El reloj estaba a punto de marcar las 7:00 pm y Choi Minho se encontraba demasiado impaciente, dando vueltas alrededor del sillón café. Yoogeun lo miraba divertido desde el rincón atiborrado de juguetes.
6:46 y el chico no llegaba.
Su desesperación estaba al límite. Sentía frustración pero sobre todo tristeza.
Un extraño sentimiento al no haber visto al pequeño chico de ojos avellanas atravesar su puerta. Al pasar otro minuto no tuvo más opción que recoger a Yoogeun y la mochila que estaba al lado de este. Que su hijo lo perdonara pero lo llevaría al trabajo y entre turnos le pediría a Jessica que lo cuidara.
-appa ¿A dónde vamos? – preguntó el niño abrazando el fuerte cuello del alto. Minho revisó su cabello por última vez en el espejo de la entrada.
-Hoy me acompañarás campeón
-Pero ¿Taemin Hyung? –preguntó con un lindo puchero.
-Creo que el… -tomó el pomo y abriendo la puerta se encontró con la delicada cara del menor enfundada en una bufanda azul. Sus rostros se encontraban tan solo a centímetros y pudo notar como las mejillas se teñían de un adorable color carmesí.
-Yo… me perdí –confesó llevándose el dorso de la mano a la boca. Minho por un momento creyó abandonar su cuerpo, perdiéndose en las lindas acciones del menor. –Perdón por tardar, pero si el ahjussi de la tienda no me hubiera dado indicaciones, de seguro estaría en un callejón oscuro. –soltó una risita nerviosa, acomodándose los cabellos rebeldes que sobresalían de la bufanda.
Por un momento Minho se quedó callado, embelesado totalmente por aquella criatura que se mostraba tan perfecta. Y luego se dio cuenta que Taemin jugaba con sus dedos, nervioso y él tenía un trabajo al cual ir.
-Oh perdón, yo pensé que no llegarías.
-Lo siento hyung –hizo una reverencia para luego deslumbrarlo con su hermosa sonrisa –pero lo prometí y yo jamás rompo mis promesas.
¿Cómo podía ser alguien tan perfecto?
-¡Taemin hyung! –gritó Yoogeun desde los brazos de su appa, emocionado. –Taemin hyung es lindo ¿Nee? – le preguntó a la persona que lo mantenía en sus brazos. Taemin sonrió enternecido, aunque ansioso por la respuesta de ese chico tan guapo.
-Nee, muy lindo –comentó. Y tenía tantos adjetivos, sustantivos y palabras que le ayudaran a describir que tan maravilloso le parecía, pero su mente quisquillosa le recordaba que llegaba tarde al club. –Lo siento, voy tarde. En la alacena hay cereal, dejé dinero por si piden algo para comer y… -se acercó mientras se colocaba la chaqueta café –yo llegaré quizá en la madrugada. ¿Estás seguro de hacer esto? –Taemin asintió sin pena. Había llegado para demostrarle que era un buen chico y su appa le había dado permiso. No había ningún problema.
-Si hyung, tengo el permiso de mi appa, no habrá problema. – juraba que si en ese momento no controlaba a su mano, estaría acariciando la redonda mejilla del menor.
-Te lo agradezco en serio. –besó la cabeza del pequeño Yoogeun y por un momento deseó hacerlo con la del lindo chico. Arrancó el auto y se fue.
Mientras conducía, hacia un breve repaso mental. ¿Desde cuándo le emocionaba la presencia de aquel chiquillo? Por supuesto que era lindo, pero cada vez que veía esos ojos avellanas le entraban unas fuertes ganas de abrazarlo y besar sus mejillas.
-Estás alucinando Minho, solo te parece lindo –intentaba convencerse. Este no era un buen momento para decir que le gustaba. Tenía los gastos de la casa, de Yoogeun y de la universidad. Lo que menos le convenía era tener una relación.
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Llegó tres minutos tarde y encima que no se había colocado el disfraz que le tocaba hoy.
Desde afuera de su camerino se escuchaban los gritos incesantes de las señoras pidiendo por su cuerpo. Tenían los billetes en las manos, en la espera de su espectáculo favorito.
-Llegas tarde Choi –habló el gerente del club y uno de sus amigos.
-Lo siento Yunho hyung, se me cruzó un inconveniente – con suma rapidez se cambió los pantalones por unos tan ajustados que le apretaban los muslos. Se colocó un chaleco de soldado y una boina.
La música militar retumbaba en el local, haciendo que los cuerpos de las señoras ricas se encendieran.
Minho salió bailando tan sensual como podía. Mientras la música cambiaba por una tonada un poco más sugestiva, las prendas salían volando de su cuerpo, dejando ver su tostada piel, perfectamente esculpida con esos músculos de ensueño. El público se volvía loco y la tanga dorada se llenaba de billetes.
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Llegó a su apartamento, con los músculos doliendo. Había accedido a bailar más de 13 privados, todo por el dinero. Su cintura dolía y ni hablar de su espalda.
Entró a la cocina por un vaso de leche caliente, y se encontró con una linda cabeza castaña, preparando quien sabe qué.
-Oh, llegó. Buenos días –saludó el menor con sus ojitos risueños y una pequeña sonrisa adornando su rostro. Minho se fijó en el reloj de la cocina. 3:27 am.
-¿qué haces despierto a estas horas? – su voz sonaba tan fuerte, pues sin quererlo, sus instintos paternales salían a flote. Taemin se encogió de hombros, colocando el último panqueque en el plato. El mayor lo miró sin entender. Oh, eso se veía delicioso.
-Yoogeunnie me comentó que no le dio tiempo de cenar por mi culpa y como dijo que su trabajo era muy exigente, sentí que era mi responsabilidad hacerle algo de comer… al menos, para cuando volviera y yo… -su mirada topó con el piso. ¿Quién era el para hacer lujo de la cocina ajena? Y encima cocinar algo que no estaba seguro si le gustaba al hombre. – perdón, yo… -Pero el brazo del mayor le cortó las palabras. Había cruzado con su costado para obtener un tenedor.
-Gracias, es un gran gesto. –le sonrió, y Taemin sintió que sus piernas se habían unido al piso.
Se quedó de pie junto a él, preguntándole a cada 5 minutos si estaban bien, si necesitaba algo más o si le apetecían más.
-Oh no, 5 panqueques son más que suficientes por hoy. – levantó su plato y su vaso, caminando hacia su habitación. Y luego se volteó, observando a Taemin quieto. –cierto, puedes dormir en el cuarto de huéspedes. Es el que está al lado del de Yoogeun. –Taemin asintió con las mejillas enrojecidas. Minho lo notó y no solo eso, hasta la tierna pijama del menor. Unos pantalones holgados amarillos con figuras de osos y su playera a cuadros. Su cabello estaba recogido en una coleta y se le antojó una imagen demasiado linda. -´por cierto muchas gracias por lo de hoy.
En serio que lo quería, pero mañana tenía clases y el sueño le estaba cerrando los ojos así que por más que quisiera quedarse charlando con el chico, su cuerpo exigía una cómoda cama y una tranquila noche –o lo que restara –
-Buenas noches Tae –y esa frase fue suficiente para que Taemin no pegara el ojo en lo que quedaba del día.
Porque estaba durmiendo en la casa de Choi Minho, a unos metros de su habitación, el appa de uno de sus alumnos y quizá, su amor a primera vista.
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El sonido de la puerta abriéndose lo despertó. Se sobó la espalda y bostezó tan fuerte como su boca le permitía.
-Buenos días gatito dormilón –saludó el chico desde la camilla. Kibum se había quedado a dormir en el sillón junto a su cama. Y de repente notó que medio cuerpo estaba tapado con una frazada blanca.
-Buenos días joven Kim –saludó el doctor revisando su tabla con los papeles necesarios. –en unas dos horas le darán de alta. Mientras tanto, descanse y… ¿por qué su catéter está movido? ¿Estuvo moviendo su brazo? –Kibum lo miró sorprendido. Había sido él.
Después de una corta charla sobre no mover el brazo, el doctor se retiró dejándolos solos.
-Gracias… -Jonghyun lo miró asintiendo con esos ojitos que a Kibum le parecieron bonitos.
-Como agradecimiento, ¿Qué tal si me traes algo de la cafetería? Lo siento por quien cocina pero en serio no me gusta la comida que me dan las enfermeras –hizo un puchero que más que tierno le salió gracioso. Kibum asintió y se fue directo a cumplir el deseo de aquel chico.
Estuvieron casi toda la noche platicando y había descubierto que era mayor que el por un año y que compartían algunos gustos en música y en puntos de vista. Se le había hecho alguien tan bueno y le caía bien. Un gran amigo.
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-Con cuidado… -habló Key, sin despegar la mano de la cintura del mayor. Se detuvo un instante para buscar las llaves en su pequeño bolso. Jonghyun se movía impaciente, tratando de no tirar las muletas.
-Kibum puedo mantenerme en pie por mí mismo -el rubio lo miró serio. Entendió que debía mantener la boca cerrada.
-Claro que no, tu clavícula está mal y no puedes mover tu brazo. Tu pie aún está lastimado y no puedes apoyar ni poner fuerza. –insertó la llave en la cerradura y abrió la puerta, dejando que los ojos de Jonghyun escanearan el lugar que sería su hogar durante un tiempo.
-¡Bummie llegaste! –gritó la chica saliendo de la cocina. –Te he comprado un pastelillo y… -se detuvo al ver al chico que acompañaba al rubio -¡Omo! ¡El chico guapo de la tienda! No me has llamado.
Kibum se confundió -¿Lo conoces? –preguntó y Jonghyun asintió.
-La linda noona que me dio su número. Espera, ¿Cómo se conocen ustedes?
-Soy su linda novia –contestó abrazando el torso de Kibum. Este sonrió al ver la cara de irritación del mayor. Le agradó verlo ¿celoso? – y no me llamaste, malo oppa –sonrió tocando la punta de su nariz con su índice.
-¿Cómo pides que te llame si él es tu novio? –Kibum sacó una sonora carcajada ante el comentario de Jonghyun y negó.
-Ve a limpiar el cuarto Nicole. –la chica asintió.
-Ya está listo. Wow, nunca pensé que el chico que habías atropellado era el guapo chico de la pastelería. –Jonghyun no sabía que pasaba. Kibum no se molestaba con las palabras de la chica y ella parecía no cesar con sus comentarios coquetos hacia su persona.
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Era un perfecto martes, sus dos hijos estaban en el colegio y el otro en casa de un amigo. Solo tenía que encontrarse con un cliente en el centro comercial y al fin podría cerrar el trato de la casa que le había costado semanas en vender.
Se vistió formal y elegante, usando el traje de ventas. Tomó las llaves de su auto y cogió su cartera. Tenía un gran presentimiento de que sería un buen día. Con su mejor sonrisa puso el auto en marcha.
Llegando al centro comercial, se detuvo para suspirar y llenar sus pulmones de oxígeno. Con Taemin sin estar estudiando, tenía que llevarlo a donde el fuera y era agradable salir por sí solo después de un año de estar cargando con su hijo.
Ya en el local acordado, se acomodó la corbata y ocupó uno de los lugares de las mesas del balcón. La cita era a las 9:00 y su reloj marcaba 8:45 am. Sin tiempo de haber tomado el desayuno pidió un café con leche y un par de panqueques.
Cuando su pedido estaba frente a el no pudo evitar el recordar a su hijo. Taemin hacía los panqueques más deliciosos que había probado. Todo gracias a que su omma le había enseñado a prepararlos.
-Minyeon como te extraño –susurró para sí mismo.
Su esposa había fallecido hace 7 años, por un problema del corazón. Ella había sido la mujer de su vida y la amaba como a ninguna. Y durante el tiempo que había pasado, jamás se vio saliendo con otras mujeres. Le sería fiel hasta morir.
Suspiró de nuevo y alejó los pensamientos nostálgicos de su mente. No quería deprimirse apenas comenzaba el día. Cogió un poco de miel y se dispuso a desayunar. Mientras masticaba su pedazo, se detuvo a observar desde el pequeño balcón, deteniéndose inmediatamente en aquella chica de cabellos castaños que pasaba atiborrada de cajas y bolsas. Sonrió al recordar que a Minyeon le encantaba salir de compras. Pero al volver sus ojos a la inusual chica, observó cómo sus pies resbalaban y las cajas caían una a una cerca de ella. Nadie se había acercado a ayudarla y sacando sus aires de caballero, pagó los panqueques a medio comer y corrió en su ayuda.
-Que tonta eres –hablaba la mujer para sí misma, recogiendo los montones de envoltorios, refunfuñando al ver su pantalón blanco totalmente manchado.
-Señorita ¿está bien? – se aproximó al cuerpo de la mujer, ayudando a levantar las bolsas.
-Oh, muchas gracias. –por unos instantes se quedaron inmóviles, mirándose a los ojos.
Los de ella eran tan misteriosos pero a la vez transmitían confianza y fuerza.
Los de él eran dos orbes color avellana, que transmitían paz y tranquilidad.
Sus mentes volvieron a la realidad, recogiendo las bolsas y sentándose en una de las bancas del establecimiento.
-Aigoo, en serio muchas gracias. Pensé que nadie me ayudaría y… -bajó la mirada, encontrándose con el pantalón horrendo y la punta de su blusa rasgada. – diablos, no puedo regresar toda mugrienta.
-¿Por qué no usa alguna prenda que compró? –sugirió Jinki. La chica lo miró y luego asintió. Esa era una buena idea.
-Cierto, yo con tantas bolsas y no lo pensé. Por cierto, mi nombre es Jung SooYeon, un gusto –le tendió la mano y Jinki la estrechó delicadamente.
-Lee Jinki –contestó.
Después de su presentación la chica le pidió el favor de acompañarla hasta los sanitarios. Tardó cerca de 13 minutos, en los cuales Jinki se percató que su reunión debería haber empezado hace 20 minutos. Y como si fuera por algún conjuro, su teléfono comenzó a sonar y su cliente lo llamaba.
-¿Diga? –estaba preparado para que el señor le gritara por qué no había llegado a la cita acordada.
-Hombre, perdona mi demora pero no creo llegar. Mi hijo tiene festival y en este momento no puedo. ¿Podríamos dejarlo para la tarde? –Jinki sonrió aliviado. Y más aún porque eso podría significar el acompañar a la linda chica que le había caído bien.
-Perdona que haya tardado. ¿Me queda bien? –Jinki sonrió asintiendo. La chica había agarrado confianza. –oye, debido a que me ayudaste ¿Qué dices si aceptas ir a desayunar conmigo?
-bueno, en vista de que al ayudarte dejé mi desayuno a medias, supongo que puedo aceptarte un panecillo. –la chica sonrió y se encaminaron al restaurant y con Jinki cargando de las bolsas. –Pero esto ¿no hará enojar a tu novio? –SooYeon se detuvo y negó despacio.
-Es increíble ¿cierto? Una mujer de 38 años sin estar casada o sin novio –dejó escapar unas risitas que a Jinki se le hicieron muy dulces –muchos dicen que es por mi carácter.
Parecía tan joven y sin mencionar lo bella que era.
Por una parte se reprochaba el no guardar la memoria de su esposa, pero por otra recordó lo que Minyeon le había mencionado un día antes de cerrar sus ojos: “rehaz tu vida amor”.
Quizá ya era tiempo de volver a buscar la felicidad.