La cabeza la sentía flotar entre la peculiar suavidad que su almohada le brindaba esa mañana. Su cuerpo parecía querer rodar sobre la extensión del colchón, pero al recordar que su cama estaba habitada por otro cuerpo rápidamente descartó la idea. Entre chillidos y raros sonidos desde su garganta, sus –demasiado – afilados ojos se abrían poco a poco, acostumbrando a la retina a la cantidad de luz que entraba desde el cuarto de huéspedes.
Sus mantas cubrían apenas su pecho y la tela de su sport flojo y calzoncillos. Juraba que la noche anterior debió de sentir demasiado calor como para deshacerse de su pijama, pero al notar la sonrisa satisfecha del castaño a su lado, la duda le entró.
De pronto sintió una mano en su pecho, apachurrando la grasa inexistente que se acumulaba en ese lugar. Sintió como si jugaran con un seno que él no poseía. La sonrisa maliciosa de Jonghyun le hizo pensar aún más. ¿Por qué estaría tocando su pecho plano con tanto esmero?
-Jjong, no tengo senos –habló ronco por la cuestión de despertarse de esa manera tan rara. Los dedos del mayor parecían encimarse en hallar el bulto prominente y firme que una chica tendría. –Jjong… -masculló levemente irritado. Y más aún si esa sonrisa cínica no se iba.
-¡Jonghyun! –gritó alertando al castaño, quien despegó los ojos hasta dejarlos tipo Minho –evitó soltar risitas por lo cómico que se miraba y mantener su perfil molesto -. El pobre muchacho casi caía de retaguardia al piso, si no fuera porque sus manos se engancharon a la cintura estrecha. -¿Se podría saber qué haces manoseándome muy temprano? -Jonghyun se acostumbró a la luz mañanera y luego soltó pequeñas miraditas de arrepentimiento.
-Lo siento, el tacto se sentía tan… -miró su mano, como su palma y sus dedos hacían un movimiento de tocar –suave.
Un suspiro irritado se escapó de los labios bonitos.
-Espero que me recompenses por esto -un par de labios se estancó junto a los suyos, besando de manera calmada y más dulce que nada.
-Tengamos una cita –Las mejillas abultadas se tiñeron de un rojo pintoresco. El primer sonrojo del día.
-De acuerdo. –Un par de besos más y el trato estaba sellado.
~**~
-Minho ya es hora de levantarse… -La dama de cabellos negros llegó hasta su cuarto, meneando las grandes colchas que cubrían ambos cuerpo sobre la cama.
Taemin rezongó por lo temprano que era, y miles de cosas más que pasaron por su cabeza, hasta que un beso de buenos días le quito el poco mal humor que había adquirido.
-Buenos días hermoso –susurró contra sus labios, acortando la distancia cada segundo que se miraban. Podría dar su misma cabeza por afirmar siempre que Taemin tenía esa singular belleza que le gustaba más con el pasar de cada día. Sus ojitos adormilados hacían un contraste demasiado tierno y adorable para el azúcar de su cuerpo. Sus labios rosados que se erguían en un magnífico puchero le hacían ver como un pequeño de igual edad que Yoogeun. Sin temor a mostrarlo, acunó la cara del menor entre sus grandes manos, dándose un leve momento solo para contemplar la belleza natural que transmitía el castaño. Nada de besos, de caricias o palabras bonitas, solo sus ojos con el contraste de su rostro. Definitivamente podría mirarle por el resto del día, adivinando cuantas pecas invisibles había junto a sus mejillas, o el número de pestañas que adornaban sus ojitos.
-Hyung –murmuró en total calma, atrayendo la cara de Minho desde su cuello, pues a pesar del bonito momento, el deseaba volver a probar sus labios. Cerró los ojos instintivamente y dejó a su mente gozar del glorioso tacto.
Su espalda fue siendo recostada hasta desparramar sus suaves cabellos semilargos por toda la almohada. Los besos no pasaban de los roces entre sus labios, y estaba bien con eso. El cuerpo del pelinegro se situó sobre el menudo de Taemin, dándole una facilidad para acceder de nuevo a sus labios.
-Hyung, tu madre puede entrar –Minho se dio cuenta que en efecto, si a su progenitora se le ocurriera interrumpir, la pose en la que se encontraban no era la más adecuada. Con una sonrisa tomó la manta que él había usado y tapó a ambos, dejándolos entre la tela y el colchón.
-¿Contento? –Besos bajo las mantas. Eso definitivamente era nuevo y bueno para Taemin, quien no opuso resistencia al momento de volver a corresponder al tierno beso que los labios esponjosos le brindaban.
-Mucho –susurró antes de besar de a poquitos el labio superior. Los besos se repartían en toda la cara y las manos se movían impacientes sobre el cuello del mayor y a veces su espalda. Taemin por suerte no pensaba en nada más que descansar entre su cuerpo y el del mayor.
-¡No lo vuelvo a repetir Choi! –Gritó su madre desde la planta baja, alertando al par de chicos que trataban de no reírse de la actitud de la señora. Minho despegó su cuerpo, para tratar de buscar las pantuflas que el juraba habían estado junto a la cama la noche anterior. Taemin le ayudó en busca de las propias, encontrando los pares junto a la puerta. Un leve “Yoogeun” les pasó por la mente. Un beso inocente no hacía mal a nadie, pero si si eran como unos 12 entre cada escalón que bajaban del cuarto.
Al llegar a la cocina lo primero que divisaron fue al señor de edad madura, con gran parecido a Minho, el ceño serio y el periódico entre sus manos.
-Buenos días señor Choi –habló con respeto al saber que no era su casa. Pudo haber odiado a Minho por un instante, cuando este prácticamente lo raptó hasta la casa de sus padres, con el motivo de querer presentarlo como su novio sin siquiera prepararse mentalmente para conocer a sus suegros. Con trabajo y pudo explicar a donde se iba tan rápido y las miradas acusatorias de sus hermanos no habían tardado en aparecer, y para colmo, solo había tomado un par de cosas, siendo obligado a usar algo de la ropa de su novio a la hora de dormir. Pero bueno, era Minho, el chico que le gustaba demasiado como para enojarse por no haber traído su confortable pijama de algodón.
-Vaya, hasta que se dignan a bajar –la mirada maliciosa de la señora le indicó que no todo iba a estar tranquilo. Minho le había advertido que cuando su madre se enfrascaba en preguntar algo, no se detenía hasta haber conocido al menos los nombres de los vecinos de la calle de enfrente. Sus mejillas se tornaron rojas al ser mirado por el padre del pelinegro, como si estuviera escaneando alguna parte mala de su ser.
-Siéntate –pidió Minho, tratando de suavizar el demasiado obvio nerviosismo del castaño.
-¿Por qué no cocinas algo? Minho ha hablado del excelente cocinero que eres Tae ssi. –El mayor le dio una mirada de reproche a su madre. No es que pusiera a prueba al menor, era solo que su madre tenía esa personalidad petulante al conocer a las personas. Era parte de su encanto según su esposo.
-Puedo hacerlo –susurró nervioso, tratando de recordar las simples recetas que su misma madre se había empeñado en enseñarle. Eligió algo fácil como sopa de fideo y verduras.
Unos minutos después, ambos padres rogaban que por favor viviera con ellos a cambio de cocinar esos increíbles platillos. Ni siquiera su suegra se había sentido ofendida o envidiosa del rico toque que la comida llevaba. Una mano se coló enredándose en su cintura, con el dueño de aquella extremidad sonriendo orgulloso.
-Definitivamente serás una gran esposa Tae –alagó su padre, yendo por el 5° tazón del desayuno.
-¡Omma! –gritó Yoogeun, corriendo hacia las piernas de Taemin. Dio tanta ternura ver a un recién levantado abrazando efusivamente a un pequeño y lindo Taemin con el cabello recogido y un delantal amarillo puesto. Toda una imagen de madre e hijo. Minho sonrió ante el pensamiento y acarició el cabello de ambos chicos.
-¿Has dormido bien Yoogeunnie? –preguntó su abuelo, con el bigote de la sopa adornando su boca. Yoogeun le apuntó divertido mientras balbuceaba sobre fideos y carne.
~**~
La tarde era amena y Taemin creyó tener tanta suerte al relacionarse más con los padres de Minho, quienes al fin y al cabo, resultaron un par de personas maravillosas, contando sobre anécdotas –demasiado –vergonzosas del pelinegro y compartiendo recetas de cocina y tips para darle un mejor sabor al guisado.
-Hey Minho –habló su padre, aprovechando que el menor se encontraba discutiendo sobre qué condimento era mejor con su esposa. Minho le miró, con la cara expectante de lo que su padre tenía por decir -¿Taemin puede concebir? –La cara del menor enrojeció. Oh, su padre no iba a preguntar sobre su –inexistente- vida sexual.
-Supongo que sí. ¿Por?
-Porque tienes 20 años, él es joven y yo viejo. Así que quiero aprovechar el máximo tiempo criando a mis 6 nietos.
-¡¿6 HIJOS?! –gritó alarmado de su lugar, atrayendo la mirada curiosa de las tres personas restantes en la sala. Hizo un gesto con la mano para que siguieran conversando y volvió su cara a la de su progenitor. –Papá, con Yoogeun tengo mucho, quizá un bebé que sea de los dos y ya.
-Y me vas a negar que solo tendrán sexo una vez. –Las mejillas de Minho querían estallar de tanto rojizas que habían quedado. Tomó el silencio de su hijo como respuesta –Por eso, si vas a disfrutarlo, al menos me gustaría que parte de esas relaciones conlleven a mis 5 nietos restantes. –Necesitaba aire y mucho.
Su padre sí que estaba loco.
-Pídeselo a Minseok, él te debe por lo menos tres nietos –se defendió.
-Pero no puedo darme el lujo de estar viajando a Grecia cada vez que quiera verlos. Es por eso que mi plan de reserva eres tú. –sonrió malicioso y palmeó el hombro de su hijo, como signo de última palabra.
Minho le echó unas miraditas a aquel castaño que reía alegremente con su madre. Si quería tener una familia con Taemin, vaya que sí, pero una normal con 2 o 3 hijos. Su sueldo mantenía los gastos que su hijo y el tenían, y al incorporar otro miembro más un bebé o dos iba a ser mayor. Aparte que aún estaba por terminar su carrera de arquitecto y su trabajo no iba a ser para siempre.
Hasta que se dio cuenta…
¿Alguna vez le contaría a Taemin a lo que se dedicaba? ¿Lo dejaría en secreto? Si se lo contara, ¿lograría entenderlo?
Mierda… había omitido un importante detalle en esas tres semanas que llevaban de novios.
~**~
-Cuando dije cita, creo que no supiste interpretarme –habló irritado el castaño, metiendo todo lo que encontraba en los anaqueles al carrito.
-Hace mucho que no salías del cuarto y yo necesitaba hacer la lista de víveres. –habló como si nada, devolviendo las cosas innecesarias a su lugar. –No necesitamos panqués con extra relleno de frambuesa. Tú los odias – le miró divertido, aventando el paquete sobre la repisa. Jonghyun hizo un gracioso puchero y los devolvió al carrito.
-Quizá me empiecen a gustar si los pruebo de nuevo.
-Ajá, para que luego dejes el paquete tirado y mi precioso piso se llene de hormigas. –le quitó el paquete de sus manos y siguió su camino.
La pierna de Jonghyun ya no dolía y según la última cita médica, su hombro se encontraba perfectamente sanado. Corrió hasta quedar detrás del rubio y lo abrazó, posando sus manos en el vientre terso y plano.
-Te amo.
-No lo compraré Jonghyun –el mencionado suspiró derrotado, besando la mejilla del menor en modo de comprensión.
20 minutos de cola para pagar y un carrito que tuvo que empujar lleno de cosas “saludables” y ningún rastro de sus frituras de queso.
-La próxima vez compraré 8 paquetes de palos de queso –refunfuñó mientras llevaba el carrito con las 13 bolsas de súper. Kibum le miró pero sin hacerle tanto caso, revisando que todo lo de su lista estuviera allí.
-Claro –respondió más en plan de molestarlo. Las risitas se formaron solas al ver como Jonghyun empujaba el carrito con más fuerza. –No te alejes –pidió como si fuera un niño.
Pero eso le entraba por un oído y le salía por el otro, al empujar y casi correr con el carrito delante de él. Las piernas de Kibum apenas se movían de su lugar, poniendo su cara de molesto para cuando Jonghyun se dignara a mirarle. Lo cual ocurrió y cayó como un gran peso de culpa en su pecho, el haber hecho enojar a su novio.
-Perdón bebé –susurró llegando hasta su presencia, besando apenas sus labios. Pero la cara no se iba. –ya, vamos al auto. –trató de jalar la mano del menor, pero este no se inmutó a moverse al menos ni un centímetro.
-No me moveré de aquí. Si no quieres esperarme, bien. Vete tu solo. –finalizó apoyando su peso en su pierna derecha y las manos en la cintura.
-Si así quieres no te muevas entonces. –Kibum iba a estallarle por lo desvergonzado que fue al decirle eso, pero sus palabras murieron para crear chillidos de alarma al sentir como su cuerpo era alzado y metido al carrito.
-¡Oye bájame de inmediato! –Chilló y pataleó pero Jonghyun no le hizo caso, al contario, tomó la manija y corrió con todo y Kibum dentro del carrito del supermercado por todo el estacionamiento -¡YAH! ¡Bájame! ¡Jonghyun! – sus palabras eran vilmente ignoradas y su desesperación comenzó a flotar al tener miedo de caerse o que a Jonghyun le pasara algo.
Jonghyun sintió que era tiempo de parar su broma al notar como Kibum cerraba sus ojos y se aferraba de los costados del metal. Inmediatamente se sintió una pésima persona al haber sido capaz de hacerle eso al rubio. Detuvo el carrito y se paró a un lado de este, tratando de acariciar la mejilla sonrojada del menor.
-Bum… oye yo… -las palabras no le salían como quería y su corazón se apachurraba al sentir que Kibum no le dirigía la mirada.
-No quiero estar adentro Jjong –susurró con el tono de apunto de llorar.
A Jonghyun no se le ocurrió mejor idea que subirse al carrito, quedando casi entre las piernas del rubio, por el poco espacio de la canasta. El menor lo miró con los ojos llorosos y el pucherito infantil adornando sus labios. Como si estuviera esperando por ello, cerró los ojos en busca del contacto bucal que tanto necesitaba.
Con su torpeza y todo, acunó el par de mejillas y continuó besándolo con cariño, disfrutando del cálido contacto de la boca contraria.
-Perdón –soltó de repente.
-Está bien, creo que fue algo divertido –quiso bajarle la culpabilidad un poco, y lo cierto es que se le hacía demasiado romántico encontrarse ambos en el carrito, besándose y susurrándose lo mucho que se querían.
Se quedaron unos instantes dentro de la canasta, contemplándose y regalándose pequeños “te amo” entre cada beso.
-Es hora de salir –habló el rubio.
-Sí, estas bolsas incomodan un poco el trasero – sintió un pequeño manotazo en el brazo y una mirada molesta.
-Te has sentado en el jamón y las salchichas grandísimo tonto.
-Admite que las comerás con gusto después de que las aplasté con mi trasero.
-Pervertido que ni siquiera tiene trasero –se mofó, bajándole un poco el orgullo masculino al mayor.