–Nunca te olvidaré, Shinobu –su amigo lo abrazaba fraternalmente.

–Vamos, no te pongas sentimental –le decía el menor– Te escribiré cuando pueda.

–Okay.

 

Los años en Japón transcurrían tranquilos a su gusto. Al ser el chico nuevo en el instituto adquiría popularidad entre sus compañeros, pero para él no había más mundo que su adorada batería: si se sentía eufórico por la llegada de una nueva pieza para su batería, no tardaba nada en instalarla, afinarla y practicar con ella; si se sentía aburrido, una buena sesión era ideal para matar el tiempo; si por alguna razón Risako le amargaba el día con alguno de sus cada vez más constantes sermones sobre hacer nuevos amigos y asumir responsabilidades más allá de su batería, se desfogaba en ese instrumento. El tiempo seguía su curso y ya cursaba la carrera de Derecho en la Universidad Mitsuhashi (4), a la que ingresó cuando tenía 17 años. Para cuando cumplió los dieciocho años sus padres depositaron sobre sus hombros la pesada carga que conllevaba ser el futuro heredero Takatsuki: tendría que terminar la carrera, tener un empleo, casarse con una mujer de buen apellido y formar una familia. No le molestaba demasiado, pues además de su sueño de ser baterista de una banda, no tenía más aspiraciones.

 

No fue sino hasta inicios de septiembre, cuando cursaba el tercer semestre de la carrera, cuando su oportunidad llegó: se encontraba en el salón de música de la universidad ejecutando el solo de Daniel Erlandsson que vio en el DVD Tyrants of the Rising Sun. Había decidido no llegar a casa, pues seguramente estaría ahí Risako con su marido –a quien entonces no conocía y no tenía interés alguno en conocer (5)– hablando de esto y de aquello. En fin, en esas se encontraba cuando sintió que alguien le observaba. No quiso darle mayor importancia, pero aquella intensa mirada ya le estaba crispando los nervios. Impaciente, lo confrontó, resultando ser un compañero de grado superior de la misma carrera que él, llamado Shinnosuke Tödö, que también buscaba integrarse a una banda de metal.

 

–Interesante… ¿Por qué no mejor formas tu propia banda en lugar de integrarte a una? –le había preguntado luego de una charla sobre sus motivos para interesarse en entrar a una banda.

–Ya lo intenté, pero el guitarrista que contacté no está interesado a menos que ya tenga un baterista –suspiró con pesadez el castaño de ojos color ámbar– además, el único baterista que pude hallar no me convence… la semana pasada hicimos una prueba y por más que intentamos ninguno de los dos pudo coordinarse al otro.

–Entiendo… ¿sabes qué? Ven el lunes al mediodía, aquí mismo –le instó, con una idea en mente– trae tu bajo contigo.

 

Tres días más tarde el momento llegó: por alguna razón sentía que ese joven sería su boleto para aquel sueño de convertirse en baterista. Y no estaba equivocado, pues luego de hacer una prueba en la que bajo y batería debían coordinarse, Shinnosuke Tödö resultó ser el indicado… era como si el destino hubiese determinado exactamente este momento para iniciar una nueva etapa en su vida, una que –sin saberlo– traería consigo a la persona a la que le entregaría su corazón.

 

FIN DEL FLASHBACK

 

Los combates habían terminado ya. La audiencia se había quedado con la boca abierta con ambas ejecuciones, pero todavía faltaba el último duelo, que era abierto por un acompañamiento de guitarra: los platillos vibraban, los toms y el bombo, acompañados del sabor de unos bongos (6) resonaban como una imponente tormenta que arrasaría con todo, el público agitaba sus cabezas con el ritmo que ambos titanes imponían, algunos ya hacían el famoso moshing, Kimi también le entraba y alentaba a su primo… Shinobu sentía la emoción correr por sus venas, pero un nuevo pensamiento llegó a su mente: cierto profesor de Literatura que, una noche en Okinawa, le había dado una esperanza de entrar aún más en su corazón.

 

"No sé si te quiero, no creo en el destino, pero tal vez… quiero enamorarme de ti"

 

Golpes cada vez más rápidos sobre los toms y unos cuantos más sobre los platillos, daban fin al combate. Después de un rato, las cinco personas del público depositaban un papelito en una urna frente al jurado con el nombre de quien para ellos debía ganar la contienda. Más tarde, y con la respiración contenida, tanto los bateristas como la audiencia esperaban el veredicto del jurado.

 

–Con un total de tres puntos de diferencia, y tres de cinco votos a favor, el ganador de esta contienda es… –la llamada Hitomi sostenía un papelito– ¡Takatsuki Shinobu!

 

Los enardecidos gritos de la audiencia hicieron arder el lugar cuando el ganador fue alumbrado por las luces, y estos incrementaron cuando el joven baterista se quitó los lentes y los arrojó al público, dejando ver sus brillantes ojos grises.

 

–¡Muchas felicitaciones, Takatsuki-kun! –Hitomi lo rodeaba por los hombros– ¡Tu premio por esta victoria será…!

–Con todo respeto, Okano-san, –el menor se acercaba al micrófono donde ella hablaba– el premio no es de mi interés… sólo quería demostrar un punto.

–¿Y cuál es ese punto, si se puede saber? –preguntó con entusiasmo la mujer.

–Un beat no proviene de la ropa que vistas, ni de la edad, o la marca de la batería… un beat solo se logra con la experiencia, la práctica, pero sobre todo, hermanos metaleros, con el corazón.

 

"Miyagi… esto va para ti…"

 

Lo último que escuchó antes de retirarse del recinto junto con Kimi, fueron los gritos eufóricos de todos aquellos metaleros.

 

"…donde quiera que estés en estos momentos, siente mi corazón latir de esta forma por ti… Miyagi"

 

 

FIN DE SILVER KNIGHT NO BAAI

 

Notas finales:

1. Referencia de la playera de Kimi:


http://shaolinrock.com/shop/images/bands/bulletformyvalentine/BFMV_GIRLRNR.jpg


2. Referencia de la batería que Yuto y Yuta hallaron en el desván:


http://www.tamadrum.co.jp/product/images/drum_kit/gallery/IP58H6-HBK.jpg


3. Batería inicial de Shinobu:


http://www.tamadrum.co.jp/product/images/drum_kit/gallery/SKHD-SET11-SGW.jpg


En el episodio 8, Ser metalero no significa ser un inútil – Parte I, en la parte donde Miyagi y Risako hablan sobre Shinobu, ya había mencionado que ella le regaló la batería en su cumpleaños, y que para ella fue un error habérsela dado.


La batería actual de nuestro Caballero Plateado vendría siendo esta:


http://www.drumspeech.com/topic_photo/r3blol.jpg


En el fic, he venido mencionando que Shinobu se destaca por su técnica de doble bombo, pues como pueden ver en la imagen, su batería actual tiene dos bombos, pero también puede usar únicamente uno y hacer el mismo efecto con el doble pedal.


4. Según el manga, se supone que la carrera de Derecho se imparte en la Universidad T, pero para finalidades del fic quise que también Mitsuhashi tuviera esta carrera. Olvidé hacer esta aclaración en el corto anterior.


5. Aquí no me refiero a Miyagi, sino al marido actual de Risako.


6. Esto lo basé en una batalla de baterías entre el baterista de Godsmack, Shannon Larkin, y su vocalista –que también toca la batería– Sully Erna. En dicha batalla se incluyeron bongos y me encantó la idea para este cap.


https://www.youtube.com/watch?v=EnlC9H2bCnc


 


Bueno, hasta aquí termina el corto Silver Knight no baai. Como saben, ahora el corto siguiente será Sapphire Knight no baai (Nowaki). De nuevo mil disculpas por la tardanza y los errores.


Nos leemos en la próxima entrega, chaito.


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