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La vida da muchas vueltas por chibiichigo

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Notas del capitulo:

Hola, bien... para este capítulo me tardé un poco más de lo que esperaba pero no me salían mucho las palabras. Estuve ocupadita en otros proyectos (uno de los cuales ya pude ver finalizado) y unos que van naciendo por la vida xDDD

Como sea, espero que les guste a tod@s, o que por lo menos no lo encuentren tan terriblemente tedioso.

 

Había pasado más de un mes desde que habían comenzado a vivir bajo el mismo techo y poco a poco la gruesa pared de hielo que los separaba parecía irse reduciendo. El desayuno seguía siendo la hora del día en que más hablaban y durante la cual habían ido desvelando con paciencia y esmero al contrario, aunque todavía ninguno hablaba de su vida y, para desesperación del azabache, el pelirrojo no había dicho siquiera en lo que trabajaba. Cada vez que se acercaban siquiera al tema, Gaara evadía olímpicamente la situación o se disculpaba diciendo que tenía que ir a la cocina para lavar los platos sucios – a pesar de que en esos momentos apenas estuviesen dando el primer bocado –, cosa verdaderamente patética a los ojos del Uchiha.

Pese a todo eso, habían destapado un poco el velo que los separaba y se habían descubierto esencialmente similares. Ambos unos existencialistas fatalistas que preferían el silencio a las copiosas charlas sobre temas triviales e innecesarios y que apenas se abrían a los demás. El desarrollado humor negro y el sarcasmo era algo que acompañaba la personalidad de los dos como si sombras, y que lograban un equilibrio casi perfecto con la frivolidad y su evidente inclinación a Nietzche y a Sartre de la vida y de la sociedad. Era un maldito placer convivir así… con alguien que los complementaba.

 

Esa noche había llegado tarde del trabajo pero no se preocupó demasiado al respecto, lo más probable era que su arrendatario no estuviera en casa y por tanto nadie sería molestado por las horas impropias que tenía para hacer su aparición en el hogar.  Sonrió y depositó el saco sobre el respaldo del sillón que le había servido de cama hasta hacía un par de semanas, cuando había convencido a Gaara de compartir la habitación principal – con camas separadas, a petición del taheño – y de adquirir una cama individual para que él pudiera dormir adecuadamente.

Pensó, mientras se veía sumergido en la oscuridad de la pieza, en su madre por un par de instantes. No podía dejar de pensar que quizás lo habría tachado de loco en vida por haber tomado la decisión de vivir con un desconocido, pero al mismo tiempo – y eso gracias a un libro que alguna vez había visto a su hermano comprar para Deidara – tenía la impresión de que ella había sido quien los había unido. Se sonrió de medio lado durante una fracción de segundo: Mikoto siempre encontraba la manera de manipular las situaciones a su favor.

El estruendoso sonido del teléfono rompió el silencio y lo trajo de vuelta a la realidad. Le llamó la atención que el aparato sonara a esa hora de la noche, pero más que nada que de hecho sirviera. Nunca antes lo había escuchado, ya fuera porque Gaara no tenía mucho contacto social o porque las horas en que solía hallarse en ese departamento no figuraban entre las más adecuadas para realizar llamadas. Se acercó rápidamente y alzó la bocina casi sin pensarlo.

-¿Gaara?- se escuchó la voz agitada de una mujer.

-¿Qué?- preguntó con un discreto tonillo de alarma el Uchiha. Fue hasta ese momento que consideró la posibilidad de que la llamada fuera para notificar alguna desgracia que había acontecido a su compañero de piso.

-¿Gaara?- volvió a escuchar a la chica, distorsionada por la interferencia que el moreno no sabía si achacar al teléfono que sostenía o al de su interlocutora.

-No se encuentra- contestó de vuelta a su tono impasible y frío.

-¿Quién eres? ¿Por qué estás con él?- hizo énfasis en la última palabra como si fuese un sacrilegio. Posiblemente el pelirrojo tuviera una novia que no sabía que él estaba como inquilino.

-¿Quién lo busca?- optó por hacer caso omiso a lo último.

-¿Eres su novio? ¿Pareja? ¿Por qué estás con él? ¿Enfermó?- un mar de preguntas atacaron a Sasuke, que se sintió un poco irritado. ¿Qué demonios le interesaba a esa tipa su nombre o lo que estuviese haciendo?

-No- se limitó a responder, intentando descartar todas las preguntas que se contestaban en ese modo. No quería dar explicaciones de nada a una desconocida- Creo que deberá llamar después…

-Dígale que llamé- el tono de su voz cambió de la agitación a la súplica. Eso lo confundió un momento, antes de aventurarse a preguntar:

-¿Quién debo decirle que llamó?- intentó sonar lo más educado posible, aunque el distintivo tono de irritación en su voz seguía latente. Esa llamada estaba durando más de lo que le hubiera gustado.

-Su hermana…Temari.

Tras eso, la llamada se cortó.

Una peculiar sensación de no ser plenamente consciente de qué demonios había pasado lo abrumó durante unos instantes. La voz de la mujer lo había dejado pensativo y se esforzaba en desentrañar eso que había percibido, ¿era agitación, dolor, alivio, tristeza? No lo sabía, pero algo le indicaba que no quería realmente meterse en algo que prometía ser tan turbio como la vida del chico con quien compartía los días. Había aprendido a hacer uso del primer principio  de convivencia que habían estipulado: tu vida no es asunto mío.

Resolvió que se limitaría a entregar el mensaje y dejaría estar todo lo demás; finalmente la voz de la mujer podía no haber expresado sentimientos tan angustiosos y todo haber sido producto de la interferencia. Tal vez estaba solamente demasiado cansado como para ponerse a alucinar cosas sobre una chica del otro lado de la línea…

 

 

-Llamó anoche tu hermana- anunció mientras tomaba el café de la mañana, todavía sin terminar de abotonarse la camisa y exhibiendo su cuerpo semidesnudo que el menor no se atrevía a mirar. Estaba tan acostumbrado a esos ataques de pudor en Gaara que ya no le interesaba, además de que los comentarios como “vístete” habían dejado de hacerse presentes mucho tiempo antes.

Un gruñido indiferente fue todo lo que obtuvo como respuesta, antes de recibir un plato con comida.

-Dijo que le llamaras en cuanto pudieras- insistió Sasuke, sabiendo que no era cierto. A pesar del juramento que se había hecho a sí mismo lo corroía la curiosidad, así que se limitaba a forzar la situación fingiendo desinterés.

-Lo haré- farfulló el de orbes aguamarinas, aunque en su voz se escuchaba claramente que no planeaba cumplir con su palabra.

-Nunca me dijiste que tenías una hermana-el azabache rompió el incómodo silencio que se había formado en la sala, con una tensión que casi podía tocar.

-No tenía por qué habértelo dicho- comentó el menor fingiendo distraerse con el periódico- No es que importe mucho…-

-Vaya…- evitó hacer comentarios al respecto y cambió la conversación por asuntos relativos a las nuevas políticas gubernamentales.  Siempre buscar temas neutrales era de ayuda para mantener la ya de por sí escasa conversación entre ambos.

 

 

Llegó a la oficina tan puntual como todos los días, dispuesto a realizar su trabajo sin interrupciones de ninguna índole y esforzándose lo suficiente como para hacer ver a su padre – quien seguía en pleno proceso de negación – que no era tan inepto como se había esforzado en creer Fugaku, tarea, toda la verdad sea dicha, completamente inútil.

-Llegas tarde- habló el patriarca con voz de que realmente no le interesaba en lo más mínimo pero deseaba fastidiarle la mañana. Él, al igual que siempre, hizo caso omiso y se dedicó a desempeñar su labor; claro, sin poder sacarse de la cabeza la llamada que había recibido la noche anterior.

 

A Gaara lo invadía el ruido que se escuchaba detrás de la ventana de su lugar de trabajo. Era la hora pico de tráfico vehicular y el sonido de las bocinas no dejaba de resonar por el maltrecho edificio. Escuchó la puerta abrirse y cerrarse, pero no fue plenamente consciente de ello hasta que los pasos que se acercaban estaban lo suficientemente próximos. Rápidamente intentó recomponerse de la mueca pensativa que había adoptado mientras las cavilaciones sobre lo dicho por Sasuke volvían a su memoria.

-¡Vaya Gaara, te ves como muerto!- exclamó su rubio compañero mientras se quedaba de pie a su lado mirándole.

-Cállate- hizo alarde de su falta de tacto. Realmente no deseaba siquiera hablar con el único hombre al que, dentro de sus parcas actitudes frente a la vida, se atrevería a llamar amigo; lo dicho por su compañero de cuarto esa mañana le había puesto frenético.

-¿Qué ocurre?- preguntó el rubio sentándose frente a él y ofreciéndole una taza de delicioso líquido negro que tenía entre las manos. El menor la tomó y, tras cavilarlo unos momentos comenzó a hablar.

-Es que… Olvídalo- no, en definitiva no podía hacerlo. Sus problemas siempre le habían pertenecido sólo a él y no había motivo alguno por el cual cambiara. Dio una rápida y fuerte mirada a su amigo “sugiriéndole” que se alejara de una vez por todas y le dejara poner mala cara a placer hasta que llegara su jefe.

-Bueno, sea lo que sea sabes que puedes decírmelo- aclaró con una decisiva nota de integridad el Uzumaki. Eso siempre le había resultado curioso a Gaara, y es que la manera en que ese vivaz chico con marcas en la cara podía pasar de la ingenuidad total a una faceta madura en cuestión de segundos era algo que no se veía todos los días.

-Sí, cómo no- replicó sarcástico el Sabaku no. ¿Cómo podía confiar en alguien cuando la vida le había jugado tan mal en muchas ocasiones? Vio de reojo a Naruto enarcar las cejas y rodar los ojos harto para después marcharse.

Y se quedó solo de nuevo, considerando una infinidad de posibilidades que iban desde cambiar el número telefónico hasta tomar sus cosas y largarse de ahí. Se dio cuenta de que la primera cosa tenía sentido, pero que duraría poco tiempo antes de que su hermana o su hermano cruzaran el umbral de su puerta ojos sólo por el placer de verlo irritado pero la segunda tampoco pegaba con su personalidad. Posiblemente sería mejor dejar las cosas estar y fingir que nada ocurría…

Se quedó quieto, con la taza de café entre las manos y dando pequeños sorbos de cuando en cuando en espera de una respuesta a su muda petición, o bien hasta que se apareciera el de largos cabellos castaños para designarle su labor.

-Vamos, que es hora de trabajar. No les pago por beber café- escuchó el estridente grito después de que una fría brisa generada por el movimiento rápido de la puerta le sacara de su ensimismamiento.

Y así, una vez más se veía forzado a trabajar en algo que detestaba desde lo más profundo de su ser, pero que continuaba haciendo por desesperación y por la búsqueda de un empleo medianamente remunerado.

 

 

-¿Qué ocurre?- la voz de su hermano mayor lo desconcentró momentáneamente de su trabajo en el ordenador.

-Nada, solamente me vienes a interrumpir- ni siquiera sentía deseos de fingir cordialidad.

-¿Qué te parece si paras ya de mentir Sasuke?- insistió al tiempo que se acercaba. El menor carraspeó un poco mientras sentía la mirada fija y penetrante de su hermano contemplarle.

-No estoy mintiendo- se encogió de hombros y viró su atención hasta el monitor.

-¿Entonces serías capaz de explicarme por qué has pasado todo el día farfullando por lo bajo y con mirada ausente?- ¡Qué diablos! ¿Qué demonios ocurría con su hermano mayor? Suspiró por lo bajo, comprendiendo que incluso desde hacía más de veinte años se encontraba con la incapacidad de mentirle o de ocultarle cualquier cosa. Itachi siempre lo sabía; su habilidad para leerlo no dejaba de asombrarlo.

-Hay una persona que me preocupa- aceptó finalmente, con evidente mala leche. Odiaba tener que expresar en voz alta los pocos pensamientos no egoístas que tenía.

-Oh, vaya. ¿Quieres hablar de ello?- habló amable y paternal el más alto de los morenos. Sasuke simplemente le devolvió una amarga y amenazante mirada: evidentemente no quería. Los ojos de su hermano se mantuvieron fijos en él durante unos interminables momentos hasta que finalmente cedió.

-Es porque ayer por la noche llegó una llamada- no quería entrar en muchos detalles, pero sabía que dando un panorama general de las cosas Itachi se quedaría en paz- y hoy cuando le comenté a Gaara…-

-Vaya, así que se trata del chico con quien vives- interrumpió de pronto y con un aire casi triunfal Itachi. Sasuke lo miró con odio, ¿es que de verdad estaba sordo o sólo era estúpido?

Un gruñido molesto fue la única respuesta que dio y volvió a sus labores, decidiendo ignorar a Itachi tanto si se quedaba ahí o se marchaba. No quería hablar con nadie y mucho menos con él… Incluso para ese momento no se le había pasado del todo la sensación de miseria que le embargaba por saberse solo mientras él ya tenía una familia y se encontraba en la cumbre de la vida. Lo detestaba por eso y más porque su paternalismo innecesario se había acentuado por lo cerca que estaba su marido de dar a luz.

Se sacudió un poco la cabeza, intentando poner de nuevo su atención en ingresos y egresos en vez de perder energías tomando consideraciones por algo que no tenía fundamentos lógicos.

-Me gusta que estés enamorado…- fue el último comentario malintencionado que salió de la boca de Itachi antes de que una pluma saliera volando en su dirección.

-¡Lárgate de una puta vez, joder!- si su cuenta personal de paciencia se encontraba muy cercana a cero antes de esa inconveniente interrupción, ahora estaba llena de números rojos.

 

Volvió a casa con mala cara, a sabiendas de que no había necesidad siquiera de intercambiar un par de palabras con nadie puesto que Gaara no llegaría hasta ya bastante entrada la madrugada. Podía descargar todo su enojo y maldecir en voz alta todo lo que se le antojara sin incordiar a nadie y sin tener que modular su tono de voz. Las palabras de Itachi le habían calado más hondo de lo que le hubiese gustado, o siquiera parecido prudente, dadas las situaciones. Él no podía estar enamorado de su concubino, era sencillamente una aseveración fuera de lugar que no tenía fundamentos en ninguna base lógica o racional y, por sobre todas las cosas, le cabreaba que su hermano metiera las narices donde no le correspondía.

-¡Carajo con Itachi!- exclamó de mala gana mientras se metía en la alcoba. Quería dormir o por lo menos reposar un poco los ojos mientras enfriaba sus pensamientos. Estaba irrefutablemente enojado pero, mirándolo desde el punto de vista que sólo era un comentario absurdo de los muchos que a su hermano le daban por lanzar al azar, no debía estar derramando bilis. Seguramente, y se conocía lo suficientemente bien como para poder hacer esa aseveración, existía algo más que todavía desconocía y que le hacía hervir la sangre… Aunque fuera lo que fuese aquello, tenía la total certeza de que lo único que compartía con el pelirrojo era un sentimiento bastante similar a la amistad. Eso debía haber sido lo que Itachi había malinterpretado y visto “señales de amor”, y quizá era por eso que él se había cabreado tanto.

Se pasó las manos por el cabello, dudando de su propia teoría. No estaba seguro de eso que se había planteado fuera cierto, pero no se le ocurría nada mejor para justificar nada, después de todo, ¿Que no, si estuviera enamorado, sería él el primero en darse cuenta?

 

 

La noche estaba tan fresca que rayaba en el frío, cosa que molestaba un poco al pelirrojo cuya nariz tenía un discreto matiz rojizo.  Había salido temprano del bar por orden directa de su jefe a causa de su hostilidad y su fácilmente identificable carácter arisco esa noche; según decía Neji, la clientela era lo más importante y no podía darse el lujo de verlos incómodos. Y así era como se había librado de esa noche atendiendo a hombres y mujeres entrados ya en años, sentados en la cantina bebiendo y sintiéndose rejuvenecidos.

-Pues…Ni hablar- bisbisó el taheño, antes de encaminarse a paso de plomo hasta su casa. Maldijo, por enésima ocasión en el día a su familia, esa bola de bastardos que no hacían más que dificultarle la existencia. Y para colmo, parecía que Temari había logrado meter la espinita de la duda en Sasuke…

Sasuke.

Meneó la cabeza con furia, sin entender qué era lo que ocurría con él. Cada vez que intentaba concentrarse en el problema que le atañía verdaderamente, por una situación o por otra se encontraba rememorando la conversación con el moreno, y además fijándose en todas las cuestiones que no debería de percatarse.  Era bastante bobo estar teniendo esa clase de pensamientos acerca de su huésped cuando tantas cosas tenía por hacer.

Recuperó su idea de cambiar de número telefónico, o incluso de nombre y dirección. Detestaba, casi llegando a odiar, a su familia y no en vano había pasado de trabajo mal pagado en trabajo mal pagado, viviendo al día en un cuartucho horrible lleno de inmundicia. Y así había sido hasta que conoció a un rubio que tenía un par de vivaces ojos y le había rescatado sin saberlo. Volvió al punto que su mente estaba intentando enfocar. No, definitivamente no permitiría que todo su sufrimiento llegara a erradicarse del todo para volver a los hipócritas y marchitos brazos de una familia que quería encontrar el bienestar social y económico con él.

Consideró, ya casi llegando a casa, sincerarse con el hombre que a esas horas debía estar en casa disponiéndose a dormir y sin esperarlo hasta muy entrada la noche. Descartó casi al momento su ocurrencia. Sabía, quizá mejor que nadie en este mundo, que no podía confiar en nadie incluso si parecían totalmente amables y accesibles, o si sentía que una conexión a nivel espiritual había sido forjada. Todo eso eran mentiras que no conducían a nada.

Se sentía extrañamente débil, roto y sabiendo que todas sus ilusiones habían sido destrozadas aun antes de nacer en su mente. Quería escapar con tanta prisa y con tantas ganas que se sentía apanicado y abrumado por lo que ocurriría después… Empezar de nuevo, en otra ciudad, subsistiendo de cualquier cosa con tal de pagar por los servicios más básicos y elementales que requería un ser humano.  Se lamentó inconscientemente, justo cuando sentía que había un sitio al cual volver y al cual llamar hogar, donde se protegería de todas esas situaciones que no le agradaban la vida le obligaba a marcharse. A emprender una aventura que no deseaba, pero…finalmente la decisión estaba tomada. La moneda había sido echada al aire y había caído en la cara que no deseaba.

 

 

Había tomado un largo suspiro antes de meter la llave en la cerradura. Sabía que iba a ver a Sasuke y que éste a su vez se sorprendería por lo temprano e inesperado de su llegada, pero no quería hablar de nada en ese momento. Seguramente tomaría un par de maletas, las llenaría de ropa y de chucherías que había logrado obtener a lo largo del tiempo que había vivido en el sitio, iría a la estación de trenes o de buses y se marcharía para siempre de esa ciudad. Así lo había hecho muchas veces ya. Intentó convencerse de que no era la gran cosa.

Caminó por la estancia principal del departamento que, contrario a sus expectativas pero acorde a sus deseos, estaba completamente a oscuras. Vacía. Se dirigió a la habitación, donde se percató de que las luces se encontraban igualmente apagadas. Se detuvo a pensar si su hasta ese momento compañero habría llegado o si estaría durmiendo. Entró con cautela, previendo la segunda posibilidad como la más viable – si algo tenía el Uchiha, y se había percatado en muy poco tiempo, era que su rutina era prácticamente inalterable. Siempre estaba haciendo lo mismo – y se dirigió hasta su cama, colocada cerca de la ventana.

Miró la cama de al lado; poseía un bulto bastante quieto revuelto entre las sábanas y unos mechones negros sobresaliendo de la almohada. Sacó de debajo de su cama una valija y, con la cautela y el silencio que le caracterizaban, comenzó a lanzar su ropa dentro.

Quería irse de ahí pronto… O algo en su interior le decía que no lograría irse.

Hizo una breve pausa mientras empacaba, dándose suficiente tiempo como para mirar al azabache dormir. Sabía, aunque detestara tener que aceptar que existía un sentimiento tan impropio de él invadiendo cada fibra de su cuerpo, que si esa vez le costaba irse era porque tenía algo que jamás había tenido: alguien que le esperara al llegar a casa.

Erradicó pronto esos pensamientos; le estaba haciendo daño pensar en aquello durante un momento tan internamente crítico de su vida. No podía darse el lujo de acostumbrarse a que alguien estuviese a su lado. Ésa era su manera de vivir.

Cerró pesadamente la maleta, que crujió a causa de la dificultad para abrocharse. La tomó y se dispuso a salir de la habitación en el mismo silencio que había entrado. Desgraciadamente no tomó en cuenta que al tener tan forzada la valija, los broches no habían ajustado como se debería y, tan pronto un pequeño golpe con la pared hizo prácticamente detonar el equipaje, todo salió disparado.

-¡Mierda!- exclamó más que molesto mientras un ruido sordo causado por el choque de la maleta en el suelo ahogaba sus maldiciones.

-¿Qué demo…?- intentó preguntar el despeinado, y recién levantado, moreno. Había un tono justificado de alarma en su voz, pero se convirtió en molestia tan pronto miró el lío que había en el suelo de la pieza. Interrogó con ojos fríos a Gaara, que seguía mirando como hipnotizado la escena desde el marco de la puerta. Pasados unos segundos, la pregunta muda que tensaba y entorpecía el ambiente se hizo casi tangible -¿Te irás?

-Debo recoger todo esto- el taheño esquivó la pregunta de una manera por demás evidente, pero no le interesaba. Le causaba un ligero enfado tener que dar explicaciones de sus actos a un hombre con el que no tenía obligaciones de responder, y una gran tristeza saber que no podría guardar su partida en silencio, como una desagradable sorpresa a la mañana siguiente.

-¿A dónde?- el más alto se levantó de la cama y se dispuso a levantar algunas de las prendas que yacían en el piso. Se la extendió al rubí, quien la tomó bruscamente y volvió a lanzarlo de mala gana al beliz que le había traicionado.

-No sé- contestó seco. No era que mintiese, pero jamás había brillado ni por su tacto para tratar con la gente ni por lo efusivas de sus despedidas. De hecho, nunca había sentido la necesidad de despedirse de alguien…

-¿Por qué te irás?- esas preguntas parecían no ir siquiera dirigidas al de cabellos grana, aunque era más que obvio que los pensamientos que el Uchiha externaba necesitaban ser respondidos.

-Tenemos un trato, ¿recuerdas?- decidió valerse de ese as bajo la manga para no tener que decirlo. Se sentía extraño, incómodo y terriblemente vulnerable por la presencia de ese chico ahí, ayudándole a cargar de nuevo las cosas mientras que el silencio entre ambos se comunicaba y les hacía saber que quizá ese fuera el último momento que podrían compartir algo que no fuera el clima, la política o las teorías sociales de Sartre.

-Sí, pero creo que estás haciendo las cosas por un motivo equivocado y terminarás arrepintiéndote- habló con una extraña seguridad Sasuke, que a decir verdad incluso él desconocía de dónde provenía. Se olvidó por completo del enfado con Itachi, de la tremenda negación que se empeñaba en lograr con respecto a los sentimientos que tenía y se vio envuelto en una apacible sensación de autocontrol mientras se sumergía en los ojos de Gaara y recibía como una ingrata sorpresa lo que veía: su interlocutor dejaba reflejar un pequeño brillo de miedo.

-Ése es mi asunto, no te afecta para nada- el más pequeño desvió la mirada mientras se empeñaba por cerrar de nuevo todo y marcharse- Prefiero irme ahora que encontrarme con ellos después-

- ¿Ellos? ¿Tiene esto algo que ver con la tal Temari que habló?- estaba francamente desconcertado, aunque procuraba no mostrarlo mucho. Tenía que definir primero qué era lo que sentía al respecto.

-No te metas en las cosas que no comprendes- una nota aguda al final de la frase rompió la fría tranquilidad de Gaara. Estaba comenzando a resentir todo lo que estaba ocurriendo y no podía lidiar con el otro chico inmiscuyéndose.

-Eres tan cerrado y obstinado que me haces sentir que el que no entiende eres tú- dijo serio, antes de hacer un gesto de desprecio y continuar su frase- Además, sólo los cobardes escapan de sus problemas.

Había hecho un énfasis verdaderamente innecesario en la palabra cobarde, cosa que irritó todavía más al ya ansioso taheño. Clavó sus frías orbes llenas de maldad en el moreno y, con un aire tan viperino que lograba infundir terror, susurró:

-Eres un imbécil que habla de cobardía cuando ni siquiera puedes dormir en tu casa por temor a recordar a tu madre… Un ser patético que no entiende de lo que habla- estaba verdaderamente rabioso por el comentario.

Lo siguiente que sintió fue que, tras un par de segundos para digerir lo dicho, el moreno habló con la misma frialdad y desprecio.

-Podré ser un cobarde…pero sigo siendo mejor que tú- no tenía razón para decir eso pero lo sentía. Todo el respeto que había podido llegar a sentir por el pelirrojo se desvaneció de pronto.

Esas fueron todas las palabras que cruzaron antes que, en un ataque de furia el puño de Gaara colisionara contra el labio del otro.

Tenía el sabor a óxido en la boca y el color rojo en la mano con la que se había limpiado. Se abalanzó sobre el más pequeño y le devolvió el golpe; Sasuke Uchiha no se dejaba siquiera tocar por nadie.

-Deja de esconder tu cobardía Gaara- dijo entre jadeos el moreno, mientras lo lanzaba violentamente a la cama y se abalanzaba a golpes sobre él.  Ya ni siquiera sabían lo que ocurría, los dos se golpeaban y rodaban por el mueble intentando imponer sus deseos y expresando sus inconformidades.

-Deja de sentirte dueño de mi tiempo- gritó molesto el otro mientras ambos rodaban por la cama entre insultos y sintiendo todos y cada uno de los puñetazos tanto físicos como verbales que recibían. El más joven se sentía en el mejor momento para dejar ir todos sus resentimientos. Estaba molesto con la vida, con su familia, con su empleo y con la miseria que era su existencia pero se desquitaba con el moreno, la única persona con quien había desarrollado lazos más bien profundos.

-Actúa como un hombre y no te marches- pidió el moreno entre jadeos y tironeos. Estaba cansado y en su pómulo se podía percibir la hinchazón causada por alguno de los golpes. Se encontraba sobre su adversario, con las piernas en su cadera y sosteniéndole las muñecas. Gaara se quejaba y se jalaba, pero se quedó quieto y contestó con velocidad.

-Dame entonces un motivo para no marcharme- ni siquiera había pensado en decir eso. Quería irse, estaba demasiado desesperado por volver a sentir la libertad y el anonimato, ansiaba desprenderse de Sasuke para siempre aunque era consciente de que le dolería... No soportaba estar un segundo más sintiéndose vigilado por la familia de la que siempre había huido.

Sin saber ni cómo ni cuándo, sintió los tersos y suaves labios del moreno rozar con los suyos. Puso percibir el sabor a óxido de su sangre y la desesperación que tenía por retenerlo a su lado, pero al mismo tiempo fue capaz de entender algo que se había ido formando en su interior hacía mucho. Era algo cálido y que le extasiaba… ¿Qué más daba una noche más? ¿Qué más daba un beso o dos? Por mucho que quisiera ya negarse, le era imposible resistir. Su cuerpo lo necesitaba más que nada, le rogaba por el contacto que ambos en ocasiones normales habrían rehuido… Todo estaba bien en ese momento.

Ninguno de los dos pensaba en ese momento, mientras se correspondían con un apasionado y bestial beso y colocaban con avidez sus manos en el desconocido cuerpo contrario. Estaban apenas descubriendo todo lo que ocurría, explorando con impaciencia todo el nuevo mundo que se ponía a su disposición.

El moreno coló una de sus manos por el pantalón del que se encontraba debajo de él y comenzó a juguetear sin preámbulo alguno con su miembro, ahora totalmente despierto y feliz por la atención que le era brindada. Mientras tanto Gaara apretaba con fuerza los pezones de Sasuke, deseoso de ser poseído por el contrario. Se sentía alguien fuera de ese mundo, haciendo uso de su cuerpo y entregándole un placer que se había negado a sí mismo desde hacía tanto tiempo que no lo podía contar ya. 

Sus lenguas se buscaban con desesperación, consumiéndose y fundiendo las dos bocas en una sola y a dos almas solitarias y ciegas en un solo cuerpo, en un solo momento.

 

 

Los primeros rayos del sol comenzaban a despuntar y se colaban por la delgada ventana de la habitación, causando que los dos cuerpos desnudos que estaban en el suelo fruncieran un poco el ceño. Seguían tirados ahí, en medio de dos camas y sin sentir siquiera necesidad de levantarse, se miraban meditabundos mientras contemplaban todo gesto y expresión que el de enfrente les regalaba. No sabían si debían reír o seguir adelante con sus actividades del día; la situación se estaba tornando incómoda pero ninguno hacía nada al respecto.

-¿Todavía quieres marcharte?- preguntó Sasuke, a sabiendas que eso sólo lograría tornar el ambiente en algo más hostil. Gaara lo miró, pensativo durante unos minutos para finalmente contestar.

-Nadie me trata de cobarde y vive para contarlo- su tono volvió a ser una amenaza, pero se suavizó cuando dijo en un murmullo apenas audible para el ébano- Sólo dame un motivo para quedarme.

-No sé si pueda darte lo que quieres; no soy la clase de persona que sirva para estar con otros- confesó, sintiendo un vacío en el estómago.

-No importa… Igual creo que no me iré pronto. Cambié de opinión- la mueca de renovada autosuficiencia y claro mutismo emocional sorprendieron al moreno. Ya parecía nuevamente el Gaara que permanecía callado masticando alguna cosa en el desayuno, no la persona con quien había tenido relaciones la noche anterior.

-¿Te puedo hacer una pregunta?- el tono cordial del moreno incluso le sorprendió a él mismo.

-No es que me dejes mucha opción- contestó sardónico el más pequeño mientras se daba la vuelta para incorporarse y recoger sus prendas, que seguían esparcidas por la habitación.

-¿Por qué querías escapar?- hizo uso de toda su diplomacia para efectuar la pregunta.

-No quiero hablar de eso. Sólo confórmate con saber que son personas que me detestan y a quienes detesto-

“Pues eso no me pareció a mí. Ella se escuchaba verdaderamente angustiada” pensó el azabache, pero decidió no comentar nada al respecto. Intentaba no hacer enojar o distanciarse del de cabello grana. Asintió levemente, con cara de quien lo entiende todo, aunque en realidad no comprendía absolutamente nada.

-¿Por qué volviste ayer temprano?- cambió rápido de tema el Uchiha.

-Porque mi jefe me sacó del bar y me dijo que- se interrumpió, entendiendo que había estado a punto de decir algo que le avergonzaba tanto que no quería mencionar y corrigió-…que era una noche bastante tranquila y los demás meseros podían hacerse cargo.

-¿Eres mesero?- vaya, todo caía en orden finalmente para el moreno. Una pregunta tan insignificante había causado estragos en su mente durante días, y con más razón por los rodeos que le daba Gaara al tema. Supuso que le daba vergüenza ser mesero en un bar de poca monta pero, visto fríamente, eso ya no era importante.

-Sí, ¿no te lo había dicho?- se hizo el loco el pelirrojo, haciendo el comentario con  pasmosa naturalidad. Se sintió repentinamente mal a la vez que se sentía a salvo de nuevo; por un desliz había estado a punto de decir algo que podía revelar su trabajo. Sólo esperaba que el moreno le creyera y dejara estar ese asunto de una vez por todas. No quería saber siquiera lo que pasaría si descubría cuál era su verdadera ocupación.

 

 

 

 

Notas finales:

Chibi pregunta de la noche:

¿Cuál creen que sea ustedes el empleo de Gaara?

Chibi debraye inútil que me gustaría que contestaran:

¿También ustedes sienten que Sasuke exageró por enojarse con Itachi? Digo, la verdad no peca pero incomoda xDD

 

Bien, muchas gracias por leer. Ahora los invito cordialmente a que me dejen un review. Se aceptan dudas, sugerencias, comentarios random, mordidas, pedradas, felicitaciones de cumpleaños (aunque no sea mi cmpleaños) o lo que necesiten expresar.

Nos vemos...

c.


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