Contempló, como ya se le había hecho un hábito, a su querido amante dormir. Se preguntaba por qué había soportado eso último: entender que había alguien que sentía un interés casi morboso por su hermano pero que a la vez lo ostentaba como su mejor –y posiblemente único – amigo. Eso siempre le resultaba un poco fastidioso al Uchiha menor de entender y de asimilar pero… ¿realmente tenía importancia ya?
Sasuke era suyo, totalmente para él y no lo compartiría con nadie. Lo que había entre Gaara y él era una mera amistad con el interés propio de quien conoce el mundo pero jamás involucrando lo que había recién bautizado como su “arma secreta personal”: él contaba con el lugar más especial, es más ¿por qué no decirlo? Gozaba con el lugar absoluto en el corazón y la vida de su hermano; porque sabía que éste jamás habría luchado contra viento y marea ni afrontado los problemas que parecían venir uno tras otro si de verdad no lo amara. Esa era la única y más sólida verdad que existía: Sasuke lo amaba sólo a él.
Decidió dejar el tema de lado por fin en su mente. Había pasado ya tres días intentando dilucidar de qué se trataba esa revelación que había tenido en la sala y era el momento de dejarlo estar. Había llegado a muchas conclusiones en ese momento pero no había sido capaz de comprenderlas en ese breve lapso en que los celos habían desaparecido y se habían tornado en una retorcida y negra seguridad con cuatro verdades inexorables:
1) Su hermano le pertenecía únicamente a él, sin derecho a réplica ni a dudas que se le antojaban ahora como un sinsentido.
2) Gaara despertaba todo lo perverso en él pero era por la bizarra relación de “mejores amigos” que sostenían sin que por ello hubiese alguna clase de sentimiento y por lo mismo no había de qué preocuparse.
3) Lo que estaban haciendo nunca lograría compaginar con los límites de la moral y la última…
4) Se sentía perfectamente bien con eso.
-¿Qué haces ahí parado mirándome?- preguntó todavía con aire soñoliento la persona que había acaparado sus pensamientos, sosteniendo la vista fija en él.
-Pensaba en qué es lo que me apasiona más de ti- dijo con un extraño morbo el más grande.
-Oh vay--¿qué?- exclamó de pronto con voz pastosa el que todavía se encontraba en la cama, con los cabellos revueltos.
-Eso que escuchaste: pienso en todo lo que me apasiona de ti- y no mentía. Cada minuto de paz había logrado apreciar más y más cosas que lo encandilaban al más joven de la familia y que no había podido notar por el estúpido peso moral que, ya muy tarde, había dejado de lado.
-¿Y qué es todo eso que te apasiona de mí?- hizo un lujurioso énfasis en las últimas tres palabras; no en son de burla sino en actitud de quien está alimentando al ego.
-No te lo diré- una maliciosa sonrisa, digna de un chiquillo que va a cometer alguna travesura, se dibujó casi transparente en el rostro del mayor. Le gustaría guardarse eso para él solamente; finalmente ¿cómo decirle que le apasionaba cada uno de los múltiples rasgos, facciones o actitudes que tenía en su día a día sin sonar atropellada e innecesariamente cursi?: No, eso era algo totalmente imposible de hacer, no le diría que hasta la manera soberbia en la que miraba los frascos de pepinillos antes de intentar abrirlos después de varios intentos fallidos lo enloquecía. Eso era algo que no permitiría al menor saber, y menos sabiendo que por ello su siempre presente egocentrismo de elevaría.
-Como quieras. No importa- aseguró Sasuke, frunciendo inconscientemente la nariz en una por demás clara señal de que sí le importaba. Siempre se molestaba cuando las cosas le eran negadas, y eso nunca lograba más que divertir a su hermano mayor; Sasuke era – por mucho que quisiese negarlo – todavía un niño mimado para muchas cosas, pero eso era algo que sólo él podía ver.
-¿De verdad quieres que te lo diga?- se fue acercando a la cama.
-No- desvió la mirada, intentando restarle importancia.
-Pues entonces no te lo diré-aseguró Itachi mientras se metía en las sábanas.
-Pues no me lo digas- Sasuke se hizo para el extremo de la cama, en un juego que recién había descubierto sobre darse a desear. Itachi no soportaba que eso ocurriese.
-Bien- zanjó el asunto, asiendo a su hermano a su lado.
-Bien- secundó, encontrándose de nuevo en una posición que incitaba al sexo y dejándose llevar, como tantas otras veces, por las manos y los besos del de coleta. Lo deseaba, lo quería…Lo amaba.
Itachi se pasó la lengua lujuriosamente entre los labios, sabiendo que estaba por sumergirse de nuevo en los brazos del pecado, y eso era extrañamente excitante.
Porque sí, su pecado era simplemente amar a alguien que estaba fuera de lo establecido por su sociedad y no le daba pena ya saberse un delincuente ante las leyes del mundo: ese era su juego de pasión prohibida. Un incestuoso y loco amor que sólo tenía un punto de escape: Sasuke. Su propio y retorcido mundo que no planeaba ya abandonar jamás, y menos aun sabiendo que el objeto de todo su amor le correspondía.
Fin