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La vida da muchas vueltas por chibiichigo

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Notas del capitulo: Hola personas, espero que lo disfruten. Quiero aclarar que mi principal motivo para acabar esto pronto fue que en mala hora hice un trato (con más tintes de chantaje) y si quería leer un fic, tenía que culminar éste...

 

 

Botó la colilla de su cigarrillo y se encaminó hasta el enorme bloque de ladrillos que sobresalía en la calle. Con las manos metidas en el bolsillo, anduvo unos momentos cavilando sobre toda aquella vorágine que se había ido a instalar en su vida desde hacía unas horas.

Sería padre...

Ese hecho, impensable hasta ese mismo día, habría de cambiar todo el sentido de su existencia. No se había imaginado jamás criando a una persona ni siendo partícipe de toda una serie de procedimientos "paternales". Quizás, se excusó frente a su propia consciencia, se debiera a la ausencia de esa figura - o similar - durante su crecimiento. Sin embargo, no importaba la cantidad de pretextos con los que pudiera justificarse, la situación seguía siendo la misma: Gaara estaba gestando en su vientre a una criatura que compartía sus cromosomas. 

Y más importante todavía... no le resultaba una idea desagradable. Sólo comprendía una de esas cosas que ocurrían, curiosamente le daba igual.

Entró al departamento, notándolo un poco más lúgubre que en los pasados meses. Intentó quitarle importancia, achacándole el hecho a que su pareja no llegaría hasta el día siguiente por estar en Observación. Pero ¿no se suponía que entonces lo viese todo más grande?: No lo sabía, y a ciencia cierta, le tomaba totalmente sin cuidado aquello. Estaba desbaratado emocional y anímicamente por todo lo vivido en ese día de locos. Quería dormir y que su incapacidad de medir espacios esperara...

 

 

El pelirrojo se encontraba a solas en la habitación del hospital, siendo visitado recurrentemente por la enfermera en turno para revisar que se mantuviese con vida. Miraba fijamente a la pared y su mente vagaba por una penumbra que no le gustaba compartir; se daba asco. Llevó, más por inercia que por deseo consciente, las pálidas y frías manos a su vientre mientras un pensamiento comenzaba a resonar sin tregua: "¿Qué haría?"  

Ya había fallado ocultando aquel secreto que le carcomía las entrañas y, pese al buen - o por lo menos no mal - recibimiento por parte de su pareja, se sentía miserable. Repudiaba su existir y ser aquel híbrido asexuado que le volvía el poder parir...Aquella condición que le había convertido en un error de la naturaleza, que había mancillado esas pocas expectativas que se había creado de su vida cuando era aún demasiado joven como para darse cuenta que los sueños eran sólo para los débiles. Aquella misma que le había cortado las alas incluso antes de que terminaran de formársele, en el preciso momento de su nacimiento.

"¿Qué haría?"

Sinceramente, no lo sabía. Tantos sentimientos desconocidos vagaban en su interior que no podía siquiera seleccionar uno que dominara. Era un caos... por mucho que sus expresiones faciales hicieran creer que todo marchaba igual que antes. Se odiaba, con todo su ser y odiaba de igual manera al pequeño monstruo que le hacía recordar su patética condición de doncel.

Pensó en su familia, en su padre, en su abuela, en su empleo, en Neji, en Naruto, en aquellos que le habían explotado en países extraños... En todos los seres que habían representado algo para él dentro del monótono hilo que tenía su vida. Pensó en el bebé, pensó en Sasuke... Y se atrevió, por primera vez en años, a pensar en sí mismo.

Se sentía frágil y eso le apestaba. No quería eso... Quería correr, pero un lazo que ni él mismo entendía le ataba.

Y aquello le profesaba un terror que le llevaba más allá de su cordura, a los mismos antros de su infierno personal.

 

 

 

 

Al despertar, se dio cuenta que no había sido su perspectiva espacial no había cambiado, sin embargo el domicilio seguía siendo pequeño. Se tumbó en el sofá, mirando a todos lados como si fuese la primera vez que contemplaba el lugar y se quedó así largo rato, cavilando. Ciertamente, el lugar era cómodo para dos personas, sí, pero no podría albergar a otro más. O entraban las cosas del bebé por la puerta o entraban ellos.

-Ni hablar- resopló, un poco inquieto por el paso que habría de tomar, pero a la vez decidido a darlo como pocas veces había estado. Y con eso, para la percepción del Uchiha, todo estaba en orden.

 

 

 

Escuchó que tocaban la puerta, pero no contestó. Se limitó a esperar a que pasara. Había tantas cosas ocurriendo al tiempo en su cabeza que no sentía siquiera necesario hablar con un tercero. Sus demonios internos se revolvían y mantenían una férrea batalla dentro de su ser, incluso sin  él pedirlo. Y a momentos todo se tornaba insoportable.

- Te darán de alta hoy- informó el azabache, parado a su lado. No había existido un saludo, ni nada similar: Todo había ido al grano. El carmesí asintió, vacío totalmente de emoción. Se sentía un autómata en aquel momento, por mucho que su cuerpo permaneciese igual.

No mediaron más conversación; no había necesidad. Ambos hombres luchaban contra sí mismos e intentaban poner en orden un pensamiento cada vez más trastocado. Tenían un cataclismo interno sucediéndoles y aquello no dejaba margen a la interacción.

-Iré a por el auto- informó el moreno después de un rato. El turquesa se limitó a asentir de nuevo, mirándole como si jamás lo hubiese visto.

En la mente de Gaara, lo que se había superpuesto a todo lo demás era el terror. Terror en el estado más puro que pudiera encontrarse, y aquello sólo le exigía una cosa: Huir. Protegerse de todo, incluso huir de él mismo con tal de encontrar paz. Pero comprendía perfectamente, por experiencia de vida, que aquella pesadilla siempre volvería y que ahora no podría desprenderse de aquel infante creciendo en él. Su prole. Su demonio más grande con forma humana.

 

 

Subieron al auto en un silencio por primera vez incómodo. El moreno no podía evitar, por mucho que lo hubiese intentado dando prioridad a su descendiente, sentir un escozor en el estómago cuando recordaba que había sido engañado con toda alevosía. No era una persona vengativa, pero sí un poco rencorosa y le dolía que se hubiesen burlado de su inteligencia de forma tan descarada.

-Ven, te ayudaré a entrar- se ofreció rápidamente sin un motivo concreto.  Nunca le había nacido realmente la caballerosidad - incluso podía ser considerado un patán con todas sus letras -, pero en aquel momento una necesidad imperiosa se había aparecido.

-No soy discapacitado, Uchiha del Diablo... Deja de ser tan gay- bufó Gaara con una hostilidad y una mala leche acentuada por sus interrupciones al sueño la noche anterior y por lo que el azabache atribuyó como cambios hormonales. Sasuke frunció discretamente el ceño y rodeó el vehículo hasta el asiento del conductor.

"Mierda contigo... y golpéame con una roca si vuelvo a ser atento" gritó en su fuero interno, mientras dedicaba una fugaz mirada envenenada al chico a su lado, que con los brazos cruzados y actitud de estar poco complacido con el universo, se limitaba a ver al frente.

-Deberías avanzar- dijo con severidad después de ver el titilante reloj del estéreo- Debo arreglarme para ir a trabajar.

A decir verdad, el Uchiha no sabía si mofarse o molestarse por aquel comentario tan impertinente. Miró desconcertado a Gaara, preguntándole soez con la mirada si no padecía de sus facultades mentales hasta que finalmente todas sus cavilaciones se externaron.

-¿De verdad asumes que irás a trabajar?- interrogó. No comprendía nada de lo que ocurría en el extraño universo interior de su pareja, y después de meses tampoco le interesaba mucho hacerlo.

-Pues sí... No creerás que me van a pagar por faltar- para el carmesí, era verdaderamente evidente que nada interrumpiría su rutina, marcada en piedra.

-No quiero que vayas a trabajar. Estás expuesto a todo el humo y a las barrabasadas de ebrios- contestó sereno el más alto, intentando recolectar toda su paciencia y verterla en  su respuesta.

-¿Y?- el tono de Gaara cambió a ligeramente retador.

Tras una mirada de soslayo, decidió hacer caso omiso a esa invitación para discutir. No había que ser un genio para ver que el de orbes claros estaba más voluble ese día, totalmente disgustado con el universo y como una bomba de tiempo.

-¿Quieres escuchar música?- cuestionó, sabiendo de antemano la respuesta.

-No.

-Bien.

-Bien.

Pasaron algunos minutos en silencio, con el moreno vigilando de reojo las acciones del otro. No quería demostrarlo, pero gustaba de aquella quietud incluso si se trataba de un preludio de tormenta.

-¿A dónde vamos?- preguntó de pronto el copiloto, notando el cambio de panorama. Las avenidas se habían vuelto más amplias y a su alrededor se erigían edificios nuevos y bastante lujosos.

-A casa- contestó el otro, incapaz de reprimir una sonrisa medio en sorna.

-¿Te golpeaste la cabeza o sólo eres idiota?- interrogó el otro enarcando el espacio donde debería estar su ceja. Entonces el moreno supo que el incipiente mal humor del menor se había apaciguado.

-Nada de eso. Asesiné a alguien y viviremos en su propiedad- contestó con mala leche. Nada había más deleitable que el uso excesivo del sarcasmo y la ironía durante los breves lapsos de comunicación.

-¿Sigue ahí? Porque comenzará a apestar si no lo mueves.               

El ébano no  pudo entonces más que sonreír de medio lado. Sí, ésa era la clase de relación envolvente que tanto le ataba al pelirrojo.

 

 

Tan pronto lo vio bajando del auto, el portero del edificio corrió a saludarlo tan ansioso que parecía hostigar al moreno. El hombre tenía impresión de estar impactado ante las presencias que se erguían ante él con apariencia indiferente y soberbia, dando una imagen de estar sumergidos en un antro infernal sólo compartido por dos. Un oscuro secreto de amantes.

-¿El apartamento está dispuesto ya?- fue la única pregunta, a modo de saludo que emitió el hijo menor de Fugaku Uchiha.

-Así es, señor- con algo similar a una torpe reverencia, el anciano se excusó. Miraba a Gaara con un decidido toque de duda, pero era demasiado educado - o cobarde - como para formular lo que invadía sus pensamientos.

-…l es mi novio, y tendrá a mi hijo. Vivirá conmigo- dijo tan imponente Sasuke que ni siquiera el turquesa habría considerado contradecirlo si hubiera estado atento a la plática en vez de escrutar discretamente el sitio. Se llevó una mano al vientre tan pronto relacionó lo que ocurría, incómodo.

Era patético sentirse así, en especial cuando en apariencia todo eso había quedado dicho ya, pero no podía evitarlo. Todo aquello que le perseguía parecía haberle alcanzado y culminado en un humano formándose en un vientre masculino. Se quedó mirando con un vacío profundo y un dolor desgarrador al Uchiha, pese a que para los otros parecía sólo odioso e indiferente.

-No era necesario decir todo eso, perro canalla- comentó hostil tan pronto entraron en el ascensor. No quería darle más importancia de la que tenía realmente, pero era difícil no magnificar un hecho que representaba todo lo que odiaba de sí.

-Lo hice y punto. No tenía motivo...- contestó el otro poniendo una tarjeta en el lector para que les guiase al pent-house.

-Jódete- refutó el otro, sintiéndose algo alterado por el licuado  de hormonas que le aquejaba.

 

Entraron a la que había sido - y de cierta manera volvía a ser recién - casa del heredero del corporativo Uchiha. Desbordaba tanto opulencia como sobriedad, en una medida que daba toques minimalistas y de "avant- guard". Un sitio que, en definitiva, parecía sacado de la turbulenta psique de algún psicópata refinado. Tan Sasuke que causó a Gaara la sensación de familiaridad y confort  que sólo había sentido en su apartamento. 

 -Espero que te guste...- mencionó el dueño, más por terminar un periodo de silencio que desnudaba su alma que por cortesía real. Siempre había evitado llevar gente a su casa, incluso a los propios miembros de la familia se los había restringido; era su sitio para pensar y no quería que lo contaminaran.

-Vives igual que Andy Warhol- comentó el aguamarina, más por continuar la conversación que por sentirlo verdaderamente. Pese a que daba familiaridad ese pent-house, seguía siendo un sitio ajeno y quería sentirse protegido. No deseaba ser el irruptor del  meticuloso orden.

-Supongo. Solo y con un montón de fantasmas propios- fue lo siguiente que de la boca del más alto surgió.

 

 

Habían hablado poco en el transcurso de la tarde. Ninguno parecía querer ni necesitar de otra compañía más que la de sus pensamientos: El pelirrojo latigándose con el peso de su vida en los hombros y el ébano evocando a todos esos demonios internos, a esos recuerdos, que creía haber perdido para siempre y que no se encontraba cómodo de tener.

No era que a Sasuke le desagradara la idea de estar de nueva cuenta en ese apartamento donde parecía que todo combinaba y que la soledad de lo que había sido emanaba por las paredes, impregnando cada habitación, sólo prefería estar en algún otro sitio. Intentó auto- censurar esa sensación, pero todo lo referente a su madre y a ese espacio gritaban en su fuero interno con tal vehemencia que resultaban imposibles de omitir. Lo viera por donde lo viese, habría que enfrentarse consigo mismo y ya no tenía más espacios para intentar no ser él.

 No quedaba más que enfrentarse a sí mismo.

-Madre...- resopló, ausente como para controlar su cuerpo, perdido en un tiempo que se había ido ya y que, por mucho que correspondiese a ese espacio, le parecía difícil remembrar.

Sus pensamientos vagaron a Gaara, su torturado y querido pelirrojo. Lo había conocido a él dentro de sus intentos de evasión, buscando poder desentenderse de todo aquello que lo ataba a una vida que le aburría y le atormentaba. Quizás, si lo analizaba con la suficiente metafísica podría incluso haber pensado que su progenitora lo había puesto en su camino. Sí, Gaara estaba ahí porque Mikoto lo había colocado en ese sitio, justo en aquel momento.

Se sintió un poco torpe por esa resolución, pero era lo mejor que se le ocurría. Decididamente, haber regresado a su apartamento le hacía estragos en la psique. Bufó un tanto descontento...

-Sasuke, no hay nada en la despensa- habló Gaara a sus espaldas, tan sereno como siempre y con el mismo tonito ausente que tanta paz le producía. Eso lo sacó de sus mal entrañadas cavilaciones sobre cosas que, para él, ya no tenían el menor sentido.

-Pediremos algo... o iremos a cenar. Lo que prefieras- contestó, volteándose poco a poco para darle la cara al hombre con quien vivía.

-Pedimos. No tengo ánimos de salir- devolvió con una chispa de melancolía en los ojos, que si bien no pasó desapercibida para el más alto, tampoco fue tomada en cuenta. No importaba lo que se gestara en la minerva del otro.

-Está bien... Elije algo- siendo sincero, le importaba poco menos que  nada lo que fuera a consumir. Confiaba en que el paladar del rubí no hubiese sido trastornado tan pronto por el embrión que portaría su apellido.

 

 

La cena transcurrió con la misma calma y naturalidad que las muchas que habían tenido en el reducido apartamento de la zona comercial. Hablaban poco, y cuando lo hacían la plática tomaba tintes de volverse más crítica e intelectual que personal, algo agradecido a nivel emocional por ambos en ese momento. Estaban tan devastados que no lo hubiesen soportado.

-Debo decirle a Neji que no podré ir más- comentó el turquesa de pronto, más para sí que para el que se encontraba frente a él. Se podía notar que aquella decisión le había invertido más tiempo del deseado.

-¿Quieres ir?- preguntó el moreno enarcando una ceja. Si quería dar por sentado el asunto, tenía que tratarlo lo más pronto que pudiera.

-Ya lo haré mañana- restó importancia el menor- ...Si las cosas se ponen tensas no quiero que exista relación con nadie.

-¿Si las cosas se ponen tensas?- coreó Sasuke con un discreto y desenfadado toque de alarma -¿Por qué habrían de ponerse mal?

-Así es Neji- se encogió de hombros mientras tomaba otra rebanada de la pizza vegetariana.

-Me das motivos para no dejarte ir solo- el reproche no se ocultó dentro de las intenciones del ébano, que ahora sólo escrutaba a su pareja.

-Púdrete. No seas tan homosexual-zanjó.

 

 

 

Si había decidido ir a solas a hablar con el castaño de largos mechones, no había sido por valentía, sino por su necesidad extraña y casi crónica de encontrar su propia valía. No quería depender de su molesta pareja para todo sólo por estar embarazado. Eso habría comprendido un atentado a su salud mental y no podía permitirse semejante disgusto.

-Hola- saludó casual cuando entró a la reducida y calurosa oficina.

-Hola- devolvió enérgico Naruto, quien parecía más lleno de vida que nunca- Pensé que algo te había pasado Gaara. No es común que faltes...

-Ah...Supongo- contestó taciturno el de mechas grana. No tenía ánimos como para dedicarse a escuchar la cháchara del de zafiros; quería ir directo con el Hyuuga a zanjar su asunto.

-¿Qué tienes? Te notas algo raro...- inquirió el otro, acercándose peligrosamente a la cara de su amigo. La incomodidad en Gaara se podía palpar; no era muy afecto a que ejercieran contacto con él y el trigueño no sería la excepción.

-Me marcho, sólo vengo a ver a Neji- contestó, apartándose sin decoro alguno del tacto del más joven.

 

 

 

Sasuke estaba inquieto. No había recibido la llamada de su pareja, que tan insistentemente e había  solicitado al enterarse del paupérrimo carácter del jefe de la cuadrilla de "damas de compañía". En situaciones normales, sin embargo, no habría visto problema alguno en que el pelirrojo hiciese o deshiciese a su gusto: Era su vida y él no tenía ni ganas ni tiempo de influir en ella, pero aquello no era algo que entrara en la cotidianeidad Uchiha.

-Mierda contigo Rojo- maldijo mientras clavaba sus orbes oscuros en el móvil, como si esperase que el aparato se intimidara y apareciera como por magia el nombre de su pareja. Tras unos momentos, se dio por vencido y consideró llamarlo.

-Sasuke, ¿qué cosa quieres? Te pedí que no llamaras- escuchó la voz, un poco dolida del menor del otro lado de la línea.

-¿Gaara? Dime dónde te encuentras- era más una orden que otra cosa. El ceño mortal del ébano se clavó en la puerta.

-Fuera del bar- un sonido gutural dio a entender al moreno que algo no había salido bien. El timbre del rubí distaba de ser el clásico denotativo de indiferencia para dar paso al dolor-...No te preocupes por mí, te veré en el apartamento.

-Espero que estés bromeando. Iré a por ti en este mismo instante-: Definitivamente, no le estaba pidiendo su opinión. Se encontraba francamente preocupado por cualquier cosa que pudiese acaecerle a ese chico que, pese a su reticencia, había aprendido a querer.

-No lo hagas imbécil...-le retó, poco antes de colgar.

A todas prisas, el moreno guardó los papeles que habían quedado pendientes y se dirigió hasta su auto.

-Señor Uchiha- habló la secretaria a sus espaldas, alarmada por lo intempestivo de las acciones de su jefe.

-Me tomaré el día. No quiero que me molesten- ordenó antes de tomar el ascensor y perder todo ese apacible y aletargado micro-universo.

Tan pronto llegó a su vehículo procuró deshacerse de todos los pensamiento desagradables que se habían formado en su cabeza durante el corto trayecto de su oficina hasta el asiento del piloto. Algunas de sus teorías sonaban poco realistas, fatalistas probablemente, pero otras le parecían casi palpables. Sintió una punzada de angustia recorrer su espina dorsal... Debía asegurarse que todo estuviese en orden.

 

 

El apartamento parecía oscuro y vacío cuando llegó. No daba la impresión de haber nadie ahí, ni - muy a su pesar - que lo hubiese habido en mucho tiempo.

-Rojo- llamó por lo bajo. No deseaba gritar ni alarmar a Gaara por lo que podía ser una mera nimiedad, un juego de su perturbada psique.

-Aquí...- escuchó detrás de la puerta del baño principal.

Sin más, se acercó al sitio y abrió la puerta que le separaba de su obsesión. Estaba fuera de sí, pese a sus esfuerzos por mantener la calma.

-¿Qué mierda...?- no fue capaz de completar la pregunta, ya que el rostro algo deformado y magullado de su pareja, a juego con su espalda llena de tonalidades verduzcas y moradas habían acaparado toda su atención.

-No hagas un lío por esto- comentó retador y con una bizarra nota de petición el otro, mientras limpiaba los restos de sangre seca de su labio.

-¿Fue Neji?- hasta la obviedad de la pregunta le pareció grosera cuando la formuló. ¿Quién si no pudo haber causado tanto revuelo?

-Sí, pero no es nada... Por la mañana estaré mejor. Sólo iré a descansar- la mirada de Gaara parecía más ausente de lo habitual, como si se perdiera en el tiempo. Y entonces no hubo de inquirir mucho; sabía que aquello le había ocurrido al chico muchas veces durante su infancia.

-Te llevaré al hospital. No sabemos si el bebé está herido o si tú tienes lesiones más graves- fue lo único que, tajante, salió de la boca del ébano.

-Pareciera que desde que te di la noticia no piensas más que en bebé. Si lo quieres, es tuyo- espetó mordaz el grana, al tiempo que se abría paso hasta la habitación.

-No vengas con niñerías, Rojo- le siguió con la mirada, todavía recargado en el umbral de la puerta.

-Como sea. Iré a descansar un poco- informó en son de paz su interlocutor, todavía dándole la magullada espalda.

 

 

 

Días habían pasado ya, interminables ciclos de sol y luna donde la indiferencia y el dolor desdibujado en el cuerpo del más joven. La única constante era el silencio  de la casa, cargada de malos recuerdos para el de mechones noche, donde  las horas transcurrían lentas. Era algo inaguantable; los de por sí ya escasos diálogos de Gaara habían sido silenciados y en su lugar había quedado una taciturna mirada que yacía ausente a cualquier evento.

-¿Qué ocurre?- se atrevió a preguntar el Uchiha, harto de aquella soledad compartida.

-Nada- fue la respuesta lenta y apagada de Sabaku.

-Bueno...- se rindió, decidiendo que algo más interesante podría captar su atención. Si el de carmesíes cabellos no deseaba decirle nada, él no lo obligaría a hacerlo. Fijó su atención en uno de los moretes visibles de los lechosos brazos y no pudo reprimir un estremecimiento lastimero.

-Deja de mirarme, me haces sentir débil- habló de nueva cuenta Gaara- Parece que es a ti al que le duelen. Realmente se ve más aparatoso de lo que en verdad es...

-No comprendo cómo es que no quisiste que te llevara al  médico- recriminó el ébano, decididamente fastidiado por aquel hecho.

-He recibido golpes mucho peores y jamás he necesitado de atención alguna. No veo por qué eso debiera cambiar ahora- contestó, regresando a su contemplación del espacio, ausente de la realidad.

Sasuke se removió un poco en el asiento; no le agradaba en lo más mínimo saber que una persona, a la cual para desdicha suya quería, había sido víctima de tales vejaciones. Claro, ese hecho lograba enaltecer un poco más a Gaara frente a sus ojos, pero le seguía pareciendo algo reprobable e inimaginable.

 

 

 

Los meses en aquella casa se habían vuelto tan agobiantes como llenos de cambios. El tiempo que invertían los dos se había incrementado, partiendo por la presencia nocturna de Gaara en casa. El ciclo de sueño del chico se hallaba tan habituado a dormir tan sólo un par de horas antes del amanecer, que un insomnio terrible se hacía presente cada puesta del sol; eso, aunado al embarazo y al creciente vientre  que tenía parecían haber eliminado cada sencilla oportunidad de entregarse a los brazos de Morfeo para el azabache.

No era que el Sabaku fuera inconsciente o imprudente en lo tocante a las horas de sueño reparador imprescindibles para el más alto, sino que el más ínfimo sonido resonaba por cada esquina del inmueble. Aquello, se recordaba constantemente Sasuke, era algo que no hubo de tomar en cuenta mientras vivía solo...

 

-Rata desdichada- llamó su atención Gaara mientras disponían un par de tazas con el té de la tarde.

-¿Qué ocurre?- ni siquiera se esforzó por omitir el comentario, que tan extrañamente habitual se había vuelto. Estaba agotado y las ojeras comenzaban a marcarse en su rostro, cosa que le desagradaba sobremanera.

-He estado hablándote...- informó el otro, reprimiendo un bostezo.

-¿Qué decías?- pidió a forma de disculpa.

-Que mañana iré a la compañía de teléfonos. Ha estado sonando casi cada media hora, pero nadie contesta...

-Seguro están haciendo pruebas de funcionalidad- restó importancia Sasuke, bebiendo un poco de su té y extendiéndole el propio a su pareja.

-Lo más seguro, pero igual tengo que corroborarlo.

-Estás comenzando a tener ideas paranoicas... y empiezo a creer que gestarás a un pequeño sociópata con odio compulsivo hacia la vida- rió de medio lado, mofándose de las actitudes tan aprehensivas que tenía Gaara de la nada.

El aludido se limitó a fruncir un poco el ceño y a dar media vuelta, camino al sofá.

-No encuentro la gracia.

-Gaara, no sales a la calle nunca. Seguro que si alguien llama es para corroborar que sigas vivo; deben creer que te maté y te tengo escondido por partes en mi refrigerador- dentro de la burla del moreno se escondía una de las pocas verdades que le alteraban.

Por lo general, los donceles gustaban de atraer la atención al estar preñados; cosa que Gaara detestaba, e inclusive procuraba alejarse de él por periodos: Se recluía en sí mismo por días enteros, periodos en los cuales no hablaba y se limitaba a comer lo mínimo indispensable mientras admiraba su creciente abdomen. Era extraño que, por voluntad propia saliera a la ciudad.

-Ah...No lo había notado- contestó el otro desganado, incapaz de negar la verdad en las palabras de su compañero. Le desagradaban esos comentarios que, pese a ser hechos sin malas intenciones y a decir sólo la verdad, lo hacían sentir un híbrido raro sacado de algún escritor como los Grimm. Incluso si los meses habían pasado y todo parecía ser adecuado, seguía teniendo a un horrible ser creciendo en sus adentros.

El motivo primigenio por lo cual había sido detestado, por lo cual se detestaba.

-¿Quieres que alguien te acompañe?- concedió el Uchiha, notando que, como otras tantas veces el ambiente se tensaba ante las alusiones al bebé o al embarazo.

-No hace falta, iré rápido. Además, no me sienta bien que los demás me vean "así". - contestó, incapaz de reprimir el asco en sus parsimoniosas maneras. Se llevó las manos al vientre, y pasados unos momentos se cruzó de brazos.

-Como quieras- lo único que pudo hacer el ébano fue rodar indiscretamente los ojos. Detestaba aquellos desplantes de repudio auto-infringido de los que era presa el otro, pero se había cansado de entablar estériles discusiones al respecto; había decidido que no le interesaba ya.

 

 

 

Durante la noche, el moreno tuvo una sensación de extraño dejá-vu que le dejó inquieto. Una punzada de pánico, a manera de alerta de que algo pasaría se hizo presente durante sus sueños. Era, si no se equivocaba, el mismo sentir que le había dado durante un efímero momento la víspera antes de la muerte de su madre. No sabía por qué le había dado, pero aquello le hacía desear atar todos los cabos, previo a su salida del trabajo; no obstante, su razón se impuso y, tras cavilar que no había un peligro real y que bien podía tratarse de recuerdos mal habidos haciendo mella en su cabeza volvió a dormir. No valía la pena presionarse por algo que no tenía fundamentos... No era su estilo.

 

 

 

-Con permiso- saludó con la cabeza al portero del edificio antes de salir por la puerta de cristal. El mismo movimiento fue devuelto por el anciano, sin mayores decoros.

Esa mañana el ébano había marchado temprano a la oficina por unos asuntos de papeleo pendiente que le aquejaban, así que había olvidado recordarle que saldría a la oficina de teléfonos para arreglar aquel inconveniente con su línea. Lo más probable era que, como muchas otras veces, Sasuke hubiese omitido aquel detalle.

Era así siempre que debía trabajar o se enfocaba por demostrar a su padre que era más - o por lo menos igual - valioso que Itachi. El mismo cuento todos los días le habían llevado a la conclusión de que el único ser tan embotado en su propio ser como él mismo era aquel hombre de tez pálida y mechones oscuros: Sasuke no tenía por él el menor interés - y no podía decir que le doliese -, sólo permanecían al lado del otro por la comodidad que aquello ofrecía.  Nada más... Finalmente, como había dicho miles de veces, nadie podía amarlo. Era un error de la naturaleza, un castigo de los demonios por una ofensa de la familia. ¿Quién podría querer a alguien de semejante calaña?

Tan embotado iba en sus ideas que no se dio cuenta cuando chocó fuertemente contra una mujer.

-¿Está bien?- preguntó, sobando un poco el vientre crecido de más de siete meses que poseía. No le interesaba realmente el estado de la otra pero procuraba ser lo suficientemente cordial para que los demás no le tacharan de poco elegante.

-Al fin te encuentro- fue lo único que obtuvo por respuesta de la fémina cuyo en rostro no había reparado. Aquella respuesta le hizo girar el rostro, quizás más apanicado que nunca en la vida.

 

 

 

 

 

Las horas pasaban con una lentitud pasmosa, mientras que las suelas de los zapatos del moreno colisionaban de manera repetida en el piso del domicilio. Muchas dudas cruzaban por su cabeza, ninguna certeza definitiva pero sí muchas preocupaciones le aquejaban. Durante una fracción de segundo consideró que aquella punzada de la noche anterior no había sido fortuita, pero no valía la pena ahondar mucho en tal hecho... lo que importaba era saber dónde diantres se había metido Gaara.

Según había dicho el portero, había salido a eso del medio día sin dar pistas del sitio a donde se dirigía. Había entonces recordado que iría a la oficina para arreglar el problema con la línea, pero de ahí cualquier otra cosa parecía parte del mundo onírico - e irónico - de las desapariciones. Se había "esfumado"...

-¿Dónde mierda te metiste cabrón?- habló en voz baja,  más para tranquilizar su fuero interno - que parecía querer estallar en aquel mismo instante - que buscando una respuesta concreta. Ya había hablado al servicio de personas extraviadas, a los hospitales, a uno que otro vecino del edificio anterior de los cuales conservaba el número en caso de emergencias... Incluso había llamado a unos compañeros suyos del departamento de migración sin resultados.

Era como si a su pareja se la hubiese comido la tierra.

El teléfono comenzó a sonar, marcando en la pantalla Privado. Oprimió el botón para dar acceso a la llamada casi de inmediato, más  atento a escuchar noticias de su pareja que a la posible procedencia del remitente.

-¿Gaara?- lo traicionaron, por primera vez en la vida, los nervios. Por mucho que fingía estar sereno, la mera idea de que su pareja y su hijo no apareciesen lo trastornaba.

-Señor Uchiha- una voz con acento extranjero contestó del otro lado de la línea.

-Sí, ¿qué desea?- preguntó con displicencia. Si no eran noticias de su rubí nada le interesaba saber.

-Saber por qué deshonró a mi familia...- una duda dolorosa refulgió de aquella frase.

-¿A qué se refiere?- la frialdad de la voz se rompió un poco, dando la inesperada impresión de estar molesto y compungido a la par.

-Es por usted que mi hermano ha dejado de ser valioso- la ambigüedad de las respuestas del hombre del otro lado de la línea estaban haciendo estragos con su corta paciencia.

-Dígame de qué mierda habla- exigió con prepotencia.

-Si Gaara no puede ser vendido, será sacrificado. De nada sirve ya su existencia.- parecía lastimero su sonido, como si la voz se le quebrara de pronto. Sin embargo, sonaba decidido, justo como aquellos verdugos a quienes les encomiendan deshacerse de su hijo.

-¿Qué?- fue lo único que atinó a exclamar, casi con un hilo de voz. El nudo en su garganta había oprimido incluso su corazón al escuchar aquello, como si no pudiera latir más.

-...-

-Contésteme... Debe haber algo que pueda hacer- espetó, furioso por sentirse impotente ante tal atentado. Estaban arrebatando de él a las dos personas que más quería.

-Si quiere ayudarlo, venga a...

 

 

 

No llegó más rápido al lugar indicado por el hombre del otro lado de la línea porque hubiera sido físicamente imposible, sin embargo para él había sido una eternidad. Quería...No, necesitaba ver a Gaara y asegurarse de su bienestar y del bebé que llevaba en su interior antes que cualquier otra cosa.

No obstante, su apariencia serena y a la vez indiferente le permitía actuar con un poco de mayor libertad. No comprendía lo que le habían dicho en la breve conversación telefónica que había tenido, pero aquello era nimio comparado con su deber de salvaguardar a las dos personas que comprendían, de forma un tanto extraña, su cariño.

-Buenas noches- recibió desde las sombras una mujer que, a primera instancia, no pudo observar bien.

-Buenas noches...- dijo, considerando qué sería lo más prudente.

-Por favor, venga- exigió la mujer, en un tono tan solemne que el otro no pudo refutar nada.

Caminaron por una galería dentro del sitio de reunión. Pese a su consternación, el descendiente más joven de la familia del paipái no pudo evitar observar que no parecía un secuestro ordinario, ni una familia ordinaria.

-¿Dónde está Gaara?- preguntó.

-No hable alto- fue la única respuesta que obtuvo antes de que una de las puertas corredizas se abriera, mostrando de manera grotesca las vestiduras desgarradas y un poco de líquido carmesí resbalando del cuerpo del preñado.

-¿Qué hicieron con él?- hizo el amago de acercarse, pero la chica se lo impidió.

-Lo que debe ser realizado con cualquiera que deshonre a la familia que le crió en su yugo- contestó la mujer con calma y fuerza antes de salir- Ahora venga, no deben saber que estuvo aquí.

-De aquí no me voy sin él...- intentó imponerse el de cabellos en pico, crispando  los puños para no atacar a la mujer frente a él. No sabía si la integridad de Gaara - o lo que quedaba de ella - estarían en riesgo si cometía tal imprudencia.

-Mire, señor Uchiha. Tiene dos opciones... o lo ve morir o habla con mi padre.

-¿Su padre?- coreó pobremente el otro, todavía ofuscado por la visión que acababa de dejar atrás.

No hubo contestación en aquella ocasión, sino que la mujer abrió otra puerta corrediza. Al momento de abrirla, un olor a incienso, tabaco y a vapor de narguil invadió el pasillo. Sin comentarios al respecto, pasó.

-Lo he estado esperando- escuchó la ronca voz de un hombre mitad cubierto por las sombras propias del lugar. De la parte visible sin embargo, Sasuke pudo notar un cabello tan rojo como el que poseía el rubí y unas túnicas tan estorbosas que impedían conocer la complexión del sujeto.

-¿Qué tal?- un gesto de la cabeza y una mal disimulada mueca de asco fue lo que profirió el otro.

-Verá,  yo soy un hombre de negocios- habló el hombre, jactándose de un poder mal entrañado.  Pareció, en algún recoveco extraño dentro de la mente del moreno, uno de esos jefes de prostíbulo que se ganan la vida vendiendo el cuerpo de niñitas. El presunto padre de Gaara continuó- Iba a dar a esa...abominación terrible a un príncipe en Emiratos Árabes. Parecía bastante amable la oferta de su Alteza, sin embargo- el tono casi juguetón y depravado que tenía cambió por uno totalmente molesto. Esquizoide. -...el muy bastardo tuvo a bien huir, y quedar preñado con un hijo suyo.

El ébano se limitó a agitar la cabeza, sin tener claro el punto de todo eso. Como fuera, se recordó, su misión era recuperar al grana costara lo que costase.

-Por lo mismo, ha perdido todo su valor a los ojos del Príncipe y a mí no me reditúa nada. Por lo tanto, como dicta mi país, puedo asesinarle.

-Pero no lo hará...- interrumpió el otro, tomando las riendas de la conversación. Ya habían dejado de dar vuelta a la cháchara inútil y el dedo había sido colocado en la llaga.

-Eso depende de usted...

-¿Qué es lo que quiere?- inquirió el otro, enarcando su ceja.

-¿Qué tiene para ofrecerme?

-Por favor, vaya al grano. No tengo tiempo que perder-

-Cuidado, no debería hablarme así... Es la vida de su amado lo que está en juego.

-En eso se equivoca- dijo con serenidad Sasuke, dirigiéndose a la entrada con descaro- Para mí Gaara no significa más que para usted... Y si yo me voy, usted no sólo pierde dinero sino que irá a la cárcel.

Miró de reojo cómo el aspecto del hombre cambiaba, se volvía más nervioso pero procuraba mantener la cabeza fría. Estaba empezando a sentirse acorralado en un juego que él mismo había inventado.

-Deme tres millones de dólares por él.

-Es demasiado, le daré 500mil- regateó vulgarmente el moreno, reprimiendo un poco de sorna en su mirada.

-Dos millones- la desesperación se palpaba en cada poro del hombre. Quería el dinero y, por el mismo amor que le tenía a su pareja, Sasuke no ofrecería por él mucho. Se regocijaría en lugar de su novio por la histeria del padre pecador.

-750 mil... Ni un dólar más- se cruzó de brazos.

-Un millón-

-Hecho- concretó- pero usted se mantendrá alejado de nosotros por siempre. Quiero que me dé un documento de propiedad.

-¿Documento de propiedad? Pero si es mi hijo- en apariencia el hombre no brillaba por su intelecto, o el de orbes oscuros era tan avispado que lograba sus cometidos.

-Usted lo vendió... ¿Creyó que me quedaría sin una garantía?- la prepotencia de su voz era marcada, erigiéndolo como el gran vencedor de ese juego retorcido donde se había metido sin saber.

-Soy hombre de palabra, señor Uchiha- se excusó el hombre.

-Y yo de documentos, así que más vale que me lo expida.- no había espacio a réplica. Si Sasuke Uchiha decía algo, los demás lo obedecían.

 

 

 

 

-Tendremos que intervenirlo. La costilla rota puede provocar daños en el bebé- comenzó a hablar con rapidez un médico regordete y viejo, intentando captar la atención del hombre entre todo el barullo.

-Hágalo- contestó, antes de voltearse a hablar con su hermano, ajeno aparentemente a la gravedad de la situación. Estaba cansado, tenía calor y las pocas horas de sueño lo entorpecían en sus resoluciones. Además, por si aquello no fuera suficiente, la policía lo interrogaba como si él hubiese cometido homicidio o algo similar.

Comenzaba a ofuscarse.

-Sasuke... Acabas de dar permiso para que hagan nacer a tu hijo- le informó Deidara, mientras sostenía en brazos una pequeña cobija azul con un bebé dentro. Parecía que Itachi y él estaban más conscientes de lo que ocurría dentro de su propio, caótico y desajustado universo.

-Sí, lo hice. Gaara está inconsciente así que no le importará. Además después de eso lo van a intervenir por las heridas internas y lo de la costilla- comentó con pasmosa facilidad el padre, encarando todavía el interrogatorio de la policía, haciéndose cargo de todo.

-¿Qué fue lo qué ocurrió?- preguntó por enésima vez un pasante.

-Lo que ya te repetí cinco veces. Fue a la tienda y lo asaltaron... Lo encontré en un callejón cuando salí a ver por qué no regresaba- incluso a sus oídos, la respuesta era poco creíble, pero si imprimía suficiente seguridad en su voz nadie sospecharía nada. Finalmente, eso era más creíble que decir que acababa de adquirir a su pareja... y sobre todo, sonaba menos mal.

 

 

 

 

Cuando despertó, las luces lo cegaron. No podía enfocar bien y su ubicación le era desconocida. Probablemente habría muerto en manos de ese ser que tanto desprecio sentía hacia su persona... Pero no, eso habría sido demasiado fácil.

-Ya despertaste- escuchó una voz a su lado. No sonaba ni feliz, ni emocionado; mucho menos triste o emocional al respecto. Sólo se limitaba a expresar un hecho.

-Sí...- confirmó, como si aquello fuese lo más simple en la Tierra. Estaba despierto, por lo cual se encontraba presumiblemente vivo y tenía a su lado a una persona que le hacía pensar tanto en sí mismo que le era imprescindible- ¿Qué ocurrió?

-Nada...  Te encontraron tirado en la calle- mintió con solemnidad el Uchiha- De ahí, sólo dije que te asaltaron y fue todo... De eso van tres días.

No deseaba decirle a Gaara que había sido adquirido. Dejaría aquello como un morboso secreto para su placer personal.

-Pero sabes que eso no fue así ¿cierto?- un poco de miedo se asomó por los ojos del turquesa.

-Yo lo sé...pero para los demás nunca ocurrió- se dirigió a la puerta-, por cierto... tuvimos una niña.

-Ah... bien. Supongo.- el pelirrojo se sintió estúpido por no haber notado antes la reducción en su pesadez. Prefirió no inquirir nada.

-La nombré Mikoto.

-Me da igual...- se encogió de hombros el aguamarina mientras veía al más alto abandonar el cuarto.

Sí, en definitiva no sabía qué era lo que tanto le llamaba la atención en Sasuke Uchiha. Quizás era por sus evidentes similitudes, o por lo sencillo que era estar con él. Lo desconocía, pero dentro muy dentro de su nauseabundo ser, quería quedarse a su lado.

 

Fin

Notas finales:

Bien, espero que la historia haya sido de su agrado y yo sea merecedora de un review...

Quisiera de igual manera agradecer a todos aquellos que se tomaron el tiempo de comentar por poner una sonrisa en mi cara. Humm...lo demás, como el background del fic lo pueden ver en mi livejournal: 

cassis-regret.livejournal.com

Nota: Fush, lo logré... ahora cumple tu parte del trato >.< Me pones a trabajar mucho.

Kissus,
c.


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