Capítulo 2: El príncipe
“Si encuentras un trébol de cuatro hojas…
Hallaras la felicidad.
Pero, ¿sabes? Es mejor que lo guardes en secreto.
¿En dónde se encuentra aquella flor blanca que crece de los tréboles?
¿Cuántas hojas tenia?
Un trébol de cuatro hojas.”
El eco del sonido de las campanas anunciando la misa. Montones de casas se perdían y una pequeña mansión con un jardín trasero dando al bosque.
-Y… ¿Qué fue lo que paso? –Un silencio algo incómodo surgió.
–Eso ya se los dejo a ustedes. Nunca nadie lo volvió a ver. -
-El gran oso es fuerte. Es muy seguro que este con vida.-Dijo un pequeño niño. Cerca del aquel bosque estaba terminando de contarles una gran historia. Una niña sonrío y pregunto con impaciencia.
-¿Y las hadas? - ¿Hadas? Le sonreí para contestarle.
–Hay muchos tipos de hadas, la mayoría son muy buenas y amigables. Recuerden que nunca jamás les hagan cosas malas a las hadas, la mayoría suelen ser muy rencorosas.
Las hadas pueden controlar algún elemento esas son las más poderosas o tener un poder especial. –Otro de los pequeños ya muy animado me pregunto.
–Y las hadas… ¿Conceden deseos? -
-¡Por supuesto! Si tienes la suerte de conocer a una y le pides un deseo te lo concederá. Bien es todo por hoy, hay que ir a comer –Señale con la mirada la pequeña mansión – Todos sonreímos y claro la carrera no se hizo esperar, todos entramos apresurados, el olor a comida estaba en el aire, estaba lista y yo comencé a servirles a cada uno de los niños.
Una joven que conocía desde hace un tiempo… Desde que ella era una pequeña.
Allí estaba ella de cabello a los hombros, ojos cafés y piel clara con unas pequeñas pecas visibles.
-Mary espera –Corría hacia ella subiendo las escaleras.
–Toma, es para lo que se necesite, yo no lo ocupo –Justo allí había dejado en una mesita un cofre mediano lleno de objetos valiosos y mucho efectivo.
–Angeline… Yo… -
-Solo tómalo. Por los niños… No los dejes solos –La tome de las manos, solo me miro con una sonrisa en su rostro.
–Eres tan bueno con todos nosotros. Muchas gracias Michelle Angeline, esto… esto es demasiado, todo te será recompensado Dios te lo pagara ¡Estoy segura! – Esas eran sus palabras, me despedí de todos prometiendo regresar otro día para jugar juntos…
Y si alguno me lo pedía…
Un deseo concederle.
Para mí las palabras de Mary no tenían sentido.
Yo sabía desde ya mucho tiempo, que jamás todas las cosas que he hecho tendrían perdón y aun si lo tuvieran, preferirá arder millones de veces elevada a infinita potencia en el mismo infierno o mejor si existe algo peor que eso, que así se haga. Yo no los ayudaba para ir al cielo, ni realizaba actos buenos esperando que dios me perdonara; yo lo hacía porque quería… Solo eso.
Extrañamente mis ojos ya estaban acostumbrados a la luz cegadora del sol.
Un hermoso amarillo reluciente flotando en el cielo de infinito azul con pinceladas regadas de nubes blancas como leche en polvo.
Las risas de los niños me devolvían una pequeña parte de felicidad; podía hacer algo por ellos a mi retorcida manera pero lo haría.
Los rayos de sol se colaban sutilmente entre las copas frondosas de los árboles, estaba en el bosque al cual ya me había acostumbrado a estar. A orillas de un lago me bañaba mirando mi reflejo distorsionado en el agua cristalina; bellos arboles cantando al viento, tocando las almas viajeras logrando serenarlas dándoles paz.
“El bosque era lo más cercano a un alma para mí”
-Muñequita de porcelana –Mis ojos se abrieron al primer sonido de esta voz; ¿Alucinaba tal vez? Tome mi cepillo de cerdas hecho por las manos más agraciadas y delicadas de artesanas orientales. Cepillaba mi cabello con una tranquilidad que solo pocas veces sentía. La sombra refrescante de los árboles y la leve brisa acariciaban mi torso que salía del agua…
Esa voz resonó como una campanada.
–Hermosa criatura… Voltea, aquí detrás de ti – Pude ignorarlo, irme, o sin siquiera pensar quien fuera, tomar a mi preciosa querida y sacarle el corazón, pero en vez de eso voltee como si fuera una orden divina.
Jamás olvidare su rostro… Ninguna facción de él, sus gustos, lo que decía… Jamás lo olvidare.
Azul oscuro de ese profundo océano es su cabello un poco rebelde, más elegante corte, piel clara como un gajo recién cortado de manzana, alto y atlético… casi perfecto, un toque principesco vestido tan elegantemente, camisa de seda blanca, chaleco negro profundo al igual que todo su traje.
Principesco, elegante. Jamás presuntuoso, persona de un comportamiento muy educado y gentil fuese con quien fuese que estuviera… Muy gentil.
Ojos azules levemente más claros que el océano de su cabello, casi agua a la luz, me miraba con una sonrisa que nunca supe describir.
-Disculpa. Mi nombre es Antonie; ¿Tendría la amabilidad de decirme tu nombre, si no es mucha indiscreción la mía? –Me pregunto con su profunda voz que penetraba hasta lo más profundo de mí ser.
–Pervertido –Salí del agua colocándome rápidamente mi bata mientras aun resbalaba el agua por mi piel.
–Mis disculpas. No estaba espiando -
-Puede llamarme Michelle… Michelle Angeline, ese es mi nombre- Le conteste.
¿Antonie? Me sonaba a que lo conocía de algo mas no recordaba en esos momentos.
–Angeline, así le diré. –Se volteó, entendí su gesto y me vestí rápidamente, un short pequeño color negro junto a una camisa blanca con mangas ¾, un chaleco de igual manera negro, calcetas largas hasta arriba de la rodilla de un color café fuerte mas no marrón; abroche mis zapatos negros.
–Pervertido… -Se regresó y tomo mi barbilla alzando mi rostro logrando que mis ojos se encontraran nuevamente con los suyos…
Me beso.
Labios tan suaves como el lomo de un libro, cerré mis ojos… Yo… Le correspondí, un beso casto tan sutil; nunca nadie me había besado así, nunca nadie había hecho mi corazón latir tan fuerte. Lo miraba sorprendido, el me dedicaba una sonrisa tan gentil. Nuestras manos se juntaron ese día; esto era encontrar un tesoro en un bosque que jamás habías notado.
¿Yo era digno de él?
Mi mirada se desvió evitando la de él… ¿Qué era esto que sentía?
-¡Oh! Tengo que irme. Lo acompañare a su casa -
-No… No, no… No es necesario… Me largo –Camine rápidamente mas su voz me detuvo.
“Nos vemos mañana” Esas fueron sus palabras.
Continuara...