De las lágrimas de Apolo surgió una flor. Jacinto, encarnado en ella, estaba condenado a morir cada invierno y a renacer cada primavera.

Jacinto vivió en soledad y el silencio del bosque, hasta que un día se vio reflejado en un par de ojos inundados de mar azul.

…

Esa era la única cura existente, tanto en la tierra como en el cielo y en el infierno, que podía salvar el alma de aquella rosa fragante.

“De nosotros, yo soy el dios, pero soy yo el que te adora.”

-Los dioses los prefieren hombres (corto gay).

Originales