Acorralado como un animal indefenso, a merced de dos Alfas sedientos por su piel. Su cuerpo temblaba entre el miedo racional y el impulso animal del celo.

El pasillo se terminaba al igual que su escapatoria. Su espalda tocó la pared y su respiración se cortó de tajo. Ojos verdes y castaños un tanto oscurecidos por el deseo lo miraban, lo apresaban y aterraban.

Ni rogando a los dioses podría librarse de ese fatídico encuentro.

Omegaverse 

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