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El Cuartel del Metal por HitchNoDanna

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Notas del capitulo:

Hola, hola! Heme aquí con otra entrega. Creo que será la última que haga antes de volver a clases.

Gracias por sus comentarios y lecturas -por alguna razón Hotaru le cae mal a todos los que me han comentado en todos los sitios donde lo publico, XD-.

 

Disclaymer: Los personajes de Junjou Romantica, marcas registradas, canciones, bandas (a excepción de Exilieth y otras de mi invención), etc., son de sus respectivos autores.

Lady Ruby no baai: De princesa a guerrera

 

Hacía un buen día en el parque, donde la Dama Rubí seguía rodeada de niños, contando su historia. Anteriormente hizo una pausa para ir a comprar gomitas de fruta, pues los chocolates que llevaba ya se habían terminado. Apenas volvió, los infantes se le amontonaron y empezaron a comerse las gomitas, todos menos el castañito ojiverde.

 

—¿Qué? —inquirió ella al sentir que la miraba fijamente.

—Todavía no nos dices cómo aprendiste a cantar así —hizo un pequeño puchero.

—Les dije que era una historia compleja —se defendió ella.

—¿Y quién era el sirenito del que hablabas? —inquirió el muchacho de trece años.

—Bueno, él… —en cuanto empezó a hablar, los niños volvieron a ponerle atención.

 

 

FLASHBACK

 

Abría los ojos lentamente, rogando porque aquel ultraje fuera sólo una pesadilla. Los cálidos colores beige de las paredes, un armario un poco viejo, un estante con algunos libros, una pequeña colección de mini-robots sobre una repisa, una lamparita sobre una mesita de estudio junto a la ventana, así como lo reducido del espacio, era todo lo que abarcaba su campo de visión. Alarmada por estar en un sitio totalmente desconocido, se levantó bruscamente dejando que se le cayera la manta roja con estrellitas blancas que la cubría, revelando así su piel llena de moretones… aquello realmente sucedió.

 

—H-Hola.

 

Y aquél sirenito que le hablaba ahora mismo también era real. Era un niño más bajito que ella —de unos ocho años, tal vez— de piel clara —ligeramente tostada— e inmaculada, unos grandes y chispeantes ojos verde esmeralda, y una aún más grande y hermosa sonrisa a juego con sus delicados rasgos y las sonrosadas mejillas —debido al frío que hacía—. Éste llevaba un abriguito blanco y traía una charola con un vaso de leche con chocolate y un plato de galletas navideñas.

 

—Al fin despierta. Le traje leche y galletas —dejó la charola sobre las piernas de ella— Nii-san me las da cuando estoy triste o me duele algo, así que coma las que quiera.

 

¿Triste? ¿Cómo sabía él de su estado si no le dijo ni media palabra? Un poco inquieta por ello comió lentamente una galleta en forma de estrella. El sabor era bueno, pero algo le daba ese sabor, algo familiar… eso era, sabía a amor familiar. Al recordar la situación actual de su familia quiso llorar, pero ya no tenía lágrimas qué derramar, estaba seca.

 

Cómo quería que en esos momentos estuviera ahí su padre al que tanto adoraba, o al menos su admirable mentor. Con su madre prácticamente ya no podía contar, ya estaba dominada por ese hombre.

 

—Por favor no llore… —por alguna razón que ella no entendía, la voz del niño se quebraba y sus ojitos se ponían acuosos— Todo va a estar bien, por favor no…

 

Dejando la frase inconclusa, el chiquillo la abrazó sin previo aviso y rompió a llorar desconsoladamente. Recordaba, de un libro que le leía su padre a veces, que las sirenas no poseían alma (1), y por ende no podían llorar; sin embargo ésta sirena sí lo hacía, y sus tiernas lágrimas caían como esas perlas preciosas que los mortales tanto ambicionaban (2). Lo único que pudo hacer en ese instante fue aferrarse a él —procurando no tirar la charola— y llorar en completo silencio.

 

—¡Misaki! —un joven azabache de unos veinte años entraba presurosamente a la habitación.

—¡Nii-san! —el pequeño volteó a ver, sin soltarla.

—¿Quién es tu amiga?

—Err… ¡la encontré en la nieve! ¡Estaba fría…! ¡le decía adiós a su mamá y su papá…! —el niño subía la voz y hablaba aceleradamente— ¡Yo la traje aquí, no quería que se fuera para siempre como mamá y papá!

—¡Hey, Takahiro ¿lo encon…?!

 

Todo quedó en silencio cuando cierto hombre de ojos verdes y pelo castaño entró.

 

—¡Taru-chan ¿Qué haces aquí?! —exclamó, acercándose— ¡Tus padres están como locos buscándote!

—Aramis-san ¿conoces a esta niña?

—Es ella la niña de la que te conté, Hotaru-chan… ¿tú la trajiste?

—No, Misaki la encontró ¿verdad? —el chiquitín asintió.

—Buen trabajo, pequeño —Aramis le palmeó la cabecita al menor y le sonrió, pero esa sonrisa desapareció cuando vio los moretones de la niña— ¡Taru-chan ¿Qué te pasó?!

 

Iban a revisarla, pero la pelinegra no se lo permitió. Se tapó con la manta roja, avergonzada de sí misma.

 

—Vamos, Taru-chan, debo revisarte o no podré curarte…

—¿Curarla? ¿Está enferma?

—No, pequeño, pero sí está lastimada… ¿podrías ir por algodón y alcohol?

—Hai.

 

Los días siguientes a ese 31 de diciembre fueron quizá los más largos y pesados de sus cortos diez años. Debido al tiempo que permaneció en la nieve, enfermó de forma que no le salía la voz ni para hablar, así que asentía o negaba con un movimiento de cabeza cuando el médico, sus padres, Takahiro o Aramis-san le preguntaban algo. Entre interrogatorios y exámenes médicos transcurrían sus días, pero gracias a ello se iniciaba una demanda contra su padrastro. No entendía mucho sobre papeleo y esas cosas, y no le importaba demasiado saberlo, lo único que le interesaba era que se quedaría con su padre por muchos, muchos años.

 

Sin embargo, cuando se recuperó ya era demasiado tarde: en su cabeza había crecido la firme teoría de que su padrastro le había hecho esas horribles cosas gracias a su canto y su voz, y por ello creía que si no emitía ni una sola palabra nadie la lastimaría. Por tal motivo se comunicaba con los demás con una pequeña pizarra y un marcador. Pero, como todo acto, esto trajo consecuencias: una, las pocas compañeritas que le hablaban, una a una se iban alejando so razón que era muy aburrido hablar con una muda; dos, por obvias razones asistía a terapia psicológica cada cuándo; tres, su madre —a quien todavía veía—inventaba cualquier mentira cuando le preguntaban por qué a sus diez años aún no hablaba, como avergonzándose de ella; y cuatro, eventualmente fue expulsada del coro. Lo último no le importó demasiado.

 

Por otro lado, no había vuelto a ver a aquel niño, pero aún sentía su abrazo y sus tiernas lágrimas como si hubieran sido ayer; además él no le preguntó nada esa vez, sólo le brindó el consuelo que tanto anhelaba. Conforme pasaban los días, era más su necesidad de sentir de nuevo su calor.

 

Un día lunes, sin embargo, lo volvió a ver. Mientras sus compañeros armaban revuelo por dos nuevas alumnas que recién fueron transferidas, ella garabateaba en su pizarra hasta que la voz del chiquillo dándole un recado a su profesor la sacó de sus pensamientos. Inmediatamente sonó la chicharra que anunciaba el recreo, y sin perder el tiempo se dispuso a buscar a su sirenito de ojos esmeralda, hasta que lo encontró a la orilla de la fuente del patio trasero, pulsando las cuerdas de una bonita Stratocaster® American Deluxe HSS Series, en color blanco con golpeador nacarado (3). Abrió la boca y gritó su nombre. Por primera vez quiso romper la regla que se impuso a sí misma, pero fue tal el horror que experimentó cuando ningún sonido salió de su garganta.

 

FIN DEL FLASHBACK

 

 

—¿O sea que te quedaste muda de verdad? —preguntó una niña de unos nueve años.

—Algo así, pero ni los médicos ni mi psicóloga pudieron explicar por qué me pasaba esto cuando mis cuerdas vocales estaban bien.

—¿Y qué hiciste entonces? —preguntó el muchacho de trece años.

—Me deprimí, demo…

 

 

FLASHBACK

 

Pasaron unos cuantos días desde aquel percance. No había asistido a la escuela por temor a que ese sirenito la rechazara como sus antiguas amigas, pero aquello pronto cambiaría. Como ya vivía con su padre y éste último estaba descansando después de un arduo día de trabajo, ella tuvo que ir a atender. Grande fue su sorpresa y dicha cuando vio a su sirenito frente a su puerta, con una polera gris de AC/DC, unos jeans cafés, Converse rojos, un ramito de flores de colores y una pizarra que decía: »Por favor, seamos amigos«

 

A partir de entonces comenzaron los días felices. Ya asistía a la escuela y en los recreos se reunía con él. Resultaba que el chico era sólo un grado menor que ella y que fue transferido el mismo día que esas dos compañeras. Asimismo resultó ser sobrino y aprendiz de Okimura Aramis. Al principio, cuando no sabía nada de Misaki, lo odiaba porque el mayor algunas veces suspendió las prácticas, so razón que el niño se enfermaba o se quedaba solo en casa por mucho tiempo. Conforme pasó el tiempo supo algunas cosas de él, como que sus padres murieron cuando tenía seis años, que su hermano Takahiro tuvo que abandonar los estudios para mantenerse ambos, y por ende se quedaba solo en casa. Aunque Misaki sí podía usar su voz, cuando estaba con ella usaba la pizarra, como diciéndole que la apoyaba en esto.

 

En fin, un día lunes su Misaki la invitó a casa de Aramis, pues éste compró un teclado y quería mostrárselos. Ambos fueron y una vez que entraron, ella se sintió atraída por las 61 teclas —36 blancas y 25 negras— y la exorbitante cantidad de botones de aquel hermoso teclado Korg Pa50 (4) que adquirió Aramis. En sus ensayos en el coro las monjas usaban un piano de pared, y aunque siempre tuvo curiosidad ellas nunca permitían a los niños tocarlo, so razón de que lo estropearían. Sin embargo ahora se presentaba la oportunidad de satisfacer su curiosidad.

 

—Adelante, pruébalo —el hombre de ojos verdes parecía haberle leído el pensamiento— Ya está configurado.

 

Hotaru deslizaba sus manos sobre las teclas. No era precisamente prolífica, pero al ir tocándolas aprendía su sonido y recordaba algunas melodías que las monjas ejecutaban en el piano. Para cuando se dio cuenta ya había tocado una canción completa, sin necesidad de partituras, y Misaki le aplaudía encantado.

 

FIN DEL FLASHBACK

 

 

—¡¿O sea que también sabes tocar el piano?!

—Corrección, teclado… te-cla-do.

—¿Y aprender fue difícil?

—No realmente. Cuando todavía estaba en el coro, las monjas nos enseñaron un poco de teoría musical, y como Aramis-san me daba algunas bases, sólo fue cuestión de aplicar lo que ya sabía. Por eso no me costó demasiado esfuerzo.

—¿Y no te sentías triste si se burlaban de ti o algo?

—Al principio sí. Si no eran los estúp… digo, los tontos compañeros, eran los maestros sermoneándome, o mi madre diciendo que dejara de hacer esos berrinches a mi edad… pero mi padre, Aramis-san, Takahiro y Misaki sí me entendían y eso era suficiente, por eso me dejó de importar lo que dijeran los demás.

—¿Y cómo volviste a hablar?

—De nuevo fue gracias a Misaki.

 

 

MAYO DE CINCO AÑOS ATRÁS

 

Transcurrió un buen tiempo desde que la chica tocó por primera vez aquel instrumento. Si bien era cierto que no era buena leyendo partituras, eso no le impedía aprenderse de memoria el repertorio con el que Misaki practicaba con su lira, pues disfrutaba mucho hacerle acompañamiento. Eso hacía su vida más llevadera y estable, y esto a su vez trajo como consecuencia que su terapeuta redujera el número de sesiones —bajo la premisa de que su mutismo no afectaba demasiado sus capacidades cognitivas, y por ende era innecesario forzarla a hablar—. Asimismo su padrastro prácticamente era cosa del pasado, pues fue procesado y ya no tenía que le hiciera daño a su padre.

 

En fin. Habían pasado dos de cuatro días en unas cabañas en medio del bosque en un campamento escolar previo al fin de cursos. El tercer día, sin embargo, se organizaron en equipos de tres personas para buscar algunos objetos de una lista. Como la elección era libre y todos los tenían catalogados como raros y antisociales, nadie los eligió y por eso quedaron juntos.

 

—¡Pff, hace calor! —suspiraba el muchachito— ¿Te parece que descansemos? —ella asintió con la cabeza— Vamos bajo ese árbol.

 

Hace poco tiempo le había permitido a Misaki hablar con su voz, y aunque al principio el menor se negó, poco a poco fue tomando confianza.

 

Descansaban tan amenamente, escuchando algo tan nostálgico como un casete de Metallica (5) que no se dieron cuenta que un equipo rival encontró un collar que debían buscar y lo arrojó sobre unas rocas en medio del río. Para cuando despertaron ya habían pasado veinte minutos. Caminaron un buen rato hasta que él lo encontró. Intentaron alcanzarlo con una vara que él encontró, pero no era lo suficientemente larga y debían estirarse. Sin embargo la pelinegra resbaló con una roca y cayó al agua llevándose consigo a su compañero. Los dos luchaban por sus vidas, pero la corriente era muy fuerte y el río bastante profundo. Ella veía sus trece años pasar frente a sus ojos, y cuando sentía que la muerte venía por su alma después de darle otra oportunidad hace tres años, un último pensamiento surcó su mente.

 

"Te quiero… Misaki"

 

Todo se volvió oscuro y confuso. No sabía si las convulsiones que sentía eran previas a despertar de la inconsciencia o un último intento de sobrevivir antes de morir. Abrió los ojos lentamente, esperando estar en ese monocromático cielo del que los cantos religiosos hablaban. En efecto se sentía ahí, pues a contraluz un bello ángel la miraba con preocupación mientras sus lágrimas mojaban sus mejillas y repetía su nombre. Un sentimiento en su pecho se hizo presente al pensar que su querido Misaki también pasó a mejor vida, y de tan fuerte que era, así sin más salió.

 

—Mi-sa-ki… te q-qui-e-ro.

 

FIN DEL FLASHBACK

 

 

—¡Qué romántico! —dijeron con ilusión unas gemelas de unos diez años.

—¡Qué cursi! —bramó el de trece años— Como sea, supongo que después de eso ahora sí ya hablabas.

—Así es. Al principio sólo lo hacía con Misaki, luego con mis padres, después con Aramis-san y más tarde con el resto de las personas.

—¡Y entonces volviste a cantar! —exclamó el pequeñín de ojos verdes.

—No realmente. De hecho, cuando terminé la secundaria…

 

 

FLASHBACK

 

Hotaru Shimura terminaba el último año de secundaria e ingresaba a la preparatoria. Pero no todo era miel sobre hojuelas, pues su padre fue transferido a Kanagawa y tendría que ir con él. Con su madre ya casi no se comunicaba, ya que tenía otra pareja y ni de chiste volvería a pasar por lo mismo que en antaño.

 

Se encontraba en la estación de tren despidiéndose de Aramis, Takahiro y Misaki.

 

—… ten, Taru-san —el menor le daba una caja de regalo— Así estaremos juntos aunque estemos lejos.

—Gracias, Misa-chan… gracias por todo.

 

Más tarde el tren ya avanzaba, pero nadie se esperaba que el futuro guitarrista correría y, con esas esmeraldas desbordando tiernas lágrimas, gritaría:

 

—¡Taru-san, te quiero!

 

FIN DEL FLASHBACK

 

 

—¿Y no lo volviste a ver?

—Sip, pero antes de eso…

 

 

FLASHBACK

 

Como había ingresado una semana después de que iniciara el curso, el tiempo se le iba en ponerse al corriente y hasta la fecha no había abierto el regalo de Misaki. No fue sino a finales del mes cuando pudo destaparlo y encontrar dentro los casetes del chico y el reproductor. Vio uno nuevo y lo reprodujo en el aparato.

 

»Etto… Hola, Taru-san. Ojalá hayas llegado bien. Bueno… emm… grabé esto para ti, son algunas cosas que Aramis no danna me enseñó, y quiero compartirlas contigo.

El canto es el lenguaje del alma. Cantar alegra el alma, la música es la mayor creación del hombre (6)… por eso, cualquier sonido que carezca de sentimiento, no es música…«

 

Entre estas y otras cosas se mencionaban en aquella cinta, y varias preguntas se formulaban en su mente. Al final de ese día, sintió unas enormes ganas de cantar y así lo hizo con una versión a capela de Swan Lake (7). Aunque sí la decepcionó el ya no alcanzar los tonos agudos con tanta facilidad como cuando era niña, lo atribuyó a la pérdida de práctica de esos tres años de mutismo. Por ende, desde ese día se ponía a practicar un rato después de escuchar al final del día un poco de esa cinta. Así, si algún día volvería a ver a Misaki, le mostraría de lo que era capaz.

 

Sin embargo su canto llegó a oídos de un vecino suyo que iba en la misma preparatoria. Ambos estaban en la azotea del edificio donde vivían, bajo las estrellas.

 

—…Shimura-san, tienes una voz muy bonita y aunque no te he tratado mucho… a través de tu canto sé cuándo estás feliz, triste, molesta, nerviosa o muy segura de ti misma… por eso yo… te amo.

—Me halagas, pero no puedo corresponderte. Mi corazón ya le pertenece a una sirena —le respondió, pensando en su Misaki— De verdad lo siento.

—Oh… entiendo… —luego de eso vino un silencio corto, pero pesado, que él mismo interrumpió— Etto… mi prima tiene una banda y… me pidió que te preguntara si te interesaría unirte… ¡está bien si no quieres! Yo le digo que…

—Está bien —le sonrió ella— Dile que mañana nos vemos en la escuela.

 

Así pasaba su vida de secundaria, recibiendo confesiones amorosas por su voz y rechazándolas todas. Asimismo estuvo buen tiempo en la banda y realmente se llevaba bien con sus compañeras a tal grado de volverse amigas. Sin embargo una nueva formación —todos varones de último grado— las retaba a una batalla. La razón: demostrar que el metal —según ellos— no es para mujeres. Obviamente ellas aceptaron.

 

—¿Qué vamos a hacer? —se quejaba la baterista, una chica llamada Hilda que gustaba cambiarse el color de pelo— No somos tan pesadas como ellos… ni siquiera tenemos un vocalista como el suyo.

—¿Y si buscamos uno? —sugirió la bajista, una pelirroja llamada Hikari.

—¡De ninguna manera! ¡Si lo hacemos el crédito se lo llevará él y perderemos nosotras! —replicó la única guitarrista, una castaña llamada Olivia.

—Pero no conocemos a nadie que soporte hacer guturales. Tendría que ser alguien con un buen entrenamiento y… —Hikari calló y luego volteó a un lado— ¡Hotaru-chan! Dices que te enseñaron a cantar ¿cierto? —la aludida asintió— ¿Por qué no aprendes a hacer guturales o screamo?

—¡¿Estás loca?! ¡Se quedará muda!

—¡Pero si puede hacer agudos sin dañarse la voz ¿Qué tan difícil puede ser para ella hacer guturales?!

 

FIN DEL FLASHBACK

 

 

—Y por eso me animé a hacer guturales, pero había un problema… no hay métodos definidos para aprenderlo. Tuve que experimentar con todas las técnicas de respiración que ya conocía, demo… ¿saben usar YouTube? —la mayoría asintió— Había buenos tutoriales y aprendí viendo algunos. También empecé a escuchar ese tipo de bandas.

—¿Y ganaron?

—No —respondió con parsimonia— El jurado creyó que usaba un distorsionador de voz, así que nos descalificaron. Pero no me deprimí esta vez. Seguí entrenando y conforme lo hacía, mis growls duraban más…

—Y si ya tenías banda y eras feliz allá ¿Por qué volviste a Tokio?

 

 

FLASHBACK

 

Se encontraban en el salón de eventos Frøya del hotel Teito, en Tokio. Hilda y ella eran las únicas de la banda que permanecieron juntas ya en la universidad, las demás tomaron caminos diferentes. Se habían ido de pinta (8) con dos amigos más, llamados Tau y Denzel, que tenían pases para una competencia de bandas de metal. Habían asistido a la eliminatoria, en que ocho bandas compitieron y sólo dos quedaron como finalistas. El segundo día de la competencia se le descompuso el coche a Tau, por lo que llegaron hasta cuando terminaba de tocar un cuarteto que iba con unas armaduras a su gusto ridículas.

 

—¡Uy, ahora sí están j*didos! —dijo Denzel.

—¿Por qué lo dices?

—No es la primera vez que hacen este tipo de guerra de bandas. El año pasado pasó algo igual.

—La última batalla era entre vocalistas —continuó Tau— para la final les asignaron una canción de Eths. Sólo una de las bandas tenía vocalista mujer, así que la otra debía conseguir una, pero al final perdieron porque no la encontraron.

—Malditos —gruñó.

—¿No está muy chavito el de la armadura esmeralda? —inquirió Hilda— Ha de tener a lo mucho unos dieciséis…

 

Tan sólo bastó voltear a ver al mencionado Caballero Esmeralda para reconocer en él al sirenito que la salvó tantas veces de ahogarse en su mar de sufrimientos. El mismo color de cabello, tal vez creció algunos centímetros más, pero tenía la misma sonrisa y la misma mirada verde esmeralda, verde esperanza… sin duda era él.

 

—¿Por qué de repente los jueces tomaron esa decisión?

—No lo sé, pero si Exilieth no hace algo pronto, estarán perdidos.

 

Y entonces lo entendió: el día había llegado.

 

—Tau ¿recuerdas la armadura roja que vimos en esa tienda? —él asintió— Ve por ella, por favor.

 

FIN DEL FLASHBACK

 

 

—Después de eso me acerqué a su banda y les propuse un trato —Hotaru relataba lo ocurrido en la guerra de bandas de Exilieth contra Ashes & Blood—… al final Exilieth ganó, y más tarde me pidieron que me integrara a ellos. Obviamente acepté y luego me mudé y transferí de escuela.

—¿Y no te regañó tu papá por irte de pinta?

—¡Pff! Cuando volví de Okinawa le llamé y casi me deja sorda de tanto griterío… pero al final lo convencí y heme aquí contándoles mí historia.

—¿Y qué hacías en Okinawa?

—Les dije que nuestro premio fue tocar en el previo para Onmyou-Za y a eso fuimos.

—¡Niños! —gritaba una mujer— ¡Ya es hora de irnos!

—¡Awww…! —se quejaron algunos.

—Su padre llamó, nos quiere en casa en cinco minutos —decía otra.

—¡No, otro ratito más!

 

Así, poco a poco todos se iban, todos menos el castañito de ojos verde olivo.

 

—¿Y tú por qué no vas a casa?

—Quiero dormir —dijo, acurrucándose en el pecho de la mayor, y al instante se quedó dormido.

—Tan lindo —soltó una risita— Hasta pareces mi hijo…

 

"…un hijo mío y de Misaki… tal vez dos, un niño con mi pelo negro y sus ojos verdes, y una niña con su cabello castaño y mis ojos magenta… seríamos una linda familia"

 

—Con mayor razón no puedo perder contra ti, Usami Akihiko.

 

 

FIN DE LADY RUBI NO BAAI

 

Notas finales:

1. En el cuento El pescador y su alma (perteneciente a Una casa de granadas, un libro de cuentos de hadas publicado en 1892 por Oscar Wilde), se menciona que un pescador se enamoró de una sirena que atrapó, y que ésta le pide despojarse de su alma debido a que los hijos del mar no poseen alma.

2. En algunos cuentos y leyendas de China, las sirenas son seres cuyas lágrimas se convierten en perlas preciosas.

3. Referencia de esta guitarra de Misaki: http://www.gbase.com/gear/fender-stratocaster-american-del-2003-inca-si

4. Referencia del teclado: http://www.korgpa.com/support/discontinued-products/korg-pa50.html

5. Nostálgico en cuanto que actualmente ya no se utiliza este tipo de aparatos.

6. Hasta donde está éste número, la frase la tomé de Kaworu Nagisa (Neon Genesis Evangelion) y originalmente dice: El canto es el lenguaje del alma. Cantar alegra el alma, la música es la mayor creación de los Lilim. Éstos últimos se refieren a la humanidad misma, según Misato Katsuragi (The End of Evangelion).

7. Swan Lake (a capella) es interpretada por The Agonist (con su ex-vocalista Alissa White-Gluz), del álbum Lullabies for the Dormant Mind (2009).

8. Irse de pinta o salirse de la escuela y no entrar a las clases. Al menos en México, se dice que hace algunas décadas los estudiantes se salían de clases para ir a pintar bardas con mensajes en contra del gobierno. De ahí el término.

 

Bueno, pues es todo por ahora. Gracias por leer. Chaito.


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