Corre el año 1936 y ser el último de siete hermanos no es ni por asomo fácil. No si tu madre decide fugarse de casa con un tipo alemán y vives recluido en un maldito internado en el que todos son y se comportan como idiotas. Ronet, con solo quince años y no pocos pájaros en la cabeza, lo sabe bien e intenta, en la medida de lo posible, mantenerse alejado de los problemas. Sobre todo después de que su abuela lo amenazara con enviarlo a una escuela militar si lo expulsaban.

No obstante, las buenas intenciones le duran un suspiro y pronto se ve envuelto en un insólito acontecimiento que lo unirá para los restos al mejor amigo del matón del internado. Ronet nunca habría imaginado que una sencilla escapada a Glasgow desencadenaría todo lo que sucedió después, aunque siempre tuvo la sospecha de que Stue, el idiota de su mejor amigo, había tenido razón en eso de que Luka era uno de esos chicos que cuando se acercan un poco a ti, te cambian por completo la vida. Y vaya si lo hizo, el tío.